โโโโ ๐๐ข๐ค๐ข๐ต๐ช๐ฐ๐ฏ๐ด! โโโโ ๐๐๐๐ ๐๐๐ก ๐ท๐๐ฆ | ๐ฎ๐๐๐๐๐๐ [๐๐] – #SeductiveSunday
[] ๐ ๐๐๐, ๐ผ๐ก๐๐๐๐ — ๐ถ๐ผ:๐ถ๐ถ ๐ด.๐
Santiago abrió los ojos cuando el reloj del hotel marcó las seis en punto. La habitación aún estaba a oscuras, solo rota por la franja anaranjada que se colaba entre las cortinas del Palazzo Naiadi en Roma. La noche anterior había sido larga y tenido una larga conversación con Niccoló, el presidente de Italia, para advertirle sobre una posible traición y que lo mataría de la peor forma.
Se incorporó despacio. Le dolía un poco la cabeza, mezcla de jet lag residual y el estrés laboral. Se pasó la mano por el pelo revuelto, bostezó y puso los pies descalzos sobre el mármol frío del suelo.
Sin encender más luces que la del baño, dejó caer el bóxer y la camiseta al suelo.
El vapor empezó a llenar el espacio casi de inmediato cuando abrió la ducha. El agua caliente golpeó su nuca y hombros, llevándose el cansancio y el olor leve a tabaco caro que aún llevaba impregnado de la terraza del palacio.
Apoyó las manos en la pared de mármol travertino y dejó que el chorro le cayera directo en la cabeza. Por un momento cerró los ojos y sonrió: estaba de vacaciones y sabía que debía disfrutar sus días allí antes de viajar a Berlín, Alemania.
โโโโ ๐๐ถ๐ฆ ๐ฅí๐ข. . . โโโโ
Cinco minutos después, ya envuelto en el albornoz blanco del hotel, se miró por la ventana. Roma despertaba lenta, con ese luz dorada que solo aparece en noviembre cuando el cielo está despejado.
Se pasó la mano por la barba de un día, decidió que hoy sí se afeitaría, y empezó a tararear bajito una canción de Calamaro mientras buscaba ropa limpia en la maleta.
โโโโ ๐๐ฆ ๐ฑ๐ณ๐ฆ๐จ๐ถ๐ฏ๐ต๐ฐ ๐ค๐ถ๐ข๐ฏ๐ต๐ฐ ๐ฉ๐ข๐ฃ๐ณá๐ฏ ๐ค๐ข๐ฎ๐ฃ๐ช๐ข๐ฅ๐ฐ ๐ญ๐ข๐ด ๐ค๐ข๐ญ๐ญ๐ฆ๐ด ๐ช๐ต๐ข๐ญ๐ช๐ข๐ฏ๐ข๐ด ๐ฅ๐ฆ๐ด๐ฅ๐ฆ ๐ญ๐ข ú๐ญ๐ต๐ช๐ฎ๐ข ๐ท๐ฆ๐ป ๐ฒ๐ถ๐ฆ ๐ท๐ช๐ฏ๐ฆ. ๐๐ข๐ฏ ๐ฑ๐ข๐ด๐ข๐ฅ๐ฐ ๐ท๐ฆ๐ช๐ฏ๐ต๐ฆ ๐ขñ๐ฐ๐ด ๐บ๐ข. โโโโ
El día apenas comenzaba, y las calles italianas lo esperaban otra vez.
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Santiago abrió los ojos cuando el reloj del hotel marcó las seis en punto. La habitación aún estaba a oscuras, solo rota por la franja anaranjada que se colaba entre las cortinas del Palazzo Naiadi en Roma. La noche anterior había sido larga y tenido una larga conversación con Niccoló, el presidente de Italia, para advertirle sobre una posible traición y que lo mataría de la peor forma.
Se incorporó despacio. Le dolía un poco la cabeza, mezcla de jet lag residual y el estrés laboral. Se pasó la mano por el pelo revuelto, bostezó y puso los pies descalzos sobre el mármol frío del suelo.
Sin encender más luces que la del baño, dejó caer el bóxer y la camiseta al suelo.
El vapor empezó a llenar el espacio casi de inmediato cuando abrió la ducha. El agua caliente golpeó su nuca y hombros, llevándose el cansancio y el olor leve a tabaco caro que aún llevaba impregnado de la terraza del palacio.
Apoyó las manos en la pared de mármol travertino y dejó que el chorro le cayera directo en la cabeza. Por un momento cerró los ojos y sonrió: estaba de vacaciones y sabía que debía disfrutar sus días allí antes de viajar a Berlín, Alemania.
โโโโ ๐๐ถ๐ฆ ๐ฅí๐ข. . . โโโโ
Cinco minutos después, ya envuelto en el albornoz blanco del hotel, se miró por la ventana. Roma despertaba lenta, con ese luz dorada que solo aparece en noviembre cuando el cielo está despejado.
Se pasó la mano por la barba de un día, decidió que hoy sí se afeitaría, y empezó a tararear bajito una canción de Calamaro mientras buscaba ropa limpia en la maleta.
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El día apenas comenzaba, y las calles italianas lo esperaban otra vez.
โโโโ ๐๐ข๐ค๐ข๐ต๐ช๐ฐ๐ฏ๐ด! โโโโ ๐๐๐๐ ๐๐๐ก ๐ท๐๐ฆ | ๐ฎ๐๐๐๐๐๐ [๐๐] – #SeductiveSunday
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Santiago abrió los ojos cuando el reloj del hotel marcó las seis en punto. La habitación aún estaba a oscuras, solo rota por la franja anaranjada que se colaba entre las cortinas del Palazzo Naiadi en Roma. La noche anterior había sido larga y tenido una larga conversación con Niccoló, el presidente de Italia, para advertirle sobre una posible traición y que lo mataría de la peor forma.
Se incorporó despacio. Le dolía un poco la cabeza, mezcla de jet lag residual y el estrés laboral. Se pasó la mano por el pelo revuelto, bostezó y puso los pies descalzos sobre el mármol frío del suelo.
Sin encender más luces que la del baño, dejó caer el bóxer y la camiseta al suelo.
El vapor empezó a llenar el espacio casi de inmediato cuando abrió la ducha. El agua caliente golpeó su nuca y hombros, llevándose el cansancio y el olor leve a tabaco caro que aún llevaba impregnado de la terraza del palacio.
Apoyó las manos en la pared de mármol travertino y dejó que el chorro le cayera directo en la cabeza. Por un momento cerró los ojos y sonrió: estaba de vacaciones y sabía que debía disfrutar sus días allí antes de viajar a Berlín, Alemania.
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Cinco minutos después, ya envuelto en el albornoz blanco del hotel, se miró por la ventana. Roma despertaba lenta, con ese luz dorada que solo aparece en noviembre cuando el cielo está despejado.
Se pasó la mano por la barba de un día, decidió que hoy sí se afeitaría, y empezó a tararear bajito una canción de Calamaro mientras buscaba ropa limpia en la maleta.
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El día apenas comenzaba, y las calles italianas lo esperaban otra vez.