• {Desde que se habia unido al circo su vida era mucho mas divertida. Cada dia era una aventura. Y aunque ganaban lo suficiente para vivir no contaba con muchos lujos. Tampoco era que le hicieran falta. Pero su nueva vida la expuso a la gente del pueblo y sus realidades. Algo que jamas habria experimentado si hubiera continuado su vida como miembro de la nobleza}

    {Vivir entre la gente de bajos recursos le abrio los ojos a lo injusta que era la sociedad. Con criminales que asaltaban a la gente. Policias ineficientes o muchas veces corruptos. Muchas fueron las veces donde deseo el poder hacer algo al respecto. Concentrando sus esfuerzos en traer sonrisas a la gente durante sus shows}

    {Sin embargo, esto cambiaria unos años despues. Una tarde en la que se dirigia al hogar que compartia con sus amigos y amigas del circo algo llamo su atencion. Un ruido que provenia de un callejon, algo que desperto su curiosidad y la llevo a investigar que pasaba. Ahi encontro a un hombre sentado contra la pared, con una profunda herida en el vientre y sangrando demasiado. Estaba sujetando un pequeño maletin}

    {Al ver el rostro del hombre le reconocio casi de inmediato. Era un inventor reconocido dueño de un taller. Lucia tan palido que sabia que no iba a sobrevivir. Aun asi el inventor alzo la vista y con lo que parecia sus ultimas fuerzas presiono su maletin hacia ella pidiendole que se llevara el contenido y no dejara que los hombres que estaban buscandolo pudieran obtenerlo}

    {Al inicio no supo que hacer pero termino aceptando. Al menos queria darle algo de paz a aquel hombre que iba a fallecer. Y se mantuvo a su lado un par de minutos hasta vio sus ojos cerrarse por ultima vez. Poco despues abrio el maletin para ver el contenido. Que podria ser que le habia costado la vida a alguien? Lo que encontro dentro fue un par de guantes negros. Al inicio no entendio que tenian de especial hasta decidio ponerselos}

    {En cuanto se habia puesto ambos escucho un sonido casi como una alerta que venian de los mismos guantes. Y un momento despues comenzaron a cambiar convirtiendose en dos grandes guanteletes de metal. Que a pesar de su tamaño y material por alguna razon no le resultaban pesados en absoluto. Vio esto con asombro, y tan rapido como aparecieron volvieron a cambiar en 2 guantes negros. Tenia tantas preguntas pero al oir una serie de pasos acercandose al callejon decidio irse de ahi rapidamente}
    {Desde que se habia unido al circo su vida era mucho mas divertida. Cada dia era una aventura. Y aunque ganaban lo suficiente para vivir no contaba con muchos lujos. Tampoco era que le hicieran falta. Pero su nueva vida la expuso a la gente del pueblo y sus realidades. Algo que jamas habria experimentado si hubiera continuado su vida como miembro de la nobleza} {Vivir entre la gente de bajos recursos le abrio los ojos a lo injusta que era la sociedad. Con criminales que asaltaban a la gente. Policias ineficientes o muchas veces corruptos. Muchas fueron las veces donde deseo el poder hacer algo al respecto. Concentrando sus esfuerzos en traer sonrisas a la gente durante sus shows} {Sin embargo, esto cambiaria unos años despues. Una tarde en la que se dirigia al hogar que compartia con sus amigos y amigas del circo algo llamo su atencion. Un ruido que provenia de un callejon, algo que desperto su curiosidad y la llevo a investigar que pasaba. Ahi encontro a un hombre sentado contra la pared, con una profunda herida en el vientre y sangrando demasiado. Estaba sujetando un pequeño maletin} {Al ver el rostro del hombre le reconocio casi de inmediato. Era un inventor reconocido dueño de un taller. Lucia tan palido que sabia que no iba a sobrevivir. Aun asi el inventor alzo la vista y con lo que parecia sus ultimas fuerzas presiono su maletin hacia ella pidiendole que se llevara el contenido y no dejara que los hombres que estaban buscandolo pudieran obtenerlo} {Al inicio no supo que hacer pero termino aceptando. Al menos queria darle algo de paz a aquel hombre que iba a fallecer. Y se mantuvo a su lado un par de minutos hasta vio sus ojos cerrarse por ultima vez. Poco despues abrio el maletin para ver el contenido. Que podria ser que le habia costado la vida a alguien? Lo que encontro dentro fue un par de guantes negros. Al inicio no entendio que tenian de especial hasta decidio ponerselos} {En cuanto se habia puesto ambos escucho un sonido casi como una alerta que venian de los mismos guantes. Y un momento despues comenzaron a cambiar convirtiendose en dos grandes guanteletes de metal. Que a pesar de su tamaño y material por alguna razon no le resultaban pesados en absoluto. Vio esto con asombro, y tan rapido como aparecieron volvieron a cambiar en 2 guantes negros. Tenia tantas preguntas pero al oir una serie de pasos acercandose al callejon decidio irse de ahi rapidamente}
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  • El trabajo estaba hecho, el objetivo cayó inerte al suelo con un agujero en la frente, ahora lo único que quedaba era salir antes de que la policía llegara. Así pasaron las horas, de callejón en callejón, oculto entre las sombras hasta dar con un lugar seguro: un bar de mala muerte, perteneciente a las personas que contrataron sus servicios como sicario. Solo tuvo que esperar un poco más para recibir la paga, contar los billetes y asegurarse de que no lo estafaran con dinero falso o algo así.

    —Todo en orden. —En contraste al crudo evento que vivió momentos atrás, donde actuó como algún psicópata de ficción, Liú tenía una mirada bastante... ¿Triste? Miraba los billetes uno por uno, pero lo hacía con un desgano totalmente opuesto a como lo haría normalmente. Algo le impedía sentirse bien tras recibir aquel pago, se trataba de algo sumamente profundo.

    Pasaron las horas, la luna llevaba rato en lo alto, hasta que el chino volvió a su morada, aquella cabaña abandonada en medio del bosque, su refugio para poder descansar de largos días de trabajo. Desde afuera se veía demacrada, sin vista al interior que era bastante distinto. Era pequeña, con apenas tres habitaciones: la sala, que se mezclaba como comedor y cocina, el baño y su habitación, que era un colchón tirado en el suelo.

    —Ya llegué... —Nadie respondió, pues él era el único en aquel lugar. Cerró la puerta tras de sí, luego apuntó directamente a irse a dormir. Entró a su habitación, donde solo había un colchón tirado en el suelo y un viejo oso de peluche. La mirada de Liú normalmente parecía la de un muerto, la de alguien carente de la energía de vivir, pero ahora parecía estar vivo, vivo por el dolor que lo estaba carcomiendo por dentro. Se dejó caer en el colchón, donde se unió en un fuerte abrazo con el oso.

    —No te preocupes, mèimei. Fue un día difícil... pero conseguí el dinero para tus libros... —Murmullos, perdidos en el silencio absoluto de la cabaña, procedentes de un recuerdo de antaño, una memoria inmortal que lo obliga a salirse de la realidad y lo mantiene preso de un delirio. Su mirada cambió nuevamente, una de mil yardas, una que vivió demasiado, una mirada vidriosa que no hacía más que perderse en el laberinto de la mente.
    El trabajo estaba hecho, el objetivo cayó inerte al suelo con un agujero en la frente, ahora lo único que quedaba era salir antes de que la policía llegara. Así pasaron las horas, de callejón en callejón, oculto entre las sombras hasta dar con un lugar seguro: un bar de mala muerte, perteneciente a las personas que contrataron sus servicios como sicario. Solo tuvo que esperar un poco más para recibir la paga, contar los billetes y asegurarse de que no lo estafaran con dinero falso o algo así. —Todo en orden. —En contraste al crudo evento que vivió momentos atrás, donde actuó como algún psicópata de ficción, Liú tenía una mirada bastante... ¿Triste? Miraba los billetes uno por uno, pero lo hacía con un desgano totalmente opuesto a como lo haría normalmente. Algo le impedía sentirse bien tras recibir aquel pago, se trataba de algo sumamente profundo. Pasaron las horas, la luna llevaba rato en lo alto, hasta que el chino volvió a su morada, aquella cabaña abandonada en medio del bosque, su refugio para poder descansar de largos días de trabajo. Desde afuera se veía demacrada, sin vista al interior que era bastante distinto. Era pequeña, con apenas tres habitaciones: la sala, que se mezclaba como comedor y cocina, el baño y su habitación, que era un colchón tirado en el suelo. —Ya llegué... —Nadie respondió, pues él era el único en aquel lugar. Cerró la puerta tras de sí, luego apuntó directamente a irse a dormir. Entró a su habitación, donde solo había un colchón tirado en el suelo y un viejo oso de peluche. La mirada de Liú normalmente parecía la de un muerto, la de alguien carente de la energía de vivir, pero ahora parecía estar vivo, vivo por el dolor que lo estaba carcomiendo por dentro. Se dejó caer en el colchón, donde se unió en un fuerte abrazo con el oso. —No te preocupes, mèimei. Fue un día difícil... pero conseguí el dinero para tus libros... —Murmullos, perdidos en el silencio absoluto de la cabaña, procedentes de un recuerdo de antaño, una memoria inmortal que lo obliga a salirse de la realidad y lo mantiene preso de un delirio. Su mirada cambió nuevamente, una de mil yardas, una que vivió demasiado, una mirada vidriosa que no hacía más que perderse en el laberinto de la mente.
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  • 𖨂 𝘛𝘩𝘦 𝘧𝘪𝘳𝘴𝘵 𝘵𝘪𝘮𝘦. ㅤ ; ㅤFB - Texas. (c/ Caleb Galloway)
    Fandom Lord Seventh ; AHS
    Categoría Slice of Life
    ㅤEl aire era nuevo, la vista era extraña, el camino que recorría era desconocido y aún así, su expresión se encontraba inmutable y seria. Sus ojos grises parecían apagados, mientras las miradas a su alrededor se posaban estupefactas sobre su persona.

    ㅤA sus 18 años ¿O quizás eran más de 800? La cuenta estaba perdida desde hace tiempo, pero en esta vida apenas había alcanzado la adultez. Ya había cruzado el océano cientos de veces, y aunque aquella región era nueva, la emoción estaba apagada, los viajes definitivamente no eran para él, y en las circunstancias actuales, la visita era mucho menos amena.

    ͏͏ㅤLa familia Jing llevaba siglos siendo representantes comerciales de la tribu chamánica de Nangjiang, lo que había iniciado en su séptima vida, ahora era nuevamente su responsabilidad, y era aquella palabra la que traía sus hombros pesados.

    ㅤEl pueblo de Nangjiang parecía haberse quedado en el tiempo, por lo que se negarían usar un auto de no ser extremadamente necesario, se negarían a hacer grandes negocios y en cambio preferirían invertir la fortuna de sus tierras en pequeños mercados, que aunque obtenía ganancias decentes, no representaba nada significativo. Pero por ello, aún debía tomarse la molestia de atravesar medio mundo, alquilar tres caballos para recorrer las zonas rurales, con dos estoicos guardias y un para nada sutil velo negro cubriendo su rostro, que llamaba la atención sobre su persona como si de una viuda en luto se trataba.

    ㅤAquella formal vestimenta le hacía sentir extraño, y en el momento en el que el tráfico de gente imposibilitaba el paso de los caballos, moverse a pie parecía aún más tortuoso.
    Solo por curiosidad, llevó su mano a su rostro, amenazando de despojarse de aquel velo, pero sus yemas no llegaron a tocar la tela en cuanto sintió que una fuerte presión rodeaba su muñeca. La amenazante mirada de aquel hombre de 1,90 que lo acompañaba le decía que sería imposible, lo había comprendido hace siglos, pero un pequeño intento no hacía daño a nadie.

    ㅤSoltó un suspiro agotado, pero debajo de aquella tela que solo dejaba su mirada libre había una pequeña sonrisa.
    No había nada que hacer, de su costado un abanico de papel se hizo presente y se abrió delante de su rostro. El príncipe era conocido por vivir en los extremos o sería invisible o sería llamativo. Si debía llevar aquel velo, no habría problema para él también extender su accesorio preferido a riesgo de que las voces consternadas fueran en aumento.

    ㅤDe por sí, en sus tierras era alguien excéntrico, ya nadie solía a llevar piezas tan distinguidas, más aquella costumbre estaba arraigada en su pecho, y junto al velo la gente solo podía pensar que era como alguno de aquellos jóvenes que en su adolescencia perdida vestían cosplays para viajar en tren. Lejos de ser algo espectacular, en el extranjero aprendió que eso no era algo demasiado respetable.

    ㅤRecorriendo puesto a puesto, buscando agricultores locales con los cuales asociarse, escuchaba las voces despectivas que se referían hacía su persona como “raro” y demás adjetivos ofensivos.

    ㅤLejos de enojarse, podría reírse en la cara de estos, frunciendo los ceños de los vendedores, pero seguro de que nadie se atrevería a lanzarle un golpe, no mientras aquellos corpulentos guardias tuvieran rostros de piedra.

    ㅤㅤ⸻ No hay nada interesante aquí, no vamos a desperdiciar dinero en tanta basura.

    ㅤExclamó a los dos hombres que lo acompañaban, quienes también servían como la rama más próxima al líder a quién servía. Sin embargo, aunque estos dos hombres no estuvieran dotados de ningún conocimiento en economía, ambos sacudieron su cabeza en modo negativo, sin estar dispuestos a marcharse tan prontamente. En cambio, uno de ellos elevó su dedo y señaló un puesto pequeño extendido sobre una manta. Su mirada decayó y su rostro se puso rígido. Lo veía y parecía una locura, pero como su rostro estaba privado de mostrar cualquier gesto, la desaprobación no era obvia y sus acompañantes se pusieron en marcha sin dejarle hablar siquiera.

    ㅤÉl, aunque con un respetable metro ochenta, aún era el más pequeño de la triada, y su masa muscular era apenas la mitad de lo que aquellos dos habían trabajado durante toda su vida. Si no podía oponerse con palabras, menos podría oponerse físicamente, pues aunque fuera un príncipe, nadie en Nangjiang temía aplicar el castigo físico, y si recordaba el modo en el que su apellido ganó su puesto en aquel territorio, ir en contra de ellos no sería de sus mejores ideas. Se sintió derrotado en ese instante mientras caminaba con un paso apresurado para ponerse al frente.

    ㅤCon su abanico abierto, el velo negro dejando solo un par de ojos similares a flores de melocotón, ofreció una sonrisa imperceptible, aunque un poco impactado debido a que el chico al frente no parecía mayor que él.

    ㅤㅤ⸻ ¿Qué tienes aquí?

    ㅤYendo directamente al grano, se colocó en cuclillas, seguido por el par de hombres detrás de él quienes se veían más interesados en la mercancía, tomando en manos algunas de estas, seguramente intentando corroborar la calidad del producto tal como acostumbraban en las tierras del sur de donde provenían.

    Caleb Galloway
    ㅤEl aire era nuevo, la vista era extraña, el camino que recorría era desconocido y aún así, su expresión se encontraba inmutable y seria. Sus ojos grises parecían apagados, mientras las miradas a su alrededor se posaban estupefactas sobre su persona. ㅤA sus 18 años ¿O quizás eran más de 800? La cuenta estaba perdida desde hace tiempo, pero en esta vida apenas había alcanzado la adultez. Ya había cruzado el océano cientos de veces, y aunque aquella región era nueva, la emoción estaba apagada, los viajes definitivamente no eran para él, y en las circunstancias actuales, la visita era mucho menos amena. ͏͏ㅤLa familia Jing llevaba siglos siendo representantes comerciales de la tribu chamánica de Nangjiang, lo que había iniciado en su séptima vida, ahora era nuevamente su responsabilidad, y era aquella palabra la que traía sus hombros pesados. ㅤEl pueblo de Nangjiang parecía haberse quedado en el tiempo, por lo que se negarían usar un auto de no ser extremadamente necesario, se negarían a hacer grandes negocios y en cambio preferirían invertir la fortuna de sus tierras en pequeños mercados, que aunque obtenía ganancias decentes, no representaba nada significativo. Pero por ello, aún debía tomarse la molestia de atravesar medio mundo, alquilar tres caballos para recorrer las zonas rurales, con dos estoicos guardias y un para nada sutil velo negro cubriendo su rostro, que llamaba la atención sobre su persona como si de una viuda en luto se trataba. ㅤAquella formal vestimenta le hacía sentir extraño, y en el momento en el que el tráfico de gente imposibilitaba el paso de los caballos, moverse a pie parecía aún más tortuoso. Solo por curiosidad, llevó su mano a su rostro, amenazando de despojarse de aquel velo, pero sus yemas no llegaron a tocar la tela en cuanto sintió que una fuerte presión rodeaba su muñeca. La amenazante mirada de aquel hombre de 1,90 que lo acompañaba le decía que sería imposible, lo había comprendido hace siglos, pero un pequeño intento no hacía daño a nadie. ㅤSoltó un suspiro agotado, pero debajo de aquella tela que solo dejaba su mirada libre había una pequeña sonrisa. No había nada que hacer, de su costado un abanico de papel se hizo presente y se abrió delante de su rostro. El príncipe era conocido por vivir en los extremos o sería invisible o sería llamativo. Si debía llevar aquel velo, no habría problema para él también extender su accesorio preferido a riesgo de que las voces consternadas fueran en aumento. ㅤDe por sí, en sus tierras era alguien excéntrico, ya nadie solía a llevar piezas tan distinguidas, más aquella costumbre estaba arraigada en su pecho, y junto al velo la gente solo podía pensar que era como alguno de aquellos jóvenes que en su adolescencia perdida vestían cosplays para viajar en tren. Lejos de ser algo espectacular, en el extranjero aprendió que eso no era algo demasiado respetable. ㅤRecorriendo puesto a puesto, buscando agricultores locales con los cuales asociarse, escuchaba las voces despectivas que se referían hacía su persona como “raro” y demás adjetivos ofensivos. ㅤLejos de enojarse, podría reírse en la cara de estos, frunciendo los ceños de los vendedores, pero seguro de que nadie se atrevería a lanzarle un golpe, no mientras aquellos corpulentos guardias tuvieran rostros de piedra. ㅤㅤ⸻ No hay nada interesante aquí, no vamos a desperdiciar dinero en tanta basura. ㅤExclamó a los dos hombres que lo acompañaban, quienes también servían como la rama más próxima al líder a quién servía. Sin embargo, aunque estos dos hombres no estuvieran dotados de ningún conocimiento en economía, ambos sacudieron su cabeza en modo negativo, sin estar dispuestos a marcharse tan prontamente. En cambio, uno de ellos elevó su dedo y señaló un puesto pequeño extendido sobre una manta. Su mirada decayó y su rostro se puso rígido. Lo veía y parecía una locura, pero como su rostro estaba privado de mostrar cualquier gesto, la desaprobación no era obvia y sus acompañantes se pusieron en marcha sin dejarle hablar siquiera. ㅤÉl, aunque con un respetable metro ochenta, aún era el más pequeño de la triada, y su masa muscular era apenas la mitad de lo que aquellos dos habían trabajado durante toda su vida. Si no podía oponerse con palabras, menos podría oponerse físicamente, pues aunque fuera un príncipe, nadie en Nangjiang temía aplicar el castigo físico, y si recordaba el modo en el que su apellido ganó su puesto en aquel territorio, ir en contra de ellos no sería de sus mejores ideas. Se sintió derrotado en ese instante mientras caminaba con un paso apresurado para ponerse al frente. ㅤCon su abanico abierto, el velo negro dejando solo un par de ojos similares a flores de melocotón, ofreció una sonrisa imperceptible, aunque un poco impactado debido a que el chico al frente no parecía mayor que él. ㅤㅤ⸻ ¿Qué tienes aquí? ㅤYendo directamente al grano, se colocó en cuclillas, seguido por el par de hombres detrás de él quienes se veían más interesados en la mercancía, tomando en manos algunas de estas, seguramente intentando corroborar la calidad del producto tal como acostumbraban en las tierras del sur de donde provenían. [Otterlie_gj]
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  • ❏— ˚₊· ͟͟͞͞➳ ❝𝓒𝓪𝓷 𝔂𝓸𝓾 𝓱𝓮𝓪𝓻 𝓾𝓼?❞
    Fandom AHS, Coven.
    Categoría Terror
    ㅤOtra noche más en la abrumadora soledad del campo. El silencio era tan absoluto que incluso el susurro del viento parecía una amenaza latente. Había completado su habitual ronda por el granero, asegurándose de que cada uno de los animales estuviera alimentado y protegido del frío penetrante que auguraba la inminente llegada del invierno. Con pasos rápidos, se dirigió de vuelta a su pequeña casa. Sus brazos, apretados contra su cuerpo, intentaban en vano detener el avance del frío que atravesaba la fina tela de su camiseta de mangas largas y el modesto pantalón de pijama, insuficientes para una noche tan helada.

    ㅤEl chirrido agudo de la puerta de madera resonó en el silencio cuando la cerró, un eco perturbador en la quietud de la casa. No se molestó en girar la llave; su único deseo era alcanzar la cama lo más rápido posible, ansioso por envolverse en las mantas, buscando el consuelo del calor que su frágil refugio le ofrecía. Pero aquella calma, frágil e ilusoria, se desvaneció en un suspiro. Allí estaba, nuevamente, la figura oscura acechando desde la penumbra de la esquina del pasillo. La sonrisa perversa de aquel ser infernal brillaba en la oscuridad, haciendo que su piel se erizara con un terror que ya conocía demasiado bien.

    ㅤMentiría si dijera que su presencia no lo paralizaba de puro miedo. Esos ojos vacíos, muertos, lo atravesaban sin piedad, y aquel rostro... una abominación grotesca, como si estuviera formado por fragmentos de carne putrefacta, ensamblados en un intento macabro de imitar lo humano. El sonido de sus carcajadas, estruendosas y malignas, resonaba en sus oídos, helándole la sangre hasta el último rincón de su ser. Sabía lo que estaba sucediendo: otra visión, otra de esas pesadillas vivientes de las que no podía escapar. Intentó gritar, como tantas veces antes, pero su voz permaneció atrapada en su garganta, silenciada por el terror.

    ⸻ Tendrás que rendirte y venir con nosotros. Sabías que vendríamos por ti, ¿no es así?

    La voz siseante del ser rompió el silencio, como una sentencia de muerte. El joven se cubrió el rostro con las manos, sus respiraciones agitadas revelaban su creciente desesperación mientras buscaba refugio en sí mismo. Quería a su madre y a su abuela allí, junto a él, como lo habían estado en su niñez, protegiéndolo de las sombras que lo acechaban. No podía soportar esto solo.

    ⸻ ¡Aléjense de mí!

    Gritó, arrodillado en el suelo, sus ojos fijos en aquellas horribles caras que lo miraban con burla.


    ⸻ Calie, cariño. ¿Acaso no quieres venir con nosotros?

    ㅤLa voz de su abuela, distorsionada y manipulada por esas criaturas, hizo que algo dentro de él se rompiera. Aquella imitación perversa de la voz de su ser más querido fue demasiado. Las risas que lo rodeaban, un coro diabólico que parecía provenir de todas direcciones, lo desbordaban. Una rabia profunda empezó a bullir en su pecho, una furia tan intensa que casi desplazaba el miedo. No iba a dejar que lo arrastraran con ellos. No de esa manera.

    ⸻ ¡Cállense de una maldita vez! ¡Lárguense!

    ㅤRugió con una voz desgarrada, sintiendo cómo el aire llenaba sus pulmones con un vigor desesperado. En un parpadeo, todo cambió. Estaba sentado en el sofá, su cuerpo tembloroso, cubierto de sudor frío. Había despertado, pero la realidad y la pesadilla se entrelazaban tan profundamente que ya no podía distinguirlas. Lágrimas amargas corrían por su rostro mientras su pecho se sacudía con sollozos incontrolables. ¿Era miedo lo que sentía? ¿O la rabia lo estaba devorando desde adentro?

    Una última frase, resonando en lo profundo de su mente, como una advertencia olvidada.

    ❝ Las respuestas están donde se encuentran los huesos. ❞

    Sabía que debía averiguar su significado, y sabía que no le quedaba mucho tiempo.
    ㅤOtra noche más en la abrumadora soledad del campo. El silencio era tan absoluto que incluso el susurro del viento parecía una amenaza latente. Había completado su habitual ronda por el granero, asegurándose de que cada uno de los animales estuviera alimentado y protegido del frío penetrante que auguraba la inminente llegada del invierno. Con pasos rápidos, se dirigió de vuelta a su pequeña casa. Sus brazos, apretados contra su cuerpo, intentaban en vano detener el avance del frío que atravesaba la fina tela de su camiseta de mangas largas y el modesto pantalón de pijama, insuficientes para una noche tan helada. ㅤEl chirrido agudo de la puerta de madera resonó en el silencio cuando la cerró, un eco perturbador en la quietud de la casa. No se molestó en girar la llave; su único deseo era alcanzar la cama lo más rápido posible, ansioso por envolverse en las mantas, buscando el consuelo del calor que su frágil refugio le ofrecía. Pero aquella calma, frágil e ilusoria, se desvaneció en un suspiro. Allí estaba, nuevamente, la figura oscura acechando desde la penumbra de la esquina del pasillo. La sonrisa perversa de aquel ser infernal brillaba en la oscuridad, haciendo que su piel se erizara con un terror que ya conocía demasiado bien. ㅤMentiría si dijera que su presencia no lo paralizaba de puro miedo. Esos ojos vacíos, muertos, lo atravesaban sin piedad, y aquel rostro... una abominación grotesca, como si estuviera formado por fragmentos de carne putrefacta, ensamblados en un intento macabro de imitar lo humano. El sonido de sus carcajadas, estruendosas y malignas, resonaba en sus oídos, helándole la sangre hasta el último rincón de su ser. Sabía lo que estaba sucediendo: otra visión, otra de esas pesadillas vivientes de las que no podía escapar. Intentó gritar, como tantas veces antes, pero su voz permaneció atrapada en su garganta, silenciada por el terror. ⸻ Tendrás que rendirte y venir con nosotros. Sabías que vendríamos por ti, ¿no es así? La voz siseante del ser rompió el silencio, como una sentencia de muerte. El joven se cubrió el rostro con las manos, sus respiraciones agitadas revelaban su creciente desesperación mientras buscaba refugio en sí mismo. Quería a su madre y a su abuela allí, junto a él, como lo habían estado en su niñez, protegiéndolo de las sombras que lo acechaban. No podía soportar esto solo. ⸻ ¡Aléjense de mí! Gritó, arrodillado en el suelo, sus ojos fijos en aquellas horribles caras que lo miraban con burla. ⸻ Calie, cariño. ¿Acaso no quieres venir con nosotros? ㅤLa voz de su abuela, distorsionada y manipulada por esas criaturas, hizo que algo dentro de él se rompiera. Aquella imitación perversa de la voz de su ser más querido fue demasiado. Las risas que lo rodeaban, un coro diabólico que parecía provenir de todas direcciones, lo desbordaban. Una rabia profunda empezó a bullir en su pecho, una furia tan intensa que casi desplazaba el miedo. No iba a dejar que lo arrastraran con ellos. No de esa manera. ⸻ ¡Cállense de una maldita vez! ¡Lárguense! ㅤRugió con una voz desgarrada, sintiendo cómo el aire llenaba sus pulmones con un vigor desesperado. En un parpadeo, todo cambió. Estaba sentado en el sofá, su cuerpo tembloroso, cubierto de sudor frío. Había despertado, pero la realidad y la pesadilla se entrelazaban tan profundamente que ya no podía distinguirlas. Lágrimas amargas corrían por su rostro mientras su pecho se sacudía con sollozos incontrolables. ¿Era miedo lo que sentía? ¿O la rabia lo estaba devorando desde adentro? Una última frase, resonando en lo profundo de su mente, como una advertencia olvidada. ❝ Las respuestas están donde se encuentran los huesos. ❞ Sabía que debía averiguar su significado, y sabía que no le quedaba mucho tiempo.
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  • -Estaba bebiendo café con un conocido de Rusia, ese hombre hace tiempo busca un compromiso con Elisabetta pero a ella no le interesa en absoluto y ahora menos-
    -Estaba bebiendo café con un conocido de Rusia, ese hombre hace tiempo busca un compromiso con Elisabetta pero a ella no le interesa en absoluto y ahora menos-
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  • Parte 1 ||• Confesión
    Fandom Crossover
    Categoría Fantasía
    Lúthien O Lórien

    No sabía con certeza cuánto tiempo llevaba atrapada entre aquellas cuatro paredes, pues apenas entraba algo de luz más allá de la necesaria para ver a más de tres palmos de distancia gracias a un candelabro .Bajo su luz cálida aunque tenue , que aún pugnaba por mantenerse en pie,la Madre Confesora andaba de un lado a otro de la estancia como un animal enjaulado en busca de cualquier indicio posible de una salida. Si la había, en ese momento fue incapaz de hallarla.
    Días atrás una de las cuadrillas de Rahl había logrado dar con ella además de Chase, Zedd y Brophy.
    No habían sido cuatro, como acostumbraban a ser , si no dos. Dos hombres de marcados rasgos Daharianos que no llevaban más armas que un puñal.
    Ambos habían intercambiado una mirada silente, más propia de un autómata que de una persona de carne y hueso. No hubo forcejeo, ni siquiera combate alguno. Sólo silencio, uno que bien hubiera podido cortarse con el filo de una espada , interrumpido por los aullidos lastimeros de Brophy. A ese silencio se le sumó una espesa neblina de un tono verdoso que reconoció y palabras pronunciadas en un idioma que desconocía.
    Después, todo fue confuso. Chase trató de encararse a aquellos hombres con su hacha, Zedd intentó en vano invocar el fuego de mago, y , en cuanto a ella, su cuerpo se negaba a responder, atrapado en algún tipo de red mágica antes de que el mundo empezara a girar, descontrolado, hasta sumirse en una profunda oscuridad.
    Cuando despertó y empezó a recobrar la conciencia, fue llevada ante su verdugo.
    -¿ Qué es lo que quieres de mí?- Consiguió preguntar finalmente, con una expresión carente de emoción y voz neutra cuando su mirada se topó con los ojos de Rahl el Oscuro.
    - A tí, en todos los sentidos.- Fue la respuesta de su captor mientras con un dedo humedecido se atusaba las pobladas cejas y un gesto que dejaba claro que estaba saboreando cada segundo de aquella pequeña victoria adornaba su rostro impoluto.
    - Me encontrarán. Tienes enemigos muy poderosos, tus días están contados. Tu reinado acabará pronto.
    - Tu Buscador y tu mago están muertos, Confesora. Yo que tú ni lo intentaría.- La voz de Rahl era calma, la clase de calma que siempre precede a la mayor de las tormentas. Dió un paso para quedar frente a ella, haciendo que la larga capa que portaba de un vivo color rojo y ricas sedas se arremolinara alrededor de los tobillos. Era la clase de imagen que aún después de mucho tiempo se te queda grabada en la retina. La imagen de un asesino , se dijo.
    - ¿ Por qué tendría que creer nada de lo que salga por tu boca?- Apuntó, haciendo acopio de un coraje que, por el momento, seguía intacto.
    - Porque ahora mismo sólo quedas tú para defender vuestra causa perdida, y cuando logre mi objetivo necesitaré a la Madre Confesora a mi lado.
    - No seré tu títere.
    - Piensa si de verdad merece la pena arriesgar tanto por algo que estaba destinado a fracasar.- En aquellas palabras Kahlan supo que había mucho más. Con Rahl nunca nada sucedía por casualidad.
    A pesar de no haber coincidido personalmente en un mismo espacio, además de su dominio de la magia del inframundo, la habilidad para las artes del engaño y la manipulación del Oscuro era algo que en la resistencia llevaba un tiempo resonando. Eso era lo más peligroso.
    - ¿ Dónde están?- Si bien en su rostro no se reflejaba nada en absoluto, su mandíbula estaba tensa, rígida.
    - Te creía más inteligente.- Había cierta sorna en la voz de Rahl.- Ya te lo he dicho ; están muertos, ya poco importa lo que haya podido pasarles. Cuanto antes lo aceptes ,más fácil será para tí. Igual que lo fue para ellos y para tu querida hermanita aceptar su destino.- Por segunda vez las palabras de su interlocutor despertaron algo en ella que no le era desconocido, pero que desde edad temprana se había asegurado de mantener a buen recaudo bajo capas y capas de contención, autocontrol y cortesía para que no saliera a flote salvo cuando era estrictamente necesario : rabia, ira, odio y el deseo de acabar de una vez por todas con la causa de aquel horror y sufrimiento.
    Primero habían sido Denee y el resto de confesoras, después el ataque a la Gente Barro que durante un tiempo había sido lo más cercano a un hogar,luego Richard y Zedd....." Sólo recordaré que lo amaba y que nunca pude decírselo",pensó. Todas aquellas perdidas habían sido motivadas y causadas por un único hombre al que había jurado destruir ante el cuerpo malherido de su querida Denee.

    - No caerá esa breva....- Primera Norma de un mago, se recordó. Un pequeño rayo de esperanza alumbraba la inminente bruma que amenazaba con engullirla.
    - ¿ Por qué no me miras a los ojos y lo compruebas tú misma?,¿ Acaso lo sucedido en el Molino de Horner no fue suficiente advertencia?

    Antes de que pudiera reaccionar, antes de que tales emociones rasgaran siquiera la superficie, con un gesto alzando la mano,un soldado con una R grabada en el pecho cerró un collar sencillo , liso y frío al tacto alrededor de su cuello mientras otros dos trataban de sostenerla. El susodicho collar envió una pequeña descarga desde el cuello al resto de cuerpo haciendo que cayera de hinojos.
    - En estos momentos mis hombres podrían estar marchando en dirección a Aydindril. Será cuestión de tiempo que caiga en mis manos, pero todo depende de que tomes la decisión correcta.- Ambos brazos de Rahl reposaban con desesperante tranquilidad cruzados sobre su pecho. El hombretón a su espalda le alzó de las muñecas, y ella se mantuvo lo más erguida posible, los hombros rectos y la cabeza alzada, algo que pareció divertir al Oscuro.- Seré generoso. Voy a darte de plazo hasta el primer día de invierno para que puedas reflexionar. Porque entonces,lo quieras o no, tendrás que colaborar. Prefiero hacerlo en buenos términos.- Tres semanas, ese era todo el tiempo que disponía para poder pensar en una manera de salir con vida de allí ... Y de acabar con él.
    El soldado presionó su espalda con el mango de la daga para que empezara a caminar. Rahl la llamo.- Y no te preocupes, tendrás todas las comodidades a las que una confesora está acostumbrada. No te llevaré a mi alcoba ni te pondré un dedo encima a menos que tú me lo pidas.- No respondió. De tanto apretar los puños los nudillos se habían tornado blanquecinos.- Espero que tu estancia aquí sea placentera, tal vez se prolongue.
    Rahl hizo un gesto con la mano para que la sacaran de la sala de Peticionarios del Palacio del pueblo, y tanto ella como el soldado Dahariano desaparecieron en el complejo laberinto que era el enclave hasta la habitación en la que ahora se hallaba.
    De eso habían pasado cuatro días , o eso había calculado gracias a las idas y venidas de las sirvientas que le traían la bandeja con la comida,pero ella se negaba a probar bocado. Se negaba a aceptar nada que viniera de él.
    La habitación se encontraba en una de las esquinas más alejadas del palacio, sin ventanas, y,para más inri ,dos Mord-sith custodiaban la puerta día y noche, así que debía buscar otros métodos.
    Al cuarto día la oportunidad se le presentó cuando al caer la noche la sirvienta de turno ( que nunca era la misma para que no pudiera establecer ningún vínculo) vino a traerle algo de asado, un pedazo de pan de centeno y agua. El plato, aserradero ligeramente en el borde ,era de un material lo suficiente flexible para ,que al doblarlo, pudiera improvisar un arma lo suficiente filosa para poderla clavar en el cuello del próximo guardia que se cruzara en su camino o al propio Rahl.
    La idea,en su desesperación ,fue tomando forma de tal manera que volcó el asado , se quedó sólo con el plato y poco a poco comenzó a doblarlo hasta crear una especie de hoja, tarea que la mantuvo ocupada durante unas horas en el silencio del zulo, hasta que la puerta se abrió con un chirrido estridente. Por ella apareció una Mord-Sith ataviada con su traje de cuero rojo, lo que hizo que su cuerpo se tensara al saber lo que eso significaba, pero lejos de realizar cualquier movimiento que indicara ataque o amenaza, la mujer se limitó a observar, con la espalda recostada sobre el marco de la puerta, los intimidantes ojos azules fijos en ella.- Lord Rahl os ha hecho llamar.- Anunció con voz fría. A una señal, el hombretón encargado de transladarla hasta allí, la obligó a levantarse. Dió gracias a que había sido lo suficiente rápida como para guardar el arma bajo la almohada de la cama cochambrosa que le había sido asignada.
    Sin intercambiar palabra, los tres se adentraron en el laberinto de habitaciones y salas , y, esta vez, fue escoltada hasta el Jardín de la Vida, donde Rahl aguardaba. No llevaba su habitual traje de terciopelo rojo e hilos dorados, sino una túnica de un impecable tono blanco que resaltaba sus facciones . Una sonrisa ladina adornaba sus labios. Junto a él, de pie y con una expresión que no supo descifrar, se encontraba una mujer cuyos rasgos no se correspondían con los comunes de la Tierra Central, aunque a juzgar por los largos cabellos era más que evidente que se trataba de alguien importante.- Madre Confesora, os presento a la futura Lady Rahl.
    [LuthienOfLorien] No sabía con certeza cuánto tiempo llevaba atrapada entre aquellas cuatro paredes, pues apenas entraba algo de luz más allá de la necesaria para ver a más de tres palmos de distancia gracias a un candelabro .Bajo su luz cálida aunque tenue , que aún pugnaba por mantenerse en pie,la Madre Confesora andaba de un lado a otro de la estancia como un animal enjaulado en busca de cualquier indicio posible de una salida. Si la había, en ese momento fue incapaz de hallarla. Días atrás una de las cuadrillas de Rahl había logrado dar con ella además de Chase, Zedd y Brophy. No habían sido cuatro, como acostumbraban a ser , si no dos. Dos hombres de marcados rasgos Daharianos que no llevaban más armas que un puñal. Ambos habían intercambiado una mirada silente, más propia de un autómata que de una persona de carne y hueso. No hubo forcejeo, ni siquiera combate alguno. Sólo silencio, uno que bien hubiera podido cortarse con el filo de una espada , interrumpido por los aullidos lastimeros de Brophy. A ese silencio se le sumó una espesa neblina de un tono verdoso que reconoció y palabras pronunciadas en un idioma que desconocía. Después, todo fue confuso. Chase trató de encararse a aquellos hombres con su hacha, Zedd intentó en vano invocar el fuego de mago, y , en cuanto a ella, su cuerpo se negaba a responder, atrapado en algún tipo de red mágica antes de que el mundo empezara a girar, descontrolado, hasta sumirse en una profunda oscuridad. Cuando despertó y empezó a recobrar la conciencia, fue llevada ante su verdugo. -¿ Qué es lo que quieres de mí?- Consiguió preguntar finalmente, con una expresión carente de emoción y voz neutra cuando su mirada se topó con los ojos de Rahl el Oscuro. - A tí, en todos los sentidos.- Fue la respuesta de su captor mientras con un dedo humedecido se atusaba las pobladas cejas y un gesto que dejaba claro que estaba saboreando cada segundo de aquella pequeña victoria adornaba su rostro impoluto. - Me encontrarán. Tienes enemigos muy poderosos, tus días están contados. Tu reinado acabará pronto. - Tu Buscador y tu mago están muertos, Confesora. Yo que tú ni lo intentaría.- La voz de Rahl era calma, la clase de calma que siempre precede a la mayor de las tormentas. Dió un paso para quedar frente a ella, haciendo que la larga capa que portaba de un vivo color rojo y ricas sedas se arremolinara alrededor de los tobillos. Era la clase de imagen que aún después de mucho tiempo se te queda grabada en la retina. La imagen de un asesino , se dijo. - ¿ Por qué tendría que creer nada de lo que salga por tu boca?- Apuntó, haciendo acopio de un coraje que, por el momento, seguía intacto. - Porque ahora mismo sólo quedas tú para defender vuestra causa perdida, y cuando logre mi objetivo necesitaré a la Madre Confesora a mi lado. - No seré tu títere. - Piensa si de verdad merece la pena arriesgar tanto por algo que estaba destinado a fracasar.- En aquellas palabras Kahlan supo que había mucho más. Con Rahl nunca nada sucedía por casualidad. A pesar de no haber coincidido personalmente en un mismo espacio, además de su dominio de la magia del inframundo, la habilidad para las artes del engaño y la manipulación del Oscuro era algo que en la resistencia llevaba un tiempo resonando. Eso era lo más peligroso. - ¿ Dónde están?- Si bien en su rostro no se reflejaba nada en absoluto, su mandíbula estaba tensa, rígida. - Te creía más inteligente.- Había cierta sorna en la voz de Rahl.- Ya te lo he dicho ; están muertos, ya poco importa lo que haya podido pasarles. Cuanto antes lo aceptes ,más fácil será para tí. Igual que lo fue para ellos y para tu querida hermanita aceptar su destino.- Por segunda vez las palabras de su interlocutor despertaron algo en ella que no le era desconocido, pero que desde edad temprana se había asegurado de mantener a buen recaudo bajo capas y capas de contención, autocontrol y cortesía para que no saliera a flote salvo cuando era estrictamente necesario : rabia, ira, odio y el deseo de acabar de una vez por todas con la causa de aquel horror y sufrimiento. Primero habían sido Denee y el resto de confesoras, después el ataque a la Gente Barro que durante un tiempo había sido lo más cercano a un hogar,luego Richard y Zedd....." Sólo recordaré que lo amaba y que nunca pude decírselo",pensó. Todas aquellas perdidas habían sido motivadas y causadas por un único hombre al que había jurado destruir ante el cuerpo malherido de su querida Denee. - No caerá esa breva....- Primera Norma de un mago, se recordó. Un pequeño rayo de esperanza alumbraba la inminente bruma que amenazaba con engullirla. - ¿ Por qué no me miras a los ojos y lo compruebas tú misma?,¿ Acaso lo sucedido en el Molino de Horner no fue suficiente advertencia? Antes de que pudiera reaccionar, antes de que tales emociones rasgaran siquiera la superficie, con un gesto alzando la mano,un soldado con una R grabada en el pecho cerró un collar sencillo , liso y frío al tacto alrededor de su cuello mientras otros dos trataban de sostenerla. El susodicho collar envió una pequeña descarga desde el cuello al resto de cuerpo haciendo que cayera de hinojos. - En estos momentos mis hombres podrían estar marchando en dirección a Aydindril. Será cuestión de tiempo que caiga en mis manos, pero todo depende de que tomes la decisión correcta.- Ambos brazos de Rahl reposaban con desesperante tranquilidad cruzados sobre su pecho. El hombretón a su espalda le alzó de las muñecas, y ella se mantuvo lo más erguida posible, los hombros rectos y la cabeza alzada, algo que pareció divertir al Oscuro.- Seré generoso. Voy a darte de plazo hasta el primer día de invierno para que puedas reflexionar. Porque entonces,lo quieras o no, tendrás que colaborar. Prefiero hacerlo en buenos términos.- Tres semanas, ese era todo el tiempo que disponía para poder pensar en una manera de salir con vida de allí ... Y de acabar con él. El soldado presionó su espalda con el mango de la daga para que empezara a caminar. Rahl la llamo.- Y no te preocupes, tendrás todas las comodidades a las que una confesora está acostumbrada. No te llevaré a mi alcoba ni te pondré un dedo encima a menos que tú me lo pidas.- No respondió. De tanto apretar los puños los nudillos se habían tornado blanquecinos.- Espero que tu estancia aquí sea placentera, tal vez se prolongue. Rahl hizo un gesto con la mano para que la sacaran de la sala de Peticionarios del Palacio del pueblo, y tanto ella como el soldado Dahariano desaparecieron en el complejo laberinto que era el enclave hasta la habitación en la que ahora se hallaba. De eso habían pasado cuatro días , o eso había calculado gracias a las idas y venidas de las sirvientas que le traían la bandeja con la comida,pero ella se negaba a probar bocado. Se negaba a aceptar nada que viniera de él. La habitación se encontraba en una de las esquinas más alejadas del palacio, sin ventanas, y,para más inri ,dos Mord-sith custodiaban la puerta día y noche, así que debía buscar otros métodos. Al cuarto día la oportunidad se le presentó cuando al caer la noche la sirvienta de turno ( que nunca era la misma para que no pudiera establecer ningún vínculo) vino a traerle algo de asado, un pedazo de pan de centeno y agua. El plato, aserradero ligeramente en el borde ,era de un material lo suficiente flexible para ,que al doblarlo, pudiera improvisar un arma lo suficiente filosa para poderla clavar en el cuello del próximo guardia que se cruzara en su camino o al propio Rahl. La idea,en su desesperación ,fue tomando forma de tal manera que volcó el asado , se quedó sólo con el plato y poco a poco comenzó a doblarlo hasta crear una especie de hoja, tarea que la mantuvo ocupada durante unas horas en el silencio del zulo, hasta que la puerta se abrió con un chirrido estridente. Por ella apareció una Mord-Sith ataviada con su traje de cuero rojo, lo que hizo que su cuerpo se tensara al saber lo que eso significaba, pero lejos de realizar cualquier movimiento que indicara ataque o amenaza, la mujer se limitó a observar, con la espalda recostada sobre el marco de la puerta, los intimidantes ojos azules fijos en ella.- Lord Rahl os ha hecho llamar.- Anunció con voz fría. A una señal, el hombretón encargado de transladarla hasta allí, la obligó a levantarse. Dió gracias a que había sido lo suficiente rápida como para guardar el arma bajo la almohada de la cama cochambrosa que le había sido asignada. Sin intercambiar palabra, los tres se adentraron en el laberinto de habitaciones y salas , y, esta vez, fue escoltada hasta el Jardín de la Vida, donde Rahl aguardaba. No llevaba su habitual traje de terciopelo rojo e hilos dorados, sino una túnica de un impecable tono blanco que resaltaba sus facciones . Una sonrisa ladina adornaba sus labios. Junto a él, de pie y con una expresión que no supo descifrar, se encontraba una mujer cuyos rasgos no se correspondían con los comunes de la Tierra Central, aunque a juzgar por los largos cabellos era más que evidente que se trataba de alguien importante.- Madre Confesora, os presento a la futura Lady Rahl.
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  • ( ꩜ ᯅ ꩜;)  𝐻𝑎𝑖𝑟 𝑜𝑓 𝑑𝑜𝑜𝑚!
    ❛  ✦     ✦  ❜
          

    Nobara se había puesto unas extensiones que había conseguido en SHEIN(?). Estaba satisfecha con el resultado y le quedaba bonito el cabello largo. Seguramente así llamaría más la atención para ser contemplada en algún proyecto de modelaje o mejor aún, quizá hasta para una campaña publicitaria de productos para el cuidado capilar.

    Pero todo lo que bien empieza, tiene un final. Si bien se veía preciosa con una cabellera larga, ésto tenía su precio. Resultó que pese a ser extensiones, el cabello largo requería de muchos cuidados, el aire lo enmarañaba, el pelo falso se caía como si se tratase de muda de pelaje. Y cómo hechicera, no era conveniente en lo absoluto durante una batalla... Ser bella costaba caro.

    Quería gritar y arrancarse esas extensiones. —¡NUNCA MÁS! NO SOY EL MEJOR SOLDADO PARA SOPORTAR ÉSTA CLASE DE TORTURA!— Gritaba con desagrado frente al espejo, extrañaba su cabello corto.

    (𝐿𝑎 𝑖𝑑𝑒𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑜𝑠 𝑡𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜𝑠 𝑦 𝑑𝑖𝑣𝑖𝑠𝑜𝑟𝑒𝑠 𝑏𝑜𝑛𝑖𝑡𝑜𝑠 𝑓𝑢𝑒𝑟𝑜𝑛 𝑖𝑛𝑠𝑝𝑖𝑟𝑎𝑑𝑎𝑠 𝑝𝑜𝑟 𝑚𝑖 𝑝𝑖𝑐𝑖𝑜𝑠𝑜 𝑀𝑒𝑔𝑢𝑚𝑖 (?) 𝐺𝑟𝑎𝑐𝑖𝑎𝑠 𝑝𝑜𝑟 𝑡𝑎𝑛𝑡𝑜 𝑦 𝑝𝑒𝑟𝑑𝑜́𝑛 𝑝𝑜𝑟 𝑡𝑎𝑛 𝑝𝑜𝑐𝑜.)
    ( ꩜ ᯅ ꩜;)  𝐻𝑎𝑖𝑟 𝑜𝑓 𝑑𝑜𝑜𝑚! ❛  ✦  🎀   ✦  ❜        Nobara se había puesto unas extensiones que había conseguido en SHEIN(?). Estaba satisfecha con el resultado y le quedaba bonito el cabello largo. Seguramente así llamaría más la atención para ser contemplada en algún proyecto de modelaje o mejor aún, quizá hasta para una campaña publicitaria de productos para el cuidado capilar. Pero todo lo que bien empieza, tiene un final. Si bien se veía preciosa con una cabellera larga, ésto tenía su precio. Resultó que pese a ser extensiones, el cabello largo requería de muchos cuidados, el aire lo enmarañaba, el pelo falso se caía como si se tratase de muda de pelaje. Y cómo hechicera, no era conveniente en lo absoluto durante una batalla... Ser bella costaba caro. Quería gritar y arrancarse esas extensiones. —¡NUNCA MÁS! NO SOY EL MEJOR SOLDADO PARA SOPORTAR ÉSTA CLASE DE TORTURA!— Gritaba con desagrado frente al espejo, extrañaba su cabello corto. (𝐿𝑎 𝑖𝑑𝑒𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑜𝑠 𝑡𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜𝑠 𝑦 𝑑𝑖𝑣𝑖𝑠𝑜𝑟𝑒𝑠 𝑏𝑜𝑛𝑖𝑡𝑜𝑠 𝑓𝑢𝑒𝑟𝑜𝑛 𝑖𝑛𝑠𝑝𝑖𝑟𝑎𝑑𝑎𝑠 𝑝𝑜𝑟 𝑚𝑖 𝑝𝑖𝑐𝑖𝑜𝑠𝑜 𝑀𝑒𝑔𝑢𝑚𝑖 (?) 𝐺𝑟𝑎𝑐𝑖𝑎𝑠 𝑝𝑜𝑟 𝑡𝑎𝑛𝑡𝑜 𝑦 𝑝𝑒𝑟𝑑𝑜́𝑛 𝑝𝑜𝑟 𝑡𝑎𝑛 𝑝𝑜𝑐𝑜.)
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  • Desde el descubrimiento de sus poderes y la ligera práctica de los mismos Isaac se vio envuelto en varios problemas. Tal vez pudo haberlos evitado de ser más cuidadoso o de no usar sus poderes en absoluto. El problema era que, si no tenía un mínimo control, le asustaba el pensar que podría dañar a otros sin quererlo.

    La policía ya lo tenía en la mira desde su temprana adolescencia, ahora le quedaba tratar de ser invisible o, como estuvo haciendo en ciertos años, irse de la ciudad.

    Alejarse de su tía, su única familia y quien lo comprendía mejor—o lo intentaba—era una de las cosas que le agradaban poco y nada. Sin embargo, a veces era necesario. Como en ese momento.

    "Ya se están acercando..." murmuró con ligero fastidio, pensando qué salida tomar puesto que las sirenas se escuchaban por todos lados.
    Desde el descubrimiento de sus poderes y la ligera práctica de los mismos Isaac se vio envuelto en varios problemas. Tal vez pudo haberlos evitado de ser más cuidadoso o de no usar sus poderes en absoluto. El problema era que, si no tenía un mínimo control, le asustaba el pensar que podría dañar a otros sin quererlo. La policía ya lo tenía en la mira desde su temprana adolescencia, ahora le quedaba tratar de ser invisible o, como estuvo haciendo en ciertos años, irse de la ciudad. Alejarse de su tía, su única familia y quien lo comprendía mejor—o lo intentaba—era una de las cosas que le agradaban poco y nada. Sin embargo, a veces era necesario. Como en ese momento. "Ya se están acercando..." murmuró con ligero fastidio, pensando qué salida tomar puesto que las sirenas se escuchaban por todos lados.
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  • —Sigue levantándose temprano en las mañanas cumpliendo los antojos de Angel Dust, pero lejos de lo habitual, no le molestaba en lo absoluto e incluso lo acompañaba—





    #HazbinHotel
    —Sigue levantándose temprano en las mañanas cumpliendo los antojos de [Ange1Dust], pero lejos de lo habitual, no le molestaba en lo absoluto e incluso lo acompañaba— #HazbinHotel
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  • El viento soplaba con fuerza, levantando polvo y hojas muertas que se arremolinaban alrededor del puente desierto. Aiden caminaba con pasos ligeros y seguros sobre la barandilla, sus brazos extendidos como si desafiaran la gravedad, parecía relajado, perdido en su propio mundo, por el contrario, su compañero no podía dejar de pensar en lo que le diría al jefe. El golpe al banco había salido mal, y todo por culpa de Aiden. La idea de enfrentarlo con las manos vacías lo llenaba de ansiedad. Las palabras se agolpaban en su mente, buscando una explicación que tal vez no existía. Mientras tanto, Aiden continuaba caminando sobre la barandilla, como si el fracaso no pesara en absoluto sobre sus hombros, permaneciendo ajeno a la tormenta de pensamientos que atormentaba a su compañero.
    El viento soplaba con fuerza, levantando polvo y hojas muertas que se arremolinaban alrededor del puente desierto. Aiden caminaba con pasos ligeros y seguros sobre la barandilla, sus brazos extendidos como si desafiaran la gravedad, parecía relajado, perdido en su propio mundo, por el contrario, su compañero no podía dejar de pensar en lo que le diría al jefe. El golpe al banco había salido mal, y todo por culpa de Aiden. La idea de enfrentarlo con las manos vacías lo llenaba de ansiedad. Las palabras se agolpaban en su mente, buscando una explicación que tal vez no existía. Mientras tanto, Aiden continuaba caminando sobre la barandilla, como si el fracaso no pesara en absoluto sobre sus hombros, permaneciendo ajeno a la tormenta de pensamientos que atormentaba a su compañero.
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