• Riddle Rosehearts

    — Rosehearts... Tu mano... Realmente crees que la foto quedara bien así?
    [blast_crimson_koala_328] — Rosehearts... Tu mano... Realmente crees que la foto quedara bien así?
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  • ≫ ──────── ≪•◦ ❈ ◦•≫ ──────── ≪
    La cuenta regresiva para el solsticio de invierno había comenzado.

    Visitar el mundo de los espíritus era una cita inevitable, respiraba en su nuca como algo inminente, el nerviosismo e incertidumbre crecía cada vez más, emociones que presionaban con un dolor agudo su pecho quitándole la respiración cada que pensaba mucho en eso, por eso lo evitaba.

    Para una mortal como ella era algo inconcebible caminar si quiera en ese plano espiritual, su vida podría peligrar ¿Qué pasaba si la rechazaban? Tal vez toda la sangre que derramó impedía presentarse frente a las deidades por ser impura, quizás podrían ver su fuego destructivo y consumidor que asoló poblados y tal como redujo a cenizas a sus enemigos sería reducida ella también, ¿Y si prohibían el hecho de que dos seres de naturaleza distinta se unieran? ¿Y si lo que ella era no estaba a la altura? no había certeza de nada.

    Esto la motivó a tomar una decisión, no quería dejar ningun cabo sin atar.
    Era momento de hacer el viaje que había estado posponiendo hace mucho: Alguien tendría visita.

    La pelirroja no sabía como iba a reaccionar su aliado ¿Seguirían siéndolo? Pronto lo averiguaría.

    Tomó el bolso que hace meses había dejado en un rincón sólo con el yukata negro y la espada, regalos que sentía que ya no le pertenecían. Quería que regresaran con su dueño original, sentía que conservarlos era una falta de respeto hacia él.

    Últimamente Kazuo se ausentaba seguido, Liz entendía que era imprescindible en la vida de muchos y le hacía feliz saber que cuando no estaba era porque ayudaba a alguien más, ésta era una de las muchas cualidades que admiraba del Kitsune.

    Cuando regresara ella no estaría así que su reencuentro se extendería un poco más, por esto antes de abandonar el templo dejó una nota

    "𝘒𝘢𝘻𝘶𝘰, 𝘴𝘢𝘭í 𝘥𝘦 𝘷𝘪𝘢𝘫𝘦 𝘱𝘰𝘳 𝘶𝘯𝘰𝘴 𝘥í𝘢𝘴. 𝘌𝘴𝘵𝘢𝘳é 𝘥𝘦 𝘷𝘶𝘦𝘭𝘵𝘢 𝘢𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘭 𝘛ō𝘫𝘪. 𝘕𝘰𝘴 𝘷𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘢𝘭 𝘳𝘦𝘨𝘳𝘦𝘴𝘰.

    𝘊𝘰𝘯 𝘢𝘮𝘰𝘳 𝘓𝘪𝘻.-♡"

    El viaje fue largo, tuvo que parar varias veces en tabernas y posadas antes de llegar a destino.

    No sabía con exactitud donde encontrarlo, así que se dirigió al monasterio donde alguna vez recibió la poderosa Excalibur junto con el yukata RoseAkaichi.

    Si algo del pacto quedaba, el ente sentiría su presencia y aparecería ante ella.

    ── Cuanto tiempo. . . Aliada . . .

    ── Hola Gazú Bonetti



    Desarrollo→ https://ficrol.com/posts/216896
    ≫ ──────── ≪•◦ ❈ ◦•≫ ──────── ≪ La cuenta regresiva para el solsticio de invierno había comenzado. Visitar el mundo de los espíritus era una cita inevitable, respiraba en su nuca como algo inminente, el nerviosismo e incertidumbre crecía cada vez más, emociones que presionaban con un dolor agudo su pecho quitándole la respiración cada que pensaba mucho en eso, por eso lo evitaba. Para una mortal como ella era algo inconcebible caminar si quiera en ese plano espiritual, su vida podría peligrar ¿Qué pasaba si la rechazaban? Tal vez toda la sangre que derramó impedía presentarse frente a las deidades por ser impura, quizás podrían ver su fuego destructivo y consumidor que asoló poblados y tal como redujo a cenizas a sus enemigos sería reducida ella también, ¿Y si prohibían el hecho de que dos seres de naturaleza distinta se unieran? ¿Y si lo que ella era no estaba a la altura? no había certeza de nada. Esto la motivó a tomar una decisión, no quería dejar ningun cabo sin atar. Era momento de hacer el viaje que había estado posponiendo hace mucho: Alguien tendría visita. La pelirroja no sabía como iba a reaccionar su aliado ¿Seguirían siéndolo? Pronto lo averiguaría. Tomó el bolso que hace meses había dejado en un rincón sólo con el yukata negro y la espada, regalos que sentía que ya no le pertenecían. Quería que regresaran con su dueño original, sentía que conservarlos era una falta de respeto hacia él. Últimamente Kazuo se ausentaba seguido, Liz entendía que era imprescindible en la vida de muchos y le hacía feliz saber que cuando no estaba era porque ayudaba a alguien más, ésta era una de las muchas cualidades que admiraba del Kitsune. Cuando regresara ella no estaría así que su reencuentro se extendería un poco más, por esto antes de abandonar el templo dejó una nota "𝘒𝘢𝘻𝘶𝘰, 𝘴𝘢𝘭í 𝘥𝘦 𝘷𝘪𝘢𝘫𝘦 𝘱𝘰𝘳 𝘶𝘯𝘰𝘴 𝘥í𝘢𝘴. 𝘌𝘴𝘵𝘢𝘳é 𝘥𝘦 𝘷𝘶𝘦𝘭𝘵𝘢 𝘢𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘭 𝘛ō𝘫𝘪. 𝘕𝘰𝘴 𝘷𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘢𝘭 𝘳𝘦𝘨𝘳𝘦𝘴𝘰. 𝘊𝘰𝘯 𝘢𝘮𝘰𝘳 𝘓𝘪𝘻.-♡" El viaje fue largo, tuvo que parar varias veces en tabernas y posadas antes de llegar a destino. No sabía con exactitud donde encontrarlo, así que se dirigió al monasterio donde alguna vez recibió la poderosa Excalibur junto con el yukata RoseAkaichi. Si algo del pacto quedaba, el ente sentiría su presencia y aparecería ante ella. ── Cuanto tiempo. . . Aliada . . . 🌹── Hola [Gazu1221] Desarrollo→ https://ficrol.com/posts/216896
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    #Ro ¡ Hola ! Vengo a decir dos cosas muy claras de Mitsuru. La

    Primera ESTA EN UNA RELACIÓN CERRADA Y HETEROSEXUAL con Akihiko Sanada

    Y segunda NO HAGO ******, solo lo hago con la pareja de Mitsuru.

    #Ro ¡ Hola ! Vengo a decir dos cosas muy claras de Mitsuru. La Primera ESTA EN UNA RELACIÓN CERRADA Y HETEROSEXUAL con [Sanada_Thcx] Y segunda NO HAGO SEXROL, solo lo hago con la pareja de Mitsuru.
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  • La pose de Rose de Titanic así tal cual es muy hermosa no cree??
    La pose de Rose de Titanic así tal cual es muy hermosa no cree??
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  • Estaba sola en un claro del bosque, con el atardecer bañando todo con tonos dorados y anaranjados. En sus manos sostenia una pequeña caja de terciopelo negro, que encontró cuidadosamente dejada para ser vista por su avido ojo. Al abrirla, sus ojos se ensanchan al ver el anillo, un anillo oscuro y elegante que parece brillar débilmente, como si contuviera un fragmento de las sombras mismas. Un anillo corrupto, pero… ¿Su anillo?

    Por un momento, se quedó sin palabras, el aire atrapado en sus pulmones.

    —¿Gazú...? —Rápidamente ató cabos, la falta de su presencia aumentando inclusive la intensidad del gesto.

    El anillo parecía casi resonar con su energía, como si fuera una extensión de él. Lo tomó con cuidado, sosteniéndolo entre los dedos mientras una pequeña sonrisa se formaba en sus labios.

    —"My Blue Rose"... Siempre sabiendo cómo dejarme sin palabras.

    Se sentó sobre una roca cercana, examinando los detalles del anillo. Su expresión era una mezcla de maravilla y desconcierto. Por mucho que lo intentaba, no podía evitar sentir el calor en su pecho, una emoción que rara vez permite florecer.

    —¿Cómo siempre logras esto, Gazú? Hacerme sentir... Vista. Como si importara, aunque nunca lo diga en voz alta. —Susurro, pensativa, acariciando con el pulgar cada detalle, cada hendidura, cada símbolo aún oculto para ella.

    Por un momento, se sintió expuesta, pero también segura, como si el anillo fuera un recordatorio físico de su conexión con él. Lentamente, se lo puso en el dedo, observando cómo encajaba perfectamente, como si hubiera sido hecho para ella.

    —No estás aquí, pero... Lo siento, ¿sabes? Tu forma de cuidarme, incluso desde lejos.

    Echó un vistazo al anillo una vez más, y su sonrisa se tornó más amplia, más sincera… Más suya, sin las caricias de un tormentoso dolor acariciando cada centímetro de su piel.

    —Supongo que este es tu regalo de cumpleaños… No sé si merezco algo así, pero gracias. Siempre sabes exactamente lo que necesito, incluso cuando no tengo idea.

    Se recostó contra el árbol, dejando que el anillo brillara débilmente bajo la luz menguante. En ese momento, sintió que la conexión con Gazú Bonetti no dependía de la presencia física; él siempre estaba con ella, en sus pensamientos, en sus sombras, y ahora, en este anillo que llevaba en su dedo como un recordatorio de todo lo que han compartido y lo que está por venir.
    Estaba sola en un claro del bosque, con el atardecer bañando todo con tonos dorados y anaranjados. En sus manos sostenia una pequeña caja de terciopelo negro, que encontró cuidadosamente dejada para ser vista por su avido ojo. Al abrirla, sus ojos se ensanchan al ver el anillo, un anillo oscuro y elegante que parece brillar débilmente, como si contuviera un fragmento de las sombras mismas. Un anillo corrupto, pero… ¿Su anillo? Por un momento, se quedó sin palabras, el aire atrapado en sus pulmones. —¿Gazú...? —Rápidamente ató cabos, la falta de su presencia aumentando inclusive la intensidad del gesto. El anillo parecía casi resonar con su energía, como si fuera una extensión de él. Lo tomó con cuidado, sosteniéndolo entre los dedos mientras una pequeña sonrisa se formaba en sus labios. —"My Blue Rose"... Siempre sabiendo cómo dejarme sin palabras. Se sentó sobre una roca cercana, examinando los detalles del anillo. Su expresión era una mezcla de maravilla y desconcierto. Por mucho que lo intentaba, no podía evitar sentir el calor en su pecho, una emoción que rara vez permite florecer. —¿Cómo siempre logras esto, Gazú? Hacerme sentir... Vista. Como si importara, aunque nunca lo diga en voz alta. —Susurro, pensativa, acariciando con el pulgar cada detalle, cada hendidura, cada símbolo aún oculto para ella. Por un momento, se sintió expuesta, pero también segura, como si el anillo fuera un recordatorio físico de su conexión con él. Lentamente, se lo puso en el dedo, observando cómo encajaba perfectamente, como si hubiera sido hecho para ella. —No estás aquí, pero... Lo siento, ¿sabes? Tu forma de cuidarme, incluso desde lejos. Echó un vistazo al anillo una vez más, y su sonrisa se tornó más amplia, más sincera… Más suya, sin las caricias de un tormentoso dolor acariciando cada centímetro de su piel. —Supongo que este es tu regalo de cumpleaños… No sé si merezco algo así, pero gracias. Siempre sabes exactamente lo que necesito, incluso cuando no tengo idea. Se recostó contra el árbol, dejando que el anillo brillara débilmente bajo la luz menguante. En ese momento, sintió que la conexión con [Gazu1221] no dependía de la presencia física; él siempre estaba con ella, en sus pensamientos, en sus sombras, y ahora, en este anillo que llevaba en su dedo como un recordatorio de todo lo que han compartido y lo que está por venir.
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  • Dialogo con la condesa Pembrock:

    -Mi señora Elenrose, me parece que teníamos un acuerdo oral sobre el comercio de aceitunas. ¿Qué cambió tan repentinamente?

    Elerose fuma de su pipa mientras una cría de dragon salta a su regazo desde uno de sus hombros.

    -He presenciado algunos asuntos que no son de mi agrado en cuanto a usted. Puede retirarse, no se llevará el cargamento de este otoño.

    La dama enfurece y se aleja, azotando la puerta de la estancia al salir.
    Dialogo con la condesa Pembrock: -Mi señora Elenrose, me parece que teníamos un acuerdo oral sobre el comercio de aceitunas. ¿Qué cambió tan repentinamente? Elerose fuma de su pipa mientras una cría de dragon salta a su regazo desde uno de sus hombros. -He presenciado algunos asuntos que no son de mi agrado en cuanto a usted. Puede retirarse, no se llevará el cargamento de este otoño. La dama enfurece y se aleja, azotando la puerta de la estancia al salir.
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  • —Si existiera una mujer más iconica que Rosetta Dutton sería el fin del mundo, la rubia era la definición de belleza e inteligencia sin dejar de lado la lealtad tan feroz al proteger a los suyos.—
    —Si existiera una mujer más iconica que Rosetta Dutton sería el fin del mundo, la rubia era la definición de belleza e inteligencia sin dejar de lado la lealtad tan feroz al proteger a los suyos.—
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  • Cena incomoda y controlada
    Fandom Original
    Categoría Original
    Era una noche tranquila en el restaurante, el ambiente cálido con luces suaves que iluminaban los pequeños detalles de la decoración. Agatha se encontraba sentada en una mesa elegante, ajustando con sutileza su colgante favorito, un regalo de su madre que, sin saberlo, albergaba una pequeña cámara instalada por Ryo, su leal guardaespaldas. Aunque Agatha nunca había hablado de estas citas, sus amigas habían insistido en organizarla, y algo en su interior le decía que había sido una mala idea no haberle mencionado nada a Ryo. "Solo será una cena", pensaba, intentando calmar su conciencia.

    Un mes de planes para hacer algo distinto, algo "divertido", y sus amigas lo habían convencido. Lo que Agatha no sabía era que Ryo había decidido ser cauteloso y no dejarla ir sin estar cerca de alguna forma, aunque no se lo hubiera dicho.

    De repente, el hombre llegó: Sebastian, alto, con una sonrisa arrogante y el aire de alguien que siempre se cree el centro de atención. Su paso firme resonó al acercarse, y Agatha se sintió instantáneamente incómoda.

    —Agatha —dijo con un tono altanero, extendiendo la mano—. Encantado de verte por fin fuera de tus... quehaceres domésticos. Me imaginaba que ser ama de llaves no te dejaría tanto tiempo libre.

    Agatha forzó una sonrisa, el corazón latiendo más rápido de lo que le gustaría admitir. Había algo en su tono que la hizo sentir algo pequeña.

    —Encantada, Sebastian —respondió, estrechando su mano brevemente y, a pesar de la sensación de incomodidad, haciendo todo lo posible por mantener la calma.

    Se sentaron, y él comenzó a hablar sin cesar sobre sus logros y las fiestas en las que había estado, como si quisiera demostrarle que su vida era mucho más interesante que la de ella. Agatha trató de no sentirse abrumada. Ella no tenía mucho que compartir sobre grandes fiestas o viajes lujosos, solo su tranquila vida de trabajo en casa y su pequeño círculo de amigos.

    Mientras el camarero servía el vino, él comenzó a hablar más sobre sí mismo, con una sonrisa burlona.

    —Siempre he pensado que las mujeres que trabajan en la casa son bastante... limitadas —comentó, tomando un sorbo de su copa, mirando a Agatha con una mezcla de curiosidad y desdén—. Aunque, claro, debe ser interesante ver cómo se pueden organizar tantas cosas al mismo tiempo. ¿No te resulta aburrido? ¿Todo el tiempo con las mismas rutinas?

    Agatha sintió una leve punzada de incomodidad, pero decidió mantener la calma. La pequeña mentira que se había dicho a sí misma se reafirmó: "Solo es una cena."

    —Bueno, mi trabajo tiene sus retos —respondió, procurando no sonar defensiva. Miró la copa de vino antes de dar un sorbo, sintiendo la presión de mantener una conversación normal a pesar de la creciente incomodidad.

    —Sí, claro —dijo él, levantando una ceja con una sonrisa presuntuosa—. Pero, en serio, ¿cómo te las arreglas para no aburrirte? Debe ser una vida monótona, ¿no? —Se recostó en la silla, observándola con esa mirada superior que parecía evaluar cada palabra que ella decía—. ¿Algún pasatiempo interesante fuera de limpiar?

    El comentario le golpeó, y Agatha sintió un leve calor en sus mejillas. Sin embargo, no quería que él notara lo que realmente pensaba.

    —No todo es tan... limitado, como lo ves. Los pequeños detalles tienen su valor —respondió con suavidad, pero sin perder el control.

    —¿Pequeños detalles? —se rió él, negando con la cabeza de forma despectiva—. No sé, Agatha, parece que has invertido tu vida en una ocupación... algo mediocre. No puedo imaginarme perdiendo el tiempo con algo tan trivial.

    El tono de Sebastian comenzó a volverse más directo, casi desafiante. Agatha, aunque algo alterada por sus palabras, trató de mantenerse serena. La incomodidad se intensificaba con cada palabra.

    —¿Sabes? A veces me pregunto qué pasaría si fueras un poco más... abierta con tus... pasatiempos. Tal vez una vida menos... reservada podría ser más... satisfactoria.

    La cercanía de su mirada la hizo sentir aún más incómoda. La inclinación hacia ella no era casual, y Agatha empezó a percibir que él no solo estaba hablando de su trabajo, sino también de su vida personal.

    —Creo que prefiero disfrutar de las cosas sencillas —respondió con voz firme, sin saber cómo defenderse sin sonar arrogante, mientras intentaba alejar su silla un poco.

    —¿Sencillas? —insistió él, acercándose un poco más, su tono volviéndose más atrevido—. Agatha, por favor, no te pongas tan... recatada. Estoy seguro de que hay mucho más en ti que un trabajo aburrido y tu vida en esta... casa. Tal vez me equivoqué contigo.

    De repente, ella sintió que el ambiente se volvía pesado, como si no pudiera respirar correctamente. El tono de él, su mirada invasiva, todo eso la hacía sentir vulnerable. Agatha tenía la sensación de que algo no iba bien, pero no quería ser grosera ni levantar sospechas. Aunque en el fondo deseaba poder salir corriendo, se obligó a mantenerse en su lugar.

    El peso del colgante sobre su cuello comenzó a sentirse cada vez más pesado, pero no lo pensó mucho. De hecho, ni siquiera se dio cuenta de que la cámara dentro de él estaba transmitiendo en vivo a Ryo, quien observaba la escena con creciente preocupación desde su posición cercana en otro lugar.

    Agatha, forzando una sonrisa, trató de poner fin a la velada de la manera más educada posible.

    —Creo que es mejor que dejemos esto aquí, Sebastian —dijo, poniendo su copa con delicadeza sobre la mesa. La incomodidad se notaba claramente en su rostro.

    Sebastian frunció el ceño, desconcertado por su repentina frialdad.

    —¿Qué? ¿Ya te vas? Pero si apenas hemos comenzado.

    Agatha se levantó lentamente, evitando su mirada. Su corazón latía más rápido que nunca.

    —Creo que me ha dado suficiente... compañía por esta noche —respondió, sus palabras saliendo con una firmeza que no sentía realmente. Necesitaba irse, y lo sabía.

    Un silencio incómodo se apoderó de la mesa mientras ella se retiraba, deseando no haber tenido que lidiar con esta situación. Sabía que algo no estaba bien, pero no podía identificar exactamente qué. La sensación de que algo la observaba, como si estuviera siendo vigilada, la hizo sentirse aún más incómoda.

    Cuando salió del restaurante, la pequeña mentira que se decía a sí misma resonaba una vez más: "Solo era una cena."

    Agatha se levantó de la mesa con rapidez, su corazón latiendo más fuerte de lo que había imaginado. Sin mirarlo directamente, comenzó a caminar hacia la salida, intentando mantener la compostura. La incomodidad de la conversación, la presión de sus palabras y la actitud invasiva de Sebastian la habían dejado agotada, y solo deseaba llegar a su coche, alejarse de esa situación.

    Pero antes de que pudiera llegar al umbral de la puerta, escuchó sus pasos detrás de ella. Sebastian la había seguido.

    —¡Agatha! —llamó con tono alto, casi desafiante, mientras se acercaba rápidamente. —¿Ya te vas? ¿A dónde crees que vas tan pronto? La noche apenas ha comenzado, y ni siquiera has probado el plato principal. No puedes irte así.

    Agatha detuvo su paso en seco, sintiendo la presión de su presencia detrás de ella. Giró lentamente, intentando mostrar calma, aunque su estómago estaba revuelto.

    —Creo que ya he tenido suficiente —dijo, su voz más firme de lo que se sentía. Mantuvo la mirada baja, evitando que él pudiera ver la ansiedad que empezaba a brotar.

    Sebastian sonrió, pero no con la amabilidad que había pretendido al principio. Era una sonrisa burlona, llena de presunción.

    —¿De verdad crees que puedes irte así, sin más? No me hagas esto, Agatha. Sé que tú y yo podemos... disfrutar mucho más de esta noche. Lo que no te he mostrado aún puede interesarte, créeme. Hay tantas cosas que podríamos compartir.

    El tono con el que lo decía era tan insistente que Agatha sintió una corriente fría recorrer su espalda. Se estaba acercando más de lo que debería, demasiado cerca.

    —Te lo agradezco, pero... no estoy interesada —respondió, casi sin aliento, con la voz temblando un poco. La sensación de incomodidad se transformaba rápidamente en algo más angustiante, un nudo en su estómago que le impedía moverse con total libertad.

    Sebastian, sin embargo, no parecía dispuesto a rendirse. Dio un paso más hacia ella, tocando levemente su brazo con una mano.

    —Es solo una cena, Agatha. No te hagas la difícil.

    Pero Agatha, asustada y repentinamente decidida, retrocedió un paso, alejándose de su toque. La última chispa de su cordura se encendió en ese instante.

    —Déjame ir, Sebastian. No quiero seguir con esto —dijo con firmeza, sin dejar que su miedo la dominara completamente. La puerta del restaurante estaba tan cerca, y con ella, la oportunidad de escapar de esa situación incómoda.

    Sin embargo, antes de que pudiera dar otro paso, escuchó la puerta abrirse rápidamente. El sonido de unos pasos firmes acercándose la hizo girarse, y en ese momento vio a un hombre, su figura imponente y el rostro tan tranquilo como peligroso, salir del restaurante. Un escalofrío recorrió su espalda al reconocer la postura firme y segura de quien se acercaba, pero no estaba segura de quién era.

    Sebastian se detuvo al instante al ver la mirada penetrante del hombre, que lo observaba con calma, como si evaluara la situación. No hubo palabras, pero el aire cambió, y la tensión entre los tres se palpaba. El desconocido se mantuvo en silencio, simplemente de pie a un lado de Agatha, vigilando a Sebastian con una quietud que no dejaba lugar a dudas.

    Sebastian, incómodo, miró al hombre una vez más, luego a Agatha, y finalmente, dio un paso atrás, levantando las manos en señal de rendición. Con una última mirada cargada de frustración, dio media vuelta y se alejó rápidamente, sin decir una palabra.

    Agatha permaneció en silencio, el alivio llegando en oleadas mientras veía cómo Sebastian se alejaba. El hombre que había intervenido no se movió, pero Agatha sintió su presencia como una barrera protectora entre ella y la amenaza que había sido la cita.

    Después de unos momentos, el hombre hizo un leve gesto hacia ella, indicando que podía irse. Agatha, aún con el corazón acelerado, asintió con una mirada agradecida. Sin palabras, comenzó a caminar hacia la salida, y él la siguió de cerca, manteniendo su paso tranquilo y seguro.
    Era una noche tranquila en el restaurante, el ambiente cálido con luces suaves que iluminaban los pequeños detalles de la decoración. Agatha se encontraba sentada en una mesa elegante, ajustando con sutileza su colgante favorito, un regalo de su madre que, sin saberlo, albergaba una pequeña cámara instalada por Ryo, su leal guardaespaldas. Aunque Agatha nunca había hablado de estas citas, sus amigas habían insistido en organizarla, y algo en su interior le decía que había sido una mala idea no haberle mencionado nada a Ryo. "Solo será una cena", pensaba, intentando calmar su conciencia. Un mes de planes para hacer algo distinto, algo "divertido", y sus amigas lo habían convencido. Lo que Agatha no sabía era que Ryo había decidido ser cauteloso y no dejarla ir sin estar cerca de alguna forma, aunque no se lo hubiera dicho. De repente, el hombre llegó: Sebastian, alto, con una sonrisa arrogante y el aire de alguien que siempre se cree el centro de atención. Su paso firme resonó al acercarse, y Agatha se sintió instantáneamente incómoda. —Agatha —dijo con un tono altanero, extendiendo la mano—. Encantado de verte por fin fuera de tus... quehaceres domésticos. Me imaginaba que ser ama de llaves no te dejaría tanto tiempo libre. Agatha forzó una sonrisa, el corazón latiendo más rápido de lo que le gustaría admitir. Había algo en su tono que la hizo sentir algo pequeña. —Encantada, Sebastian —respondió, estrechando su mano brevemente y, a pesar de la sensación de incomodidad, haciendo todo lo posible por mantener la calma. Se sentaron, y él comenzó a hablar sin cesar sobre sus logros y las fiestas en las que había estado, como si quisiera demostrarle que su vida era mucho más interesante que la de ella. Agatha trató de no sentirse abrumada. Ella no tenía mucho que compartir sobre grandes fiestas o viajes lujosos, solo su tranquila vida de trabajo en casa y su pequeño círculo de amigos. Mientras el camarero servía el vino, él comenzó a hablar más sobre sí mismo, con una sonrisa burlona. —Siempre he pensado que las mujeres que trabajan en la casa son bastante... limitadas —comentó, tomando un sorbo de su copa, mirando a Agatha con una mezcla de curiosidad y desdén—. Aunque, claro, debe ser interesante ver cómo se pueden organizar tantas cosas al mismo tiempo. ¿No te resulta aburrido? ¿Todo el tiempo con las mismas rutinas? Agatha sintió una leve punzada de incomodidad, pero decidió mantener la calma. La pequeña mentira que se había dicho a sí misma se reafirmó: "Solo es una cena." —Bueno, mi trabajo tiene sus retos —respondió, procurando no sonar defensiva. Miró la copa de vino antes de dar un sorbo, sintiendo la presión de mantener una conversación normal a pesar de la creciente incomodidad. —Sí, claro —dijo él, levantando una ceja con una sonrisa presuntuosa—. Pero, en serio, ¿cómo te las arreglas para no aburrirte? Debe ser una vida monótona, ¿no? —Se recostó en la silla, observándola con esa mirada superior que parecía evaluar cada palabra que ella decía—. ¿Algún pasatiempo interesante fuera de limpiar? El comentario le golpeó, y Agatha sintió un leve calor en sus mejillas. Sin embargo, no quería que él notara lo que realmente pensaba. —No todo es tan... limitado, como lo ves. Los pequeños detalles tienen su valor —respondió con suavidad, pero sin perder el control. —¿Pequeños detalles? —se rió él, negando con la cabeza de forma despectiva—. No sé, Agatha, parece que has invertido tu vida en una ocupación... algo mediocre. No puedo imaginarme perdiendo el tiempo con algo tan trivial. El tono de Sebastian comenzó a volverse más directo, casi desafiante. Agatha, aunque algo alterada por sus palabras, trató de mantenerse serena. La incomodidad se intensificaba con cada palabra. —¿Sabes? A veces me pregunto qué pasaría si fueras un poco más... abierta con tus... pasatiempos. Tal vez una vida menos... reservada podría ser más... satisfactoria. La cercanía de su mirada la hizo sentir aún más incómoda. La inclinación hacia ella no era casual, y Agatha empezó a percibir que él no solo estaba hablando de su trabajo, sino también de su vida personal. —Creo que prefiero disfrutar de las cosas sencillas —respondió con voz firme, sin saber cómo defenderse sin sonar arrogante, mientras intentaba alejar su silla un poco. —¿Sencillas? —insistió él, acercándose un poco más, su tono volviéndose más atrevido—. Agatha, por favor, no te pongas tan... recatada. Estoy seguro de que hay mucho más en ti que un trabajo aburrido y tu vida en esta... casa. Tal vez me equivoqué contigo. De repente, ella sintió que el ambiente se volvía pesado, como si no pudiera respirar correctamente. El tono de él, su mirada invasiva, todo eso la hacía sentir vulnerable. Agatha tenía la sensación de que algo no iba bien, pero no quería ser grosera ni levantar sospechas. Aunque en el fondo deseaba poder salir corriendo, se obligó a mantenerse en su lugar. El peso del colgante sobre su cuello comenzó a sentirse cada vez más pesado, pero no lo pensó mucho. De hecho, ni siquiera se dio cuenta de que la cámara dentro de él estaba transmitiendo en vivo a Ryo, quien observaba la escena con creciente preocupación desde su posición cercana en otro lugar. Agatha, forzando una sonrisa, trató de poner fin a la velada de la manera más educada posible. —Creo que es mejor que dejemos esto aquí, Sebastian —dijo, poniendo su copa con delicadeza sobre la mesa. La incomodidad se notaba claramente en su rostro. Sebastian frunció el ceño, desconcertado por su repentina frialdad. —¿Qué? ¿Ya te vas? Pero si apenas hemos comenzado. Agatha se levantó lentamente, evitando su mirada. Su corazón latía más rápido que nunca. —Creo que me ha dado suficiente... compañía por esta noche —respondió, sus palabras saliendo con una firmeza que no sentía realmente. Necesitaba irse, y lo sabía. Un silencio incómodo se apoderó de la mesa mientras ella se retiraba, deseando no haber tenido que lidiar con esta situación. Sabía que algo no estaba bien, pero no podía identificar exactamente qué. La sensación de que algo la observaba, como si estuviera siendo vigilada, la hizo sentirse aún más incómoda. Cuando salió del restaurante, la pequeña mentira que se decía a sí misma resonaba una vez más: "Solo era una cena." Agatha se levantó de la mesa con rapidez, su corazón latiendo más fuerte de lo que había imaginado. Sin mirarlo directamente, comenzó a caminar hacia la salida, intentando mantener la compostura. La incomodidad de la conversación, la presión de sus palabras y la actitud invasiva de Sebastian la habían dejado agotada, y solo deseaba llegar a su coche, alejarse de esa situación. Pero antes de que pudiera llegar al umbral de la puerta, escuchó sus pasos detrás de ella. Sebastian la había seguido. —¡Agatha! —llamó con tono alto, casi desafiante, mientras se acercaba rápidamente. —¿Ya te vas? ¿A dónde crees que vas tan pronto? La noche apenas ha comenzado, y ni siquiera has probado el plato principal. No puedes irte así. Agatha detuvo su paso en seco, sintiendo la presión de su presencia detrás de ella. Giró lentamente, intentando mostrar calma, aunque su estómago estaba revuelto. —Creo que ya he tenido suficiente —dijo, su voz más firme de lo que se sentía. Mantuvo la mirada baja, evitando que él pudiera ver la ansiedad que empezaba a brotar. Sebastian sonrió, pero no con la amabilidad que había pretendido al principio. Era una sonrisa burlona, llena de presunción. —¿De verdad crees que puedes irte así, sin más? No me hagas esto, Agatha. Sé que tú y yo podemos... disfrutar mucho más de esta noche. Lo que no te he mostrado aún puede interesarte, créeme. Hay tantas cosas que podríamos compartir. El tono con el que lo decía era tan insistente que Agatha sintió una corriente fría recorrer su espalda. Se estaba acercando más de lo que debería, demasiado cerca. —Te lo agradezco, pero... no estoy interesada —respondió, casi sin aliento, con la voz temblando un poco. La sensación de incomodidad se transformaba rápidamente en algo más angustiante, un nudo en su estómago que le impedía moverse con total libertad. Sebastian, sin embargo, no parecía dispuesto a rendirse. Dio un paso más hacia ella, tocando levemente su brazo con una mano. —Es solo una cena, Agatha. No te hagas la difícil. Pero Agatha, asustada y repentinamente decidida, retrocedió un paso, alejándose de su toque. La última chispa de su cordura se encendió en ese instante. —Déjame ir, Sebastian. No quiero seguir con esto —dijo con firmeza, sin dejar que su miedo la dominara completamente. La puerta del restaurante estaba tan cerca, y con ella, la oportunidad de escapar de esa situación incómoda. Sin embargo, antes de que pudiera dar otro paso, escuchó la puerta abrirse rápidamente. El sonido de unos pasos firmes acercándose la hizo girarse, y en ese momento vio a un hombre, su figura imponente y el rostro tan tranquilo como peligroso, salir del restaurante. Un escalofrío recorrió su espalda al reconocer la postura firme y segura de quien se acercaba, pero no estaba segura de quién era. Sebastian se detuvo al instante al ver la mirada penetrante del hombre, que lo observaba con calma, como si evaluara la situación. No hubo palabras, pero el aire cambió, y la tensión entre los tres se palpaba. El desconocido se mantuvo en silencio, simplemente de pie a un lado de Agatha, vigilando a Sebastian con una quietud que no dejaba lugar a dudas. Sebastian, incómodo, miró al hombre una vez más, luego a Agatha, y finalmente, dio un paso atrás, levantando las manos en señal de rendición. Con una última mirada cargada de frustración, dio media vuelta y se alejó rápidamente, sin decir una palabra. Agatha permaneció en silencio, el alivio llegando en oleadas mientras veía cómo Sebastian se alejaba. El hombre que había intervenido no se movió, pero Agatha sintió su presencia como una barrera protectora entre ella y la amenaza que había sido la cita. Después de unos momentos, el hombre hizo un leve gesto hacia ella, indicando que podía irse. Agatha, aún con el corazón acelerado, asintió con una mirada agradecida. Sin palabras, comenzó a caminar hacia la salida, y él la siguió de cerca, manteniendo su paso tranquilo y seguro.
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  • Intentó de todo, pero ningún mensaje llegaba,
    ¿de verdad la había rechazado?

    Había sido muy audaz, incluso tal vez grosera..¿qué podía esperar?
    Una mujer como ella, intentando socializar con un hombre claramente fuera de su alcance.
    Si ella hablaba de un tema, era más que obvio que él lo conocía de principio a fin, no había nada que ella pudiera hacer para llamar la atención del mayor.

    Podía sentir su pecho pesado, la falta de apetito y un notorio rechazo a salir, socializar o dar la cara.

    ── Después de todo El silencio puede ser mas ruidoso que las palabras. ──

    Musitó antes de tomar el aparatejo que había diseñado directo por la ventana de su balcón, así como las cosas que planeaba mandarle.

    Ni una sola sirvienta, ni un solo mayordomo se atrevieron a acercarse, sabían que era un momento delicado y que cualquier detalle, podría hacerla responder de una manera terrible.

    Intentó de todo, pero ningún mensaje llegaba, ¿de verdad la había rechazado? Había sido muy audaz, incluso tal vez grosera..¿qué podía esperar? Una mujer como ella, intentando socializar con un hombre claramente fuera de su alcance. Si ella hablaba de un tema, era más que obvio que él lo conocía de principio a fin, no había nada que ella pudiera hacer para llamar la atención del mayor. Podía sentir su pecho pesado, la falta de apetito y un notorio rechazo a salir, socializar o dar la cara. ── Después de todo El silencio puede ser mas ruidoso que las palabras. ── Musitó antes de tomar el aparatejo que había diseñado directo por la ventana de su balcón, así como las cosas que planeaba mandarle. Ni una sola sirvienta, ni un solo mayordomo se atrevieron a acercarse, sabían que era un momento delicado y que cualquier detalle, podría hacerla responder de una manera terrible.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Una aclaración: Eurynome NO ES GROSERA simplemente siente un profundo desprecio por los humanos porque los considera débiles e inútiles. Es por ello por lo que se expresa de estos en términos de animales como "zorra", "mascota", "cerdos" o "simios lampiños" , si eres humano, es probable que sea desagradable contigo a menos que por algún motivo que casi nunca sucede, le agrades, si no eres humano, sentirá curiosidad por ti pero a menos que le agrades, será fría y un poco descortés . Aviso esto porque si luego Nomy dice algo y se molestan, sobre advertencia no hay engaño.
    Una aclaración: Eurynome NO ES GROSERA simplemente siente un profundo desprecio por los humanos porque los considera débiles e inútiles. Es por ello por lo que se expresa de estos en términos de animales como "zorra", "mascota", "cerdos" o "simios lampiños" , si eres humano, es probable que sea desagradable contigo a menos que por algún motivo que casi nunca sucede, le agrades, si no eres humano, sentirá curiosidad por ti pero a menos que le agrades, será fría y un poco descortés . Aviso esto porque si luego Nomy dice algo y se molestan, sobre advertencia no hay engaño.
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