• Tranquila, ya es jueves.
    Pronto la semana terminara y volveremos a relajarnos el fin.
    Las fases del mes apenas están comenzando.
    Tranquila, ya es jueves. Pronto la semana terminara y volveremos a relajarnos el fin. Las fases del mes apenas están comenzando. 😉
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  • 𝐕𝐞𝐫𝐢𝐝𝐢𝐚𝐧 𝐆𝐫𝐢𝐦𝐦 𝐇𝐚𝐫𝐤𝐧𝐞𝐬𝐬 Dicen que las pelinaranjas y pelirrojas son hijas del demonio, pero honestamente, a mi me gusta tu pelo.
    [Veri_Harkness] Dicen que las pelinaranjas y pelirrojas son hijas del demonio, pero honestamente, a mi me gusta tu pelo.
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  • El atardecer teñía de ámbar las calles de South Town mientras Terry observaba desde una azotea, apoyado contra el borde con los brazos cruzados. Más abajo, en una cancha vacía, Rock entrenaba solo.
    Pies firmes, postura perfecta, técnica afilada.

    El muchacho ya no era un niño.

    *“Mira nomás…”*
    Terry exhaló con una sonrisa suave, sin esconder el orgullo.
    *“Cada día es más rápido. Más preciso. Más fuerte.”*

    Recordaba cuando Rock no podía lanzar un Rising Tackle sin caer de espaldas.
    Recordaba cómo le temblaban las manos la primera vez que soltó un Reppuken.

    Ahora… el aire cortaba cuando movía los brazos.

    *“Si sigue a este ritmo… pronto no voy a poder seguirle el paso.”*
    No lo decía con tristeza. Lo decía con respeto.

    Terry había enfrentado a campeones, criminales, monstruos y dioses. Pero criar a Rock había sido su pelea más importante. Enseñarle a no odiar su sangre, a escoger su camino, a ser un hombre antes que un guerrero.

    Y lo había hecho. Lo estaba haciendo.

    *“No lleva mi apellido, pero ese chico es mi legado.”*

    A veces se preguntaba si lo había guiado bien. Si le había dado las herramientas para ser algo más que "el hijo de Geese". Algo más que un luchador.

    Pero verlo moverse así —con decisión, con su propia esencia— le respondía cada duda.

    Terry se quitó la gorra, dejó que el viento le despeinara un poco el cabello, y murmuró:

    —Vas a llegar muy lejos, Rock… y si algún día me alcanzas y me superas, voy a ser el hombre más feliz de este mundo.

    Una pausa.

    —Solo prométeme una cosa... no pierdas el corazón en el camino.

    Y con eso, volvió a colocarse la gorra, mientras su sombra se alargaba bajo la luz del sol que moría.

    Aquel joven allá abajo…
    **no era solo el futuro.**
    Era el sueño de un lobo que decidió proteger a un cachorro herido… y que ahora lo veía volverse leyenda,
    Y lo demostraría.



    https://youtu.be/IyGXYVXVWjQ?si=QJpBkXpDelGIFswa
    El atardecer teñía de ámbar las calles de South Town mientras Terry observaba desde una azotea, apoyado contra el borde con los brazos cruzados. Más abajo, en una cancha vacía, Rock entrenaba solo. Pies firmes, postura perfecta, técnica afilada. El muchacho ya no era un niño. *“Mira nomás…”* Terry exhaló con una sonrisa suave, sin esconder el orgullo. *“Cada día es más rápido. Más preciso. Más fuerte.”* Recordaba cuando Rock no podía lanzar un Rising Tackle sin caer de espaldas. Recordaba cómo le temblaban las manos la primera vez que soltó un Reppuken. Ahora… el aire cortaba cuando movía los brazos. *“Si sigue a este ritmo… pronto no voy a poder seguirle el paso.”* No lo decía con tristeza. Lo decía con respeto. Terry había enfrentado a campeones, criminales, monstruos y dioses. Pero criar a Rock había sido su pelea más importante. Enseñarle a no odiar su sangre, a escoger su camino, a ser un hombre antes que un guerrero. Y lo había hecho. Lo estaba haciendo. *“No lleva mi apellido, pero ese chico es mi legado.”* A veces se preguntaba si lo había guiado bien. Si le había dado las herramientas para ser algo más que "el hijo de Geese". Algo más que un luchador. Pero verlo moverse así —con decisión, con su propia esencia— le respondía cada duda. Terry se quitó la gorra, dejó que el viento le despeinara un poco el cabello, y murmuró: —Vas a llegar muy lejos, Rock… y si algún día me alcanzas y me superas, voy a ser el hombre más feliz de este mundo. Una pausa. —Solo prométeme una cosa... no pierdas el corazón en el camino. Y con eso, volvió a colocarse la gorra, mientras su sombra se alargaba bajo la luz del sol que moría. Aquel joven allá abajo… **no era solo el futuro.** Era el sueño de un lobo que decidió proteger a un cachorro herido… y que ahora lo veía volverse leyenda, Y lo demostraría. https://youtu.be/IyGXYVXVWjQ?si=QJpBkXpDelGIFswa
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  • El viento de la tarde le revolvía el cabello bajo la gorra. Terry se sentó sobre el borde del techo, mirando la ciudad desde las alturas, con una lata de soda a medio terminar apoyada a su lado. El sol bajaba lento, tiñendo el concreto con tonos naranja y dorado.

    "Fuerza…"
    Pensó.

    "Pasé años creyendo que era lo único que necesitaba."

    Cuando era joven, fuerza significaba *puños*. Significaba entrenar hasta que los nudillos sangraran, hasta que el cuerpo dijera basta y el corazón respondiera con un *no todavía*. Pensaba que si era más fuerte, podría cambiarlo todo. Salvar a su padre. Derrotar a Geese. Proteger a Andy. Hacer que el mundo tuviera sentido.

    "Pero con el tiempo entendí… que la fuerza sola no es suficiente."

    Puedes tener músculos como acero, reflejos de rayo y técnicas que destruyan el suelo.
    Pero si no tienes algo que valga la pena defender… todo eso es solo violencia con otro nombre.

    "La verdadera fuerza…"
    …es quedarse cuando todos se van.
    Es hablar cuando es más fácil callar.
    Es aceptar que hay peleas que no se ganan con golpes.

    A veces, la fuerza es mirar a los ojos a alguien que confía en ti —como Rock— y no fallarle.
    A veces, es perdonarte por las veces que sí fallaste.

    Terry cerró los ojos y respiró hondo.

    "La fuerza no es algo que se tiene. Es algo que se decide usar… y cómo se usa, lo dice todo de ti."

    South Town rugía abajo, viva como siempre. Y él estaba ahí, firme, como una sombra con nombre propio.

    Porque **el Lobo Legendario** ya no peleaba por rabia, ni por gloria.
    Peleaba por legado.
    Por los que venían después.
    Y por no dejar que la oscuridad reinara sin alguien que aún supiera cómo encender una chispa.
    El viento de la tarde le revolvía el cabello bajo la gorra. Terry se sentó sobre el borde del techo, mirando la ciudad desde las alturas, con una lata de soda a medio terminar apoyada a su lado. El sol bajaba lento, tiñendo el concreto con tonos naranja y dorado. "Fuerza…" Pensó. "Pasé años creyendo que era lo único que necesitaba." Cuando era joven, fuerza significaba *puños*. Significaba entrenar hasta que los nudillos sangraran, hasta que el cuerpo dijera basta y el corazón respondiera con un *no todavía*. Pensaba que si era más fuerte, podría cambiarlo todo. Salvar a su padre. Derrotar a Geese. Proteger a Andy. Hacer que el mundo tuviera sentido. "Pero con el tiempo entendí… que la fuerza sola no es suficiente." Puedes tener músculos como acero, reflejos de rayo y técnicas que destruyan el suelo. Pero si no tienes algo que valga la pena defender… todo eso es solo violencia con otro nombre. "La verdadera fuerza…" …es quedarse cuando todos se van. Es hablar cuando es más fácil callar. Es aceptar que hay peleas que no se ganan con golpes. A veces, la fuerza es mirar a los ojos a alguien que confía en ti —como Rock— y no fallarle. A veces, es perdonarte por las veces que sí fallaste. Terry cerró los ojos y respiró hondo. "La fuerza no es algo que se tiene. Es algo que se decide usar… y cómo se usa, lo dice todo de ti." South Town rugía abajo, viva como siempre. Y él estaba ahí, firme, como una sombra con nombre propio. Porque **el Lobo Legendario** ya no peleaba por rabia, ni por gloria. Peleaba por legado. Por los que venían después. Y por no dejar que la oscuridad reinara sin alguien que aún supiera cómo encender una chispa.
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  • Cho siempre fue un ser distinto, como una nota disonante en una melodía predecible. Con su personalidad enigmática, se había ganado una reputación callada entre sus compañeros. Todos la reconocían por su belleza etérea: piel blanca como la cera de una vela, maquillaje apenas insinuado como un suspiro, y un largo cabello negro que caía por su espalda como un río nocturno. Había algo en ella que parecía ajeno al mundo, como si caminara con un pie en otra realidad.

    Durante los recesos, en lugar de charlar o reír como los demás, se quedaba en su escritorio, barajando sus cartas del tarot con una concentración ritual. Parecía invocar respuestas a preguntas que nadie se atrevía a formular. Y, sin embargo, escondía un secreto que jamás leería en sus cartas.

    Estaba enamorada.

    No de un compañero. No de algún chico que pasara por el pasillo y le dirigiera una sonrisa casual. No. Su corazón, tan lleno de silencios, había sido tocado por una presencia que brillaba como el sol en medio del invierno: uno de sus profesores.

    Era joven, recién egresado, alto como un sueño que se escapa y con una sonrisa capaz de incendiar el aire a su paso. Cuando lo vio por primera vez, algo en ella se rompió —o quizás se encendió—. Un flechazo. Así, sin más.

    Desde entonces, cada día era una danza secreta para acercarse a él. Se volvió aún más aplicada en su clase, meticulosa, dedicada. Aprovechaba cualquier pretexto para acercarse a su escritorio durante los descansos. Aunque fueran solo dos minutos… dos fugaces minutos en los que él levantaba la vista y le sonreía. Eso bastaba para llenar sus tardes enteras.

    Y él, él parecía notarlo. No del todo. Pero tampoco era ciego.

    Halagaba su trabajo. A veces hacía un comentario que, en labios de otro, hubiera sido trivial, pero que en los suyos sonaba como una declaración celestial. Para Cho, esos elogios eran gotas de agua en un desierto familiar. En una casa donde sus palabras eran ignoradas, donde nadie parecía ver su brillo, esas pequeñas atenciones se sentían como amor verdadero.

    Y él, joven, con el ego aún moldeable y hambriento, percibía aquella devoción inocente que se escondía en las miradas largas y en los silencios cargados. Le seguía el juego, sí, con cautela. Pero no con indiferencia.

    Todo cambió una tarde gris.

    Cho, caminando por el pasillo rumbo al área de maestros, se detuvo un momento, atraída por el eco de voces masculinas. Era él. Reconoció su voz al instante, cálida, cercana. Estaba hablando con el profesor de educación física. Y entonces lo oyó, sin preámbulos, como si el universo se burlara de su pequeño secreto:

    "Sí, voy a pedirle matrimonio. Ya tengo el anillo. Hemos sido novios desde que teníamos 15 años. Creo que ya es hora."

    Cho no necesitó escuchar más.

    El mundo se deslizó bajo sus pies. Se dio la media vuelta, con la cara encendida no de ira, sino de vergüenza. El corazón palpitándole como un tambor roto. Había estado soñando despierta, bordando ilusiones con hilos de aire.

    Claro que nunca la tomaría en serio.
    Claro que jamás cruzaría esa distancia invisible entre ellos.
    Después de todo, ella era apenas una niña.

    Y él, un adulto con promesas reales en los bolsillos.
    Cho siempre fue un ser distinto, como una nota disonante en una melodía predecible. Con su personalidad enigmática, se había ganado una reputación callada entre sus compañeros. Todos la reconocían por su belleza etérea: piel blanca como la cera de una vela, maquillaje apenas insinuado como un suspiro, y un largo cabello negro que caía por su espalda como un río nocturno. Había algo en ella que parecía ajeno al mundo, como si caminara con un pie en otra realidad. Durante los recesos, en lugar de charlar o reír como los demás, se quedaba en su escritorio, barajando sus cartas del tarot con una concentración ritual. Parecía invocar respuestas a preguntas que nadie se atrevía a formular. Y, sin embargo, escondía un secreto que jamás leería en sus cartas. Estaba enamorada. No de un compañero. No de algún chico que pasara por el pasillo y le dirigiera una sonrisa casual. No. Su corazón, tan lleno de silencios, había sido tocado por una presencia que brillaba como el sol en medio del invierno: uno de sus profesores. Era joven, recién egresado, alto como un sueño que se escapa y con una sonrisa capaz de incendiar el aire a su paso. Cuando lo vio por primera vez, algo en ella se rompió —o quizás se encendió—. Un flechazo. Así, sin más. Desde entonces, cada día era una danza secreta para acercarse a él. Se volvió aún más aplicada en su clase, meticulosa, dedicada. Aprovechaba cualquier pretexto para acercarse a su escritorio durante los descansos. Aunque fueran solo dos minutos… dos fugaces minutos en los que él levantaba la vista y le sonreía. Eso bastaba para llenar sus tardes enteras. Y él, él parecía notarlo. No del todo. Pero tampoco era ciego. Halagaba su trabajo. A veces hacía un comentario que, en labios de otro, hubiera sido trivial, pero que en los suyos sonaba como una declaración celestial. Para Cho, esos elogios eran gotas de agua en un desierto familiar. En una casa donde sus palabras eran ignoradas, donde nadie parecía ver su brillo, esas pequeñas atenciones se sentían como amor verdadero. Y él, joven, con el ego aún moldeable y hambriento, percibía aquella devoción inocente que se escondía en las miradas largas y en los silencios cargados. Le seguía el juego, sí, con cautela. Pero no con indiferencia. Todo cambió una tarde gris. Cho, caminando por el pasillo rumbo al área de maestros, se detuvo un momento, atraída por el eco de voces masculinas. Era él. Reconoció su voz al instante, cálida, cercana. Estaba hablando con el profesor de educación física. Y entonces lo oyó, sin preámbulos, como si el universo se burlara de su pequeño secreto: "Sí, voy a pedirle matrimonio. Ya tengo el anillo. Hemos sido novios desde que teníamos 15 años. Creo que ya es hora." Cho no necesitó escuchar más. El mundo se deslizó bajo sus pies. Se dio la media vuelta, con la cara encendida no de ira, sino de vergüenza. El corazón palpitándole como un tambor roto. Había estado soñando despierta, bordando ilusiones con hilos de aire. Claro que nunca la tomaría en serio. Claro que jamás cruzaría esa distancia invisible entre ellos. Después de todo, ella era apenas una niña. Y él, un adulto con promesas reales en los bolsillos.
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  • Cuando reviví por ese Genjutsu, no era consciente de mis movimientos.... por ello acepte qué me asesinaran... que acabarán conmigo
    Cuando reviví por ese Genjutsu, no era consciente de mis movimientos.... por ello acepte qué me asesinaran... que acabarán conmigo
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  • Cuando la nieve apaga la magia

    Akane apenas comenzaba a dominar su transformación de Ogresa Demonio. Con ella, ganaba fuerza y resistencia, pero su juventud le impedía sostenerla por mucho tiempo sin agotarse. Sin embargo, su emoción solía nublar su juicio. Cuando recibió la invitación de sus amigos para una reunión, no dudó en aceptar, aunque sus madres Sasha Ishtar y Yuna Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar le prohibieron salir debido a la fuerte nevada. Pero, como cualquier niña decidida, Akane no iba a dejar que un poco de frío arruinara sus planes. En cuanto encontró una oportunidad, escapó de casa, confiando en que su transformación híbrida la protegería del clima gélido.

    Al principio, todo parecía ir bien, con cada paso sobre la nieve, sentía que su cuerpo resistía el frío. Pero pronto, la fatiga comenzó a ganar terreno. Sus fuerzas flaquearon, su respiración se volvió pesada, y sin darse cuenta, perdió su transformación. Su cuerpo volvió a su forma infantil, frágil frente al invierno implacable. El frío la envolvió como una sombra helada, y antes de que pudiera reaccionar, sus piernas cedieron y cayó de rodillas en la nieve.

    Con el último aliento que le quedaba, Akane intentó llamar a sus madres, pero su voz apenas era un susurro que se desvanecía con el viento helado. Sus párpados se cerraron lentamente, la nieve cubriendo su pequeño cuerpo mientras el mundo comenzaba a desdibujarse a su alrededor.


    Cuando la nieve apaga la magia Akane apenas comenzaba a dominar su transformación de Ogresa Demonio. Con ella, ganaba fuerza y resistencia, pero su juventud le impedía sostenerla por mucho tiempo sin agotarse. Sin embargo, su emoción solía nublar su juicio. Cuando recibió la invitación de sus amigos para una reunión, no dudó en aceptar, aunque sus madres [SashaIshtar] y [Yuna_Ishtar] le prohibieron salir debido a la fuerte nevada. Pero, como cualquier niña decidida, Akane no iba a dejar que un poco de frío arruinara sus planes. En cuanto encontró una oportunidad, escapó de casa, confiando en que su transformación híbrida la protegería del clima gélido. Al principio, todo parecía ir bien, con cada paso sobre la nieve, sentía que su cuerpo resistía el frío. Pero pronto, la fatiga comenzó a ganar terreno. Sus fuerzas flaquearon, su respiración se volvió pesada, y sin darse cuenta, perdió su transformación. Su cuerpo volvió a su forma infantil, frágil frente al invierno implacable. El frío la envolvió como una sombra helada, y antes de que pudiera reaccionar, sus piernas cedieron y cayó de rodillas en la nieve. Con el último aliento que le quedaba, Akane intentó llamar a sus madres, pero su voz apenas era un susurro que se desvanecía con el viento helado. Sus párpados se cerraron lentamente, la nieve cubriendo su pequeño cuerpo mientras el mundo comenzaba a desdibujarse a su alrededor.
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  • Las aves orbitaton a su alrededor, como pequeñas sombras guardianas a quienes se les dio la labor de custodiar aquel momento. Las olas del mar rompian contra la playa, se fracturaron en una galaxia de cristales de agua al impactar contra las rocas. El atardecer se dejaba ver a través de las nubes grises, nubes que traían la promesa de la lluvia y por las cuales, los restos de los rayos de sol que se ocultaba en el horizonte se dejaron ver, como si iluminaran el camino a través de la tempestad. Los dedos de Aphro se movieron entre las cuerdas del violín y el arco que sostenía en la otra mano daba forma a las notas que buscaba materializar en el sonido. Una canalización en la cual ella se había convertido en su instrumento para manifestarse en el mundo por medio de su melodía: el amor divino de los dioses.

    https://youtu.be/2BS4NgC-RUc?si=hRdoYoyXJcliRj8l
    Las aves orbitaton a su alrededor, como pequeñas sombras guardianas a quienes se les dio la labor de custodiar aquel momento. Las olas del mar rompian contra la playa, se fracturaron en una galaxia de cristales de agua al impactar contra las rocas. El atardecer se dejaba ver a través de las nubes grises, nubes que traían la promesa de la lluvia y por las cuales, los restos de los rayos de sol que se ocultaba en el horizonte se dejaron ver, como si iluminaran el camino a través de la tempestad. Los dedos de Aphro se movieron entre las cuerdas del violín y el arco que sostenía en la otra mano daba forma a las notas que buscaba materializar en el sonido. Una canalización en la cual ella se había convertido en su instrumento para manifestarse en el mundo por medio de su melodía: el amor divino de los dioses. https://youtu.be/2BS4NgC-RUc?si=hRdoYoyXJcliRj8l
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  • ¿El fin del cuento?
    Fandom The Vampire Diaries | OC
    Categoría Drama
    ㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤ¿Eʟ ꜰɪɴ ᴅᴇʟ ᴄᴜᴇɴᴛᴏ?
    ㅤㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑
    ㅤㅤㅤㅤ˹ Jᴏʀᴅᴀɴ Bᴇʀɢᴍᴀɴ


    ㅤㅤㅤㅤA pesar de lo complicado que pudiera parecer el mundo de Vittoria, parecía que Jordan se había adaptado bastante fácilmente a él. Y, aunque algunos de los aspectos de la naturaleza de la italiana podían llegar a ser algo complicados (como el tema de la transición de humano a vampiro) o truculentos (como era la alimentación vampírica) la verdad era que Jordan retenía bastante bien la información y no necesitó que su, a todas luces, novia, le diera una segunda lección.

    Y con el paso de los dias volvieron a ser la pareja perfecta. Vittoria iba a recogerle al trabajo al terminar la jornada y, como una pareja normal y corriente iban al cine, a cenar o… pasaban la noche en casa de Vittoria o en la de Jordan. Y, a pesar de lo cohibido que se sentía el sheriff por presentarle su modesta caravana en comparación con la imponente casa alquilada de Vittoria, esta pareció encantada con aquel vehículo y lo bien que había aprovechado él aquel espacio. No era una de esas caravanas cochambrosas que salen en las series de televisión donde el protagonista tiene que pisar sobre capas de basura… la verdad era que era bastante comoda y bien aprovechada.

    Había pasado un mes desde aquella tarde en la que Jordan y Vittoria volvieran a darse una oportunidad. Un mes desde que se terminaran las mentiras. Y, aunque los dos estaban bastante atentos a noticias extrañas que pudieran tener la firma de un vampiro, parecía que Mattheus no había hecho acto de presencia. Y, si bien eso parecía alegrar al sheriff y lo mantenía en un estado bastante optimista, Vittoria era algo mas taciturna y pesimista. Pero cuando dejaba escapar alguno de esos funestos pensamientos, Jordan se ocupaba perfectamente de borrar de un plumazo aquellos pensamientos de su cabeza. Podía asegurar, sin miedo a equivocarse, que había sido el mejor mes de toda su vida.

    Aquel día Jordan había prometido llevarla a cenar a un lugar especial como conmemoración de su primer mes oficial como pareja consolidada (a pesar de que antes de la “revelación” habían pasado bastantes semanas juntos). Le había pedido dos cosas: la primera, que se pusiera guapa y dos, que dejase que fuera a recogerla. Bueno en realidad en su llamada de teléfono había dicho algo como:
    -Tú solo déjame recogerte y ponte guapa. Bueno, guapa eres siempre… Pero ya me entiendes, es una noche especial… No quiero decir que nunca sepas como vestir, solo que…

    Y ahí Vittoria le había interrumpido.

    -Jordan. Jordan. Cielo… Lo he entendido- dijo, acompañado de una risa ligera- Buscaré algo con lo que pueda sorprenderte…

    Así que ahora, a diez minutos de que Jordan llegara, Vittoria se encontraba delante del espejo de su vestidor terminando de colocarse los pendientes y revisando por última vez su vestido de color rojo burdeos. No era la primera vez que se vestía asi, la verdad era que estaba acostumbrada a hacer aquella clase de cosas, pero… lo cierto era que hacerlo para una cita con el hombre que queria era mucho más emocionante que hacerlo para captar adeptos para Mattheus.

    Terminó de tomarse la copa de vino blanco y se repasó el pintalabios antes de coger su bolso y descender las escaleras con cierto aire nervioso. No sabia a donde planeaba llevarla, y ahí radicaba lo bonito de aquella celebración. Pero era algo que no había organizado ella, asi que se sentía… No, no eran nervios… La verdad es que era una incertidumbre placentera. Sentía ligeras mariposas, por cliché que sonase, revoloteando en su estómago.

    Era del todo oficial. Estaba totalmente enamorada de ese hombre.


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D #StarterRol
    ㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤ¿Eʟ ꜰɪɴ ᴅᴇʟ ᴄᴜᴇɴᴛᴏ? ㅤㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑 ㅤㅤㅤㅤ˹ [JrdnBrgnn] ㅤ ㅤ ㅤㅤㅤㅤA pesar de lo complicado que pudiera parecer el mundo de Vittoria, parecía que Jordan se había adaptado bastante fácilmente a él. Y, aunque algunos de los aspectos de la naturaleza de la italiana podían llegar a ser algo complicados (como el tema de la transición de humano a vampiro) o truculentos (como era la alimentación vampírica) la verdad era que Jordan retenía bastante bien la información y no necesitó que su, a todas luces, novia, le diera una segunda lección. Y con el paso de los dias volvieron a ser la pareja perfecta. Vittoria iba a recogerle al trabajo al terminar la jornada y, como una pareja normal y corriente iban al cine, a cenar o… pasaban la noche en casa de Vittoria o en la de Jordan. Y, a pesar de lo cohibido que se sentía el sheriff por presentarle su modesta caravana en comparación con la imponente casa alquilada de Vittoria, esta pareció encantada con aquel vehículo y lo bien que había aprovechado él aquel espacio. No era una de esas caravanas cochambrosas que salen en las series de televisión donde el protagonista tiene que pisar sobre capas de basura… la verdad era que era bastante comoda y bien aprovechada. Había pasado un mes desde aquella tarde en la que Jordan y Vittoria volvieran a darse una oportunidad. Un mes desde que se terminaran las mentiras. Y, aunque los dos estaban bastante atentos a noticias extrañas que pudieran tener la firma de un vampiro, parecía que Mattheus no había hecho acto de presencia. Y, si bien eso parecía alegrar al sheriff y lo mantenía en un estado bastante optimista, Vittoria era algo mas taciturna y pesimista. Pero cuando dejaba escapar alguno de esos funestos pensamientos, Jordan se ocupaba perfectamente de borrar de un plumazo aquellos pensamientos de su cabeza. Podía asegurar, sin miedo a equivocarse, que había sido el mejor mes de toda su vida. Aquel día Jordan había prometido llevarla a cenar a un lugar especial como conmemoración de su primer mes oficial como pareja consolidada (a pesar de que antes de la “revelación” habían pasado bastantes semanas juntos). Le había pedido dos cosas: la primera, que se pusiera guapa y dos, que dejase que fuera a recogerla. Bueno en realidad en su llamada de teléfono había dicho algo como: -Tú solo déjame recogerte y ponte guapa. Bueno, guapa eres siempre… Pero ya me entiendes, es una noche especial… No quiero decir que nunca sepas como vestir, solo que… Y ahí Vittoria le había interrumpido. -Jordan. Jordan. Cielo… Lo he entendido- dijo, acompañado de una risa ligera- Buscaré algo con lo que pueda sorprenderte… Así que ahora, a diez minutos de que Jordan llegara, Vittoria se encontraba delante del espejo de su vestidor terminando de colocarse los pendientes y revisando por última vez su vestido de color rojo burdeos. No era la primera vez que se vestía asi, la verdad era que estaba acostumbrada a hacer aquella clase de cosas, pero… lo cierto era que hacerlo para una cita con el hombre que queria era mucho más emocionante que hacerlo para captar adeptos para Mattheus. Terminó de tomarse la copa de vino blanco y se repasó el pintalabios antes de coger su bolso y descender las escaleras con cierto aire nervioso. No sabia a donde planeaba llevarla, y ahí radicaba lo bonito de aquella celebración. Pero era algo que no había organizado ella, asi que se sentía… No, no eran nervios… La verdad es que era una incertidumbre placentera. Sentía ligeras mariposas, por cliché que sonase, revoloteando en su estómago. Era del todo oficial. Estaba totalmente enamorada de ese hombre. #Personajes3D #3D #Comunidad3D #StarterRol
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  • Hebe se encontraba en medio de un encuentro familiar siendo el puente. En vez te estar en el Olimpo como anfitriona. Mentiría si dijera que esto era aburrido, no, no, era mucho mas interesante. Aunque esperaba que todo lo que veía con intriga terminara en buenas condiciones. «Ahora se disipó el enojo que sentía por culpa de Zag» pensó mientras seguía mirando al albino, hermano de Hikaru... Y bueno hikaru con esos ojos bermello castaños era interesante de ver y al mismo tiempo no sabía que pensar.
    Hebe se encontraba en medio de un encuentro familiar siendo el puente. En vez te estar en el Olimpo como anfitriona. Mentiría si dijera que esto era aburrido, no, no, era mucho mas interesante. Aunque esperaba que todo lo que veía con intriga terminara en buenas condiciones. «Ahora se disipó el enojo que sentía por culpa de Zag» pensó mientras seguía mirando al albino, hermano de Hikaru... Y bueno hikaru con esos ojos bermello castaños era interesante de ver y al mismo tiempo no sabía que pensar.
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