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    ༒︎— ​𝔈𝔩 𝔓𝔯𝔢𝔠𝔦𝔬 𝔡𝔢 𝔩𝔞 𝔏𝔲𝔷.

    El frío del metal contra mi cuello ya no me molesta; es una parte de mí, una extensión de mi propia piel que olvidé cómo sentir. A mi alrededor, el mundo es un bosque de acero. Escucho el chirrido de las articulaciones de las armaduras de mis caballeros, ese sonido rítmico y pesado que antes me infundía valor, pero que hoy solo me recuerda el peso de mis promesas.
    ​Ellos me siguen porque soy su Rey. Creen que soy una estatua inamovible, un ideal que no conoce la duda. No ven que, bajo este grabado azul y plata, el corazón de la joven que alguna vez fui late con una lentitud dolorosa. Me he quitado el yelmo porque necesito sentir el viento; necesito que el aire me recuerde que todavía estoy viva, aunque mi destino pertenezca por completo a la tierra que piso.

    ​Miro hacia el horizonte, donde el cielo se confunde con el polvo de la guerra. Me pregunto cuántos de los hombres que marchan a mi espalda verán el amanecer de mañana. Sé que mi deber es no flaquear, porque si el Rey duda, el reino se desmorona. Sin embargo, en este breve instante de silencio antes del choque, me permito la debilidad de la memoria. Recuerdo el peso de la espada en la piedra y el momento exacto en que dejé de ser una persona para convertirme en un símbolo.

    ​El viento agita mi cabello y por un segundo me siento ligera, casi libre. Pero el deber es una cadena más fuerte que cualquier acero. Mis caballeros esperan una señal. Britania espera un milagro.
    ​Cierro los ojos, respiro el aroma del hierro y la humedad, y entierro a la mujer una vez más. El Rey debe avanzar.
    ༒︎— ​𝔈𝔩 𝔓𝔯𝔢𝔠𝔦𝔬 𝔡𝔢 𝔩𝔞 𝔏𝔲𝔷. El frío del metal contra mi cuello ya no me molesta; es una parte de mí, una extensión de mi propia piel que olvidé cómo sentir. A mi alrededor, el mundo es un bosque de acero. Escucho el chirrido de las articulaciones de las armaduras de mis caballeros, ese sonido rítmico y pesado que antes me infundía valor, pero que hoy solo me recuerda el peso de mis promesas. ​Ellos me siguen porque soy su Rey. Creen que soy una estatua inamovible, un ideal que no conoce la duda. No ven que, bajo este grabado azul y plata, el corazón de la joven que alguna vez fui late con una lentitud dolorosa. Me he quitado el yelmo porque necesito sentir el viento; necesito que el aire me recuerde que todavía estoy viva, aunque mi destino pertenezca por completo a la tierra que piso. ​Miro hacia el horizonte, donde el cielo se confunde con el polvo de la guerra. Me pregunto cuántos de los hombres que marchan a mi espalda verán el amanecer de mañana. Sé que mi deber es no flaquear, porque si el Rey duda, el reino se desmorona. Sin embargo, en este breve instante de silencio antes del choque, me permito la debilidad de la memoria. Recuerdo el peso de la espada en la piedra y el momento exacto en que dejé de ser una persona para convertirme en un símbolo. ​El viento agita mi cabello y por un segundo me siento ligera, casi libre. Pero el deber es una cadena más fuerte que cualquier acero. Mis caballeros esperan una señal. Britania espera un milagro. ​Cierro los ojos, respiro el aroma del hierro y la humedad, y entierro a la mujer una vez más. El Rey debe avanzar.
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  • ‎ — ¿Hmm? —El joven pelirrojo apenas abría los ojos por... ¿tercera vez en las doce horas transcurridas? No estaba seguro.



    ‎***Plic... Plic... Plic... Plic...***



    ‎ * El tenue sonido del suero goteando era lo único que se escuchaba en aquella sala de piedra. Aquel ruido era como un metrónomo, uno que le recordaba a Elijah que ya no estaba en el caos del campo de batalla que hace unas cuantas horas le parecía su perdición. Vítkov se mantenía sentado con los ojos entreabiertos, mirando la lámpara que iluminaba fuertemente aquel lugar, pero principalmente el sitio donde él se encontraba. Sus manos se hallaban débilmente apoyadas en la mesa, boca arriba; sus nudillos, enrojecidos, estaban destrozados y aún quedaban restos de esa ceniza grisácea que no parecía humana en el pantalón de su uniforme.
    ‎Su mirada descendió hasta su brazo derecho, que tenía aquella intravenosa que lo conectaba al suero; luego pasó a la de la otra persona presente en el lugar. No era cualquiera... Era un inquisidor, cuya silueta apenas se recortaba contra la puerta. El hombre golpeó la mesa con una carpeta que llevaba el sello de cera roja del Vaticano *



    ‎ — Veo que volviste a abrir los ojos, Vítkov... Vamos a repetirlo una vez más. El activo del Gladius Dei, Caspian, fue reportado como desaparecido en combate. Tú eres el único que hasta ahora se mantiene consciente de los otros siete que regresaron conti... — Elijah veía al inquisidor con una seriedad absoluta. No le importaba si sus palabras intentaban sonar como un halago; él no estaba dispuesto a continuar con esto y se lo iba a dejar en claro interrumpiéndolo de forma respetuosa:



    ‎ — Sí, eso ya me lo dejó en claro, monseñor. Pero me temo que, sin importar cuántas veces venga a mí con las mismas preguntas, yo no puedo decirle lo que quiere; pues todo lo que he hablado y repetido hasta ahora es todo lo que sé, señor...



    ‎ * El inquisidor miraba con reproche al joven que le había interrumpido. Si las circunstancias fueran diferentes, seguro que le habría reprendido por su osadía, pero esta vez era distinto; tenía que ser cuidadoso con lo que hacía. Por eso, a pesar de lo que sabía, optó por mencionarle al joven eslovaco algo que podría refrescar su memoria: *



    ‎ — Está bien, joven Vítkov. Yo no te pido que te inventes una historia alterna de todos los acontecimientos que me contaste desde que tuvieron contacto con el objetivo hasta que llegaron a los sótanos de esta catedral. No; ahora te pido algo más simple que, de hecho, has omitido... Cuéntame sobre la mujer que encontraron.



    ‎ * La voz del inquisidor se tornaba más seria al hablar de "la mujer". Los ojos de Elijah se abrieron un poco ante la mención de esa cosa como si fuera humana siquiera. Una sonrisa cínica, pero adolorida se hizo presente en el rostro magullado del joven eslovaco mientras acercaba lentamente su torso vendado —que hasta ahora se había mantenido cuidadosamente recostado del espaldar de la silla— a la mesa para contestarle *



    ‎ — Oh... Discúlpeme, monseñor, pero no sé de qué "mujer" me habla. En aquel maldito lugar solo nos encontramos con monstruos, no hubo mujer alguna. Y si se refiere a esa cosa de aspecto femenino pues... sí, la he omitido pues no estaba seguro de qué decir al respecto. Esa cosa no estaba relacionada con la misión. ¿Y es por eso que está aquí, no? Quiere saber por qué se jodió toda la misión, ¿cierto



    ‎* Elijah miraba fijamente a los ojos del inquisidor. Su tono, aunque pudiera considerarse rebelde, en realidad no tenía intención de serlo; realmente hacía aquella pregunta con profundo interés y sin motivos ocultos. Si no fuera porque aquel inquisidor era consciente de su actitud, esto ya sería un problema aún más complicado; así que, por el momento, decidió seguirle la corriente para no levantar sospechas *



    ‎ — Exactamente, Elijah. La Santa Iglesia me envió aquí para descubrir qué ocurrió exactamente con la misión y nada más. Pero me llamó la atención que uno de tus compañeros, que se encuentra en estado de shock, no deja de mencionar a cierta "mujer". Ya si lo era o no, solo tú puedes decírmelo. Incluso si no tiene mucho que ver con la misión, lo cierto es que aquella presencia tuvo algo que ver con lo catastrófica que resultó la situación... ¿o me equivoco?



    ‎ * Elijah bajaba la mirada mientras apretaba los dientes al recordar cómo todo pasó de un reconocimiento a un desorden de sombra y sangre. De repente, sintió una punzada de dolor en su nuca, justo en el lugar donde recibió aquel golpe que lo dejó inconsciente. En su mente, todavía veía con recelo la misteriosa presencia y la mirada de Caspian que, por un segundo antes del desastre, no pareció de fe... sino de terror puro *



    ‎ — Ah... Está bien, voy a contarle. Pero le digo de una vez que todo eso me es confuso incluso a mí, pues para cuando nos encontramos con esa cosa, el caballero ya se encontraba en el lugar, por lo que la mayor interacción con esa cosa la tuvo el mismísimo Caspian...



    ‎ * Elijah procedió a contar nuevamente los acontecimientos de la misión, pero esta vez incluyendo a cierto individuo que, para su desconocimiento, tenía mucho más que ver con lo ocurrido de lo que dejaba pensar *
    ‎ — ¿Hmm? —El joven pelirrojo apenas abría los ojos por... ¿tercera vez en las doce horas transcurridas? No estaba seguro. ‎ ‎ ‎ ‎***Plic... Plic... Plic... Plic...*** ‎ ‎ ‎ ‎ * El tenue sonido del suero goteando era lo único que se escuchaba en aquella sala de piedra. Aquel ruido era como un metrónomo, uno que le recordaba a Elijah que ya no estaba en el caos del campo de batalla que hace unas cuantas horas le parecía su perdición. Vítkov se mantenía sentado con los ojos entreabiertos, mirando la lámpara que iluminaba fuertemente aquel lugar, pero principalmente el sitio donde él se encontraba. Sus manos se hallaban débilmente apoyadas en la mesa, boca arriba; sus nudillos, enrojecidos, estaban destrozados y aún quedaban restos de esa ceniza grisácea que no parecía humana en el pantalón de su uniforme. ‎Su mirada descendió hasta su brazo derecho, que tenía aquella intravenosa que lo conectaba al suero; luego pasó a la de la otra persona presente en el lugar. No era cualquiera... Era un inquisidor, cuya silueta apenas se recortaba contra la puerta. El hombre golpeó la mesa con una carpeta que llevaba el sello de cera roja del Vaticano * ‎ ‎ ‎ ‎ — Veo que volviste a abrir los ojos, Vítkov... Vamos a repetirlo una vez más. El activo del Gladius Dei, Caspian, fue reportado como desaparecido en combate. Tú eres el único que hasta ahora se mantiene consciente de los otros siete que regresaron conti... — Elijah veía al inquisidor con una seriedad absoluta. No le importaba si sus palabras intentaban sonar como un halago; él no estaba dispuesto a continuar con esto y se lo iba a dejar en claro interrumpiéndolo de forma respetuosa: ‎ ‎ ‎ ‎ — Sí, eso ya me lo dejó en claro, monseñor. Pero me temo que, sin importar cuántas veces venga a mí con las mismas preguntas, yo no puedo decirle lo que quiere; pues todo lo que he hablado y repetido hasta ahora es todo lo que sé, señor... ‎ ‎ ‎ ‎ * El inquisidor miraba con reproche al joven que le había interrumpido. Si las circunstancias fueran diferentes, seguro que le habría reprendido por su osadía, pero esta vez era distinto; tenía que ser cuidadoso con lo que hacía. Por eso, a pesar de lo que sabía, optó por mencionarle al joven eslovaco algo que podría refrescar su memoria: * ‎ ‎ ‎ ‎ — Está bien, joven Vítkov. Yo no te pido que te inventes una historia alterna de todos los acontecimientos que me contaste desde que tuvieron contacto con el objetivo hasta que llegaron a los sótanos de esta catedral. No; ahora te pido algo más simple que, de hecho, has omitido... Cuéntame sobre la mujer que encontraron. ‎ ‎ ‎ ‎ * La voz del inquisidor se tornaba más seria al hablar de "la mujer". Los ojos de Elijah se abrieron un poco ante la mención de esa cosa como si fuera humana siquiera. Una sonrisa cínica, pero adolorida se hizo presente en el rostro magullado del joven eslovaco mientras acercaba lentamente su torso vendado —que hasta ahora se había mantenido cuidadosamente recostado del espaldar de la silla— a la mesa para contestarle * ‎ ‎ ‎ ‎ — Oh... Discúlpeme, monseñor, pero no sé de qué "mujer" me habla. En aquel maldito lugar solo nos encontramos con monstruos, no hubo mujer alguna. Y si se refiere a esa cosa de aspecto femenino pues... sí, la he omitido pues no estaba seguro de qué decir al respecto. Esa cosa no estaba relacionada con la misión. ¿Y es por eso que está aquí, no? Quiere saber por qué se jodió toda la misión, ¿cierto ‎ ‎ ‎ ‎* Elijah miraba fijamente a los ojos del inquisidor. Su tono, aunque pudiera considerarse rebelde, en realidad no tenía intención de serlo; realmente hacía aquella pregunta con profundo interés y sin motivos ocultos. Si no fuera porque aquel inquisidor era consciente de su actitud, esto ya sería un problema aún más complicado; así que, por el momento, decidió seguirle la corriente para no levantar sospechas * ‎ ‎ ‎ ‎ — Exactamente, Elijah. La Santa Iglesia me envió aquí para descubrir qué ocurrió exactamente con la misión y nada más. Pero me llamó la atención que uno de tus compañeros, que se encuentra en estado de shock, no deja de mencionar a cierta "mujer". Ya si lo era o no, solo tú puedes decírmelo. Incluso si no tiene mucho que ver con la misión, lo cierto es que aquella presencia tuvo algo que ver con lo catastrófica que resultó la situación... ¿o me equivoco? ‎ ‎ ‎ ‎ * Elijah bajaba la mirada mientras apretaba los dientes al recordar cómo todo pasó de un reconocimiento a un desorden de sombra y sangre. De repente, sintió una punzada de dolor en su nuca, justo en el lugar donde recibió aquel golpe que lo dejó inconsciente. En su mente, todavía veía con recelo la misteriosa presencia y la mirada de Caspian que, por un segundo antes del desastre, no pareció de fe... sino de terror puro * ‎ ‎ ‎ ‎ — Ah... Está bien, voy a contarle. Pero le digo de una vez que todo eso me es confuso incluso a mí, pues para cuando nos encontramos con esa cosa, el caballero ya se encontraba en el lugar, por lo que la mayor interacción con esa cosa la tuvo el mismísimo Caspian... ‎ ‎ ‎ ‎ * Elijah procedió a contar nuevamente los acontecimientos de la misión, pero esta vez incluyendo a cierto individuo que, para su desconocimiento, tenía mucho más que ver con lo ocurrido de lo que dejaba pensar *
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  • "La salida"
    Fandom Supernatural
    Categoría Drama
    ㅤㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ∽『𝗦𝗧𝗔𝗥𝗧𝗘𝗥』∽
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ ˛‍ ‍𝐃𝐄𝐀𝐍 𝐖𝐈𝐍𝐂𝐇𝐄𝐒𝐓𝐄𝐑



    ㅤㅤㅤㅤㅤYa no recordaba como era el mundo antes de que se desatara el apocalipsis. No recordaba la sensación de la luz del sol sobre la piel, o el olor del aire puro. Los recuerdos de aquella vida se iban disipando poco a poco cada día a pesar de que Holly Singer se esforzaba por mantenerlos vivos en sus recuerdos. “Mamá, Daniel, la pizza los sábados, el Roadhouse de los Harvelle, la tarta de manzana de mamá, gofres, cumpleaños”. Cada día intentaba variar esa lista. Cada día intentaba recordar algo distinto. Pero día tras día, año tras año, era más y más difícil.

    El mundo no era el mismo, su pueblo ya no existía, su casa apenas era un cascarón vacío. Y ella era diferente. Había aprendido tantas cosas que una chica de su edad no debería de haber aprendido: armas, mitología, enoquiano, el cielo, el infierno… Al principio su padre había intentado protegerla, mantenerla al margen pero fue un amigo de la familia, Gideon (a quien Holly llamaba cariñosamente “tío Gideon”, quien le dio un rapapolvo a Bobby y le hizo ver que el único modo de proteger a Holly era enseñarla a sobrevivir.

    No había sido fácil y apenas divertido. Huesos rotos, esguinces y magulladuras fueron su bandera durante aquellos primeros años. Pero mejoró. Holly dejó de ser una simple aprendiz que limpiaba pistolas y dagas para ser una rastreadora. Después su puntería la hizo destacar entre los cazadores y supervivientes. Y más tarde era de las primeras en vanguardia en los enfrentamientos contra las huestes de Miguel.

    ¿Quién iba a decir que los demonios serian el menor de los problemas de cazadores y humanos? ¿Quién iba a decir que Miguel, después de vencer a su hermano Lucifer, provocaría un genocidio en masa y esclavizaría a todos los humanos que se le pusieran a tiro?

    El mundo se había echado a perder tan rapido que costaba creer que todo aquello podría tener un final o luz después de un túnel demasiado largo.

    Los rostros nuevos no eran habituales, por eso cuando su padre regresó un día, meses atrás, con dos personas tras él, se convirtieron en novedad. Mary Winchester y Jack Kline. Aparentemente normales, con el paso de las semanas terminaron confesando la realidad. Venían de otro mundo, por loco y desquiciado que sonase. Y Jack era un nefilim. Contra todo pronóstico, lo único que resonaba extraño para Holly en todo aquello era que existieran mundos paralelos. En cuanto a la realidad de Jack… Lo cierto era que los nefilim eran algo a lo que Holly y Bobby estaban acostumbrados. Y es que meses atrás habían acogido en su grupo al grupo de supervivientes al cual pertenecían Gideon y su novia, Elle. Y Elle guardaban un secreto enorme…

    -Mis hijos vendrán a buscarme

    Eso era lo que repetía Mary una y otra vez. Y, con el paso del tiempo con mayor preocupación a medida que todos eran conscientes del peligro que todos enfrentaban en aquel planeta. Miguel buscaba a Mary y al chico y para ellos sus medidas eran cada vez más y más sanguinarias y muy poco humanitarias. Tortura física. Dolor psicológico…

    Poco después de Mary y Jack llegó un hombre llamado Arthur Ketch quien, al parecer compartía un pasado con la propia Mary. Aunque ninguno hablaba de aquello. Era educado, serio y frustrantemente inglés. Y había algo en él que a Holly no terminaba de gustarle del todo. Puede que por esa razon, el británico se ofreciera voluntario para las tareas más complicadas: misiones de rescate, de reconocimiento…

    Cuando, aquella mañana, las protecciones y los hechizos advirtieron de la presencia de ángeles en la frontera del campamento todos se temían lo peor. No podían imaginar, por supuesto, que quienes habían llegado a sus “puertas” eran hombres y ángeles llegados de otro mundo. Dean Winchester, Castiel (quien nada tenía que ver con el Castiel que era mano derecha de Miguel, su torturador de primera), Gabriel…



    #Personajes3D #3D #Comunidad3D #NuevoStarter #Supernatural
    ㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ∽『𝗦𝗧𝗔𝗥𝗧𝗘𝗥』∽ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ [IMPALA67] ㅤ ㅤ ㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤYa no recordaba como era el mundo antes de que se desatara el apocalipsis. No recordaba la sensación de la luz del sol sobre la piel, o el olor del aire puro. Los recuerdos de aquella vida se iban disipando poco a poco cada día a pesar de que Holly Singer se esforzaba por mantenerlos vivos en sus recuerdos. “Mamá, Daniel, la pizza los sábados, el Roadhouse de los Harvelle, la tarta de manzana de mamá, gofres, cumpleaños”. Cada día intentaba variar esa lista. Cada día intentaba recordar algo distinto. Pero día tras día, año tras año, era más y más difícil. El mundo no era el mismo, su pueblo ya no existía, su casa apenas era un cascarón vacío. Y ella era diferente. Había aprendido tantas cosas que una chica de su edad no debería de haber aprendido: armas, mitología, enoquiano, el cielo, el infierno… Al principio su padre había intentado protegerla, mantenerla al margen pero fue un amigo de la familia, Gideon (a quien Holly llamaba cariñosamente “tío Gideon”, quien le dio un rapapolvo a Bobby y le hizo ver que el único modo de proteger a Holly era enseñarla a sobrevivir. No había sido fácil y apenas divertido. Huesos rotos, esguinces y magulladuras fueron su bandera durante aquellos primeros años. Pero mejoró. Holly dejó de ser una simple aprendiz que limpiaba pistolas y dagas para ser una rastreadora. Después su puntería la hizo destacar entre los cazadores y supervivientes. Y más tarde era de las primeras en vanguardia en los enfrentamientos contra las huestes de Miguel. ¿Quién iba a decir que los demonios serian el menor de los problemas de cazadores y humanos? ¿Quién iba a decir que Miguel, después de vencer a su hermano Lucifer, provocaría un genocidio en masa y esclavizaría a todos los humanos que se le pusieran a tiro? El mundo se había echado a perder tan rapido que costaba creer que todo aquello podría tener un final o luz después de un túnel demasiado largo. Los rostros nuevos no eran habituales, por eso cuando su padre regresó un día, meses atrás, con dos personas tras él, se convirtieron en novedad. Mary Winchester y Jack Kline. Aparentemente normales, con el paso de las semanas terminaron confesando la realidad. Venían de otro mundo, por loco y desquiciado que sonase. Y Jack era un nefilim. Contra todo pronóstico, lo único que resonaba extraño para Holly en todo aquello era que existieran mundos paralelos. En cuanto a la realidad de Jack… Lo cierto era que los nefilim eran algo a lo que Holly y Bobby estaban acostumbrados. Y es que meses atrás habían acogido en su grupo al grupo de supervivientes al cual pertenecían Gideon y su novia, Elle. Y Elle guardaban un secreto enorme… -Mis hijos vendrán a buscarme Eso era lo que repetía Mary una y otra vez. Y, con el paso del tiempo con mayor preocupación a medida que todos eran conscientes del peligro que todos enfrentaban en aquel planeta. Miguel buscaba a Mary y al chico y para ellos sus medidas eran cada vez más y más sanguinarias y muy poco humanitarias. Tortura física. Dolor psicológico… Poco después de Mary y Jack llegó un hombre llamado Arthur Ketch quien, al parecer compartía un pasado con la propia Mary. Aunque ninguno hablaba de aquello. Era educado, serio y frustrantemente inglés. Y había algo en él que a Holly no terminaba de gustarle del todo. Puede que por esa razon, el británico se ofreciera voluntario para las tareas más complicadas: misiones de rescate, de reconocimiento… Cuando, aquella mañana, las protecciones y los hechizos advirtieron de la presencia de ángeles en la frontera del campamento todos se temían lo peor. No podían imaginar, por supuesto, que quienes habían llegado a sus “puertas” eran hombres y ángeles llegados de otro mundo. Dean Winchester, Castiel (quien nada tenía que ver con el Castiel que era mano derecha de Miguel, su torturador de primera), Gabriel… ㅤ #Personajes3D #3D #Comunidad3D #NuevoStarter #Supernatural
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  • Sinsmas le resultó más especial que otros años sin duda, aunque al menos había podido divertirse, y desquitarse. Aunque, claro, aquello nunca venía gratis, aunque tampoco le molestaba; no es como que en sinsmas todos no terminasen heridos en mayor o menor medida. Por supuesto, él era de los de menor medida.
    Pero hacerse el desquiciado con la mafia italiana sin duda fue toda una aventura que repetiría.

    Ya para el día siguiente se había despertado con punzadas dolorosas de algunas balas. Como se había bañado se había ido a dormir ¿Lo malo? No se había vendado por lo que su camisa de dormir ahora tenía manchas negras. ¿El otro punto malo? Había sido un osito de consuelo toda la puta noche para cierto borrachito feliz que incluso dormido se le prendió como garrapata. Y demasiado cansado estaba como para batallar toda la noche para que lo soltase, así que acabó por resignarse.
    Sin embargo, ese día se despertó primero. Con siseos dolorosos había logrado apartarse a Arackniss y ahora yacía sentado en el borde de la camaz dándole la espalda. Había ido a por un botiquín y, tras desinfectarse, había comenzado a vendar una herida de su brazo.
    Sinsmas le resultó más especial que otros años sin duda, aunque al menos había podido divertirse, y desquitarse. Aunque, claro, aquello nunca venía gratis, aunque tampoco le molestaba; no es como que en sinsmas todos no terminasen heridos en mayor o menor medida. Por supuesto, él era de los de menor medida. Pero hacerse el desquiciado con la mafia italiana sin duda fue toda una aventura que repetiría. Ya para el día siguiente se había despertado con punzadas dolorosas de algunas balas. Como se había bañado se había ido a dormir ¿Lo malo? No se había vendado por lo que su camisa de dormir ahora tenía manchas negras. ¿El otro punto malo? Había sido un osito de consuelo toda la puta noche para cierto borrachito feliz que incluso dormido se le prendió como garrapata. Y demasiado cansado estaba como para batallar toda la noche para que lo soltase, así que acabó por resignarse. Sin embargo, ese día se despertó primero. Con siseos dolorosos había logrado apartarse a [Grumpyspid3r] y ahora yacía sentado en el borde de la camaz dándole la espalda. Había ido a por un botiquín y, tras desinfectarse, había comenzado a vendar una herida de su brazo.
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  • -Una hormiga soldado al ser capturada por el Hormiguero lo atacó dentro de la boca del Vermilinguo pero pereció violentamente al ser masticada, triturada y devorada, provocando una herida que le hinchó toda la mejilla interior y parte de la trompa, sangrando un poco por la boca... Quejandose de dolor y bajando la hinchazón con una bolsa de hielo.-

    -Una hormiga soldado al ser capturada por el Hormiguero lo atacó dentro de la boca del Vermilinguo pero pereció violentamente al ser masticada, triturada y devorada, provocando una herida que le hinchó toda la mejilla interior y parte de la trompa, sangrando un poco por la boca... Quejandose de dolor y bajando la hinchazón con una bolsa de hielo.-
    Me entristece
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  • Siempre es muy triste cuando las personas desaparecen así de repente
    Pero esta vez también es extremo doloroso
    😭😭😭😭😭💔 Siempre es muy triste cuando las personas desaparecen así de repente 😭😭💔 Pero esta vez también es extremo doloroso 😭😭😭😭💔💔
    Me entristece
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  • 18-08
    Categoría Otros
    Kazuha

    “Ahora, ¿quién puede decirme cuál es la regla número uno de un vigilante?”

    Voces.

    Ecos que provenían de ningún sitio, y de todos al mismo tiempo. Reverberando en las paredes de piedra, a veces parecían tan cercanos que uno podía jurar estar ahí otra vez, las voces dejando de ser un recuerdo, su vibrar en el aire agitando el serpenteo de las antorchas.

    “¡Muy bien, Kyrie! Ya son cinco preguntas seguidas. ¿Piensas quedarte atrás, Kieran?”

    Voces, sí. Había aprendido a ignorarlas, pero no a callarlas.

    ¿O es que aún quería callarlas? Un mundo en silencio parecía tan distante y extraño, que empezaba a sentirse inhóspito.

    Voces, nada más que voces. Con Kyrie como su epicentro, ondas que distorsionaban los recuerdos, olas que arrastraban lo incómodo, lo doloroso y lo prohibido, desde las profundidades a la superficie. Su ser, una distorsión de la realidad andante.

    Eso -y sólo eso- era ahora. Nada más que un cascarón.

    —Me preguntaste por qué no la había sacado, ¿cierto? —Habló, por fin, después de lo que parecían años. De no ser por el eco de sus pasos en la oscuridad, cualquiera en esas grutas se volvía una sombra, una silueta borrosa de lo que alguna vez fue una persona. Rodeado de las voces, empapado del veneno del memento, la cordura empezaba a perderse.

    Pero se acostumbró. Tenía que acostumbrarse para poder seguirla visitando.

    Pero, ¿qué había de Kazuha? ¿Qué clase de cosas estaba trayendo a flote esa marea inmisericorde que de Kyrie provenía? ¿Qué decían sus voces? ¿Qué mostraban las siluetas en la piedra con el sinuoso danzar de las llamas?

    El carmesí usaba, hacia ella extendía como una sábana que uno se coloca para aplacar el ruido al dormir. Aminoraba el efecto sobre ella, pero no lo cancelaba.

    —Es por esto. Mientras más te acercas a ella, más intenso se vuelve. Si la saco de aquí, no importa a dónde la lleve… el daño que le causaría a la gente es…

    Pausó. Ya estaban frente a la celda, y el efecto empezaba a ser insoportable, desquiciante, doloroso.

    Pero él se acostumbró. Tenía que haberse acostumbrado. ¿Las primeras veces? Ni siquiera podía entrar al pasillo. Aún así, poco a poco y día con día, aprendió a soportar. A escuchar. A dar un paso más cerca, cada vez más cerca.

    —…pero ya no tengo opción. Ya no puedo esperar. Vamos a cortar los barrotes.

    Era fácil. Sorprendentemente fácil, dada la severidad de sus crímenes, cuán destructiva era su existencia.

    Fácil, sí, porque... ¿quién querría liberar a un monstruo?
    [k4zuha] “Ahora, ¿quién puede decirme cuál es la regla número uno de un vigilante?” Voces. Ecos que provenían de ningún sitio, y de todos al mismo tiempo. Reverberando en las paredes de piedra, a veces parecían tan cercanos que uno podía jurar estar ahí otra vez, las voces dejando de ser un recuerdo, su vibrar en el aire agitando el serpenteo de las antorchas. “¡Muy bien, Kyrie! Ya son cinco preguntas seguidas. ¿Piensas quedarte atrás, Kieran?” Voces, sí. Había aprendido a ignorarlas, pero no a callarlas. ¿O es que aún quería callarlas? Un mundo en silencio parecía tan distante y extraño, que empezaba a sentirse inhóspito. Voces, nada más que voces. Con Kyrie como su epicentro, ondas que distorsionaban los recuerdos, olas que arrastraban lo incómodo, lo doloroso y lo prohibido, desde las profundidades a la superficie. Su ser, una distorsión de la realidad andante. Eso -y sólo eso- era ahora. Nada más que un cascarón. —Me preguntaste por qué no la había sacado, ¿cierto? —Habló, por fin, después de lo que parecían años. De no ser por el eco de sus pasos en la oscuridad, cualquiera en esas grutas se volvía una sombra, una silueta borrosa de lo que alguna vez fue una persona. Rodeado de las voces, empapado del veneno del memento, la cordura empezaba a perderse. Pero se acostumbró. Tenía que acostumbrarse para poder seguirla visitando. Pero, ¿qué había de Kazuha? ¿Qué clase de cosas estaba trayendo a flote esa marea inmisericorde que de Kyrie provenía? ¿Qué decían sus voces? ¿Qué mostraban las siluetas en la piedra con el sinuoso danzar de las llamas? El carmesí usaba, hacia ella extendía como una sábana que uno se coloca para aplacar el ruido al dormir. Aminoraba el efecto sobre ella, pero no lo cancelaba. —Es por esto. Mientras más te acercas a ella, más intenso se vuelve. Si la saco de aquí, no importa a dónde la lleve… el daño que le causaría a la gente es… Pausó. Ya estaban frente a la celda, y el efecto empezaba a ser insoportable, desquiciante, doloroso. Pero él se acostumbró. Tenía que haberse acostumbrado. ¿Las primeras veces? Ni siquiera podía entrar al pasillo. Aún así, poco a poco y día con día, aprendió a soportar. A escuchar. A dar un paso más cerca, cada vez más cerca. —…pero ya no tengo opción. Ya no puedo esperar. Vamos a cortar los barrotes. Era fácil. Sorprendentemente fácil, dada la severidad de sus crímenes, cuán destructiva era su existencia. Fácil, sí, porque... ¿quién querría liberar a un monstruo?
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  • ♪ Esta común y corriente canción
    Fue hecha con todo mi corazón
    Para ti, que de lejos se te ve
    Que hay algo causando pena y dolor

    Sé que en silencio sufres sin hablar,
    Sé que sola te sientes, es normal.
    Ven a mí, que todo pasará,
    Olvida todo y conmigo baila ♪
    ♪ Esta común y corriente canción Fue hecha con todo mi corazón Para ti, que de lejos se te ve Que hay algo causando pena y dolor Sé que en silencio sufres sin hablar, Sé que sola te sientes, es normal. Ven a mí, que todo pasará, Olvida todo y conmigo baila ♪
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  • Los días regresaron a una calma engañosa, y con ella, una confianza cautelosa la llevó a aventurarse más allá del corazón de su dominio. Caminó por los bordes de su territorio, allí donde el cementerio de huesos se alzaba como testimonio silencioso de cada victoria, de cada criatura que osó desafiar a la Madre de los Monstruos y cayó bajo su sombra.

    Aquella mañana, sin embargo, el aire estaba… mal. Un aroma metálico quebró la quietud. Sangre. Se detuvo en seco, inclinándose lentamente hasta confirmar lo impensable: un rastro oscuro manchaba la tierra, aún húmedo, pero ya frio.
    Reciente. Su corazón si se tensó. No era el dolor de una bestia desconocida lo que encendía su inquietud, sino una idea mucho más terrible, alguien viniendo por su cría.

    El rastro la obligó a avanzar con prisa, cada paso cargado de un temor que rara vez se permitía sentir. El olor a sangre llenaba el aire, guiándola como un sabuezo, sus sentidos se afinaron, alerta ante cualquier señal: huellas, respiraciones ajenas, la presencia de algo que no debería estar allí.


    ¿Hallaría al final del sendero a una criatura herida, luchando por aferrarse a la vida… o encontraría primero al insensato que se atrevió a derramar sangre tan cerca de su territorio?


    Y si ese alguien seguía respirando… ¿lo haría por mucho tiempo más?

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    Los días regresaron a una calma engañosa, y con ella, una confianza cautelosa la llevó a aventurarse más allá del corazón de su dominio. Caminó por los bordes de su territorio, allí donde el cementerio de huesos se alzaba como testimonio silencioso de cada victoria, de cada criatura que osó desafiar a la Madre de los Monstruos y cayó bajo su sombra. Aquella mañana, sin embargo, el aire estaba… mal. Un aroma metálico quebró la quietud. Sangre. Se detuvo en seco, inclinándose lentamente hasta confirmar lo impensable: un rastro oscuro manchaba la tierra, aún húmedo, pero ya frio. Reciente. Su corazón si se tensó. No era el dolor de una bestia desconocida lo que encendía su inquietud, sino una idea mucho más terrible, alguien viniendo por su cría. El rastro la obligó a avanzar con prisa, cada paso cargado de un temor que rara vez se permitía sentir. El olor a sangre llenaba el aire, guiándola como un sabuezo, sus sentidos se afinaron, alerta ante cualquier señal: huellas, respiraciones ajenas, la presencia de algo que no debería estar allí. ¿Hallaría al final del sendero a una criatura herida, luchando por aferrarse a la vida… o encontraría primero al insensato que se atrevió a derramar sangre tan cerca de su territorio? Y si ese alguien seguía respirando… ¿lo haría por mucho tiempo más? [Beast.tamer]
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  • Los días previos a Navidad, Raden se había encontrado en un estado insólito de absoluta y pura indecisión. Su mente, que parecía un catálogo de reliquias y objetos interesantes, de pronto encontraba que todas las opciones resultaban... insuficientes. Demasiado insuficientes. ¿Un espejo victoriano? ¿Una daga ceremonial?. Había consultado a sus amigas y hasta se había sumergido en las profundidades digitales de 'Gugul', saliendo de allí con dolor de cabeza.

    Nada la convencia. Todo le parecía insuficiente para la obra de arte viviente que era su precioso novio. ¿Que podía darle, que fuera realmente digno de él? ¡¿Es que acaso existía algo, que pudiera ser digno de él?!. Entonces la idea llegó... Quizás el regalo perfecto no era algo extravagante, quizás no era algo que pudiera comprar, adquirir o robar de un museo -aunque esa última idea no la descartaba-. Tal vez, era algo que se debía crear. ¡Aja! ¡Eso era! ¿Cuantas veces había él, preparado comidas y manjares para ella, con una paciencia y un arte que eran otra forma de hechicería? Muchas. Demasiadas. ¡Era su turno! Fallar estrepitosamente era una posibilidad... y por eso mismo, era algo valioso. Ese sería su regalo, su esfuerzo y su posible fracaso, todo envuelto en un intento.

    Desempolvó los libros de cocina -porque el 'yutú' es demasiado complicado- y busco las recetas. ¡Un postre! Porque tal parecía como si hubiera menos probabiludades de fallar con un postre que con una cena. La cocina pronto se transformó en una especie de laboratorio donde la harina volaba por todas partes. Mantequilla, huevos, frutas confitadas, frutos secos y un chorrito de moscatel. La dejó leudar, cubierta con un paño. Y mientras esperaba, la masa de jengibre -harins, melaza, especias- fue extendida y cortada con los moldes que logró conseguir en su cocina: una estrella, una luna creciente y un gatito. Las galletas salieron del horno, perfumando el aire, y las decoró con glacé real.El panettone, ya horneado y dorado, fue su obra principal. La adornó con un glacé en color rojo y escribió un mensaje: 'Feliz Navidad, amor. ~ R'.

    La mesa fue puesta con un mantel de lino y la porcelana blanca del siglo XIX que guardaba para ocasiones especiales. Sobre ella, el panettone y el montón de galletas de jengibre. Pero no era suficiente. Lo mundano necesitaba el sello de lo eterno. Y justo a tiempo, llegó su adquisición final. Un anillo 'guarda-secretos' del siglo XVII. Un aro de plata sobre con incrustaciones de onix. Lo había obtenido tras negociaciones que involucraron tres objetos malditos y una promesa vaga. Su función era simple pero profunda: si él, en algún momento de necesidad o simple deseo, sostenía el anillo y concentraba un pensamiento o mensaje para ella, Raden lo escucharía, dondequiera que estuviera. Sería como tener una llave directa a sus pensamientos.

    Todo estaba listo.

    — Amor, te tengo una sorpresa... —le había dicho antes, colocandose detrás de Donovan Lenheim y cubriendo sus ojos con sus manos -aun ligeramente enharinadas- guiandolo hacia el comedor— ¡Ta-dah! ~

    Al retirar sus manos, él vería la escena. Panettone, galletas de jengibre, y sobre la servilleta de lino junto a un plato, el anillo.

    — ¿Que te parece, hm? ¡Creo que... me volví una alquimista de la repostería! O al menos, logré que algo comestible saliera sin tu ayuda, jeje ~ —luego señaló la pieza de onix— Y ese, es para que nunca, nunca, estemos realmente incomunicados ~
    Los días previos a Navidad, Raden se había encontrado en un estado insólito de absoluta y pura indecisión. Su mente, que parecía un catálogo de reliquias y objetos interesantes, de pronto encontraba que todas las opciones resultaban... insuficientes. Demasiado insuficientes. ¿Un espejo victoriano? ¿Una daga ceremonial?. Había consultado a sus amigas y hasta se había sumergido en las profundidades digitales de 'Gugul', saliendo de allí con dolor de cabeza. Nada la convencia. Todo le parecía insuficiente para la obra de arte viviente que era su precioso novio. ¿Que podía darle, que fuera realmente digno de él? ¡¿Es que acaso existía algo, que pudiera ser digno de él?!. Entonces la idea llegó... Quizás el regalo perfecto no era algo extravagante, quizás no era algo que pudiera comprar, adquirir o robar de un museo -aunque esa última idea no la descartaba-. Tal vez, era algo que se debía crear. ¡Aja! ¡Eso era! ¿Cuantas veces había él, preparado comidas y manjares para ella, con una paciencia y un arte que eran otra forma de hechicería? Muchas. Demasiadas. ¡Era su turno! Fallar estrepitosamente era una posibilidad... y por eso mismo, era algo valioso. Ese sería su regalo, su esfuerzo y su posible fracaso, todo envuelto en un intento. Desempolvó los libros de cocina -porque el 'yutú' es demasiado complicado- y busco las recetas. ¡Un postre! Porque tal parecía como si hubiera menos probabiludades de fallar con un postre que con una cena. La cocina pronto se transformó en una especie de laboratorio donde la harina volaba por todas partes. Mantequilla, huevos, frutas confitadas, frutos secos y un chorrito de moscatel. La dejó leudar, cubierta con un paño. Y mientras esperaba, la masa de jengibre -harins, melaza, especias- fue extendida y cortada con los moldes que logró conseguir en su cocina: una estrella, una luna creciente y un gatito. Las galletas salieron del horno, perfumando el aire, y las decoró con glacé real.El panettone, ya horneado y dorado, fue su obra principal. La adornó con un glacé en color rojo y escribió un mensaje: 'Feliz Navidad, amor. ~ R'. La mesa fue puesta con un mantel de lino y la porcelana blanca del siglo XIX que guardaba para ocasiones especiales. Sobre ella, el panettone y el montón de galletas de jengibre. Pero no era suficiente. Lo mundano necesitaba el sello de lo eterno. Y justo a tiempo, llegó su adquisición final. Un anillo 'guarda-secretos' del siglo XVII. Un aro de plata sobre con incrustaciones de onix. Lo había obtenido tras negociaciones que involucraron tres objetos malditos y una promesa vaga. Su función era simple pero profunda: si él, en algún momento de necesidad o simple deseo, sostenía el anillo y concentraba un pensamiento o mensaje para ella, Raden lo escucharía, dondequiera que estuviera. Sería como tener una llave directa a sus pensamientos. Todo estaba listo. — Amor, te tengo una sorpresa... —le había dicho antes, colocandose detrás de [freaky_lil_monster] y cubriendo sus ojos con sus manos -aun ligeramente enharinadas- guiandolo hacia el comedor— ¡Ta-dah! ~ Al retirar sus manos, él vería la escena. Panettone, galletas de jengibre, y sobre la servilleta de lino junto a un plato, el anillo. — ¿Que te parece, hm? ¡Creo que... me volví una alquimista de la repostería! O al menos, logré que algo comestible saliera sin tu ayuda, jeje ~ —luego señaló la pieza de onix— Y ese, es para que nunca, nunca, estemos realmente incomunicados ~
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