• #MonoRol | La ira de una infancia rota

    Habían pasado aproximadamente dos meses desde la muerte de su madre, y la pequeña Illyiv estaba sentada sobre el pasto seco, mirando la calle frente a ella a través de la reja de la puerta del orfanato al que la habían transferido. El aire estaba cargado con el olor a tierra y hojas secas, y el sol del ocaso bañaba su pálida piel creando reflejos cálidos en ella. A través de la reja, el mundo exterior parecía tan cercano, y a su vez, inalcanzable. Mientras observaba a los transeúntes y los vehículos pasar, un pensamiento sombrío cruzó su mente: "Nunca salí de la prisión, la prisión simplemente cambió de lugar."

    El orfanato era un lugar sombrío y frio, las paredes eran grises y los pasillos eran largos y oscuros. Las habitaciones eran pequeñas y desprovistas de decoración, le recordaban a las habitaciones de la casa en la que había vivido, lo que reforzaba la sensación de estar en una prisión. La rutina diaria era estricta, con horarios rígidos para comer, dormir y realizar actividades. Cada día se desarrollaba con una monotonía agotadora, Illyiv se sentía atrapada y sin control sobre su propia vida.

    En los primeros días, trató de mantenerse apartada de los otros niños. Había pasado tanto tiempo encerrada en casa que no estaba acostumbrada a socializar, en tiempos pasados había ansiado poder compartir con otros niños y tener amigos, pero ahora aquellas ganas se habían desvanecido por completo. El vacío que inundaba cada rincón de su ser la hacían sentir como si estuviera muerta; como si ahora fuera solo un espíritu que vaga por el mundo limitándose a ser tan solo una espectadora. Los traumas de su pasado, el asesinato de su madre y sus constante abusos la habían convertido en una niña retraída y silenciosa. Sus ojos oscuros, que reflejaban una tristeza profunda, eran un contraste inquietante con su cabello blanco como la nieve.

    Sin embargo, su actitud reservada solo atrajo más atención negativa. Los otros niños se dieron cuenta rápidamente de su aislamiento y comenzaron a burlarse de ella. En el comedor, durante el recreo, en cualquier oportunidad que tenían, las burlas no cesaban.

    —¡Miren a la rara! —gritaba una niña mientras Illyiv pasaba, señalándola y riéndose junto a otras dos niñas—. ¿Qué te pasó en la espalda, monstruo?

    Las voces de los niños resonaban en la mente de Illyiv, aturdiéndola. Se sentía abrumada, confusa, sin entender por qué era diferente y por qué no podía encajar. Las heridas de quemaduras en su espalda, resultado de los castigos de su madre, eran un recordatorio constante de su doloroso pasado, pero ahora también se habían convertido en motivo de burlas.

    Una tarde, mientras estaba sentada en el patio, absorta en sus pensamientos, tres niñas se le acercaron. La líder del grupo, una niña robusta de cabello rizado y piel tostada, se paró frente a ella con una expresión burlona.

    —¿Qué haces aquí sentada sola, monstruo? —preguntó con un tono despectivo.

    —... —un breve silencio inundó la escena, Illyiv las miraba con la mirada vacía, y luego añadió—: Podrían simplemente ignorar mi presencia... —su voz débil, vacía, casi un susurró en el viento.

    Las dos niñas que acompañaban a la líder comenzaron a reír, disfrutando de la incomodidad de Illyiv.

    —¡Miren cómo se encoge! ¡Parece una ratita asustada! —exclamó una niña rubia y delgada, que se encontraba a un lado de la líder del grupo, y tras su comentario las tres niñas rieron a carcajadas.

    Illyiv sintió su mente abrumada, como si un torbellino de emociones la envolviera. No entendía por qué la trataban así, no entendía por qué no podía ser como los demás niños. Las palabras de su madre resonaban en su mente: "Qué débil es tu cuerpo." Esas palabras, junto con las burlas, la atormentaban sin descanso.

    —¿Es por eso que mi mamá no quería que me juntara con otros niños? —murmuró Illyiv para sí misma, sintiendo una mezcla de tristeza y rabia.

    La líder del grupo se acercó más, invadiendo el espacio personal de la pequeña peliblanca.

    —¿Que dijiste? ¿Por qué no hablas más fuerte, monstruo? ¿Tienes miedo? —provocó, inclinándose hacia ella.

    Aquellas voces seguían colándose en su mente, las risas se escuchaban de fondo, repitiéndose como ecos que buscaban atormentarla, la pequeña niña de cabello blanco sentía como si su mente pudiera explotar en cualquier momento, su cabeza le dolía. Apretó sus puños, sintiendo como sus propias uñas se clavaban en la suave piel de sus manos, sentía rabia, tristeza, confusión, enojo, irá, frustración, una mezcla de emociones que nisiquiera era capaz de identificar en aquel instante tan breve, su corazón latía como si fuera a salir de su pecho y sentía muchas ganas de llorar, pero en lugar de eso, de repente, en un impulso salvaje y errático, Illyiv se abalanzó sobre la niña. La niña robusta tenía un cuerpo más fuerte, pero Illyiv, fortalecida por los entrenamientos de ballet, se movía con una fuerza inesperada. Ambas cayeron al suelo. Sus pensamientos se nublaron, y solo pudo actuar en base a la ira y frustración acumulada.

    Sus manos, echas puños, comenzaron a estrellarse contra la figura robusta de aquella niña rizada. La niña intentaba defenderse y esquivar sus golpes, pero la pequeña que estaba sobre ella era rápida y tenía una fuerza descomunal, casi como si estuviera poseída, como si una fuerza oscura la impulsara. Las otras dos niñas intentaron quitar a Illyiv de encima de su amiga, pero fue inútil. Illyiv estaba fuera de control, moviéndose con la fuerza de la desesperación. En un momento de furia ciega, arañó la cara de la niña, dejando marcas profundas, sintiendo como aquella capa de piel superficial había quedado atrapada en sus propias uñas.

    La niña rizada, tenía el rostro lleno de lágrimas y su mejilla ensangrentada. Illyiv, con los ojos vidriosos, parecía ajena al caos que había desatado. Los gritos y lloriqueos llenaron el aire, creando una atmósfera de pánico. La niña herida comenzó a llorar, y las otras dos niñas gritaron pidiendo ayuda. Los adultos llegaron corriendo, separando a Illyiv de la niña herida.

    —¡Illyiv, basta! —gritó uno de los cuidadores, sujetándola con fuerza.

    Con la respiración agitada, sus manos temblando, y los ojos llenos de furia, Illyiv fue llevada a una habitación aislada como castigo. Sentada en la oscuridad, sentía una mezcla de emociones: rabia, tristeza, confusión. Las lágrimas comenzaron a caer por su rostro, pero no emitió ningún sonido, en cambio, se dejó hundir en un mar de emociones contradictorias. Una vez más, sabía que llorar no cambiaría nada.

    Mientras la noche caía, Illyiv se acurrucó en la cama, cerrando los ojos y deseando que todo fuera diferente, desconociendo por completo que pronto, su vida estaba por cambiar.
    #MonoRol | La ira de una infancia rota Habían pasado aproximadamente dos meses desde la muerte de su madre, y la pequeña Illyiv estaba sentada sobre el pasto seco, mirando la calle frente a ella a través de la reja de la puerta del orfanato al que la habían transferido. El aire estaba cargado con el olor a tierra y hojas secas, y el sol del ocaso bañaba su pálida piel creando reflejos cálidos en ella. A través de la reja, el mundo exterior parecía tan cercano, y a su vez, inalcanzable. Mientras observaba a los transeúntes y los vehículos pasar, un pensamiento sombrío cruzó su mente: "Nunca salí de la prisión, la prisión simplemente cambió de lugar." El orfanato era un lugar sombrío y frio, las paredes eran grises y los pasillos eran largos y oscuros. Las habitaciones eran pequeñas y desprovistas de decoración, le recordaban a las habitaciones de la casa en la que había vivido, lo que reforzaba la sensación de estar en una prisión. La rutina diaria era estricta, con horarios rígidos para comer, dormir y realizar actividades. Cada día se desarrollaba con una monotonía agotadora, Illyiv se sentía atrapada y sin control sobre su propia vida. En los primeros días, trató de mantenerse apartada de los otros niños. Había pasado tanto tiempo encerrada en casa que no estaba acostumbrada a socializar, en tiempos pasados había ansiado poder compartir con otros niños y tener amigos, pero ahora aquellas ganas se habían desvanecido por completo. El vacío que inundaba cada rincón de su ser la hacían sentir como si estuviera muerta; como si ahora fuera solo un espíritu que vaga por el mundo limitándose a ser tan solo una espectadora. Los traumas de su pasado, el asesinato de su madre y sus constante abusos la habían convertido en una niña retraída y silenciosa. Sus ojos oscuros, que reflejaban una tristeza profunda, eran un contraste inquietante con su cabello blanco como la nieve. Sin embargo, su actitud reservada solo atrajo más atención negativa. Los otros niños se dieron cuenta rápidamente de su aislamiento y comenzaron a burlarse de ella. En el comedor, durante el recreo, en cualquier oportunidad que tenían, las burlas no cesaban. —¡Miren a la rara! —gritaba una niña mientras Illyiv pasaba, señalándola y riéndose junto a otras dos niñas—. ¿Qué te pasó en la espalda, monstruo? Las voces de los niños resonaban en la mente de Illyiv, aturdiéndola. Se sentía abrumada, confusa, sin entender por qué era diferente y por qué no podía encajar. Las heridas de quemaduras en su espalda, resultado de los castigos de su madre, eran un recordatorio constante de su doloroso pasado, pero ahora también se habían convertido en motivo de burlas. Una tarde, mientras estaba sentada en el patio, absorta en sus pensamientos, tres niñas se le acercaron. La líder del grupo, una niña robusta de cabello rizado y piel tostada, se paró frente a ella con una expresión burlona. —¿Qué haces aquí sentada sola, monstruo? —preguntó con un tono despectivo. —... —un breve silencio inundó la escena, Illyiv las miraba con la mirada vacía, y luego añadió—: Podrían simplemente ignorar mi presencia... —su voz débil, vacía, casi un susurró en el viento. Las dos niñas que acompañaban a la líder comenzaron a reír, disfrutando de la incomodidad de Illyiv. —¡Miren cómo se encoge! ¡Parece una ratita asustada! —exclamó una niña rubia y delgada, que se encontraba a un lado de la líder del grupo, y tras su comentario las tres niñas rieron a carcajadas. Illyiv sintió su mente abrumada, como si un torbellino de emociones la envolviera. No entendía por qué la trataban así, no entendía por qué no podía ser como los demás niños. Las palabras de su madre resonaban en su mente: "Qué débil es tu cuerpo." Esas palabras, junto con las burlas, la atormentaban sin descanso. —¿Es por eso que mi mamá no quería que me juntara con otros niños? —murmuró Illyiv para sí misma, sintiendo una mezcla de tristeza y rabia. La líder del grupo se acercó más, invadiendo el espacio personal de la pequeña peliblanca. —¿Que dijiste? ¿Por qué no hablas más fuerte, monstruo? ¿Tienes miedo? —provocó, inclinándose hacia ella. Aquellas voces seguían colándose en su mente, las risas se escuchaban de fondo, repitiéndose como ecos que buscaban atormentarla, la pequeña niña de cabello blanco sentía como si su mente pudiera explotar en cualquier momento, su cabeza le dolía. Apretó sus puños, sintiendo como sus propias uñas se clavaban en la suave piel de sus manos, sentía rabia, tristeza, confusión, enojo, irá, frustración, una mezcla de emociones que nisiquiera era capaz de identificar en aquel instante tan breve, su corazón latía como si fuera a salir de su pecho y sentía muchas ganas de llorar, pero en lugar de eso, de repente, en un impulso salvaje y errático, Illyiv se abalanzó sobre la niña. La niña robusta tenía un cuerpo más fuerte, pero Illyiv, fortalecida por los entrenamientos de ballet, se movía con una fuerza inesperada. Ambas cayeron al suelo. Sus pensamientos se nublaron, y solo pudo actuar en base a la ira y frustración acumulada. Sus manos, echas puños, comenzaron a estrellarse contra la figura robusta de aquella niña rizada. La niña intentaba defenderse y esquivar sus golpes, pero la pequeña que estaba sobre ella era rápida y tenía una fuerza descomunal, casi como si estuviera poseída, como si una fuerza oscura la impulsara. Las otras dos niñas intentaron quitar a Illyiv de encima de su amiga, pero fue inútil. Illyiv estaba fuera de control, moviéndose con la fuerza de la desesperación. En un momento de furia ciega, arañó la cara de la niña, dejando marcas profundas, sintiendo como aquella capa de piel superficial había quedado atrapada en sus propias uñas. La niña rizada, tenía el rostro lleno de lágrimas y su mejilla ensangrentada. Illyiv, con los ojos vidriosos, parecía ajena al caos que había desatado. Los gritos y lloriqueos llenaron el aire, creando una atmósfera de pánico. La niña herida comenzó a llorar, y las otras dos niñas gritaron pidiendo ayuda. Los adultos llegaron corriendo, separando a Illyiv de la niña herida. —¡Illyiv, basta! —gritó uno de los cuidadores, sujetándola con fuerza. Con la respiración agitada, sus manos temblando, y los ojos llenos de furia, Illyiv fue llevada a una habitación aislada como castigo. Sentada en la oscuridad, sentía una mezcla de emociones: rabia, tristeza, confusión. Las lágrimas comenzaron a caer por su rostro, pero no emitió ningún sonido, en cambio, se dejó hundir en un mar de emociones contradictorias. Una vez más, sabía que llorar no cambiaría nada. Mientras la noche caía, Illyiv se acurrucó en la cama, cerrando los ojos y deseando que todo fuera diferente, desconociendo por completo que pronto, su vida estaba por cambiar.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    — Por el Imperio Sakura, la traición se paga, tu muerte será lenta y dolorosa, y será un recordatorio a no jugar sucio —
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  • ⠀⠀⠀⠀⠀ 𝚂𝙾𝙲𝙸𝙰𝙻 𝙼𝙴𝙳𝙸𝙰
    ⠀⠀⠀⠀⠀⊹⠀⠀﹫ellie
    ¡Feliz sábado tengáis! Recordatorio de que beban awita y abrigarse.
    ⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀ 𝚂𝙾𝙲𝙸𝙰𝙻 𝙼𝙴𝙳𝙸𝙰 ⠀⠀⠀⠀⠀⊹⠀📸⠀﹫ellie ¡Feliz sábado tengáis! Recordatorio de que beban awita y abrigarse.
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  • El bardo está sentado bajo un árbol antiguo, con el mazo de tarot frente a él. El ciclo solar está por completarse, y como cada vez, realiza su lectura con respeto y calma, dejando que las cartas le hablen.

    Tomó una respiración profunda antes de girar la carta que había elegido. Al verla, sus ojos se suavizaron, y una leve sonrisa, casi melancólica, se dibujó en su rostro.

    𝕭>La Luna...

    Murmuró, sosteniéndola entre sus dedos como si fuera un fragmento de verdad delicada.

    𝕭>Es un recordatorio, ¿sabes?. La Luna no es un faro, no ilumina el camino como el Sol. Es un reflejo, un eco de lo que somos en la penumbra.

    Dejó la carta sobre el mantel y trazó con cuidado las líneas de la ilustración.

    𝕭>Habla de lo oculto, de lo que no queremos ver, pero también de lo que podemos intuir si estamos dispuestos a mirar más allá de las sombras. Los aullidos del lobo y el perro... son nuestras naturalezas enfrentadas: lo salvaje y lo domesticado. Y el cangrejo... es lo que guardamos en las profundidades, lo que teme salir a la superficie.

    El bardo suspiró, dejando que el peso de la carta se asentara en su mente.

    𝕭>No es una carta de certezas, sino de preguntas. ¿Qué estoy ignorando? ¿Qué camino debo tomar cuando todo parece incierto?

    Cerró los ojos un momento, permitiendo que las emociones de la carta lo atravesaran

    𝕭>Es un aviso: no confíes en lo que ves, sino en lo que sientes.

    Abrió los ojos y miró la carta una vez más, con una mezcla de respeto y calma.

    𝕭>La Luna me habla de paciencia, de escuchar lo que el silencio tiene que decir. No todo está claro ahora, pero lo estará cuando sea el momento.

    Con delicadeza, devolvió la carta al mazo, colocándola con el resto. Luego, guardó el tarot en su estuche, cerrándolo como quien guarda un secreto precioso.

    Volvió a bajar la mirada, quedándose quieto bajo el árbol. Entonces, con voz suave y una chispa de misterio en los ojos, preguntó al aire:

    𝕭>¿Quieres saber cuál es tu carta?
    El bardo está sentado bajo un árbol antiguo, con el mazo de tarot frente a él. El ciclo solar está por completarse, y como cada vez, realiza su lectura con respeto y calma, dejando que las cartas le hablen. Tomó una respiración profunda antes de girar la carta que había elegido. Al verla, sus ojos se suavizaron, y una leve sonrisa, casi melancólica, se dibujó en su rostro. 𝕭>La Luna... Murmuró, sosteniéndola entre sus dedos como si fuera un fragmento de verdad delicada. 𝕭>Es un recordatorio, ¿sabes?. La Luna no es un faro, no ilumina el camino como el Sol. Es un reflejo, un eco de lo que somos en la penumbra. Dejó la carta sobre el mantel y trazó con cuidado las líneas de la ilustración. 𝕭>Habla de lo oculto, de lo que no queremos ver, pero también de lo que podemos intuir si estamos dispuestos a mirar más allá de las sombras. Los aullidos del lobo y el perro... son nuestras naturalezas enfrentadas: lo salvaje y lo domesticado. Y el cangrejo... es lo que guardamos en las profundidades, lo que teme salir a la superficie. El bardo suspiró, dejando que el peso de la carta se asentara en su mente. 𝕭>No es una carta de certezas, sino de preguntas. ¿Qué estoy ignorando? ¿Qué camino debo tomar cuando todo parece incierto? Cerró los ojos un momento, permitiendo que las emociones de la carta lo atravesaran 𝕭>Es un aviso: no confíes en lo que ves, sino en lo que sientes. Abrió los ojos y miró la carta una vez más, con una mezcla de respeto y calma. 𝕭>La Luna me habla de paciencia, de escuchar lo que el silencio tiene que decir. No todo está claro ahora, pero lo estará cuando sea el momento. Con delicadeza, devolvió la carta al mazo, colocándola con el resto. Luego, guardó el tarot en su estuche, cerrándolo como quien guarda un secreto precioso. Volvió a bajar la mirada, quedándose quieto bajo el árbol. Entonces, con voz suave y una chispa de misterio en los ojos, preguntó al aire: 𝕭>¿Quieres saber cuál es tu carta?
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  • Maya Lockwood despertó con suavidad, como si la luz del amanecer la estuviera llamando desde un sueño profundo. El aire fresco del bosque la envolvía, cargado con el aroma a tierra húmeda y pino, mientras los rayos dorados se filtraban entre las ramas de los árboles. Abrió los ojos lentamente, encontrándose con el techo natural de hojas y ramas que parecía abrazarla desde lo alto.

    Se incorporó con calma, notando cómo su cuerpo respondía con una extraña energía, a pesar de la noche anterior. Miró a su alrededor, buscando las señales de su manada. Aunque despertó sola, la certeza de su presencia cercana la tranquilizó. Las huellas ligeras en el suelo y el olor familiar que impregnaba el aire eran testigos silenciosos de su compañía.

    Recordó la noche anterior con un destello de claridad: la luna llena dominando el cielo, su resplandor plateado iluminando el bosque y la energía compartida entre ella y su manada. Habían corrido juntos bajo la luz lunar, sincronizados como si fueran uno solo, sus corazones latiendo al unísono con la tierra bajo sus pies. Era una sensación de libertad pura, una conexión que trascendía las palabras.

    Se llevó una mano al cuello, encontrando el collar de plata con el colgante en forma de media luna que siempre llevaba consigo. El metal estaba frío al tacto, pero su presencia la anclaba, un recordatorio constante de quién era y de su lugar en el mundo. Una suave brisa agitó su cabello, y el canto de los pájaros cercanos comenzó a llenar el aire con melodías tranquilizadoras.

    A unos pasos de distancia, el sonido de un arroyo la llamó. Se levantó, sus pies descalzos apenas sintiendo las irregularidades del terreno. Al llegar a la orilla, se arrodilló y miró su reflejo en el agua cristalina. Sus ojos, normalmente castaños, tenían un brillo dorado, un eco de la noche que había pasado. Sonrió ligeramente, aceptando ese cambio como una parte de ella.

    #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    Maya Lockwood despertó con suavidad, como si la luz del amanecer la estuviera llamando desde un sueño profundo. El aire fresco del bosque la envolvía, cargado con el aroma a tierra húmeda y pino, mientras los rayos dorados se filtraban entre las ramas de los árboles. Abrió los ojos lentamente, encontrándose con el techo natural de hojas y ramas que parecía abrazarla desde lo alto. Se incorporó con calma, notando cómo su cuerpo respondía con una extraña energía, a pesar de la noche anterior. Miró a su alrededor, buscando las señales de su manada. Aunque despertó sola, la certeza de su presencia cercana la tranquilizó. Las huellas ligeras en el suelo y el olor familiar que impregnaba el aire eran testigos silenciosos de su compañía. Recordó la noche anterior con un destello de claridad: la luna llena dominando el cielo, su resplandor plateado iluminando el bosque y la energía compartida entre ella y su manada. Habían corrido juntos bajo la luz lunar, sincronizados como si fueran uno solo, sus corazones latiendo al unísono con la tierra bajo sus pies. Era una sensación de libertad pura, una conexión que trascendía las palabras. Se llevó una mano al cuello, encontrando el collar de plata con el colgante en forma de media luna que siempre llevaba consigo. El metal estaba frío al tacto, pero su presencia la anclaba, un recordatorio constante de quién era y de su lugar en el mundo. Una suave brisa agitó su cabello, y el canto de los pájaros cercanos comenzó a llenar el aire con melodías tranquilizadoras. A unos pasos de distancia, el sonido de un arroyo la llamó. Se levantó, sus pies descalzos apenas sintiendo las irregularidades del terreno. Al llegar a la orilla, se arrodilló y miró su reflejo en el agua cristalina. Sus ojos, normalmente castaños, tenían un brillo dorado, un eco de la noche que había pasado. Sonrió ligeramente, aceptando ese cambio como una parte de ella. #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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  • ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝙢𝙤𝙣𝙤𝙧𝙤𝙡
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝙖𝙡𝙜𝙪𝙣𝙤𝙨 𝙢𝙚𝙨𝙚𝙨 𝙖𝙩𝙧𝙖́𝙨...

    𝐸𝑙 𝑎𝑖𝑟𝑒 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑏𝑜𝑠𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑎𝑟𝑒𝑐𝑖́𝑎 𝑐𝑎𝑟𝑔𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑢𝑛𝑎 𝑒𝑛𝑒𝑟𝑔𝑖́𝑎 𝑝𝑎𝑙𝑝𝑎𝑏𝑙𝑒, 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑠𝑖 𝑒𝑙 𝑚𝑢𝑛𝑑𝑜 𝑚𝑖𝑠𝑚𝑜 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑢𝑣𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑙𝑎 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑖𝑟𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛. 𝐻𝑜𝑝𝑒 𝑀𝑖𝑘𝑎𝑒𝑙𝑠𝑜𝑛 𝑠𝑒 𝑒𝑛𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎𝑏𝑎 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑐𝑒𝑛𝑡𝑟𝑜 𝑑𝑒 𝑢𝑛 𝑐𝑙𝑎𝑟𝑜, 𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑜𝑠 𝑝𝑖𝑒𝑠 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑎𝑙𝑧𝑜𝑠 𝑠𝑜𝑏𝑟𝑒 𝑙𝑎 𝑡𝑖𝑒𝑟𝑟𝑎 ℎ𝑢́𝑚𝑒𝑑𝑎 𝑦 𝑙𝑜𝑠 𝑜𝑗𝑜𝑠 𝑐𝑒𝑟𝑟𝑎𝑑𝑜𝑠. 𝐴 𝑠𝑢 𝑎𝑙𝑟𝑒𝑑𝑒𝑑𝑜𝑟, 𝑢𝑛𝑎 𝑙𝑒𝑣𝑒 𝑏𝑟𝑖𝑠𝑎 ℎ𝑎𝑐𝑖́𝑎 𝑏𝑎𝑖𝑙𝑎𝑟 𝑙𝑎𝑠 ℎ𝑜𝑗𝑎𝑠, 𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑟𝑎𝑠 𝑢𝑛 𝑐𝑖́𝑟𝑐𝑢𝑙𝑜 𝑑𝑒 𝑟𝑢𝑛𝑎𝑠 𝑏𝑟𝑖𝑙𝑙𝑎𝑏𝑎 𝑑𝑒́𝑏𝑖𝑙𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑠𝑢𝑒𝑙𝑜, 𝑑𝑖𝑏𝑢𝑗𝑎𝑑𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝑢𝑛𝑎 𝑝𝑟𝑒𝑐𝑖𝑠𝑖𝑜́𝑛 𝑐𝑎𝑠𝑖 𝑜𝑏𝑠𝑒𝑠𝑖𝑣𝑎.

    𝐿𝑎 𝑗𝑜𝑣𝑒𝑛 𝑡𝑟𝑖𝑏𝑟𝑖𝑑𝑎 𝑎𝑙𝑧𝑜́ 𝑙𝑎𝑠 𝑚𝑎𝑛𝑜𝑠, 𝑑𝑒𝑗𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑢 𝑚𝑎𝑔𝑖𝑎 𝑓𝑙𝑢𝑦𝑒𝑟𝑎 𝑑𝑒𝑠𝑑𝑒 𝑠𝑢 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑟𝑖𝑜𝑟. 𝐸𝑟𝑎 𝑢𝑛 𝑡𝑜𝑟𝑟𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑑𝑒 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟 𝑝𝑢𝑟𝑜, 𝑢𝑛𝑎 𝑚𝑒𝑧𝑐𝑙𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑡𝑟𝑒𝑠 𝑝𝑎𝑟𝑡𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑠𝑢 ℎ𝑒𝑟𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎: 𝑙𝑎 𝑓𝑢𝑒𝑟𝑧𝑎 𝑖𝑚𝑝𝑙𝑎𝑐𝑎𝑏𝑙𝑒 𝑑𝑒 𝑢𝑛 𝑣𝑎𝑚𝑝𝑖𝑟𝑜, 𝑙𝑎 𝑐𝑜𝑛𝑒𝑥𝑖𝑜́𝑛 𝑎𝑛𝑐𝑒𝑠𝑡𝑟𝑎𝑙 𝑑𝑒 𝑢𝑛 ℎ𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒 𝑙𝑜𝑏𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑎 𝑛𝑎𝑡𝑢𝑟𝑎𝑙𝑒𝑧𝑎, 𝑦 𝑙𝑎 𝑐ℎ𝑖𝑠𝑝𝑎 𝑐𝑎𝑜́𝑡𝑖𝑐𝑎 𝑒 𝑖𝑛𝑓𝑖𝑛𝑖𝑡𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑏𝑟𝑢𝑗𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑙𝑒𝑣𝑎𝑏𝑎 𝑒𝑛 𝑙𝑎𝑠 𝑣𝑒𝑛𝑎𝑠.

    𝑆𝑢𝑠 𝑙𝑎𝑏𝑖𝑜𝑠 𝑠𝑒 𝑚𝑜𝑣𝑖𝑒𝑟𝑜𝑛 𝑒𝑛 𝑢𝑛 𝑚𝑢𝑟𝑚𝑢𝑙𝑙𝑜 𝑎𝑝𝑒𝑛𝑎𝑠 𝑎𝑢𝑑𝑖𝑏𝑙𝑒, 𝑟𝑒𝑐𝑖𝑡𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑢𝑛 ℎ𝑒𝑐ℎ𝑖𝑧𝑜 𝑒𝑛 𝑙𝑎𝑡𝑖́𝑛 𝑎𝑛𝑡𝑖𝑔𝑢𝑜. 𝑈𝑛𝑎 𝑐𝑜𝑟𝑟𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑑𝑒 𝑒𝑛𝑒𝑟𝑔𝑖́𝑎 𝑑𝑜𝑟𝑎𝑑𝑎 𝑐𝑜𝑚𝑒𝑛𝑧𝑜́ 𝑎 𝑓𝑜𝑟𝑚𝑎𝑟𝑠𝑒 𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒 𝑠𝑢𝑠 𝑝𝑎𝑙𝑚𝑎𝑠, 𝑒𝑥𝑝𝑎𝑛𝑑𝑖𝑒́𝑛𝑑𝑜𝑠𝑒 𝑦 𝑜𝑛𝑑𝑢𝑙𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑠𝑖 𝑡𝑢𝑣𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑣𝑖𝑑𝑎 𝑝𝑟𝑜𝑝𝑖𝑎. 𝐶𝑎𝑑𝑎 𝑝𝑎𝑙𝑎𝑏𝑟𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑟𝑜𝑛𝑢𝑛𝑐𝑖𝑎𝑏𝑎 ℎ𝑎𝑐𝑖́𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑎 𝑚𝑎𝑔𝑖𝑎 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑜𝑛𝑑𝑖𝑒𝑟𝑎, 𝑚𝑜𝑙𝑑𝑒𝑎́𝑛𝑑𝑜𝑠𝑒 𝑦 𝑐𝑟𝑒𝑐𝑖𝑒𝑛𝑑𝑜.

    𝐷𝑒 𝑟𝑒𝑝𝑒𝑛𝑡𝑒, 𝑙𝑜𝑠 𝑎́𝑟𝑏𝑜𝑙𝑒𝑠 𝑎𝑙𝑟𝑒𝑑𝑒𝑑𝑜𝑟 𝑠𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑟𝑒𝑚𝑒𝑐𝑖𝑒𝑟𝑜𝑛, 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑠𝑖 𝑟𝑒𝑐𝑜𝑛𝑜𝑐𝑖𝑒𝑟𝑎𝑛 𝑒𝑙 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑑𝑒𝑠𝑎𝑡𝑎𝑏𝑎. 𝐻𝑜𝑝𝑒 𝑎𝑏𝑟𝑖𝑜́ 𝑙𝑜𝑠 𝑜𝑗𝑜𝑠, 𝑞𝑢𝑒 𝑏𝑟𝑖𝑙𝑙𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑐𝑜𝑛 𝑢𝑛 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑛𝑠𝑜 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑙𝑎𝑛𝑑𝑜𝑟 𝑎𝑧𝑢𝑙, 𝑢𝑛 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎𝑠𝑡𝑒 𝑖𝑚𝑝𝑎𝑐𝑡𝑎𝑛𝑡𝑒 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎 𝑙𝑎 𝑝𝑒𝑛𝑢𝑚𝑏𝑟𝑎 𝑑𝑒𝑙 𝑏𝑜𝑠𝑞𝑢𝑒. 𝐶𝑜𝑛 𝑢𝑛 𝑚𝑜𝑣𝑖𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑟𝑎́𝑝𝑖𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑢𝑠 𝑚𝑎𝑛𝑜𝑠, 𝑑𝑖𝑟𝑖𝑔𝑖𝑜́ 𝑙𝑎 𝑒𝑛𝑒𝑟𝑔𝑖́𝑎 ℎ𝑎𝑐𝑖𝑎 𝑢𝑛 𝑣𝑖𝑒𝑗𝑜 𝑟𝑜𝑏𝑙𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑒𝑛𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎𝑏𝑎 𝑎𝑙 𝑏𝑜𝑟𝑑𝑒 𝑑𝑒𝑙 𝑐𝑙𝑎𝑟𝑜. 𝐿𝑎𝑠 𝑟𝑎𝑖́𝑐𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑒𝑛𝑧𝑎𝑟𝑜𝑛 𝑎 𝑐𝑟𝑒𝑐𝑒𝑟, 𝑒𝑥𝑡𝑒𝑛𝑑𝑖𝑒́𝑛𝑑𝑜𝑠𝑒 𝑐𝑜𝑛 𝑢𝑛𝑎 𝑟𝑎𝑝𝑖𝑑𝑒𝑧 𝑠𝑜𝑏𝑟𝑒𝑛𝑎𝑡𝑢𝑟𝑎𝑙, 𝑒𝑛𝑣𝑜𝑙𝑣𝑖𝑒𝑛𝑑𝑜 𝑢𝑛𝑎 𝑟𝑜𝑐𝑎 𝑐𝑒𝑟𝑐𝑎𝑛𝑎 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑠𝑖 𝑓𝑢𝑒𝑟𝑎𝑛 𝑠𝑒𝑟𝑝𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒𝑠.

    𝐻𝑜𝑝𝑒 𝑠𝑜𝑛𝑟𝑖𝑜́, 𝑠𝑎𝑡𝑖𝑠𝑓𝑒𝑐ℎ𝑎 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑙𝑖𝑔𝑒𝑟𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑎𝑔𝑜𝑡𝑎𝑑𝑎. 𝐷𝑜𝑚𝑖𝑛𝑎𝑟 𝑢𝑛 ℎ𝑒𝑐ℎ𝑖𝑧𝑜 𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑎 𝑚𝑎𝑔𝑛𝑖𝑡𝑢𝑑 𝑛𝑜 𝑒𝑟𝑎 𝑡𝑎𝑟𝑒𝑎 𝑓𝑎́𝑐𝑖𝑙, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑠𝑎𝑏𝑖́𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑎𝑑𝑎 𝑒𝑠𝑓𝑢𝑒𝑟𝑧𝑜 𝑙𝑎 𝑎𝑐𝑒𝑟𝑐𝑎𝑏𝑎 𝑚𝑎́𝑠 𝑎 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑜𝑙𝑎𝑟 𝑠𝑢 𝑖𝑛𝑚𝑒𝑛𝑠𝑜 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟. 𝐸𝑛 𝑠𝑢 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒, 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑟𝑒𝑠𝑜𝑛𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑙𝑎𝑠 𝑝𝑎𝑙𝑎𝑏𝑟𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑠𝑢 𝑝𝑎𝑑𝑟𝑒, 𝐾𝑙𝑎𝑢𝑠 𝑀𝑖𝑘𝑎𝑒𝑙𝑠𝑜𝑛: “𝑆𝑒𝑟 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑛𝑜 𝑡𝑒 ℎ𝑎𝑐𝑒 𝑡𝑒𝑚𝑖𝑏𝑙𝑒, 𝐻𝑜𝑝𝑒. 𝐸𝑠 𝑐𝑜́𝑚𝑜 𝑢𝑠𝑎𝑠 𝑒𝑠𝑒 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑑𝑒𝑓𝑖𝑛𝑒 𝑞𝑢𝑖𝑒́𝑛 𝑒𝑟𝑒𝑠.”

    𝐴𝑙 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐ℎ𝑎𝑟 𝑢𝑛 𝑐𝑟𝑢𝑗𝑖𝑑𝑜 𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒 𝑙𝑜𝑠 𝑎́𝑟𝑏𝑜𝑙𝑒𝑠, 𝑔𝑖𝑟𝑜́ 𝑟𝑎́𝑝𝑖𝑑𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒, 𝑐𝑜𝑛 𝑠𝑢𝑠 𝑠𝑒𝑛𝑡𝑖𝑑𝑜𝑠 𝑒𝑛 𝑎𝑙𝑒𝑟𝑡𝑎. 𝑈𝑛𝑎 𝑓𝑖𝑔𝑢𝑟𝑎 𝑒𝑚𝑒𝑟𝑔𝑖𝑜́ 𝑑𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑠𝑜𝑚𝑏𝑟𝑎𝑠: 𝐿𝑎𝑛𝑑𝑜𝑛, 𝑐𝑜𝑛 𝑠𝑢 𝑠𝑜𝑛𝑟𝑖𝑠𝑎 𝑐𝑎𝑟𝑎𝑐𝑡𝑒𝑟𝑖́𝑠𝑡𝑖𝑐𝑎 𝑦 𝑢𝑛𝑎 𝑚𝑒𝑧𝑐𝑙𝑎 𝑑𝑒 𝑎𝑑𝑚𝑖𝑟𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑦 𝑝𝑟𝑒𝑜𝑐𝑢𝑝𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑒𝑛 𝑠𝑢𝑠 𝑜𝑗𝑜𝑠.

    —𝐸𝑠𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑒́𝑠 𝑝𝑙𝑎𝑛𝑒𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑢𝑠𝑎𝑟 𝑒𝑠𝑜 𝑒𝑛 𝑚𝑖́ —𝑏𝑟𝑜𝑚𝑒𝑜́, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑙𝑎 𝑡𝑒𝑛𝑠𝑖𝑜́𝑛 𝑒𝑛 𝑠𝑢 𝑣𝑜𝑧 𝑒𝑟𝑎 𝑒𝑣𝑖𝑑𝑒𝑛𝑡𝑒.

    𝐻𝑜𝑝𝑒 𝑟𝑒𝑙𝑎𝑗𝑜́ 𝑠𝑢𝑠 ℎ𝑜𝑚𝑏𝑟𝑜𝑠 𝑦 𝑑𝑒𝑗𝑜́ 𝑒𝑠𝑐𝑎𝑝𝑎𝑟 𝑢𝑛𝑎 𝑝𝑒𝑞𝑢𝑒𝑛̃𝑎 𝑟𝑖𝑠𝑎.
    —𝑁𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑎 𝑣𝑒𝑧 —𝑟𝑒𝑠𝑝𝑜𝑛𝑑𝑖𝑜́, 𝑎𝑢𝑛𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑛 𝑠𝑢 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑟𝑖𝑜𝑟 𝑠𝑎𝑏𝑖́𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑜𝑛 𝑠𝑢 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟, 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑒𝑥𝑖𝑠𝑡𝑖́𝑎 𝑒𝑙 𝑟𝑖𝑒𝑠𝑔𝑜 𝑑𝑒 𝑝𝑒𝑟𝑑𝑒𝑟 𝑒𝑙 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑜𝑙.


    ⸻ Hope se despertó sobresaltada, con el corazón latiendo frenéticamente en su pecho. El brillo dorado de la magia y el susurro de las hojas en el bosque todavía parecían reales, como si el sueño hubiera sido más que una simple creación de su subconsciente.

    Parpadeó, ajustándose a la tenue luz que iluminaba el búnker de los Hombres de Letras. Las paredes estaban revestidas con estanterías llenas de libros antiguos, y el leve zumbido de la electricidad llenaba el silencio. Las sombras bailaban en el techo debido a una lámpara que había dejado encendida, probablemente mientras leía hasta quedarse dormida.

    Se sentó lentamente, dejando que sus pies tocaran el frío suelo de baldosas. A pesar de estar despierta, el sueño seguía latente en su mente. Había algo más que simple imaginación en lo que había visto. La magia, las runas, la voz de su padre… todo se sentía demasiado real.

    Antes de que pudiera ordenar sus pensamientos, escuchó un golpe suave en la puerta. Dean Winchester la abrió apenas un poco, con una expresión mezcla de curiosidad y preocupación.

    —¿Estás bien, Hope? Te escuché hablando en sueños. Bueno, más como murmurando cosas extrañas. Ya sabes, rollo sobrenatural.

    Hope pasó una mano por su rostro y asintió.

    —Solo un sueño raro. Nada de qué preocuparse… creo.

    Dean la observó con escepticismo antes de cruzar los brazos sobre el pecho.

    —Cuando dices "nada de qué preocuparse", normalmente significa que algo va a explotar o que nos van a atacar monstruos. Así que, sé honesta, ¿fue solo un sueño o algo más?

    Hope vaciló, mordiéndose el labio inferior. Podía sentir que Dean ya estaba analizando cada movimiento que hacía, como siempre. Finalmente suspiró y se levantó, cruzando los brazos mientras trataba de explicar.

    —Había un bosque, runas, magia… mucha magia. Podía sentirla corriendo por mis venas como si fuera real. Y mi padre… él… bueno, su voz estaba ahí. Me recordaba que usara mi poder sabiamente. Pero entonces, algo cambió. La magia comenzó a controlarme. Se sintió como si algo oscuro estuviera acechando.

    Dean frunció el ceño, su expresión endureciéndose.

    —¿Oscuro, cómo? ¿Demonios? ¿Brújas malas? ¿Algo que debería preocuparnos a todos?

    Antes de que Hope pudiera responder, Sam apareció por el pasillo con una taza de café en la mano, sus ojos cansados pero alertas al captar la conversación.

    —¿Sueños raros? —preguntó Sam, entrando a la habitación. —Tal vez sea algo más que eso. Hemos visto antes cómo las visiones pueden ser advertencias. Podríamos buscar en los archivos del búnker, ver si hay algo sobre runas y magia descontrolada.

    Hope asintió lentamente.

    —Sé que no fue solo un sueño. Había algo más allá, algo que no entiendo aún. Si esto es una advertencia, no quiero ignorarla.

    Dean suspiró y se pasó una mano por el cabello.

    —Bien, investigaremos. Pero si algo oscuro está tratando de controlarte, Hope, más vale que lo enfrentemos juntos. No vamos a dejar que te pase nada.

    Sam asintió, poniendo una mano en el hombro de Hope.

    —Esto es lo que hacemos. Lo resolveremos.

    Aunque sus palabras eran reconfortantes, Hope no podía evitar sentir el zumbido persistente en sus venas, un recordatorio de que el sueño había sido más que una visión pasajera. Mientras los Winchester comenzaban a planificar su siguiente movimiento, ella sabía que esta vez, su lucha interna sería tan importante como la amenaza externa que pudiera estar por venir.


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝙢𝙤𝙣𝙤𝙧𝙤𝙡 ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝙖𝙡𝙜𝙪𝙣𝙤𝙨 𝙢𝙚𝙨𝙚𝙨 𝙖𝙩𝙧𝙖́𝙨... 𝐸𝑙 𝑎𝑖𝑟𝑒 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑏𝑜𝑠𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑎𝑟𝑒𝑐𝑖́𝑎 𝑐𝑎𝑟𝑔𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑢𝑛𝑎 𝑒𝑛𝑒𝑟𝑔𝑖́𝑎 𝑝𝑎𝑙𝑝𝑎𝑏𝑙𝑒, 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑠𝑖 𝑒𝑙 𝑚𝑢𝑛𝑑𝑜 𝑚𝑖𝑠𝑚𝑜 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑢𝑣𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑙𝑎 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑖𝑟𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛. 𝐻𝑜𝑝𝑒 𝑀𝑖𝑘𝑎𝑒𝑙𝑠𝑜𝑛 𝑠𝑒 𝑒𝑛𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎𝑏𝑎 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑐𝑒𝑛𝑡𝑟𝑜 𝑑𝑒 𝑢𝑛 𝑐𝑙𝑎𝑟𝑜, 𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑜𝑠 𝑝𝑖𝑒𝑠 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑎𝑙𝑧𝑜𝑠 𝑠𝑜𝑏𝑟𝑒 𝑙𝑎 𝑡𝑖𝑒𝑟𝑟𝑎 ℎ𝑢́𝑚𝑒𝑑𝑎 𝑦 𝑙𝑜𝑠 𝑜𝑗𝑜𝑠 𝑐𝑒𝑟𝑟𝑎𝑑𝑜𝑠. 𝐴 𝑠𝑢 𝑎𝑙𝑟𝑒𝑑𝑒𝑑𝑜𝑟, 𝑢𝑛𝑎 𝑙𝑒𝑣𝑒 𝑏𝑟𝑖𝑠𝑎 ℎ𝑎𝑐𝑖́𝑎 𝑏𝑎𝑖𝑙𝑎𝑟 𝑙𝑎𝑠 ℎ𝑜𝑗𝑎𝑠, 𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑟𝑎𝑠 𝑢𝑛 𝑐𝑖́𝑟𝑐𝑢𝑙𝑜 𝑑𝑒 𝑟𝑢𝑛𝑎𝑠 𝑏𝑟𝑖𝑙𝑙𝑎𝑏𝑎 𝑑𝑒́𝑏𝑖𝑙𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑠𝑢𝑒𝑙𝑜, 𝑑𝑖𝑏𝑢𝑗𝑎𝑑𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝑢𝑛𝑎 𝑝𝑟𝑒𝑐𝑖𝑠𝑖𝑜́𝑛 𝑐𝑎𝑠𝑖 𝑜𝑏𝑠𝑒𝑠𝑖𝑣𝑎. 𝐿𝑎 𝑗𝑜𝑣𝑒𝑛 𝑡𝑟𝑖𝑏𝑟𝑖𝑑𝑎 𝑎𝑙𝑧𝑜́ 𝑙𝑎𝑠 𝑚𝑎𝑛𝑜𝑠, 𝑑𝑒𝑗𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑢 𝑚𝑎𝑔𝑖𝑎 𝑓𝑙𝑢𝑦𝑒𝑟𝑎 𝑑𝑒𝑠𝑑𝑒 𝑠𝑢 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑟𝑖𝑜𝑟. 𝐸𝑟𝑎 𝑢𝑛 𝑡𝑜𝑟𝑟𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑑𝑒 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟 𝑝𝑢𝑟𝑜, 𝑢𝑛𝑎 𝑚𝑒𝑧𝑐𝑙𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑡𝑟𝑒𝑠 𝑝𝑎𝑟𝑡𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑠𝑢 ℎ𝑒𝑟𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎: 𝑙𝑎 𝑓𝑢𝑒𝑟𝑧𝑎 𝑖𝑚𝑝𝑙𝑎𝑐𝑎𝑏𝑙𝑒 𝑑𝑒 𝑢𝑛 𝑣𝑎𝑚𝑝𝑖𝑟𝑜, 𝑙𝑎 𝑐𝑜𝑛𝑒𝑥𝑖𝑜́𝑛 𝑎𝑛𝑐𝑒𝑠𝑡𝑟𝑎𝑙 𝑑𝑒 𝑢𝑛 ℎ𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒 𝑙𝑜𝑏𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑎 𝑛𝑎𝑡𝑢𝑟𝑎𝑙𝑒𝑧𝑎, 𝑦 𝑙𝑎 𝑐ℎ𝑖𝑠𝑝𝑎 𝑐𝑎𝑜́𝑡𝑖𝑐𝑎 𝑒 𝑖𝑛𝑓𝑖𝑛𝑖𝑡𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑏𝑟𝑢𝑗𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑙𝑒𝑣𝑎𝑏𝑎 𝑒𝑛 𝑙𝑎𝑠 𝑣𝑒𝑛𝑎𝑠. 𝑆𝑢𝑠 𝑙𝑎𝑏𝑖𝑜𝑠 𝑠𝑒 𝑚𝑜𝑣𝑖𝑒𝑟𝑜𝑛 𝑒𝑛 𝑢𝑛 𝑚𝑢𝑟𝑚𝑢𝑙𝑙𝑜 𝑎𝑝𝑒𝑛𝑎𝑠 𝑎𝑢𝑑𝑖𝑏𝑙𝑒, 𝑟𝑒𝑐𝑖𝑡𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑢𝑛 ℎ𝑒𝑐ℎ𝑖𝑧𝑜 𝑒𝑛 𝑙𝑎𝑡𝑖́𝑛 𝑎𝑛𝑡𝑖𝑔𝑢𝑜. 𝑈𝑛𝑎 𝑐𝑜𝑟𝑟𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑑𝑒 𝑒𝑛𝑒𝑟𝑔𝑖́𝑎 𝑑𝑜𝑟𝑎𝑑𝑎 𝑐𝑜𝑚𝑒𝑛𝑧𝑜́ 𝑎 𝑓𝑜𝑟𝑚𝑎𝑟𝑠𝑒 𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒 𝑠𝑢𝑠 𝑝𝑎𝑙𝑚𝑎𝑠, 𝑒𝑥𝑝𝑎𝑛𝑑𝑖𝑒́𝑛𝑑𝑜𝑠𝑒 𝑦 𝑜𝑛𝑑𝑢𝑙𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑠𝑖 𝑡𝑢𝑣𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑣𝑖𝑑𝑎 𝑝𝑟𝑜𝑝𝑖𝑎. 𝐶𝑎𝑑𝑎 𝑝𝑎𝑙𝑎𝑏𝑟𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑟𝑜𝑛𝑢𝑛𝑐𝑖𝑎𝑏𝑎 ℎ𝑎𝑐𝑖́𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑎 𝑚𝑎𝑔𝑖𝑎 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑜𝑛𝑑𝑖𝑒𝑟𝑎, 𝑚𝑜𝑙𝑑𝑒𝑎́𝑛𝑑𝑜𝑠𝑒 𝑦 𝑐𝑟𝑒𝑐𝑖𝑒𝑛𝑑𝑜. 𝐷𝑒 𝑟𝑒𝑝𝑒𝑛𝑡𝑒, 𝑙𝑜𝑠 𝑎́𝑟𝑏𝑜𝑙𝑒𝑠 𝑎𝑙𝑟𝑒𝑑𝑒𝑑𝑜𝑟 𝑠𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑟𝑒𝑚𝑒𝑐𝑖𝑒𝑟𝑜𝑛, 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑠𝑖 𝑟𝑒𝑐𝑜𝑛𝑜𝑐𝑖𝑒𝑟𝑎𝑛 𝑒𝑙 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑑𝑒𝑠𝑎𝑡𝑎𝑏𝑎. 𝐻𝑜𝑝𝑒 𝑎𝑏𝑟𝑖𝑜́ 𝑙𝑜𝑠 𝑜𝑗𝑜𝑠, 𝑞𝑢𝑒 𝑏𝑟𝑖𝑙𝑙𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑐𝑜𝑛 𝑢𝑛 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑛𝑠𝑜 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑙𝑎𝑛𝑑𝑜𝑟 𝑎𝑧𝑢𝑙, 𝑢𝑛 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎𝑠𝑡𝑒 𝑖𝑚𝑝𝑎𝑐𝑡𝑎𝑛𝑡𝑒 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎 𝑙𝑎 𝑝𝑒𝑛𝑢𝑚𝑏𝑟𝑎 𝑑𝑒𝑙 𝑏𝑜𝑠𝑞𝑢𝑒. 𝐶𝑜𝑛 𝑢𝑛 𝑚𝑜𝑣𝑖𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑟𝑎́𝑝𝑖𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑢𝑠 𝑚𝑎𝑛𝑜𝑠, 𝑑𝑖𝑟𝑖𝑔𝑖𝑜́ 𝑙𝑎 𝑒𝑛𝑒𝑟𝑔𝑖́𝑎 ℎ𝑎𝑐𝑖𝑎 𝑢𝑛 𝑣𝑖𝑒𝑗𝑜 𝑟𝑜𝑏𝑙𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑒𝑛𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎𝑏𝑎 𝑎𝑙 𝑏𝑜𝑟𝑑𝑒 𝑑𝑒𝑙 𝑐𝑙𝑎𝑟𝑜. 𝐿𝑎𝑠 𝑟𝑎𝑖́𝑐𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑒𝑛𝑧𝑎𝑟𝑜𝑛 𝑎 𝑐𝑟𝑒𝑐𝑒𝑟, 𝑒𝑥𝑡𝑒𝑛𝑑𝑖𝑒́𝑛𝑑𝑜𝑠𝑒 𝑐𝑜𝑛 𝑢𝑛𝑎 𝑟𝑎𝑝𝑖𝑑𝑒𝑧 𝑠𝑜𝑏𝑟𝑒𝑛𝑎𝑡𝑢𝑟𝑎𝑙, 𝑒𝑛𝑣𝑜𝑙𝑣𝑖𝑒𝑛𝑑𝑜 𝑢𝑛𝑎 𝑟𝑜𝑐𝑎 𝑐𝑒𝑟𝑐𝑎𝑛𝑎 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑠𝑖 𝑓𝑢𝑒𝑟𝑎𝑛 𝑠𝑒𝑟𝑝𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒𝑠. 𝐻𝑜𝑝𝑒 𝑠𝑜𝑛𝑟𝑖𝑜́, 𝑠𝑎𝑡𝑖𝑠𝑓𝑒𝑐ℎ𝑎 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑙𝑖𝑔𝑒𝑟𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑎𝑔𝑜𝑡𝑎𝑑𝑎. 𝐷𝑜𝑚𝑖𝑛𝑎𝑟 𝑢𝑛 ℎ𝑒𝑐ℎ𝑖𝑧𝑜 𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑎 𝑚𝑎𝑔𝑛𝑖𝑡𝑢𝑑 𝑛𝑜 𝑒𝑟𝑎 𝑡𝑎𝑟𝑒𝑎 𝑓𝑎́𝑐𝑖𝑙, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑠𝑎𝑏𝑖́𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑎𝑑𝑎 𝑒𝑠𝑓𝑢𝑒𝑟𝑧𝑜 𝑙𝑎 𝑎𝑐𝑒𝑟𝑐𝑎𝑏𝑎 𝑚𝑎́𝑠 𝑎 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑜𝑙𝑎𝑟 𝑠𝑢 𝑖𝑛𝑚𝑒𝑛𝑠𝑜 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟. 𝐸𝑛 𝑠𝑢 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒, 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑟𝑒𝑠𝑜𝑛𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑙𝑎𝑠 𝑝𝑎𝑙𝑎𝑏𝑟𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑠𝑢 𝑝𝑎𝑑𝑟𝑒, 𝐾𝑙𝑎𝑢𝑠 𝑀𝑖𝑘𝑎𝑒𝑙𝑠𝑜𝑛: “𝑆𝑒𝑟 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑛𝑜 𝑡𝑒 ℎ𝑎𝑐𝑒 𝑡𝑒𝑚𝑖𝑏𝑙𝑒, 𝐻𝑜𝑝𝑒. 𝐸𝑠 𝑐𝑜́𝑚𝑜 𝑢𝑠𝑎𝑠 𝑒𝑠𝑒 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑑𝑒𝑓𝑖𝑛𝑒 𝑞𝑢𝑖𝑒́𝑛 𝑒𝑟𝑒𝑠.” 𝐴𝑙 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐ℎ𝑎𝑟 𝑢𝑛 𝑐𝑟𝑢𝑗𝑖𝑑𝑜 𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒 𝑙𝑜𝑠 𝑎́𝑟𝑏𝑜𝑙𝑒𝑠, 𝑔𝑖𝑟𝑜́ 𝑟𝑎́𝑝𝑖𝑑𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒, 𝑐𝑜𝑛 𝑠𝑢𝑠 𝑠𝑒𝑛𝑡𝑖𝑑𝑜𝑠 𝑒𝑛 𝑎𝑙𝑒𝑟𝑡𝑎. 𝑈𝑛𝑎 𝑓𝑖𝑔𝑢𝑟𝑎 𝑒𝑚𝑒𝑟𝑔𝑖𝑜́ 𝑑𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑠𝑜𝑚𝑏𝑟𝑎𝑠: 𝐿𝑎𝑛𝑑𝑜𝑛, 𝑐𝑜𝑛 𝑠𝑢 𝑠𝑜𝑛𝑟𝑖𝑠𝑎 𝑐𝑎𝑟𝑎𝑐𝑡𝑒𝑟𝑖́𝑠𝑡𝑖𝑐𝑎 𝑦 𝑢𝑛𝑎 𝑚𝑒𝑧𝑐𝑙𝑎 𝑑𝑒 𝑎𝑑𝑚𝑖𝑟𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑦 𝑝𝑟𝑒𝑜𝑐𝑢𝑝𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑒𝑛 𝑠𝑢𝑠 𝑜𝑗𝑜𝑠. —𝐸𝑠𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑒́𝑠 𝑝𝑙𝑎𝑛𝑒𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑢𝑠𝑎𝑟 𝑒𝑠𝑜 𝑒𝑛 𝑚𝑖́ —𝑏𝑟𝑜𝑚𝑒𝑜́, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑙𝑎 𝑡𝑒𝑛𝑠𝑖𝑜́𝑛 𝑒𝑛 𝑠𝑢 𝑣𝑜𝑧 𝑒𝑟𝑎 𝑒𝑣𝑖𝑑𝑒𝑛𝑡𝑒. 𝐻𝑜𝑝𝑒 𝑟𝑒𝑙𝑎𝑗𝑜́ 𝑠𝑢𝑠 ℎ𝑜𝑚𝑏𝑟𝑜𝑠 𝑦 𝑑𝑒𝑗𝑜́ 𝑒𝑠𝑐𝑎𝑝𝑎𝑟 𝑢𝑛𝑎 𝑝𝑒𝑞𝑢𝑒𝑛̃𝑎 𝑟𝑖𝑠𝑎. —𝑁𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑎 𝑣𝑒𝑧 —𝑟𝑒𝑠𝑝𝑜𝑛𝑑𝑖𝑜́, 𝑎𝑢𝑛𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑛 𝑠𝑢 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑟𝑖𝑜𝑟 𝑠𝑎𝑏𝑖́𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑜𝑛 𝑠𝑢 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟, 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑒𝑥𝑖𝑠𝑡𝑖́𝑎 𝑒𝑙 𝑟𝑖𝑒𝑠𝑔𝑜 𝑑𝑒 𝑝𝑒𝑟𝑑𝑒𝑟 𝑒𝑙 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑜𝑙. ⸻ Hope se despertó sobresaltada, con el corazón latiendo frenéticamente en su pecho. El brillo dorado de la magia y el susurro de las hojas en el bosque todavía parecían reales, como si el sueño hubiera sido más que una simple creación de su subconsciente. Parpadeó, ajustándose a la tenue luz que iluminaba el búnker de los Hombres de Letras. Las paredes estaban revestidas con estanterías llenas de libros antiguos, y el leve zumbido de la electricidad llenaba el silencio. Las sombras bailaban en el techo debido a una lámpara que había dejado encendida, probablemente mientras leía hasta quedarse dormida. Se sentó lentamente, dejando que sus pies tocaran el frío suelo de baldosas. A pesar de estar despierta, el sueño seguía latente en su mente. Había algo más que simple imaginación en lo que había visto. La magia, las runas, la voz de su padre… todo se sentía demasiado real. Antes de que pudiera ordenar sus pensamientos, escuchó un golpe suave en la puerta. Dean Winchester la abrió apenas un poco, con una expresión mezcla de curiosidad y preocupación. —¿Estás bien, Hope? Te escuché hablando en sueños. Bueno, más como murmurando cosas extrañas. Ya sabes, rollo sobrenatural. Hope pasó una mano por su rostro y asintió. —Solo un sueño raro. Nada de qué preocuparse… creo. Dean la observó con escepticismo antes de cruzar los brazos sobre el pecho. —Cuando dices "nada de qué preocuparse", normalmente significa que algo va a explotar o que nos van a atacar monstruos. Así que, sé honesta, ¿fue solo un sueño o algo más? Hope vaciló, mordiéndose el labio inferior. Podía sentir que Dean ya estaba analizando cada movimiento que hacía, como siempre. Finalmente suspiró y se levantó, cruzando los brazos mientras trataba de explicar. —Había un bosque, runas, magia… mucha magia. Podía sentirla corriendo por mis venas como si fuera real. Y mi padre… él… bueno, su voz estaba ahí. Me recordaba que usara mi poder sabiamente. Pero entonces, algo cambió. La magia comenzó a controlarme. Se sintió como si algo oscuro estuviera acechando. Dean frunció el ceño, su expresión endureciéndose. —¿Oscuro, cómo? ¿Demonios? ¿Brújas malas? ¿Algo que debería preocuparnos a todos? Antes de que Hope pudiera responder, Sam apareció por el pasillo con una taza de café en la mano, sus ojos cansados pero alertas al captar la conversación. —¿Sueños raros? —preguntó Sam, entrando a la habitación. —Tal vez sea algo más que eso. Hemos visto antes cómo las visiones pueden ser advertencias. Podríamos buscar en los archivos del búnker, ver si hay algo sobre runas y magia descontrolada. Hope asintió lentamente. —Sé que no fue solo un sueño. Había algo más allá, algo que no entiendo aún. Si esto es una advertencia, no quiero ignorarla. Dean suspiró y se pasó una mano por el cabello. —Bien, investigaremos. Pero si algo oscuro está tratando de controlarte, Hope, más vale que lo enfrentemos juntos. No vamos a dejar que te pase nada. Sam asintió, poniendo una mano en el hombro de Hope. —Esto es lo que hacemos. Lo resolveremos. Aunque sus palabras eran reconfortantes, Hope no podía evitar sentir el zumbido persistente en sus venas, un recordatorio de que el sueño había sido más que una visión pasajera. Mientras los Winchester comenzaban a planificar su siguiente movimiento, ella sabía que esta vez, su lucha interna sería tan importante como la amenaza externa que pudiera estar por venir. #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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  • #MonoRol | La metamorfosis de la inocencia

    Antes de que existiera la asesina, mucho antes de la chica mentalmente inestable, antes de la niña que fue reclutada por una organización secreta con el fin de ser entrenada para matar, antes de ser la niña del orfanato e incluso antes de la chiquilla que los policías hallaron junto al cuerpo sin vida de su madre, sin muestras de tristeza, sin lágrimas y sin llanto alguno; existió una pequeña que lloraba tras cada pequeña reprimenda, una niña con el cabello blanco como la nieve que anhelaba la calidez de un abrazo, una pizca de comprensión, o simplemente que su madre le permitiera salir una tarde a jugar y poder sentir el pasto bajo sus pies.

    Esa pequeña niña de ojos tristes, a sus seis años, se encontraba en uno de los salones de su casa; una habitación fría y desprovista de cualquier rastro de calidez. Las paredes blancas y desnudas parecían reflejar la frialdad de su madre, quien la observaba con una mirada crítica desde el otro lado de la habitación.

    —Levanta más la pierna, Illyiv. ¿De verdad eso es lo mejor que puedes hacer? —La voz de su madre resonaba con dureza, sin un ápice de compasión.

    Illyiv, con su pequeña figura temblorosa, intentaba cumplir con las exigencias de su madre. Sus músculos ardían de cansancio, pero no se atrevía a quejarse. Sabía que cualquier muestra de debilidad sería castigada.

    —Lo siento, mamá. Estoy tratando… —murmuró, su voz apenas audible.

    —Tratar no es suficiente. Debes ser perfecta. ¿Quieres ser una bailarina mediocre? —La madre de Illyiv se acercó, sus pasos resonando en el suelo de madera—. ¿Cómo es que tu cuerpo es tan débil?

    Illyiv bajó la mirada, sintiendo las lágrimas acumularse en sus ojos, que no tardaron en empezar a resbalar por su mejilla dejando surcos salados en su piel. Ella sabía que llorar no le servía de nada, pero no podía contener aquellas lagrimas, solo podía reprimir su llanto, ese que su madre siempre ignoraba. Con lágrimas silenciosas y amargas, se obligó a seguir practicando, sus movimientos cada vez más mecánicos y desprovistos de vida.

    Su energía se agotaba, su estómago rugía de hambre. Apenas había comido ese día, y la poca energía que le quedaba se desvanecía rápidamente. Sus músculos estaban tensos y adoloridos.

    —Mamá… no puedo más... —susurró.

    La madre de Illyiv la miró con amargura y profunda decepción.

    —Diez minutos. Tienes diez minutos para descansar. Luego, vuelves a practicar.

    Illyiv asintió débilmente y se dejó caer en el suelo, sus piernas temblando por el esfuerzo. Se arrastró hasta la ventana y se sentó, mirando hacia afuera mientras limpiaba sus lagrimas. Desde allí, podía ver a los hijos de los nuevos vecinos jugando en el parque de enfrente. Sus risas y gritos de alegría eran un recordatorio doloroso de lo que ella no podía tener. Deseaba con todas sus fuerzas unirse a ellos, correr y jugar como cualquier otro niño. Pero sabía que eso nunca sucedería. Sabía que eso era una fantasía inalcanzable. Su madre, con su mirada gélida y exigencias despiadadas, la había encerrado en una prisión de perfección, una prisión de la que no podía escapar.

    —¿Por qué no puedo salir a jugar con ellos, mamá? —preguntó Illyiv, su voz llena de anhelo.

    —Porque los niños de tu edad son inmaduros y no son capaces de pensar en sus futuros —respondió su madre con frialdad—. Solo serán una mala influencia para ti y una distracción. Ahorita no lo entiendes, pero algún día me lo agradecerás.

    Illyiv bajó la mirada, sintiendo una punzada de tristeza en su corazón.

    —Pero mamá, yo solo quiero salir a jugar y tener amigos…

    —Los amigos son una distracción —interrumpió su madre—. Por eso pago por clases particulares en casa en lugar de llevarte a un instituto. No quiero que las influencias de otros niños arruinen tu futuro en el ballet.

    Illyiv asintió lentamente, aunque no comprendía del todo las palabras de su madre. Solo sabía que se sentía sola y atrapada. Los diez minutos pasaron rápidamente, y su madre la llamó de nuevo.

    —Es hora de volver a practicar, Illyiv. No quiero escuchar más quejas. —La voz de su madre resonaba como un látigo, cortando el silencio de la habitación.

    Illyiv asintió, apartando la vista de la ventana. Suspiró y continuó con sus ejercicios, su cuerpo moviéndose con una precisión casi robótica. Cada error era castigado con severidad, y cada castigo la hacía más fuerte, más resistente. Esa situación, parecía repetirse día tras día. Con el tiempo, dejó de llorar. Las lágrimas se secaron, dejando en su lugar una coraza de indiferencia que la protegía del dolor. Llorar nunca servía de nada, su madre ignoraba el llanto de su propia hija, ¿Acaso había alguien más que pudiera venir a salvarla? Las lágrimas eran un lujo que no podía permitirse.

    "Que débil es tu cuerpo", repetía su madre cada vez que Illyiv mostraba signos de cansancio. "Nunca serás una bailarina si no te esfuerzas más."

    Las palabras de su madre, como espinas clavadas en su alma, se convirtieron en un mantra que la acompañaría durante toda su vida. "Qué débil es tu cuerpo“ resonaba en la cabeza de Illyiv, incluso después de más de diez años, cada vez que experimentaba un momento de debilidad o vulnerabilidad. "Qué débil es tu cuerpo" oía como un eco constante, cada vez que sentía dolor o cansancio. "Qué débil es tu cuerpo" recordaba, cada vez que cometía un error. "Qué débil es tu cuerpo" incluso cada vez que sangraba al herirse accidentalmente con sus propias armas. Esas palabras habían quedado grabadas en su mente, del mismo modo que las cicatrices de quemaduras, producto de los castigos de su madre, cubrían la piel de su espalda como marcas indelebles que la acompañarían hasta el final de sus días. Su madre había sido asesinada hace más de diez años a manos de su padrastro, pero aquellas palabras nunca murieron.

    —Desearía que te las hubieras llevado contigo, madre... Tus palabras... —dijo la peliblanca, ahora con ventiún años sentada junto a la tumba de su madre.


    #MonoRol | La metamorfosis de la inocencia Antes de que existiera la asesina, mucho antes de la chica mentalmente inestable, antes de la niña que fue reclutada por una organización secreta con el fin de ser entrenada para matar, antes de ser la niña del orfanato e incluso antes de la chiquilla que los policías hallaron junto al cuerpo sin vida de su madre, sin muestras de tristeza, sin lágrimas y sin llanto alguno; existió una pequeña que lloraba tras cada pequeña reprimenda, una niña con el cabello blanco como la nieve que anhelaba la calidez de un abrazo, una pizca de comprensión, o simplemente que su madre le permitiera salir una tarde a jugar y poder sentir el pasto bajo sus pies. Esa pequeña niña de ojos tristes, a sus seis años, se encontraba en uno de los salones de su casa; una habitación fría y desprovista de cualquier rastro de calidez. Las paredes blancas y desnudas parecían reflejar la frialdad de su madre, quien la observaba con una mirada crítica desde el otro lado de la habitación. —Levanta más la pierna, Illyiv. ¿De verdad eso es lo mejor que puedes hacer? —La voz de su madre resonaba con dureza, sin un ápice de compasión. Illyiv, con su pequeña figura temblorosa, intentaba cumplir con las exigencias de su madre. Sus músculos ardían de cansancio, pero no se atrevía a quejarse. Sabía que cualquier muestra de debilidad sería castigada. —Lo siento, mamá. Estoy tratando… —murmuró, su voz apenas audible. —Tratar no es suficiente. Debes ser perfecta. ¿Quieres ser una bailarina mediocre? —La madre de Illyiv se acercó, sus pasos resonando en el suelo de madera—. ¿Cómo es que tu cuerpo es tan débil? Illyiv bajó la mirada, sintiendo las lágrimas acumularse en sus ojos, que no tardaron en empezar a resbalar por su mejilla dejando surcos salados en su piel. Ella sabía que llorar no le servía de nada, pero no podía contener aquellas lagrimas, solo podía reprimir su llanto, ese que su madre siempre ignoraba. Con lágrimas silenciosas y amargas, se obligó a seguir practicando, sus movimientos cada vez más mecánicos y desprovistos de vida. Su energía se agotaba, su estómago rugía de hambre. Apenas había comido ese día, y la poca energía que le quedaba se desvanecía rápidamente. Sus músculos estaban tensos y adoloridos. —Mamá… no puedo más... —susurró. La madre de Illyiv la miró con amargura y profunda decepción. —Diez minutos. Tienes diez minutos para descansar. Luego, vuelves a practicar. Illyiv asintió débilmente y se dejó caer en el suelo, sus piernas temblando por el esfuerzo. Se arrastró hasta la ventana y se sentó, mirando hacia afuera mientras limpiaba sus lagrimas. Desde allí, podía ver a los hijos de los nuevos vecinos jugando en el parque de enfrente. Sus risas y gritos de alegría eran un recordatorio doloroso de lo que ella no podía tener. Deseaba con todas sus fuerzas unirse a ellos, correr y jugar como cualquier otro niño. Pero sabía que eso nunca sucedería. Sabía que eso era una fantasía inalcanzable. Su madre, con su mirada gélida y exigencias despiadadas, la había encerrado en una prisión de perfección, una prisión de la que no podía escapar. —¿Por qué no puedo salir a jugar con ellos, mamá? —preguntó Illyiv, su voz llena de anhelo. —Porque los niños de tu edad son inmaduros y no son capaces de pensar en sus futuros —respondió su madre con frialdad—. Solo serán una mala influencia para ti y una distracción. Ahorita no lo entiendes, pero algún día me lo agradecerás. Illyiv bajó la mirada, sintiendo una punzada de tristeza en su corazón. —Pero mamá, yo solo quiero salir a jugar y tener amigos… —Los amigos son una distracción —interrumpió su madre—. Por eso pago por clases particulares en casa en lugar de llevarte a un instituto. No quiero que las influencias de otros niños arruinen tu futuro en el ballet. Illyiv asintió lentamente, aunque no comprendía del todo las palabras de su madre. Solo sabía que se sentía sola y atrapada. Los diez minutos pasaron rápidamente, y su madre la llamó de nuevo. —Es hora de volver a practicar, Illyiv. No quiero escuchar más quejas. —La voz de su madre resonaba como un látigo, cortando el silencio de la habitación. Illyiv asintió, apartando la vista de la ventana. Suspiró y continuó con sus ejercicios, su cuerpo moviéndose con una precisión casi robótica. Cada error era castigado con severidad, y cada castigo la hacía más fuerte, más resistente. Esa situación, parecía repetirse día tras día. Con el tiempo, dejó de llorar. Las lágrimas se secaron, dejando en su lugar una coraza de indiferencia que la protegía del dolor. Llorar nunca servía de nada, su madre ignoraba el llanto de su propia hija, ¿Acaso había alguien más que pudiera venir a salvarla? Las lágrimas eran un lujo que no podía permitirse. "Que débil es tu cuerpo", repetía su madre cada vez que Illyiv mostraba signos de cansancio. "Nunca serás una bailarina si no te esfuerzas más." Las palabras de su madre, como espinas clavadas en su alma, se convirtieron en un mantra que la acompañaría durante toda su vida. "Qué débil es tu cuerpo“ resonaba en la cabeza de Illyiv, incluso después de más de diez años, cada vez que experimentaba un momento de debilidad o vulnerabilidad. "Qué débil es tu cuerpo" oía como un eco constante, cada vez que sentía dolor o cansancio. "Qué débil es tu cuerpo" recordaba, cada vez que cometía un error. "Qué débil es tu cuerpo" incluso cada vez que sangraba al herirse accidentalmente con sus propias armas. Esas palabras habían quedado grabadas en su mente, del mismo modo que las cicatrices de quemaduras, producto de los castigos de su madre, cubrían la piel de su espalda como marcas indelebles que la acompañarían hasta el final de sus días. Su madre había sido asesinada hace más de diez años a manos de su padrastro, pero aquellas palabras nunca murieron. —Desearía que te las hubieras llevado contigo, madre... Tus palabras... —dijo la peliblanca, ahora con ventiún años sentada junto a la tumba de su madre.
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  • La pantalla de su teléfono no dejaba de mostrar diferentes vídeos sin sentido mientras que su pulgar se deslizaba con insistencia hacia arriba, no encontraba un solo vídeo con el que se sintiera cómodo y lograr que el tiempo pasara más rápido porque, a decir verdad, la espera comenzaba a matarlo. Días atrás, aquel mensaje le había tomado por sorpresa y seguía estando desconcertado por ello. Sabía que, en algún momento, aquel día llegaría tarde o temprano, pero sentía que había sido mucho antes de lo que esperaba. Es decir, ya habían pasado más de trece años desde el incidente de Sasha, ¿por qué la decisión tan repentina de irrumpir en su vida? Probablemente, porque al nuevo jefe de la policía no le gustaba que hubiera casos sin resolver o porque, quizá, alguien seguía sospechando que la muerte en la familia Artamonov no había sido un simple accidente.

    — Allí estás. Creí que había sido claro contigo cuando te dije que debías elegir un lugar poco concurrido. —Aquel hombre, de mediana edad y con una cara de pocos amigos, se sentó en el sofá vacío frente a Nikolay, sacó las manos de los bolsillos y refunfuñó antes de limpiarse, nerviosamente, el puente de la nariz como unas diez veces. Mientras lo hacía, no dejaba de mirar la mesita de centro donde yacían dos vasos de café: Uno negro y el otro un latte a medio beber. Chasqueó la lengua, esa no debía ser una reunión tan calurosa, solo tardarían unos minutos y se irían.— ¿Por qué este lugar?

    El hombre miró a Nikolay, quien mantuvo una pequeña sonrisa de medio labio en su rostro. Se acomodó en la silla, pasó una pierna sobre la otra y se concentró en escribir en su teléfono como le era usual. Un mensaje simple en la aplicación de notas con el tamaño de punto 40. Lo suficientemente grande para que le fuese fácil de leer a pesar del estrés que se le veía encima.

    « Las reseñas en internet decían que preparan un buen late, así que quería probarlo. » Una vez que le vio rodar los ojos y maldecir, comprendió que su mensaje se había leído adecuadamente. En silencio, Nikolay se rió, incluso tuvo que morderse la lengua mientras que borraba el contenido de la nota para redactar una nueva. Una que terminó enseñándole mientras que la expresión de su rostro cambiaba por completo al mostrar ahora una sonrisa llena de malicia. « Además, un lugar así de concurrido es perfecto para tener una buena coartada. ¿No lo crees así, Minho? »

    El hombre, que parecía responder al nombre de Minho, se puso rojo de coraje mientras que leía cada letra de aquel teléfono, y después le vio la cara de imbécil a Nikolay. Era raro ver que alguien, cuya apariencia siempre se mantenía tan demacrada y triste, por un momento mostrara matices como esos. Era como si dejara en claro que tenía la partida de ajedrez ganada con el primer movimiento de un peón sobre el tablero y que, sin importar qué movimiento intentara hacer, terminaría perdiendo miserablemente el juego. Minho se puso furioso, tomó el vaso de café y le dio un largo sorbo antes de volver a mirar a su acompañante. No había duda que en sus ojos se reflejaban sus deseos de hacerlo callar para borrar esa estúpida sonrisita de victoria que tenía.

    — No seas imbécil, no sé de qué mierda hablas. ¿Para qué necesitarías una coartada, imbécil? —En cada palabra se reflejó la rabia que sentía, el resentimiento que le tenía y todo el veneno que se quedaba en su boca sin poder expulsarlo. Sin embargo, en el momento que le vio que volvía a escribir en el celular, el hombre se desesperó y se lo arrebató.— No juegues conmigo, Nikolay. Con tu familia puede servirte el truco del mudo, pero no te olvides que yo sé tú secreto. Así que anda, habla, y dime cuáles son tus malditos planes.

    Nikolay le miró con desprecio. Con uno que sus ojos claros no supieron esconder y que tampoco se preocupó de hacerlo. Minho siempre había sido inteligente, perspicaz, pero creía que al final del día era tan estúpido que se estaba dejando manipular por un adolescente como él. Qué irónico era que los papeles se invirtieran esta vez. Cuando Minho le devolvió el teléfono, Nikolay solo lo dejó en la mesa de centro, boca arriba, con la pantalla bloqueada y en modo de silencio. No quería que nadie los interrumpiera en ese momento, porque tenían demasiadas cosas de las cuales hablar.

    — Ah, claro. Lo había olvidado. —Lev habló. Con una voz calmada que llevaba matices de risa en ella, pues se aguantaba las ganas de reírsele en la cara al ver que seguía estando rojo, con las sienes a punto de explotar y con los ojos tan saltones que era fácil leerle. Tomó su taza de café, le dio un pequeño sorbo a la bebida y la volvió a dejar en la mesa una vez que se sintió satisfecho. Pero solo era una forma de provocarlo y enfadarlo más.— Tú fuiste el que me obligó a guardar silencio por años. ¿Qué clase de tío le pide algo así a su sobrino? Ha sido muy egoísta de tu parte y quizá ya me estoy cansando de todo est-….

    — ¿Cansado? ¿Cansado de qué? —Minho explotó. Se le rió en la cara y terminó por demostrar que su cinismo era tan grande, que cada palabra escuchada la exageró aún más en su cabeza.— Fuiste tú quien hizo todo. Lo único que yo quería era protegerte, porque sé que eras tan estúpido que serías capaz de confesar todo lo que hiciste y terminarías arrepentido por todo. Los niños siempre son estúpidos creyendo que la verdad puede salvarlos de su castigo.

    — ¿Y entonces por qué tienes tanto miedo, tío? —Nikolay preguntó después de una pequeña pausa en las que sus miradas se cruzaron otra vez. Sus ojos mostraban su furia, mientras que los de Minho seguían reflejando el cinismo de alguien que no puede entender una pregunta tan simple como esa. De pronto se comenzó a reír, de una forma tan alta y escandalosa que, por un momento, las miradas de algunos comensales y trabajadores se dirigieron a los dos. Nikolay se enojó aún más por ello, porque no estaba acostumbrado a ese tipo de atenciones y porque, si se descuidaba un momento, todo podría jugarle en contra.— Eres el único al que parece preocuparle que reabrieron el caso de Sasha. No encuentro otra razón por la que quisieras verme, ¿con qué me amenazarás esta vez? —Preguntó. El ácido se le notó en la voz, pero el veneno se le quedó en la lengua, en esa que se mordió múltiples veces para evitar darle ideas estúpidas. ¿Con su madre o su padre? Ya lo había hecho por años y nada sucedía. ¿Con Aleksandr? Se podía ir a la mierda si quería, no le importaba, a estas alturas, lo que pasaría con él. ¿Las gemelas? No se atrevería a lastimarlas, no porque eran el tesoro de su preciada madre y querida hermana de Minho. No había una sola cosa en el mundo con la que le obligara a callar, porque no había nada en el mundo de Nikolay. Era vacío y simple, lleno solo con ocupaciones banales como el modelaje o la imprenta.—Pero si te preocupa que hable de más, tranquilízate, no lo haré. Decir la verdad no me regresará a Sasha, pero todos en esa casa saben muy bien qué y quién lo mató, y todos saben que no fui yo.

    Era un recuerdo difuso en su mente, sí, aplastado por ese momento donde Minho le suplicara, no, le ordenara que se quedara callado por el resto de su vida o lo mataría. Sangre por sangre, vida por vida. Nikolay cerró los ojos con fuerza y se pasó la mano sobre los brazos en repetidas ocasiones, era una manera de limpiarse el recuerdo que le quedaba en el cuerpo. Podía recordar bien cómo lo había tomado de los hombros, con tanta fuerza que le había dejado los dedos marcados, y le había zarandeado como si fuese un muñeco de trapo que quisiera romper en pedazos. Tomó aire con fuerza, se apresuró a romper su postura de orgullo y cogió la taza para darle un sorbo profundo. El calor en su estómago lo reconfortó, pero creyó que no había más razones para seguir en ese lugar cuando su tío no deseaba hablar y le resultaba incómodo compartir con él. Los años le habían permitido olvidarlo, superarlo, pero los recuerdos seguían allí como fuego que se negaba a extinguir. Carraspeó, por última vez se forzó a tomar su postura relajada y triunfante: Brazos cruzados, una pierna sobre la otra y la espalda contra la silla.

    — ¿Sabes? Es un poco ilógico que mi mamá quisiera llamarme como tú. Siempre entendí que tu nombre significaba generoso, o algo así, pero, ¿cómo puedes ser tan despreciable? —Suspiró. Creyó que era innecesario desquitarse en ese momento con él, porque Minho nunca iba a aceptar los errores cometidos y, tampoco, aprendería nada de ellos.— El oficial del caso ya me contactó y también a mamá. Visitará la casa dentro de tres días, así que es mejor que no dejes el país otra vez, tío. —De a poco, se incorporó. Guardó el teléfono en el bolsillo del pantalón, se colocó el abrigo que dejara en el reposabrazos de la silla, y le observó con desprecio una última vez.— Esta vez, ya no guardaré ningún secreto. Estoy cansado de ser quien cargue con la culpa de algo que no hice. Tómalo como un recordatorio o una amenaza si deseas.
    La pantalla de su teléfono no dejaba de mostrar diferentes vídeos sin sentido mientras que su pulgar se deslizaba con insistencia hacia arriba, no encontraba un solo vídeo con el que se sintiera cómodo y lograr que el tiempo pasara más rápido porque, a decir verdad, la espera comenzaba a matarlo. Días atrás, aquel mensaje le había tomado por sorpresa y seguía estando desconcertado por ello. Sabía que, en algún momento, aquel día llegaría tarde o temprano, pero sentía que había sido mucho antes de lo que esperaba. Es decir, ya habían pasado más de trece años desde el incidente de Sasha, ¿por qué la decisión tan repentina de irrumpir en su vida? Probablemente, porque al nuevo jefe de la policía no le gustaba que hubiera casos sin resolver o porque, quizá, alguien seguía sospechando que la muerte en la familia Artamonov no había sido un simple accidente. — Allí estás. Creí que había sido claro contigo cuando te dije que debías elegir un lugar poco concurrido. —Aquel hombre, de mediana edad y con una cara de pocos amigos, se sentó en el sofá vacío frente a Nikolay, sacó las manos de los bolsillos y refunfuñó antes de limpiarse, nerviosamente, el puente de la nariz como unas diez veces. Mientras lo hacía, no dejaba de mirar la mesita de centro donde yacían dos vasos de café: Uno negro y el otro un latte a medio beber. Chasqueó la lengua, esa no debía ser una reunión tan calurosa, solo tardarían unos minutos y se irían.— ¿Por qué este lugar? El hombre miró a Nikolay, quien mantuvo una pequeña sonrisa de medio labio en su rostro. Se acomodó en la silla, pasó una pierna sobre la otra y se concentró en escribir en su teléfono como le era usual. Un mensaje simple en la aplicación de notas con el tamaño de punto 40. Lo suficientemente grande para que le fuese fácil de leer a pesar del estrés que se le veía encima. « Las reseñas en internet decían que preparan un buen late, así que quería probarlo. » Una vez que le vio rodar los ojos y maldecir, comprendió que su mensaje se había leído adecuadamente. En silencio, Nikolay se rió, incluso tuvo que morderse la lengua mientras que borraba el contenido de la nota para redactar una nueva. Una que terminó enseñándole mientras que la expresión de su rostro cambiaba por completo al mostrar ahora una sonrisa llena de malicia. « Además, un lugar así de concurrido es perfecto para tener una buena coartada. ¿No lo crees así, Minho? » El hombre, que parecía responder al nombre de Minho, se puso rojo de coraje mientras que leía cada letra de aquel teléfono, y después le vio la cara de imbécil a Nikolay. Era raro ver que alguien, cuya apariencia siempre se mantenía tan demacrada y triste, por un momento mostrara matices como esos. Era como si dejara en claro que tenía la partida de ajedrez ganada con el primer movimiento de un peón sobre el tablero y que, sin importar qué movimiento intentara hacer, terminaría perdiendo miserablemente el juego. Minho se puso furioso, tomó el vaso de café y le dio un largo sorbo antes de volver a mirar a su acompañante. No había duda que en sus ojos se reflejaban sus deseos de hacerlo callar para borrar esa estúpida sonrisita de victoria que tenía. — No seas imbécil, no sé de qué mierda hablas. ¿Para qué necesitarías una coartada, imbécil? —En cada palabra se reflejó la rabia que sentía, el resentimiento que le tenía y todo el veneno que se quedaba en su boca sin poder expulsarlo. Sin embargo, en el momento que le vio que volvía a escribir en el celular, el hombre se desesperó y se lo arrebató.— No juegues conmigo, Nikolay. Con tu familia puede servirte el truco del mudo, pero no te olvides que yo sé tú secreto. Así que anda, habla, y dime cuáles son tus malditos planes. Nikolay le miró con desprecio. Con uno que sus ojos claros no supieron esconder y que tampoco se preocupó de hacerlo. Minho siempre había sido inteligente, perspicaz, pero creía que al final del día era tan estúpido que se estaba dejando manipular por un adolescente como él. Qué irónico era que los papeles se invirtieran esta vez. Cuando Minho le devolvió el teléfono, Nikolay solo lo dejó en la mesa de centro, boca arriba, con la pantalla bloqueada y en modo de silencio. No quería que nadie los interrumpiera en ese momento, porque tenían demasiadas cosas de las cuales hablar. — Ah, claro. Lo había olvidado. —Lev habló. Con una voz calmada que llevaba matices de risa en ella, pues se aguantaba las ganas de reírsele en la cara al ver que seguía estando rojo, con las sienes a punto de explotar y con los ojos tan saltones que era fácil leerle. Tomó su taza de café, le dio un pequeño sorbo a la bebida y la volvió a dejar en la mesa una vez que se sintió satisfecho. Pero solo era una forma de provocarlo y enfadarlo más.— Tú fuiste el que me obligó a guardar silencio por años. ¿Qué clase de tío le pide algo así a su sobrino? Ha sido muy egoísta de tu parte y quizá ya me estoy cansando de todo est-…. — ¿Cansado? ¿Cansado de qué? —Minho explotó. Se le rió en la cara y terminó por demostrar que su cinismo era tan grande, que cada palabra escuchada la exageró aún más en su cabeza.— Fuiste tú quien hizo todo. Lo único que yo quería era protegerte, porque sé que eras tan estúpido que serías capaz de confesar todo lo que hiciste y terminarías arrepentido por todo. Los niños siempre son estúpidos creyendo que la verdad puede salvarlos de su castigo. — ¿Y entonces por qué tienes tanto miedo, tío? —Nikolay preguntó después de una pequeña pausa en las que sus miradas se cruzaron otra vez. Sus ojos mostraban su furia, mientras que los de Minho seguían reflejando el cinismo de alguien que no puede entender una pregunta tan simple como esa. De pronto se comenzó a reír, de una forma tan alta y escandalosa que, por un momento, las miradas de algunos comensales y trabajadores se dirigieron a los dos. Nikolay se enojó aún más por ello, porque no estaba acostumbrado a ese tipo de atenciones y porque, si se descuidaba un momento, todo podría jugarle en contra.— Eres el único al que parece preocuparle que reabrieron el caso de Sasha. No encuentro otra razón por la que quisieras verme, ¿con qué me amenazarás esta vez? —Preguntó. El ácido se le notó en la voz, pero el veneno se le quedó en la lengua, en esa que se mordió múltiples veces para evitar darle ideas estúpidas. ¿Con su madre o su padre? Ya lo había hecho por años y nada sucedía. ¿Con Aleksandr? Se podía ir a la mierda si quería, no le importaba, a estas alturas, lo que pasaría con él. ¿Las gemelas? No se atrevería a lastimarlas, no porque eran el tesoro de su preciada madre y querida hermana de Minho. No había una sola cosa en el mundo con la que le obligara a callar, porque no había nada en el mundo de Nikolay. Era vacío y simple, lleno solo con ocupaciones banales como el modelaje o la imprenta.—Pero si te preocupa que hable de más, tranquilízate, no lo haré. Decir la verdad no me regresará a Sasha, pero todos en esa casa saben muy bien qué y quién lo mató, y todos saben que no fui yo. Era un recuerdo difuso en su mente, sí, aplastado por ese momento donde Minho le suplicara, no, le ordenara que se quedara callado por el resto de su vida o lo mataría. Sangre por sangre, vida por vida. Nikolay cerró los ojos con fuerza y se pasó la mano sobre los brazos en repetidas ocasiones, era una manera de limpiarse el recuerdo que le quedaba en el cuerpo. Podía recordar bien cómo lo había tomado de los hombros, con tanta fuerza que le había dejado los dedos marcados, y le había zarandeado como si fuese un muñeco de trapo que quisiera romper en pedazos. Tomó aire con fuerza, se apresuró a romper su postura de orgullo y cogió la taza para darle un sorbo profundo. El calor en su estómago lo reconfortó, pero creyó que no había más razones para seguir en ese lugar cuando su tío no deseaba hablar y le resultaba incómodo compartir con él. Los años le habían permitido olvidarlo, superarlo, pero los recuerdos seguían allí como fuego que se negaba a extinguir. Carraspeó, por última vez se forzó a tomar su postura relajada y triunfante: Brazos cruzados, una pierna sobre la otra y la espalda contra la silla. — ¿Sabes? Es un poco ilógico que mi mamá quisiera llamarme como tú. Siempre entendí que tu nombre significaba generoso, o algo así, pero, ¿cómo puedes ser tan despreciable? —Suspiró. Creyó que era innecesario desquitarse en ese momento con él, porque Minho nunca iba a aceptar los errores cometidos y, tampoco, aprendería nada de ellos.— El oficial del caso ya me contactó y también a mamá. Visitará la casa dentro de tres días, así que es mejor que no dejes el país otra vez, tío. —De a poco, se incorporó. Guardó el teléfono en el bolsillo del pantalón, se colocó el abrigo que dejara en el reposabrazos de la silla, y le observó con desprecio una última vez.— Esta vez, ya no guardaré ningún secreto. Estoy cansado de ser quien cargue con la culpa de algo que no hice. Tómalo como un recordatorio o una amenaza si deseas.
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  • La luz del atardecer bañaba el bosque con tonos dorados, pero para Elyana, todo era pálido. Caminaba entre las flores, dejando que sus dedos rozaran los pétalos, como si el tacto pudiera anclarla a algo real. Las alas que antes llevaban el brillo del cielo ahora parecían un recuerdo distante, pesadas, opacas, como un recordatorio constante de su caída.

    Cada paso crujía bajo sus pies, resonando en el silencio del bosque, un eco que solo ella escuchaba. Los recuerdos aparecían como destellos: la luz cegadora, el coro eterno, la certeza absoluta de un propósito. Todo eso ahora era polvo. Había cambiado esa perfección por algo que ni siquiera sabía nombrar. Libertad, tal vez… ¿o condena?
    La luz del atardecer bañaba el bosque con tonos dorados, pero para Elyana, todo era pálido. Caminaba entre las flores, dejando que sus dedos rozaran los pétalos, como si el tacto pudiera anclarla a algo real. Las alas que antes llevaban el brillo del cielo ahora parecían un recuerdo distante, pesadas, opacas, como un recordatorio constante de su caída. Cada paso crujía bajo sus pies, resonando en el silencio del bosque, un eco que solo ella escuchaba. Los recuerdos aparecían como destellos: la luz cegadora, el coro eterno, la certeza absoluta de un propósito. Todo eso ahora era polvo. Había cambiado esa perfección por algo que ni siquiera sabía nombrar. Libertad, tal vez… ¿o condena?
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  • Lenore caminaba por los pasillos de su castillo, la suavidad de su capa roja flotando detrás de ella como un recordatorio constante de su autoridad. Para muchos, era la imagen de la perfección: pequeña, delicada, con una belleza que parecía inocente, pero que escondía un intelecto afilado como una daga. Sus hermanas la llamaban diplomática, una palabra que no hacía justicia a su verdadera naturaleza. Lenore no negociaba; ella moldeaba voluntades como un escultor con arcilla, transformando el rechazo en obediencia y la duda en devoción.

    Con Hector había sido un arte. Había jugado su papel con precisión milimétrica: la confidente, la protectora, la amante. Cada gesto, cada sonrisa, era una herramienta para envolverlo en su red. Pero cuando lo miraba en la oscuridad, encadenado por su contrato, algo dentro de ella titilaba, una chispa de compasión que no encajaba con la crueldad inherente a su especie.

    Sabía que él la odiaba, y quizás tenía razón para hacerlo, pero no podía evitar sentirse orgullosa de su logro. Era su victoria, su obra maestra. Sin embargo, en sus momentos más solitarios, Lenore se preguntaba si algún día llegaría a ser más que eso: la eterna manipuladora, la arquitecta de alianzas forzadas.

    Una sombra en el mundo inmortal.

    Lenore caminaba por los pasillos de su castillo, la suavidad de su capa roja flotando detrás de ella como un recordatorio constante de su autoridad. Para muchos, era la imagen de la perfección: pequeña, delicada, con una belleza que parecía inocente, pero que escondía un intelecto afilado como una daga. Sus hermanas la llamaban diplomática, una palabra que no hacía justicia a su verdadera naturaleza. Lenore no negociaba; ella moldeaba voluntades como un escultor con arcilla, transformando el rechazo en obediencia y la duda en devoción. Con Hector había sido un arte. Había jugado su papel con precisión milimétrica: la confidente, la protectora, la amante. Cada gesto, cada sonrisa, era una herramienta para envolverlo en su red. Pero cuando lo miraba en la oscuridad, encadenado por su contrato, algo dentro de ella titilaba, una chispa de compasión que no encajaba con la crueldad inherente a su especie. Sabía que él la odiaba, y quizás tenía razón para hacerlo, pero no podía evitar sentirse orgullosa de su logro. Era su victoria, su obra maestra. Sin embargo, en sus momentos más solitarios, Lenore se preguntaba si algún día llegaría a ser más que eso: la eterna manipuladora, la arquitecta de alianzas forzadas. Una sombra en el mundo inmortal.
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