• Elisabetta caminaba por las calles de Trastevere con un leve cosquilleo en el estómago. No era una sensación que conociera bien; el nerviosismo no solía tener cabida en su vida. Y sin embargo, ahí estaba: apretando suavemente las correas de su mochila de mezclilla mientras recorría el adoquinado con sus botines negros resonando suavemente en cada paso. Vestía de manera sorprendentemente casual para ser ella: jeans ajustados, una blusa de algodón de manga tres cuartos y cuello ligeramente alto que abrazaba su figura con discreción, y el cabello rubio cayendo suelto sobre su espalda.

    Esa noche no era la Farfalla della Morte, líder implacable de una de las organizaciones más temidas de Italia. Esa noche, era solo Elisabetta. Una mujer que esperaba una cita.

    Eligió un pequeño restaurante que había visitado años atrás, cuando la vida era más sencilla. La Lanterna Verde, un rincón discreto en una calle estrecha, adornado con faroles de hierro forjado y parras trepando por la fachada. Afuera, las mesas se acomodaban bajo una pérgola cubierta de luces cálidas que titilaban como luciérnagas suspendidas en el aire. El aroma a albahaca fresca y pan recién horneado impregnaba el ambiente.

    Se sentó en una mesa cerca de la esquina, desde donde podía ver claramente la entrada, y sacó su celular. Sus dedos dudaron un instante antes de escribirle a Ryan:

    "Buonasera, Ryan . Estoy en un lugar encantador en Trastevere que se llama La Lanterna Verde. Es tranquilo, acogedor… pensé que podríamos conversar sin prisas. Estoy en la terraza, en una mesa hacia la esquina. Te estaré esperando."

    Le dio a enviar y apoyó el teléfono sobre la mesa con un leve suspiro. Sus ojos violetas recorrían distraídamente el entorno, sin dejar de lanzar miradas hacia la entrada cada tanto. Había algo casi adolescente en esa espera, una inquietud que no lograba calmar ni siquiera con la familiaridad del entorno.

    Cuando lo viera llegar, pensó, lo recibiría con una sonrisa serena. No fingida, no forzada. Cordial, sí, pero también honesta. Porque esa noche, por muy extraño que le pareciera, quería compartir un pedacito de su mundo con alguien… sin necesidad de protegerse. Solo ella. Solo Elisabetta.

    Elisabetta caminaba por las calles de Trastevere con un leve cosquilleo en el estómago. No era una sensación que conociera bien; el nerviosismo no solía tener cabida en su vida. Y sin embargo, ahí estaba: apretando suavemente las correas de su mochila de mezclilla mientras recorría el adoquinado con sus botines negros resonando suavemente en cada paso. Vestía de manera sorprendentemente casual para ser ella: jeans ajustados, una blusa de algodón de manga tres cuartos y cuello ligeramente alto que abrazaba su figura con discreción, y el cabello rubio cayendo suelto sobre su espalda. Esa noche no era la Farfalla della Morte, líder implacable de una de las organizaciones más temidas de Italia. Esa noche, era solo Elisabetta. Una mujer que esperaba una cita. Eligió un pequeño restaurante que había visitado años atrás, cuando la vida era más sencilla. La Lanterna Verde, un rincón discreto en una calle estrecha, adornado con faroles de hierro forjado y parras trepando por la fachada. Afuera, las mesas se acomodaban bajo una pérgola cubierta de luces cálidas que titilaban como luciérnagas suspendidas en el aire. El aroma a albahaca fresca y pan recién horneado impregnaba el ambiente. Se sentó en una mesa cerca de la esquina, desde donde podía ver claramente la entrada, y sacó su celular. Sus dedos dudaron un instante antes de escribirle a Ryan: "Buonasera, [Ryan_Al_72]. Estoy en un lugar encantador en Trastevere que se llama La Lanterna Verde. Es tranquilo, acogedor… pensé que podríamos conversar sin prisas. Estoy en la terraza, en una mesa hacia la esquina. Te estaré esperando." Le dio a enviar y apoyó el teléfono sobre la mesa con un leve suspiro. Sus ojos violetas recorrían distraídamente el entorno, sin dejar de lanzar miradas hacia la entrada cada tanto. Había algo casi adolescente en esa espera, una inquietud que no lograba calmar ni siquiera con la familiaridad del entorno. Cuando lo viera llegar, pensó, lo recibiría con una sonrisa serena. No fingida, no forzada. Cordial, sí, pero también honesta. Porque esa noche, por muy extraño que le pareciera, quería compartir un pedacito de su mundo con alguien… sin necesidad de protegerse. Solo ella. Solo Elisabetta.
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  • The little mermaid
    Fandom Libre
    Categoría Acción
    Puede que siempre se mostrara calmada, pero su mente era un remolino constante: pensamientos que no dejaban de llegar, sobre todo acerca de su familia y el peligro en que los ponía si daba un solo paso en falso.

    El tintinear de las copas al chocar la sacó de sus pensamientos. Miró a los asistentes a la fiesta con una sonrisa ensayada en los labios. El presidente Ravinstill no dejaba de observarla, y el asco le subía por la garganta como una ola.

    Bajó la mirada. Debajo de ella, una pecera enorme rebosaba de animales marinos reales. Cerró los ojos justo cuando Lucky Flickerman le dedicó una sonrisa falsa.

    —El orgullo de la costa, la novia del Capitolio: Mags Flanagan —anunció con entusiasmo.

    Ella sonrió desde lo alto de la pecera y se lanzó al agua. Movió su cola de sirena falsa y nadó hasta el vidrio. Se desplazaba de un lado a otro, jugando con los peces, hasta que por fin le permitieron salir.

    Ojalá la noche terminara allí. Pero ahora venía la peor parte: pasearse entre los invitados para que le dijeran que, si vomitaba, podría comer aún más. Así que, mientras se vestía, comenzó a identificar lugares estratégicos. Quería desaparecer sin que notaran su ausencia, sin faltar visiblemente a las órdenes de Snow.
    Puede que siempre se mostrara calmada, pero su mente era un remolino constante: pensamientos que no dejaban de llegar, sobre todo acerca de su familia y el peligro en que los ponía si daba un solo paso en falso. El tintinear de las copas al chocar la sacó de sus pensamientos. Miró a los asistentes a la fiesta con una sonrisa ensayada en los labios. El presidente Ravinstill no dejaba de observarla, y el asco le subía por la garganta como una ola. Bajó la mirada. Debajo de ella, una pecera enorme rebosaba de animales marinos reales. Cerró los ojos justo cuando Lucky Flickerman le dedicó una sonrisa falsa. —El orgullo de la costa, la novia del Capitolio: Mags Flanagan —anunció con entusiasmo. Ella sonrió desde lo alto de la pecera y se lanzó al agua. Movió su cola de sirena falsa y nadó hasta el vidrio. Se desplazaba de un lado a otro, jugando con los peces, hasta que por fin le permitieron salir. Ojalá la noche terminara allí. Pero ahora venía la peor parte: pasearse entre los invitados para que le dijeran que, si vomitaba, podría comer aún más. Así que, mientras se vestía, comenzó a identificar lugares estratégicos. Quería desaparecer sin que notaran su ausencia, sin faltar visiblemente a las órdenes de Snow.
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  • Noche sin Luna.
    Fandom Original.
    Categoría Acción
    𝗟𝘦𝘆𝙨𝘩𝗮 𝗟𝖺𝗻𝗰𝖺𝙨t𝗲𝙧

    ⠀⠀El aire denso del bar se mezclaba con el aroma agrio de tabaco viejo y madera húmeda. Las luces amarillas, opacas por décadas de polvo, proyectaban sombras largas sobre las mesas vacías a esa hora incierta entre la tarde y la noche. En un rincón, donde el bullicio de las conversaciones moría y la luz nocturna se reflejaba sobre la ventana, el cura se sentó solo, con la espalda apoyada contra la pared rugosa.

    ⠀⠀Tenía veinte y pocos años, pero algo en su mirada —una profundidad turbia, lejana— desentonaba con la tersura de su rostro joven. Su mano derecha rodeaba el vaso de vidrio con un gesto apagado, como si aquella acción formara parte de una costumbre más antigua que su propio cuerpo, puesto que el alcohol fue el descubrimiento más fiel del hombre. Las marcas de nacimiento en su antebrazo, oscuras y difusas como cicatrices de un fuego olvidado, se asomaban bajo la manga de su túnica remangada, quizá lo que más resaltaba.

    ⠀⠀Mientras la tele chirriaba un ruido estridente, una punzada familiar cruzó su sien. Un zumbido, un susurro lejano, apenas un eco: recuerdos que no eran suyos, pero que ardían como si siempre lo hubieran sido. En ese instante, supo que algo lo había llevado allí. No era casualidad. Aquel bar era un umbral, un portal para lo pecaminoso que se ocultaba en lo nocturno.

    ⠀⠀Parecía que nunca tendría una noche en paz.

    ⠀⠀Elevó la mirada, su ceja se arqueó. Algo había en esa silueta femenina que acababa de entrar, algo que le gritaba ecos de la sangre, como si hirviera.
    [Leysha1] ⠀ ⠀⠀El aire denso del bar se mezclaba con el aroma agrio de tabaco viejo y madera húmeda. Las luces amarillas, opacas por décadas de polvo, proyectaban sombras largas sobre las mesas vacías a esa hora incierta entre la tarde y la noche. En un rincón, donde el bullicio de las conversaciones moría y la luz nocturna se reflejaba sobre la ventana, el cura se sentó solo, con la espalda apoyada contra la pared rugosa. ⠀⠀Tenía veinte y pocos años, pero algo en su mirada —una profundidad turbia, lejana— desentonaba con la tersura de su rostro joven. Su mano derecha rodeaba el vaso de vidrio con un gesto apagado, como si aquella acción formara parte de una costumbre más antigua que su propio cuerpo, puesto que el alcohol fue el descubrimiento más fiel del hombre. Las marcas de nacimiento en su antebrazo, oscuras y difusas como cicatrices de un fuego olvidado, se asomaban bajo la manga de su túnica remangada, quizá lo que más resaltaba. ⠀⠀Mientras la tele chirriaba un ruido estridente, una punzada familiar cruzó su sien. Un zumbido, un susurro lejano, apenas un eco: recuerdos que no eran suyos, pero que ardían como si siempre lo hubieran sido. En ese instante, supo que algo lo había llevado allí. No era casualidad. Aquel bar era un umbral, un portal para lo pecaminoso que se ocultaba en lo nocturno. ⠀⠀Parecía que nunca tendría una noche en paz. ⠀⠀Elevó la mirada, su ceja se arqueó. Algo había en esa silueta femenina que acababa de entrar, algo que le gritaba ecos de la sangre, como si hirviera. ⠀
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  • Mark estaba sentado con el cuerpo relajado, pero la mente aún en marcha. En sus manos sostenía el libro que había estado leyendo en silencio por horas. La portada, gastada por el paso del tiempo, mostraba una imagen estilizada de un corredor de naves, su casco brillante bajo las estrellas del vacío con un arma capaz de destruir cualquier objetivo.

    El Viltrumita cerró el libro y lo dejó sobre la mesa de noche. Las palabras de aquella obra literaria resonaban en su mente, no podía dejar de pensar en que se estaba identificando fuertemente con el protagonista. La imagen del Space Racer volando entre planetas, evitando la muerte, parecía más anécdota suya que otra cosa.

    Suspiró con una exhalación que se sentía más como una descarga, como si estuviera liberando un poco de la tensión acumulada. Y ahí, en medio de la quietud de la habitación, vio la mochila al pie de la cama. Había libro dentro, lo sacó sin pensarlo tan solo como una distracción, pero al sostenerlo en las manos su expresión cambió levemente. Era un libro completamente diferente.

    ℙ𝕝𝕒𝕟𝕖𝕥𝕒 𝕤𝕒𝕝𝕧𝕒𝕛𝕖, 𝕓𝕖𝕤𝕥𝕚𝕒𝕤 𝕤𝕒𝕝𝕧𝕒𝕛𝕖𝕤.

    Mark abrió el libro, hojeando las primeras páginas con una lentitud casi mecánica. La portada mostraba criaturas monstruosas, bestias de otro mundo, luchando entre sí en paisajes desolados. Pero había algo más en este libro. Algo que no era simplemente una historia sobre supervivencia.

    —"𝑵𝒖𝒆𝒔𝒕𝒓𝒂 𝒎𝒊𝒔𝒊𝒐́𝒏 𝒆𝒓𝒂 𝒔𝒆𝒏𝒄𝒊𝒍𝒍𝒂: 𝒊𝒏𝒗𝒆𝒔𝒕𝒊𝒈𝒂𝒓 𝒆𝒍 𝒑𝒍𝒂𝒏𝒆𝒕𝒂 𝒉𝒐𝒔𝒕𝒊𝒍 𝒚 𝒓𝒆𝒑𝒐𝒓𝒕𝒂𝒓𝒏𝒐𝒔 𝒂𝒍 𝒄𝒆𝒏𝒕𝒓𝒐 𝒅𝒆 𝒄𝒐𝒎𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒆𝒔𝒑𝒂𝒄𝒊𝒂𝒍." —Leyó rápidamente. Luego pasó a otra página, más rápido esta vez.

    —"𝑳𝒐 𝒑𝒓𝒊𝒎𝒆𝒓𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒏𝒐𝒕𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒇𝒖𝒆 𝒍𝒂 𝒈𝒓𝒂𝒗𝒆𝒅𝒂𝒅. 𝑬𝒍 𝒑𝒍𝒂𝒏𝒆𝒕𝒂 𝒆𝒓𝒂 𝒕𝒂𝒏 𝒅𝒆𝒏𝒔𝒐 𝒚 𝒔𝒖 𝒈𝒓𝒂𝒗𝒆𝒅𝒂𝒅 𝒕𝒂𝒏 𝒇𝒖𝒆𝒓𝒕𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒂𝒑𝒆𝒏𝒂𝒔 𝒑𝒐𝒅𝒊́𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒎𝒐𝒗𝒆𝒓𝒏𝒐𝒔. 𝑪𝒐𝒎𝒐 𝒏𝒐 𝒆𝒏𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒓𝒆𝒄𝒖𝒓𝒔𝒐𝒔 𝒖𝒕𝒊𝒍𝒆𝒔, 𝒎𝒊 𝒄𝒐𝒎𝒑𝒂𝒏̃𝒆𝒓𝒂 𝒚 𝒚𝒐 𝒆𝒔𝒕𝒂𝒃𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒍𝒊𝒔𝒕𝒐𝒔 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒗𝒐𝒍𝒗𝒆𝒓 𝒂 𝒄𝒂𝒔𝒂, 𝒑𝒆𝒓𝒐 𝒆𝒍 𝒑𝒍𝒂𝒏𝒆𝒕𝒂 𝒕𝒆𝒏𝒊́𝒂 𝒐𝒕𝒓𝒐𝒔 𝒑𝒍𝒂𝒏𝒆𝒔..." —Mark frunció el ceño, claramente algo lo puso nervioso.

    Había estado en planetas así. Donde el aire parecía pesar más que el metal. Donde el vuelo no era una opción, y cada paso era una batalla.

    —"𝑹𝒂𝒈𝒏𝒂𝒓𝒔. 𝑬𝒏 𝒖𝒏 𝒎𝒐𝒎𝒆𝒏𝒕𝒐 𝒏𝒐𝒔 𝒗𝒊𝒎𝒐𝒔 𝒓𝒐𝒅𝒆𝒂𝒅𝒐𝒔. 𝑯𝒆𝒎𝒐𝒔 𝒍𝒖𝒄𝒉𝒂𝒅𝒐 𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓𝒂 𝒔𝒆𝒓𝒆𝒔 𝟏𝟎 𝒗𝒆𝒄𝒆𝒔 𝒎𝒂́𝒔 𝒈𝒓𝒂𝒏𝒅𝒆𝒔. 𝑷𝒆𝒓𝒐 𝒅𝒆𝒃𝒊𝒅𝒐 𝒂 𝒍𝒂 𝒈𝒓𝒂𝒗𝒆𝒅𝒂𝒅 𝒅𝒆 𝒆𝒔𝒕𝒆 𝒑𝒍𝒂𝒏𝒆𝒕𝒂 𝒍𝒐𝒔 𝑹𝒂𝒈𝒏𝒂𝒓𝒔 𝒕𝒆𝒏𝒊́𝒂𝒏 𝒖𝒏𝒂 𝒇𝒖𝒆𝒓𝒛𝒂 𝒊𝒏𝒄𝒐𝒎𝒑𝒂𝒓𝒂𝒃𝒍𝒆."

    Ragnars... El nombre le sonaba vagamente familiar, como algo que escuchó en un informe Viltrumita o tal vez en alguna patrulla remota.

    —"𝑯𝒂𝒃𝒊́𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒔𝒖𝒃𝒆𝒔𝒕𝒊𝒎𝒂𝒅𝒐 𝒈𝒓𝒂𝒗𝒆𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒂 𝒆𝒔𝒕𝒐𝒔 𝒔𝒆𝒓𝒆𝒔; 𝒕𝒆𝒎𝒊́𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒔𝒆 𝒍𝒖𝒈𝒂𝒓 𝒔𝒆 𝒗𝒐𝒍𝒗𝒊𝒆𝒓𝒂 𝒏𝒖𝒆𝒔𝒕𝒓𝒂 𝒕𝒖𝒎𝒃𝒂"

    Mark cerró los ojos un momento. La imagen de esa escena "dos exploradores atrapados en un mundo que no perdonaba errores" lo golpeó más fuerte de lo que esperaba. Era una historia simple. Como si fuera una misión fallida. Pero había algo en ese miedo, en esa lucha silenciosa contra un entorno que no se puede vencer, que lo reflejaba a él más de lo que querría admitir.
    Mark estaba sentado con el cuerpo relajado, pero la mente aún en marcha. En sus manos sostenía el libro que había estado leyendo en silencio por horas. La portada, gastada por el paso del tiempo, mostraba una imagen estilizada de un corredor de naves, su casco brillante bajo las estrellas del vacío con un arma capaz de destruir cualquier objetivo. El Viltrumita cerró el libro y lo dejó sobre la mesa de noche. Las palabras de aquella obra literaria resonaban en su mente, no podía dejar de pensar en que se estaba identificando fuertemente con el protagonista. La imagen del Space Racer volando entre planetas, evitando la muerte, parecía más anécdota suya que otra cosa. Suspiró con una exhalación que se sentía más como una descarga, como si estuviera liberando un poco de la tensión acumulada. Y ahí, en medio de la quietud de la habitación, vio la mochila al pie de la cama. Había libro dentro, lo sacó sin pensarlo tan solo como una distracción, pero al sostenerlo en las manos su expresión cambió levemente. Era un libro completamente diferente. ℙ𝕝𝕒𝕟𝕖𝕥𝕒 𝕤𝕒𝕝𝕧𝕒𝕛𝕖, 𝕓𝕖𝕤𝕥𝕚𝕒𝕤 𝕤𝕒𝕝𝕧𝕒𝕛𝕖𝕤. Mark abrió el libro, hojeando las primeras páginas con una lentitud casi mecánica. La portada mostraba criaturas monstruosas, bestias de otro mundo, luchando entre sí en paisajes desolados. Pero había algo más en este libro. Algo que no era simplemente una historia sobre supervivencia. —"𝑵𝒖𝒆𝒔𝒕𝒓𝒂 𝒎𝒊𝒔𝒊𝒐́𝒏 𝒆𝒓𝒂 𝒔𝒆𝒏𝒄𝒊𝒍𝒍𝒂: 𝒊𝒏𝒗𝒆𝒔𝒕𝒊𝒈𝒂𝒓 𝒆𝒍 𝒑𝒍𝒂𝒏𝒆𝒕𝒂 𝒉𝒐𝒔𝒕𝒊𝒍 𝒚 𝒓𝒆𝒑𝒐𝒓𝒕𝒂𝒓𝒏𝒐𝒔 𝒂𝒍 𝒄𝒆𝒏𝒕𝒓𝒐 𝒅𝒆 𝒄𝒐𝒎𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒆𝒔𝒑𝒂𝒄𝒊𝒂𝒍." —Leyó rápidamente. Luego pasó a otra página, más rápido esta vez. —"𝑳𝒐 𝒑𝒓𝒊𝒎𝒆𝒓𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒏𝒐𝒕𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒇𝒖𝒆 𝒍𝒂 𝒈𝒓𝒂𝒗𝒆𝒅𝒂𝒅. 𝑬𝒍 𝒑𝒍𝒂𝒏𝒆𝒕𝒂 𝒆𝒓𝒂 𝒕𝒂𝒏 𝒅𝒆𝒏𝒔𝒐 𝒚 𝒔𝒖 𝒈𝒓𝒂𝒗𝒆𝒅𝒂𝒅 𝒕𝒂𝒏 𝒇𝒖𝒆𝒓𝒕𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒂𝒑𝒆𝒏𝒂𝒔 𝒑𝒐𝒅𝒊́𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒎𝒐𝒗𝒆𝒓𝒏𝒐𝒔. 𝑪𝒐𝒎𝒐 𝒏𝒐 𝒆𝒏𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒓𝒆𝒄𝒖𝒓𝒔𝒐𝒔 𝒖𝒕𝒊𝒍𝒆𝒔, 𝒎𝒊 𝒄𝒐𝒎𝒑𝒂𝒏̃𝒆𝒓𝒂 𝒚 𝒚𝒐 𝒆𝒔𝒕𝒂𝒃𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒍𝒊𝒔𝒕𝒐𝒔 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒗𝒐𝒍𝒗𝒆𝒓 𝒂 𝒄𝒂𝒔𝒂, 𝒑𝒆𝒓𝒐 𝒆𝒍 𝒑𝒍𝒂𝒏𝒆𝒕𝒂 𝒕𝒆𝒏𝒊́𝒂 𝒐𝒕𝒓𝒐𝒔 𝒑𝒍𝒂𝒏𝒆𝒔..." —Mark frunció el ceño, claramente algo lo puso nervioso. Había estado en planetas así. Donde el aire parecía pesar más que el metal. Donde el vuelo no era una opción, y cada paso era una batalla. —"𝑹𝒂𝒈𝒏𝒂𝒓𝒔. 𝑬𝒏 𝒖𝒏 𝒎𝒐𝒎𝒆𝒏𝒕𝒐 𝒏𝒐𝒔 𝒗𝒊𝒎𝒐𝒔 𝒓𝒐𝒅𝒆𝒂𝒅𝒐𝒔. 𝑯𝒆𝒎𝒐𝒔 𝒍𝒖𝒄𝒉𝒂𝒅𝒐 𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓𝒂 𝒔𝒆𝒓𝒆𝒔 𝟏𝟎 𝒗𝒆𝒄𝒆𝒔 𝒎𝒂́𝒔 𝒈𝒓𝒂𝒏𝒅𝒆𝒔. 𝑷𝒆𝒓𝒐 𝒅𝒆𝒃𝒊𝒅𝒐 𝒂 𝒍𝒂 𝒈𝒓𝒂𝒗𝒆𝒅𝒂𝒅 𝒅𝒆 𝒆𝒔𝒕𝒆 𝒑𝒍𝒂𝒏𝒆𝒕𝒂 𝒍𝒐𝒔 𝑹𝒂𝒈𝒏𝒂𝒓𝒔 𝒕𝒆𝒏𝒊́𝒂𝒏 𝒖𝒏𝒂 𝒇𝒖𝒆𝒓𝒛𝒂 𝒊𝒏𝒄𝒐𝒎𝒑𝒂𝒓𝒂𝒃𝒍𝒆." Ragnars... El nombre le sonaba vagamente familiar, como algo que escuchó en un informe Viltrumita o tal vez en alguna patrulla remota. —"𝑯𝒂𝒃𝒊́𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒔𝒖𝒃𝒆𝒔𝒕𝒊𝒎𝒂𝒅𝒐 𝒈𝒓𝒂𝒗𝒆𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒂 𝒆𝒔𝒕𝒐𝒔 𝒔𝒆𝒓𝒆𝒔; 𝒕𝒆𝒎𝒊́𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒔𝒆 𝒍𝒖𝒈𝒂𝒓 𝒔𝒆 𝒗𝒐𝒍𝒗𝒊𝒆𝒓𝒂 𝒏𝒖𝒆𝒔𝒕𝒓𝒂 𝒕𝒖𝒎𝒃𝒂" Mark cerró los ojos un momento. La imagen de esa escena "dos exploradores atrapados en un mundo que no perdonaba errores" lo golpeó más fuerte de lo que esperaba. Era una historia simple. Como si fuera una misión fallida. Pero había algo en ese miedo, en esa lucha silenciosa contra un entorno que no se puede vencer, que lo reflejaba a él más de lo que querría admitir.
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  • He vueltooo, un poco dormido pero aqui estoy, soy felicidad porque al fin conozco mi historia familiar, y al fin puedo usar mi magia, aunque no pude descansar mucho porque la información era mucha y no me permitia pegar un ojo pero al fin soy libre
    He vueltooo, un poco dormido pero aqui estoy, soy felicidad porque al fin conozco mi historia familiar, y al fin puedo usar mi magia, aunque no pude descansar mucho porque la información era mucha y no me permitia pegar un ojo pero al fin soy libre
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  • El lado B de la canción
    Categoría Slice of Life
    Afuera llovía y cuando Aquamarine entró a la tienda el olor a incienso, vinilos viejos y a "guardado", como lo describía ella la recibió apenas cruzó la entrada. La rubia se quitó los lentes de sol y los dejó colgando en el cuello de su camisa mientras recorría los estantes.

    Sus dedos hojeaban las portadas de los tantos singles y álbumes apilados uno contra el otro. Sabía lo que buscaba, clásicos de cualquier género, había aprendido a usar un tocadiscos y estaba fascinada con el aparato.

    Ella no fallaba en su tarea. Llevaba bajo el brazo un disco de The Doors e incluso había encontrado uno de los primeros álbumes de Shakira, Donde Están Los Ladrones, ambos para su colección personal. Vio una portada que se le hizo familiar y no pudo evitar sonreír al creer que tendría su tarea completa.

    —Uh, Michael Jackson... —justo cuando alcanzó el disco, una mano ajena lo hizo a la par de ella y lo único que la chica pudo hacer fue recorrer con la vista el camino de subida hasta el rostro que sostenía el disco que ella tanto quería.

    —¿Me lo vas a quitar porque realmente te gusta o porque quieres presumir de tu buen gusto? —cuestionó sin soltarlo. No sonaba agresiva, pero la pregunta tenía una intención oculta y dependiendo de la respuesta la rubia decidiría si lo dejaba ir (con mucho dolor), o si lucharía por un disco que quién sabe si le sería difícil de conseguir después.
    Afuera llovía y cuando Aquamarine entró a la tienda el olor a incienso, vinilos viejos y a "guardado", como lo describía ella la recibió apenas cruzó la entrada. La rubia se quitó los lentes de sol y los dejó colgando en el cuello de su camisa mientras recorría los estantes. Sus dedos hojeaban las portadas de los tantos singles y álbumes apilados uno contra el otro. Sabía lo que buscaba, clásicos de cualquier género, había aprendido a usar un tocadiscos y estaba fascinada con el aparato. Ella no fallaba en su tarea. Llevaba bajo el brazo un disco de The Doors e incluso había encontrado uno de los primeros álbumes de Shakira, Donde Están Los Ladrones, ambos para su colección personal. Vio una portada que se le hizo familiar y no pudo evitar sonreír al creer que tendría su tarea completa. —Uh, Michael Jackson... —justo cuando alcanzó el disco, una mano ajena lo hizo a la par de ella y lo único que la chica pudo hacer fue recorrer con la vista el camino de subida hasta el rostro que sostenía el disco que ella tanto quería. —¿Me lo vas a quitar porque realmente te gusta o porque quieres presumir de tu buen gusto? —cuestionó sin soltarlo. No sonaba agresiva, pero la pregunta tenía una intención oculta y dependiendo de la respuesta la rubia decidiría si lo dejaba ir (con mucho dolor), o si lucharía por un disco que quién sabe si le sería difícil de conseguir después.
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    Grupal
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  • — ¿Debería anexar un nuevo miembro a la familia? Alfonso ya vive con Claus y Elliot… sería bueno tener una nueva mascota, que me haga compañía cuando él no esté… ¿Le gustarán los zorros?.—
    — ¿Debería anexar un nuevo miembro a la familia? Alfonso ya vive con Claus y Elliot… sería bueno tener una nueva mascota, que me haga compañía cuando él no esté… ¿Le gustarán los zorros?.—
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  • "La Casa Negra" (Prólogo).

    Las ráfagas de viento helado y nieve se arremolinan alrededor del brujo sin que le muevan ni un sólo cabello aquí, en las tierras dominadas por el frío, su elemento primordial. Tiene el celular en la mano cuya señal se mantiene activa por pura magia, al igual que la batería y la integridad física. Lo usa para comunicarse con su primo.

    "Encontré la Casa Negra, está en Siberia y eso no me gusta, pero hablaremos de eso más tarde. No sé cuanto tiempo se quedará aquí, seré tu ancla hasta que tú y tu grupo atraviesen el portal empezando desde ya."

    El brujo envía el mensaje que no tardará más de dos minutos en llegar al dispositivo del destinatario, tenga o no tenga señal/internet. A su lado, una mujer menuda parece tan inmune a las heladas como él mismo.

    — Ekkora, ¿Qué puedes sentir de esta casa? ¿Te parece familiar? —Le pregunta, con voz profunda y tranquila, marcando las palabras.

    La Casa Negra, el objetivo de Crow, es una mansión de dos plantas de estilo victoriano que recorta el paisaje blanco siberiano haciéndose notar como una espina clavada en la ingle, tan perturbadora como la energía que la rodea y que sacude los sentidos de todo aquel que posea alguna relación con las fuerzas que operan detrás de las anomalías.

    Tolek, bien conocedor del pasado de Ekkora y su existencia previa, también sabe que ella posee no sólo uno, sino todos los sentidos relacionados con los espacios liminales. Asimismo, sabe que esta es una oportunidad invaluable para ponerle a prueba y permitirle interactuar con la que no es otra cosa que su verdadera naturaleza.

    — No sólo estás aquí para aprender, también tendrás que relacionarte con otros seres... no tan humanos Necesitarán que les guíes ahí dentro, de preferencia deberían salir de ahí con vida. Todos. ¿Comprendes?

    #ElBrujoCojo ꧁ঔৣ☬✞ 𝕮𝖗𝖔𝖜 ✞☬ঔৣ꧂ 𝗘𝗸𝗸𝗼𝗿𝗮 ⱽᵃⁿᵗᵃᴮˡᵃᶜᵏ
    "La Casa Negra" (Prólogo). Las ráfagas de viento helado y nieve se arremolinan alrededor del brujo sin que le muevan ni un sólo cabello aquí, en las tierras dominadas por el frío, su elemento primordial. Tiene el celular en la mano cuya señal se mantiene activa por pura magia, al igual que la batería y la integridad física. Lo usa para comunicarse con su primo. "Encontré la Casa Negra, está en Siberia y eso no me gusta, pero hablaremos de eso más tarde. No sé cuanto tiempo se quedará aquí, seré tu ancla hasta que tú y tu grupo atraviesen el portal empezando desde ya." El brujo envía el mensaje que no tardará más de dos minutos en llegar al dispositivo del destinatario, tenga o no tenga señal/internet. A su lado, una mujer menuda parece tan inmune a las heladas como él mismo. — Ekkora, ¿Qué puedes sentir de esta casa? ¿Te parece familiar? —Le pregunta, con voz profunda y tranquila, marcando las palabras. La Casa Negra, el objetivo de Crow, es una mansión de dos plantas de estilo victoriano que recorta el paisaje blanco siberiano haciéndose notar como una espina clavada en la ingle, tan perturbadora como la energía que la rodea y que sacude los sentidos de todo aquel que posea alguna relación con las fuerzas que operan detrás de las anomalías. Tolek, bien conocedor del pasado de Ekkora y su existencia previa, también sabe que ella posee no sólo uno, sino todos los sentidos relacionados con los espacios liminales. Asimismo, sabe que esta es una oportunidad invaluable para ponerle a prueba y permitirle interactuar con la que no es otra cosa que su verdadera naturaleza. — No sólo estás aquí para aprender, también tendrás que relacionarte con otros seres... no tan humanos Necesitarán que les guíes ahí dentro, de preferencia deberían salir de ahí con vida. Todos. ¿Comprendes? #ElBrujoCojo [TheCrow] [Ekkora]
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  • Ina está sentada sobre el suelo del templo, rodeada de papeles con gráficos y garabatos. Bloop, su tentáculo, intenta comerse un papel que muestra un gráfico de barras titulado 'Beneficios de unirse al culto: Galletas vs Salvación eterna'.

    —¡Atención, atención~! —da golpecitos contra el suelo— según mis investigaciones avanzadas... —tosesita— y un sueño que tuve anoche... ¡Necesitamos un enfoque más sofisticado para el reclutamiento!

    Ina hace zoom en una presentación llena de garabatos brillantes en su tablet. Señala un diagrama titulado 'Conversión de Pequeños Mortales a Miembros del Culto en 4 sencillos pasos'.

    —Primero: ¿quiénes son nuestros clientes ideales? —muestra imágenes de personas random a las que fotografió en la calle sin pedir permiso— ¡Personas con buen sentido del humor, amantes de lo oculto, cansados de sus monótonas vidas sin emociones y de sus sueldos mediocres... y, sobre todo... —susurro dramático— aquellos que no pregunten demasiado sobre los 'sacrificios semanales' —guiño, guiño.

    Shy Guy, otro tentáculo, arma una pila de folletos con el lema '¡Únete a nosotros! (las galletas no son una estafa piramidal)

    —Segundo: ¡Publicidad llamativa! —abre un banner digital que dice '¿Cansado de tu alma? ¡Reciclala con nosotros!'— Podemos usar redes sociales, memes viralizables y, quizás... un TikTok protagonizado por tentáculos —asiente con profesionalismo.

    Tiny intenta hacer un baile de TikTok y se enreda sobre sí mismo. Glitter suspira y lo desenreda.

    —¡Tercero! ¡Activaciones divertidas! —abre la app de calendario— Lunes de talleres de 'como dibujar tu propio símbolo maldito' con materiales incluidos, pero alma no... Y, quizás podamos añadir un sábado de happy hour con pociones de colores que te hacen ver el futuro~ —pausa dramática— ...ejem, solo evitemos hablar de los efectos secundarios, si.

    Ina se levanta con una sonrisa que promete caos y galletas, y toma un cuaderno con stickers del suelo.

    —Y por últimooo... ¡Fidelización! —se aclara la garganta— cada miembro nuevo recibe un kit de iniciación~ ¡Y recuerden, equipo! —voz inspiradora— No estamos solo reclutando miembros... ¡estamos reclutando familia~! ...O algo parecido.
    Ina está sentada sobre el suelo del templo, rodeada de papeles con gráficos y garabatos. Bloop, su tentáculo, intenta comerse un papel que muestra un gráfico de barras titulado 'Beneficios de unirse al culto: Galletas vs Salvación eterna'. —¡Atención, atención~! —da golpecitos contra el suelo— según mis investigaciones avanzadas... —tosesita— y un sueño que tuve anoche... ¡Necesitamos un enfoque más sofisticado para el reclutamiento! Ina hace zoom en una presentación llena de garabatos brillantes en su tablet. Señala un diagrama titulado 'Conversión de Pequeños Mortales a Miembros del Culto en 4 sencillos pasos'. —Primero: ¿quiénes son nuestros clientes ideales? —muestra imágenes de personas random a las que fotografió en la calle sin pedir permiso— ¡Personas con buen sentido del humor, amantes de lo oculto, cansados de sus monótonas vidas sin emociones y de sus sueldos mediocres... y, sobre todo... —susurro dramático— aquellos que no pregunten demasiado sobre los 'sacrificios semanales' —guiño, guiño. Shy Guy, otro tentáculo, arma una pila de folletos con el lema '¡Únete a nosotros! (las galletas no son una estafa piramidal) —Segundo: ¡Publicidad llamativa! —abre un banner digital que dice '¿Cansado de tu alma? ¡Reciclala con nosotros!'— Podemos usar redes sociales, memes viralizables y, quizás... un TikTok protagonizado por tentáculos —asiente con profesionalismo. Tiny intenta hacer un baile de TikTok y se enreda sobre sí mismo. Glitter suspira y lo desenreda. —¡Tercero! ¡Activaciones divertidas! —abre la app de calendario— Lunes de talleres de 'como dibujar tu propio símbolo maldito' con materiales incluidos, pero alma no... Y, quizás podamos añadir un sábado de happy hour con pociones de colores que te hacen ver el futuro~ —pausa dramática— ...ejem, solo evitemos hablar de los efectos secundarios, si. Ina se levanta con una sonrisa que promete caos y galletas, y toma un cuaderno con stickers del suelo. —Y por últimooo... ¡Fidelización! —se aclara la garganta— cada miembro nuevo recibe un kit de iniciación~ ¡Y recuerden, equipo! —voz inspiradora— No estamos solo reclutando miembros... ¡estamos reclutando familia~! ...O algo parecido.
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  • "La Casa Negra".

    Los días se están volviendo más largos y el frío se va quedando atrás, el invierno se despide poco a poco y con ello se aleja la estación del año favorita del brujo. El anochecer ha llegado más tarde, la temperatura se mantiene agradable, ni siquiera tuvo que encender la calefacción del bar.

    — Tengo que irme y puede que esté perdido por un par de días. No te comas toda la plantita, por favor...

    El bar queda en buenas manos.

    Tolek se dirige a la trastienda donde una habitación sellada por medios mágicos le espera, sólo él es capaz de abrir la puerta que le abre paso directo al único mueble en la estancia: un diván. El brujo gruñe por lo bajo antes de darle la espalda al condenado mueble y cierra la puerta antes de abrir el portal que le lleva a las coordenadas que le ha facilitado su primo.

    Aparece un bosque del otro lado, Tolek puede sentir la vibra perturbadora tan propia de Los Apalaches, pero al contrario de la mayoría, a él no le incomoda en lo más mínimo. Pero aquí, dicha vibra se siente con mayor intensidad, como si las venas mágicas que circulan en el ambiente bombearan de forma errática y distorsionada, una sensación que sólo ha sentido en las backroom.

    Recuerda las palabras de Raffaele: "es la primera vez que me enfrento a espacios liminales".

    — Van a necesitar una guía —concluye, pensando en voz alta y hablándole a la nada.

    "La nada", que en realidad es un todo y algo más. Mientras camina por los alrededores va sondeando la intensidad de la energía que dejó la brecha que trajo la casa hasta aquí en primer lugar. Tras alrededor de media hora de sólo caminar alrededor, Tolek puede establecer un epicentro que debe haber sido el núcleo de la vivienda cuando estuvo aquí, aunque ya solo quedan rastros, potentes, pero con una carga caótica mucho menos significativa.

    Observando a su alrededor, el brujo da cuenta de lo que parece un árbol más pequeño que el resto cuya apariencia le resulta tan familiar como antinatural. Mirando más de cerca, Tolek nota que se trata de un pino de plástico, un árbol de navidad sintético.

    — A Thomas no le gustaba que usáramos árboles de verdad... —murmura, mientras sus dedos acarician tiernamente las hojitas ficticias.

    Ese es el residuo liminal que estaba buscando.

    El brujo clava su bastón justo al costado del pino de plástico.

    — Muéstrame la vena que te alimenta —dice, ordenándole.

    El bastón gana temperatura, la primera señal de que se ha conectado a la fuente de magia más cercana y que, seguramente, sea la que alimenta también al pino.

    Tolek no necesita tocar el bastón para saberlo, pero sí necesita que la vena sea visible para sus ojos humanos, de alguna manera. Para ello, se lleva la mano al bolsillo para sacar un puñado de pequeñas pelotitas similares a pelusas de polvo, de color blanquecino y casi transparente, frágiles como copos de nieve, pero no se derriten. Se acerca la mano a la boca para susurrarles el conjuro que despertará a las pelusas de su letargo, con voz cálida las llama a la vida.

    Las pelusas se sacuden suave y perezosamente hasta desenrollarse como quien extiende el hilo de diminutas madejas de lana clara, van tomando forma de cientos de minúsculas criaturitas largas y aladas, como si a una lombriz le hubieran crecido una docena de pequeñas alitas.

    — Enséñenme el camino —les susurra, antes de liberarlas al viento.

    Las criaturitas, para las que la gente común ha adoptado el nombre de "rods", se dejan llevar con el soplo del aliento del brujo antes de remontar el vuelo. Se vuelven invisibles de lo rápido que son capaces de volar, así que Tolek ya sólo puede esperar a que los pequeños gusanitos con alas puedan cumplirle su petición.

    #ElBrujoCojo ꧁ঔৣ☬✞ 𝕮𝖗𝖔𝖜 ✞☬ঔৣ꧂
    "La Casa Negra". Los días se están volviendo más largos y el frío se va quedando atrás, el invierno se despide poco a poco y con ello se aleja la estación del año favorita del brujo. El anochecer ha llegado más tarde, la temperatura se mantiene agradable, ni siquiera tuvo que encender la calefacción del bar. — Tengo que irme y puede que esté perdido por un par de días. No te comas toda la plantita, por favor... El bar queda en buenas manos. Tolek se dirige a la trastienda donde una habitación sellada por medios mágicos le espera, sólo él es capaz de abrir la puerta que le abre paso directo al único mueble en la estancia: un diván. El brujo gruñe por lo bajo antes de darle la espalda al condenado mueble y cierra la puerta antes de abrir el portal que le lleva a las coordenadas que le ha facilitado su primo. Aparece un bosque del otro lado, Tolek puede sentir la vibra perturbadora tan propia de Los Apalaches, pero al contrario de la mayoría, a él no le incomoda en lo más mínimo. Pero aquí, dicha vibra se siente con mayor intensidad, como si las venas mágicas que circulan en el ambiente bombearan de forma errática y distorsionada, una sensación que sólo ha sentido en las backroom. Recuerda las palabras de Raffaele: "es la primera vez que me enfrento a espacios liminales". — Van a necesitar una guía —concluye, pensando en voz alta y hablándole a la nada. "La nada", que en realidad es un todo y algo más. Mientras camina por los alrededores va sondeando la intensidad de la energía que dejó la brecha que trajo la casa hasta aquí en primer lugar. Tras alrededor de media hora de sólo caminar alrededor, Tolek puede establecer un epicentro que debe haber sido el núcleo de la vivienda cuando estuvo aquí, aunque ya solo quedan rastros, potentes, pero con una carga caótica mucho menos significativa. Observando a su alrededor, el brujo da cuenta de lo que parece un árbol más pequeño que el resto cuya apariencia le resulta tan familiar como antinatural. Mirando más de cerca, Tolek nota que se trata de un pino de plástico, un árbol de navidad sintético. — A Thomas no le gustaba que usáramos árboles de verdad... —murmura, mientras sus dedos acarician tiernamente las hojitas ficticias. Ese es el residuo liminal que estaba buscando. El brujo clava su bastón justo al costado del pino de plástico. — Muéstrame la vena que te alimenta —dice, ordenándole. El bastón gana temperatura, la primera señal de que se ha conectado a la fuente de magia más cercana y que, seguramente, sea la que alimenta también al pino. Tolek no necesita tocar el bastón para saberlo, pero sí necesita que la vena sea visible para sus ojos humanos, de alguna manera. Para ello, se lleva la mano al bolsillo para sacar un puñado de pequeñas pelotitas similares a pelusas de polvo, de color blanquecino y casi transparente, frágiles como copos de nieve, pero no se derriten. Se acerca la mano a la boca para susurrarles el conjuro que despertará a las pelusas de su letargo, con voz cálida las llama a la vida. Las pelusas se sacuden suave y perezosamente hasta desenrollarse como quien extiende el hilo de diminutas madejas de lana clara, van tomando forma de cientos de minúsculas criaturitas largas y aladas, como si a una lombriz le hubieran crecido una docena de pequeñas alitas. — Enséñenme el camino —les susurra, antes de liberarlas al viento. Las criaturitas, para las que la gente común ha adoptado el nombre de "rods", se dejan llevar con el soplo del aliento del brujo antes de remontar el vuelo. Se vuelven invisibles de lo rápido que son capaces de volar, así que Tolek ya sólo puede esperar a que los pequeños gusanitos con alas puedan cumplirle su petición. #ElBrujoCojo [TheCrow]
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