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    Y este es el gran motivo de risa del dragón hydro.
    Si, su humor está tan roto como un parapente en picada.
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  • -Mira atentamente al intruso y deja de prestarle atención al dragón-
    "¿Que haces en estos bosques? No puedes estar aquí, vete."
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    Lord Sesshomaru, aquí te dejo tu sacrificio~

    Le costó amarrar al dragón, pero hecho está.
    —[Sesshomaru1234], aquí te dejo tu sacrificio~ Le costó amarrar al dragón, pero hecho está.
    —Grrrr...

    Va a matarlo, sin duda la violencia nunca fue su primera elección pero le está haciendo recordar cuando lo capturaron para venderlo lejos de su hogar.
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    Está tentado a acercarse pero recuerda que él mismo le advirtió no hacerlo mientras estuviera en celo o terminaría muerto.

    Eso no quita que se puso a vigilar al osado que intente acercarse a su pareja, tomando su forma de dragón para imponerse.
    Está tentado a acercarse pero recuerda que él mismo le advirtió no hacerlo mientras estuviera en celo o terminaría muerto. Eso no quita que se puso a vigilar al osado que intente acercarse a su pareja, tomando su forma de dragón para imponerse.
    -se a dejado influenciar por los conocimientos de féminas humanas llamadas "damas de compañía" todo eso para dejar que lo prepararán de la manera más ¿Seductora posible?. Ahora sí que se acerque el que quiera disfrutar de un perro en celo ¿Ya se ofrece en bandeja como el buen perro demoniaco que es (?-
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  • *un oso salia de un arbusto escapando con miedo, y justo detrás de el salia chibi persiguiéndolo vestido con un mameluco de dragón puesto * rawrrrr o0o * llevaba horas persiguiendo al oso pensando que era un juego *
    *un oso salia de un arbusto escapando con miedo, y justo detrás de el salia chibi persiguiéndolo vestido con un mameluco de dragón puesto * rawrrrr o0o * llevaba horas persiguiendo al oso pensando que era un juego *
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  • Oye, Sidón ahora me entero de que eres un dragón, y yo un pokemon.
    Oye, [sid0n] ahora me entero de que eres un dragón, y yo un pokemon.
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  • —¡Hace mucho que no veníamos aquí! Pensé que te habías olvidado que existía—.

    Lillet trepó sobre el vagón abandonado, emocionada. Sin decir nada, su hermana trazó un sigil con el dedo, flotó hasta la cima y se sentó.

    —¡Mira, mira! ¡Aún siguen aquí! —

    La rubia señaló a los trazos tallados sobre el metal, ahora difuminados por la oxidación. Las iniciales de ambas, dibujos de animalitos, marcas cuyo significado había olvidado... en efecto, seguía todo ahí.

    "¡Lo mejor que saben hacer es ponerse en riesgo!" Lillet juraba que podía escuchar las (bien merecidas) reprimendas de su padre, el día que se enteró de su parque de juegos secreto.

    "Riesgo", qué curiosa palabra. Así describió la gente a la construcción de ese tren. Era un riesgo que conectara a la gran ciudad con aquel pequeño pueblito olvidado.

    Un pueblo extraño donde no nacían hombres. Un pueblo tétrico, lúgubre, infestado de brujas. A los niños se les amenazaba con abandonarlos ahí si eran demasiado traviesos.

    "¡Si dejan que se construya ese tren, esas brujas del demonio van a pensar que son bienvenidas aquí!" Reclamaron algunos. ¿Cómo se atrevía el gobierno a considerarlas personas? Eran sólo brujas.

    Al final, las protestas y quejas cumplieron su cometido. El tren nunca se terminó y, al igual que el pueblo, quedó en el olvido.

    Las cosas no cambian.

    —Oye, Hilde, ¿te acuerdas cuando jugamos a las escondidas y encontraste ese dragón? —

    —Era una salamandra, Lillet —la castaña habló por fin.

    —¡Era enorme, parecía un dragón! ¿Y si era un bebé? Tal vez debimos... —

    —Lillet... —la más alta interrumpió. Parecía que tenía algo importante qué decir.

    —¿Eh? ¿Qué pasa? —

    —Hay cosas que necesito aprender en el extranjero. El consejo quiere mandarme a un internado en Inglaterra, y... tengo que ir—.

    —Oh... —

    —Sí—.

    —Uhm... ¿cuánto tiempo?—

    —Dos, quizás tres años—.

    —Eso es... mucho tiempo—.

    —Mucho—.

    —P-Pero... ahaha... conociéndote, vas a terminar rápido, ¿verdad? Eres tan genial, que en un año, ¡no, incluso menos...! —La vocecita de la rubia empezaba a quebrarse.

    Hilde suspiró. Sentada en contra de la espalda de su hermana, sin mirarle, volteó hacia el cielo. ¿Siempre hubo tantas estrellas?

    —¿Sabes? Lo he estado pensando mejor, y creo que sí es buena idea lo de la tienda —tras minutos de silencio, Hilde dijo.

    —¿La tienda? Pero tú dijiste que... —

    —Sé lo que dije, pero me equivoqué. Es lo que tú quieres, ¿no? Ayudar a la gente—.

    —No sé... no sé si pueda si no estás...—

    —Claro que puedes. Porque... —

    —¿Porque soy la hermana de Hilde Blan? —

    —...porque eres Lillet—.

    Silencio.

    Los deditos de Lillet recorrieron los trazos tallados sobre el metal, la "L" y la "H" cubiertas de polvillo férreo. Nada había cambiado.
    —¡Hace mucho que no veníamos aquí! Pensé que te habías olvidado que existía—. Lillet trepó sobre el vagón abandonado, emocionada. Sin decir nada, su hermana trazó un sigil con el dedo, flotó hasta la cima y se sentó. —¡Mira, mira! ¡Aún siguen aquí! — La rubia señaló a los trazos tallados sobre el metal, ahora difuminados por la oxidación. Las iniciales de ambas, dibujos de animalitos, marcas cuyo significado había olvidado... en efecto, seguía todo ahí. "¡Lo mejor que saben hacer es ponerse en riesgo!" Lillet juraba que podía escuchar las (bien merecidas) reprimendas de su padre, el día que se enteró de su parque de juegos secreto. "Riesgo", qué curiosa palabra. Así describió la gente a la construcción de ese tren. Era un riesgo que conectara a la gran ciudad con aquel pequeño pueblito olvidado. Un pueblo extraño donde no nacían hombres. Un pueblo tétrico, lúgubre, infestado de brujas. A los niños se les amenazaba con abandonarlos ahí si eran demasiado traviesos. "¡Si dejan que se construya ese tren, esas brujas del demonio van a pensar que son bienvenidas aquí!" Reclamaron algunos. ¿Cómo se atrevía el gobierno a considerarlas personas? Eran sólo brujas. Al final, las protestas y quejas cumplieron su cometido. El tren nunca se terminó y, al igual que el pueblo, quedó en el olvido. Las cosas no cambian. —Oye, Hilde, ¿te acuerdas cuando jugamos a las escondidas y encontraste ese dragón? — —Era una salamandra, Lillet —la castaña habló por fin. —¡Era enorme, parecía un dragón! ¿Y si era un bebé? Tal vez debimos... — —Lillet... —la más alta interrumpió. Parecía que tenía algo importante qué decir. —¿Eh? ¿Qué pasa? — —Hay cosas que necesito aprender en el extranjero. El consejo quiere mandarme a un internado en Inglaterra, y... tengo que ir—. —Oh... — —Sí—. —Uhm... ¿cuánto tiempo?— —Dos, quizás tres años—. —Eso es... mucho tiempo—. —Mucho—. —P-Pero... ahaha... conociéndote, vas a terminar rápido, ¿verdad? Eres tan genial, que en un año, ¡no, incluso menos...! —La vocecita de la rubia empezaba a quebrarse. Hilde suspiró. Sentada en contra de la espalda de su hermana, sin mirarle, volteó hacia el cielo. ¿Siempre hubo tantas estrellas? —¿Sabes? Lo he estado pensando mejor, y creo que sí es buena idea lo de la tienda —tras minutos de silencio, Hilde dijo. —¿La tienda? Pero tú dijiste que... — —Sé lo que dije, pero me equivoqué. Es lo que tú quieres, ¿no? Ayudar a la gente—. —No sé... no sé si pueda si no estás...— —Claro que puedes. Porque... — —¿Porque soy la hermana de Hilde Blan? — —...porque eres Lillet—. Silencio. Los deditos de Lillet recorrieron los trazos tallados sobre el metal, la "L" y la "H" cubiertas de polvillo férreo. Nada había cambiado.
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  • β„³π’ͺ𝒩π’ͺβ„›π’ͺβ„’
    𝒱𝒾𝒢𝒿ℯ 𝒢 β„’π’Άπ“°β„΄π“ˆ
    β”…β”…β”…β”β”β”β”β”β”β”βŠ°β—ˆβ–β—ˆβŠ±β”β”β”β”β”β”β”β”…β”…
    El sol apenas asomaba por el horizonte cuando Archibald despertó, su rutina marcada por la precisión de quien nunca deja nada al azar. Se vistió con rapidez, ajustando su capa negra sobre los hombros y asegurándose de llevar consigo lo esencial para el viaje.

    Al salir, el viento fresco de la mañana le dio la bienvenida mientras cruzaba el patio hacia el claro donde su dragón dorado aguardaba. La criatura levantó la cabeza al verlo acercarse, sus escamas resplandeciendo bajo la luz tenue del amanecer.

    Sin perder tiempo, Archibald montó con destreza, y con un leve toque en el cuello del dragón, este desplegó sus majestuosas alas. Un rugido profundo resonó en el aire antes de que ambos se alzaran en vuelo, dejando atrás el castillo mientras el mundo despertaba bajo ellos.
    β”…β”…β”…β”β”β”β”β”β”β”βŠ°β—ˆβ–β—ˆβŠ±β”β”β”β”β”β”β”β”…β”…
    β„³π’ͺ𝒩π’ͺβ„›π’ͺβ„’ 𝒱𝒾𝒢𝒿ℯ 𝒢 β„’π’Άπ“°β„΄π“ˆ β”…β”…β”…β”β”β”β”β”β”β”βŠ°β—ˆβ–β—ˆβŠ±β”β”β”β”β”β”β”β”…β”… El sol apenas asomaba por el horizonte cuando Archibald despertó, su rutina marcada por la precisión de quien nunca deja nada al azar. Se vistió con rapidez, ajustando su capa negra sobre los hombros y asegurándose de llevar consigo lo esencial para el viaje. Al salir, el viento fresco de la mañana le dio la bienvenida mientras cruzaba el patio hacia el claro donde su dragón dorado aguardaba. La criatura levantó la cabeza al verlo acercarse, sus escamas resplandeciendo bajo la luz tenue del amanecer. Sin perder tiempo, Archibald montó con destreza, y con un leve toque en el cuello del dragón, este desplegó sus majestuosas alas. Un rugido profundo resonó en el aire antes de que ambos se alzaran en vuelo, dejando atrás el castillo mientras el mundo despertaba bajo ellos. β”…β”…β”…β”β”β”β”β”β”β”βŠ°β—ˆβ–β—ˆβŠ±β”β”β”β”β”β”β”β”…β”…
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  • No podía faltar la visita a Veryssa. Cada dragón custodiado debía reunirse con su Custodio con regularidad; ellos eran nuestros mentores, protectores y guías, y en muchos casos, la voz serena que siempre sabíamos que podríamos escuchar. Para mí, Veryssa no solo era mi Custodio, sino una figura que había llegado a ocupar un lugar especial en mi vida, como una segunda madre en esta vasta y a veces abrumadora sociedad de los dragones.

    Caminé por la zona residencial de Eldoria, donde las Montañas Flotantes siempre estaban llenas de vida, aunque envueltas en una calma particular. Pero mis pasos solo tenían un destino: la casa de Veryssa.

    Allí estaba, esperándome como siempre frente a la entrada, su postura recta, pero con la calidez de alguien que nunca imponía su autoridad. Cuando nuestros ojos se encontraron, me recibió con una sonrisa suave, de esas que siempre lograban calmar cualquier inquietud.

    V—Ah, Malvyna. —Su voz tenía un tono melódico, como si envolviera cada palabra en cuidado—. Me alegra verte de regreso. ¿Cómo estuvo esta vez el mundo humano?

    —Tan caótico y fascinante como siempre —respondí, correspondiendo a su sonrisa.

    Veryssa soltó una pequeña risa, un sonido suave y genuino que siempre lograba relajarme.

    V—El caos tiene su belleza, si sabes dónde mirar. Estoy segura de que encontraste algo interesante para compartir. Pero ven, querida, entremos. Te preparé té de luna; sé que siempre te ayuda a relajarte después de tus viajes.
    No podía faltar la visita a Veryssa. Cada dragón custodiado debía reunirse con su Custodio con regularidad; ellos eran nuestros mentores, protectores y guías, y en muchos casos, la voz serena que siempre sabíamos que podríamos escuchar. Para mí, Veryssa no solo era mi Custodio, sino una figura que había llegado a ocupar un lugar especial en mi vida, como una segunda madre en esta vasta y a veces abrumadora sociedad de los dragones. Caminé por la zona residencial de Eldoria, donde las Montañas Flotantes siempre estaban llenas de vida, aunque envueltas en una calma particular. Pero mis pasos solo tenían un destino: la casa de Veryssa. Allí estaba, esperándome como siempre frente a la entrada, su postura recta, pero con la calidez de alguien que nunca imponía su autoridad. Cuando nuestros ojos se encontraron, me recibió con una sonrisa suave, de esas que siempre lograban calmar cualquier inquietud. V—Ah, Malvyna. —Su voz tenía un tono melódico, como si envolviera cada palabra en cuidado—. Me alegra verte de regreso. ¿Cómo estuvo esta vez el mundo humano? —Tan caótico y fascinante como siempre —respondí, correspondiendo a su sonrisa. Veryssa soltó una pequeña risa, un sonido suave y genuino que siempre lograba relajarme. V—El caos tiene su belleza, si sabes dónde mirar. Estoy segura de que encontraste algo interesante para compartir. Pero ven, querida, entremos. Te preparé té de luna; sé que siempre te ayuda a relajarte después de tus viajes.
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  • β„³π’ͺ𝒩π’ͺβ„›π’ͺβ„’
    Un amplio balcón de mármol negro, iluminado por la luz de la luna, se abre al frío viento nocturno que acaricia las capas de ambos hombres. Archibald Ragnaki, con su postura imponente, fija la mirada en el horizonte, mientras Genius, apoyado en la baranda con una copa de vino en la mano, lo observa de reojo, con una mezcla de envidia y cautela.

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠
    -Con una sonrisa burlona.-
    —Qué noche tan hermosa, majestad. Aunque supongo que para ti, incluso la luna debe parecerte insuficiente.

    π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’…
    -Sin voltear, con voz fría.-
    —Y para ti, Genius, cualquier cosa que no brille como oro debe parecerte irrelevante.

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠
    -Se encoge de hombros, bebiendo un sorbo.-
    —Tienes razón, por supuesto. Pero no puedo evitar preguntarme, majestad, ¿es realmente necesario montar ese espectáculo en Lagos? Podrías simplemente enviar a alguien más... o mejor aún, dejar que el viejo rey se pudra en su trono.

    π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’…
    -Girándose lentamente hacia él, con una sonrisa helada.-
    —¿Dejarlo pudrirse? No. Lo que planeo es mucho más entretenido. Iré personalmente, Genius. Mi dragón dorado será lo último que ese anciano verá antes de que lo destrone.

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠
    -Se ríe con incredulidad, pero sus ojos traicionan un toque de miedo.-
    —¿Destronarlo? ¿Y coronarte rey de Lagos? Qué ambicioso, incluso para ti.

    π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’…
    -Da un paso hacia Genius, su mirada fija como un cuchillo.-
    —Ambición, Genius, es lo que separa a los hombres como yo de los parásitos como tú.

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠
    -Le lanza una mirada mordaz, pero su tono se mantiene falso y adulador.-
    —Majestad, no es mi intención cuestionarte, pero esto suena más como un riesgo innecesario que como una estrategia brillante.

    π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’…
    -Suelta una carcajada fría.-
    —Genius, si entendieras la estrategia, no estarías aquí gastando mi aire. Lo único innecesario en este reino eres tú.

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠
    -Frunce el ceño, apretando la copa con fuerza.-
    —Cuidado con tus palabras, Archibald. Soy tu consejero, no tu sirviente.

    π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’…
    -Ríe aún más fuerte, acercándose hasta estar a un paso de él.-
    —¿Consejero? Genius, lo único que me has aconsejado es cómo gastar dinero en tus caprichos inútiles. Pero te lo concedo: eres entretenido.

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠
    -Se inclina ligeramente, con un tono venenoso.-
    —Entonces espero seguir entreteniéndote, majestad. Porque si fallas en Lagos, puede que yo termine siendo más útil que tú.

    π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’…
    -Su expresión se endurece, pero su sonrisa persiste.-
    —Si fallara, Genius, cosa que no sucederá, tú serías el primero en caer. Porque mientras yo tengo un dragón dorado, tú solo tienes esa lengua venenosa.

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠
    -Con una sonrisa tensa, levanta su copa en un falso brindis.-
    —Por supuesto, majestad. Que la luna te guíe en tu conquista... y que no te queme tu propia ambición.

    π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’…
    -Sin inmutarse, con tono frío.-
    —Genius, antes de que olvides tu único propósito aquí, dime: ¿mi ejército ya comenzó su marcha hacia las Ciudades Blancas?

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠
    -Se endereza, algo nervioso por el cambio de tema.-
    —Por supuesto, majestad. Salieron hace una semana, como ordenaste. Aunque, sinceramente, no entiendo por qué te preocupas tanto.

    π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’…
    -Sonríe con desdén.-
    —¿Por qué me preocupo? Porque las Ciudades Blancas no son solo un simple reino, Genius. Son la clave para dominar la otra mitad del continente. Conquistar Lagos es un paso, pero las Ciudades Blancas... esas son la joya. Un lugar lleno de individuos con poderes únicos en magia blanca, una fuerza que incluso tú deberías temer.

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠
    -Se ríe nerviosamente.-
    —¿Temerles? Por favor, majestad, esos fanáticos no son rivales para ti.

    π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’…
    -Su tono se vuelve más cortante.-
    —No son rivales, pero son necesarios. Con su magia y su territorio bajo mi control, nadie en este continente tendrá el poder de desafiarme.

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠
    -Con cautela, probando el terreno.-
    —Nadie... excepto el Reach, ¿no es así?

    π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’…
    -Se queda en silencio por un momento, su mirada fija en el horizonte.-
    —El Reach es un problema. Su ejército es más grande, su poder, más vasto. Pero incluso ellos tienen sus debilidades.

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠
    -Con una sonrisa venenosa.-
    —¿Y qué harás con ellos, majestad? ¿Un dragón dorado será suficiente para derribar al reino más poderoso del continente?

    π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’…
    -Ríe suavemente, pero su tono es gélido.-
    —Genius, controlar el continente no es mi objetivo principal. El Reach es solo una pieza más en este juego. Cuando llegue el momento, sabrás cuál es mi verdadero propósito... si sigues siendo útil para entonces.

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠
    -Sorprendido, intenta ocultar su intriga.-
    —Siempre tan misterioso, majestad. Aunque me pregunto si ese gran propósito tuyo no terminará consumiéndote.

    π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’…
    -Se gira hacia él, con una sonrisa que hiela la sangre.-
    —Genius, preocúpate por ti mismo. Nadie en este juego está a salvo, y tú eres el más prescindible de todos.

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠
    -Con un tono burlón para ocultar su inquietud.-
    —Qué alentador. ¿Entonces cuándo comienza tu glorioso espectáculo en Lagos?

    π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’…
    -Se da la vuelta hacia el horizonte, su capa ondeando con el viento.-
    —En dos días. Mi dragón y yo partiremos al amanecer. Es hora de que Lagos se arrodille... y que el continente sienta mi presencia.

    La conversación termina en un silencio cargado. Archibald vuelve a mirar el horizonte con determinación, mientras Genius bebe apresuradamente, cada vez más inquieto por el hombre que tiene frente a él y el verdadero alcance de sus planes.
    β„³π’ͺ𝒩π’ͺβ„›π’ͺβ„’ Un amplio balcón de mármol negro, iluminado por la luz de la luna, se abre al frío viento nocturno que acaricia las capas de ambos hombres. Archibald Ragnaki, con su postura imponente, fija la mirada en el horizonte, mientras Genius, apoyado en la baranda con una copa de vino en la mano, lo observa de reojo, con una mezcla de envidia y cautela. 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠 -Con una sonrisa burlona.- —Qué noche tan hermosa, majestad. Aunque supongo que para ti, incluso la luna debe parecerte insuficiente. π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’… -Sin voltear, con voz fría.- —Y para ti, Genius, cualquier cosa que no brille como oro debe parecerte irrelevante. 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠 -Se encoge de hombros, bebiendo un sorbo.- —Tienes razón, por supuesto. Pero no puedo evitar preguntarme, majestad, ¿es realmente necesario montar ese espectáculo en Lagos? Podrías simplemente enviar a alguien más... o mejor aún, dejar que el viejo rey se pudra en su trono. π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’… -Girándose lentamente hacia él, con una sonrisa helada.- —¿Dejarlo pudrirse? No. Lo que planeo es mucho más entretenido. Iré personalmente, Genius. Mi dragón dorado será lo último que ese anciano verá antes de que lo destrone. 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠 -Se ríe con incredulidad, pero sus ojos traicionan un toque de miedo.- —¿Destronarlo? ¿Y coronarte rey de Lagos? Qué ambicioso, incluso para ti. π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’… -Da un paso hacia Genius, su mirada fija como un cuchillo.- —Ambición, Genius, es lo que separa a los hombres como yo de los parásitos como tú. 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠 -Le lanza una mirada mordaz, pero su tono se mantiene falso y adulador.- —Majestad, no es mi intención cuestionarte, pero esto suena más como un riesgo innecesario que como una estrategia brillante. π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’… -Suelta una carcajada fría.- —Genius, si entendieras la estrategia, no estarías aquí gastando mi aire. Lo único innecesario en este reino eres tú. 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠 -Frunce el ceño, apretando la copa con fuerza.- —Cuidado con tus palabras, Archibald. Soy tu consejero, no tu sirviente. π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’… -Ríe aún más fuerte, acercándose hasta estar a un paso de él.- —¿Consejero? Genius, lo único que me has aconsejado es cómo gastar dinero en tus caprichos inútiles. Pero te lo concedo: eres entretenido. 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠 -Se inclina ligeramente, con un tono venenoso.- —Entonces espero seguir entreteniéndote, majestad. Porque si fallas en Lagos, puede que yo termine siendo más útil que tú. π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’… -Su expresión se endurece, pero su sonrisa persiste.- —Si fallara, Genius, cosa que no sucederá, tú serías el primero en caer. Porque mientras yo tengo un dragón dorado, tú solo tienes esa lengua venenosa. 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠 -Con una sonrisa tensa, levanta su copa en un falso brindis.- —Por supuesto, majestad. Que la luna te guíe en tu conquista... y que no te queme tu propia ambición. π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’… -Sin inmutarse, con tono frío.- —Genius, antes de que olvides tu único propósito aquí, dime: ¿mi ejército ya comenzó su marcha hacia las Ciudades Blancas? 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠 -Se endereza, algo nervioso por el cambio de tema.- —Por supuesto, majestad. Salieron hace una semana, como ordenaste. Aunque, sinceramente, no entiendo por qué te preocupas tanto. π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’… -Sonríe con desdén.- —¿Por qué me preocupo? Porque las Ciudades Blancas no son solo un simple reino, Genius. Son la clave para dominar la otra mitad del continente. Conquistar Lagos es un paso, pero las Ciudades Blancas... esas son la joya. Un lugar lleno de individuos con poderes únicos en magia blanca, una fuerza que incluso tú deberías temer. 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠 -Se ríe nerviosamente.- —¿Temerles? Por favor, majestad, esos fanáticos no son rivales para ti. π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’… -Su tono se vuelve más cortante.- —No son rivales, pero son necesarios. Con su magia y su territorio bajo mi control, nadie en este continente tendrá el poder de desafiarme. 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠 -Con cautela, probando el terreno.- —Nadie... excepto el Reach, ¿no es así? π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’… -Se queda en silencio por un momento, su mirada fija en el horizonte.- —El Reach es un problema. Su ejército es más grande, su poder, más vasto. Pero incluso ellos tienen sus debilidades. 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠 -Con una sonrisa venenosa.- —¿Y qué harás con ellos, majestad? ¿Un dragón dorado será suficiente para derribar al reino más poderoso del continente? π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’… -Ríe suavemente, pero su tono es gélido.- —Genius, controlar el continente no es mi objetivo principal. El Reach es solo una pieza más en este juego. Cuando llegue el momento, sabrás cuál es mi verdadero propósito... si sigues siendo útil para entonces. 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠 -Sorprendido, intenta ocultar su intriga.- —Siempre tan misterioso, majestad. Aunque me pregunto si ese gran propósito tuyo no terminará consumiéndote. π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’… -Se gira hacia él, con una sonrisa que hiela la sangre.- —Genius, preocúpate por ti mismo. Nadie en este juego está a salvo, y tú eres el más prescindible de todos. 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑒𝑠 -Con un tono burlón para ocultar su inquietud.- —Qué alentador. ¿Entonces cuándo comienza tu glorioso espectáculo en Lagos? π‘¨π’“π’„π’‰π’Šπ’ƒπ’‚π’π’… -Se da la vuelta hacia el horizonte, su capa ondeando con el viento.- —En dos días. Mi dragón y yo partiremos al amanecer. Es hora de que Lagos se arrodille... y que el continente sienta mi presencia. La conversación termina en un silencio cargado. Archibald vuelve a mirar el horizonte con determinación, mientras Genius bebe apresuradamente, cada vez más inquieto por el hombre que tiene frente a él y el verdadero alcance de sus planes.
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