• - "Exacto, y luego simplemente lo ignore y se enojo conmigo. ¿Que molesta es esa gente, verdad?. Te pide explicaciones obligatorias sobre cosas que solamente pasan"

    Estaba en un bar, y ya estaba ebrio
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    — Recordatorio: No darle explicaciones a gente pndja y mejor no aceptar solicitud de cualquier tarado.
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  • “ Sweet winter " - privado.
    Fandom OC
    Categoría Slice of Life
    " Dulce Invierno ” - Rol privado.


    Hace unos dos días cuando se había perdido, al llegar a su hotel molestó a sus amigos ocultándoles cosas propias como venganza por haberlo abandonado y hasta ese día no habían podido encontrarlas y no planeaba decirles donde estaban. Luego decidieron salir a cenar para hacer las pases, pero Joshua recordó la tarjeta que había obtenido de esa persona que lo ayudó amablemente en la playa.

    Y como deseaba agradecerle de nuevo, les propuso a sus amigos visitar lo que parecía un restaurante llamativo donde esa persona trabajaba. Ya estaban hace quince minutos compartiendo mesa y probando los aperitivos cuando algunas gotas de lluvia habían empezado a caer fuera de la ventana, pero Joshua no había probado nada aún. Seguía observando su teléfono y mirando el nombre que decía "ángel" sobre el contacto. Escribía y borraba un mensaje que nunca se enviaba mientras suspiraba. ¿Quizás se había equivocado de día?. Se levantó de la mesa y sin explicaciones se dirigió al baño. Quizás solo iba a terminar su cena y se iría, ya que no podía encontrar a quién antes emocionado había pensando volver a ver.

    " Dulce Invierno ” - Rol privado. Hace unos dos días cuando se había perdido, al llegar a su hotel molestó a sus amigos ocultándoles cosas propias como venganza por haberlo abandonado y hasta ese día no habían podido encontrarlas y no planeaba decirles donde estaban. Luego decidieron salir a cenar para hacer las pases, pero Joshua recordó la tarjeta que había obtenido de esa persona que lo ayudó amablemente en la playa. Y como deseaba agradecerle de nuevo, les propuso a sus amigos visitar lo que parecía un restaurante llamativo donde esa persona trabajaba. Ya estaban hace quince minutos compartiendo mesa y probando los aperitivos cuando algunas gotas de lluvia habían empezado a caer fuera de la ventana, pero Joshua no había probado nada aún. Seguía observando su teléfono y mirando el nombre que decía "ángel" sobre el contacto. Escribía y borraba un mensaje que nunca se enviaba mientras suspiraba. ¿Quizás se había equivocado de día?. Se levantó de la mesa y sin explicaciones se dirigió al baño. Quizás solo iba a terminar su cena y se iría, ya que no podía encontrar a quién antes emocionado había pensando volver a ver.
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  • "𝐿𝑎 𝑣𝑖𝑑𝑎 𝑒𝑠 𝑒𝑠𝑐𝑎𝑙𝑎𝑟, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑙𝑎 𝑣𝑖𝑠𝑡𝑎 𝑒𝑠 𝑔𝑒𝑛𝑖𝑎𝑙"

    Cuando planeé las vacaciones con Andrea, solo esperaba sacarlo de Estados Unidos, ponerlo a salvo y saber que estaría seguro.

    Dos personas desconocidas, anónimas en mitad de Europa. Donde no tuviéramos que dar explicaciones, donde no tuviéramos que.... Bueno, da igual. El caso es que estoy descubriendo muchísimas cosas en estas breves vacaciones. No solo sobre Florencia y sus secretos, también sobre él.

    Andrea D´amico Grimaldi
    "𝐿𝑎 𝑣𝑖𝑑𝑎 𝑒𝑠 𝑒𝑠𝑐𝑎𝑙𝑎𝑟, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑙𝑎 𝑣𝑖𝑠𝑡𝑎 𝑒𝑠 𝑔𝑒𝑛𝑖𝑎𝑙" Cuando planeé las vacaciones con Andrea, solo esperaba sacarlo de Estados Unidos, ponerlo a salvo y saber que estaría seguro. Dos personas desconocidas, anónimas en mitad de Europa. Donde no tuviéramos que dar explicaciones, donde no tuviéramos que.... Bueno, da igual. El caso es que estoy descubriendo muchísimas cosas en estas breves vacaciones. No solo sobre Florencia y sus secretos, también sobre él. [B0dyguard]
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  • No nací para esto. Me hicieron así.

    Mi padre era un soldado borracho que se metió en demasiados tratos sucios. Vendía información, armas, cualquier cosa que le diera dinero rápido. Cuando desapareció yo tenía ocho años. No se fue por amor a la libertad, se fue porque ya lo estaban buscando para matarlo.

    Desde entonces, vinieron a por nosotras. Primero las amenazas, luego los golpes. Recuerdo a mi madre sangrando en la cocina porque alguien quería cobrar una deuda que ni siquiera era nuestra. Recuerdo esconderme en un armario con un cuchillo oxidado en la mano, rezando para que no encontraran la puerta.

    A los nueve años, uno de esos ‘amigos’ de mi padre intentó abusar de mí. Escapé a mordiscos y arañazos, pero nadie me creyó. No sé qué dolió más: el miedo o que mi madre no quisiera escucharme. Supongo que estaba demasiado ocupada tratando de mantenernos vivas.

    A los catorce, me rompieron dos costillas en un callejón por una deuda que él dejó atrás. No lloré. Aprendí que llorar te hace parecer débil y que la gente que huele debilidad siempre aprieta más fuerte.

    A los dieciséis, mataron a mi madre. Dijeron que fue fuego cruzado en una misión humanitaria. Mentira. No fue un accidente. Fue un mensaje. Y yo lo entendí perfectamente: nadie te salva, nadie te protege, nadie responde por ti.

    Después de eso dormí en estaciones de tren, en casas abandonadas, en cualquier lugar donde pudiera cerrar los ojos sin que me cortaran el cuello. Hacía encargos para cualquiera que pagara: llevar mensajes, mover cajas, cosas pequeñas. Hasta que alguien me vio disparar una pistola y decidió que podía servirme de algo más.

    Me llevaron a un campamento en Europa del Este. No era un colegio, no era un entrenamiento normal. Era un infierno diseñado para convertirte en herramienta. Aprendí a disparar con cualquier cosa que tenga gatillo, a pelear hasta romper huesos, a no confiar en nadie, a dormir con un ojo abierto. Y cada error se pagaba con sangre o con hambre.

    ¿Si fue mi elección? No. Pero entendí que si quería seguir respirando tenía que convertirme en alguien peor que ellos.

    Hoy soy mercenaria. Trabajo donde otros no quieren ensuciarse las manos. Matar, infiltrar, mover armas, robar información, lo que sea. No represento banderas, no doy explicaciones, no firmo contratos. Y no lo hago porque me guste. Lo hago porque el mundo me enseñó que si no aprendes a ser depredador, te comen viva.

    ¿Si me arrepiento? No. ¿Si me preocupa ir al infierno? Ese sitio ya lo conozco. Crecí allí.

    No hago esto por dinero. Lo hago porque no voy a morir como murió mi madre: esperando que alguien venga a salvarme. Y porque algún día, cuando encuentre a mi padre, se lo haré pagar todo.
    No nací para esto. Me hicieron así. Mi padre era un soldado borracho que se metió en demasiados tratos sucios. Vendía información, armas, cualquier cosa que le diera dinero rápido. Cuando desapareció yo tenía ocho años. No se fue por amor a la libertad, se fue porque ya lo estaban buscando para matarlo. Desde entonces, vinieron a por nosotras. Primero las amenazas, luego los golpes. Recuerdo a mi madre sangrando en la cocina porque alguien quería cobrar una deuda que ni siquiera era nuestra. Recuerdo esconderme en un armario con un cuchillo oxidado en la mano, rezando para que no encontraran la puerta. A los nueve años, uno de esos ‘amigos’ de mi padre intentó abusar de mí. Escapé a mordiscos y arañazos, pero nadie me creyó. No sé qué dolió más: el miedo o que mi madre no quisiera escucharme. Supongo que estaba demasiado ocupada tratando de mantenernos vivas. A los catorce, me rompieron dos costillas en un callejón por una deuda que él dejó atrás. No lloré. Aprendí que llorar te hace parecer débil y que la gente que huele debilidad siempre aprieta más fuerte. A los dieciséis, mataron a mi madre. Dijeron que fue fuego cruzado en una misión humanitaria. Mentira. No fue un accidente. Fue un mensaje. Y yo lo entendí perfectamente: nadie te salva, nadie te protege, nadie responde por ti. Después de eso dormí en estaciones de tren, en casas abandonadas, en cualquier lugar donde pudiera cerrar los ojos sin que me cortaran el cuello. Hacía encargos para cualquiera que pagara: llevar mensajes, mover cajas, cosas pequeñas. Hasta que alguien me vio disparar una pistola y decidió que podía servirme de algo más. Me llevaron a un campamento en Europa del Este. No era un colegio, no era un entrenamiento normal. Era un infierno diseñado para convertirte en herramienta. Aprendí a disparar con cualquier cosa que tenga gatillo, a pelear hasta romper huesos, a no confiar en nadie, a dormir con un ojo abierto. Y cada error se pagaba con sangre o con hambre. ¿Si fue mi elección? No. Pero entendí que si quería seguir respirando tenía que convertirme en alguien peor que ellos. Hoy soy mercenaria. Trabajo donde otros no quieren ensuciarse las manos. Matar, infiltrar, mover armas, robar información, lo que sea. No represento banderas, no doy explicaciones, no firmo contratos. Y no lo hago porque me guste. Lo hago porque el mundo me enseñó que si no aprendes a ser depredador, te comen viva. ¿Si me arrepiento? No. ¿Si me preocupa ir al infierno? Ese sitio ya lo conozco. Crecí allí. No hago esto por dinero. Lo hago porque no voy a morir como murió mi madre: esperando que alguien venga a salvarme. Y porque algún día, cuando encuentre a mi padre, se lo haré pagar todo.
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  • La vuelta a Hueco Mundo siempre era un shock, aún cuando el mundo se había vuelto más violento de lo habitual. Había tardado en regresar, al menos un par de días. Dirigió sus pasos a Las Noches, sin detenerse mucho en saludar o dar explicaciones de su ausencia en aquel tiempo.

    Después de asegurarse que Artto seguía bien, encerrado aún en su habitación, Nelliel dirigió sus pasos a los pilares. Era el lugar que compartía con el Arrancar, aunque tuviera mucho tiempo de no ir. Subió sin prisa, acomodandose el cabello apenas salió, pues el viento le revolvió el flequillo.

    Aún tenía el nudo en la garganta, pero el malestar más fuerte ya había pasado. Se dejó caer simplemente a la orilla del pilar, dejando las piernas colgadas al borde. Si en algún momento la buscaba, ese ere el mejor lugar para encontrarla.
    La vuelta a Hueco Mundo siempre era un shock, aún cuando el mundo se había vuelto más violento de lo habitual. Había tardado en regresar, al menos un par de días. Dirigió sus pasos a Las Noches, sin detenerse mucho en saludar o dar explicaciones de su ausencia en aquel tiempo. Después de asegurarse que Artto seguía bien, encerrado aún en su habitación, Nelliel dirigió sus pasos a los pilares. Era el lugar que compartía con el Arrancar, aunque tuviera mucho tiempo de no ir. Subió sin prisa, acomodandose el cabello apenas salió, pues el viento le revolvió el flequillo. Aún tenía el nudo en la garganta, pero el malestar más fuerte ya había pasado. Se dejó caer simplemente a la orilla del pilar, dejando las piernas colgadas al borde. Si en algún momento la buscaba, ese ere el mejor lugar para encontrarla.
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  • No había sido un capricho. Tampoco rebeldía. Pero ella sabía perfectamente lo que todos pensarían: la chica problemática haciendo de las suyas. Otra vez.

    Ya llevaba una lista lo suficientemente larga de faltas como para que esta desaparición encajara perfecto en aquel patrón. Impulsiva, emocional, complicada. Así era como la veían y así la juzgaban. Pero esta vez no había sido un berrinche. ¿Fue otro acto impulsivo más? Si, quizás lo fue. Pero no del todo.

    El autobús se detuvo frente a la entrada de la academia. In-ah se mordió el labio, aún con el celular en modo avión. Dudó si quitarlo, pero terminó bloqueando la pantalla sin revisar nada. "Mejor no saber", pensó. No estaba lista para ver el aluvión de mensajes, ni para los reclamos, y mucho menos para las consecuencias.

    —No sé como voy a salir de esta… —murmuró para sí misma— Agh, da igual... Total, nunca se me dio bien pedir permiso.

    Bajó del autobus con la mochila al hombro y los auriculares colgando del cuello. Caminó hasta la entrada del edificio como si nada, como si volviera de un paseo cualquiera, y no como si hubiera desaparecido durante un fin de semana entero sin dejar rastro, sin pedir permiso y sin dar explicaciones. Como si no hubiera corrido al aeropuerto el viernes por la noche con el corazón en la garganta al enterarse que su hermano estaba enfermo. ¿Había sido impulsiva? Sí, por supuesto. ¿Lo volvería a hacer? Probablemente.

    Empujó la puerta de vidrio del lobby y con pasos que pretendían ser seguros entró. "Solo actúa con naturalidad, In-ah", pensaba, mientras fingía no sentir las miradas encima de ella, ¿O quizás era paranoia? Ni siquiera lo comprobó. No vio a nadie. No buscó a nadie. Se ajustó la gorra hasta casi tapar sus cejas mientras cruzaba rápidamente el lobby como si fuera un fantasma. Solo tenía que llegar al ascensor. Subir. Y fingir que no había vuelto a joder todo.

    Kang Ji Won
    No había sido un capricho. Tampoco rebeldía. Pero ella sabía perfectamente lo que todos pensarían: la chica problemática haciendo de las suyas. Otra vez. Ya llevaba una lista lo suficientemente larga de faltas como para que esta desaparición encajara perfecto en aquel patrón. Impulsiva, emocional, complicada. Así era como la veían y así la juzgaban. Pero esta vez no había sido un berrinche. ¿Fue otro acto impulsivo más? Si, quizás lo fue. Pero no del todo. El autobús se detuvo frente a la entrada de la academia. In-ah se mordió el labio, aún con el celular en modo avión. Dudó si quitarlo, pero terminó bloqueando la pantalla sin revisar nada. "Mejor no saber", pensó. No estaba lista para ver el aluvión de mensajes, ni para los reclamos, y mucho menos para las consecuencias. —No sé como voy a salir de esta… —murmuró para sí misma— Agh, da igual... Total, nunca se me dio bien pedir permiso. Bajó del autobus con la mochila al hombro y los auriculares colgando del cuello. Caminó hasta la entrada del edificio como si nada, como si volviera de un paseo cualquiera, y no como si hubiera desaparecido durante un fin de semana entero sin dejar rastro, sin pedir permiso y sin dar explicaciones. Como si no hubiera corrido al aeropuerto el viernes por la noche con el corazón en la garganta al enterarse que su hermano estaba enfermo. ¿Había sido impulsiva? Sí, por supuesto. ¿Lo volvería a hacer? Probablemente. Empujó la puerta de vidrio del lobby y con pasos que pretendían ser seguros entró. "Solo actúa con naturalidad, In-ah", pensaba, mientras fingía no sentir las miradas encima de ella, ¿O quizás era paranoia? Ni siquiera lo comprobó. No vio a nadie. No buscó a nadie. Se ajustó la gorra hasta casi tapar sus cejas mientras cruzaba rápidamente el lobby como si fuera un fantasma. Solo tenía que llegar al ascensor. Subir. Y fingir que no había vuelto a joder todo. [galaxy_olive_bear_412]
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  • ¡Recordatorio para todos los FicRolers!
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    En el post fijado de dicha fanpage encontrarás un índice de guías sobre la plataforma: desde consejos útiles hasta explicaciones detalladas para sacarle el máximo provecho a tu experiencia en FicRol.

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  • ✨El gran salvador de Yoonah✨
    Fandom OC
    Categoría Slice of Life
    Cuando Yoonah tenía tiempo libre salía a dar un paseo, iba al cine sola, a una biblioteca también podía ser, todo depende del ánimo que ella tuviera el día correspondiente.

    Solo que ese día en específico, no tenía tiempo libre. Había tenido una semana terrible respecto a un caso que la tenía de muy mal humor, y pensó que quizá se merecía esos momentos lejos de tantos documentos e información que procesar.

    Se detuvo en un pequeño restaurante, cenó, tomó un par de copas de vino, y decidió que era un buen momento para irse a su casa. Al salir del restaurante un montón de periodistas estaban fuera, esperándola.

    Desde que su padre había muerto querían encontrar unos minutos con ella en los que les pudiera brindar algo de información, nadie sabía que su padre murió por Cáncer.

    Tuvo que cerrar los ojos en cuanto los flashes de las cámaras la atormentaron, bajó la cabeza ocultando su cara con su largo cabello. Una persona se posó a su lado ayudándola a abrirse paso entre ese mar de periodistas y se dirigieron a su camioneta, abrió con rapidez y se subió con las manos temblorosas.

    Exhaló ruidosamente mientras veía la espalda de la persona dando algunas explicaciones a la prensa. No sabía quién era, ni porqué la estaba ayudando, pero debía esperar y agradecerle por su amabilidad.

    Luego de unos minutos los periodistas se marcharon, ella bajó la ventana de su auto para que la persona la pudiera escuchar.

    —¡Oye! Muchas gracias por tu ayuda, ¿puedo saber tu nombre?
    Cuando Yoonah tenía tiempo libre salía a dar un paseo, iba al cine sola, a una biblioteca también podía ser, todo depende del ánimo que ella tuviera el día correspondiente. Solo que ese día en específico, no tenía tiempo libre. Había tenido una semana terrible respecto a un caso que la tenía de muy mal humor, y pensó que quizá se merecía esos momentos lejos de tantos documentos e información que procesar. Se detuvo en un pequeño restaurante, cenó, tomó un par de copas de vino, y decidió que era un buen momento para irse a su casa. Al salir del restaurante un montón de periodistas estaban fuera, esperándola. Desde que su padre había muerto querían encontrar unos minutos con ella en los que les pudiera brindar algo de información, nadie sabía que su padre murió por Cáncer. Tuvo que cerrar los ojos en cuanto los flashes de las cámaras la atormentaron, bajó la cabeza ocultando su cara con su largo cabello. Una persona se posó a su lado ayudándola a abrirse paso entre ese mar de periodistas y se dirigieron a su camioneta, abrió con rapidez y se subió con las manos temblorosas. Exhaló ruidosamente mientras veía la espalda de la persona dando algunas explicaciones a la prensa. No sabía quién era, ni porqué la estaba ayudando, pero debía esperar y agradecerle por su amabilidad. Luego de unos minutos los periodistas se marcharon, ella bajó la ventana de su auto para que la persona la pudiera escuchar. —¡Oye! Muchas gracias por tu ayuda, ¿puedo saber tu nombre?
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  • ❝ — 𝑬𝒏𝒕𝒐𝒏𝒄𝒆𝒔 ¿𝑬𝒔 𝒖𝒏 𝒕𝒓𝒂𝒕𝒐? ❞




    Fue de un cerrar de ojos

    Un día atendía papeles mientras Kiev aún no despertaba, Ryan se había ido, sin dejar una nota, ni una palabra, absolutamente nada.

    Aunque sabía que el rescate de Kiev lo había afectado de sobremanera, no creyó que terminaría provocando un mal dentro de su cabeza, algo que terminaría atormentandolo.

    Trato de hablar, pero ella era la menos indicada para hacerlo, porque también tenía sus propios problemas.

    Su ausencia ocurrió de la nada. Estaba cansada y exhausta, había tomado el control de todo de forma repentina para que la mafia no cayera, ordenó documentos, firmó contratos, controló los negocios, cuidó de Kiev como si fuera su enfermera, y las dudas la carcomían lentamente... ¿por qué no despertaba?, ¿por qué sus heridas no sanaban?, ¿por qué parecía tan simple, tan tranquilo? Su cuerpo no sanaba, parecía un simple mortal...


    Fue una de tanta noches, bebía unas copas, mientras hablaba con Kyo, su supuesta libertad se convirtió en una trampa, en un agujero oscuro que no vio venir. Alguien a quien consideraba un amigo, lo más cercano a ello.

    Cuando sus ojos se abrieron, estaba dentro de una casa antigua con arquitectura japonesa, todo era demasiado silencioso, demasiado ajeno

    Fue la primera alerta

    Buscó a alguien, a cualquiera, y cuando una mujer abrió la boca, el idioma japonés se le clavó como una daga en el oído

    La habían secuestrado y la habían llevado a un país donde no entendía el idioma, donde no tenía poder, donde no era nadie

    — ¡Voy a matarte, Ryo! — gritó con rabia

    Su cabello rojo era un desastre, su respiración desordenada, y los extraños la miraban como si fuera un espectro fuera de lugar.

    Se había olvidado de lo lejos que Kyo estaba dispuesto a llegar para sacarla del camino, alejarla tanto de Kiev como de Ryan, y lo había logrado, porque aunque Ryan fue el primero en desaparecer, a ella la empujaron aún más lejos

    ¿Qué tan difícil podía ser sobrevivir a esto?

    Esperó durante tres días la llegada del japonés, pero ninguna sombra se acercó, no tenía dinero, ni identificación, ni un contacto, ni un maldito plan para regresar a Albania

    Era un desastre, y no solo por fuera

    Intentó conseguir dinero, buscar salidas, improvisar, pero todo era ajeno, todo era hostil, todo estaba en su contra

    Y al final, terminó por involucrarse con los yakuza, fue inevitable, uno de ellos intentó tocarla y sin pensarlo le rompió el brazo, y cuando el resto vino a buscar explicaciones, ya era tarde

    No tuvo más opción que hundirse en ese mundo, meterse en los bajos fondos, adaptarse, ensuciarse, sobrevivir con lo poco que tenía, con lo que recordaba, con las ganas de volver a casa y verlos de nuevo

    Días, semanas, meses

    Todo era una cuenta regresiva


    — .... —

    El humo se disipaba con tranquilidad mientras ella lo observaba, solo tenía que terminar el contrato, solo eso y nada más.

    Estaba en una habitación japonesa, sentada con elegancia, vestía una yukata roja que dejaba parte de sus hombros al descubierto, el cabello recogido a medias, su piel marcada por el cansancio pero su sonrisa intacta, los dedos firmes alrededor de la pipa que encendía con lentitud, la mirada tranquila de quien lleva dentro una tormenta

    — ¿Es un trato? — sus labios soltaron las palabras tan suaves como venenosos mientras caminaba alrededor del hombre que tenía frente a ella, sus pasos suaves, calculados, su tono dulce como veneno — te lo prometo... esto te traerá más beneficios a ti que a mí. — Sus dedos recorrieron los hombros ajenos.

    El humo se escapaba de sus labios con naturalidad mientras se agachaba para sentarse, la yukata se deslizaba lo justo para jugar con su atención, su presencia era un arma, y ese hombre no tenía idea de en qué momento había bajado la guardia

    Estaba acompañado, claro, pero Rubi no se inmutó, los observó con la serenidad de quien ya había hecho esto muchas veces

    No podía decir nada más, cualquier palabra de más lo arruinaría, solo le quedaban unas frases suaves, una sonrisa y esa forma suya de mentir como si no lo hiciera, aunque sus dedos se aferraban a la tela roja que la envolvía.

    — Bien, es un trato — dijo él, haciendo un gesto japonés con la cabeza

    Rubi sonrió, como si acabara de escuchar una melodía perfecta. Aplaudió suavemente, juntó las manos con elegancia.

    Los hombres ingresaron a la sala con los papeles. El sello. El final.

    ¿Estaba contenta?
    Más que eso.
    El contrato era el precio exacto de su libertad.
    Su pasaje de regreso.

    Y mientras firmaban, aquella pregunta flotó por su cabeza, silenciosa, cálida y dolorosa:

    ¿Cómo estarían los chicos...?
    ❝ — 𝑬𝒏𝒕𝒐𝒏𝒄𝒆𝒔 ¿𝑬𝒔 𝒖𝒏 𝒕𝒓𝒂𝒕𝒐? ❞ Fue de un cerrar de ojos Un día atendía papeles mientras Kiev aún no despertaba, Ryan se había ido, sin dejar una nota, ni una palabra, absolutamente nada. Aunque sabía que el rescate de Kiev lo había afectado de sobremanera, no creyó que terminaría provocando un mal dentro de su cabeza, algo que terminaría atormentandolo. Trato de hablar, pero ella era la menos indicada para hacerlo, porque también tenía sus propios problemas. Su ausencia ocurrió de la nada. Estaba cansada y exhausta, había tomado el control de todo de forma repentina para que la mafia no cayera, ordenó documentos, firmó contratos, controló los negocios, cuidó de Kiev como si fuera su enfermera, y las dudas la carcomían lentamente... ¿por qué no despertaba?, ¿por qué sus heridas no sanaban?, ¿por qué parecía tan simple, tan tranquilo? Su cuerpo no sanaba, parecía un simple mortal... Fue una de tanta noches, bebía unas copas, mientras hablaba con Kyo, su supuesta libertad se convirtió en una trampa, en un agujero oscuro que no vio venir. Alguien a quien consideraba un amigo, lo más cercano a ello. Cuando sus ojos se abrieron, estaba dentro de una casa antigua con arquitectura japonesa, todo era demasiado silencioso, demasiado ajeno Fue la primera alerta Buscó a alguien, a cualquiera, y cuando una mujer abrió la boca, el idioma japonés se le clavó como una daga en el oído La habían secuestrado y la habían llevado a un país donde no entendía el idioma, donde no tenía poder, donde no era nadie — ¡Voy a matarte, Ryo! — gritó con rabia Su cabello rojo era un desastre, su respiración desordenada, y los extraños la miraban como si fuera un espectro fuera de lugar. Se había olvidado de lo lejos que Kyo estaba dispuesto a llegar para sacarla del camino, alejarla tanto de Kiev como de Ryan, y lo había logrado, porque aunque Ryan fue el primero en desaparecer, a ella la empujaron aún más lejos ¿Qué tan difícil podía ser sobrevivir a esto? Esperó durante tres días la llegada del japonés, pero ninguna sombra se acercó, no tenía dinero, ni identificación, ni un contacto, ni un maldito plan para regresar a Albania Era un desastre, y no solo por fuera Intentó conseguir dinero, buscar salidas, improvisar, pero todo era ajeno, todo era hostil, todo estaba en su contra Y al final, terminó por involucrarse con los yakuza, fue inevitable, uno de ellos intentó tocarla y sin pensarlo le rompió el brazo, y cuando el resto vino a buscar explicaciones, ya era tarde No tuvo más opción que hundirse en ese mundo, meterse en los bajos fondos, adaptarse, ensuciarse, sobrevivir con lo poco que tenía, con lo que recordaba, con las ganas de volver a casa y verlos de nuevo Días, semanas, meses Todo era una cuenta regresiva — .... — El humo se disipaba con tranquilidad mientras ella lo observaba, solo tenía que terminar el contrato, solo eso y nada más. Estaba en una habitación japonesa, sentada con elegancia, vestía una yukata roja que dejaba parte de sus hombros al descubierto, el cabello recogido a medias, su piel marcada por el cansancio pero su sonrisa intacta, los dedos firmes alrededor de la pipa que encendía con lentitud, la mirada tranquila de quien lleva dentro una tormenta — ¿Es un trato? — sus labios soltaron las palabras tan suaves como venenosos mientras caminaba alrededor del hombre que tenía frente a ella, sus pasos suaves, calculados, su tono dulce como veneno — te lo prometo... esto te traerá más beneficios a ti que a mí. — Sus dedos recorrieron los hombros ajenos. El humo se escapaba de sus labios con naturalidad mientras se agachaba para sentarse, la yukata se deslizaba lo justo para jugar con su atención, su presencia era un arma, y ese hombre no tenía idea de en qué momento había bajado la guardia Estaba acompañado, claro, pero Rubi no se inmutó, los observó con la serenidad de quien ya había hecho esto muchas veces No podía decir nada más, cualquier palabra de más lo arruinaría, solo le quedaban unas frases suaves, una sonrisa y esa forma suya de mentir como si no lo hiciera, aunque sus dedos se aferraban a la tela roja que la envolvía. — Bien, es un trato — dijo él, haciendo un gesto japonés con la cabeza Rubi sonrió, como si acabara de escuchar una melodía perfecta. Aplaudió suavemente, juntó las manos con elegancia. Los hombres ingresaron a la sala con los papeles. El sello. El final. ¿Estaba contenta? Más que eso. El contrato era el precio exacto de su libertad. Su pasaje de regreso. Y mientras firmaban, aquella pregunta flotó por su cabeza, silenciosa, cálida y dolorosa: ¿Cómo estarían los chicos...?
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