[dexa_defender] La noche era espesa, densa como la tinta que se derrama en el agua. Irys se movía entre las sombras con la soltura de alguien que ha vivido en ellas demasiado tiempo. Su respiración era rápida pero sus pasos silenciosos. No era la Irys de este mundo, al menos no la original pero lo había sido por dos días, y en ese corto tiempo había aprendido lo suficiente para saber que algo no encajaba. El nombre D.E.X.A. había sido un cuchillo directo a su pecho. Apenas Hiro lo pronunció, su cuerpo entero se tensó, como si algo en su interior recordara antes que su mente. Fue difícil ocultar el temblor en sus manos, pero no tardó en sacarle más información. Proyecto D.E.X.A. Investigación militar. Inteligencia artificial. Producción en masa. Mismo patrón. Mismo fin. En su mundo, eso había sido el principio del fin. D.E.X.A. destruyó absolutamente todo. Todo lo que amaba y todo lo que conocia: a sus amigas, a su familia, a Fausto, como ella solia llamarlo. "Fausto" Cerró los ojos un instante al recordarlo. Podía oír su voz, suave y firme, diciéndole que no lo hiciera, que se quedara quieta, que sobreviviera. Pero Fausto no estaba. Solo quedaban los fragmentos de su voz, flotando en su mente como espejismos. No podía quedarse quieta. No otra vez. Ahora se encontraba frente a la fábrica. Nada había cambiado. La arquitectura brutalista, el acero frío, las torres de vigilancia.Todo era igual. Incluso el patrón de luces de seguridad parecía seguir el mismo maldito ciclo. Irys casi sintió náuseas de recordar las veces que estuvieron ahí juntos. Las veces que escaparon juntos y ahora no quedaba nada más de ellos o de él. Hoy como en su mundo llevaba una capucha larga y pesada, una que encontró en uno de los cajones del castillo donde se alojaba ahora. Era negra, con fibras opacas que absorbían la luz, perfecta para fundirse con la oscuridad. Le cubría el rostro hasta la nariz, dejando apenas entrever sus ojos que ahora eran solo azules pero que como antes continuaban encendidos de determinación. El tejido era áspero, hecho para soportar el clima y el combate, y se ceñía a su cuerpo sin restringir su movilidad. Avanzó entre los árboles hasta la cerca y luego se desvió por uno de los muros laterales que recordaba perfectamente. No habían cambiado las cámaras. Los sensores, sí, pero no el sistema de soporte de la torre de ventilación. Se impulsó, trepando por tubos metálicos oxidados y rendijas apenas visibles sin importar que se lastimara las manos o que cayera por alguna de ellas. Cada movimiento estaba medido, cada agarre calculado. En su mundo lo había hecho mil veces. Aquí solo debía hacerlo una vez más. Llegó a la terraza superior con un último impulso s. Se dejó caer de rodillas, apoyando una mano en el suelo. Desde ahí, la vista era clara: el núcleo del proyecto estaba justo bajo sus pies. Su misión había comenzado. Y esta vez no pensaba dejar que se repitiera la historia.

𝐋𝐈𝐁𝐄𝐑𝐀𝐓𝐈𝐎𝐍 𝐒𝐎𝐍𝐆 #Rol Privado; Ft. Hiroko Seis meses y 13 días, su captura fue inédita. Le fallo enormemente al imperio, la vergüenza carcome su psique. Debió, si. Sargeras tenía razón con su premonición y en cuanto desenfundó la espada se vio rodeado. Uno a uno su escuadrón cayó en las garras de los bárbaros conquistadores. El ruido metálico, los gritos de dolor, la sangre derramada se escapa de sus manos y meramente es su culpa. La vanidad y el orgullo fueron su condena, Elliot jamás hablo del imperio ni del hombre que los guiaba entre las sombras. Por más que su cuerpo fuera castigado, selló su boca. La sangre escurría por su mejilla, los grilletes oxidados se incrustan en la piel, dolor, jodidamente doloroso. Las voces que hablaban de su ineptitud eran el peor castigo, jamás volvería a casa y si lo hacía, no llegaría entero eso podía apostarlo. Antes de cumplir 7 meses de condena un rugido en el exterior lo despertó. Los alarmados bárbaros lanzaron un ataque pero, por el ruido de fondo sabe que lo que está ahí arriba no es un grupo de hombres armados que buscan salvarlo y tampoco quiere adivinarlo. Es su oportunidad, la única quizás, de sobreponerse a su destino. Los bramidos de las creaturas se avistaron, cuando un guardia sufrió una herida. El tajo lo parte en dos mitades, sangre y vísceras es un escenario poco agradable, el desgarre rompe los barrotes y da por sentado que es su último momento. — ¡NO!. ¡NO VOY A MORIR DE ESTA MANERA!.— Se levanta, había enfrentando tipo tipo de creaturas pero nunca una como esa. Es un esqueleto cuadrúpedo recubierto por una masa pantanosa, con un olor a putrefacción que revienta sus fosas nasales, ojos rojos y cinco pares de canidos manchados en sangre y carne picada. No le da tregua para prepararse y se lanza contra Elliot, sus fauces quedan atrapadas entre el hombro derecho y el ojo, que lo explota entre su quijada provocando un ruidoso grito de dolor en Elliot, quien ya débil, se desvanece. "Que idiota soy... Cómo llegué a pensar que mi hermano vendría a salvarme. Idiota. Idiota... Es mejor así, lo mejor..." Sus brazos dejaron de luchar y su cuerpo se entregó a la muerte. Pero ni siquiera Elliot conoce lo que su sangre contiene tras el tiempo convivido con Sargeras. En cuanto la creatura le come el ojo, gruñe y se aleja tanto como puede. Tiembla y se derrite por el ácido dejando un camino de puro hueso molido con moho y hierbas podridas. Se desploma de rodillas. Agotado, nervioso, la respiración acelerada y sin creer aún que las palabras de Sargeras eran ciertas "la protección del mago" funcionó. Al caer su cuerpo se deja ir contra el suelo, la sangre escurre por su rostro y no hay remedio, se intentó, lo intento. Estaba por desmayarse y ahí fue donde la conoció, una danza y un aroma fresco le hizo levantar la cabeza , su visión empeora y se desmaya con un " estás bien " de por medio.