• "Todos somos monstruos aquí..."
    Fandom The Walking Dead
    Categoría Drama
    ㅤㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ∽『𝗦𝗧𝗔𝗥𝗧𝗘𝗥』∽
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ Negan Smith



    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤNo hubiera dado ni un dólar por la probabilidad de volver a encontrarse con Rick, Daryl o Maggie. Cuando el Gobernador llegó a la prisión pensó que todo su mundo se iba al infierno, que tenía que volver a empezar. Y, en ese momento, totalmente sola. Pero el destino era azaroso y, cuando después de casi dos años había vuelto a escuchar la moto de Daryl, la cual la llevó de regreso con las personas que mejor conocía en el mundo, decidió que no desaprovecharía aquella oportunidad. Volver con el grupo de la prisión había sido como volver a casa… La sensación de inquietud y de miedo se había disipado en cuanto volvio a abrazar a Michonne, a Rick o a Maggie… Incluso fue bien recibida por amigos que el grupo había hecho en el camino hasta llegar a Washington. Nombres como Rosita, Eugene, Tara, Aaron o Gabriel ahora eran tan conocidos para ella como el suyo propio.

    Alexandria era grande y estaba repleta de personas e historias. Y todas ellas le fueron reveladas. Algunas en detalle. Otras no tanto…

    -¿Dónde esta Carl? -le preguntó a Rick la misma noche que llegó. Sabia cual era la respuesta, pero necesitaba confirmarlo.

    -Carl… -parecía que al líder de Alexandria le costaba trabajo pronunciar aquel nombre. Sus manos unidas una contra la otra frotaron sus palmas de forma algo nerviosa mientras tambien trataba de contener un nervioso tic en la pierna- Él murió…- resolvió el ex – sheriff- Murió por salvar a alguien. A Siddiq…


    Becca asintió, había podido entender que el tal Siddiq era el medico en la comunidad.

    “¿Dónde está Carol?”

    “Vive en El Reino..:”

    Y aquella respuesta parecía sencilla pero escondía un mundo expandido mucho más grande de lo que Becca se imaginaba. Sus amigos habían prosperado en Alexandria y habían abierto horizontes. Ahora hermanados con comunidades como Hilltop o El Reino. Todo aprecia más grande, pero la sensación que Becca tuvo era que todo se hacia mas pequeño. Todos estaban tan… lejos…

    Y se hizo mucho más pequeña el día que Rick murió.

    Y terminó de estrecharse aun más cuando Michonne decidió cerrar las puertas de Alexandria a forasteros y amigos después del “problema de Jocelyn”.

    Aun asi… la vida en Alexandria continuó.

    >> Habían pasado cuatro años desde que Becca llegase a aquella comunidad y ahora había dejado de ser la extraña, la forastera. Conocía a las personas que vivían allí. Sus historias. Sus batallas. Absolutamente a todos ellos. Salvo a una persona… Negan. Había escuchado ese nombre varias veces a lo largo de los años. Al principio como si mentaran al demonio, años después parecía solo un eco, un apunte a pie de página. Pero, a pesar de eso, a Becca le estaba terminantemente prohibido acercarse a la celda donde mantenían encerrado al líder del grupo que había propiciado la ultima guerra de las comunidades.

    Negan tenía un estricto y reducido horario de visitas. Tan reducido que solamente Gabriel y Michonne tenían permiso para bajar a aquella oscura celda. Pero la curiosidad podía con Becca y siempre que pasaba por delante de la casa donde Michonne vivía, echaba un rapido vistazo despreocupado al pequeño ventanuco del sótano desde donde alguna vez había logrado atisbar al reo, aunque nunca con demasiada claridad.

    >> Aquella mañana, Becca regresaba de casa de Aaron. Entre sus obligaciones como segundo medico de Alejandría (puesto que le habían asignado hace años cuando llegó) residía la de hacer el seguimiento de enfermos y pacientes en sus casas. Gracie, la hija de Aaron, llevaba unos dias enferma y Becca había pasado tan solo para hacer el seguimiento del estado de la niña. No tenia fiebre y las hierbas que le daban ayudaban bastante a que la tos remitiese poco a poco. Según su diagnóstico, en pocos dias estaría perfectamente recuperada.

    Regresó a la casa que hacía de enfermería y entró con su aire optimista de siempre, saludando a los escasos enfermos que Siddiq había considerado dejar en observación. Pero cuando entró encontró algunas caras largas.

    Rosita estaba cruzada de brazos, con aspecto cabreado. Eugene permanecía de brazos cruzados pero podía distinguirse manchas de sangre provocadas por roce con una herida. Y Siddiq tapaba la hemorragia nasal de un hombre llamado Paul Andrews.

    -Caramba. ¿Qué ha pasado? -preguntó Becca dejando su bolsa sobre una mesita auxiliar.

    Rosita chasqueó la lengua.

    -Le he dado un puñetazo.

    Becca abrió sus ojos con sorpresa, sin entender qué estaba ocurriendo allí. Pero Siddiq se apresuró a explicarle la situación.

    -Paul ha robado las llaves de la celda de Negan y… se ha tomado la justicia por su mano…- explicó- Eugene y Rosita han escuchado el estruendo y han bajado a ver qué ocurría.

    -Valeeee… -comentó Becca con cierto aire de duda, porque aun no entendía qué era lo que estaba pasando.

    -Algunas personas no pueden pasar página con lo que Negan hizo. Paul es uno de ellos. Ha golpeado a Negan y…

    Becca parpadeó alucinada.

    -¿Él está bien? ¿Lo sabe Michonne? -preguntó.

    Siddiq asintió lentamente.

    -Sí, está pensando en qué hacer con Paul… pero Negan… Está bastante magullado… Bastante herido. Paul se ha resistido y Rosita lo ha reducido rompiéndole la nariz.

    Becca miró a la interpelada, quien se encogió de hombros.

    -De acuerdo… ¿Puedo ayudar en algo? -preguntó ella.

    Siddiq asintió.

    -De hecho… Sí…- alargó una mano y señaló la sala- Yo estoy hasta arriba aquí… ¿Puedes tomar una bolsa con un botiquín y unas vendas de compresión y bajar a curar a Negan?

    Becca parpadeó alucinada.

    -Perdona… ¿Me estás diciendo que alguien ha dado una paliza a Negan y te estás ocupando primero del agresor? -preguntó Becca, sintiendo que la habían sacado de su propia realidad- Por dios, Siddiq. ¿Lo habéis dejado en la celda? ¿Por qué no lo traéis a una habitación?

    Rosita se adelantó.

    -Porque no es de fiar. Nadie quiere tenerlo cerca. No vamos a sacarlo de ahí.

    Becca la enfrentó.

    -Es una persona. Y le han pegado una paliza -señaló a Paul con un desaire de su mano diestra.

    Después bufó y se giró para tomar su bolsa y encaminarse al armario para coger vendas, gasas, alcohol, puntos de papel… es decir, todo lo que fuera necesario para curar al herido de la celda. Por supuesto tomó vendas de compresión y el anticuado ecógrafo a pilas que Eugene había arreglado.

    Se colocó delante de Rosita y extendió una mano pidiendo silenciosamente las llaves.

    >> El chasquido de la segunda puerta resonó con una especie de eco escalofriante. Joder, ¿estaba sugestionándose demasiado con respecto a la macabra leyenda de Negan? ¿O es que acaso realmente el tipo era tan demoniaco como todos decían? Estaba a un paso de averiguarlo, desde luego.

    El suelo de cemento amortiguó ligeramente sus pasos pero, daba igual, la puerta de acceso a la prisión ya había delatado su presencia. Anduvo un par de pasos por el suelo de cemento, mientras su mirada se fijaba en cada centímetro de aquella celda. Desde luego nada tenia que ver con las casas de ahí arriba. Ni siquiera con los sótanos de otras de las casas… Aquel lugar era gris y algo más frio de lo que uno puede esperar del verano en Virginia.

    Una enorme reja de hierro forjado atravesaba la estancia de una punta a otra, dejando un pasillo para los visitantes. Y dentro de la celda, sentado en un camastro de dudosa y precaria estabilidad, un hombre trataba de limpiar la sangre de una herida en su ceja.

    No queria hacer aquello como si estuviese en presencia de Hannibal Lecter. Era una persona herida y era su deber atenderlo. Por lo que, sin titubear, metió la llave en la cerradura y entró en la celda, metiéndose la llave en el bolsillo trasero del pantalón.

    -Hola -saludó ella con una sonrisa, la misma que le ponía a todos sus pacientes de ahí arriba- Me llamo Becca. Siddiq tiene varios casos de gripe asi que… estás de suerte… Soy tu médico -le dijo sin perder esa sonrisa encantadora mientras se acuclillaba delante del herido dejando a un lado su bolsa- Déjame ver…- le dijo apartando el trapo sucio con el que él se limpiaba la sangre del la ceja- Vaya… Te han hecho un buen destrozo, ¿eh? ¿Te parece si te echo un vistazo? Siddiq cree que puedes tener una costilla fracturada -de otro modo no le habría pedido que bajase vendas de compresión- Tienes que quitarte la…- carraspeó- La camisa… ¿Necesitas ayuda?


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D #NuevoStarter #TheWalkingDead
    ㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ∽『𝗦𝗧𝗔𝗥𝗧𝗘𝗥』∽ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ [NOTEENIEANYM0RE] ㅤ ㅤ ㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤNo hubiera dado ni un dólar por la probabilidad de volver a encontrarse con Rick, Daryl o Maggie. Cuando el Gobernador llegó a la prisión pensó que todo su mundo se iba al infierno, que tenía que volver a empezar. Y, en ese momento, totalmente sola. Pero el destino era azaroso y, cuando después de casi dos años había vuelto a escuchar la moto de Daryl, la cual la llevó de regreso con las personas que mejor conocía en el mundo, decidió que no desaprovecharía aquella oportunidad. Volver con el grupo de la prisión había sido como volver a casa… La sensación de inquietud y de miedo se había disipado en cuanto volvio a abrazar a Michonne, a Rick o a Maggie… Incluso fue bien recibida por amigos que el grupo había hecho en el camino hasta llegar a Washington. Nombres como Rosita, Eugene, Tara, Aaron o Gabriel ahora eran tan conocidos para ella como el suyo propio. Alexandria era grande y estaba repleta de personas e historias. Y todas ellas le fueron reveladas. Algunas en detalle. Otras no tanto… -¿Dónde esta Carl? -le preguntó a Rick la misma noche que llegó. Sabia cual era la respuesta, pero necesitaba confirmarlo. -Carl… -parecía que al líder de Alexandria le costaba trabajo pronunciar aquel nombre. Sus manos unidas una contra la otra frotaron sus palmas de forma algo nerviosa mientras tambien trataba de contener un nervioso tic en la pierna- Él murió…- resolvió el ex – sheriff- Murió por salvar a alguien. A Siddiq… Becca asintió, había podido entender que el tal Siddiq era el medico en la comunidad. “¿Dónde está Carol?” “Vive en El Reino..:” Y aquella respuesta parecía sencilla pero escondía un mundo expandido mucho más grande de lo que Becca se imaginaba. Sus amigos habían prosperado en Alexandria y habían abierto horizontes. Ahora hermanados con comunidades como Hilltop o El Reino. Todo aprecia más grande, pero la sensación que Becca tuvo era que todo se hacia mas pequeño. Todos estaban tan… lejos… Y se hizo mucho más pequeña el día que Rick murió. Y terminó de estrecharse aun más cuando Michonne decidió cerrar las puertas de Alexandria a forasteros y amigos después del “problema de Jocelyn”. Aun asi… la vida en Alexandria continuó. >> Habían pasado cuatro años desde que Becca llegase a aquella comunidad y ahora había dejado de ser la extraña, la forastera. Conocía a las personas que vivían allí. Sus historias. Sus batallas. Absolutamente a todos ellos. Salvo a una persona… Negan. Había escuchado ese nombre varias veces a lo largo de los años. Al principio como si mentaran al demonio, años después parecía solo un eco, un apunte a pie de página. Pero, a pesar de eso, a Becca le estaba terminantemente prohibido acercarse a la celda donde mantenían encerrado al líder del grupo que había propiciado la ultima guerra de las comunidades. Negan tenía un estricto y reducido horario de visitas. Tan reducido que solamente Gabriel y Michonne tenían permiso para bajar a aquella oscura celda. Pero la curiosidad podía con Becca y siempre que pasaba por delante de la casa donde Michonne vivía, echaba un rapido vistazo despreocupado al pequeño ventanuco del sótano desde donde alguna vez había logrado atisbar al reo, aunque nunca con demasiada claridad. >> Aquella mañana, Becca regresaba de casa de Aaron. Entre sus obligaciones como segundo medico de Alejandría (puesto que le habían asignado hace años cuando llegó) residía la de hacer el seguimiento de enfermos y pacientes en sus casas. Gracie, la hija de Aaron, llevaba unos dias enferma y Becca había pasado tan solo para hacer el seguimiento del estado de la niña. No tenia fiebre y las hierbas que le daban ayudaban bastante a que la tos remitiese poco a poco. Según su diagnóstico, en pocos dias estaría perfectamente recuperada. Regresó a la casa que hacía de enfermería y entró con su aire optimista de siempre, saludando a los escasos enfermos que Siddiq había considerado dejar en observación. Pero cuando entró encontró algunas caras largas. Rosita estaba cruzada de brazos, con aspecto cabreado. Eugene permanecía de brazos cruzados pero podía distinguirse manchas de sangre provocadas por roce con una herida. Y Siddiq tapaba la hemorragia nasal de un hombre llamado Paul Andrews. -Caramba. ¿Qué ha pasado? -preguntó Becca dejando su bolsa sobre una mesita auxiliar. Rosita chasqueó la lengua. -Le he dado un puñetazo. Becca abrió sus ojos con sorpresa, sin entender qué estaba ocurriendo allí. Pero Siddiq se apresuró a explicarle la situación. -Paul ha robado las llaves de la celda de Negan y… se ha tomado la justicia por su mano…- explicó- Eugene y Rosita han escuchado el estruendo y han bajado a ver qué ocurría. -Valeeee… -comentó Becca con cierto aire de duda, porque aun no entendía qué era lo que estaba pasando. -Algunas personas no pueden pasar página con lo que Negan hizo. Paul es uno de ellos. Ha golpeado a Negan y… Becca parpadeó alucinada. -¿Él está bien? ¿Lo sabe Michonne? -preguntó. Siddiq asintió lentamente. -Sí, está pensando en qué hacer con Paul… pero Negan… Está bastante magullado… Bastante herido. Paul se ha resistido y Rosita lo ha reducido rompiéndole la nariz. Becca miró a la interpelada, quien se encogió de hombros. -De acuerdo… ¿Puedo ayudar en algo? -preguntó ella. Siddiq asintió. -De hecho… Sí…- alargó una mano y señaló la sala- Yo estoy hasta arriba aquí… ¿Puedes tomar una bolsa con un botiquín y unas vendas de compresión y bajar a curar a Negan? Becca parpadeó alucinada. -Perdona… ¿Me estás diciendo que alguien ha dado una paliza a Negan y te estás ocupando primero del agresor? -preguntó Becca, sintiendo que la habían sacado de su propia realidad- Por dios, Siddiq. ¿Lo habéis dejado en la celda? ¿Por qué no lo traéis a una habitación? Rosita se adelantó. -Porque no es de fiar. Nadie quiere tenerlo cerca. No vamos a sacarlo de ahí. Becca la enfrentó. -Es una persona. Y le han pegado una paliza -señaló a Paul con un desaire de su mano diestra. Después bufó y se giró para tomar su bolsa y encaminarse al armario para coger vendas, gasas, alcohol, puntos de papel… es decir, todo lo que fuera necesario para curar al herido de la celda. Por supuesto tomó vendas de compresión y el anticuado ecógrafo a pilas que Eugene había arreglado. Se colocó delante de Rosita y extendió una mano pidiendo silenciosamente las llaves. >> El chasquido de la segunda puerta resonó con una especie de eco escalofriante. Joder, ¿estaba sugestionándose demasiado con respecto a la macabra leyenda de Negan? ¿O es que acaso realmente el tipo era tan demoniaco como todos decían? Estaba a un paso de averiguarlo, desde luego. El suelo de cemento amortiguó ligeramente sus pasos pero, daba igual, la puerta de acceso a la prisión ya había delatado su presencia. Anduvo un par de pasos por el suelo de cemento, mientras su mirada se fijaba en cada centímetro de aquella celda. Desde luego nada tenia que ver con las casas de ahí arriba. Ni siquiera con los sótanos de otras de las casas… Aquel lugar era gris y algo más frio de lo que uno puede esperar del verano en Virginia. Una enorme reja de hierro forjado atravesaba la estancia de una punta a otra, dejando un pasillo para los visitantes. Y dentro de la celda, sentado en un camastro de dudosa y precaria estabilidad, un hombre trataba de limpiar la sangre de una herida en su ceja. No queria hacer aquello como si estuviese en presencia de Hannibal Lecter. Era una persona herida y era su deber atenderlo. Por lo que, sin titubear, metió la llave en la cerradura y entró en la celda, metiéndose la llave en el bolsillo trasero del pantalón. -Hola -saludó ella con una sonrisa, la misma que le ponía a todos sus pacientes de ahí arriba- Me llamo Becca. Siddiq tiene varios casos de gripe asi que… estás de suerte… Soy tu médico -le dijo sin perder esa sonrisa encantadora mientras se acuclillaba delante del herido dejando a un lado su bolsa- Déjame ver…- le dijo apartando el trapo sucio con el que él se limpiaba la sangre del la ceja- Vaya… Te han hecho un buen destrozo, ¿eh? ¿Te parece si te echo un vistazo? Siddiq cree que puedes tener una costilla fracturada -de otro modo no le habría pedido que bajase vendas de compresión- Tienes que quitarte la…- carraspeó- La camisa… ¿Necesitas ayuda? #Personajes3D #3D #Comunidad3D #NuevoStarter #TheWalkingDead
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  • —¿Quien eres?
    Soy sangre antigua y voluntad eterna… heredero del linaje Ishtar.

    —¿De dónde proviene tu poder?
    De un nombre que no se pronuncia en vano: Ishtar.

    —¿Por qué no temes a la oscuridad?
    Porque no la enfrentó… la llevo en la sangre. Soy Ishtar.

    —¿Qué te hace diferente a los demás?
    Ellos nacieron para seguir. Yo nací del linaje Ishtar para gobernar.

    —¿Qué ocurre cuando un Ishtar entra en batalla?
    El destino cambia y los dioses observan en silencio.

    El linaje Ishtar no nace… despierta. En su sangre habita el poder de dioses y demonios eternos.”

    —¿Quien eres? Soy sangre antigua y voluntad eterna… heredero del linaje Ishtar. —¿De dónde proviene tu poder? De un nombre que no se pronuncia en vano: Ishtar. —¿Por qué no temes a la oscuridad? Porque no la enfrentó… la llevo en la sangre. Soy Ishtar. —¿Qué te hace diferente a los demás? Ellos nacieron para seguir. Yo nací del linaje Ishtar para gobernar. —¿Qué ocurre cuando un Ishtar entra en batalla? El destino cambia y los dioses observan en silencio. El linaje Ishtar no nace… despierta. En su sangre habita el poder de dioses y demonios eternos.”
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  • Me pregunto... ¿Que es lo que me deparará el destino?. ¿Que sorpresas me traerá?.
    Me pregunto... ¿Que es lo que me deparará el destino?. ¿Que sorpresas me traerá?.
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  • Algunas cosas no deberían ser posibles, no deberían efectuarse bajo la palabra destino.

    Pero otras son inevitables, catástrofes que pueden llevarte a lo más alto de pináculo glorioso... dejándote caer sin alas contra el frío suelo.
    Algunas cosas no deberían ser posibles, no deberían efectuarse bajo la palabra destino. Pero otras son inevitables, catástrofes que pueden llevarte a lo más alto de pináculo glorioso... dejándote caer sin alas contra el frío suelo.
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  • ~Escena con Daozhang Xiao Xingchen ~

    "¿Alguien tiene un DeLorean?"

    Abrió los ojos lentamente solo para percatarse de que no reconocía dónde estaba. ¿Qué era todo eso? ¿Qué había pasado? Lo último que recordaba era meterse en su cama a dormir y entonces... ¿Qué hacía en mitad de un bosque? Y... ¿Por qué llevaba aquellas ropas? ¿Un yukata? No estaba entendiendo nada.
    Se incorporó, pues estaba tumbado sobre un lecho de flores. Se puso en pie y miró a su alrededor. No reconocí aquel lugar. ¿Cuándo llegó allí y por qué llevaba aquellas ropas que no eran suyas?

    Demasiados sinsentidos.

    Necesitaba regresar a casa, pero... ¿Por dónde debía ir?
    Caminaría sin más, dejándose llevar por su habitual buena orientación, pensó que así lograría regresar. Pero lo cierto era que no. Sus pasos le llevaron hasta lo que parecía una ¿aldea? ¿A caso se había colado en el set de rodaje de una película ambientada en la época Edo? Pero todo parecía tan realista, incluso había gente que juraría vivían allí. Pero eso no era posible, ¿no?

    Para su sorpresa y desgracia sí, era posible. La gente hablaba un dialecto japonés que le costaba un poco entender en ocasiones, a demás de que le observaban con una mezcla de admiración y temor. ¿Era debido a su apariencia? Desde luego llamaba la atención. Pasó varios días y noches tratando de descubrir qué había pasado, solo para tener que admitir la cruda realidad... Había viajado en el tiempo. ¿Cómo? No tenía ni idea, pero así era. ¿Qué iba a ser de él? ¿Cómo iba a sobrevivir allí? Es más, la caza de lobos parecía a la orden del día, se sentía como un mal chiste.

    El tiempo siguió pasando, sobreviviendo de cazar algún animal en el bosque, de esconderse en cuevas, conseguir dinero que robaba a borrachos para así poder comprar algunas cosas o costearse unas copas en lugares de mala muerte. Alguna vez trataron de capturarlo para venderlo en el barrio rojo, otras le intentaban caza acusándolo de ser un yokai, etc. La vida no era para nada sencilla.
    De alguna u otra forma, necesitó huir de allí desesperadamente pues, por lo visto, algunos aldeanos se enteraron de su verdadera naturaleza y los problemas no hicieron más que aumentar. Sin comerlo ni beberlo acabó en un barco que zarpaba a vete a saber dónde. ¿Es que no podía vivir tranquilo?

    Se mantuvo escondido en las bodegas como pudo, un polizón, cosa que no fue tarea fácil.

    Finalmente llegaron a tierra, el destino de la mercancía entre otros asuntos turbios que parecían tener entre manos los tripulantes.
    ¿Dónde estaba ene se momento? Ya no tenía ni idea y llegados ese punto, tampoco creyó que importase demasiado. Logró salir del navío sin ser descubierto y cuando al fin pudo vagar por las calles no tardó mucho en reconocer un poco del dialecto, así como arquitectura.
    China.

    Genial, ¿qué se supone que iba a hacer él por su cuenta en China? Y más aún en aquella época. Listo, estaba jodido. Muy jodido. Solo le quedaba asumirlo.
    Buscó lugares que tuvieran frondosos bosques cercanos, lugares donde pudiera usar su apariencia de lobo con tranquilidad, así como, de vez en cuando y si era necesario, cazar algún pequeño animal para alimentarse. Nunca mataba más de la cuenta, no le traía placer alguno la caza en sí, pero no tenía más opciones para conseguir alimento sustancioso dada la situación.
    En ocasiones bajaba a los pueblos, intentando memorizar cada lugar, moverse ágil por las calles, quizá conseguir un poco de dinero y con este, alcohol para embriagarse. Con el paso del tiempo también lograba aprender un poco más del idioma, aunque lo hablaba peor que un niño pequeño pero se hacía entender.

    A pesar de seguir atrapado en lo que creía una broma de mal gusto o una maldición sin sentido, las cosas no iban del todo mal. Estaba preocupado por su madre, sí, así como muchos otros asuntos sin resolver... Pero sobrevivía bastante bien.

    Al menos hasta que un suceso extraño azotó los pueblos y los bosques. Algo que, sin duda y dada su mala suerte habitual, le salpicaría...
    ~Escena con [Daozhang_XiaoXingchen] ~ "¿Alguien tiene un DeLorean?" Abrió los ojos lentamente solo para percatarse de que no reconocía dónde estaba. ¿Qué era todo eso? ¿Qué había pasado? Lo último que recordaba era meterse en su cama a dormir y entonces... ¿Qué hacía en mitad de un bosque? Y... ¿Por qué llevaba aquellas ropas? ¿Un yukata? No estaba entendiendo nada. Se incorporó, pues estaba tumbado sobre un lecho de flores. Se puso en pie y miró a su alrededor. No reconocí aquel lugar. ¿Cuándo llegó allí y por qué llevaba aquellas ropas que no eran suyas? Demasiados sinsentidos. Necesitaba regresar a casa, pero... ¿Por dónde debía ir? Caminaría sin más, dejándose llevar por su habitual buena orientación, pensó que así lograría regresar. Pero lo cierto era que no. Sus pasos le llevaron hasta lo que parecía una ¿aldea? ¿A caso se había colado en el set de rodaje de una película ambientada en la época Edo? Pero todo parecía tan realista, incluso había gente que juraría vivían allí. Pero eso no era posible, ¿no? Para su sorpresa y desgracia sí, era posible. La gente hablaba un dialecto japonés que le costaba un poco entender en ocasiones, a demás de que le observaban con una mezcla de admiración y temor. ¿Era debido a su apariencia? Desde luego llamaba la atención. Pasó varios días y noches tratando de descubrir qué había pasado, solo para tener que admitir la cruda realidad... Había viajado en el tiempo. ¿Cómo? No tenía ni idea, pero así era. ¿Qué iba a ser de él? ¿Cómo iba a sobrevivir allí? Es más, la caza de lobos parecía a la orden del día, se sentía como un mal chiste. El tiempo siguió pasando, sobreviviendo de cazar algún animal en el bosque, de esconderse en cuevas, conseguir dinero que robaba a borrachos para así poder comprar algunas cosas o costearse unas copas en lugares de mala muerte. Alguna vez trataron de capturarlo para venderlo en el barrio rojo, otras le intentaban caza acusándolo de ser un yokai, etc. La vida no era para nada sencilla. De alguna u otra forma, necesitó huir de allí desesperadamente pues, por lo visto, algunos aldeanos se enteraron de su verdadera naturaleza y los problemas no hicieron más que aumentar. Sin comerlo ni beberlo acabó en un barco que zarpaba a vete a saber dónde. ¿Es que no podía vivir tranquilo? Se mantuvo escondido en las bodegas como pudo, un polizón, cosa que no fue tarea fácil. Finalmente llegaron a tierra, el destino de la mercancía entre otros asuntos turbios que parecían tener entre manos los tripulantes. ¿Dónde estaba ene se momento? Ya no tenía ni idea y llegados ese punto, tampoco creyó que importase demasiado. Logró salir del navío sin ser descubierto y cuando al fin pudo vagar por las calles no tardó mucho en reconocer un poco del dialecto, así como arquitectura. China. Genial, ¿qué se supone que iba a hacer él por su cuenta en China? Y más aún en aquella época. Listo, estaba jodido. Muy jodido. Solo le quedaba asumirlo. Buscó lugares que tuvieran frondosos bosques cercanos, lugares donde pudiera usar su apariencia de lobo con tranquilidad, así como, de vez en cuando y si era necesario, cazar algún pequeño animal para alimentarse. Nunca mataba más de la cuenta, no le traía placer alguno la caza en sí, pero no tenía más opciones para conseguir alimento sustancioso dada la situación. En ocasiones bajaba a los pueblos, intentando memorizar cada lugar, moverse ágil por las calles, quizá conseguir un poco de dinero y con este, alcohol para embriagarse. Con el paso del tiempo también lograba aprender un poco más del idioma, aunque lo hablaba peor que un niño pequeño pero se hacía entender. A pesar de seguir atrapado en lo que creía una broma de mal gusto o una maldición sin sentido, las cosas no iban del todo mal. Estaba preocupado por su madre, sí, así como muchos otros asuntos sin resolver... Pero sobrevivía bastante bien. Al menos hasta que un suceso extraño azotó los pueblos y los bosques. Algo que, sin duda y dada su mala suerte habitual, le salpicaría...
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    El impacto no debería haber dolido.
    No a mí.
    No a lo que soy.

    Pero el dolor llegó igual: un latigazo cálido, humano, visceral.

    Y sonreí.

    Me incorporé despacio, dejando que el polvo se deslizara por mi piel nueva. Era extraña… demasiado blanda. Viva. Vulnerable. Inestable. Pero mía. Un experimento aún sin pulir.

    El sol me rozó y un temblor recorrió mi espalda.
    Calor…
    Una sensación que solo había observado desde dentro de Lili, nunca desde mis propios nervios.

    El viento me levantó el cabello.
    El olor húmedo de la tierra me invadió.
    Los colores estaban demasiado vivos… demasiado sinceros.

    Perfecto.

    Mi memoria era una maraña: ecos de Lili, ecos del Caos, ecos de mí misma. Pero al girar la cabeza y verlas ahí —como si hubieran estado esperándome desde antes del tiempo— una claridad incómoda me atravesó.

    Tsukumo Sana, con su sonrisa que nunca dice todo.
    Aikaterine, con esa serenidad que huele a destino.

    Ambas me observan sin sorpresa.
    Eso es lo peor de todo.

    Di un paso al frente, estirando el cuerpo como una serpiente que prueba un suelo nuevo, y pregunté:

    Veythra:
    —¿Cuánto tiempo tengo?

    Aikaterine solo entornó los ojos, como si midiera líneas temporales que yo aún no podía ver.
    —Será mejor que te pongas en marcha. No te conviene quedarte quieta… en este estado.

    Tsukumo Sana ladeó la cabeza con dulzura traviesa.
    —¿Y ya sabes cómo lo vas a hacer, Veythra? Lo de… hmm… no romper otra vez el espacio-tiempo. Y lo de mantener tu cuerpecito, claro.

    Mi cuerpo palpitó un segundo, como si fuera a desmoronarse. Lo sostuve con voluntad pura.

    No necesitaba más explicaciones.
    No necesitaba más advertencias.

    En mi mente, solo un nombre ardía con fuerza: Ishtar.

    Ese apellido…
    esa línea de sangre…
    la llave a mi estabilidad.

    Veythra:
    —Sí.

    No esperé aprobación.
    No pedí permiso.

    Me puse a andar, cada paso afirmando mi derecho a existir, aunque el mundo temblara por ello.

    Detrás de mí, escuché a Sana reír muy bajito.
    Aikaterine suspiró como quien acepta un desastre inevitable.

    Y la aventura de Veythra, separada al fin de Lili, había comenzado.
    El impacto no debería haber dolido. No a mí. No a lo que soy. Pero el dolor llegó igual: un latigazo cálido, humano, visceral. Y sonreí. Me incorporé despacio, dejando que el polvo se deslizara por mi piel nueva. Era extraña… demasiado blanda. Viva. Vulnerable. Inestable. Pero mía. Un experimento aún sin pulir. El sol me rozó y un temblor recorrió mi espalda. Calor… Una sensación que solo había observado desde dentro de Lili, nunca desde mis propios nervios. El viento me levantó el cabello. El olor húmedo de la tierra me invadió. Los colores estaban demasiado vivos… demasiado sinceros. Perfecto. Mi memoria era una maraña: ecos de Lili, ecos del Caos, ecos de mí misma. Pero al girar la cabeza y verlas ahí —como si hubieran estado esperándome desde antes del tiempo— una claridad incómoda me atravesó. Tsukumo Sana, con su sonrisa que nunca dice todo. Aikaterine, con esa serenidad que huele a destino. Ambas me observan sin sorpresa. Eso es lo peor de todo. Di un paso al frente, estirando el cuerpo como una serpiente que prueba un suelo nuevo, y pregunté: Veythra: —¿Cuánto tiempo tengo? Aikaterine solo entornó los ojos, como si midiera líneas temporales que yo aún no podía ver. —Será mejor que te pongas en marcha. No te conviene quedarte quieta… en este estado. Tsukumo Sana ladeó la cabeza con dulzura traviesa. —¿Y ya sabes cómo lo vas a hacer, Veythra? Lo de… hmm… no romper otra vez el espacio-tiempo. Y lo de mantener tu cuerpecito, claro. Mi cuerpo palpitó un segundo, como si fuera a desmoronarse. Lo sostuve con voluntad pura. No necesitaba más explicaciones. No necesitaba más advertencias. En mi mente, solo un nombre ardía con fuerza: Ishtar. Ese apellido… esa línea de sangre… la llave a mi estabilidad. Veythra: —Sí. No esperé aprobación. No pedí permiso. Me puse a andar, cada paso afirmando mi derecho a existir, aunque el mundo temblara por ello. Detrás de mí, escuché a Sana reír muy bajito. Aikaterine suspiró como quien acepta un desastre inevitable. Y la aventura de Veythra, separada al fin de Lili, había comenzado.
    El impacto no debería haber dolido.
    No a mí.
    No a lo que soy.

    Pero el dolor llegó igual: un latigazo cálido, humano, visceral.

    Y sonreí.

    Me incorporé despacio, dejando que el polvo se deslizara por mi piel nueva. Era extraña… demasiado blanda. Viva. Vulnerable. Inestable. Pero mía. Un experimento aún sin pulir.

    El sol me rozó y un temblor recorrió mi espalda.
    Calor…
    Una sensación que solo había observado desde dentro de Lili, nunca desde mis propios nervios.

    El viento me levantó el cabello.
    El olor húmedo de la tierra me invadió.
    Los colores estaban demasiado vivos… demasiado sinceros.

    Perfecto.

    Mi memoria era una maraña: ecos de Lili, ecos del Caos, ecos de mí misma. Pero al girar la cabeza y verlas ahí —como si hubieran estado esperándome desde antes del tiempo— una claridad incómoda me atravesó.

    Tsukumo Sana, con su sonrisa que nunca dice todo.
    Aikaterine, con esa serenidad que huele a destino.

    Ambas me observan sin sorpresa.
    Eso es lo peor de todo.

    Di un paso al frente, estirando el cuerpo como una serpiente que prueba un suelo nuevo, y pregunté:

    Veythra:
    —¿Cuánto tiempo tengo?

    Aikaterine solo entornó los ojos, como si midiera líneas temporales que yo aún no podía ver.
    —Será mejor que te pongas en marcha. No te conviene quedarte quieta… en este estado.

    Tsukumo Sana ladeó la cabeza con dulzura traviesa.
    —¿Y ya sabes cómo lo vas a hacer, Veythra? Lo de… hmm… no romper otra vez el espacio-tiempo. Y lo de mantener tu cuerpecito, claro.

    Mi cuerpo palpitó un segundo, como si fuera a desmoronarse. Lo sostuve con voluntad pura.

    No necesitaba más explicaciones.
    No necesitaba más advertencias.

    En mi mente, solo un nombre ardía con fuerza: Ishtar.

    Ese apellido…
    esa línea de sangre…
    la llave a mi estabilidad.

    Veythra:
    —Sí.

    No esperé aprobación.
    No pedí permiso.

    Me puse a andar, cada paso afirmando mi derecho a existir, aunque el mundo temblara por ello.

    Detrás de mí, escuché a Sana reír muy bajito.
    Aikaterine suspiró como quien acepta un desastre inevitable.

    Y la aventura de Veythra, separada al fin de Lili, había comenzado.
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    El impacto no debería haber dolido.
    No a mí.
    No a lo que soy.

    Pero el dolor llegó igual: un latigazo cálido, humano, visceral.

    Y sonreí.

    Me incorporé despacio, dejando que el polvo se deslizara por mi piel nueva. Era extraña… demasiado blanda. Viva. Vulnerable. Inestable. Pero mía. Un experimento aún sin pulir.

    El sol me rozó y un temblor recorrió mi espalda.
    Calor…
    Una sensación que solo había observado desde dentro de Lili, nunca desde mis propios nervios.

    El viento me levantó el cabello.
    El olor húmedo de la tierra me invadió.
    Los colores estaban demasiado vivos… demasiado sinceros.

    Perfecto.

    Mi memoria era una maraña: ecos de Lili, ecos del Caos, ecos de mí misma. Pero al girar la cabeza y verlas ahí —como si hubieran estado esperándome desde antes del tiempo— una claridad incómoda me atravesó.

    Tsukumo Sana, con su sonrisa que nunca dice todo.
    Aikaterine, con esa serenidad que huele a destino.

    Ambas me observan sin sorpresa.
    Eso es lo peor de todo.

    Di un paso al frente, estirando el cuerpo como una serpiente que prueba un suelo nuevo, y pregunté:

    Veythra:
    —¿Cuánto tiempo tengo?

    Aikaterine solo entornó los ojos, como si midiera líneas temporales que yo aún no podía ver.
    —Será mejor que te pongas en marcha. No te conviene quedarte quieta… en este estado.

    Tsukumo Sana ladeó la cabeza con dulzura traviesa.
    —¿Y ya sabes cómo lo vas a hacer, Veythra? Lo de… hmm… no romper otra vez el espacio-tiempo. Y lo de mantener tu cuerpecito, claro.

    Mi cuerpo palpitó un segundo, como si fuera a desmoronarse. Lo sostuve con voluntad pura.

    No necesitaba más explicaciones.
    No necesitaba más advertencias.

    En mi mente, solo un nombre ardía con fuerza: Ishtar.

    Ese apellido…
    esa línea de sangre…
    la llave a mi estabilidad.

    Veythra:
    —Sí.

    No esperé aprobación.
    No pedí permiso.

    Me puse a andar, cada paso afirmando mi derecho a existir, aunque el mundo temblara por ello.

    Detrás de mí, escuché a Sana reír muy bajito.
    Aikaterine suspiró como quien acepta un desastre inevitable.

    Y la aventura de Veythra, separada al fin de Lili, había comenzado.
    El impacto no debería haber dolido. No a mí. No a lo que soy. Pero el dolor llegó igual: un latigazo cálido, humano, visceral. Y sonreí. Me incorporé despacio, dejando que el polvo se deslizara por mi piel nueva. Era extraña… demasiado blanda. Viva. Vulnerable. Inestable. Pero mía. Un experimento aún sin pulir. El sol me rozó y un temblor recorrió mi espalda. Calor… Una sensación que solo había observado desde dentro de Lili, nunca desde mis propios nervios. El viento me levantó el cabello. El olor húmedo de la tierra me invadió. Los colores estaban demasiado vivos… demasiado sinceros. Perfecto. Mi memoria era una maraña: ecos de Lili, ecos del Caos, ecos de mí misma. Pero al girar la cabeza y verlas ahí —como si hubieran estado esperándome desde antes del tiempo— una claridad incómoda me atravesó. Tsukumo Sana, con su sonrisa que nunca dice todo. Aikaterine, con esa serenidad que huele a destino. Ambas me observan sin sorpresa. Eso es lo peor de todo. Di un paso al frente, estirando el cuerpo como una serpiente que prueba un suelo nuevo, y pregunté: Veythra: —¿Cuánto tiempo tengo? Aikaterine solo entornó los ojos, como si midiera líneas temporales que yo aún no podía ver. —Será mejor que te pongas en marcha. No te conviene quedarte quieta… en este estado. Tsukumo Sana ladeó la cabeza con dulzura traviesa. —¿Y ya sabes cómo lo vas a hacer, Veythra? Lo de… hmm… no romper otra vez el espacio-tiempo. Y lo de mantener tu cuerpecito, claro. Mi cuerpo palpitó un segundo, como si fuera a desmoronarse. Lo sostuve con voluntad pura. No necesitaba más explicaciones. No necesitaba más advertencias. En mi mente, solo un nombre ardía con fuerza: Ishtar. Ese apellido… esa línea de sangre… la llave a mi estabilidad. Veythra: —Sí. No esperé aprobación. No pedí permiso. Me puse a andar, cada paso afirmando mi derecho a existir, aunque el mundo temblara por ello. Detrás de mí, escuché a Sana reír muy bajito. Aikaterine suspiró como quien acepta un desastre inevitable. Y la aventura de Veythra, separada al fin de Lili, había comenzado.
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    No puedo mantener la compostura.
    Cuando por fin la veo, cuando su figura rompe la línea del horizonte y su energía lunar me alcanza… me rompo.
    Corro hacia ella y la abrazo como si el cuerpo me ardiera por dentro. Lloro contra su pecho.

    Jennifer no dice ninguna de sus frases afiladas ni de sus bromas del caos.
    No.
    Ella me abraza más fuerte, me acuna contra su collar de reina y… le cae una lágrima.

    Jennifer: “Shhh… ya está, pequeña. Respira conmigo… Respira como mamá.”

    La palabra mamá no nace de su boca: nace de su alma. Es instintiva, primigenia, como si su propia sangre reconociera algo que su mente aún no ha alcanzado.
    Y lo entiende.
    Sin que yo tenga que explicarlo.
    Sin que exista ninguna duda entre nosotras.

    Se da cuenta de que yo no pertenezco a este tiempo.
    De que soy su hija.

    Jennifer: “Esto significa…” —su voz tiembla, pero no de miedo— “…que finalmente voy a encontrar a esa persona que tanto tiempo llevo buscando. Y voy a tener una preciosa hija con ella.”

    Su abrazo se vuelve eterno.
    Mi pecho se abre.
    Y en ese momento lo siento: un poder antiguo despierta dentro de mí, como si el eclipse hubiera estado esperándome desde antes de nacer.

    Cierro los ojos.

    Y allí está la mirada del Caos, afilada, danzante, clavándose en mí desde las sombras.
    Hakos Baelz.
    Observándome.
    Sonriendo con esa chispa de destino inevitable.

    En esa oscuridad también veo a mi madre, a mis hermanas, a Akane… y todas y cada una de las transformaciones del linaje Queen. Sus ecos, sus pieles, sus luces y abismos.
    Y por primera vez, entre ellas, la mía.

    Una figura elegante.
    Piel totalmente roja, como el corazón de un eclipse en llamas.
    Una sombra viva y un sol sangrante al mismo tiempo.

    Abro los ojos.

    Y mi piel es roja como el fuego.
    Un poder nuevo ruge dentro de mí, como un idioma que siempre estuvo ahí pero que hasta ahora no había podido pronunciar.

    Lili: “Necesito encontrar a Veythra.”

    Arc aparece sin hacer ruido, como si siempre hubiera estado presente.

    Arc: “No la encontrarás aquí.”
    Da un paso hacia atrás, su forma comienza a difuminarse bajo la luz moribunda del eclipse.
    “Tu tiempo aquí… ha terminado.”
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 No puedo mantener la compostura. Cuando por fin la veo, cuando su figura rompe la línea del horizonte y su energía lunar me alcanza… me rompo. Corro hacia ella y la abrazo como si el cuerpo me ardiera por dentro. Lloro contra su pecho. Jennifer no dice ninguna de sus frases afiladas ni de sus bromas del caos. No. Ella me abraza más fuerte, me acuna contra su collar de reina y… le cae una lágrima. Jennifer: “Shhh… ya está, pequeña. Respira conmigo… Respira como mamá.” La palabra mamá no nace de su boca: nace de su alma. Es instintiva, primigenia, como si su propia sangre reconociera algo que su mente aún no ha alcanzado. Y lo entiende. Sin que yo tenga que explicarlo. Sin que exista ninguna duda entre nosotras. Se da cuenta de que yo no pertenezco a este tiempo. De que soy su hija. Jennifer: “Esto significa…” —su voz tiembla, pero no de miedo— “…que finalmente voy a encontrar a esa persona que tanto tiempo llevo buscando. Y voy a tener una preciosa hija con ella.” Su abrazo se vuelve eterno. Mi pecho se abre. Y en ese momento lo siento: un poder antiguo despierta dentro de mí, como si el eclipse hubiera estado esperándome desde antes de nacer. Cierro los ojos. Y allí está la mirada del Caos, afilada, danzante, clavándose en mí desde las sombras. Hakos Baelz. Observándome. Sonriendo con esa chispa de destino inevitable. En esa oscuridad también veo a mi madre, a mis hermanas, a Akane… y todas y cada una de las transformaciones del linaje Queen. Sus ecos, sus pieles, sus luces y abismos. Y por primera vez, entre ellas, la mía. Una figura elegante. Piel totalmente roja, como el corazón de un eclipse en llamas. Una sombra viva y un sol sangrante al mismo tiempo. Abro los ojos. Y mi piel es roja como el fuego. Un poder nuevo ruge dentro de mí, como un idioma que siempre estuvo ahí pero que hasta ahora no había podido pronunciar. Lili: “Necesito encontrar a Veythra.” Arc aparece sin hacer ruido, como si siempre hubiera estado presente. Arc: “No la encontrarás aquí.” Da un paso hacia atrás, su forma comienza a difuminarse bajo la luz moribunda del eclipse. “Tu tiempo aquí… ha terminado.”
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    No puedo mantener la compostura.
    Cuando por fin la veo, cuando su figura rompe la línea del horizonte y su energía lunar me alcanza… me rompo.
    Corro hacia ella y la abrazo como si el cuerpo me ardiera por dentro. Lloro contra su pecho.

    Jennifer no dice ninguna de sus frases afiladas ni de sus bromas del caos.
    No.
    Ella me abraza más fuerte, me acuna contra su collar de reina y… le cae una lágrima.

    Jennifer: “Shhh… ya está, pequeña. Respira conmigo… Respira como mamá.”

    La palabra mamá no nace de su boca: nace de su alma. Es instintiva, primigenia, como si su propia sangre reconociera algo que su mente aún no ha alcanzado.
    Y lo entiende.
    Sin que yo tenga que explicarlo.
    Sin que exista ninguna duda entre nosotras.

    Se da cuenta de que yo no pertenezco a este tiempo.
    De que soy su hija.

    Jennifer: “Esto significa…” —su voz tiembla, pero no de miedo— “…que finalmente voy a encontrar a esa persona que tanto tiempo llevo buscando. Y voy a tener una preciosa hija con ella.”

    Su abrazo se vuelve eterno.
    Mi pecho se abre.
    Y en ese momento lo siento: un poder antiguo despierta dentro de mí, como si el eclipse hubiera estado esperándome desde antes de nacer.

    Cierro los ojos.

    Y allí está la mirada del Caos, afilada, danzante, clavándose en mí desde las sombras.
    Hakos Baelz.
    Observándome.
    Sonriendo con esa chispa de destino inevitable.

    En esa oscuridad también veo a mi madre, a mis hermanas, a Akane… y todas y cada una de las transformaciones del linaje Queen. Sus ecos, sus pieles, sus luces y abismos.
    Y por primera vez, entre ellas, la mía.

    Una figura elegante.
    Piel totalmente roja, como el corazón de un eclipse en llamas.
    Una sombra viva y un sol sangrante al mismo tiempo.

    Abro los ojos.

    Y mi piel es roja como el fuego.
    Un poder nuevo ruge dentro de mí, como un idioma que siempre estuvo ahí pero que hasta ahora no había podido pronunciar.

    Lili: “Necesito encontrar a Veythra.”

    Arc aparece sin hacer ruido, como si siempre hubiera estado presente.

    Arc: “No la encontrarás aquí.”
    Da un paso hacia atrás, su forma comienza a difuminarse bajo la luz moribunda del eclipse.
    “Tu tiempo aquí… ha terminado.”
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    Cuando por fin la veo, cuando su figura rompe la línea del horizonte y su energía lunar me alcanza… me rompo.
    Corro hacia ella y la abrazo como si el cuerpo me ardiera por dentro. Lloro contra su pecho.

    Jennifer no dice ninguna de sus frases afiladas ni de sus bromas del caos.
    No.
    Ella me abraza más fuerte, me acuna contra su collar de reina y… le cae una lágrima.

    Jennifer: “Shhh… ya está, pequeña. Respira conmigo… Respira como mamá.”

    La palabra mamá no nace de su boca: nace de su alma. Es instintiva, primigenia, como si su propia sangre reconociera algo que su mente aún no ha alcanzado.
    Y lo entiende.
    Sin que yo tenga que explicarlo.
    Sin que exista ninguna duda entre nosotras.

    Se da cuenta de que yo no pertenezco a este tiempo.
    De que soy su hija.

    Jennifer: “Esto significa…” —su voz tiembla, pero no de miedo— “…que finalmente voy a encontrar a esa persona que tanto tiempo llevo buscando. Y voy a tener una preciosa hija con ella.”

    Su abrazo se vuelve eterno.
    Mi pecho se abre.
    Y en ese momento lo siento: un poder antiguo despierta dentro de mí, como si el eclipse hubiera estado esperándome desde antes de nacer.

    Cierro los ojos.

    Y allí está la mirada del Caos, afilada, danzante, clavándose en mí desde las sombras.
    Hakos Baelz.
    Observándome.
    Sonriendo con esa chispa de destino inevitable.

    En esa oscuridad también veo a mi madre, a mis hermanas, a Akane… y todas y cada una de las transformaciones del linaje Queen. Sus ecos, sus pieles, sus luces y abismos.
    Y por primera vez, entre ellas, la mía.

    Una figura elegante.
    Piel totalmente roja, como el corazón de un eclipse en llamas.
    Una sombra viva y un sol sangrante al mismo tiempo.

    Abro los ojos.

    Y mi piel es roja como el fuego.
    Un poder nuevo ruge dentro de mí, como un idioma que siempre estuvo ahí pero que hasta ahora no había podido pronunciar.

    Lili: “Necesito encontrar a Veythra.”

    Arc aparece sin hacer ruido, como si siempre hubiera estado presente.

    Arc: “No la encontrarás aquí.”
    Da un paso hacia atrás, su forma comienza a difuminarse bajo la luz moribunda del eclipse.
    “Tu tiempo aquí… ha terminado.”
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    Buenos días llevo unos días pensando mucho en el destino de esta cuenta, ya he tomado una decisión.
    Hannah Spellman desaparecerá y en su lugar traeré a un personaje femenino que ya había creado antes y quiero volver a traerla.
    Probablemente esta tarde o la largo de la semana realizaré todos los cambios.

    #A
    Buenos días llevo unos días pensando mucho en el destino de esta cuenta, ya he tomado una decisión. Hannah Spellman desaparecerá y en su lugar traeré a un personaje femenino que ya había creado antes y quiero volver a traerla. Probablemente esta tarde o la largo de la semana realizaré todos los cambios. #A
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