Oh Grecia, cuna de mis suspiros,
tierra donde la espuma me dio nombre y forma,
escucha ahora el canto que mi alma derrama,
pues he viajado con Ares, mi tormenta y mi refugio.
Descendimos del Olimpo envueltos en auroras,
él, fuego de hierro; yo, llama de deseo.
Sus pasos resonaban en los valles de Esparta,
donde la guerra es plegaria y el valor, destino.
Yo seguía su sombra, ligera como el rocío,
y en sus ojos hallé el resplandor que enciende las almas.
Por las costas de Atenas danzamos bajo el sol,
mientras el mar nos regalaba su eterno reflejo.
Sus manos, curtidas por la batalla,
rozaban mi piel como si temieran quebrar la aurora.
Y entre ruinas y templos, comprendí el misterio:
hasta el dios más fiero se inclina ante el amor.
En las noches del Peloponeso, el viento narraba nuestra historia.
Ares hablaba de glorias y heridas,
yo respondía con besos y silencio.
Entre ambos, el mundo dormía,
y los dioses miraban, celosos de nuestra unión.
Mas toda pasión lleva en sí la promesa de su fin.
Pronto el amanecer nos llamó al deber,
y el trueno separó nuestros caminos.
Él volvió a su campo de acero,
yo regresé al mar que me vio nacer.
Sin embargo, en cada ola lo escucho,
en cada flor que se abre siento su aliento.
Porque cuando el amor es divino,
ni el tiempo ni los dioses pueden borrarlo.
Así escribo, con pétalos y lágrimas,
para que los hombres recuerden:
que incluso la guerra puede amar,
y que el amor, cuando es verdadero,
puede hacer temblar al Olimpo.
Con perfume de rosas y sangre de deseo.
— Frodi.
#rol
tierra donde la espuma me dio nombre y forma,
escucha ahora el canto que mi alma derrama,
pues he viajado con Ares, mi tormenta y mi refugio.
Descendimos del Olimpo envueltos en auroras,
él, fuego de hierro; yo, llama de deseo.
Sus pasos resonaban en los valles de Esparta,
donde la guerra es plegaria y el valor, destino.
Yo seguía su sombra, ligera como el rocío,
y en sus ojos hallé el resplandor que enciende las almas.
Por las costas de Atenas danzamos bajo el sol,
mientras el mar nos regalaba su eterno reflejo.
Sus manos, curtidas por la batalla,
rozaban mi piel como si temieran quebrar la aurora.
Y entre ruinas y templos, comprendí el misterio:
hasta el dios más fiero se inclina ante el amor.
En las noches del Peloponeso, el viento narraba nuestra historia.
Ares hablaba de glorias y heridas,
yo respondía con besos y silencio.
Entre ambos, el mundo dormía,
y los dioses miraban, celosos de nuestra unión.
Mas toda pasión lleva en sí la promesa de su fin.
Pronto el amanecer nos llamó al deber,
y el trueno separó nuestros caminos.
Él volvió a su campo de acero,
yo regresé al mar que me vio nacer.
Sin embargo, en cada ola lo escucho,
en cada flor que se abre siento su aliento.
Porque cuando el amor es divino,
ni el tiempo ni los dioses pueden borrarlo.
Así escribo, con pétalos y lágrimas,
para que los hombres recuerden:
que incluso la guerra puede amar,
y que el amor, cuando es verdadero,
puede hacer temblar al Olimpo.
Con perfume de rosas y sangre de deseo.
— Frodi.
#rol
Oh Grecia, cuna de mis suspiros,
tierra donde la espuma me dio nombre y forma,
escucha ahora el canto que mi alma derrama,
pues he viajado con Ares, mi tormenta y mi refugio.
Descendimos del Olimpo envueltos en auroras,
él, fuego de hierro; yo, llama de deseo.
Sus pasos resonaban en los valles de Esparta,
donde la guerra es plegaria y el valor, destino.
Yo seguía su sombra, ligera como el rocío,
y en sus ojos hallé el resplandor que enciende las almas.
Por las costas de Atenas danzamos bajo el sol,
mientras el mar nos regalaba su eterno reflejo.
Sus manos, curtidas por la batalla,
rozaban mi piel como si temieran quebrar la aurora.
Y entre ruinas y templos, comprendí el misterio:
hasta el dios más fiero se inclina ante el amor.
En las noches del Peloponeso, el viento narraba nuestra historia.
Ares hablaba de glorias y heridas,
yo respondía con besos y silencio.
Entre ambos, el mundo dormía,
y los dioses miraban, celosos de nuestra unión.
Mas toda pasión lleva en sí la promesa de su fin.
Pronto el amanecer nos llamó al deber,
y el trueno separó nuestros caminos.
Él volvió a su campo de acero,
yo regresé al mar que me vio nacer.
Sin embargo, en cada ola lo escucho,
en cada flor que se abre siento su aliento.
Porque cuando el amor es divino,
ni el tiempo ni los dioses pueden borrarlo.
Así escribo, con pétalos y lágrimas,
para que los hombres recuerden:
que incluso la guerra puede amar,
y que el amor, cuando es verdadero,
puede hacer temblar al Olimpo.
Con perfume de rosas y sangre de deseo.
— Frodi.
#rol