• #mundoalternativo

    -mi esposo decidio, llevarme al hospital y me internaron, estando aun indispuesta, y mi esposo se quedo a mi lado, esperando a que el doctor me examinara, quedandome dormida, mientras agarraba mi mano-

    Seiko Nura Nanao
    #mundoalternativo -mi esposo decidio, llevarme al hospital y me internaron, estando aun indispuesta, y mi esposo se quedo a mi lado, esperando a que el doctor me examinara, quedandome dormida, mientras agarraba mi mano- [solar_olive_ape_709]
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  • Curse Awaits - Shinjuku's Ruins.
    Fandom Jujutsu Kaisen.
    Categoría Drama
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Tokyo, 1 de Enero, 2019.

    ⠀⠀El cielo sobre Tokyo estaba marchito, el color se derramaba como pintura fresca.

    ⠀⠀No había lluvia o niebla, solo el silencio tras la muerte, el Rey de las Maldiciones había caído días atrás. El 24 de Diciembre del 2018 se cerró un ciclo, el disipación de un mal... para que uno más grande terminara de germinar sus semillas.
    ⠀⠀Muchos de los estragos dejados por el antiguo usuario de maldición Kenjaku no fueron en vano, incluso ahora, los restos de la densa energía maldita de los fallecidos hechiceros más fuertes, aún alimenta lo vestigios de una barrera que contiene a duras penas la influencia de un poder más oscuro.

    ⠀⠀Aquel al que Sukuna quería enfrentarse una vez acabara con todos los hechiceros...

    ⠀⠀La llegada de aquel de melena blanca no era coincidencia. Los hechiceros se veían atraídos al maleficio, a través de las eras y los conflictos. Antes las áreas limítrofes de la catástrofe, las maldiciones acampaban a sus anchas, y hasta lo evitaban.

    ⠀⠀Su mera presencia era un farol de impunidad en ese sendero de desgracia.

    ⠀⠀Sentía cómo fuerzas que deberían haber dormido rechazaban el sueño. Querían despertar.
    ⠀⠀Y entonces la vio, la silueta femenil, joven y desdichada, emanaba tanto maleficio en su caminar como una maldición... decente, era indudable que era una hechicera, así como él.

    ⠀⠀Debía responder a la etiqueta de la época a la que se encontraba, aunque algo anticuado, no tenía un estilo que se le confundiera con un vagabundo. De melena blanca y larga, así como ojos felinos y azules. El hombre volteó, con un acento notablemente extranjero, pero en un fluido japonés. ⸻¿Qué ocurrió aquí? No es la destrucción que una maldición común podría ejercer⸻ Dijo sin más, le daba igual carecer de afiliación o rango oficial dentro de sus categorías, estaba tan alejado de esas cosas administrativas que hasta era ignorante. Si no era hechicería, no le interesaba.

    ⠀⠀Él no se movió, sus manos permanecieron en sus bolsillos con total calma, incauto de la reacción de su contraria.

    ⠀⠀Sin embargo, seguía ligeramente mosqueado por la energía maldita que circundaba en patrones estrafalarios. Demasiado sospechoso.

    ⠀⠀Y en tiempos como estos, los encuentros no eran coincidencia.

    [MinatozakiHoshi_01]
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Tokyo, 1 de Enero, 2019. ⠀ ⠀⠀El cielo sobre Tokyo estaba marchito, el color se derramaba como pintura fresca. ⠀⠀No había lluvia o niebla, solo el silencio tras la muerte, el Rey de las Maldiciones había caído días atrás. El 24 de Diciembre del 2018 se cerró un ciclo, el disipación de un mal... para que uno más grande terminara de germinar sus semillas. ⠀⠀Muchos de los estragos dejados por el antiguo usuario de maldición Kenjaku no fueron en vano, incluso ahora, los restos de la densa energía maldita de los fallecidos hechiceros más fuertes, aún alimenta lo vestigios de una barrera que contiene a duras penas la influencia de un poder más oscuro. ⠀⠀Aquel al que Sukuna quería enfrentarse una vez acabara con todos los hechiceros... ⠀⠀La llegada de aquel de melena blanca no era coincidencia. Los hechiceros se veían atraídos al maleficio, a través de las eras y los conflictos. Antes las áreas limítrofes de la catástrofe, las maldiciones acampaban a sus anchas, y hasta lo evitaban. ⠀⠀Su mera presencia era un farol de impunidad en ese sendero de desgracia. ⠀⠀Sentía cómo fuerzas que deberían haber dormido rechazaban el sueño. Querían despertar. ⠀⠀Y entonces la vio, la silueta femenil, joven y desdichada, emanaba tanto maleficio en su caminar como una maldición... decente, era indudable que era una hechicera, así como él. ⠀⠀Debía responder a la etiqueta de la época a la que se encontraba, aunque algo anticuado, no tenía un estilo que se le confundiera con un vagabundo. De melena blanca y larga, así como ojos felinos y azules. El hombre volteó, con un acento notablemente extranjero, pero en un fluido japonés. ⸻¿Qué ocurrió aquí? No es la destrucción que una maldición común podría ejercer⸻ Dijo sin más, le daba igual carecer de afiliación o rango oficial dentro de sus categorías, estaba tan alejado de esas cosas administrativas que hasta era ignorante. Si no era hechicería, no le interesaba. ⠀⠀Él no se movió, sus manos permanecieron en sus bolsillos con total calma, incauto de la reacción de su contraria. ⠀⠀Sin embargo, seguía ligeramente mosqueado por la energía maldita que circundaba en patrones estrafalarios. Demasiado sospechoso. ⠀⠀Y en tiempos como estos, los encuentros no eran coincidencia. [MinatozakiHoshi_01]
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  • "My mother, my father — another anniversary of your passing. A day I devote to breaking myself because I miss you so deeply. You two… my other half, the parents I once had, with whom I was happy. Today, as I do every year, I will stay here all day in the cemetery. I just want to be with you."

    - Elijah todos los años, desde que sus padres murieron... O mejor dicho, los mataron, siempre iba a la tumba de sus padres desde el amanecer hasta el anochecer hasta que terminara el día, era una tradición para el, aunque nunca le hacía bien hacer aquello, no comía, no bebía, no se cuidaba de forma responsable y así pasaba el día con sus padres
    "My mother, my father — another anniversary of your passing. A day I devote to breaking myself because I miss you so deeply. You two… my other half, the parents I once had, with whom I was happy. Today, as I do every year, I will stay here all day in the cemetery. I just want to be with you." - Elijah todos los años, desde que sus padres murieron... O mejor dicho, los mataron, siempre iba a la tumba de sus padres desde el amanecer hasta el anochecer hasta que terminara el día, era una tradición para el, aunque nunca le hacía bien hacer aquello, no comía, no bebía, no se cuidaba de forma responsable y así pasaba el día con sus padres
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  • —Siniester Mark estuvo persiguiendo por mucho tiempo a No Mask Mark,cuando estaba a punto de atraparlo Target Mark se interpuso entre ambos—

    Target Mark:"¡SUFICIENTE!,"amarillo" no seguiremos comiendonos entre nosotros,hay que encontrar una forma de salir de aqui,retirate..

    —Siniester Mark se canso de recibir ordenes de el,su voz era como un taladro para su cabeza,asi que embistio a Target Mark hasta unas dunas y alli lo molio a golpes—

    —¡¡DEJA..DE..DARME..ORDENEEES!!

    —Su craneo quedo desfigurado,lo habia matado sin darse cuenta,los demas llegaron a la escena y vieron todo—

    —¡Y ESTO ES PARA USTEDES TAMBIEN,EL QUE QUIERA DARME ORDENES DE VUELTA TERMINARA COMO ESTE IDIOTA VILTRUMITA!

    —Siniester Mark tomo un pedazo de los sesos de Target Mark y se lo comio—

    —saboreo su ultima idea...que rico..
    —Siniester Mark estuvo persiguiendo por mucho tiempo a No Mask Mark,cuando estaba a punto de atraparlo Target Mark se interpuso entre ambos— Target Mark:"¡SUFICIENTE!,"amarillo" no seguiremos comiendonos entre nosotros,hay que encontrar una forma de salir de aqui,retirate.. —Siniester Mark se canso de recibir ordenes de el,su voz era como un taladro para su cabeza,asi que embistio a Target Mark hasta unas dunas y alli lo molio a golpes— —¡¡DEJA..DE..DARME..ORDENEEES!! —Su craneo quedo desfigurado,lo habia matado sin darse cuenta,los demas llegaron a la escena y vieron todo— —¡Y ESTO ES PARA USTEDES TAMBIEN,EL QUE QUIERA DARME ORDENES DE VUELTA TERMINARA COMO ESTE IDIOTA VILTRUMITA! —Siniester Mark tomo un pedazo de los sesos de Target Mark y se lo comio— —saboreo su ultima idea...que rico..
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  • A veces me pregunto qué habría sido de ti si te hubiera salvado.
    Si hubiera impedido que dejaras de respirar,
    si aún caminaras a mi lado.
    ¿Cómo sería ahora tomar tu mano?
    ¿Cómo sería sentir tu aliento, escuchar tu voz?

    Pero ya no estás.
    Y por más que extienda los brazos, no puedo alcanzarte.
    Perdóname.

    El silencio grita más que cualquier estruendo.
    No me gusta. Lo odio.
    Pero en su eco descubro la verdad y eso es lo que merezco.

    Soledad.

    Arráncame las alas.
    Acaba conmigo.
    Si tú no estás, ¿quién notaría la ausencia de un hada más?
    A veces me pregunto qué habría sido de ti si te hubiera salvado. Si hubiera impedido que dejaras de respirar, si aún caminaras a mi lado. ¿Cómo sería ahora tomar tu mano? ¿Cómo sería sentir tu aliento, escuchar tu voz? Pero ya no estás. Y por más que extienda los brazos, no puedo alcanzarte. Perdóname. El silencio grita más que cualquier estruendo. No me gusta. Lo odio. Pero en su eco descubro la verdad y eso es lo que merezco. Soledad. Arráncame las alas. Acaba conmigo. Si tú no estás, ¿quién notaría la ausencia de un hada más?
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  • [ 𝑬𝒔𝒕𝒆 𝒕𝒊𝒑𝒐 𝒔𝒊 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒂𝒃𝒆 𝒄ó𝒎𝒐 𝒑𝒐𝒏𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒅𝒆 𝒎𝒂𝒍 𝒉𝒖𝒎𝒐𝒓. — 𝐑𝐎𝐔𝐋𝐄𝐓𝐓𝐄 𝐑𝐔𝐒𝐒𝐀 ]



    Ryan podía parecer tranquilo. Un hombre social, abierto, incluso relajado a simple vista. Había perfeccionado esa personalidad con el tiempo, esa fachada que lo mostraba como alguien más: el caballero encantador, el tipo que sabe escuchar, que sabe sonreír en el momento justo. Lo suficientemente pulido para que muchos olvidaran que sus manos estaban manchadas con la sangre de inocentes y culpables por igual. Algo que muchas personas pasaron por alto cuando lo conocían.

    A veces, incluso él se preguntaba si los demás estaban realmente bien de la cabeza. ¿Cómo podían confiar tan rápido? ¿Cómo podían relajarse ante una sonrisa y un par de bromas sin sentido? No entendía esa parte del mundo. Pero al menos le servía. Esa fachada le permitía estudiar a las personas con calma. Porque para él, la confianza no era algo que se ofrecía. Se ganaba. Y a pocos, muy pocos, se les permitía cruzar esa línea.

    Giovanni, el hermano de Elisabetta, no era uno de ellos. Ni siquiera entraba en la categoría de “detestables”. Simplemente le era irrelevante. Un nombre más. Una sombra más. No tenía valor ni afecto por él y su único recuerdo de él fue cuando le disparó en aquel día que fue a por Yuki. Un evento que había sucedido hace ya varios meses en realidad.

    Entonces… ¿por qué, demonios, le estaba enviando una advertencia?

    Su muerte le importaba poco, pero habían ciertas personas que si le importarian, personas que a él llegaron a importarle en su tiempo. Y que además, había sido él quien lo puso en la lista negra del ruso cuando llevo los documentos a la italiana para el rompimiento de tratado de alianza. Lo sentenció indirectamente.

    Días después del incidente con Kiev, había intentado contactarlo. Después de todo, una amistad de años no podía romperse tan fácilmente. O al menos, eso creyó. Pero no pudo acercarse. No sin que la sangre de sus hombres y los del ruso terminara regada en los jardines de la mansión. No había forma de negociar con los perros que custodiaban la entrada. Sabía cuándo no valía la pena forzar las cosas.

    Así que optó por lo que sabía hacer mejor: moverse en las sombras. Envió hombres discretos, infiltrados, para vigilar los pasos del ruso. Lo suficiente para confirmar lo que ya sospechaba: Kiev había abandonado el país rumbo a Rusia. Y no solo eso, sino que ya había tomado el mando de la Mafia Roja. La herencia maldita de sus antepasados comunistas. El poder que tanto había intentado evitar… ahora lo poseía por completo.

    Ryan, sentado tras su escritorio, tenía el revólver en la mano derecha. Jugaba con él. Con esa calma que a muchos les parecía aterradora. Frente a él, un hombre atado a una silla, con la boca ensangrentada y los ojos desorbitados.

    — Empieza —ordenó con voz baja, sin apartar la mirada del arma, sus dedos se movían con agilidad sobre el arma. No usaba guantes, está era de las pocas veces que podía estar relajado sin tener que temer que alguien notara su piel fría.

    Bruno, a su izquierda, sostenía un informe. Sus ojos no dudaron en bajar la mirada hacia el papel mientras comenzaba a leer con voz clara y pausada:

    —El informe confirma que el señor Romalsko ha estado vigilando sus movimientos desde que despertó. Registros bancarios, llamadas, reuniones. Incluso personas con las que ha cruzado palabras en eventos públicos han sido investigadas. Lo del evento con aquel investigador y con la señorita que conoció en la fiesta que fue con el señor Romalsko.

    La mirada del rubio vaciló está vez. Sus manos se detuvieron cuando introducía una bala al escuchar estos casos, solo basto unos segundos para continuar, cerró el tambor. Lo giró.

    Apretó el gatillo y... nada. El tambor giró de nuevo.

    —Incluyendo a la señorita Di Vincenzo y a su hermano en la mira, Giovanni.

    Nuevamente sonó un "click" pero ninguna gota de Sangre se derramó.

    Ryan alzó una ceja. Ladeó la cabeza hacia el traidor frente a él. El hombre ya no hablaba. Solo temblaba. Si que había tenido suerte.

    —¿Y la carta? —preguntó Ryan con desinterés, como si el arma no estuviera apuntando a una cabeza.

    —Fue enviada. Un hombre encubierto se aseguró de que llegara a manos de la señorita Di Vincenzo. Evitamos cualquier cruce con la vigilancia del ruso.

    La carta, aunque a vista simple un papel cualquiera era una advertencia para que Giovanni no metiera las narices donde no debía. Si lo hacía, no habría marcha atrás. Y también servía como coartada. Ryan no quería que lo arrastraran al infierno de una guerra que no le correspondía. Aún no. Tenía planes más urgentes: volver a Italia, tomar lo que era suyo, poner en orden la peste que su familia había dejado. No podía permitirse tener a los Di Vincenzo como enemigos antes siquiera de haber pisado tierras italianas.

    —Bien hecho. Pero asegúrate de que llegue. Si Kiev la intercepta... estamos jodidos, ese hombre me tomará como enemigo y las cosas terminarán por empeorar. — Apoyó el cañón del revólver en la frente del traidor.

    —También tenemos nuevos nombres —agregó Bruno, pasando al siguiente informe—. Siete contratados por los Di Conti. Cinco desconocidos. Uno de los nuestros. Y el último... un fantasma. Sin rostro. Sin huella. Se mueve mejor que los otros seis juntos.

    Ryan chasqueó la lengua. Giró el tambor por última vez. El traidor sollozaba, ahogándose en sus propias lágrimas.

    —Demasiado ruido por cosas que deberían haber quedado enterradas —musitó.

    Apuntó. No dudo y la sangre por fin salpicó.

    El sonido resonó en la sala como un final inevitable.

    Ryan se inclinó hacia atrás, apoyando el revólver en el escritorio.Su cabello estaba algo desordenado, sus ojos se cerraron, inspiró hondo. Habían sucedido tantas cosas que lo estaban impacientando, aquello que terminaba por volver una piedra molesta en su zapato.

    Que un gato le mordiera un pie era incluso más cómodo que esto.

    —Limpia esto. — Dijo reincorporándose. Estaba agotado, necesitaba un descanso de todo esto.

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    || El user está vivo, con vacaciones desde el lunes pero ayudando con unos asuntos importantes, un amigo se rompió el pie(?). En otras noticias, logré recuperar el Word hace poco en dónde tenía las respuestas de algunos roles que extrañaba por contestar, ya me estoy poniendo las pilas para aprovechar este tiempo, lamento realmente la demora.

    Un abrazo, con todo cariño, el user de Ryan.
    [ 𝑬𝒔𝒕𝒆 𝒕𝒊𝒑𝒐 𝒔𝒊 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒂𝒃𝒆 𝒄ó𝒎𝒐 𝒑𝒐𝒏𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒅𝒆 𝒎𝒂𝒍 𝒉𝒖𝒎𝒐𝒓. — 𝐑𝐎𝐔𝐋𝐄𝐓𝐓𝐄 𝐑𝐔𝐒𝐒𝐀 ] Ryan podía parecer tranquilo. Un hombre social, abierto, incluso relajado a simple vista. Había perfeccionado esa personalidad con el tiempo, esa fachada que lo mostraba como alguien más: el caballero encantador, el tipo que sabe escuchar, que sabe sonreír en el momento justo. Lo suficientemente pulido para que muchos olvidaran que sus manos estaban manchadas con la sangre de inocentes y culpables por igual. Algo que muchas personas pasaron por alto cuando lo conocían. A veces, incluso él se preguntaba si los demás estaban realmente bien de la cabeza. ¿Cómo podían confiar tan rápido? ¿Cómo podían relajarse ante una sonrisa y un par de bromas sin sentido? No entendía esa parte del mundo. Pero al menos le servía. Esa fachada le permitía estudiar a las personas con calma. Porque para él, la confianza no era algo que se ofrecía. Se ganaba. Y a pocos, muy pocos, se les permitía cruzar esa línea. Giovanni, el hermano de Elisabetta, no era uno de ellos. Ni siquiera entraba en la categoría de “detestables”. Simplemente le era irrelevante. Un nombre más. Una sombra más. No tenía valor ni afecto por él y su único recuerdo de él fue cuando le disparó en aquel día que fue a por Yuki. Un evento que había sucedido hace ya varios meses en realidad. Entonces… ¿por qué, demonios, le estaba enviando una advertencia? Su muerte le importaba poco, pero habían ciertas personas que si le importarian, personas que a él llegaron a importarle en su tiempo. Y que además, había sido él quien lo puso en la lista negra del ruso cuando llevo los documentos a la italiana para el rompimiento de tratado de alianza. Lo sentenció indirectamente. Días después del incidente con Kiev, había intentado contactarlo. Después de todo, una amistad de años no podía romperse tan fácilmente. O al menos, eso creyó. Pero no pudo acercarse. No sin que la sangre de sus hombres y los del ruso terminara regada en los jardines de la mansión. No había forma de negociar con los perros que custodiaban la entrada. Sabía cuándo no valía la pena forzar las cosas. Así que optó por lo que sabía hacer mejor: moverse en las sombras. Envió hombres discretos, infiltrados, para vigilar los pasos del ruso. Lo suficiente para confirmar lo que ya sospechaba: Kiev había abandonado el país rumbo a Rusia. Y no solo eso, sino que ya había tomado el mando de la Mafia Roja. La herencia maldita de sus antepasados comunistas. El poder que tanto había intentado evitar… ahora lo poseía por completo. Ryan, sentado tras su escritorio, tenía el revólver en la mano derecha. Jugaba con él. Con esa calma que a muchos les parecía aterradora. Frente a él, un hombre atado a una silla, con la boca ensangrentada y los ojos desorbitados. — Empieza —ordenó con voz baja, sin apartar la mirada del arma, sus dedos se movían con agilidad sobre el arma. No usaba guantes, está era de las pocas veces que podía estar relajado sin tener que temer que alguien notara su piel fría. Bruno, a su izquierda, sostenía un informe. Sus ojos no dudaron en bajar la mirada hacia el papel mientras comenzaba a leer con voz clara y pausada: —El informe confirma que el señor Romalsko ha estado vigilando sus movimientos desde que despertó. Registros bancarios, llamadas, reuniones. Incluso personas con las que ha cruzado palabras en eventos públicos han sido investigadas. Lo del evento con aquel investigador y con la señorita que conoció en la fiesta que fue con el señor Romalsko. La mirada del rubio vaciló está vez. Sus manos se detuvieron cuando introducía una bala al escuchar estos casos, solo basto unos segundos para continuar, cerró el tambor. Lo giró. Apretó el gatillo y... nada. El tambor giró de nuevo. —Incluyendo a la señorita Di Vincenzo y a su hermano en la mira, Giovanni. Nuevamente sonó un "click" pero ninguna gota de Sangre se derramó. Ryan alzó una ceja. Ladeó la cabeza hacia el traidor frente a él. El hombre ya no hablaba. Solo temblaba. Si que había tenido suerte. —¿Y la carta? —preguntó Ryan con desinterés, como si el arma no estuviera apuntando a una cabeza. —Fue enviada. Un hombre encubierto se aseguró de que llegara a manos de la señorita Di Vincenzo. Evitamos cualquier cruce con la vigilancia del ruso. La carta, aunque a vista simple un papel cualquiera era una advertencia para que Giovanni no metiera las narices donde no debía. Si lo hacía, no habría marcha atrás. Y también servía como coartada. Ryan no quería que lo arrastraran al infierno de una guerra que no le correspondía. Aún no. Tenía planes más urgentes: volver a Italia, tomar lo que era suyo, poner en orden la peste que su familia había dejado. No podía permitirse tener a los Di Vincenzo como enemigos antes siquiera de haber pisado tierras italianas. —Bien hecho. Pero asegúrate de que llegue. Si Kiev la intercepta... estamos jodidos, ese hombre me tomará como enemigo y las cosas terminarán por empeorar. — Apoyó el cañón del revólver en la frente del traidor. —También tenemos nuevos nombres —agregó Bruno, pasando al siguiente informe—. Siete contratados por los Di Conti. Cinco desconocidos. Uno de los nuestros. Y el último... un fantasma. Sin rostro. Sin huella. Se mueve mejor que los otros seis juntos. Ryan chasqueó la lengua. Giró el tambor por última vez. El traidor sollozaba, ahogándose en sus propias lágrimas. —Demasiado ruido por cosas que deberían haber quedado enterradas —musitó. Apuntó. No dudo y la sangre por fin salpicó. El sonido resonó en la sala como un final inevitable. Ryan se inclinó hacia atrás, apoyando el revólver en el escritorio.Su cabello estaba algo desordenado, sus ojos se cerraron, inspiró hondo. Habían sucedido tantas cosas que lo estaban impacientando, aquello que terminaba por volver una piedra molesta en su zapato. Que un gato le mordiera un pie era incluso más cómodo que esto. —Limpia esto. — Dijo reincorporándose. Estaba agotado, necesitaba un descanso de todo esto. 10 9 8 || El user está vivo, con vacaciones desde el lunes pero ayudando con unos asuntos importantes, un amigo se rompió el pie(?). En otras noticias, logré recuperar el Word hace poco en dónde tenía las respuestas de algunos roles que extrañaba por contestar, ya me estoy poniendo las pilas para aprovechar este tiempo, lamento realmente la demora. Un abrazo, con todo cariño, el user de Ryan.
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  • Hoy es un buen día para disfrutar de un helado luego de que se terminaran los trabajos pendientes.
    Hoy es un buen día para disfrutar de un helado luego de que se terminaran los trabajos pendientes.
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  • Tranquila, ya es jueves.
    Pronto la semana terminara y volveremos a relajarnos el fin.
    Las fases del mes apenas están comenzando.
    Tranquila, ya es jueves. Pronto la semana terminara y volveremos a relajarnos el fin. Las fases del mes apenas están comenzando. 😉
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  • 𝐕𝐞𝐫𝐢𝐝𝐢𝐚𝐧 𝐆𝐫𝐢𝐦𝐦 𝐇𝐚𝐫𝐤𝐧𝐞𝐬𝐬 Dicen que las pelinaranjas y pelirrojas son hijas del demonio, pero honestamente, a mi me gusta tu pelo.
    [Veri_Harkness] Dicen que las pelinaranjas y pelirrojas son hijas del demonio, pero honestamente, a mi me gusta tu pelo.
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  • Cho siempre fue un ser distinto, como una nota disonante en una melodía predecible. Con su personalidad enigmática, se había ganado una reputación callada entre sus compañeros. Todos la reconocían por su belleza etérea: piel blanca como la cera de una vela, maquillaje apenas insinuado como un suspiro, y un largo cabello negro que caía por su espalda como un río nocturno. Había algo en ella que parecía ajeno al mundo, como si caminara con un pie en otra realidad.

    Durante los recesos, en lugar de charlar o reír como los demás, se quedaba en su escritorio, barajando sus cartas del tarot con una concentración ritual. Parecía invocar respuestas a preguntas que nadie se atrevía a formular. Y, sin embargo, escondía un secreto que jamás leería en sus cartas.

    Estaba enamorada.

    No de un compañero. No de algún chico que pasara por el pasillo y le dirigiera una sonrisa casual. No. Su corazón, tan lleno de silencios, había sido tocado por una presencia que brillaba como el sol en medio del invierno: uno de sus profesores.

    Era joven, recién egresado, alto como un sueño que se escapa y con una sonrisa capaz de incendiar el aire a su paso. Cuando lo vio por primera vez, algo en ella se rompió —o quizás se encendió—. Un flechazo. Así, sin más.

    Desde entonces, cada día era una danza secreta para acercarse a él. Se volvió aún más aplicada en su clase, meticulosa, dedicada. Aprovechaba cualquier pretexto para acercarse a su escritorio durante los descansos. Aunque fueran solo dos minutos… dos fugaces minutos en los que él levantaba la vista y le sonreía. Eso bastaba para llenar sus tardes enteras.

    Y él, él parecía notarlo. No del todo. Pero tampoco era ciego.

    Halagaba su trabajo. A veces hacía un comentario que, en labios de otro, hubiera sido trivial, pero que en los suyos sonaba como una declaración celestial. Para Cho, esos elogios eran gotas de agua en un desierto familiar. En una casa donde sus palabras eran ignoradas, donde nadie parecía ver su brillo, esas pequeñas atenciones se sentían como amor verdadero.

    Y él, joven, con el ego aún moldeable y hambriento, percibía aquella devoción inocente que se escondía en las miradas largas y en los silencios cargados. Le seguía el juego, sí, con cautela. Pero no con indiferencia.

    Todo cambió una tarde gris.

    Cho, caminando por el pasillo rumbo al área de maestros, se detuvo un momento, atraída por el eco de voces masculinas. Era él. Reconoció su voz al instante, cálida, cercana. Estaba hablando con el profesor de educación física. Y entonces lo oyó, sin preámbulos, como si el universo se burlara de su pequeño secreto:

    "Sí, voy a pedirle matrimonio. Ya tengo el anillo. Hemos sido novios desde que teníamos 15 años. Creo que ya es hora."

    Cho no necesitó escuchar más.

    El mundo se deslizó bajo sus pies. Se dio la media vuelta, con la cara encendida no de ira, sino de vergüenza. El corazón palpitándole como un tambor roto. Había estado soñando despierta, bordando ilusiones con hilos de aire.

    Claro que nunca la tomaría en serio.
    Claro que jamás cruzaría esa distancia invisible entre ellos.
    Después de todo, ella era apenas una niña.

    Y él, un adulto con promesas reales en los bolsillos.
    Cho siempre fue un ser distinto, como una nota disonante en una melodía predecible. Con su personalidad enigmática, se había ganado una reputación callada entre sus compañeros. Todos la reconocían por su belleza etérea: piel blanca como la cera de una vela, maquillaje apenas insinuado como un suspiro, y un largo cabello negro que caía por su espalda como un río nocturno. Había algo en ella que parecía ajeno al mundo, como si caminara con un pie en otra realidad. Durante los recesos, en lugar de charlar o reír como los demás, se quedaba en su escritorio, barajando sus cartas del tarot con una concentración ritual. Parecía invocar respuestas a preguntas que nadie se atrevía a formular. Y, sin embargo, escondía un secreto que jamás leería en sus cartas. Estaba enamorada. No de un compañero. No de algún chico que pasara por el pasillo y le dirigiera una sonrisa casual. No. Su corazón, tan lleno de silencios, había sido tocado por una presencia que brillaba como el sol en medio del invierno: uno de sus profesores. Era joven, recién egresado, alto como un sueño que se escapa y con una sonrisa capaz de incendiar el aire a su paso. Cuando lo vio por primera vez, algo en ella se rompió —o quizás se encendió—. Un flechazo. Así, sin más. Desde entonces, cada día era una danza secreta para acercarse a él. Se volvió aún más aplicada en su clase, meticulosa, dedicada. Aprovechaba cualquier pretexto para acercarse a su escritorio durante los descansos. Aunque fueran solo dos minutos… dos fugaces minutos en los que él levantaba la vista y le sonreía. Eso bastaba para llenar sus tardes enteras. Y él, él parecía notarlo. No del todo. Pero tampoco era ciego. Halagaba su trabajo. A veces hacía un comentario que, en labios de otro, hubiera sido trivial, pero que en los suyos sonaba como una declaración celestial. Para Cho, esos elogios eran gotas de agua en un desierto familiar. En una casa donde sus palabras eran ignoradas, donde nadie parecía ver su brillo, esas pequeñas atenciones se sentían como amor verdadero. Y él, joven, con el ego aún moldeable y hambriento, percibía aquella devoción inocente que se escondía en las miradas largas y en los silencios cargados. Le seguía el juego, sí, con cautela. Pero no con indiferencia. Todo cambió una tarde gris. Cho, caminando por el pasillo rumbo al área de maestros, se detuvo un momento, atraída por el eco de voces masculinas. Era él. Reconoció su voz al instante, cálida, cercana. Estaba hablando con el profesor de educación física. Y entonces lo oyó, sin preámbulos, como si el universo se burlara de su pequeño secreto: "Sí, voy a pedirle matrimonio. Ya tengo el anillo. Hemos sido novios desde que teníamos 15 años. Creo que ya es hora." Cho no necesitó escuchar más. El mundo se deslizó bajo sus pies. Se dio la media vuelta, con la cara encendida no de ira, sino de vergüenza. El corazón palpitándole como un tambor roto. Había estado soñando despierta, bordando ilusiones con hilos de aire. Claro que nunca la tomaría en serio. Claro que jamás cruzaría esa distancia invisible entre ellos. Después de todo, ella era apenas una niña. Y él, un adulto con promesas reales en los bolsillos.
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