• [Distorsión | 11:1O a.m ]

    Bobby observó con atención cómo los trabajadores instalaban la cabina de fotos en un rincón estratégico del bar. La sala de juegos también estaba lista. Con una mesa de billar y un pinball que le había costado trabajo conseguir pero porque todavía funcionaba. De nuevo, era su lado nostálgico saliendo a flote. Oh, y una rockola que solo aceptaba discos de vinilo, así los clientes podían tener más libertad en escoger su propia música.

    Todo estaba encajando. Distorsión estaba evolucionando y mostrando su esencia... pero para él no era suficiente, aún faltaba la última pieza: alguien que hiciera que la noche de promoción fuera memorable... ¡no! Legendaria.

    Una hora después, los trabajadores le dieron instrucciones, le hablaron sobre garantías y mantenimiento de la cabina y finalmente se retiraron.

    El letrero de "CERRADO" ahora colgaba en la puerta.

    Disfrutando de la paz de la soledad, Bobby encendió un porro mientras revisaba su celular. 0 notificaciones. Se recostó en el sofá del lugar y después de la primera calada su mente volvió de nuevo a Brycka.
    Él sentía que ella y Distorsión hacían un match perfecto, así que debía convencer a la cantante de presentarse en su negocio, ¿pero cómo? Si todos sus correos seguían sin recibir respuesta.

    Hubo otra calada. El humo se elevó y Bobby también lo hizo: sintió que se relajaba. Por efecto del cannabis, estaba tranquilo, algo se le ocurriría.
    [📍Distorsión | 11:1O a.m ] Bobby observó con atención cómo los trabajadores instalaban la cabina de fotos en un rincón estratégico del bar. La sala de juegos también estaba lista. Con una mesa de billar y un pinball que le había costado trabajo conseguir pero porque todavía funcionaba. De nuevo, era su lado nostálgico saliendo a flote. Oh, y una rockola que solo aceptaba discos de vinilo, así los clientes podían tener más libertad en escoger su propia música. Todo estaba encajando. Distorsión estaba evolucionando y mostrando su esencia... pero para él no era suficiente, aún faltaba la última pieza: alguien que hiciera que la noche de promoción fuera memorable... ¡no! Legendaria. Una hora después, los trabajadores le dieron instrucciones, le hablaron sobre garantías y mantenimiento de la cabina y finalmente se retiraron. El letrero de "CERRADO" ahora colgaba en la puerta. Disfrutando de la paz de la soledad, Bobby encendió un porro mientras revisaba su celular. 0 notificaciones. Se recostó en el sofá del lugar y después de la primera calada su mente volvió de nuevo a Brycka. Él sentía que ella y Distorsión hacían un match perfecto, así que debía convencer a la cantante de presentarse en su negocio, ¿pero cómo? Si todos sus correos seguían sin recibir respuesta. Hubo otra calada. El humo se elevó y Bobby también lo hizo: sintió que se relajaba. Por efecto del cannabis, estaba tranquilo, algo se le ocurriría.
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  • ------ Días antes de la estación de tren -------


    Niko o Nikolaou como era conocido, no era el típico Don Juan que se estableciera en un solo lugar, un alma libre y errante entre esos cabellos de fuego tan característicos de él, dicho motivo y por líos de faldas terminaba vetado de algunos lugares.

    Está no había sido la excepción, el jefe de tenencia le puso precio a su cabeza por haber robado la inocencia de su hija ( 30 años, nada agraciada (?)) y de paso besarse con su mujer, Damian no descriminaba, el que usarán faldas y tuvieran unos pechos para el pelirrojo, eran candidatas para un poco de amor.

    - Vaya susto me dió ese viejo... Lo bueno que cene delicioso (?).

    Después de unos minutos caminando un auto le dió un aventón al siguiente pueblo, en dónde pasaría un par de días antes de llegar a su objetivo, muy amable pago el servicio al ajeno con una sonrisa.

    - Gracias viejo, Dios te lo pagué en abundancia y belleza.(?)

    Su estómago arrojó, un gran gruñido que le llevó a poner la zurda en el mismo, realizando una mueca de dolor.

    - Lo se amigo, no tienes que gruñir tan fuerte, busquemos algo para desayunar.

    Vendedores ambulantes en el espació del que imaginó sería el centró del pueblo, bajo carpas de plástico y manta, caminaba manteniendo los ojos en algún alimento que le llamará la atención.

    - No, no, talvez, no, no.



    ------ Días antes de la estación de tren ------- Niko o Nikolaou como era conocido, no era el típico Don Juan que se estableciera en un solo lugar, un alma libre y errante entre esos cabellos de fuego tan característicos de él, dicho motivo y por líos de faldas terminaba vetado de algunos lugares. Está no había sido la excepción, el jefe de tenencia le puso precio a su cabeza por haber robado la inocencia de su hija ( 30 años, nada agraciada (?)) y de paso besarse con su mujer, Damian no descriminaba, el que usarán faldas y tuvieran unos pechos para el pelirrojo, eran candidatas para un poco de amor. - Vaya susto me dió ese viejo... Lo bueno que cene delicioso (?). Después de unos minutos caminando un auto le dió un aventón al siguiente pueblo, en dónde pasaría un par de días antes de llegar a su objetivo, muy amable pago el servicio al ajeno con una sonrisa. - Gracias viejo, Dios te lo pagué en abundancia y belleza.(?) Su estómago arrojó, un gran gruñido que le llevó a poner la zurda en el mismo, realizando una mueca de dolor. - Lo se amigo, no tienes que gruñir tan fuerte, busquemos algo para desayunar. Vendedores ambulantes en el espació del que imaginó sería el centró del pueblo, bajo carpas de plástico y manta, caminaba manteniendo los ojos en algún alimento que le llamará la atención. - No, no, talvez, no, no.
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  • « El amor es paciente, es bondadoso; el amor no es envidioso, no es jactancioso, no se envanece. »

    Mentira. Desde su perspectiva, todo eso era una vil mentira. La paciencia existía, pero lentamente era consumida por las ansias, por las inseguridades y las especulaciones. ¿Por qué últimamente el chico con el que estaba saliendo, donde su amor era correspondido, pasaba más tiempo mirando el teléfono que a él? Sí, era necesario usar el teléfono para comunicarse de alguna forma porque Nikolay no podía hablar, pero eso no lo limitaba a él. Ivan podía utilizar perfectamente frases y palabras completas para comunicarse, no necesitaba de mover las manos ni de usar aparatos electrónicos para responder. Entonces, ¿por qué últimamente se sonreía con tanta confidencia cuando veía el teléfono? Quizá porque se acordaba de algo, porque veía un video o imagen chistosa, pero nunca le mostraba ese algo que le hacía sonreír. ¿Qué más podía pensar?

    Lev nunca le había cuestionado nada, ambos tenían sus caracteres que eran algo... Pesados. Lo sabía bien, Ivan era tan similar a él en algunas cosas, que era fácilmente llegar a desacuerdos, pero si algo odiaba eran las mentiras. Últimamente siempre se sacaba una excusa estúpida de la manga para cancelar sus planes, sus citas y postergar la posibilidad de verse por unos cuantos días más o hasta semanas. Cuando le caía de visita en el departamento, terminaba furioso con Lev y le echaba. Todo apuntaba a que existía algo extraño en el medio. O alguien. Y la suposición comenzó a germinar en su cabeza cuando encontró, en la habitación de Ivan, un paquete de cigarrillos. Ivan no fumaba y él mucho menos, ¿por qué de pronto comenzaban a aparecer cosas en el medio? Era más fácil decir que estaba cansado de su relación en lugar de jugar a las mentiras, porque prefería decir que eran de un amigo antes de confesar que tenía un amante o dos o los que fuesen.

    Siempre pensaba en ello, en esa posibilidad y las cosas que podían estar haciendo a sus espaldas. Vaya que no debían tener ni un poquito de corazón para jugar a las espaldas de un discapacitado como él. Sabía que su relación era algo seria, con altibajos donde a veces parecía que solo era diversión lo que existía entre los dos pero, aunque así fuera, ¿por qué no le decía en la cara las cosas que hacía? No, prefería mantenerlo en secreto como si fuese prohibido tocarlo. Y para Lev, que anhelaba ser devoto, no le gustaba que tocaran las cosas que fuesen suyas, no importaba que no fuese dueño de Ivan, pero no era justo que estuviesen rompiendo sus acuerdos de exclusividad por mera diversión.

    « Debes olvidarte de los demás. Solo me necesitas a mí, solo puedes ser mío, no de nadie más. Así que espero no intentes burlarte de mí. » Aquel pensamiento rondó la mente de Nikolay mientras que seguía observando a su pareja en secreto, analizando sus rasgos y observando como presionaba los dedos sobre la pantalla para escribir quién sabe qué cosas. Al menos,así fue, hasta que soltó el teléfono y sus miradas se encontraron. Ambos se sonrieron, cómplices, como si fuesen inocentes de pensar egoístamente sobre su relación. Un te amo salió de sus labios y Lev se derritió, pero el fuego de sus celos siguió avivandose cuando notó que volvía al teléfono. ¿Qué debía cambiar para lograr ser el único en su mundo?
    « El amor es paciente, es bondadoso; el amor no es envidioso, no es jactancioso, no se envanece. » Mentira. Desde su perspectiva, todo eso era una vil mentira. La paciencia existía, pero lentamente era consumida por las ansias, por las inseguridades y las especulaciones. ¿Por qué últimamente el chico con el que estaba saliendo, donde su amor era correspondido, pasaba más tiempo mirando el teléfono que a él? Sí, era necesario usar el teléfono para comunicarse de alguna forma porque Nikolay no podía hablar, pero eso no lo limitaba a él. Ivan podía utilizar perfectamente frases y palabras completas para comunicarse, no necesitaba de mover las manos ni de usar aparatos electrónicos para responder. Entonces, ¿por qué últimamente se sonreía con tanta confidencia cuando veía el teléfono? Quizá porque se acordaba de algo, porque veía un video o imagen chistosa, pero nunca le mostraba ese algo que le hacía sonreír. ¿Qué más podía pensar? Lev nunca le había cuestionado nada, ambos tenían sus caracteres que eran algo... Pesados. Lo sabía bien, Ivan era tan similar a él en algunas cosas, que era fácilmente llegar a desacuerdos, pero si algo odiaba eran las mentiras. Últimamente siempre se sacaba una excusa estúpida de la manga para cancelar sus planes, sus citas y postergar la posibilidad de verse por unos cuantos días más o hasta semanas. Cuando le caía de visita en el departamento, terminaba furioso con Lev y le echaba. Todo apuntaba a que existía algo extraño en el medio. O alguien. Y la suposición comenzó a germinar en su cabeza cuando encontró, en la habitación de Ivan, un paquete de cigarrillos. Ivan no fumaba y él mucho menos, ¿por qué de pronto comenzaban a aparecer cosas en el medio? Era más fácil decir que estaba cansado de su relación en lugar de jugar a las mentiras, porque prefería decir que eran de un amigo antes de confesar que tenía un amante o dos o los que fuesen. Siempre pensaba en ello, en esa posibilidad y las cosas que podían estar haciendo a sus espaldas. Vaya que no debían tener ni un poquito de corazón para jugar a las espaldas de un discapacitado como él. Sabía que su relación era algo seria, con altibajos donde a veces parecía que solo era diversión lo que existía entre los dos pero, aunque así fuera, ¿por qué no le decía en la cara las cosas que hacía? No, prefería mantenerlo en secreto como si fuese prohibido tocarlo. Y para Lev, que anhelaba ser devoto, no le gustaba que tocaran las cosas que fuesen suyas, no importaba que no fuese dueño de Ivan, pero no era justo que estuviesen rompiendo sus acuerdos de exclusividad por mera diversión. « Debes olvidarte de los demás. Solo me necesitas a mí, solo puedes ser mío, no de nadie más. Así que espero no intentes burlarte de mí. » Aquel pensamiento rondó la mente de Nikolay mientras que seguía observando a su pareja en secreto, analizando sus rasgos y observando como presionaba los dedos sobre la pantalla para escribir quién sabe qué cosas. Al menos,así fue, hasta que soltó el teléfono y sus miradas se encontraron. Ambos se sonrieron, cómplices, como si fuesen inocentes de pensar egoístamente sobre su relación. Un te amo salió de sus labios y Lev se derritió, pero el fuego de sus celos siguió avivandose cuando notó que volvía al teléfono. ¿Qué debía cambiar para lograr ser el único en su mundo?
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  • Para las personas que no están habituadas a él, resulta un tanto extraño verlo atender llamadas por teléfono. El distintivo tono de su celular siempre logra captar la atención de sus compañeros de clase o del set donde graba; siempre hay miradas sobre él, todas curiosas, como si estuvieran esperando el momento en que finalmente hable. Pero nunca se escucha una sola palabra de su boca, apenas son vocablos inentendibles, sonidos que le provienen desde la garganta y que no parecen tener una forma simple de adivinar. A muchos a veces se les olvida: Nikolay no habla. Desde hace muchos años es incapaz, según su familia, de emitir una sola palabra, pero ello no impide que sus padres le sigan llamando todo el tiempo para reclamarle algo: Que está malacostumbrando a Irisha, que Irina les volvió a contestar, que ya tiene veintitrés y sigue estudiando o metiéndose en problemas estúpidos. Cosas sinsentido que terminan afectandolo indirectamente y de las que, sin ser su responsabilidad, debe hacerse cargo.

    « Mhm. » Es lo que mayormente se le escucha decir. A veces resopla y otras tantas se le nota el fastidio en la cara, a veces su manager o sus amigos hacen apuestas sobre el responsable de todo. ¿Su padre o su madre? Sea cual sea, es igual de terrible para Nikolay tener que cargar con responsabilidades como esas, más porque sus padres lo siguen dejando de lado para no opacar más a su primogénito.

    A veces sus conversaciones son cortas, pero hay otras ocasiones, pocas, en las que puede pasar más de quince minutos al teléfono. A veces en silencio, sólo asintiendo y divagando en su mente sobre las posibilidades. "Si fuera capaz de hablar, si pudiera revelar este secreto, ¿serían capaces de escuchar mi voz?" Aquel pensamiento siempre rondaba su cabeza en momentos como ese, era imposible no desear gritarle a su madre al otro lado del teléfono, pedirle que de una vez por todas se callara y lo dejara vivir su vida. Pero siempre se detenía por una razón: No quería herirla, no quería pagarle con las mismas monedas que ella lo hiciera por tantos años, porque se le hacía injusto cuan cegada estaba por su dolor. Además, ¿qué iba a decirle? ¿La verdad? ¿Que su propia familia lo había obligado a callar y fingir su mudez? Era más fácil mentir, porque estaba seguro de que nunca iba a creerle. Aunque le diera evidencias y todo tipo de pruebas, ella se mantendría aferrada a que la culpa era de él.

    Una última exhalación dejó sus labios en el momento que, al otro lado del teléfono, solo se escucharon pitidos. Era el anuncio de que su madre había dado por terminada la conversación sin importar, realmente, que Nikolay hiciera consciencia. Por unos instantes el ruso observó la pantalla de su teléfono con el letrero de "Mamá. Llamada finalizada. 07:45 minutos". Con cuidado, quizá por inercia más bien, se llevó la mano hacia la oreja, podía sentir que estaba tan caliente como su teléfono, una señal de que la llamada había durado más de lo debido. Renuente, se guardó el teléfono en el bolsillo solo después de enviarle un mensaje a su madre:

    « Lo siento. Trataré de no darte más problemas. »
    Para las personas que no están habituadas a él, resulta un tanto extraño verlo atender llamadas por teléfono. El distintivo tono de su celular siempre logra captar la atención de sus compañeros de clase o del set donde graba; siempre hay miradas sobre él, todas curiosas, como si estuvieran esperando el momento en que finalmente hable. Pero nunca se escucha una sola palabra de su boca, apenas son vocablos inentendibles, sonidos que le provienen desde la garganta y que no parecen tener una forma simple de adivinar. A muchos a veces se les olvida: Nikolay no habla. Desde hace muchos años es incapaz, según su familia, de emitir una sola palabra, pero ello no impide que sus padres le sigan llamando todo el tiempo para reclamarle algo: Que está malacostumbrando a Irisha, que Irina les volvió a contestar, que ya tiene veintitrés y sigue estudiando o metiéndose en problemas estúpidos. Cosas sinsentido que terminan afectandolo indirectamente y de las que, sin ser su responsabilidad, debe hacerse cargo. « Mhm. » Es lo que mayormente se le escucha decir. A veces resopla y otras tantas se le nota el fastidio en la cara, a veces su manager o sus amigos hacen apuestas sobre el responsable de todo. ¿Su padre o su madre? Sea cual sea, es igual de terrible para Nikolay tener que cargar con responsabilidades como esas, más porque sus padres lo siguen dejando de lado para no opacar más a su primogénito. A veces sus conversaciones son cortas, pero hay otras ocasiones, pocas, en las que puede pasar más de quince minutos al teléfono. A veces en silencio, sólo asintiendo y divagando en su mente sobre las posibilidades. "Si fuera capaz de hablar, si pudiera revelar este secreto, ¿serían capaces de escuchar mi voz?" Aquel pensamiento siempre rondaba su cabeza en momentos como ese, era imposible no desear gritarle a su madre al otro lado del teléfono, pedirle que de una vez por todas se callara y lo dejara vivir su vida. Pero siempre se detenía por una razón: No quería herirla, no quería pagarle con las mismas monedas que ella lo hiciera por tantos años, porque se le hacía injusto cuan cegada estaba por su dolor. Además, ¿qué iba a decirle? ¿La verdad? ¿Que su propia familia lo había obligado a callar y fingir su mudez? Era más fácil mentir, porque estaba seguro de que nunca iba a creerle. Aunque le diera evidencias y todo tipo de pruebas, ella se mantendría aferrada a que la culpa era de él. Una última exhalación dejó sus labios en el momento que, al otro lado del teléfono, solo se escucharon pitidos. Era el anuncio de que su madre había dado por terminada la conversación sin importar, realmente, que Nikolay hiciera consciencia. Por unos instantes el ruso observó la pantalla de su teléfono con el letrero de "Mamá. Llamada finalizada. 07:45 minutos". Con cuidado, quizá por inercia más bien, se llevó la mano hacia la oreja, podía sentir que estaba tan caliente como su teléfono, una señal de que la llamada había durado más de lo debido. Renuente, se guardó el teléfono en el bolsillo solo después de enviarle un mensaje a su madre: « Lo siento. Trataré de no darte más problemas. »
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  • — ¡Perfecto! Esa fue la última. Hemos terminado por hoy, gracias a todos por su arduo trabajo. Lev, si quieres puedes ir a descansar.

    Thanya era la más emocionada cuando las sesiones de fotografía eran rápidas, cuando las veces que debían detenerse para algo eran pocas y, sobretodo, cuando los demás del grupo eran tan comprensibles con su muchacho. La gran mayoría evitaba hablarle con cosas largas, preferían centrarse en el punto y hacer preguntas concretas que se pudieran responder con tres opciones: Sí, no o no lo sé. Quizás esa era una de las cualidades que Nikolay más apreciaba en ella, pero también era una de las que más aborrecía. No podía hablar, era claro a los ojos de todos, pero tampoco era tan idiota como para no saber escribir en su teléfono para emplear un traductor o mostrar la pantalla con la respuesta.

    Nikolay dio un sorbo a su bebida y levantó el pulgar de la otra mano para confirmarle a su manager que el trabajo había sido excelente. El sabor de la bebida no era malo, resultaba dulce y refrescante para su paladar, pero no era una bebida que pudiera recomendar ampliamente porque, en realidad, no le gustaban tanto las naranjas como Thanya pensaba. Si sacaba la cuenta, ese debía ser su quinto comercial con productos de esa fruta: Jugos, dulces, medicamentos y hasta velas aromáticas para relajarse. O a Thanya le gustaban hasta morir o se aseguraba de mantenerlo lleno de vitamina C.

    « Si ya terminamos por hoy, ¿puedo irme? Quedé con unos amigos de la secundaria que nos veríamos esta tarde. Al parecer vieron nuestro último anuncio y se volvieron locos. » Nikolay no lo entendía. Nunca había sido bueno con sus compañeros, tampoco con las chicas, siempre había odiado esas relaciones que lo fastidiaban por ser diferente y por creer, tontamente, que necesitaba de su lastima para sobrevivir la secundaria. Ante el asentir de Thanya, Nikolay dio un último sorbo a su bebida y le dejó el vaso de plástico en la mano a la mujer. « Por favor, ya no elijas más productos de este tipo. Comienzo a odiar las naranjas, busca otra fruta si quieres, pero ya me cansé de esta. ¿O estás esperando que mi piel tome esa tonalidad? »

    Thanya se rió, lo hizo de una manera escandalosa en la que captó la atención de los demás en el set, incluso de transeúntes que iban por allí al ser una sesión al aire libre.

    — No, sería incapaz de algo así. Pero deberíamos probar las fresas, ya sabes, pronto será San Valentin y habrá muchos anuncios románticos, quizá ganes más contratos si tienes la piel roja como el amor, así no gastarán en pintura corporal.

    « Te mataré si te atreves a aceptar algo así. Pero si son anuncios de chocolate, acepta todos. Me gustan los dulces gratis. » Thanya volvió a reír, Nikolay también lo hizo en ese ruido nasal que le era imposible ocultar. Podía ser que si garganta no emitiera sonidos agradables o entendibles, pero a nadie parecía importarle que se riera de una manera caótica o casi porcina. Al final, la lastima era más grande para reprenderlo por tan pésimos modales.
    — ¡Perfecto! Esa fue la última. Hemos terminado por hoy, gracias a todos por su arduo trabajo. Lev, si quieres puedes ir a descansar. Thanya era la más emocionada cuando las sesiones de fotografía eran rápidas, cuando las veces que debían detenerse para algo eran pocas y, sobretodo, cuando los demás del grupo eran tan comprensibles con su muchacho. La gran mayoría evitaba hablarle con cosas largas, preferían centrarse en el punto y hacer preguntas concretas que se pudieran responder con tres opciones: Sí, no o no lo sé. Quizás esa era una de las cualidades que Nikolay más apreciaba en ella, pero también era una de las que más aborrecía. No podía hablar, era claro a los ojos de todos, pero tampoco era tan idiota como para no saber escribir en su teléfono para emplear un traductor o mostrar la pantalla con la respuesta. Nikolay dio un sorbo a su bebida y levantó el pulgar de la otra mano para confirmarle a su manager que el trabajo había sido excelente. El sabor de la bebida no era malo, resultaba dulce y refrescante para su paladar, pero no era una bebida que pudiera recomendar ampliamente porque, en realidad, no le gustaban tanto las naranjas como Thanya pensaba. Si sacaba la cuenta, ese debía ser su quinto comercial con productos de esa fruta: Jugos, dulces, medicamentos y hasta velas aromáticas para relajarse. O a Thanya le gustaban hasta morir o se aseguraba de mantenerlo lleno de vitamina C. « Si ya terminamos por hoy, ¿puedo irme? Quedé con unos amigos de la secundaria que nos veríamos esta tarde. Al parecer vieron nuestro último anuncio y se volvieron locos. » Nikolay no lo entendía. Nunca había sido bueno con sus compañeros, tampoco con las chicas, siempre había odiado esas relaciones que lo fastidiaban por ser diferente y por creer, tontamente, que necesitaba de su lastima para sobrevivir la secundaria. Ante el asentir de Thanya, Nikolay dio un último sorbo a su bebida y le dejó el vaso de plástico en la mano a la mujer. « Por favor, ya no elijas más productos de este tipo. Comienzo a odiar las naranjas, busca otra fruta si quieres, pero ya me cansé de esta. ¿O estás esperando que mi piel tome esa tonalidad? » Thanya se rió, lo hizo de una manera escandalosa en la que captó la atención de los demás en el set, incluso de transeúntes que iban por allí al ser una sesión al aire libre. — No, sería incapaz de algo así. Pero deberíamos probar las fresas, ya sabes, pronto será San Valentin y habrá muchos anuncios románticos, quizá ganes más contratos si tienes la piel roja como el amor, así no gastarán en pintura corporal. « Te mataré si te atreves a aceptar algo así. Pero si son anuncios de chocolate, acepta todos. Me gustan los dulces gratis. » Thanya volvió a reír, Nikolay también lo hizo en ese ruido nasal que le era imposible ocultar. Podía ser que si garganta no emitiera sonidos agradables o entendibles, pero a nadie parecía importarle que se riera de una manera caótica o casi porcina. Al final, la lastima era más grande para reprenderlo por tan pésimos modales.
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  • Últimamente Nikolay se veía… Diferente. O al menos eso era lo que sus compañeros le señalaban en estas semanas. A veces parecía mirar un punto fijo en la nada mientras le contaban alguna historia o algún adelanto de su siguiente sesión de trabajo; en otras ocasiones simplemente se quedaba ensimismado entre sus propios pensamientos y, aunque poco usual, parecía desconectarse del mundo mientras una inmensa tristeza lo embargaba. Nunca había sido la clase de persona que conversara mucho sobre su vida, a menos que fuese algo relacionado a sus hermanas gemelas, pero tampoco era difícil verle el rostro en situaciones así. Nikolay estaba triste y claramente hacía su mayor esfuerzo por ocultarlo.

    “¿Es porque no te gustan los días fríos? ¿No te gusta estar tan ocupado? ¿Te preocupan los exámenes de las próximas semanas?” Las preguntas siempre eran las mismas, y la respuesta también: Una sutil sonrisa de medio labio y negar con la cabeza. Las preocupaciones en la cabeza de Nikolay, si se observaban con detenimiento, no eran un enigma sino un reflejo de sus verdaderas emociones: Extrañaba a Sasha. A pesar de los años, no lograba quitarse la imagen de su hermano muerto de la cabeza, la terapia no le había ayudado con los años, porque seguía aferrándose a cosas que debía soltar y que, aún, no se sentía listo para hacerlo. No le aterraba mirar a Sasha, tampoco le aterraba la sangre ni el supuesto trauma que su ausencia le dejara, pero sentía que él ya era una parte tan propia de su vida que el hecho de perderlo lo haría sentirse extraño.

     

    Otra vez lloverá. Pensó. Lo hizo mientras que echaba la cabeza hacia atrás para mirar el cielo. Las nubes oscuras comenzaban a cubrir lentamente la ciudad, las personas se apresuraban en regresar a casa con las primeras gotas de la llovizna. Pero Nikolay seguía inmóvil sobre la acera, con las manos en los bolsillos de su chaqueta, como si estuviera esperando una revelación o que la lluvia se extendiera pronto. Fuese cual fuese, no parecía importarle. Incluso no prestaba demasiada atención a los gritos de Thanya, su manager, esa mujer que le sacaba unos cuantos años y sabía lidiar con su carácter pesado, sin duda la compadecía por esforzarse cada día en lograr entender el idioma de las señas.

    “Niko. Niko te estoy hablando. ¿Está todo bien?” Preguntó. Lo hizo con calma después de acercarse a él para tocarle el hombro con la esperanza, de que ese tacto, le hiciera volver en sí por unos instantes. Cuando lo logró, Thanya le sonrió con emoción maternal. “Te vas a mojar, sube al auto, te llevaré a la agencia para que revisemos juntos el contrato.” A pesar de que los ojos de la mujer se notaba la emoción, en los de Nikolay se percibía el vacío, uno que parecía tragarse todo a su paso y hacía un contraste adorable con la sonrisa en su boca. Era fingida, pero, ¿qué clase de modelo sería si no lograba expresar cualquier emoción aun sin sentirla?  

    « Está bien.» Respondió Nikolay con sus manos, haciendo las señales correspondientes para tranquilizarla, incluso le hizo quitar la mano de su hombro y, sin mediar más palabra, le besó la mejilla derecha en señal de despedida. Era el gesto que habían logrado crear por la buena sinergia de los últimos dos años trabajando, luego de zanjar sus diferencias y acoplarse a sus personalidades de gato negro y golden retriever. Fue allí que, al alejarse, sacó su teléfono para escribir un mensaje que envió a su teléfono. Thanya lo sacó de inmediato y revisó: “Hay un lugar que me gustaría visitar antes. Puedes adelantarte, te veré allí en una o dos horas. Mañana es el aniversario de Sasha y no tendré tiempo de ir a verlo.”

    De nuevo, el corazón de Thanya se estrujó por la emoción, por el dolor y la melancolía que sintió. Para la mujer, fue imposible esconder su compasión por él y, sin pensárselo mucho, le entregó el paraguas retráctil que tenía guardado en su bolso. ¿Cómo iba a dejarlo que se mojara en la lluvia y se expusiera a un resfriado? Primero muerta. Entendía que, a veces, Lev necesitaba su espacio y persuadirlo solo haría que las tentaciones fuesen más fuertes para él así que, al final, no quedaba más que dejarlo ir.

    “Si necesitas algo llámame. Te estaré esperando”. Fue el último mensaje que se recibió en la conversación del móvil. Thanya se alejó, después de despedirse con un sutil movimiento de sus manos. Entonces, sin ánimos, Nikolay suspiró en el momento que abrió el paraguas para observar el curioso patrón con el nombre de la agencia bordado en el exterior, esa mujer era una adicta al trabajo que no perdía cualquier oportunidad de promocionarse.

    — ¿Sabes? En estos días cuando más te extraño, Sasha. ¿Por qué tenías que ser tú?
    Ese día, debí ser yo. —Murmuró, lo hizo con la esperanza, casi, de que sus lamentos se los llevara el viento. De que su propia voz no fuese olvidada y, tontamente, para quitarse un peso de encima.
    Últimamente Nikolay se veía… Diferente. O al menos eso era lo que sus compañeros le señalaban en estas semanas. A veces parecía mirar un punto fijo en la nada mientras le contaban alguna historia o algún adelanto de su siguiente sesión de trabajo; en otras ocasiones simplemente se quedaba ensimismado entre sus propios pensamientos y, aunque poco usual, parecía desconectarse del mundo mientras una inmensa tristeza lo embargaba. Nunca había sido la clase de persona que conversara mucho sobre su vida, a menos que fuese algo relacionado a sus hermanas gemelas, pero tampoco era difícil verle el rostro en situaciones así. Nikolay estaba triste y claramente hacía su mayor esfuerzo por ocultarlo. “¿Es porque no te gustan los días fríos? ¿No te gusta estar tan ocupado? ¿Te preocupan los exámenes de las próximas semanas?” Las preguntas siempre eran las mismas, y la respuesta también: Una sutil sonrisa de medio labio y negar con la cabeza. Las preocupaciones en la cabeza de Nikolay, si se observaban con detenimiento, no eran un enigma sino un reflejo de sus verdaderas emociones: Extrañaba a Sasha. A pesar de los años, no lograba quitarse la imagen de su hermano muerto de la cabeza, la terapia no le había ayudado con los años, porque seguía aferrándose a cosas que debía soltar y que, aún, no se sentía listo para hacerlo. No le aterraba mirar a Sasha, tampoco le aterraba la sangre ni el supuesto trauma que su ausencia le dejara, pero sentía que él ya era una parte tan propia de su vida que el hecho de perderlo lo haría sentirse extraño.   Otra vez lloverá. Pensó. Lo hizo mientras que echaba la cabeza hacia atrás para mirar el cielo. Las nubes oscuras comenzaban a cubrir lentamente la ciudad, las personas se apresuraban en regresar a casa con las primeras gotas de la llovizna. Pero Nikolay seguía inmóvil sobre la acera, con las manos en los bolsillos de su chaqueta, como si estuviera esperando una revelación o que la lluvia se extendiera pronto. Fuese cual fuese, no parecía importarle. Incluso no prestaba demasiada atención a los gritos de Thanya, su manager, esa mujer que le sacaba unos cuantos años y sabía lidiar con su carácter pesado, sin duda la compadecía por esforzarse cada día en lograr entender el idioma de las señas. “Niko. Niko te estoy hablando. ¿Está todo bien?” Preguntó. Lo hizo con calma después de acercarse a él para tocarle el hombro con la esperanza, de que ese tacto, le hiciera volver en sí por unos instantes. Cuando lo logró, Thanya le sonrió con emoción maternal. “Te vas a mojar, sube al auto, te llevaré a la agencia para que revisemos juntos el contrato.” A pesar de que los ojos de la mujer se notaba la emoción, en los de Nikolay se percibía el vacío, uno que parecía tragarse todo a su paso y hacía un contraste adorable con la sonrisa en su boca. Era fingida, pero, ¿qué clase de modelo sería si no lograba expresar cualquier emoción aun sin sentirla?   « Está bien.» Respondió Nikolay con sus manos, haciendo las señales correspondientes para tranquilizarla, incluso le hizo quitar la mano de su hombro y, sin mediar más palabra, le besó la mejilla derecha en señal de despedida. Era el gesto que habían logrado crear por la buena sinergia de los últimos dos años trabajando, luego de zanjar sus diferencias y acoplarse a sus personalidades de gato negro y golden retriever. Fue allí que, al alejarse, sacó su teléfono para escribir un mensaje que envió a su teléfono. Thanya lo sacó de inmediato y revisó: “Hay un lugar que me gustaría visitar antes. Puedes adelantarte, te veré allí en una o dos horas. Mañana es el aniversario de Sasha y no tendré tiempo de ir a verlo.” De nuevo, el corazón de Thanya se estrujó por la emoción, por el dolor y la melancolía que sintió. Para la mujer, fue imposible esconder su compasión por él y, sin pensárselo mucho, le entregó el paraguas retráctil que tenía guardado en su bolso. ¿Cómo iba a dejarlo que se mojara en la lluvia y se expusiera a un resfriado? Primero muerta. Entendía que, a veces, Lev necesitaba su espacio y persuadirlo solo haría que las tentaciones fuesen más fuertes para él así que, al final, no quedaba más que dejarlo ir. “Si necesitas algo llámame. Te estaré esperando”. Fue el último mensaje que se recibió en la conversación del móvil. Thanya se alejó, después de despedirse con un sutil movimiento de sus manos. Entonces, sin ánimos, Nikolay suspiró en el momento que abrió el paraguas para observar el curioso patrón con el nombre de la agencia bordado en el exterior, esa mujer era una adicta al trabajo que no perdía cualquier oportunidad de promocionarse. — ¿Sabes? En estos días cuando más te extraño, Sasha. ¿Por qué tenías que ser tú? Ese día, debí ser yo. —Murmuró, lo hizo con la esperanza, casi, de que sus lamentos se los llevara el viento. De que su propia voz no fuese olvidada y, tontamente, para quitarse un peso de encima.
    Me shockea
    Me entristece
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  • — ¡Hey, Niko! ¿Recuerdas el número de piso donde tendremos la clase de Derecho Fiscal hoy?

    La voz de Yulia capturó su atención y no tardó en girarse a mirarla. A decir, le tomaba por sorpresa que le estuviesen preguntando algo a él, especialmente porque nunca habían tenido una interacción muy animada dentro del salón de clases pero, aún así, no le importaba. Seguramente era otra de sus compañeras que veía su déficit vocal como algo positivo, pues debía ser demasiado bueno escuchando. Tras sacar su bebida de la máquina, Nikolay se quedó pensando por un momento, ¿era obligatorio responderle? No, pero por amabilidad debía antes de que comenzaran a quejarse de lo apático que era.

    Con cuidado, Niko se llevó la lata a la boca y la sujetó con los dientes al morder el borde que sobresalía, era la única forma en que se le había ocurrido, en ese momento, sujetar la bebida para utilizar sus manos. Hizo un puño con la mano derecha y, con la izquierda mostró tres dedos, con cuidado bajó el puño izquierdo para golpear el derecho y así formar una palabra: Tercero. La misma acción la repitió al menos tres veces, hasta que alguna de las dos pudiera captar su mensaje.

    Ambas chicas se miraron un momento como si no lograran entenderlo, hasta parecía que se preguntaban la una a la otra si entendían lo que estaba haciendo pero, al final, Milena logró descifrarlo.

    — ¡Ah, ya entendí! El tercer piso, ¿no? —Milena señaló aquello y al mismo tiempo Nikolay asintió. La chica se sintió satisfecha, emocionada incluso, y terminó por reírse poco después.— Ay, no hay duda de que ser un bobo te hace lindo, Niko. ¿Por qué sujetaste la lata así? Solo debías levantar tres dedos para decirlo.

    Nikolay no supo qué decir. Tenía sentido utilizar señas básicas para comunicarse en lugar de recurrir directamente al lenguaje, pero no se le había pasado por la mente ser tan simple con ellas. Si se habían acercado a preguntarle algo a él, debían cuando menos esforzarse en hablar el mismo idioma. Aunque fuese en lo más básico y ordinario, lo creía así. Terminó tomando la lata de nuevo con su mano y, finalmente, procedió a abrirla para dar un sorbo mientras que las observaba irse. ¿Un bobo? Claro que no era uno, que se hiciera o actuara como tal no lo convertía en uno, pero le servía demasiado para que le tuvieran "lástima", la suficiente para tratarlo con preferencia y convertirlo en una criatura tierna e indefensa.

    — No sé qué le ves, Milena, hay muchos otros chicos guapos en la facultad para que te fijes en él. —Yulia resopló, luego detuvo sus pasos cuando su compañera lo hizo y ambas se giraron, por última vez, para observar a Nikolay.— A mí me parece un retrasado.

    — Yulia, no seas tan dura con él. Es cierto que está defectuoso, pero... A mí me parece muy lindo. Además, es bueno escuchando. Si hablara mucho, seguramente tendría muchas parejas y, si soy la única, seguro no podrá negar mis sentimientos. Es un plan listo, ¿no crees?
    — ¡Hey, Niko! ¿Recuerdas el número de piso donde tendremos la clase de Derecho Fiscal hoy? La voz de Yulia capturó su atención y no tardó en girarse a mirarla. A decir, le tomaba por sorpresa que le estuviesen preguntando algo a él, especialmente porque nunca habían tenido una interacción muy animada dentro del salón de clases pero, aún así, no le importaba. Seguramente era otra de sus compañeras que veía su déficit vocal como algo positivo, pues debía ser demasiado bueno escuchando. Tras sacar su bebida de la máquina, Nikolay se quedó pensando por un momento, ¿era obligatorio responderle? No, pero por amabilidad debía antes de que comenzaran a quejarse de lo apático que era. Con cuidado, Niko se llevó la lata a la boca y la sujetó con los dientes al morder el borde que sobresalía, era la única forma en que se le había ocurrido, en ese momento, sujetar la bebida para utilizar sus manos. Hizo un puño con la mano derecha y, con la izquierda mostró tres dedos, con cuidado bajó el puño izquierdo para golpear el derecho y así formar una palabra: Tercero. La misma acción la repitió al menos tres veces, hasta que alguna de las dos pudiera captar su mensaje. Ambas chicas se miraron un momento como si no lograran entenderlo, hasta parecía que se preguntaban la una a la otra si entendían lo que estaba haciendo pero, al final, Milena logró descifrarlo. — ¡Ah, ya entendí! El tercer piso, ¿no? —Milena señaló aquello y al mismo tiempo Nikolay asintió. La chica se sintió satisfecha, emocionada incluso, y terminó por reírse poco después.— Ay, no hay duda de que ser un bobo te hace lindo, Niko. ¿Por qué sujetaste la lata así? Solo debías levantar tres dedos para decirlo. Nikolay no supo qué decir. Tenía sentido utilizar señas básicas para comunicarse en lugar de recurrir directamente al lenguaje, pero no se le había pasado por la mente ser tan simple con ellas. Si se habían acercado a preguntarle algo a él, debían cuando menos esforzarse en hablar el mismo idioma. Aunque fuese en lo más básico y ordinario, lo creía así. Terminó tomando la lata de nuevo con su mano y, finalmente, procedió a abrirla para dar un sorbo mientras que las observaba irse. ¿Un bobo? Claro que no era uno, que se hiciera o actuara como tal no lo convertía en uno, pero le servía demasiado para que le tuvieran "lástima", la suficiente para tratarlo con preferencia y convertirlo en una criatura tierna e indefensa. — No sé qué le ves, Milena, hay muchos otros chicos guapos en la facultad para que te fijes en él. —Yulia resopló, luego detuvo sus pasos cuando su compañera lo hizo y ambas se giraron, por última vez, para observar a Nikolay.— A mí me parece un retrasado. — Yulia, no seas tan dura con él. Es cierto que está defectuoso, pero... A mí me parece muy lindo. Además, es bueno escuchando. Si hablara mucho, seguramente tendría muchas parejas y, si soy la única, seguro no podrá negar mis sentimientos. Es un plan listo, ¿no crees?
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  • "Quizá debí preocuparme más por los exámenes antes de las festividades que después. Odio los exámenes de recuperación."

    Lev maldijo en su mente. Odiaba tener ideas tan "brillantes" que después terminaban perjudicandolo como en ese momento. De verdad, ¿por qué había pensado que era una idea brillante aceptar más trabajos de modelaje en lugar de estudiar? Ah sí, porque necesitaba comprarles buenos regalos de navidad a sus hermanas. No había duda de que el Nikolay del pasado era demasiado idiota, tanto que había dejado todos los problemas para la época donde todos preferían divertirse.

    Por eso, es que ahora estaba fuera de la habitación de Russell, el chico que tenía mejores notas en las materias de números que se le complicaban. Aún no entendía para qué los necesitaba si él solo iba a terminar como secretario de Alek. No es que no aspirase más en la vida pero, siendo honestos, ¿cómo iba a esforzarse más con sus antecedentes y sus problemas? Suspiró en silencio y volvió a maldecir. Se suponía que el chico llegaría desde el día anterior a los dormitorios de la universidad, ¿por qué tardaba tanto? Su teléfono vibró, leyó el mensaje y entonces lo comprendió: Russell iba a tomarse otra semana de vacaciones para pasar el tiempo con su abuela a quien no veía en meses.

    "Voy a matarlo. Cuando ponga un pie en el campus lo mataré. Llevo tres horas aquí. Tengo el trasero frío y ya no siento las piernas. Que te den Russell."

    Inspiró hondo e intentó estirar las piernas, pero éstas no le respondieron en lo más mínimo al sentir cómo empezaban a hormiguear. Por ello, fue que terminó leyendo sus propios apuntes para forzarse a entender todo lo que se le dificultaba. Él siempre había sido bueno en la escuela, cuando niño al menos, ¿sería que toda su vida estaba fracasando como consecuencia de sus acciones? Sacudió la cabeza, despejó aquellas ideas erróneas y continuó leyendo. ¿Qué tan difícil podían ser las matemáticas para las estadísticas?

    "Odio aquí. Ya me quiero ir."
    "Quizá debí preocuparme más por los exámenes antes de las festividades que después. Odio los exámenes de recuperación." Lev maldijo en su mente. Odiaba tener ideas tan "brillantes" que después terminaban perjudicandolo como en ese momento. De verdad, ¿por qué había pensado que era una idea brillante aceptar más trabajos de modelaje en lugar de estudiar? Ah sí, porque necesitaba comprarles buenos regalos de navidad a sus hermanas. No había duda de que el Nikolay del pasado era demasiado idiota, tanto que había dejado todos los problemas para la época donde todos preferían divertirse. Por eso, es que ahora estaba fuera de la habitación de Russell, el chico que tenía mejores notas en las materias de números que se le complicaban. Aún no entendía para qué los necesitaba si él solo iba a terminar como secretario de Alek. No es que no aspirase más en la vida pero, siendo honestos, ¿cómo iba a esforzarse más con sus antecedentes y sus problemas? Suspiró en silencio y volvió a maldecir. Se suponía que el chico llegaría desde el día anterior a los dormitorios de la universidad, ¿por qué tardaba tanto? Su teléfono vibró, leyó el mensaje y entonces lo comprendió: Russell iba a tomarse otra semana de vacaciones para pasar el tiempo con su abuela a quien no veía en meses. "Voy a matarlo. Cuando ponga un pie en el campus lo mataré. Llevo tres horas aquí. Tengo el trasero frío y ya no siento las piernas. Que te den Russell." Inspiró hondo e intentó estirar las piernas, pero éstas no le respondieron en lo más mínimo al sentir cómo empezaban a hormiguear. Por ello, fue que terminó leyendo sus propios apuntes para forzarse a entender todo lo que se le dificultaba. Él siempre había sido bueno en la escuela, cuando niño al menos, ¿sería que toda su vida estaba fracasando como consecuencia de sus acciones? Sacudió la cabeza, despejó aquellas ideas erróneas y continuó leyendo. ¿Qué tan difícil podían ser las matemáticas para las estadísticas? "Odio aquí. Ya me quiero ir."
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  • La pantalla de su teléfono no dejaba de mostrar diferentes vídeos sin sentido mientras que su pulgar se deslizaba con insistencia hacia arriba, no encontraba un solo vídeo con el que se sintiera cómodo y lograr que el tiempo pasara más rápido porque, a decir verdad, la espera comenzaba a matarlo. Días atrás, aquel mensaje le había tomado por sorpresa y seguía estando desconcertado por ello. Sabía que, en algún momento, aquel día llegaría tarde o temprano, pero sentía que había sido mucho antes de lo que esperaba. Es decir, ya habían pasado más de trece años desde el incidente de Sasha, ¿por qué la decisión tan repentina de irrumpir en su vida? Probablemente, porque al nuevo jefe de la policía no le gustaba que hubiera casos sin resolver o porque, quizá, alguien seguía sospechando que la muerte en la familia Artamonov no había sido un simple accidente.

    — Allí estás. Creí que había sido claro contigo cuando te dije que debías elegir un lugar poco concurrido. —Aquel hombre, de mediana edad y con una cara de pocos amigos, se sentó en el sofá vacío frente a Nikolay, sacó las manos de los bolsillos y refunfuñó antes de limpiarse, nerviosamente, el puente de la nariz como unas diez veces. Mientras lo hacía, no dejaba de mirar la mesita de centro donde yacían dos vasos de café: Uno negro y el otro un latte a medio beber. Chasqueó la lengua, esa no debía ser una reunión tan calurosa, solo tardarían unos minutos y se irían.— ¿Por qué este lugar?

    El hombre miró a Nikolay, quien mantuvo una pequeña sonrisa de medio labio en su rostro. Se acomodó en la silla, pasó una pierna sobre la otra y se concentró en escribir en su teléfono como le era usual. Un mensaje simple en la aplicación de notas con el tamaño de punto 40. Lo suficientemente grande para que le fuese fácil de leer a pesar del estrés que se le veía encima.

    « Las reseñas en internet decían que preparan un buen late, así que quería probarlo. » Una vez que le vio rodar los ojos y maldecir, comprendió que su mensaje se había leído adecuadamente. En silencio, Nikolay se rió, incluso tuvo que morderse la lengua mientras que borraba el contenido de la nota para redactar una nueva. Una que terminó enseñándole mientras que la expresión de su rostro cambiaba por completo al mostrar ahora una sonrisa llena de malicia. « Además, un lugar así de concurrido es perfecto para tener una buena coartada. ¿No lo crees así, Minho? »

    El hombre, que parecía responder al nombre de Minho, se puso rojo de coraje mientras que leía cada letra de aquel teléfono, y después le vio la cara de imbécil a Nikolay. Era raro ver que alguien, cuya apariencia siempre se mantenía tan demacrada y triste, por un momento mostrara matices como esos. Era como si dejara en claro que tenía la partida de ajedrez ganada con el primer movimiento de un peón sobre el tablero y que, sin importar qué movimiento intentara hacer, terminaría perdiendo miserablemente el juego. Minho se puso furioso, tomó el vaso de café y le dio un largo sorbo antes de volver a mirar a su acompañante. No había duda que en sus ojos se reflejaban sus deseos de hacerlo callar para borrar esa estúpida sonrisita de victoria que tenía.

    — No seas imbécil, no sé de qué mierda hablas. ¿Para qué necesitarías una coartada, imbécil? —En cada palabra se reflejó la rabia que sentía, el resentimiento que le tenía y todo el veneno que se quedaba en su boca sin poder expulsarlo. Sin embargo, en el momento que le vio que volvía a escribir en el celular, el hombre se desesperó y se lo arrebató.— No juegues conmigo, Nikolay. Con tu familia puede servirte el truco del mudo, pero no te olvides que yo sé tú secreto. Así que anda, habla, y dime cuáles son tus malditos planes.

    Nikolay le miró con desprecio. Con uno que sus ojos claros no supieron esconder y que tampoco se preocupó de hacerlo. Minho siempre había sido inteligente, perspicaz, pero creía que al final del día era tan estúpido que se estaba dejando manipular por un adolescente como él. Qué irónico era que los papeles se invirtieran esta vez. Cuando Minho le devolvió el teléfono, Nikolay solo lo dejó en la mesa de centro, boca arriba, con la pantalla bloqueada y en modo de silencio. No quería que nadie los interrumpiera en ese momento, porque tenían demasiadas cosas de las cuales hablar.

    — Ah, claro. Lo había olvidado. —Lev habló. Con una voz calmada que llevaba matices de risa en ella, pues se aguantaba las ganas de reírsele en la cara al ver que seguía estando rojo, con las sienes a punto de explotar y con los ojos tan saltones que era fácil leerle. Tomó su taza de café, le dio un pequeño sorbo a la bebida y la volvió a dejar en la mesa una vez que se sintió satisfecho. Pero solo era una forma de provocarlo y enfadarlo más.— Tú fuiste el que me obligó a guardar silencio por años. ¿Qué clase de tío le pide algo así a su sobrino? Ha sido muy egoísta de tu parte y quizá ya me estoy cansando de todo est-….

    — ¿Cansado? ¿Cansado de qué? —Minho explotó. Se le rió en la cara y terminó por demostrar que su cinismo era tan grande, que cada palabra escuchada la exageró aún más en su cabeza.— Fuiste tú quien hizo todo. Lo único que yo quería era protegerte, porque sé que eras tan estúpido que serías capaz de confesar todo lo que hiciste y terminarías arrepentido por todo. Los niños siempre son estúpidos creyendo que la verdad puede salvarlos de su castigo.

    — ¿Y entonces por qué tienes tanto miedo, tío? —Nikolay preguntó después de una pequeña pausa en las que sus miradas se cruzaron otra vez. Sus ojos mostraban su furia, mientras que los de Minho seguían reflejando el cinismo de alguien que no puede entender una pregunta tan simple como esa. De pronto se comenzó a reír, de una forma tan alta y escandalosa que, por un momento, las miradas de algunos comensales y trabajadores se dirigieron a los dos. Nikolay se enojó aún más por ello, porque no estaba acostumbrado a ese tipo de atenciones y porque, si se descuidaba un momento, todo podría jugarle en contra.— Eres el único al que parece preocuparle que reabrieron el caso de Sasha. No encuentro otra razón por la que quisieras verme, ¿con qué me amenazarás esta vez? —Preguntó. El ácido se le notó en la voz, pero el veneno se le quedó en la lengua, en esa que se mordió múltiples veces para evitar darle ideas estúpidas. ¿Con su madre o su padre? Ya lo había hecho por años y nada sucedía. ¿Con Aleksandr? Se podía ir a la mierda si quería, no le importaba, a estas alturas, lo que pasaría con él. ¿Las gemelas? No se atrevería a lastimarlas, no porque eran el tesoro de su preciada madre y querida hermana de Minho. No había una sola cosa en el mundo con la que le obligara a callar, porque no había nada en el mundo de Nikolay. Era vacío y simple, lleno solo con ocupaciones banales como el modelaje o la imprenta.—Pero si te preocupa que hable de más, tranquilízate, no lo haré. Decir la verdad no me regresará a Sasha, pero todos en esa casa saben muy bien qué y quién lo mató, y todos saben que no fui yo.

    Era un recuerdo difuso en su mente, sí, aplastado por ese momento donde Minho le suplicara, no, le ordenara que se quedara callado por el resto de su vida o lo mataría. Sangre por sangre, vida por vida. Nikolay cerró los ojos con fuerza y se pasó la mano sobre los brazos en repetidas ocasiones, era una manera de limpiarse el recuerdo que le quedaba en el cuerpo. Podía recordar bien cómo lo había tomado de los hombros, con tanta fuerza que le había dejado los dedos marcados, y le había zarandeado como si fuese un muñeco de trapo que quisiera romper en pedazos. Tomó aire con fuerza, se apresuró a romper su postura de orgullo y cogió la taza para darle un sorbo profundo. El calor en su estómago lo reconfortó, pero creyó que no había más razones para seguir en ese lugar cuando su tío no deseaba hablar y le resultaba incómodo compartir con él. Los años le habían permitido olvidarlo, superarlo, pero los recuerdos seguían allí como fuego que se negaba a extinguir. Carraspeó, por última vez se forzó a tomar su postura relajada y triunfante: Brazos cruzados, una pierna sobre la otra y la espalda contra la silla.

    — ¿Sabes? Es un poco ilógico que mi mamá quisiera llamarme como tú. Siempre entendí que tu nombre significaba generoso, o algo así, pero, ¿cómo puedes ser tan despreciable? —Suspiró. Creyó que era innecesario desquitarse en ese momento con él, porque Minho nunca iba a aceptar los errores cometidos y, tampoco, aprendería nada de ellos.— El oficial del caso ya me contactó y también a mamá. Visitará la casa dentro de tres días, así que es mejor que no dejes el país otra vez, tío. —De a poco, se incorporó. Guardó el teléfono en el bolsillo del pantalón, se colocó el abrigo que dejara en el reposabrazos de la silla, y le observó con desprecio una última vez.— Esta vez, ya no guardaré ningún secreto. Estoy cansado de ser quien cargue con la culpa de algo que no hice. Tómalo como un recordatorio o una amenaza si deseas.
    La pantalla de su teléfono no dejaba de mostrar diferentes vídeos sin sentido mientras que su pulgar se deslizaba con insistencia hacia arriba, no encontraba un solo vídeo con el que se sintiera cómodo y lograr que el tiempo pasara más rápido porque, a decir verdad, la espera comenzaba a matarlo. Días atrás, aquel mensaje le había tomado por sorpresa y seguía estando desconcertado por ello. Sabía que, en algún momento, aquel día llegaría tarde o temprano, pero sentía que había sido mucho antes de lo que esperaba. Es decir, ya habían pasado más de trece años desde el incidente de Sasha, ¿por qué la decisión tan repentina de irrumpir en su vida? Probablemente, porque al nuevo jefe de la policía no le gustaba que hubiera casos sin resolver o porque, quizá, alguien seguía sospechando que la muerte en la familia Artamonov no había sido un simple accidente. — Allí estás. Creí que había sido claro contigo cuando te dije que debías elegir un lugar poco concurrido. —Aquel hombre, de mediana edad y con una cara de pocos amigos, se sentó en el sofá vacío frente a Nikolay, sacó las manos de los bolsillos y refunfuñó antes de limpiarse, nerviosamente, el puente de la nariz como unas diez veces. Mientras lo hacía, no dejaba de mirar la mesita de centro donde yacían dos vasos de café: Uno negro y el otro un latte a medio beber. Chasqueó la lengua, esa no debía ser una reunión tan calurosa, solo tardarían unos minutos y se irían.— ¿Por qué este lugar? El hombre miró a Nikolay, quien mantuvo una pequeña sonrisa de medio labio en su rostro. Se acomodó en la silla, pasó una pierna sobre la otra y se concentró en escribir en su teléfono como le era usual. Un mensaje simple en la aplicación de notas con el tamaño de punto 40. Lo suficientemente grande para que le fuese fácil de leer a pesar del estrés que se le veía encima. « Las reseñas en internet decían que preparan un buen late, así que quería probarlo. » Una vez que le vio rodar los ojos y maldecir, comprendió que su mensaje se había leído adecuadamente. En silencio, Nikolay se rió, incluso tuvo que morderse la lengua mientras que borraba el contenido de la nota para redactar una nueva. Una que terminó enseñándole mientras que la expresión de su rostro cambiaba por completo al mostrar ahora una sonrisa llena de malicia. « Además, un lugar así de concurrido es perfecto para tener una buena coartada. ¿No lo crees así, Minho? » El hombre, que parecía responder al nombre de Minho, se puso rojo de coraje mientras que leía cada letra de aquel teléfono, y después le vio la cara de imbécil a Nikolay. Era raro ver que alguien, cuya apariencia siempre se mantenía tan demacrada y triste, por un momento mostrara matices como esos. Era como si dejara en claro que tenía la partida de ajedrez ganada con el primer movimiento de un peón sobre el tablero y que, sin importar qué movimiento intentara hacer, terminaría perdiendo miserablemente el juego. Minho se puso furioso, tomó el vaso de café y le dio un largo sorbo antes de volver a mirar a su acompañante. No había duda que en sus ojos se reflejaban sus deseos de hacerlo callar para borrar esa estúpida sonrisita de victoria que tenía. — No seas imbécil, no sé de qué mierda hablas. ¿Para qué necesitarías una coartada, imbécil? —En cada palabra se reflejó la rabia que sentía, el resentimiento que le tenía y todo el veneno que se quedaba en su boca sin poder expulsarlo. Sin embargo, en el momento que le vio que volvía a escribir en el celular, el hombre se desesperó y se lo arrebató.— No juegues conmigo, Nikolay. Con tu familia puede servirte el truco del mudo, pero no te olvides que yo sé tú secreto. Así que anda, habla, y dime cuáles son tus malditos planes. Nikolay le miró con desprecio. Con uno que sus ojos claros no supieron esconder y que tampoco se preocupó de hacerlo. Minho siempre había sido inteligente, perspicaz, pero creía que al final del día era tan estúpido que se estaba dejando manipular por un adolescente como él. Qué irónico era que los papeles se invirtieran esta vez. Cuando Minho le devolvió el teléfono, Nikolay solo lo dejó en la mesa de centro, boca arriba, con la pantalla bloqueada y en modo de silencio. No quería que nadie los interrumpiera en ese momento, porque tenían demasiadas cosas de las cuales hablar. — Ah, claro. Lo había olvidado. —Lev habló. Con una voz calmada que llevaba matices de risa en ella, pues se aguantaba las ganas de reírsele en la cara al ver que seguía estando rojo, con las sienes a punto de explotar y con los ojos tan saltones que era fácil leerle. Tomó su taza de café, le dio un pequeño sorbo a la bebida y la volvió a dejar en la mesa una vez que se sintió satisfecho. Pero solo era una forma de provocarlo y enfadarlo más.— Tú fuiste el que me obligó a guardar silencio por años. ¿Qué clase de tío le pide algo así a su sobrino? Ha sido muy egoísta de tu parte y quizá ya me estoy cansando de todo est-…. — ¿Cansado? ¿Cansado de qué? —Minho explotó. Se le rió en la cara y terminó por demostrar que su cinismo era tan grande, que cada palabra escuchada la exageró aún más en su cabeza.— Fuiste tú quien hizo todo. Lo único que yo quería era protegerte, porque sé que eras tan estúpido que serías capaz de confesar todo lo que hiciste y terminarías arrepentido por todo. Los niños siempre son estúpidos creyendo que la verdad puede salvarlos de su castigo. — ¿Y entonces por qué tienes tanto miedo, tío? —Nikolay preguntó después de una pequeña pausa en las que sus miradas se cruzaron otra vez. Sus ojos mostraban su furia, mientras que los de Minho seguían reflejando el cinismo de alguien que no puede entender una pregunta tan simple como esa. De pronto se comenzó a reír, de una forma tan alta y escandalosa que, por un momento, las miradas de algunos comensales y trabajadores se dirigieron a los dos. Nikolay se enojó aún más por ello, porque no estaba acostumbrado a ese tipo de atenciones y porque, si se descuidaba un momento, todo podría jugarle en contra.— Eres el único al que parece preocuparle que reabrieron el caso de Sasha. No encuentro otra razón por la que quisieras verme, ¿con qué me amenazarás esta vez? —Preguntó. El ácido se le notó en la voz, pero el veneno se le quedó en la lengua, en esa que se mordió múltiples veces para evitar darle ideas estúpidas. ¿Con su madre o su padre? Ya lo había hecho por años y nada sucedía. ¿Con Aleksandr? Se podía ir a la mierda si quería, no le importaba, a estas alturas, lo que pasaría con él. ¿Las gemelas? No se atrevería a lastimarlas, no porque eran el tesoro de su preciada madre y querida hermana de Minho. No había una sola cosa en el mundo con la que le obligara a callar, porque no había nada en el mundo de Nikolay. Era vacío y simple, lleno solo con ocupaciones banales como el modelaje o la imprenta.—Pero si te preocupa que hable de más, tranquilízate, no lo haré. Decir la verdad no me regresará a Sasha, pero todos en esa casa saben muy bien qué y quién lo mató, y todos saben que no fui yo. Era un recuerdo difuso en su mente, sí, aplastado por ese momento donde Minho le suplicara, no, le ordenara que se quedara callado por el resto de su vida o lo mataría. Sangre por sangre, vida por vida. Nikolay cerró los ojos con fuerza y se pasó la mano sobre los brazos en repetidas ocasiones, era una manera de limpiarse el recuerdo que le quedaba en el cuerpo. Podía recordar bien cómo lo había tomado de los hombros, con tanta fuerza que le había dejado los dedos marcados, y le había zarandeado como si fuese un muñeco de trapo que quisiera romper en pedazos. Tomó aire con fuerza, se apresuró a romper su postura de orgullo y cogió la taza para darle un sorbo profundo. El calor en su estómago lo reconfortó, pero creyó que no había más razones para seguir en ese lugar cuando su tío no deseaba hablar y le resultaba incómodo compartir con él. Los años le habían permitido olvidarlo, superarlo, pero los recuerdos seguían allí como fuego que se negaba a extinguir. Carraspeó, por última vez se forzó a tomar su postura relajada y triunfante: Brazos cruzados, una pierna sobre la otra y la espalda contra la silla. — ¿Sabes? Es un poco ilógico que mi mamá quisiera llamarme como tú. Siempre entendí que tu nombre significaba generoso, o algo así, pero, ¿cómo puedes ser tan despreciable? —Suspiró. Creyó que era innecesario desquitarse en ese momento con él, porque Minho nunca iba a aceptar los errores cometidos y, tampoco, aprendería nada de ellos.— El oficial del caso ya me contactó y también a mamá. Visitará la casa dentro de tres días, así que es mejor que no dejes el país otra vez, tío. —De a poco, se incorporó. Guardó el teléfono en el bolsillo del pantalón, se colocó el abrigo que dejara en el reposabrazos de la silla, y le observó con desprecio una última vez.— Esta vez, ya no guardaré ningún secreto. Estoy cansado de ser quien cargue con la culpa de algo que no hice. Tómalo como un recordatorio o una amenaza si deseas.
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  • A veces, de manera inevitable, su mente se queda en blanco y parece ido. Es como si nada existiera en el mundo, nada excepto él y toda esa carga de emociones que no termina de entender, pero que siempre están ahí para recordarle que no debe ser feliz. A veces parece que piensa en demasiadas cosas pero, la verdad, es que no piensa en nada porque sus propios pensamientos le aterran. Muchas veces en su cabeza cruzó la posibilidad de morir, es decir, siempre pensó que quien debió morir en aquel accidente era él y no Sasha. Creía ciegamente que, de ser así, muchas cosas en su vida no hubiesen cambiado de manera tan extraña, probablemente ahora mismo sentiría que vive la vida que le corresponde en lugar de hurtarla. Porque ese es un sentimiento que no se puede quitar.

    Pero, a veces, dentro de toda esa oscuridad siempre hay un destello de luz: Sasha ya no está y, probablemente, preferiría que viviera lo mejor que pudiera en lugar de lamentarse por las cosas que podrían ser. Rara vez piensa en ello, porque la mayoría de sus recuerdos terminan evocando el accidente una y otra vez; para Nikolay, es preferible no pensar, porque mientras más lo hace más recuerda, más le afecta y más siente.

    ¿Existiría alguna forma de dejar de sentir? Ojalá, pero, al mismo tiempo, la idea de privarse de la poca felicidad que tiene para calmar su culpa es innecesaria. ¿Si existiera un método para olvidar? Le encantaría, quizá se olvidaría de todo lo malo en su vida, quizá también de lo bueno, pero le permitiría vivir plenamente. Quizá, si olvidara que él mismo se privó de hablar, sería capaz de poder expresar con su propia voz todo lo que siente.

    « Quizá. Quizá. Quizá. »
    A veces, de manera inevitable, su mente se queda en blanco y parece ido. Es como si nada existiera en el mundo, nada excepto él y toda esa carga de emociones que no termina de entender, pero que siempre están ahí para recordarle que no debe ser feliz. A veces parece que piensa en demasiadas cosas pero, la verdad, es que no piensa en nada porque sus propios pensamientos le aterran. Muchas veces en su cabeza cruzó la posibilidad de morir, es decir, siempre pensó que quien debió morir en aquel accidente era él y no Sasha. Creía ciegamente que, de ser así, muchas cosas en su vida no hubiesen cambiado de manera tan extraña, probablemente ahora mismo sentiría que vive la vida que le corresponde en lugar de hurtarla. Porque ese es un sentimiento que no se puede quitar. Pero, a veces, dentro de toda esa oscuridad siempre hay un destello de luz: Sasha ya no está y, probablemente, preferiría que viviera lo mejor que pudiera en lugar de lamentarse por las cosas que podrían ser. Rara vez piensa en ello, porque la mayoría de sus recuerdos terminan evocando el accidente una y otra vez; para Nikolay, es preferible no pensar, porque mientras más lo hace más recuerda, más le afecta y más siente. ¿Existiría alguna forma de dejar de sentir? Ojalá, pero, al mismo tiempo, la idea de privarse de la poca felicidad que tiene para calmar su culpa es innecesaria. ¿Si existiera un método para olvidar? Le encantaría, quizá se olvidaría de todo lo malo en su vida, quizá también de lo bueno, pero le permitiría vivir plenamente. Quizá, si olvidara que él mismo se privó de hablar, sería capaz de poder expresar con su propia voz todo lo que siente. « Quizá. Quizá. Quizá. »
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