Mi infancia: Antes del fuego, el brote Desde su rincón favorito del Palacio, donde las antorchas nunca apagaban del todo las sombras, él solía esconderse. No por miedo, sino por costumbre. Le gustaba la quietud cuando los corredores del Inframundo se quedaban en silencio, cuando ni los espectros se atrevían a interrumpir su concentración. Nadie sospecharía que ese mismo muchacho inquieto, el...