Sangre de la traición
La piedra estaba fría. Más que eso. Era la clase de frío que se metía bajo la piel, que no se sacudía ni con llamas. Lyra tenía las rodillas pegada al suelo húmedo del calabozo, el cabello desordenado pegado a su rostro, y un hilo de sangre secándosele en el labio.
Sus muñecas estaban sujetas por cadenas brillantes, pero no solo eso, sino que estaban reforzadas con símbolos grabados que no eran solo decorativos... eran sellos del Clan, usados para reprimir la energía de sangre, para quebrar la voluntad poco a poco. Era irónico. Siempre le dijeron que el poder del clan debía protegerse. Que el linaje era sagrado. Pero su tío lo había tergiversado todo.
Él no quería proteger el legado… quería ser el único portador de él.
Y para eso, ella debía morir.
Lo peor no era el encierro. Ni siquiera el dolor. Era su rostro, el de quien creyó su amigo, aún grabado en su mente cuando la traición se selló con una daga en su costado. Una sonrisa forzada. Una excusa vacía.
"Perdóname, Lyra… No tuve opción".
—Mentiroso… —susurró ella, apenas audible, escupiendo al suelo.
En lo alto, desde una celosía de piedra, se filtraba la luz de la luna llena. Las horas pasaban lentas, insoportables. Sabía lo que venía. El ritual no era rápido. No se conformarían con matarla. Tenían que hacerla parte del mito, convertir su sangre en el catalizador del ascenso de su tío al dominio total del clan. El "Último Vínculo", lo llamaban. Ella era ese vínculo.
Pasos.
Uno. Luego dos.
Luego silencio.
Algo o alguien se había detenido justo detrás de la reja de su celda. No se oía respiración. No se oía llave.
—¿Vienes a mirar lo que queda de mí? —dijo Lyra, levantando la cabeza con esfuerzo. Sus ojos, aún brillantes, aún desafiantes, se encontraron con la oscuridad más allá de los barrotes.
Silencio.
Entonces, apenas un murmullo. Podía haber sido el viento.
O una voz conocida.
—No todo está decidido aún… - La voz de aquel era pausada y con matices oscuros. Ella no se movió. Solo entrecerró los ojos. Su cuerpo estaba roto, pero no su espíritu.
—Si vienes a redimirme, llegas tarde. Si vienes a matarme, hazlo. Estoy cansada de ceremonias- Susurró, lo mejor era que todo acabe de una vez.
El visitante, si es que era real, seguía allí. Quieto. Casi expectante. Como si esperara una señal. Una oportunidad. Una chispa.
Y Lyra, encadenada, sangrante, pero no rendida, sonrió apenas.
—¿O vienes… a liberar de ese maldito enfermo? -
// Rol libre. Pueden continuarlo por aquí o en privado. No tengo problema.
Sus muñecas estaban sujetas por cadenas brillantes, pero no solo eso, sino que estaban reforzadas con símbolos grabados que no eran solo decorativos... eran sellos del Clan, usados para reprimir la energía de sangre, para quebrar la voluntad poco a poco. Era irónico. Siempre le dijeron que el poder del clan debía protegerse. Que el linaje era sagrado. Pero su tío lo había tergiversado todo.
Él no quería proteger el legado… quería ser el único portador de él.
Y para eso, ella debía morir.
Lo peor no era el encierro. Ni siquiera el dolor. Era su rostro, el de quien creyó su amigo, aún grabado en su mente cuando la traición se selló con una daga en su costado. Una sonrisa forzada. Una excusa vacía.
"Perdóname, Lyra… No tuve opción".
—Mentiroso… —susurró ella, apenas audible, escupiendo al suelo.
En lo alto, desde una celosía de piedra, se filtraba la luz de la luna llena. Las horas pasaban lentas, insoportables. Sabía lo que venía. El ritual no era rápido. No se conformarían con matarla. Tenían que hacerla parte del mito, convertir su sangre en el catalizador del ascenso de su tío al dominio total del clan. El "Último Vínculo", lo llamaban. Ella era ese vínculo.
Pasos.
Uno. Luego dos.
Luego silencio.
Algo o alguien se había detenido justo detrás de la reja de su celda. No se oía respiración. No se oía llave.
—¿Vienes a mirar lo que queda de mí? —dijo Lyra, levantando la cabeza con esfuerzo. Sus ojos, aún brillantes, aún desafiantes, se encontraron con la oscuridad más allá de los barrotes.
Silencio.
Entonces, apenas un murmullo. Podía haber sido el viento.
O una voz conocida.
—No todo está decidido aún… - La voz de aquel era pausada y con matices oscuros. Ella no se movió. Solo entrecerró los ojos. Su cuerpo estaba roto, pero no su espíritu.
—Si vienes a redimirme, llegas tarde. Si vienes a matarme, hazlo. Estoy cansada de ceremonias- Susurró, lo mejor era que todo acabe de una vez.
El visitante, si es que era real, seguía allí. Quieto. Casi expectante. Como si esperara una señal. Una oportunidad. Una chispa.
Y Lyra, encadenada, sangrante, pero no rendida, sonrió apenas.
—¿O vienes… a liberar de ese maldito enfermo? -
// Rol libre. Pueden continuarlo por aquí o en privado. No tengo problema.
La piedra estaba fría. Más que eso. Era la clase de frío que se metía bajo la piel, que no se sacudía ni con llamas. Lyra tenía las rodillas pegada al suelo húmedo del calabozo, el cabello desordenado pegado a su rostro, y un hilo de sangre secándosele en el labio.
Sus muñecas estaban sujetas por cadenas brillantes, pero no solo eso, sino que estaban reforzadas con símbolos grabados que no eran solo decorativos... eran sellos del Clan, usados para reprimir la energía de sangre, para quebrar la voluntad poco a poco. Era irónico. Siempre le dijeron que el poder del clan debía protegerse. Que el linaje era sagrado. Pero su tío lo había tergiversado todo.
Él no quería proteger el legado… quería ser el único portador de él.
Y para eso, ella debía morir.
Lo peor no era el encierro. Ni siquiera el dolor. Era su rostro, el de quien creyó su amigo, aún grabado en su mente cuando la traición se selló con una daga en su costado. Una sonrisa forzada. Una excusa vacía.
"Perdóname, Lyra… No tuve opción".
—Mentiroso… —susurró ella, apenas audible, escupiendo al suelo.
En lo alto, desde una celosía de piedra, se filtraba la luz de la luna llena. Las horas pasaban lentas, insoportables. Sabía lo que venía. El ritual no era rápido. No se conformarían con matarla. Tenían que hacerla parte del mito, convertir su sangre en el catalizador del ascenso de su tío al dominio total del clan. El "Último Vínculo", lo llamaban. Ella era ese vínculo.
Pasos.
Uno. Luego dos.
Luego silencio.
Algo o alguien se había detenido justo detrás de la reja de su celda. No se oía respiración. No se oía llave.
—¿Vienes a mirar lo que queda de mí? —dijo Lyra, levantando la cabeza con esfuerzo. Sus ojos, aún brillantes, aún desafiantes, se encontraron con la oscuridad más allá de los barrotes.
Silencio.
Entonces, apenas un murmullo. Podía haber sido el viento.
O una voz conocida.
—No todo está decidido aún… - La voz de aquel era pausada y con matices oscuros. Ella no se movió. Solo entrecerró los ojos. Su cuerpo estaba roto, pero no su espíritu.
—Si vienes a redimirme, llegas tarde. Si vienes a matarme, hazlo. Estoy cansada de ceremonias- Susurró, lo mejor era que todo acabe de una vez.
El visitante, si es que era real, seguía allí. Quieto. Casi expectante. Como si esperara una señal. Una oportunidad. Una chispa.
Y Lyra, encadenada, sangrante, pero no rendida, sonrió apenas.
—¿O vienes… a liberar de ese maldito enfermo? -
// Rol libre. Pueden continuarlo por aquí o en privado. No tengo problema.
Tipo
Grupal
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