“Dímelo otra vez”
El silencio en su habitación no era común, pero esa noche parecía más espeso.
Luna estaba sentada en el borde de su cama, descalza, con la espalda encorvada y la mirada perdida en la página abierta de un libro viejo. El papel estaba gastado, subrayado con tinta negra y roja, como si alguien hubiera querido tatuar el momento en el tiempo.
Ahí estaban las palabras.
“Say it again,”
“I love you, you idiot.”
Eran las mismas que Elian había pronunciado, sonriendo con ese brillo torpe en los ojos, la noche antes de que todo se rompiera. Lo había dicho riéndose, sin miedo, como si el mundo no pudiera robárselo.
Ella deslizó los dedos por la frase.
Su tacto era tan suave como una despedida.
—“Dímelo otra vez… aunque no estés,” —susurró, y su voz se quebró, como si las palabras dolieran al salir.
Sus tres rostros querían hablar al mismo tiempo:
La humana temblaba de nostalgia.
La celestial cerraba los ojos, buscando consuelo en lo eterno.
La demoníaca, en cambio, ardía por romper algo, por desquebrajar el universo que le quitó a Elian.
Pero en ese instante, Luna era solo una mujer rota, abrazando el fantasma de una promesa.
—“Te amo, idiota…” —repitió, y besó la página con los labios cerrados, como si eso bastara para traerlo de regreso.
Una lágrima cayó sobre la tinta.
La manchó.
Pero no borró nada.
El silencio en su habitación no era común, pero esa noche parecía más espeso.
Luna estaba sentada en el borde de su cama, descalza, con la espalda encorvada y la mirada perdida en la página abierta de un libro viejo. El papel estaba gastado, subrayado con tinta negra y roja, como si alguien hubiera querido tatuar el momento en el tiempo.
Ahí estaban las palabras.
“Say it again,”
“I love you, you idiot.”
Eran las mismas que Elian había pronunciado, sonriendo con ese brillo torpe en los ojos, la noche antes de que todo se rompiera. Lo había dicho riéndose, sin miedo, como si el mundo no pudiera robárselo.
Ella deslizó los dedos por la frase.
Su tacto era tan suave como una despedida.
—“Dímelo otra vez… aunque no estés,” —susurró, y su voz se quebró, como si las palabras dolieran al salir.
Sus tres rostros querían hablar al mismo tiempo:
La humana temblaba de nostalgia.
La celestial cerraba los ojos, buscando consuelo en lo eterno.
La demoníaca, en cambio, ardía por romper algo, por desquebrajar el universo que le quitó a Elian.
Pero en ese instante, Luna era solo una mujer rota, abrazando el fantasma de una promesa.
—“Te amo, idiota…” —repitió, y besó la página con los labios cerrados, como si eso bastara para traerlo de regreso.
Una lágrima cayó sobre la tinta.
La manchó.
Pero no borró nada.
“Dímelo otra vez”
El silencio en su habitación no era común, pero esa noche parecía más espeso.
Luna estaba sentada en el borde de su cama, descalza, con la espalda encorvada y la mirada perdida en la página abierta de un libro viejo. El papel estaba gastado, subrayado con tinta negra y roja, como si alguien hubiera querido tatuar el momento en el tiempo.
Ahí estaban las palabras.
“Say it again,”
“I love you, you idiot.”
Eran las mismas que Elian había pronunciado, sonriendo con ese brillo torpe en los ojos, la noche antes de que todo se rompiera. Lo había dicho riéndose, sin miedo, como si el mundo no pudiera robárselo.
Ella deslizó los dedos por la frase.
Su tacto era tan suave como una despedida.
—“Dímelo otra vez… aunque no estés,” —susurró, y su voz se quebró, como si las palabras dolieran al salir.
Sus tres rostros querían hablar al mismo tiempo:
La humana temblaba de nostalgia.
La celestial cerraba los ojos, buscando consuelo en lo eterno.
La demoníaca, en cambio, ardía por romper algo, por desquebrajar el universo que le quitó a Elian.
Pero en ese instante, Luna era solo una mujer rota, abrazando el fantasma de una promesa.
—“Te amo, idiota…” —repitió, y besó la página con los labios cerrados, como si eso bastara para traerlo de regreso.
Una lágrima cayó sobre la tinta.
La manchó.
Pero no borró nada.
