"Nadie volverá a ponerte la mano encima"
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“ššš šš šš¢ššššš”
Esas eran las últimas palabras que había escuchado una y otra vez mientras sus hermanos juramentados, Alliser Thorne y Olly lo apuñalaban una y otra vez. Esas eran las palabras que su cerebro repitió como un eco hasta que su conciencia se extinguió con la misma velocidad que la sangre se extendía sobre la nieve pálida de aquella noche de verano casi a punto de concluir.
“ššš šš šš¢ššššš”
Asesinado por sus propios hermanos tan solo por velar y tratar de salvar todas las vidas humanas posibles. ¿Acaso valía más la pena la vida de un hombre del sur del muro que la de un niño del otro lado de este? No. Para Jon Nieve no. Una vida era una vida. Y con las cosas que el bastardo de Invernalia había visto los últimos años lo cierto era que iban a necesitar todos los hombres posibles. La muerte marcharía sobre el muro más tarde o más temprano y solo existía una cosa: carne viva y carne muerta. Cuantos más miembros del pueblo libre salvase, más probabilidades tendría Poniente de salvarse.
“ššš šš šš¢ššššš”
No había esperado sobrevivir a aquella lluvia de puñaladas y, sin embargo, sus pulmones volvieron a acoger aire, sus ojos volvieron a abrirse. Desorientado, Jon Nieve había tenido que hacerse a la idea de que había sido asesinado por sus propios hermanos, que lo habían traicionado, que habían cometido un acto tan deplorable como era el de matar a su Lord Comandante…
“ššš šš šš¢ššššš”
Sí. Por la guardia.. Ahora era su deber poner fin a esa rebelión, sofocarla y dar ejemplo de lo que sucedía en el Castillo Negro si se osaba levantar un arma contra otro hermano… No era de buen gusto.
Mientras avanzaba entre lo escasos hermanos de la Guardia de la noche que quedaban, mientras caminaba hacia el cadalso donde Alliser Thorne, Olly y otros dos hermanos juramentados aguardaban, Jon no dejaba de pensar en aquella tarde estival cuando su padre, Ned Stark, había impartido la justicia del rey contra otro hermano de la guardia de la noche. No dejaba de pensar en el modo en que Hielo, el espadón, había cercenado la cabeza de ese joven. Nunca era de buen grado matar a un hombre a sangre fría, claro. Pero… ¿Acaso sus hermanos habían mostrado más misericordia con él? No, claro que no.
A pesar de la frialdad de Thorne, a pesar de la mirada de odio de Olly aquello no se hacia mucho más facil. Cortar la cuerda que mantenía con vida a esos cuatro hombres fue, probablemente, una de las decisiones más difíciles que habría tenido que tomar Jon Nieve y tambien la última que tomaría como Lord Comandante.
Después de aquello le cedió su capa de Lord Comandante a Ed El Penas. Había muerto por la Guardia de la noche. Su guardia había terminado. Ahora tenia un destino mucho más oscuro e incierto delante de si… Pero, desde luego no estaría ligado a la guardia de la Noche.
Estaba preparado para partir. Al Sur, lo más probable… Era la única opción. A pesar de la insistencia de Ed, a pesar de lo que los dos sabían que habían visto en Casa Austera tambien sabían los dos que Jon no podía quedarse. No podía quedarse en el Norte, no después de abandonar la Guardia, no podía volver a casa porque ya no quedaba casa a la que volver… No sabia qué otra cosa hacer. Y entonces un cuerno sonó… Como si hubiese estado buscando una respuesta de forma silenciosa.
“Un toque para un explorador que vuelve.”
Solo que no esperaban explorador alguno.
Jon salió rápidamente de sus dependencias y, cuando se asomó a la barandilla para observar al recién llegado casi creyó estar viendo un fantasma o un espejismo. Habían pasado los años, se la veia cansada del viaje, sucia, pero… ni la nieve ni el polvo habían hecho mella en aquel rostro que conocía desde que era un niño. Reconocería ese cabello rojizo entre un millar de cabezas.
Y aun asi seguía pareciendo totalmente irreal…
No podía apartar la mirada de ella mientras bajaba las escaleras. Porque a cada paso que daba más temía verla desaparecer en el aire. Nunca habían sido grandes amigos, lo cierto era que no se soportaban y no la había visto desde que la vio subir a un carruaje camino de Desembarco del Rey. Y allí estaba tantos años después…
Sus pasos se aceleraron a medida que acortaba el camino y para comprobar que era real acudió a estrecharla entre sus brazos, quizás con la misma fuerza con que Sansa Stark, su hermana, lo abrazaba de vuelta.
La emotividad del rencuentro fraternal no duró demasiado, pues si algo había estado claro desde el día en que nació era que Sansa podía parecer tan Tully como su madre, pero era más terca que todos los Stark vivos o muertos. La joven loba tenia solo una idea en mente: recuperar Invernalia. Algo que resultaba… imposible siquiera de pensar…
Mientras la veia marchar a las habitaciones que habían conseguido destinarle, Jon pensaba en que si Sansa queria recuperar Invernalia, ella sola seria capaz de conseguirlo. Pero… no le vendría mal una espada o dos. Y él… Pobre de él, la seguiría a donde fuera. Por el miedo a la venganza fantasma de su padre y porque no pensaba volver a dejarla sola nunca más…
Aquella mañana había decidido no volver a pasar una sola noche más en aquel castillo y ahora, sin embargo… seguía tumbado en la cama del Lord Comandante. Su cuerpo se retorcía sumido en una serie de pesadillas que no era capaz de controlar. Sangre, muertos, caminantes blancos, los gritos… La mirada dolida de Ygritte cuando descubrió que nunca había dejado a los Cuervos… Todas esas imágenes pasando a toda velocidad ante sus ojos hasta que Jon despertó agitado empapado en un inusual sudor a pesar de la temperatura invernal del exterior. Se levantó del camastro y acudió a la pequeña tinaja de agua la cual vertió en la pila que le hacia de lavabo. Se mojó la cara un par de veces y se miró en el espejo siendo apenas capaz de ver su propio reflejo a causa de la tenue luz de las velas.
Necesitaba despejarse y en esa habitación no encontraría nada más que pesadillas y quebraderos de cabeza, así que se colocó su jubón de cuero negro y salió al estrecho pasillo de madera y piedra con intención de encontrar la puerta al exterior, pero… algo llamó su atención desde las dependencias cercanas a su propia habitación. Un sollozo casi ahogado. Y supo enseguida de quien se trataba.
Como si su brújula interna de pronto hubiera encontrado otro norte, los pies de Jon se internaron en el pasillo hasta dar con la puerta entreabierta de la habitación que le habían cedido a Sansa Stark.
-Sansa… -susurró Jon entrando en las dependencias de su hermana y acudiendo en tres zancadas hasta su camastro donde se acuclilló casi rendido al ver sus orbes azules brillantes a causa de aquellas mudas lágrimas. Tomó rápidamente la mano de su hermana tratando de calentarla entre las propias- Estoy aquí… Estás a salvo… No dejaré que nadie más te ponga un dedo encima. Mataré a quien ose volver a hacerte daño…- aseguró el bastardo antes de llevarse la mano de su hermana a los labios y dejando un beso en el dorso de estos- Te lo prometo…
#Personajes3D #3D #Comunidad3D #Jonsa #GameOfThrones
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Esas eran las últimas palabras que había escuchado una y otra vez mientras sus hermanos juramentados, Alliser Thorne y Olly lo apuñalaban una y otra vez. Esas eran las palabras que su cerebro repitió como un eco hasta que su conciencia se extinguió con la misma velocidad que la sangre se extendía sobre la nieve pálida de aquella noche de verano casi a punto de concluir.
“ššš šš šš¢ššššš”
Asesinado por sus propios hermanos tan solo por velar y tratar de salvar todas las vidas humanas posibles. ¿Acaso valía más la pena la vida de un hombre del sur del muro que la de un niño del otro lado de este? No. Para Jon Nieve no. Una vida era una vida. Y con las cosas que el bastardo de Invernalia había visto los últimos años lo cierto era que iban a necesitar todos los hombres posibles. La muerte marcharía sobre el muro más tarde o más temprano y solo existía una cosa: carne viva y carne muerta. Cuantos más miembros del pueblo libre salvase, más probabilidades tendría Poniente de salvarse.
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No había esperado sobrevivir a aquella lluvia de puñaladas y, sin embargo, sus pulmones volvieron a acoger aire, sus ojos volvieron a abrirse. Desorientado, Jon Nieve había tenido que hacerse a la idea de que había sido asesinado por sus propios hermanos, que lo habían traicionado, que habían cometido un acto tan deplorable como era el de matar a su Lord Comandante…
“ššš šš šš¢ššššš”
Sí. Por la guardia.. Ahora era su deber poner fin a esa rebelión, sofocarla y dar ejemplo de lo que sucedía en el Castillo Negro si se osaba levantar un arma contra otro hermano… No era de buen gusto.
Mientras avanzaba entre lo escasos hermanos de la Guardia de la noche que quedaban, mientras caminaba hacia el cadalso donde Alliser Thorne, Olly y otros dos hermanos juramentados aguardaban, Jon no dejaba de pensar en aquella tarde estival cuando su padre, Ned Stark, había impartido la justicia del rey contra otro hermano de la guardia de la noche. No dejaba de pensar en el modo en que Hielo, el espadón, había cercenado la cabeza de ese joven. Nunca era de buen grado matar a un hombre a sangre fría, claro. Pero… ¿Acaso sus hermanos habían mostrado más misericordia con él? No, claro que no.
A pesar de la frialdad de Thorne, a pesar de la mirada de odio de Olly aquello no se hacia mucho más facil. Cortar la cuerda que mantenía con vida a esos cuatro hombres fue, probablemente, una de las decisiones más difíciles que habría tenido que tomar Jon Nieve y tambien la última que tomaría como Lord Comandante.
Después de aquello le cedió su capa de Lord Comandante a Ed El Penas. Había muerto por la Guardia de la noche. Su guardia había terminado. Ahora tenia un destino mucho más oscuro e incierto delante de si… Pero, desde luego no estaría ligado a la guardia de la Noche.
Estaba preparado para partir. Al Sur, lo más probable… Era la única opción. A pesar de la insistencia de Ed, a pesar de lo que los dos sabían que habían visto en Casa Austera tambien sabían los dos que Jon no podía quedarse. No podía quedarse en el Norte, no después de abandonar la Guardia, no podía volver a casa porque ya no quedaba casa a la que volver… No sabia qué otra cosa hacer. Y entonces un cuerno sonó… Como si hubiese estado buscando una respuesta de forma silenciosa.
“Un toque para un explorador que vuelve.”
Solo que no esperaban explorador alguno.
Jon salió rápidamente de sus dependencias y, cuando se asomó a la barandilla para observar al recién llegado casi creyó estar viendo un fantasma o un espejismo. Habían pasado los años, se la veia cansada del viaje, sucia, pero… ni la nieve ni el polvo habían hecho mella en aquel rostro que conocía desde que era un niño. Reconocería ese cabello rojizo entre un millar de cabezas.
Y aun asi seguía pareciendo totalmente irreal…
No podía apartar la mirada de ella mientras bajaba las escaleras. Porque a cada paso que daba más temía verla desaparecer en el aire. Nunca habían sido grandes amigos, lo cierto era que no se soportaban y no la había visto desde que la vio subir a un carruaje camino de Desembarco del Rey. Y allí estaba tantos años después…
Sus pasos se aceleraron a medida que acortaba el camino y para comprobar que era real acudió a estrecharla entre sus brazos, quizás con la misma fuerza con que Sansa Stark, su hermana, lo abrazaba de vuelta.
La emotividad del rencuentro fraternal no duró demasiado, pues si algo había estado claro desde el día en que nació era que Sansa podía parecer tan Tully como su madre, pero era más terca que todos los Stark vivos o muertos. La joven loba tenia solo una idea en mente: recuperar Invernalia. Algo que resultaba… imposible siquiera de pensar…
Mientras la veia marchar a las habitaciones que habían conseguido destinarle, Jon pensaba en que si Sansa queria recuperar Invernalia, ella sola seria capaz de conseguirlo. Pero… no le vendría mal una espada o dos. Y él… Pobre de él, la seguiría a donde fuera. Por el miedo a la venganza fantasma de su padre y porque no pensaba volver a dejarla sola nunca más…
Aquella mañana había decidido no volver a pasar una sola noche más en aquel castillo y ahora, sin embargo… seguía tumbado en la cama del Lord Comandante. Su cuerpo se retorcía sumido en una serie de pesadillas que no era capaz de controlar. Sangre, muertos, caminantes blancos, los gritos… La mirada dolida de Ygritte cuando descubrió que nunca había dejado a los Cuervos… Todas esas imágenes pasando a toda velocidad ante sus ojos hasta que Jon despertó agitado empapado en un inusual sudor a pesar de la temperatura invernal del exterior. Se levantó del camastro y acudió a la pequeña tinaja de agua la cual vertió en la pila que le hacia de lavabo. Se mojó la cara un par de veces y se miró en el espejo siendo apenas capaz de ver su propio reflejo a causa de la tenue luz de las velas.
Necesitaba despejarse y en esa habitación no encontraría nada más que pesadillas y quebraderos de cabeza, así que se colocó su jubón de cuero negro y salió al estrecho pasillo de madera y piedra con intención de encontrar la puerta al exterior, pero… algo llamó su atención desde las dependencias cercanas a su propia habitación. Un sollozo casi ahogado. Y supo enseguida de quien se trataba.
Como si su brújula interna de pronto hubiera encontrado otro norte, los pies de Jon se internaron en el pasillo hasta dar con la puerta entreabierta de la habitación que le habían cedido a Sansa Stark.
-Sansa… -susurró Jon entrando en las dependencias de su hermana y acudiendo en tres zancadas hasta su camastro donde se acuclilló casi rendido al ver sus orbes azules brillantes a causa de aquellas mudas lágrimas. Tomó rápidamente la mano de su hermana tratando de calentarla entre las propias- Estoy aquí… Estás a salvo… No dejaré que nadie más te ponga un dedo encima. Mataré a quien ose volver a hacerte daño…- aseguró el bastardo antes de llevarse la mano de su hermana a los labios y dejando un beso en el dorso de estos- Te lo prometo…
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Asesinado por sus propios hermanos tan solo por velar y tratar de salvar todas las vidas humanas posibles. ¿Acaso valía más la pena la vida de un hombre del sur del muro que la de un niño del otro lado de este? No. Para Jon Nieve no. Una vida era una vida. Y con las cosas que el bastardo de Invernalia había visto los últimos años lo cierto era que iban a necesitar todos los hombres posibles. La muerte marcharía sobre el muro más tarde o más temprano y solo existía una cosa: carne viva y carne muerta. Cuantos más miembros del pueblo libre salvase, más probabilidades tendría Poniente de salvarse.
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No había esperado sobrevivir a aquella lluvia de puñaladas y, sin embargo, sus pulmones volvieron a acoger aire, sus ojos volvieron a abrirse. Desorientado, Jon Nieve había tenido que hacerse a la idea de que había sido asesinado por sus propios hermanos, que lo habían traicionado, que habían cometido un acto tan deplorable como era el de matar a su Lord Comandante…
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Sí. Por la guardia.. Ahora era su deber poner fin a esa rebelión, sofocarla y dar ejemplo de lo que sucedía en el Castillo Negro si se osaba levantar un arma contra otro hermano… No era de buen gusto.
Mientras avanzaba entre lo escasos hermanos de la Guardia de la noche que quedaban, mientras caminaba hacia el cadalso donde Alliser Thorne, Olly y otros dos hermanos juramentados aguardaban, Jon no dejaba de pensar en aquella tarde estival cuando su padre, Ned Stark, había impartido la justicia del rey contra otro hermano de la guardia de la noche. No dejaba de pensar en el modo en que Hielo, el espadón, había cercenado la cabeza de ese joven. Nunca era de buen grado matar a un hombre a sangre fría, claro. Pero… ¿Acaso sus hermanos habían mostrado más misericordia con él? No, claro que no.
A pesar de la frialdad de Thorne, a pesar de la mirada de odio de Olly aquello no se hacia mucho más facil. Cortar la cuerda que mantenía con vida a esos cuatro hombres fue, probablemente, una de las decisiones más difíciles que habría tenido que tomar Jon Nieve y tambien la última que tomaría como Lord Comandante.
Después de aquello le cedió su capa de Lord Comandante a Ed El Penas. Había muerto por la Guardia de la noche. Su guardia había terminado. Ahora tenia un destino mucho más oscuro e incierto delante de si… Pero, desde luego no estaría ligado a la guardia de la Noche.
Estaba preparado para partir. Al Sur, lo más probable… Era la única opción. A pesar de la insistencia de Ed, a pesar de lo que los dos sabían que habían visto en Casa Austera tambien sabían los dos que Jon no podía quedarse. No podía quedarse en el Norte, no después de abandonar la Guardia, no podía volver a casa porque ya no quedaba casa a la que volver… No sabia qué otra cosa hacer. Y entonces un cuerno sonó… Como si hubiese estado buscando una respuesta de forma silenciosa.
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Jon salió rápidamente de sus dependencias y, cuando se asomó a la barandilla para observar al recién llegado casi creyó estar viendo un fantasma o un espejismo. Habían pasado los años, se la veia cansada del viaje, sucia, pero… ni la nieve ni el polvo habían hecho mella en aquel rostro que conocía desde que era un niño. Reconocería ese cabello rojizo entre un millar de cabezas.
Y aun asi seguía pareciendo totalmente irreal…
No podía apartar la mirada de ella mientras bajaba las escaleras. Porque a cada paso que daba más temía verla desaparecer en el aire. Nunca habían sido grandes amigos, lo cierto era que no se soportaban y no la había visto desde que la vio subir a un carruaje camino de Desembarco del Rey. Y allí estaba tantos años después…
Sus pasos se aceleraron a medida que acortaba el camino y para comprobar que era real acudió a estrecharla entre sus brazos, quizás con la misma fuerza con que Sansa Stark, su hermana, lo abrazaba de vuelta.
La emotividad del rencuentro fraternal no duró demasiado, pues si algo había estado claro desde el día en que nació era que Sansa podía parecer tan Tully como su madre, pero era más terca que todos los Stark vivos o muertos. La joven loba tenia solo una idea en mente: recuperar Invernalia. Algo que resultaba… imposible siquiera de pensar…
Mientras la veia marchar a las habitaciones que habían conseguido destinarle, Jon pensaba en que si Sansa queria recuperar Invernalia, ella sola seria capaz de conseguirlo. Pero… no le vendría mal una espada o dos. Y él… Pobre de él, la seguiría a donde fuera. Por el miedo a la venganza fantasma de su padre y porque no pensaba volver a dejarla sola nunca más…
Aquella mañana había decidido no volver a pasar una sola noche más en aquel castillo y ahora, sin embargo… seguía tumbado en la cama del Lord Comandante. Su cuerpo se retorcía sumido en una serie de pesadillas que no era capaz de controlar. Sangre, muertos, caminantes blancos, los gritos… La mirada dolida de Ygritte cuando descubrió que nunca había dejado a los Cuervos… Todas esas imágenes pasando a toda velocidad ante sus ojos hasta que Jon despertó agitado empapado en un inusual sudor a pesar de la temperatura invernal del exterior. Se levantó del camastro y acudió a la pequeña tinaja de agua la cual vertió en la pila que le hacia de lavabo. Se mojó la cara un par de veces y se miró en el espejo siendo apenas capaz de ver su propio reflejo a causa de la tenue luz de las velas.
Necesitaba despejarse y en esa habitación no encontraría nada más que pesadillas y quebraderos de cabeza, así que se colocó su jubón de cuero negro y salió al estrecho pasillo de madera y piedra con intención de encontrar la puerta al exterior, pero… algo llamó su atención desde las dependencias cercanas a su propia habitación. Un sollozo casi ahogado. Y supo enseguida de quien se trataba.
Como si su brújula interna de pronto hubiera encontrado otro norte, los pies de Jon se internaron en el pasillo hasta dar con la puerta entreabierta de la habitación que le habían cedido a Sansa Stark.
-Sansa… -susurró Jon entrando en las dependencias de su hermana y acudiendo en tres zancadas hasta su camastro donde se acuclilló casi rendido al ver sus orbes azules brillantes a causa de aquellas mudas lágrimas. Tomó rápidamente la mano de su hermana tratando de calentarla entre las propias- Estoy aquí… Estás a salvo… No dejaré que nadie más te ponga un dedo encima. Mataré a quien ose volver a hacerte daño…- aseguró el bastardo antes de llevarse la mano de su hermana a los labios y dejando un beso en el dorso de estos- Te lo prometo…
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