• -Una frecuencia distorsionada y cargada de estática inundó las ondas. La transmisión infernal comenzó a escucharse simultáneamente en cada anillo del Infierno y a través de cualquier objeto o reliquia maldita con un sensor de sonido.-

    ¡Saludos, mis oyentes infernales! Veo que su adoración no disminuye. Me conmueve saber que anhelan más episodios de este programa radial, sin olvidar esas cartas con dedicatorias tan... adorables. Solo por ustedes, mis fieles seguidores, voy a inaugurar nuevos horarios. Pero sé que la espera es insoportable; quieren oírme cantar. ¡Así que empecemos!"

    -De mi cuerpo emergieron mis sombras, y una porción de ellas se materializó para ejecutar los instrumentos.
    Con un tono que era a la vez imponente y sarcástico, comencé mi canto. Mi voz narraba mi ascenso y mi éxito actual, celebrando que siempre cumplo mis propósitos. Sonreía con malicia y mofa, sabiendo que el simple hecho de verme tan triunfante les carcome el alma a todos aquellos que desearon verme caer. -

    https://youtu.be/h5JtAaP0HNU?si=iEVrK17mllhcRslS
    -Una frecuencia distorsionada y cargada de estática inundó las ondas. La transmisión infernal comenzó a escucharse simultáneamente en cada anillo del Infierno y a través de cualquier objeto o reliquia maldita con un sensor de sonido.- 🎙️¡Saludos, mis oyentes infernales! Veo que su adoración no disminuye. Me conmueve saber que anhelan más episodios de este programa radial, sin olvidar esas cartas con dedicatorias tan... adorables. Solo por ustedes, mis fieles seguidores, voy a inaugurar nuevos horarios. Pero sé que la espera es insoportable; quieren oírme cantar. ¡Así que empecemos!"🎙️🎶🎶🎶 -De mi cuerpo emergieron mis sombras, y una porción de ellas se materializó para ejecutar los instrumentos. Con un tono que era a la vez imponente y sarcástico, comencé mi canto. Mi voz narraba mi ascenso y mi éxito actual, celebrando que siempre cumplo mis propósitos. Sonreía con malicia y mofa, sabiendo que el simple hecho de verme tan triunfante les carcome el alma a todos aquellos que desearon verme caer. - https://youtu.be/h5JtAaP0HNU?si=iEVrK17mllhcRslS
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  • El mirador se alzaba desde el punto más alto de la colina. A sus pies, el mundo se extendía en una vista increíblemente preciosa: una ciudad agradable y hermosa, rodeada en la distancia por montañas escarpadas cubiertas de bruma, esa que descendía tranquila entre los árboles, silenciosa, espectral. Las luces de la ciudad titilaban como un mar de luceros que parecían un reflejo terrenal de las estrellas plateadas que brillaban en el firmamento. Afro cerró los ojos y sonrió.

    No era una sorpresa que hubiese elegido aquel lugar como residencia tras su exilio del reino de los inmortales. Como todo, no era perfecta, también tenía su cuota de defectos y contras, pero a pesar de ello, entre la rapidez de la vida urbana, el tráfico incesante, era una ciudad en donde se podía vivir cómodamente. No era una sorpresa que allí fuera el lugar en donde comenzó una nueva vida… como una humana más.

    O, al menos, lo más cercano a ello que podía permitirse una deidad mayor.

    El mirador estaba solitario y el único sonido audible era el del viento susurrando entre las hojas de los árboles. Afro apoyó los brazos sobre el barandal, el frio del metal le caló en los huesos, pero no borró esa expresión meditativa en su rostro. Desde hacía unos días algo la mantenía inquieta: tenía sueños extraños que la despertaban a mitad de la noche, cuyos significados no conseguía descifrar. Afro no era una deidad profética; no tenía esa clase de poderes que le permitían adentrarse entre las sombras y vislumbrar el destino en los hilos de las Moiras. Sin embargo, cuando "Él" necesitaba algo de ella, le mostraba esa clase de señales. Y por algún motivo todas la habían guiado hasta ese lugar.

    Quería que la diosa fuese encontrada en ese sitio.

    ────¿Me has estado buscando? —una pregunta suave, como si hablara con el aire. Pero que quizás hubiera alguien quién pudiera responderla.

    Aikaterine Ouro
    El mirador se alzaba desde el punto más alto de la colina. A sus pies, el mundo se extendía en una vista increíblemente preciosa: una ciudad agradable y hermosa, rodeada en la distancia por montañas escarpadas cubiertas de bruma, esa que descendía tranquila entre los árboles, silenciosa, espectral. Las luces de la ciudad titilaban como un mar de luceros que parecían un reflejo terrenal de las estrellas plateadas que brillaban en el firmamento. Afro cerró los ojos y sonrió. No era una sorpresa que hubiese elegido aquel lugar como residencia tras su exilio del reino de los inmortales. Como todo, no era perfecta, también tenía su cuota de defectos y contras, pero a pesar de ello, entre la rapidez de la vida urbana, el tráfico incesante, era una ciudad en donde se podía vivir cómodamente. No era una sorpresa que allí fuera el lugar en donde comenzó una nueva vida… como una humana más. O, al menos, lo más cercano a ello que podía permitirse una deidad mayor. El mirador estaba solitario y el único sonido audible era el del viento susurrando entre las hojas de los árboles. Afro apoyó los brazos sobre el barandal, el frio del metal le caló en los huesos, pero no borró esa expresión meditativa en su rostro. Desde hacía unos días algo la mantenía inquieta: tenía sueños extraños que la despertaban a mitad de la noche, cuyos significados no conseguía descifrar. Afro no era una deidad profética; no tenía esa clase de poderes que le permitían adentrarse entre las sombras y vislumbrar el destino en los hilos de las Moiras. Sin embargo, cuando "Él" necesitaba algo de ella, le mostraba esa clase de señales. Y por algún motivo todas la habían guiado hasta ese lugar. Quería que la diosa fuese encontrada en ese sitio. ────¿Me has estado buscando? —una pregunta suave, como si hablara con el aire. Pero que quizás hubiera alguien quién pudiera responderla. [Mercenary1x]
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  • NUEVA ORLEANS — DOS DÍAS DESPUÉS
    Fandom Resident evil y hazbin hotel
    Categoría Acción
    El aire era espeso, húmedo, cargado de jazz callejero mezclado con conversaciones, carcajadas y algo más oscuro que reptaba entre las sombras como un eco antiguo. Camino por las calles angostas, observando altares improvisados, murales de vudú, collares de cuentas colgando de los balcones.

    Cada paso parecía más… dirigido.
    Como si alguien—o algo—empujara sus talones.

    Lleguo a un barrio viejo, casi abandonado, donde los turistas no entraban. El suelo estaba húmedo por una lluvia que no recordaba haber visto caer. Un farol parpadeaba.

    Y entonces la radio en su bolsillo cobró vida.
    La estática no era normal; tenía ritmo… tenía intención.

    La saco y lo levanto a la altura del casco de una motocicleta abandonada.

    —Bien… ya estoy aquí —dijo, mirando la calle vacía frente a mí—. Nueva Orleans, como pediste.
    Así que dime…
    Se quedo quieto, sintiendo cómo un escalofrío subía por su columna.

    —¿Estoy caliente… o frío?

    ꧁༒☬𝓐𝓛𝓐𝓢𝓣𝓞𝓡 𝓡𝓔𝓓 𝓓𝓔𝓜𝓞𝓝 𝓞𝓥𝓔𝓡𝓛𝓞𝓡𝓓☬༒꧂
    El aire era espeso, húmedo, cargado de jazz callejero mezclado con conversaciones, carcajadas y algo más oscuro que reptaba entre las sombras como un eco antiguo. Camino por las calles angostas, observando altares improvisados, murales de vudú, collares de cuentas colgando de los balcones. Cada paso parecía más… dirigido. Como si alguien—o algo—empujara sus talones. Lleguo a un barrio viejo, casi abandonado, donde los turistas no entraban. El suelo estaba húmedo por una lluvia que no recordaba haber visto caer. Un farol parpadeaba. Y entonces la radio en su bolsillo cobró vida. La estática no era normal; tenía ritmo… tenía intención. La saco y lo levanto a la altura del casco de una motocicleta abandonada. —Bien… ya estoy aquí —dijo, mirando la calle vacía frente a mí—. Nueva Orleans, como pediste. Así que dime… Se quedo quieto, sintiendo cómo un escalofrío subía por su columna. —¿Estoy caliente… o frío? [Alastor_rabbit]
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    Individual
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    La perturbación lunar

    Al despertar, todavía siento el eco del sueño de Selin en mi pecho. No sé si es capricho de la mente o del corazón, pero aunque Akane ha dejado marcas profundas en mi alma…
    …no consigo sacar a Ryu de mis pensamientos.

    La necesito.
    La extraño como si algo dentro de mí reclamara su presencia.

    Así que me dirijo a su apartamento.

    No está en casa.
    La luz apagada, la ventana entreabierta por el viento de la mañana.

    Me cuelo sin pensarlo —como tantas veces cuando la añoranza podía más que la prudencia— y dejo una pequeña nota junto a su cama:

    > “Pasaré a verte más tarde.
    No huyas de mí.
    —L.”



    Salgo igual de silenciosa que entré… pero no igual de tranquila.


    ---

    De vuelta al castillo Queen, algo en el ambiente es distinto.

    La luna está escondida tras el día, pero la siento igual.
    Un pulso extraño, un tirón en los huesos que no pertenece ni a mí ni al Caos…
    …sino a ella.

    Akane me intercepta en el pasillo principal.

    Su presencia, normalmente serena, hoy es como una cuerda tensa a punto de romperse.

    Akane:
    —Lili… hay una perturbación.

    La miro sin entender del todo.

    Yo:
    —¿Perturbación? ¿Dónde?

    Akane eleva la vista hacia las ventanas del corredor, aunque afuera sólo haya cielo diurno.
    Pero yo también lo siento ahora:
    un latido irregular, como si algo hubiese tocado la Luna con manos que no pertenecen ni a los Elunai ni a los espíritus lunares.

    Akane:
    —En ella. La Luna.
    Los espíritus están inquietos.
    Incluso los espíritus del Sol —los verdaderos— han abierto un ojo.
    Algo está desequilibrando los planos… y te está buscando.

    Un escalofrío me recorre.
    No es miedo.
    Es… reconocimiento.

    Selin.
    Su voz aún arde en mi memoria:

    > “Déjame contarte cómo fue el día que moriste.”



    La luna nueva.
    La sombra liberada.
    Akane devorada y renacida.
    Mi “Renge”.

    Algo se ha reactivado en el cosmos.

    Akane da un paso hacia mí, seria, casi solemne:

    Akane:
    —Tu sombra no ha sido la única en despertar esta noche.
    Los habitantes del Sol —los Phyros— han notado un vacío en la luna.
    Creen que algo antiguo va a reclamar lo que perdió.

    Yo:
    —¿Selin…?

    Ella niega suavemente.

    Akane:
    —Algo más profundo que tu abuela.
    Algo que no ha tenido nombre desde antes que existieran los Elunai Custodis.

    Siento el golpe en el pecho.
    Un hilo invisible tirando de mí, desde el cielo.

    Mis manos tiemblan sin querer.

    Akane me observa… pero no cruza la distancia.
    No quiere romperme… ni volver a acercarse demasiado.

    Akane (suavemente):
    —Lili…
    No vayas sola.

    Trago saliva.
    Pienso en Ryu.
    En la nota que le dejé.
    En la necesidad de verla.
    En lo que la luna está reclamando.

    Y digo, casi en un susurro:

    Yo:
    —No sé quién quiere verme primero…
    si la Luna…
    o ella.

    La perturbación se intensifica.
    El día se vuelve más pálido.
    Las sombras más densas.

    La luna, incluso invisible, está llamando.

    Y sé que no tengo mucho tiempo antes de que me arrastre con ella.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La perturbación lunar Al despertar, todavía siento el eco del sueño de Selin en mi pecho. No sé si es capricho de la mente o del corazón, pero aunque Akane ha dejado marcas profundas en mi alma… …no consigo sacar a Ryu de mis pensamientos. La necesito. La extraño como si algo dentro de mí reclamara su presencia. Así que me dirijo a su apartamento. No está en casa. La luz apagada, la ventana entreabierta por el viento de la mañana. Me cuelo sin pensarlo —como tantas veces cuando la añoranza podía más que la prudencia— y dejo una pequeña nota junto a su cama: > “Pasaré a verte más tarde. No huyas de mí. —L.” Salgo igual de silenciosa que entré… pero no igual de tranquila. --- De vuelta al castillo Queen, algo en el ambiente es distinto. La luna está escondida tras el día, pero la siento igual. Un pulso extraño, un tirón en los huesos que no pertenece ni a mí ni al Caos… …sino a ella. Akane me intercepta en el pasillo principal. Su presencia, normalmente serena, hoy es como una cuerda tensa a punto de romperse. Akane: —Lili… hay una perturbación. La miro sin entender del todo. Yo: —¿Perturbación? ¿Dónde? Akane eleva la vista hacia las ventanas del corredor, aunque afuera sólo haya cielo diurno. Pero yo también lo siento ahora: un latido irregular, como si algo hubiese tocado la Luna con manos que no pertenecen ni a los Elunai ni a los espíritus lunares. Akane: —En ella. La Luna. Los espíritus están inquietos. Incluso los espíritus del Sol —los verdaderos— han abierto un ojo. Algo está desequilibrando los planos… y te está buscando. Un escalofrío me recorre. No es miedo. Es… reconocimiento. Selin. Su voz aún arde en mi memoria: > “Déjame contarte cómo fue el día que moriste.” La luna nueva. La sombra liberada. Akane devorada y renacida. Mi “Renge”. Algo se ha reactivado en el cosmos. Akane da un paso hacia mí, seria, casi solemne: Akane: —Tu sombra no ha sido la única en despertar esta noche. Los habitantes del Sol —los Phyros— han notado un vacío en la luna. Creen que algo antiguo va a reclamar lo que perdió. Yo: —¿Selin…? Ella niega suavemente. Akane: —Algo más profundo que tu abuela. Algo que no ha tenido nombre desde antes que existieran los Elunai Custodis. Siento el golpe en el pecho. Un hilo invisible tirando de mí, desde el cielo. Mis manos tiemblan sin querer. Akane me observa… pero no cruza la distancia. No quiere romperme… ni volver a acercarse demasiado. Akane (suavemente): —Lili… No vayas sola. Trago saliva. Pienso en Ryu. En la nota que le dejé. En la necesidad de verla. En lo que la luna está reclamando. Y digo, casi en un susurro: Yo: —No sé quién quiere verme primero… si la Luna… o ella. La perturbación se intensifica. El día se vuelve más pálido. Las sombras más densas. La luna, incluso invisible, está llamando. Y sé que no tengo mucho tiempo antes de que me arrastre con ella.
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    La perturbación lunar

    Al despertar, todavía siento el eco del sueño de Selin en mi pecho. No sé si es capricho de la mente o del corazón, pero aunque Akane ha dejado marcas profundas en mi alma…
    …no consigo sacar a Ryu de mis pensamientos.

    La necesito.
    La extraño como si algo dentro de mí reclamara su presencia.

    Así que me dirijo a su apartamento.

    No está en casa.
    La luz apagada, la ventana entreabierta por el viento de la mañana.

    Me cuelo sin pensarlo —como tantas veces cuando la añoranza podía más que la prudencia— y dejo una pequeña nota junto a su cama:

    > “Pasaré a verte más tarde.
    No huyas de mí.
    —L.”



    Salgo igual de silenciosa que entré… pero no igual de tranquila.


    ---

    De vuelta al castillo Queen, algo en el ambiente es distinto.

    La luna está escondida tras el día, pero la siento igual.
    Un pulso extraño, un tirón en los huesos que no pertenece ni a mí ni al Caos…
    …sino a ella.

    Akane me intercepta en el pasillo principal.

    Su presencia, normalmente serena, hoy es como una cuerda tensa a punto de romperse.

    Akane:
    —Lili… hay una perturbación.

    La miro sin entender del todo.

    Yo:
    —¿Perturbación? ¿Dónde?

    Akane eleva la vista hacia las ventanas del corredor, aunque afuera sólo haya cielo diurno.
    Pero yo también lo siento ahora:
    un latido irregular, como si algo hubiese tocado la Luna con manos que no pertenecen ni a los Elunai ni a los espíritus lunares.

    Akane:
    —En ella. La Luna.
    Los espíritus están inquietos.
    Incluso los espíritus del Sol —los verdaderos— han abierto un ojo.
    Algo está desequilibrando los planos… y te está buscando.

    Un escalofrío me recorre.
    No es miedo.
    Es… reconocimiento.

    Selin.
    Su voz aún arde en mi memoria:

    > “Déjame contarte cómo fue el día que moriste.”



    La luna nueva.
    La sombra liberada.
    Akane devorada y renacida.
    Mi “Renge”.

    Algo se ha reactivado en el cosmos.

    Akane da un paso hacia mí, seria, casi solemne:

    Akane:
    —Tu sombra no ha sido la única en despertar esta noche.
    Los habitantes del Sol —los Phyros— han notado un vacío en la luna.
    Creen que algo antiguo va a reclamar lo que perdió.

    Yo:
    —¿Selin…?

    Ella niega suavemente.

    Akane:
    —Algo más profundo que tu abuela.
    Algo que no ha tenido nombre desde antes que existieran los Elunai Custodis.

    Siento el golpe en el pecho.
    Un hilo invisible tirando de mí, desde el cielo.

    Mis manos tiemblan sin querer.

    Akane me observa… pero no cruza la distancia.
    No quiere romperme… ni volver a acercarse demasiado.

    Akane (suavemente):
    —Lili…
    No vayas sola.

    Trago saliva.
    Pienso en Ryu.
    En la nota que le dejé.
    En la necesidad de verla.
    En lo que la luna está reclamando.

    Y digo, casi en un susurro:

    Yo:
    —No sé quién quiere verme primero…
    si la Luna…
    o ella.

    La perturbación se intensifica.
    El día se vuelve más pálido.
    Las sombras más densas.

    La luna, incluso invisible, está llamando.

    Y sé que no tengo mucho tiempo antes de que me arrastre con ella.
    Me entristece
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    La perturbación lunar

    Al despertar, todavía siento el eco del sueño de Selin en mi pecho. No sé si es capricho de la mente o del corazón, pero aunque Akane ha dejado marcas profundas en mi alma…
    …no consigo sacar a Ryu de mis pensamientos.

    La necesito.
    La extraño como si algo dentro de mí reclamara su presencia.

    Así que me dirijo a su apartamento.

    No está en casa.
    La luz apagada, la ventana entreabierta por el viento de la mañana.

    Me cuelo sin pensarlo —como tantas veces cuando la añoranza podía más que la prudencia— y dejo una pequeña nota junto a su cama:

    > “Pasaré a verte más tarde.
    No huyas de mí.
    —L.”



    Salgo igual de silenciosa que entré… pero no igual de tranquila.


    ---

    De vuelta al castillo Queen, algo en el ambiente es distinto.

    La luna está escondida tras el día, pero la siento igual.
    Un pulso extraño, un tirón en los huesos que no pertenece ni a mí ni al Caos…
    …sino a ella.

    Akane me intercepta en el pasillo principal.

    Su presencia, normalmente serena, hoy es como una cuerda tensa a punto de romperse.

    Akane:
    —Lili… hay una perturbación.

    La miro sin entender del todo.

    Yo:
    —¿Perturbación? ¿Dónde?

    Akane eleva la vista hacia las ventanas del corredor, aunque afuera sólo haya cielo diurno.
    Pero yo también lo siento ahora:
    un latido irregular, como si algo hubiese tocado la Luna con manos que no pertenecen ni a los Elunai ni a los espíritus lunares.

    Akane:
    —En ella. La Luna.
    Los espíritus están inquietos.
    Incluso los espíritus del Sol —los verdaderos— han abierto un ojo.
    Algo está desequilibrando los planos… y te está buscando.

    Un escalofrío me recorre.
    No es miedo.
    Es… reconocimiento.

    Selin.
    Su voz aún arde en mi memoria:

    > “Déjame contarte cómo fue el día que moriste.”



    La luna nueva.
    La sombra liberada.
    Akane devorada y renacida.
    Mi “Renge”.

    Algo se ha reactivado en el cosmos.

    Akane da un paso hacia mí, seria, casi solemne:

    Akane:
    —Tu sombra no ha sido la única en despertar esta noche.
    Los habitantes del Sol —los Phyros— han notado un vacío en la luna.
    Creen que algo antiguo va a reclamar lo que perdió.

    Yo:
    —¿Selin…?

    Ella niega suavemente.

    Akane:
    —Algo más profundo que tu abuela.
    Algo que no ha tenido nombre desde antes que existieran los Elunai Custodis.

    Siento el golpe en el pecho.
    Un hilo invisible tirando de mí, desde el cielo.

    Mis manos tiemblan sin querer.

    Akane me observa… pero no cruza la distancia.
    No quiere romperme… ni volver a acercarse demasiado.

    Akane (suavemente):
    —Lili…
    No vayas sola.

    Trago saliva.
    Pienso en Ryu.
    En la nota que le dejé.
    En la necesidad de verla.
    En lo que la luna está reclamando.

    Y digo, casi en un susurro:

    Yo:
    —No sé quién quiere verme primero…
    si la Luna…
    o ella.

    La perturbación se intensifica.
    El día se vuelve más pálido.
    Las sombras más densas.

    La luna, incluso invisible, está llamando.

    Y sé que no tengo mucho tiempo antes de que me arrastre con ella.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La perturbación lunar Al despertar, todavía siento el eco del sueño de Selin en mi pecho. No sé si es capricho de la mente o del corazón, pero aunque Akane ha dejado marcas profundas en mi alma… …no consigo sacar a Ryu de mis pensamientos. La necesito. La extraño como si algo dentro de mí reclamara su presencia. Así que me dirijo a su apartamento. No está en casa. La luz apagada, la ventana entreabierta por el viento de la mañana. Me cuelo sin pensarlo —como tantas veces cuando la añoranza podía más que la prudencia— y dejo una pequeña nota junto a su cama: > “Pasaré a verte más tarde. No huyas de mí. —L.” Salgo igual de silenciosa que entré… pero no igual de tranquila. --- De vuelta al castillo Queen, algo en el ambiente es distinto. La luna está escondida tras el día, pero la siento igual. Un pulso extraño, un tirón en los huesos que no pertenece ni a mí ni al Caos… …sino a ella. Akane me intercepta en el pasillo principal. Su presencia, normalmente serena, hoy es como una cuerda tensa a punto de romperse. Akane: —Lili… hay una perturbación. La miro sin entender del todo. Yo: —¿Perturbación? ¿Dónde? Akane eleva la vista hacia las ventanas del corredor, aunque afuera sólo haya cielo diurno. Pero yo también lo siento ahora: un latido irregular, como si algo hubiese tocado la Luna con manos que no pertenecen ni a los Elunai ni a los espíritus lunares. Akane: —En ella. La Luna. Los espíritus están inquietos. Incluso los espíritus del Sol —los verdaderos— han abierto un ojo. Algo está desequilibrando los planos… y te está buscando. Un escalofrío me recorre. No es miedo. Es… reconocimiento. Selin. Su voz aún arde en mi memoria: > “Déjame contarte cómo fue el día que moriste.” La luna nueva. La sombra liberada. Akane devorada y renacida. Mi “Renge”. Algo se ha reactivado en el cosmos. Akane da un paso hacia mí, seria, casi solemne: Akane: —Tu sombra no ha sido la única en despertar esta noche. Los habitantes del Sol —los Phyros— han notado un vacío en la luna. Creen que algo antiguo va a reclamar lo que perdió. Yo: —¿Selin…? Ella niega suavemente. Akane: —Algo más profundo que tu abuela. Algo que no ha tenido nombre desde antes que existieran los Elunai Custodis. Siento el golpe en el pecho. Un hilo invisible tirando de mí, desde el cielo. Mis manos tiemblan sin querer. Akane me observa… pero no cruza la distancia. No quiere romperme… ni volver a acercarse demasiado. Akane (suavemente): —Lili… No vayas sola. Trago saliva. Pienso en Ryu. En la nota que le dejé. En la necesidad de verla. En lo que la luna está reclamando. Y digo, casi en un susurro: Yo: —No sé quién quiere verme primero… si la Luna… o ella. La perturbación se intensifica. El día se vuelve más pálido. Las sombras más densas. La luna, incluso invisible, está llamando. Y sé que no tengo mucho tiempo antes de que me arrastre con ella.
    Me entristece
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  • [] - Austria, 22:45.

    -La mujer de cabellos plateados fue a visitar a un yerbatero , había estado con un dolor de cabeza insoportable. Voces que no se callaban, y noches con gritos desgarradores retumbaban sus oídos. Su sensibilidad a la luz se hizo abrumadora, y cubrió sus ojos para evitar ver más de lo que debía.
    Estaba a unas cuadras de su casa cuando se detuvo al sentir la presencia de seres siguiéndola. ¿5 o tal vez 6? , no tenía ganas de lidiar con ellos.
    Suspiro, aunque podía sentir el deseo de sangre de esos seres.
    La luz del faro comenzó a parpadear, su autocontrol estaba al límite. Solo estaba intentando no perder la conciencia por el dolor.
    Tres sujetos que aparecieron desde las sombras detrás de la mujer correspondiente a la Comandancia del Dragón, ejército especializado chino.
    Dos delante de ella , y uno a cada lado, la mujer solo se quedó quieta tratando de controlar su energía que estaba a punto de explotar.-

    Agente 1: Esto no es nada personal, si quieres culpar a alguien, culpa a…Santiago.

    -Los seis agentes saltaron hacia la mujer al mismo tiempo con diferentes armas, desde espadas cortas, lanzas, sables, Etc.
    Una sombra que venía debajo de los pies de la mujer se extendió como un tarro de pintura, y se escuchó un chasquido.
    Un silencio invadió el lugar, cuando los agentes cayeron la mujer no estaba y el lugar había cambiado. Un lugar de tonos grises y lleno de cadáveres, con una neblina ligera. Todos se pusieron alerta, hasta que vieron la figura de un ser flotando con seis alas y una túnica larga, cabello plateado que destacaba en medio de la neblina. Las manos de esa figura se transformaron en ramas filosas que perforaron a cuatro de los agentes en un abrir y cerrar de ojos, los otros dos comenzamos a disparar pero las balas caían como hojas de árboles marchitos.
    Las ramas cambiaron a unas manos y alzaron el vendaje de sus ojos, los dos agentes que aún quedaban estaban paralizados, sus almas fueron absorbidas con solo una mirada.
    Los cuerpos cayeron, y la mujer bajo su vendaje nuevamente dando la vuelta para irse, chasqueo sus dedos y volvió al lugar donde había estado.
    Se sacudió el traje y continuó su camino a casa, nada pasó ahí por qué nadie encontraría jamás los cuerpos esos agentes.-

    No es nada personal…
    -murmuró la mujer mientras miro un momento sobre su hombro -


    [🇦🇹] - Austria, 22:45. -La mujer de cabellos plateados fue a visitar a un yerbatero , había estado con un dolor de cabeza insoportable. Voces que no se callaban, y noches con gritos desgarradores retumbaban sus oídos. Su sensibilidad a la luz se hizo abrumadora, y cubrió sus ojos para evitar ver más de lo que debía. Estaba a unas cuadras de su casa cuando se detuvo al sentir la presencia de seres siguiéndola. ¿5 o tal vez 6? , no tenía ganas de lidiar con ellos. Suspiro, aunque podía sentir el deseo de sangre de esos seres. La luz del faro comenzó a parpadear, su autocontrol estaba al límite. Solo estaba intentando no perder la conciencia por el dolor. Tres sujetos que aparecieron desde las sombras detrás de la mujer correspondiente a la Comandancia del Dragón, ejército especializado chino. Dos delante de ella , y uno a cada lado, la mujer solo se quedó quieta tratando de controlar su energía que estaba a punto de explotar.- Agente 1: Esto no es nada personal, si quieres culpar a alguien, culpa a…Santiago. -Los seis agentes saltaron hacia la mujer al mismo tiempo con diferentes armas, desde espadas cortas, lanzas, sables, Etc. Una sombra que venía debajo de los pies de la mujer se extendió como un tarro de pintura, y se escuchó un chasquido. Un silencio invadió el lugar, cuando los agentes cayeron la mujer no estaba y el lugar había cambiado. Un lugar de tonos grises y lleno de cadáveres, con una neblina ligera. Todos se pusieron alerta, hasta que vieron la figura de un ser flotando con seis alas y una túnica larga, cabello plateado que destacaba en medio de la neblina. Las manos de esa figura se transformaron en ramas filosas que perforaron a cuatro de los agentes en un abrir y cerrar de ojos, los otros dos comenzamos a disparar pero las balas caían como hojas de árboles marchitos. Las ramas cambiaron a unas manos y alzaron el vendaje de sus ojos, los dos agentes que aún quedaban estaban paralizados, sus almas fueron absorbidas con solo una mirada. Los cuerpos cayeron, y la mujer bajo su vendaje nuevamente dando la vuelta para irse, chasqueo sus dedos y volvió al lugar donde había estado. Se sacudió el traje y continuó su camino a casa, nada pasó ahí por qué nadie encontraría jamás los cuerpos esos agentes.- No es nada personal… -murmuró la mujer mientras miro un momento sobre su hombro -
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  • Había sido un buen día. Tan tranquilo, tan rutinario… casi demasiado. Al regresar a casa, todo parecía normal; las luces de las ventanas, los perros ladrando a lo lejos, el suave rumor del viento.

    Sin embargo, entonces llegó >ese< estruendo.

    Un sonido desgarrador, metálico, como si el mundo se partiera en dos:
    neumáticos chillando, un motor rugiendo con furia, y luego un impacto tan brutal que hizo vibrar los cimientos de todas las casas de la calle.
    Las luces parpadearon… y murieron.

    Los vecinos salieron alarmados, envueltos en sombras, sus linternas temblando en manos que parecían demasiado frágiles.

    Toby no.

    Toby apenas se asomó por la ventana y, al sentir ese escalofrío recorriéndole la columna, retrocedió de inmediato. Cerró la puerta. Puso los cerrojos. Todos. Uno por uno, hasta escuchar el último clic que siempre le daba un poco de calma.

    Buscó la esquina más oscura de su habitación, abrazándose a sí mismo mientras la casa, ahora sumida en un silencio antinatural, parecía respirar con él.

    Afuera, las voces rompían la quietud.
    Discusiones apresuradas.
    Alguien llorando.
    Otra persona gritando: :¡que llamen a una ambulancia !" Y “¡hay demasiada sangre!”.

    Pero entre esas voces normales… había otra.
    Un susurro húmedo, arrastrado, que no sonaba humano.
    Que no venía de ningún frente de la casa.
    Que venía… de arriba, como si caminara por el techo.

    Toby cerró los ojos. No quería escuchar. No quería recordar. No quería ver.
    Porque él ya sabía lo que significaba ese frío helado que empezaba a condensarse en sus paredes.
    Ya lo había vivido antes. Y lo había negado.

    La persona que murió allá afuera no se había quedado en el pavimento.
    Había entrado.
    Y ahora, con un tono quebrado, una voz llena de dientes y huesos rotos, intentaba comunicarse con él.

    ¿Por qué demonios él podía verlos?
    ¿No era suficiente con su PTSD?
    ¿Tenía que cargar también con los muertos… y con lo que quedaba de ellos?

    Un golpe seco retumbó en el pasillo.
    Otro.
    Y luego arrastraron algo…
    O alguien.

    —oye tu… —susurró la voz, desde la puerta misma—... Ayúdame…—

    Él apretó los brazos contra sus piernas, intentando hacerse lo más pequeño posible, temblando, respirando apenas.
    El aire se volvió pesado, como si una presencia enorme se inclinara hacia él.

    —… ya te vi…—

    ¡Ahí viene!
    Hazte bolita, Toby.
    No respires.
    No tiembles.

    Con suerte…
    Con suerte desaparecerá.

    Pero esta noche, algo le dice que no piensa irse tan fácilmente.
    Había sido un buen día. Tan tranquilo, tan rutinario… casi demasiado. Al regresar a casa, todo parecía normal; las luces de las ventanas, los perros ladrando a lo lejos, el suave rumor del viento. Sin embargo, entonces llegó >ese< estruendo. Un sonido desgarrador, metálico, como si el mundo se partiera en dos: neumáticos chillando, un motor rugiendo con furia, y luego un impacto tan brutal que hizo vibrar los cimientos de todas las casas de la calle. Las luces parpadearon… y murieron. Los vecinos salieron alarmados, envueltos en sombras, sus linternas temblando en manos que parecían demasiado frágiles. Toby no. Toby apenas se asomó por la ventana y, al sentir ese escalofrío recorriéndole la columna, retrocedió de inmediato. Cerró la puerta. Puso los cerrojos. Todos. Uno por uno, hasta escuchar el último clic que siempre le daba un poco de calma. Buscó la esquina más oscura de su habitación, abrazándose a sí mismo mientras la casa, ahora sumida en un silencio antinatural, parecía respirar con él. Afuera, las voces rompían la quietud. Discusiones apresuradas. Alguien llorando. Otra persona gritando: :¡que llamen a una ambulancia !" Y “¡hay demasiada sangre!”. Pero entre esas voces normales… había otra. Un susurro húmedo, arrastrado, que no sonaba humano. Que no venía de ningún frente de la casa. Que venía… de arriba, como si caminara por el techo. Toby cerró los ojos. No quería escuchar. No quería recordar. No quería ver. Porque él ya sabía lo que significaba ese frío helado que empezaba a condensarse en sus paredes. Ya lo había vivido antes. Y lo había negado. La persona que murió allá afuera no se había quedado en el pavimento. Había entrado. Y ahora, con un tono quebrado, una voz llena de dientes y huesos rotos, intentaba comunicarse con él. ¿Por qué demonios él podía verlos? ¿No era suficiente con su PTSD? ¿Tenía que cargar también con los muertos… y con lo que quedaba de ellos? Un golpe seco retumbó en el pasillo. Otro. Y luego arrastraron algo… O alguien. —oye tu… —susurró la voz, desde la puerta misma—... Ayúdame…— Él apretó los brazos contra sus piernas, intentando hacerse lo más pequeño posible, temblando, respirando apenas. El aire se volvió pesado, como si una presencia enorme se inclinara hacia él. —… ya te vi…— ¡Ahí viene! Hazte bolita, Toby. No respires. No tiembles. Con suerte… Con suerte desaparecerá. Pero esta noche, algo le dice que no piensa irse tan fácilmente.
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    La visión de la Madre-Luna

    Esa misma noche, cuando por fin dejo que el cansancio me aprisione, caigo en un sueño extraño, profundo, distinto…
    No hay jardín de sombras, no hay caos, no hay dolor.

    Solo un vasto espacio blanco.
    Una quietud antigua.
    Un silencio que no pesa.

    Y entonces la veo.

    Una figura femenina
    de cabellos rubios que flotan como hebras de sol en el vacío.
    Su piel irradia una luz suave, casi líquida.

    Se parece a mi madre Jennifer…
    pero sus ojos…
    sus ojos son los de Selin.
    Mi abuela.
    La luna en su forma más pura.

    Ella sonríe con una tristeza hermosa.

    Selin:
    “Hija mía…”

    Su voz no suena, resuena en todo mi cuerpo.

    “Todos te han contado cómo fue el día que naciste…
    La luna del esturión…
    Las perseidas cayendo como espadas de plata…
    La noche en que lo imposible se abrió para darte paso.”

    Camina hacia mí, aunque aquí no exista suelo.
    Su mano se estira…
    no para tocarme, sino para sostener mi alma.

    “Ahora deja que yo te cuente
    cómo fue el día que moriste.”

    Mi pecho se oprime.
    Mis dedos tiemblan sin poder levantarme.
    No entiendo.
    No quiero entender.

    Pero ella continúa, con esa serenidad que rompe.

    “Quiero alinear las piezas de nuevo.
    Las tuyas…
    Y las mías…
    Antes de que el caos te reclame por completo.”

    La luz detrás de ella se oscurece.
    Una sombra se forma.
    Mi sombra.
    Veythra.

    El sueño se tensa como una cuerda a punto de romperse.


    ---

    El despertar

    Me despierto de golpe.
    Empapada en sudor, con el corazón retumbando como si aún estuviera cayendo desde un lugar muy alto.
    Miro a mi alrededor: nada ha cambiado…
    pero todo está distinto.

    Ese sueño no ha sido un sueño.

    Algo en mi interior —algo antiguo, algo lunar, algo materno— me lo confirma.

    Me siento en la cama, los pies fríos contra el suelo del castillo.
    Intento cerrar los ojos, pero cada vez que lo hago aparece la mirada de Selin, y detrás, la sombra de Veythra.

    Esa noche no vuelvo a dormir.
    No puedo.
    No debo.

    Solo una frase late dentro de mi cráneo como un tambor:

    “Déjame que te cuente…”
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La visión de la Madre-Luna Esa misma noche, cuando por fin dejo que el cansancio me aprisione, caigo en un sueño extraño, profundo, distinto… No hay jardín de sombras, no hay caos, no hay dolor. Solo un vasto espacio blanco. Una quietud antigua. Un silencio que no pesa. Y entonces la veo. Una figura femenina de cabellos rubios que flotan como hebras de sol en el vacío. Su piel irradia una luz suave, casi líquida. Se parece a mi madre Jennifer… pero sus ojos… sus ojos son los de Selin. Mi abuela. La luna en su forma más pura. Ella sonríe con una tristeza hermosa. Selin: “Hija mía…” Su voz no suena, resuena en todo mi cuerpo. “Todos te han contado cómo fue el día que naciste… La luna del esturión… Las perseidas cayendo como espadas de plata… La noche en que lo imposible se abrió para darte paso.” Camina hacia mí, aunque aquí no exista suelo. Su mano se estira… no para tocarme, sino para sostener mi alma. “Ahora deja que yo te cuente cómo fue el día que moriste.” Mi pecho se oprime. Mis dedos tiemblan sin poder levantarme. No entiendo. No quiero entender. Pero ella continúa, con esa serenidad que rompe. “Quiero alinear las piezas de nuevo. Las tuyas… Y las mías… Antes de que el caos te reclame por completo.” La luz detrás de ella se oscurece. Una sombra se forma. Mi sombra. Veythra. El sueño se tensa como una cuerda a punto de romperse. --- El despertar Me despierto de golpe. Empapada en sudor, con el corazón retumbando como si aún estuviera cayendo desde un lugar muy alto. Miro a mi alrededor: nada ha cambiado… pero todo está distinto. Ese sueño no ha sido un sueño. Algo en mi interior —algo antiguo, algo lunar, algo materno— me lo confirma. Me siento en la cama, los pies fríos contra el suelo del castillo. Intento cerrar los ojos, pero cada vez que lo hago aparece la mirada de Selin, y detrás, la sombra de Veythra. Esa noche no vuelvo a dormir. No puedo. No debo. Solo una frase late dentro de mi cráneo como un tambor: “Déjame que te cuente…”
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    La visión de la Madre-Luna

    Esa misma noche, cuando por fin dejo que el cansancio me aprisione, caigo en un sueño extraño, profundo, distinto…
    No hay jardín de sombras, no hay caos, no hay dolor.

    Solo un vasto espacio blanco.
    Una quietud antigua.
    Un silencio que no pesa.

    Y entonces la veo.

    Una figura femenina
    de cabellos rubios que flotan como hebras de sol en el vacío.
    Su piel irradia una luz suave, casi líquida.

    Se parece a mi madre Jennifer…
    pero sus ojos…
    sus ojos son los de Selin.
    Mi abuela.
    La luna en su forma más pura.

    Ella sonríe con una tristeza hermosa.

    Selin:
    “Hija mía…”

    Su voz no suena, resuena en todo mi cuerpo.

    “Todos te han contado cómo fue el día que naciste…
    La luna del esturión…
    Las perseidas cayendo como espadas de plata…
    La noche en que lo imposible se abrió para darte paso.”

    Camina hacia mí, aunque aquí no exista suelo.
    Su mano se estira…
    no para tocarme, sino para sostener mi alma.

    “Ahora deja que yo te cuente
    cómo fue el día que moriste.”

    Mi pecho se oprime.
    Mis dedos tiemblan sin poder levantarme.
    No entiendo.
    No quiero entender.

    Pero ella continúa, con esa serenidad que rompe.

    “Quiero alinear las piezas de nuevo.
    Las tuyas…
    Y las mías…
    Antes de que el caos te reclame por completo.”

    La luz detrás de ella se oscurece.
    Una sombra se forma.
    Mi sombra.
    Veythra.

    El sueño se tensa como una cuerda a punto de romperse.


    ---

    El despertar

    Me despierto de golpe.
    Empapada en sudor, con el corazón retumbando como si aún estuviera cayendo desde un lugar muy alto.
    Miro a mi alrededor: nada ha cambiado…
    pero todo está distinto.

    Ese sueño no ha sido un sueño.

    Algo en mi interior —algo antiguo, algo lunar, algo materno— me lo confirma.

    Me siento en la cama, los pies fríos contra el suelo del castillo.
    Intento cerrar los ojos, pero cada vez que lo hago aparece la mirada de Selin, y detrás, la sombra de Veythra.

    Esa noche no vuelvo a dormir.
    No puedo.
    No debo.

    Solo una frase late dentro de mi cráneo como un tambor:

    “Déjame que te cuente…”
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    Esa misma noche, cuando por fin dejo que el cansancio me aprisione, caigo en un sueño extraño, profundo, distinto…
    No hay jardín de sombras, no hay caos, no hay dolor.

    Solo un vasto espacio blanco.
    Una quietud antigua.
    Un silencio que no pesa.

    Y entonces la veo.

    Una figura femenina
    de cabellos rubios que flotan como hebras de sol en el vacío.
    Su piel irradia una luz suave, casi líquida.

    Se parece a mi madre Jennifer…
    pero sus ojos…
    sus ojos son los de Selin.
    Mi abuela.
    La luna en su forma más pura.

    Ella sonríe con una tristeza hermosa.

    Selin:
    “Hija mía…”

    Su voz no suena, resuena en todo mi cuerpo.

    “Todos te han contado cómo fue el día que naciste…
    La luna del esturión…
    Las perseidas cayendo como espadas de plata…
    La noche en que lo imposible se abrió para darte paso.”

    Camina hacia mí, aunque aquí no exista suelo.
    Su mano se estira…
    no para tocarme, sino para sostener mi alma.

    “Ahora deja que yo te cuente
    cómo fue el día que moriste.”

    Mi pecho se oprime.
    Mis dedos tiemblan sin poder levantarme.
    No entiendo.
    No quiero entender.

    Pero ella continúa, con esa serenidad que rompe.

    “Quiero alinear las piezas de nuevo.
    Las tuyas…
    Y las mías…
    Antes de que el caos te reclame por completo.”

    La luz detrás de ella se oscurece.
    Una sombra se forma.
    Mi sombra.
    Veythra.

    El sueño se tensa como una cuerda a punto de romperse.


    ---

    El despertar

    Me despierto de golpe.
    Empapada en sudor, con el corazón retumbando como si aún estuviera cayendo desde un lugar muy alto.
    Miro a mi alrededor: nada ha cambiado…
    pero todo está distinto.

    Ese sueño no ha sido un sueño.

    Algo en mi interior —algo antiguo, algo lunar, algo materno— me lo confirma.

    Me siento en la cama, los pies fríos contra el suelo del castillo.
    Intento cerrar los ojos, pero cada vez que lo hago aparece la mirada de Selin, y detrás, la sombra de Veythra.

    Esa noche no vuelvo a dormir.
    No puedo.
    No debo.

    Solo una frase late dentro de mi cráneo como un tambor:

    “Déjame que te cuente…”
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La visión de la Madre-Luna Esa misma noche, cuando por fin dejo que el cansancio me aprisione, caigo en un sueño extraño, profundo, distinto… No hay jardín de sombras, no hay caos, no hay dolor. Solo un vasto espacio blanco. Una quietud antigua. Un silencio que no pesa. Y entonces la veo. Una figura femenina de cabellos rubios que flotan como hebras de sol en el vacío. Su piel irradia una luz suave, casi líquida. Se parece a mi madre Jennifer… pero sus ojos… sus ojos son los de Selin. Mi abuela. La luna en su forma más pura. Ella sonríe con una tristeza hermosa. Selin: “Hija mía…” Su voz no suena, resuena en todo mi cuerpo. “Todos te han contado cómo fue el día que naciste… La luna del esturión… Las perseidas cayendo como espadas de plata… La noche en que lo imposible se abrió para darte paso.” Camina hacia mí, aunque aquí no exista suelo. Su mano se estira… no para tocarme, sino para sostener mi alma. “Ahora deja que yo te cuente cómo fue el día que moriste.” Mi pecho se oprime. Mis dedos tiemblan sin poder levantarme. No entiendo. No quiero entender. Pero ella continúa, con esa serenidad que rompe. “Quiero alinear las piezas de nuevo. Las tuyas… Y las mías… Antes de que el caos te reclame por completo.” La luz detrás de ella se oscurece. Una sombra se forma. Mi sombra. Veythra. El sueño se tensa como una cuerda a punto de romperse. --- El despertar Me despierto de golpe. Empapada en sudor, con el corazón retumbando como si aún estuviera cayendo desde un lugar muy alto. Miro a mi alrededor: nada ha cambiado… pero todo está distinto. Ese sueño no ha sido un sueño. Algo en mi interior —algo antiguo, algo lunar, algo materno— me lo confirma. Me siento en la cama, los pies fríos contra el suelo del castillo. Intento cerrar los ojos, pero cada vez que lo hago aparece la mirada de Selin, y detrás, la sombra de Veythra. Esa noche no vuelvo a dormir. No puedo. No debo. Solo una frase late dentro de mi cráneo como un tambor: “Déjame que te cuente…”
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  • —Cierto personaje está pensando pensamientos pensantes de hacerse un personaje de Stranger Things. Está observando en las sombras—
    —Cierto personaje está pensando pensamientos pensantes de hacerse un personaje de Stranger Things. Está observando en las sombras—
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