• La carpa está en penumbra, iluminada solo por algunas linternas colgantes que oscilan suavemente con el viento nocturno. Se escucha un crujido: un par de figuras encapuchadas se cuelan entre las cortinas, cuchicheando y revisando las cajas de utilería. De pronto, una voz clara y suave resuena en la oscuridad.

    Showman (tono casual):
    —Oh... qué sorpresa tan encantadora.

    Los ladrones se tensan y giran. El showman está de pie sobre el escenario, iluminado por un único haz de luz que parece haber surgido de la nada. Sonríe, con su bastón apoyado en el hombro.

    Showman (caminando lentamente hacia ellos):
    —Verán, no es común tener visitantes a estas horas. Pero me gusta pensar que toda interrupción es... —da un giro elegante con el bastón— ...una oportunidad para entretener.

    Los ladrones se miran entre sí, uno de ellos da un paso atrás. El showman sigue avanzando sin perder la sonrisa.

    Showman (tono amable, casi alegre):
    —Qué bueno que vienen. Me faltaba gente para el acto de las bestias.

    De pronto, las linternas parpadean y la carpa se llena de un resplandor rojizo, casi sobrenatural. La luz proyecta sombras monstruosas de los objetos del circo sobre la lona, como si todo cobrara vida. Se escuchan dos respiraciones entrecortadas y, de repente, dos gritos ahogados se rompen en el aire.

    El resplandor desaparece. Silencio absoluto.

    Cuando las luces vuelven a su tono normal, el showman está solo en medio de la carpa. Su bastón golpea suavemente el suelo, y sonríe para sí mismo.

    Showman (voz tranquila, casi como si hablara a alguien invisible):
    —Perfecto. Justo lo que necesitábamos para el ensayo.

    Hace una pequeña reverencia, como si hubiera terminado un acto frente a un público imaginario.
    La carpa está en penumbra, iluminada solo por algunas linternas colgantes que oscilan suavemente con el viento nocturno. Se escucha un crujido: un par de figuras encapuchadas se cuelan entre las cortinas, cuchicheando y revisando las cajas de utilería. De pronto, una voz clara y suave resuena en la oscuridad. Showman (tono casual): —Oh... qué sorpresa tan encantadora. Los ladrones se tensan y giran. El showman está de pie sobre el escenario, iluminado por un único haz de luz que parece haber surgido de la nada. Sonríe, con su bastón apoyado en el hombro. Showman (caminando lentamente hacia ellos): —Verán, no es común tener visitantes a estas horas. Pero me gusta pensar que toda interrupción es... —da un giro elegante con el bastón— ...una oportunidad para entretener. Los ladrones se miran entre sí, uno de ellos da un paso atrás. El showman sigue avanzando sin perder la sonrisa. Showman (tono amable, casi alegre): —Qué bueno que vienen. Me faltaba gente para el acto de las bestias. De pronto, las linternas parpadean y la carpa se llena de un resplandor rojizo, casi sobrenatural. La luz proyecta sombras monstruosas de los objetos del circo sobre la lona, como si todo cobrara vida. Se escuchan dos respiraciones entrecortadas y, de repente, dos gritos ahogados se rompen en el aire. El resplandor desaparece. Silencio absoluto. Cuando las luces vuelven a su tono normal, el showman está solo en medio de la carpa. Su bastón golpea suavemente el suelo, y sonríe para sí mismo. Showman (voz tranquila, casi como si hablara a alguien invisible): —Perfecto. Justo lo que necesitábamos para el ensayo. Hace una pequeña reverencia, como si hubiera terminado un acto frente a un público imaginario.
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  • -Déjame ver si entiendo.

    Dio vueltas por la vieja habitación de hotel en la que se colo por una ventana.

    -El brujo al que le pague con todos mis ahorros por mis exhaustivos trabajos mundanos y un ciento de miles de favores cobrados. -Suspiro con pesadez.- Y me dices que el lugar donde estoy... no es el mismo al que iba.

    Se detuvo señalando fuera de la ventana con ambas manos a manera de ejemplo.

    -Y ahora hay un montón de criaturas sobrenaturales, que si son y no son como las conocemos. -En su cabeza una pequeña voz chillona decía con simpleza 'Aja' como si le divirtiera la conclusión.- Y ahora tengo que buscar no solo a un demonio, si no también la manera de volver a casa ¿Verdad?

    Asintió con resignación, la sonrisa era la muestra de su colapso mental y las pocas ganas que tenia de seguir escuchando a las voces de su cabeza que le hacían confundirse aun mas entre si eran propias, alucinaciones o reales palabras de los diablillos que usaban su cabeza como deporte privado.
    "Siempre puedes buscarnos un nuevo inquilino, uno tan pequeñito como tu cuando tus padres murieron, pajarito"

    -Hazme un favor, cállate.

    Analizo sus opciones con sumo cuidado, aquí, tendría que haber un mercado de sombras, un brujo o alguien que le pueda ayudar a resolver sus problemas. Incluso recurriria a los seres magicos si ellas podrían ofrecerle respuestas.
    Su primera parada Great Plains Nature Center, ahí se sabe muy bien que sus áreas verdes son apreciadas por los seres mágicos y un limite perfecto para no tener que viajar a las profundidades de la Corte Seelie a la que aun le tenia bastante repele.

    -Por hoy dormiré aquí, mañana veré en que maldito lío me metí ahora.

    Rezo en silencio al angel para no revivir una aberrante migraña luego de tanto caos para una sola noche.
    -Déjame ver si entiendo. Dio vueltas por la vieja habitación de hotel en la que se colo por una ventana. -El brujo al que le pague con todos mis ahorros por mis exhaustivos trabajos mundanos y un ciento de miles de favores cobrados. -Suspiro con pesadez.- Y me dices que el lugar donde estoy... no es el mismo al que iba. Se detuvo señalando fuera de la ventana con ambas manos a manera de ejemplo. -Y ahora hay un montón de criaturas sobrenaturales, que si son y no son como las conocemos. -En su cabeza una pequeña voz chillona decía con simpleza 'Aja' como si le divirtiera la conclusión.- Y ahora tengo que buscar no solo a un demonio, si no también la manera de volver a casa ¿Verdad? Asintió con resignación, la sonrisa era la muestra de su colapso mental y las pocas ganas que tenia de seguir escuchando a las voces de su cabeza que le hacían confundirse aun mas entre si eran propias, alucinaciones o reales palabras de los diablillos que usaban su cabeza como deporte privado. "Siempre puedes buscarnos un nuevo inquilino, uno tan pequeñito como tu cuando tus padres murieron, pajarito" -Hazme un favor, cállate. Analizo sus opciones con sumo cuidado, aquí, tendría que haber un mercado de sombras, un brujo o alguien que le pueda ayudar a resolver sus problemas. Incluso recurriria a los seres magicos si ellas podrían ofrecerle respuestas. Su primera parada Great Plains Nature Center, ahí se sabe muy bien que sus áreas verdes son apreciadas por los seres mágicos y un limite perfecto para no tener que viajar a las profundidades de la Corte Seelie a la que aun le tenia bastante repele. -Por hoy dormiré aquí, mañana veré en que maldito lío me metí ahora. Rezo en silencio al angel para no revivir una aberrante migraña luego de tanto caos para una sola noche.
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  • Caída a la Tierra
    Fandom OC
    Categoría Original
    El cielo nocturno se extendía como un manto silencioso sobre el bosque, y entre las hojas húmedas y el aroma a tierra recién mojada y madera en descomposición, yacía un cuerpo que no pertenecía a ese mundo. Raphael Veyrith estaba inmóvil, su respiración apenas perceptible, mientras la bruma del amanecer empezaba a colarse entre los troncos retorcidos. Había caído hace días, quizás semanas; el tiempo carecía de sentido para él en aquel limbo de inconsciencia, donde la gravedad de la Tierra lo abrazaba con una crudeza desconocida. Sus heridas aún ardían, latigazos invisibles de los dioses recorriendo su piel, cada cicatriz un recordatorio punzante de su pasado, de su dolor y de la fragilidad de cualquier ser mortal frente a la divinidad.

    Durante esos primeros días, su cuerpo permaneció dormido, un descanso forzado por el impacto de la caída y el shock del cambio de plano. El aire estaba impregnado de la fragancia de la tierra, de la humedad de la vegetación y de algo más, un susurro de vida que él no podía comprender del todo. Su respiración era lenta, casi inexistente, y sus párpados permanecían cerrados mientras su mente flotaba entre fragmentos de luz celestial y sombras infernales, recordándole quién era y lo que había perdido. Cada instante de inconsciencia estaba poblado de murmullos antiguos, ecos del idioma de los dioses, un lenguaje que vibraba como cuerdas cósmicas: “Ælthar, Nivaur, Shyvalen…”, palabras que no tenían traducción humana, pero que llenaban su mente con significados de poder, dolor y supervivencia.

    Cuando finalmente sus sentidos comenzaron a reaccionar, no fue el sonido ni la luz lo que lo despertó: fue el hambre. Un hambre profundo, primigenio, que recorría sus entrañas y le recordaba que, aunque herido, su naturaleza no podía permanecer pasiva. Abrió los ojos lentamente, sus iris violeta y rojo reflejando el follaje entre las sombras, intentando comprender, aunque no pudiera traducir las señales humanas. Todo era extraño, desde la textura rugosa de las hojas hasta el aroma metálico de la sangre de la Tierra, y su mente, entrenada en la observación y el análisis de mundos imposibles, comenzó a descifrar patrones, movimientos y presencias.

    Su mirada se posó sobre un par de ardillas que correteaban entre las raíces y las ramas bajas. Sus pequeños cuerpos eran ágilmente humanos y animales a la vez, ignorantes de la amenaza que lo observaba desde la penumbra. Raphael inclinó la cabeza, probando mentalmente sonidos en el idioma de los dioses: “Kryv’hal, shalanth… carne, vida…”. Su instinto depredador rugió silencioso. Cada músculo de su cuerpo reaccionó; sus garras apenas perceptibles tensándose bajo la piel, su aliento saliendo en bocanadas controladas para no ahuyentar a la presa.

    Y entonces se movió. Con un silencio casi imposible para un ser de su tamaño y fuerza, se deslizó entre hojas y raíces, siguiendo el aroma y el movimiento. La ardilla, ajena a su destino, saltó entre las ramas, pero no hubo escape que Raphael no pudiera anticipar. Saltó con precisión sobrenatural, sus manos sujetando con fuerza, y su boca, antes acostumbrada a palabras divinas, ahora probaba la carne que tanto necesitaba. La sangre caliente recorrió sus labios y descendió por su barbilla mientras los órganos de la pequeña criatura cedían a su fuerza, y Raphael la devoró con un ritmo instintivo, salvaje, casi ceremonial. Cada mordisco era un recordatorio de su necesidad, de la dualidad entre la gracia angelical y la brutalidad demoníaca que corría por sus venas.

    Entre bocados y respiraciones profundas, murmuró en el idioma de los dioses, como si aquello pudiera explicar lo que hacía o recordarle su origen: “Shyvalen… fuerza… vida… krellthar…”. No había remordimiento, solo el reconocimiento de que para sobrevivir en este mundo debía adaptarse, aceptar su hambre y confiar en sus instintos. Su mirada recorría el bosque, cada sombra y cada árbol evaluado, analizado; los animales, las corrientes de aire, la humedad y el terreno, todo formaba parte de un mapa invisible que solo él podía descifrar.

    Cuando terminó, se recostó entre raíces y musgo, con la sangre aún manchando sus labios, y por primera vez percibió la magnitud del bosque, su aislamiento, y la realidad de estar extraño y solo en un mundo que no comprendía. No había palabras humanas, no había aldeanos, solo la respiración de la Tierra y el eco de los dioses en su mente. Y mientras el sol comenzaba a filtrarse entre las copas de los árboles, Raphael sintió que algo dentro de él comenzaba a despertar más allá del hambre: la conciencia de que su historia en esta tierra apenas empezaba, y que cada sombra, cada sonido, cada criatura que cruzara su camino podría ser tanto un enemigo como un alimento, o quizás un secreto que desvelaría su verdadero propósito.
    El cielo nocturno se extendía como un manto silencioso sobre el bosque, y entre las hojas húmedas y el aroma a tierra recién mojada y madera en descomposición, yacía un cuerpo que no pertenecía a ese mundo. Raphael Veyrith estaba inmóvil, su respiración apenas perceptible, mientras la bruma del amanecer empezaba a colarse entre los troncos retorcidos. Había caído hace días, quizás semanas; el tiempo carecía de sentido para él en aquel limbo de inconsciencia, donde la gravedad de la Tierra lo abrazaba con una crudeza desconocida. Sus heridas aún ardían, latigazos invisibles de los dioses recorriendo su piel, cada cicatriz un recordatorio punzante de su pasado, de su dolor y de la fragilidad de cualquier ser mortal frente a la divinidad. Durante esos primeros días, su cuerpo permaneció dormido, un descanso forzado por el impacto de la caída y el shock del cambio de plano. El aire estaba impregnado de la fragancia de la tierra, de la humedad de la vegetación y de algo más, un susurro de vida que él no podía comprender del todo. Su respiración era lenta, casi inexistente, y sus párpados permanecían cerrados mientras su mente flotaba entre fragmentos de luz celestial y sombras infernales, recordándole quién era y lo que había perdido. Cada instante de inconsciencia estaba poblado de murmullos antiguos, ecos del idioma de los dioses, un lenguaje que vibraba como cuerdas cósmicas: “Ælthar, Nivaur, Shyvalen…”, palabras que no tenían traducción humana, pero que llenaban su mente con significados de poder, dolor y supervivencia. Cuando finalmente sus sentidos comenzaron a reaccionar, no fue el sonido ni la luz lo que lo despertó: fue el hambre. Un hambre profundo, primigenio, que recorría sus entrañas y le recordaba que, aunque herido, su naturaleza no podía permanecer pasiva. Abrió los ojos lentamente, sus iris violeta y rojo reflejando el follaje entre las sombras, intentando comprender, aunque no pudiera traducir las señales humanas. Todo era extraño, desde la textura rugosa de las hojas hasta el aroma metálico de la sangre de la Tierra, y su mente, entrenada en la observación y el análisis de mundos imposibles, comenzó a descifrar patrones, movimientos y presencias. Su mirada se posó sobre un par de ardillas que correteaban entre las raíces y las ramas bajas. Sus pequeños cuerpos eran ágilmente humanos y animales a la vez, ignorantes de la amenaza que lo observaba desde la penumbra. Raphael inclinó la cabeza, probando mentalmente sonidos en el idioma de los dioses: “Kryv’hal, shalanth… carne, vida…”. Su instinto depredador rugió silencioso. Cada músculo de su cuerpo reaccionó; sus garras apenas perceptibles tensándose bajo la piel, su aliento saliendo en bocanadas controladas para no ahuyentar a la presa. Y entonces se movió. Con un silencio casi imposible para un ser de su tamaño y fuerza, se deslizó entre hojas y raíces, siguiendo el aroma y el movimiento. La ardilla, ajena a su destino, saltó entre las ramas, pero no hubo escape que Raphael no pudiera anticipar. Saltó con precisión sobrenatural, sus manos sujetando con fuerza, y su boca, antes acostumbrada a palabras divinas, ahora probaba la carne que tanto necesitaba. La sangre caliente recorrió sus labios y descendió por su barbilla mientras los órganos de la pequeña criatura cedían a su fuerza, y Raphael la devoró con un ritmo instintivo, salvaje, casi ceremonial. Cada mordisco era un recordatorio de su necesidad, de la dualidad entre la gracia angelical y la brutalidad demoníaca que corría por sus venas. Entre bocados y respiraciones profundas, murmuró en el idioma de los dioses, como si aquello pudiera explicar lo que hacía o recordarle su origen: “Shyvalen… fuerza… vida… krellthar…”. No había remordimiento, solo el reconocimiento de que para sobrevivir en este mundo debía adaptarse, aceptar su hambre y confiar en sus instintos. Su mirada recorría el bosque, cada sombra y cada árbol evaluado, analizado; los animales, las corrientes de aire, la humedad y el terreno, todo formaba parte de un mapa invisible que solo él podía descifrar. Cuando terminó, se recostó entre raíces y musgo, con la sangre aún manchando sus labios, y por primera vez percibió la magnitud del bosque, su aislamiento, y la realidad de estar extraño y solo en un mundo que no comprendía. No había palabras humanas, no había aldeanos, solo la respiración de la Tierra y el eco de los dioses en su mente. Y mientras el sol comenzaba a filtrarse entre las copas de los árboles, Raphael sintió que algo dentro de él comenzaba a despertar más allá del hambre: la conciencia de que su historia en esta tierra apenas empezaba, y que cada sombra, cada sonido, cada criatura que cruzara su camino podría ser tanto un enemigo como un alimento, o quizás un secreto que desvelaría su verdadero propósito.
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  • Aaaaaaaaahh...

    *Cal da una exhalación pesada, como si resoplara con cierto tedio.*

    -¿Cazar demonios, dices? Esas cosas no existen, no seas ridícula...

    *Cal siempre ha negado toda existencia de cosas divinas y sobrenaturales. Aunque tiene la capacidad de ver cosas... Pero siempre piensa que esas visiones son algo esquizofrénico. No es real, necesita medicación...*

    -Esas cosas no existen. Por eso lo siento, no puedo aceptar este trabajo que propones...
    Aaaaaaaaahh... *Cal da una exhalación pesada, como si resoplara con cierto tedio.* -¿Cazar demonios, dices? Esas cosas no existen, no seas ridícula... *Cal siempre ha negado toda existencia de cosas divinas y sobrenaturales. Aunque tiene la capacidad de ver cosas... Pero siempre piensa que esas visiones son algo esquizofrénico. No es real, necesita medicación...* -Esas cosas no existen. Por eso lo siento, no puedo aceptar este trabajo que propones...
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  • Fragmentos de un mundo que no me pertenece
    Fandom OC
    Categoría Original
    El aire nocturno de la ciudad olía a hierro y humo, nada que ver con el frío limpio de los bosques nevados. Lysander caminaba por un callejón húmedo, la capucha cubriéndole el rostro y sus ojos brillando con ese reflejo sobrenatural que tanto esfuerzo le costaba ocultar. A su lado, enroscada alrededor de su brazo, la serpiente siseaba con un tono casi burlón.

    —“No perteneces aquí, Lysander. Estos humanos te miran como a un extraño, aunque no lo sepan.”
    —Lo sé… —murmuró él, apretando los puños—. Pero tampoco pertenezco allá arriba… y tú lo sabes.

    La voz se le quebró, apenas un susurro, cargado de frustración. Era cierto: en el cielo lo miraban como un error, un híbrido mal concebido; en la tierra, era un monstruo oculto entre multitudes.

    Una botella rota crujió bajo sus botas. El callejón no estaba vacío. Tres figuras emergieron de la penumbra, hombres de rostro áspero, con sonrisas que mezclaban burla y amenaza.

    —Eh, chico raro… —dijo uno de ellos, alzando un bate—. ¿Qué haces solo en esta parte de la ciudad? Parece que te perdiste…

    Lysander respiró hondo. “No pierdas el control, no pierdas el control…” repitió para sí mismo, recordando las palabras de su madre.

    —No quiero problemas. Déjenme pasar.

    Los hombres rieron, acercándose más. La serpiente siseó, enroscándose hasta su cuello.

    —Míralo, hasta tiene mascota. Qué adorable. —escupió otro, avanzando—. ¿Sabes cuánto puede valer esa piel en el mercado?

    El corazón de Lysander latió con furia. Sus alas invisibles —esas que siempre ocultaba en el mundo humano— parecieron presionar desde dentro, rogando por desplegarse. Sus ojos brillaron más, dorados, como brasas encendidas.

    —Dije… que no quiero problemas. —su voz retumbó, grave, casi no humana.

    El silencio cayó por un instante, pero el primero soltó una carcajada y levantó el bate para golpear. Fue el error más grande que pudo cometer.

    En un movimiento fluido, Lysander lo detuvo, la madera del bate crujiendo bajo la presión de su mano. El hombre apenas tuvo tiempo de gritar antes de ser lanzado contra la pared con fuerza sobrenatural. Los otros dos retrocedieron, pero Lysander ya había dado un paso al frente, la serpiente siseando en sincronía con su respiración.

    —Les advertí… —susurró, y sus ojos se encendieron como brasas al viento.

    Uno intentó correr, pero el híbrido lo sujetó de la chaqueta y lo estampó contra el suelo, la sangre tiñendo el cemento húmedo. El último quedó paralizado, temblando, observando cómo el muchacho que parecía perdido se transformaba en un ser de sombras y luz, un ángel y un demonio al mismo tiempo.

    —Váyanse de mi vista. —dijo finalmente, liberando al único que aún respiraba. Su voz sonó como un juicio, como si cada palabra pesara toneladas.

    El hombre huyó tambaleando, dejando un rastro de miedo tras de sí. Lysander se quedó quieto, respirando con dificultad, mirando sus propias manos manchadas de sangre.

    —“No eres como ellos, pero tampoco como los otros. ¿Cuánto más podrás contenerte?” —preguntó la serpiente, con un siseo casi paternal.

    Lysander se dejó caer contra la pared del callejón, mirando el cielo apenas visible entre los edificios.

    —No lo sé… —susurró, con un hilo de voz—. No lo sé…

    Y por un instante, el chico que era un híbrido celestial y tengu se sintió exactamente lo que los demás veían en él: un extraño perdido en un mundo que nunca lo aceptaría del todo.
    El aire nocturno de la ciudad olía a hierro y humo, nada que ver con el frío limpio de los bosques nevados. Lysander caminaba por un callejón húmedo, la capucha cubriéndole el rostro y sus ojos brillando con ese reflejo sobrenatural que tanto esfuerzo le costaba ocultar. A su lado, enroscada alrededor de su brazo, la serpiente siseaba con un tono casi burlón. —“No perteneces aquí, Lysander. Estos humanos te miran como a un extraño, aunque no lo sepan.” —Lo sé… —murmuró él, apretando los puños—. Pero tampoco pertenezco allá arriba… y tú lo sabes. La voz se le quebró, apenas un susurro, cargado de frustración. Era cierto: en el cielo lo miraban como un error, un híbrido mal concebido; en la tierra, era un monstruo oculto entre multitudes. Una botella rota crujió bajo sus botas. El callejón no estaba vacío. Tres figuras emergieron de la penumbra, hombres de rostro áspero, con sonrisas que mezclaban burla y amenaza. —Eh, chico raro… —dijo uno de ellos, alzando un bate—. ¿Qué haces solo en esta parte de la ciudad? Parece que te perdiste… Lysander respiró hondo. “No pierdas el control, no pierdas el control…” repitió para sí mismo, recordando las palabras de su madre. —No quiero problemas. Déjenme pasar. Los hombres rieron, acercándose más. La serpiente siseó, enroscándose hasta su cuello. —Míralo, hasta tiene mascota. Qué adorable. —escupió otro, avanzando—. ¿Sabes cuánto puede valer esa piel en el mercado? El corazón de Lysander latió con furia. Sus alas invisibles —esas que siempre ocultaba en el mundo humano— parecieron presionar desde dentro, rogando por desplegarse. Sus ojos brillaron más, dorados, como brasas encendidas. —Dije… que no quiero problemas. —su voz retumbó, grave, casi no humana. El silencio cayó por un instante, pero el primero soltó una carcajada y levantó el bate para golpear. Fue el error más grande que pudo cometer. En un movimiento fluido, Lysander lo detuvo, la madera del bate crujiendo bajo la presión de su mano. El hombre apenas tuvo tiempo de gritar antes de ser lanzado contra la pared con fuerza sobrenatural. Los otros dos retrocedieron, pero Lysander ya había dado un paso al frente, la serpiente siseando en sincronía con su respiración. —Les advertí… —susurró, y sus ojos se encendieron como brasas al viento. Uno intentó correr, pero el híbrido lo sujetó de la chaqueta y lo estampó contra el suelo, la sangre tiñendo el cemento húmedo. El último quedó paralizado, temblando, observando cómo el muchacho que parecía perdido se transformaba en un ser de sombras y luz, un ángel y un demonio al mismo tiempo. —Váyanse de mi vista. —dijo finalmente, liberando al único que aún respiraba. Su voz sonó como un juicio, como si cada palabra pesara toneladas. El hombre huyó tambaleando, dejando un rastro de miedo tras de sí. Lysander se quedó quieto, respirando con dificultad, mirando sus propias manos manchadas de sangre. —“No eres como ellos, pero tampoco como los otros. ¿Cuánto más podrás contenerte?” —preguntó la serpiente, con un siseo casi paternal. Lysander se dejó caer contra la pared del callejón, mirando el cielo apenas visible entre los edificios. —No lo sé… —susurró, con un hilo de voz—. No lo sé… Y por un instante, el chico que era un híbrido celestial y tengu se sintió exactamente lo que los demás veían en él: un extraño perdido en un mundo que nunca lo aceptaría del todo.
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  • En la ciudad comenzó una crisis sobrenatural cuando una brecha inestable se abrió, liberando cada noche a demonios cada vez más poderosos. Ante la amenaza creciente, pidió ayuda a un grupo de exorcistas extranjeros, quienes se encargaban de enfrentar y eliminar a las criaturas. Mientras ellos combatían en las calles, él asumió un papel distinto: investigar el origen de la brecha.

    Su tarea era arriesgada, pues la grieta no tenía un punto fijo, aparecía en lugares aleatorios cada noche. Dedicó sus esfuerzos a estudiar el patrón oculto, descifrar las señales y predecir el sitio de la próxima apertura, con un objetivo claro: adentrarse en la brecha misma y descubrir qué había más allá, buscando detener el problema desde la raíz.
    En la ciudad comenzó una crisis sobrenatural cuando una brecha inestable se abrió, liberando cada noche a demonios cada vez más poderosos. Ante la amenaza creciente, pidió ayuda a un grupo de exorcistas extranjeros, quienes se encargaban de enfrentar y eliminar a las criaturas. Mientras ellos combatían en las calles, él asumió un papel distinto: investigar el origen de la brecha. Su tarea era arriesgada, pues la grieta no tenía un punto fijo, aparecía en lugares aleatorios cada noche. Dedicó sus esfuerzos a estudiar el patrón oculto, descifrar las señales y predecir el sitio de la próxima apertura, con un objetivo claro: adentrarse en la brecha misma y descubrir qué había más allá, buscando detener el problema desde la raíz.
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    ;; ¡Oh! ¡Brujas! ¡Más criaturas sobrenaturales! YASS
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  • ¡HEY, FICROLERS 3D!
    ¡Un nuevo personaje 3D viene pisando fuerte!

    Hoy damos la bienvenida a...

    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ ¡[whisper_silver_monkey_730]!

    Investigadora en archivos, humana con habilidades sobrenaturales. Un personaje del fandom ADOM, donde el misterio y el conocimiento se cruzan en su camino.


    ¡Bienvenida a FicRol! Nos alegra tenerte entre nosotros y esperamos que disfrutes mucho explorando historias, creando conexiones y dando vida a tu personaje en este rincón tan creativo.

    Yo soy Caroline, tu RolSage, algo así como tu guía en el mundo de los Personajes 3D. Si tienes dudas, necesitas ayuda o simplemente quieres charlar, mis DMs están abiertos. Además, en mi fanpage encontrarás guías súper detalladas sobre el funcionamiento de FicRol. ¡Dale like para no perderte nada!

    Antes de lanzarte de lleno, te dejo algunos recursos que te pueden venir de maravilla para empezar con buen pie:

    Normas básicas del de la plataforma:
    https://ficrol.com/static/guidelines

    Guías detalladas sobre cómo funciona todo por aquí:
    https://ficrol.com/blogs/147711/ÍNDICE-DE-GUIAS-Y-MINIGUIAS

    Grupo exclusivo para Personajes 3D:
    https://ficrol.com/groups/Personajes3D

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    Directorio de Personajes 3D: https://ficrol.com/blogs/181793/DIRECTORIO-PERSONAJES-3D-Y-FANDOMS
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    ¿Quieres mejorar tu escritura o narración?
    https://ficrol.com/pages/RinconEscritor


    ¡Recuerda que puedes escribirme si necesitas cualquier cosita! ¡Nos vemos en el rol!

    #RolSage3D #Personajes3D #Bienvenida3D #Comunidad3D
    ✨ ¡HEY, FICROLERS 3D! ✨ ¡Un nuevo personaje 3D viene pisando fuerte! 🎉 Hoy damos la bienvenida a... ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ ¡[whisper_silver_monkey_730]! Investigadora en archivos, humana con habilidades sobrenaturales. Un personaje del fandom ADOM, donde el misterio y el conocimiento se cruzan en su camino. 👋 ¡Bienvenida a FicRol! Nos alegra tenerte entre nosotros y esperamos que disfrutes mucho explorando historias, creando conexiones y dando vida a tu personaje en este rincón tan creativo. 🧙‍♀️ Yo soy Caroline, tu RolSage, algo así como tu guía en el mundo de los Personajes 3D. Si tienes dudas, necesitas ayuda o simplemente quieres charlar, mis DMs están abiertos. Además, en mi fanpage encontrarás guías súper detalladas sobre el funcionamiento de FicRol. ¡Dale like para no perderte nada! 🧭 Antes de lanzarte de lleno, te dejo algunos recursos que te pueden venir de maravilla para empezar con buen pie: 📌 Normas básicas del de la plataforma: 🔗 https://ficrol.com/static/guidelines 👩‍🏫 Guías detalladas sobre cómo funciona todo por aquí: 🔗 https://ficrol.com/blogs/147711/ÍNDICE-DE-GUIAS-Y-MINIGUIAS 👥 Grupo exclusivo para Personajes 3D: 🔗 https://ficrol.com/groups/Personajes3D 📚 Directorios para encontrar personajes y fandoms afines 🔗 Directorio de Personajes 3D: https://ficrol.com/blogs/181793/DIRECTORIO-PERSONAJES-3D-Y-FANDOMS 🔗 Fandoms disponibles en FicRol: https://ficrol.com/blogs/151304/FANDOMS-PERSONAJES-3D-EN-FICROL 📝 ¿Quieres mejorar tu escritura o narración? 🔗 https://ficrol.com/pages/RinconEscritor ¡Recuerda que puedes escribirme si necesitas cualquier cosita! ¡Nos vemos en el rol! 🚀🔥 #RolSage3D #Personajes3D #Bienvenida3D #Comunidad3D
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  • La ciudad vibraba bajo un cielo que nunca descansaba: neón, faroles parpadeantes y la constante marea de sonidos humanos llenaban el aire con un ritmo extraño para alguien acostumbrada al silencio eterno de su mansión. Yūrei Veyrith caminaba entre la multitud, pero sus pasos eran apenas un susurro, como si la tierra misma la reconociera y la dejara pasar. Sus ojos plateados recorrían cada detalle: escaparates iluminados, callejones oscuros, los reflejos del asfalto mojado que parecía contener un mundo paralelo en cada charco.

    Un aroma desconocido la detuvo: una mezcla de especias, dulzor y calor que despertó una curiosidad que hacía siglos no sentía. Siguiendo el olor, llegó a un pequeño puesto callejero donde un humano apresurado servía comida. Yūrei se inclinó ligeramente, observando cómo el vapor ascendía en espirales casi mágicas. Sus dedos rozaron la superficie de la mesa, y por un instante, se permitió sonreír ante la simpleza de la vida humana, que para ella era un misterio tan fascinante como cualquier otro plano de existencia.

    De repente, un grito cortó el murmullo de la ciudad: un hombre corría, perseguido por algo que Yūrei percibió antes de que la mayoría pudiera notar. Una sombra amorfa con ojos rojos brillantes se movía entre la multitud, tomando la forma de miedo y confusión. Sus sentidos ancestrales reconocieron la amenaza: un yokai errante, extraviado en el mundo humano, incapaz de contener su hambre por la energía del miedo.

    Sin dudar, Yūrei se movió con la gracia de siglos de experiencia. Su cabello plateado se movió como un halo etéreo, y una luz tenue surgió de sus manos, trazando un patrón de contención en el aire. La sombra se detuvo, y un silencio momentáneo se apoderó de la calle. Sus ojos se fijaron en el yokai, y con un gesto casi ceremonial, lo guió de vuelta a su plano, disolviendo su forma oscura en un resplandor azul. El hombre que había estado huyendo quedó confundido, seguro, creyendo que todo había sido producto de su imaginación.

    Yūrei continuó caminando, como si nada hubiera ocurrido, mezclándose con los transeúntes. Cada calle, cada luz y cada olor eran una lección: la ciudad humana estaba viva, y ella estaba allí para aprender, explorar y, cuando fuera necesario, intervenir desde las sombras. Sus pasos la llevaron a un callejón angosto, donde la oscuridad parecía más densa. Un graffiti brillante en la pared atrajo su atención; no era arte común, sino un símbolo que resonaba con energías sobrenaturales. Sus dedos rozaron la pintura, y por un instante, visiones fugaces de antiguos rituales y secretos olvidados cruzaron su mente.

    La noche avanzaba y Yūrei sabía que cada esquina de la ciudad guardaba secretos que los humanos jamás entenderían. Criaturas errantes, energías perdidas, pequeños milagros ocultos… todo coexistía con la rutina humana, y ella estaba allí para descubrirlo, protegerlo y, quizá, guiarlo. Con cada paso, la madre de lo imposible caminaba entre mundos, recordando que aunque perteneciera a todos y a ninguno, podía encontrar pequeñas certezas en lo cotidiano: un aroma desconocido, un callejón misterioso, un simple acto de bondad humana, y la satisfacción silenciosa de mantener el equilibrio entre lo visible y lo invisible.
    La ciudad vibraba bajo un cielo que nunca descansaba: neón, faroles parpadeantes y la constante marea de sonidos humanos llenaban el aire con un ritmo extraño para alguien acostumbrada al silencio eterno de su mansión. Yūrei Veyrith caminaba entre la multitud, pero sus pasos eran apenas un susurro, como si la tierra misma la reconociera y la dejara pasar. Sus ojos plateados recorrían cada detalle: escaparates iluminados, callejones oscuros, los reflejos del asfalto mojado que parecía contener un mundo paralelo en cada charco. Un aroma desconocido la detuvo: una mezcla de especias, dulzor y calor que despertó una curiosidad que hacía siglos no sentía. Siguiendo el olor, llegó a un pequeño puesto callejero donde un humano apresurado servía comida. Yūrei se inclinó ligeramente, observando cómo el vapor ascendía en espirales casi mágicas. Sus dedos rozaron la superficie de la mesa, y por un instante, se permitió sonreír ante la simpleza de la vida humana, que para ella era un misterio tan fascinante como cualquier otro plano de existencia. De repente, un grito cortó el murmullo de la ciudad: un hombre corría, perseguido por algo que Yūrei percibió antes de que la mayoría pudiera notar. Una sombra amorfa con ojos rojos brillantes se movía entre la multitud, tomando la forma de miedo y confusión. Sus sentidos ancestrales reconocieron la amenaza: un yokai errante, extraviado en el mundo humano, incapaz de contener su hambre por la energía del miedo. Sin dudar, Yūrei se movió con la gracia de siglos de experiencia. Su cabello plateado se movió como un halo etéreo, y una luz tenue surgió de sus manos, trazando un patrón de contención en el aire. La sombra se detuvo, y un silencio momentáneo se apoderó de la calle. Sus ojos se fijaron en el yokai, y con un gesto casi ceremonial, lo guió de vuelta a su plano, disolviendo su forma oscura en un resplandor azul. El hombre que había estado huyendo quedó confundido, seguro, creyendo que todo había sido producto de su imaginación. Yūrei continuó caminando, como si nada hubiera ocurrido, mezclándose con los transeúntes. Cada calle, cada luz y cada olor eran una lección: la ciudad humana estaba viva, y ella estaba allí para aprender, explorar y, cuando fuera necesario, intervenir desde las sombras. Sus pasos la llevaron a un callejón angosto, donde la oscuridad parecía más densa. Un graffiti brillante en la pared atrajo su atención; no era arte común, sino un símbolo que resonaba con energías sobrenaturales. Sus dedos rozaron la pintura, y por un instante, visiones fugaces de antiguos rituales y secretos olvidados cruzaron su mente. La noche avanzaba y Yūrei sabía que cada esquina de la ciudad guardaba secretos que los humanos jamás entenderían. Criaturas errantes, energías perdidas, pequeños milagros ocultos… todo coexistía con la rutina humana, y ella estaba allí para descubrirlo, protegerlo y, quizá, guiarlo. Con cada paso, la madre de lo imposible caminaba entre mundos, recordando que aunque perteneciera a todos y a ninguno, podía encontrar pequeñas certezas en lo cotidiano: un aroma desconocido, un callejón misterioso, un simple acto de bondad humana, y la satisfacción silenciosa de mantener el equilibrio entre lo visible y lo invisible.
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  • La puerta de la pequeña cafetería se abrió con un leve tintineo, y Yūrei Veyrith cruzó el umbral como quien pisa un terreno desconocido y fascinante a la vez. Sus cabellos plateados brillaban tenuemente bajo la luz cálida del local, y sus ojos, que guardaban constelaciones apagadas, recorrían cada rincón con una mezcla de curiosidad y cautela. Por siglos había habitado entre mundos que los humanos no podían imaginar, y la vida cotidiana de ellos, con sus aromas, colores y sabores, era un misterio recién descubierto.

    El olor a café recién molido y pan horneado despertó algo en ella que hacía mucho tiempo no sentía: interés genuino. Se acercó al mostrador, moviéndose con la elegancia silenciosa que caracterizaba cada uno de sus pasos. Observó los pasteles, los bollos y los pequeños dulces dispuestos cuidadosamente, como si cada uno guardara un secreto del mundo humano. Tomó uno con delicadeza, apenas rozándolo con sus dedos largos y finos, y lo llevó a sus labios.

    —Entonces… esto es dulce —susurró para sí misma, más para confirmar que era real que por curiosidad. Su voz era suave, etérea, y resonaba con la calma de alguien que ha vivido siglos, pero que aún puede sorprenderse. El primer bocado fue ligero, y sus ojos se iluminaron con una chispa de algo casi infantil: fascinación. Nunca había necesitado sabores simples como este; en su mundo, la esencia de la vida no venía envuelta en azúcar o harina, sino en energías, rituales y secretos que solo los seres sobrenaturales podían percibir.

    Se sentó junto a la ventana, dejando que la luz de la tarde acariciara su rostro. Cada detalle del lugar, desde los murmullos de los clientes hasta la manera en que el vapor del café se elevaba en espirales, parecía nuevo y maravilloso. Por un momento, la eternidad que cargaba en su ser se diluyó frente a un simple bocado y un sorbo de té, y la mujer que caminaba entre mundos se permitió sentir algo tan humano como el placer de una comida.

    Yūrei sonrió apenas, una curva de labios que no necesitaba palabras para transmitir todo lo que sentía: curiosidad, sorpresa y una leve satisfacción. En ese instante, la eternidad se mezclaba con la cotidianidad, y ella, madre de lo imposible, se encontraba aprendiendo de algo tan sencillo que la hacía sentir… viva.
    La puerta de la pequeña cafetería se abrió con un leve tintineo, y Yūrei Veyrith cruzó el umbral como quien pisa un terreno desconocido y fascinante a la vez. Sus cabellos plateados brillaban tenuemente bajo la luz cálida del local, y sus ojos, que guardaban constelaciones apagadas, recorrían cada rincón con una mezcla de curiosidad y cautela. Por siglos había habitado entre mundos que los humanos no podían imaginar, y la vida cotidiana de ellos, con sus aromas, colores y sabores, era un misterio recién descubierto. El olor a café recién molido y pan horneado despertó algo en ella que hacía mucho tiempo no sentía: interés genuino. Se acercó al mostrador, moviéndose con la elegancia silenciosa que caracterizaba cada uno de sus pasos. Observó los pasteles, los bollos y los pequeños dulces dispuestos cuidadosamente, como si cada uno guardara un secreto del mundo humano. Tomó uno con delicadeza, apenas rozándolo con sus dedos largos y finos, y lo llevó a sus labios. —Entonces… esto es dulce —susurró para sí misma, más para confirmar que era real que por curiosidad. Su voz era suave, etérea, y resonaba con la calma de alguien que ha vivido siglos, pero que aún puede sorprenderse. El primer bocado fue ligero, y sus ojos se iluminaron con una chispa de algo casi infantil: fascinación. Nunca había necesitado sabores simples como este; en su mundo, la esencia de la vida no venía envuelta en azúcar o harina, sino en energías, rituales y secretos que solo los seres sobrenaturales podían percibir. Se sentó junto a la ventana, dejando que la luz de la tarde acariciara su rostro. Cada detalle del lugar, desde los murmullos de los clientes hasta la manera en que el vapor del café se elevaba en espirales, parecía nuevo y maravilloso. Por un momento, la eternidad que cargaba en su ser se diluyó frente a un simple bocado y un sorbo de té, y la mujer que caminaba entre mundos se permitió sentir algo tan humano como el placer de una comida. Yūrei sonrió apenas, una curva de labios que no necesitaba palabras para transmitir todo lo que sentía: curiosidad, sorpresa y una leve satisfacción. En ese instante, la eternidad se mezclaba con la cotidianidad, y ella, madre de lo imposible, se encontraba aprendiendo de algo tan sencillo que la hacía sentir… viva.
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