-Coke permanecía arrodillado en la tierra árida, con la espada clavada en la tierra detrás de él como un recordatorio constante de lo que había dejado atrás. El peso de su armadura se sentía más pesado que nunca, como si cada pedazo de acero estuviera diseñado para contener las emociones que trataba de sofocar. El frío envolvía su cuerpo, aferrándose a él como una sombra inquebrantable. Sabía que esa frialdad no venía del aire, sino de algo mucho más profundo, un vacío que habitaba en su interior y que crecía con cada respiración.-
¿Sabes cuál es la peor debilidad del ser humano? —se dijo a sí mismo, en un murmullo apenas audible— Es el amor...
-Recordar esas palabras le dejaba un sabor amargo en la boca. El amor no era un faro que lo guiara, sino una carga que arrastraba consigo a cada paso, una herida abierta que nunca dejaba de sangrar. No importaba cuánto intentara ignorarlo; siempre volvía. El amor era una trampa: te hacía vulnerable, te arrancaba las defensas y luego te dejaba solo, con el alma expuesta a la tormenta.-
-Se inclinó hacia adelante, apoyando una mano enguantada en el suelo helado. La nieve se acumulaba lentamente sobre su capa, formando un manto blanco que se derretía al contacto con su cuerpo, solo para volverse a congelar al instante. Había algo cruel en esa sensación: un ciclo interminable de esperanza y desilusión. Eso era el amor, una batalla constante entre lo que pudo ser y lo que jamás sería.-
-Su mirada, oculta bajo el yelmo, se posó en la nada frente a él. No quedaba nadie. Las voces que antes lo acompañaban, las promesas de compañía y las risas compartidas, todo se había desvanecido como humo en el viento. Y sin embargo, el peso de esos recuerdos seguía allí, apretándole el pecho como una armadura que nunca podría quitarse.-
No importa... —susurró, dejando que el viento helado se llevara sus palabras—
-Estaba solo. Y quizás siempre lo había estado. Pero había algo en esa soledad que lo mantenía de pie. Tal vez era la última chispa de orgullo, o quizás el simple hecho de que rendirse no era una opción. Se levantó lentamente, con la espada a su espalda temblando bajo el peso de su decisión. Cada movimiento dolía, pero el dolor era lo único que le recordaba que aún existía.-
-El mundo a su alrededor era una extensión de su propio vacío: árboles sin hojas, suelo seco y quebradizo, y un cielo gris que parecía eterno. Pero, ¿qué importaba? No había nadie para compartir esa vista, nadie que lo detuviera o lo alentara. Era libre en su tristeza, un caballero perdido en un campo sin batallas.-
-Caminó sin rumbo fijo, sintiendo el eco de sus pasos resonar en la nada, como si el mismo suelo lo reconociera pero no se atreviera a detenerlo. Las sombras se alargaban a su alrededor, intentando susurrarle secretos que ya no quería escuchar. El amor, esa debilidad maldita, había dejado su marca. Pero en esa marca también había fuerza. Una vez que lo pierdes todo, ya no hay nada más que temer.-
-La espada descansaba tranquila a su espalda, como un juramento no pronunciado, esperando el momento en que tendría que ser levantada nuevamente. Porque incluso en la más profunda soledad, incluso cuando todo parecía perdido, Coke sabía una cosa: mientras pudiera seguir adelante, había un camino. Por oscuro que fuera, por vacío que pareciera, ese camino era suyo. Y con cada paso que daba, el amor que una vez lo rompió también lo empujaba a seguir caminando, un recordatorio silencioso de que aún estaba aquí, aunque nadie más lo estuviera.-
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https://youtu.be/M3cUCNCJSbM?si=en3K2_VKqA8Gcbdp
si yo lo estoy ustedes igual lo estaran alv, bye.//
-Coke permanecía arrodillado en la tierra árida, con la espada clavada en la tierra detrás de él como un recordatorio constante de lo que había dejado atrás. El peso de su armadura se sentía más pesado que nunca, como si cada pedazo de acero estuviera diseñado para contener las emociones que trataba de sofocar. El frío envolvía su cuerpo, aferrándose a él como una sombra inquebrantable. Sabía que esa frialdad no venía del aire, sino de algo mucho más profundo, un vacío que habitaba en su interior y que crecía con cada respiración.-
¿Sabes cuál es la peor debilidad del ser humano? —se dijo a sí mismo, en un murmullo apenas audible— Es el amor...
-Recordar esas palabras le dejaba un sabor amargo en la boca. El amor no era un faro que lo guiara, sino una carga que arrastraba consigo a cada paso, una herida abierta que nunca dejaba de sangrar. No importaba cuánto intentara ignorarlo; siempre volvía. El amor era una trampa: te hacía vulnerable, te arrancaba las defensas y luego te dejaba solo, con el alma expuesta a la tormenta.-
-Se inclinó hacia adelante, apoyando una mano enguantada en el suelo helado. La nieve se acumulaba lentamente sobre su capa, formando un manto blanco que se derretía al contacto con su cuerpo, solo para volverse a congelar al instante. Había algo cruel en esa sensación: un ciclo interminable de esperanza y desilusión. Eso era el amor, una batalla constante entre lo que pudo ser y lo que jamás sería.-
-Su mirada, oculta bajo el yelmo, se posó en la nada frente a él. No quedaba nadie. Las voces que antes lo acompañaban, las promesas de compañía y las risas compartidas, todo se había desvanecido como humo en el viento. Y sin embargo, el peso de esos recuerdos seguía allí, apretándole el pecho como una armadura que nunca podría quitarse.-
No importa... —susurró, dejando que el viento helado se llevara sus palabras—
-Estaba solo. Y quizás siempre lo había estado. Pero había algo en esa soledad que lo mantenía de pie. Tal vez era la última chispa de orgullo, o quizás el simple hecho de que rendirse no era una opción. Se levantó lentamente, con la espada a su espalda temblando bajo el peso de su decisión. Cada movimiento dolía, pero el dolor era lo único que le recordaba que aún existía.-
-El mundo a su alrededor era una extensión de su propio vacío: árboles sin hojas, suelo seco y quebradizo, y un cielo gris que parecía eterno. Pero, ¿qué importaba? No había nadie para compartir esa vista, nadie que lo detuviera o lo alentara. Era libre en su tristeza, un caballero perdido en un campo sin batallas.-
-Caminó sin rumbo fijo, sintiendo el eco de sus pasos resonar en la nada, como si el mismo suelo lo reconociera pero no se atreviera a detenerlo. Las sombras se alargaban a su alrededor, intentando susurrarle secretos que ya no quería escuchar. El amor, esa debilidad maldita, había dejado su marca. Pero en esa marca también había fuerza. Una vez que lo pierdes todo, ya no hay nada más que temer.-
-La espada descansaba tranquila a su espalda, como un juramento no pronunciado, esperando el momento en que tendría que ser levantada nuevamente. Porque incluso en la más profunda soledad, incluso cuando todo parecía perdido, Coke sabía una cosa: mientras pudiera seguir adelante, había un camino. Por oscuro que fuera, por vacío que pareciera, ese camino era suyo. Y con cada paso que daba, el amor que una vez lo rompió también lo empujaba a seguir caminando, un recordatorio silencioso de que aún estaba aquí, aunque nadie más lo estuviera.-
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