• Hombres.

    Criaturas de ambición desmedida, de orgullo forjado en el filo de la espada y corazones endurecidos por la guerra. Los había visto en todas sus formas: héroes, traidores, protectores y verdugos. Pero, en el ocaso teñido de rojo, cuando la sangre manchaba la piel de los vencidos y la mirada de los vencedores brillaba con fría determinación, comprendía la verdad: el poder siempre les pertenecía.

    Detestaba esa injusticia. Detestaba cómo el mundo concedía a los hombres la última palabra, cómo podían arrebatar, decidir, condenar sin que nadie les cuestionara. Pero, sobre todo, detestaba cómo la historia repetía sus ciclos, donde siempre había un hombre erguido sobre las ruinas de alguien más, mientras el sol teñía de oro la tragedia.
    Hombres. Criaturas de ambición desmedida, de orgullo forjado en el filo de la espada y corazones endurecidos por la guerra. Los había visto en todas sus formas: héroes, traidores, protectores y verdugos. Pero, en el ocaso teñido de rojo, cuando la sangre manchaba la piel de los vencidos y la mirada de los vencedores brillaba con fría determinación, comprendía la verdad: el poder siempre les pertenecía. Detestaba esa injusticia. Detestaba cómo el mundo concedía a los hombres la última palabra, cómo podían arrebatar, decidir, condenar sin que nadie les cuestionara. Pero, sobre todo, detestaba cómo la historia repetía sus ciclos, donde siempre había un hombre erguido sobre las ruinas de alguien más, mientras el sol teñía de oro la tragedia.
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  • ✖Venía siendo una tarde pesada, la variedad de compromisos y tareas que por perezosa había procrastinando le dejaron exhausta, a esas alturas, solo podía pensar en lanzarse al mullido sofá de su sala y así recobrar las energías necesarias para una nueva noche de trabajo duro y excesos. Sin embargo al cruzar la puerta de su departamento se encontró con una grata sorpresa en su móvil, las cuatro palabras más dulces en el mundo mortal:
    ❝ Tienes la noche libre ❞.

    Un par de saltos de felicidad fueron suficientes para que dejara de lado todo lo que hacía y decidiera aprovechar lo que prometía ser una noche de descanso y relajación, al menos, hasta que apareciera una mejor propuesta.
    Se dirigió con gracia a la cocina, abrio su refrigerador y con entusiasmo tomó una de las cervezas frías que había guardado para momentos como ese. ── Hoy me lo merezco~... ── murmuró para sí misma, antes de hacer una pausa y añadir: ── ¡Que sean dos! ── exclamó, convencida de que eso podría no acabar bien.
    ✖Venía siendo una tarde pesada, la variedad de compromisos y tareas que por perezosa había procrastinando le dejaron exhausta, a esas alturas, solo podía pensar en lanzarse al mullido sofá de su sala y así recobrar las energías necesarias para una nueva noche de trabajo duro y excesos. Sin embargo al cruzar la puerta de su departamento se encontró con una grata sorpresa en su móvil, las cuatro palabras más dulces en el mundo mortal: ❝ Tienes la noche libre ❞. Un par de saltos de felicidad fueron suficientes para que dejara de lado todo lo que hacía y decidiera aprovechar lo que prometía ser una noche de descanso y relajación, al menos, hasta que apareciera una mejor propuesta. Se dirigió con gracia a la cocina, abrio su refrigerador y con entusiasmo tomó una de las cervezas frías que había guardado para momentos como ese. ── Hoy me lo merezco~... ── murmuró para sí misma, antes de hacer una pausa y añadir: ── ¡Que sean dos! ── exclamó, convencida de que eso podría no acabar bien.
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  • #MonoRol
    𝙋𝘼𝙍𝘼𝙉𝙊𝙓 𝙇𝙊𝙎𝙏 𝙁𝙄𝙇𝙀𝙎

    ...

    𝑆𝑒𝑐𝑢𝑒𝑙𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑢𝑛 𝑜𝑟𝑓𝑎𝑛𝑎𝑡𝑜 1


    ---

    La lluvia melancólicamente se deslizaba sobre el cristal en cada gota como lágrimas silenciosas del cielo.

    El pequeño albino observaba desde las ventanas del orfanato, la vastedad de la ciudad que se extendía más allá de las frías y solitarias paredes que lo aprisionaban.

    Sus manos, pequeñas y frágiles, descansaban sobre el frío vidrio de la ventana mientras su corazón latía con un deseo ardiente de descubrir lo que había más allá. .

    == [ ¿Estás listo? ] Una voz rompió súbitamente su mirar

    ❝ S-si... padre...❞ Su voz, apenas temblorosa

    Se despegó del vidrio frío, dejando una marca efímera en el cristal empañado. Con un último vistazo hacia el mundo exterior, sus ojos reflejaron el anheló de salir y la tristeza de su encierro.

    == [ Serás la perfección en persona... ] Aquél decía entre voces de malicia y ambición

    El pequeño albino yacía ahora, sobre una cama...

    Su frágil cuerpo invadido por una maraña de cables y tubos que parecían devorar su juventud. Los líquidos intravenosos fluían lentamente, mientras las máquinas emitían un zumbido constante.

    ❝ ¿Porque no puedo ser como los demás padre? ❞ Intento Preguntar

    Ignorado fue...

    ==[ Estamos listos para comenzar el procedimiento ]

    Las inyecciones, llenas de un líquido iridiscente, se preparaban para ser administradas, un líquido verdoso que decía:

    Alfa Onix Beta 12

    El joven Dorian sintió un espanto indescriptible ❝ ¡¡Nooo!!! ❞ al ver cómo una aguja larga y afilada se acercaba lentamente a su ojo. Su cuerpo, inmovilizado por correas y mecanismos, se negaba a responder a sus desesperados intentos de escapar

    ❝ Porfavor ❞ Apenas entre lágrimas...

    Las aguja se clavo en punto estratégico, el centro de la iris. El líquido verdoso comenzó a fluir. Los monitores mostraban gráficos complejos, rastreando cada cambio en tiempo real.

    ❝ ¡¡AAAAAAHH!!! ❞ Un grito partió el sonido de las máquinas...

    [ Estamos viendo resultados positivos, Doctor ] Decía con una maligna sonrisa mientras aquel pequeño albino gritaba de dolor e intentaba escapar.

    ==[ Ahora tus ojos son verdes hijo mío... Bienvenido a tu nueva realidad ] Largo una risa mientras se mofaba del dolor del pequeño albino.
    #MonoRol 𝙋𝘼𝙍𝘼𝙉𝙊𝙓 𝙇𝙊𝙎𝙏 𝙁𝙄𝙇𝙀𝙎 ... 𝑆𝑒𝑐𝑢𝑒𝑙𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑢𝑛 𝑜𝑟𝑓𝑎𝑛𝑎𝑡𝑜 1 --- La lluvia melancólicamente se deslizaba sobre el cristal en cada gota como lágrimas silenciosas del cielo. El pequeño albino observaba desde las ventanas del orfanato, la vastedad de la ciudad que se extendía más allá de las frías y solitarias paredes que lo aprisionaban. Sus manos, pequeñas y frágiles, descansaban sobre el frío vidrio de la ventana mientras su corazón latía con un deseo ardiente de descubrir lo que había más allá. . == [ ¿Estás listo? ] Una voz rompió súbitamente su mirar ❝ S-si... padre...❞ Su voz, apenas temblorosa Se despegó del vidrio frío, dejando una marca efímera en el cristal empañado. Con un último vistazo hacia el mundo exterior, sus ojos reflejaron el anheló de salir y la tristeza de su encierro. == [ Serás la perfección en persona... ] Aquél decía entre voces de malicia y ambición El pequeño albino yacía ahora, sobre una cama... Su frágil cuerpo invadido por una maraña de cables y tubos que parecían devorar su juventud. Los líquidos intravenosos fluían lentamente, mientras las máquinas emitían un zumbido constante. ❝ ¿Porque no puedo ser como los demás padre? ❞ Intento Preguntar Ignorado fue... ==[ Estamos listos para comenzar el procedimiento ] Las inyecciones, llenas de un líquido iridiscente, se preparaban para ser administradas, un líquido verdoso que decía: Alfa Onix Beta 12 El joven Dorian sintió un espanto indescriptible ❝ ¡¡Nooo!!! ❞ al ver cómo una aguja larga y afilada se acercaba lentamente a su ojo. Su cuerpo, inmovilizado por correas y mecanismos, se negaba a responder a sus desesperados intentos de escapar ❝ Porfavor ❞ Apenas entre lágrimas... Las aguja se clavo en punto estratégico, el centro de la iris. El líquido verdoso comenzó a fluir. Los monitores mostraban gráficos complejos, rastreando cada cambio en tiempo real. ❝ ¡¡AAAAAAHH!!! ❞ Un grito partió el sonido de las máquinas... [ Estamos viendo resultados positivos, Doctor ] Decía con una maligna sonrisa mientras aquel pequeño albino gritaba de dolor e intentaba escapar. ==[ Ahora tus ojos son verdes hijo mío... Bienvenido a tu nueva realidad ] Largo una risa mientras se mofaba del dolor del pequeño albino.
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  • Un cielo brillante de media tarde da paso repentino a la tormenta. La lluvia comienza con un chasquido, convirtiéndose en un en un torrente implacable inmediatamente. El campo de deportes se vacía en cuestión de segundos, los estudiantes corren buscando refugio, riendo, gritando, maldiciendo el cambio repentino del clima, pero Ivory no se mueve.

    Permanece de pie en el centro del campo. El agua empapa su ropa, pesa sobre sus hombros, pero él no parece notarlo.

    Mira hacia el cielo, dejando que las gotas resbalen por su rostro como si fueran lágrimas ajenas. Cierra los ojos mientras se permite sentir la fría caricia de la tormenta, como si esta pudiera limpiar algo dentro de él que lleva tiempo intentando desaparecer.

    ── ¿Por qué buscan refugio de algo tan... real? ──murmura para sí mismo, apenas audible bajo el rugir del agua contra el suelo. Un escalofrío recorre su cuerpo, pero no retrocede en un instante de entrega, un momento de vulnerabilidad frente a un titán que podría destruirlo todo, pero prefiere nutrirlo con su fría caricia.

    de conexión con algo más grande y caótico que él. Una tormenta que, por un momento, parece reflejar lo que lleva dentro.
    Un cielo brillante de media tarde da paso repentino a la tormenta. La lluvia comienza con un chasquido, convirtiéndose en un en un torrente implacable inmediatamente. El campo de deportes se vacía en cuestión de segundos, los estudiantes corren buscando refugio, riendo, gritando, maldiciendo el cambio repentino del clima, pero Ivory no se mueve. Permanece de pie en el centro del campo. El agua empapa su ropa, pesa sobre sus hombros, pero él no parece notarlo. Mira hacia el cielo, dejando que las gotas resbalen por su rostro como si fueran lágrimas ajenas. Cierra los ojos mientras se permite sentir la fría caricia de la tormenta, como si esta pudiera limpiar algo dentro de él que lleva tiempo intentando desaparecer. ── ¿Por qué buscan refugio de algo tan... real? ──murmura para sí mismo, apenas audible bajo el rugir del agua contra el suelo. Un escalofrío recorre su cuerpo, pero no retrocede en un instante de entrega, un momento de vulnerabilidad frente a un titán que podría destruirlo todo, pero prefiere nutrirlo con su fría caricia. de conexión con algo más grande y caótico que él. Una tormenta que, por un momento, parece reflejar lo que lleva dentro.
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  • * Va caminando por un sendero, pensativa hasta llegar a un ríachuelo. Sentándose en una roca, ve distraída como discurre el agua cantaría y fría. Envuelta en su abrigo de piel de marta blanca, sigue sumida en sus pensamientos*
    * Va caminando por un sendero, pensativa hasta llegar a un ríachuelo. Sentándose en una roca, ve distraída como discurre el agua cantaría y fría. Envuelta en su abrigo de piel de marta blanca, sigue sumida en sus pensamientos*
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  • ── Los monstruos más aterradores no son los que tienen los dientes y las garras más afiladas. Esos, al menos, muestran lo que son. No. Los verdaderos monstruos son los que logran apagar sus emociones, los que convierten su alma en un vacío insondable. No sienten remordimiento, ni culpa, ni compasión. Actúan con una ambición tan fría que ni siquiera los depredadores pueden imitar. Porque cuando el alma está muerta, el daño que causa no tiene límites… y lo peor es que ni siquiera les importa. A veces... A veces pienso que estoy al borde de convertirme en uno de ellos.
    ── Los monstruos más aterradores no son los que tienen los dientes y las garras más afiladas. Esos, al menos, muestran lo que son. No. Los verdaderos monstruos son los que logran apagar sus emociones, los que convierten su alma en un vacío insondable. No sienten remordimiento, ni culpa, ni compasión. Actúan con una ambición tan fría que ni siquiera los depredadores pueden imitar. Porque cuando el alma está muerta, el daño que causa no tiene límites… y lo peor es que ni siquiera les importa. A veces... A veces pienso que estoy al borde de convertirme en uno de ellos.
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  • La luna llena bañaba los muros del castillo de Styria con su pálida luz. Las sombras de las torres se alargaban en el suelo, frías y distantes, como si reflejaran el estado de ánimo de la vampira que acababa de cruzar las puertas principales. Lenore, con su cabello rojo deslumbrante y su habitual porte elegante, estaba lejos de lucir satisfecha. Su ceño fruncido y los pasos firmes que resonaban en el pasillo daban una clara advertencia a cualquiera que intentara cruzarse en su camino.

    Había pasado tres días fuera del castillo, negociando con un anciano vampiro de una nación cercana, uno cuya importancia era inversamente proporcional a su decoro. Lord Gavrus, un viejo que hacía gala de una cortesía falsa y una obsesión por recordarle sus "gloriosos días". Durante las interminables horas de negociaciones, no había desperdiciado la oportunidad de lanzarle comentarios condescendientes, insinuando que la "tierna juventud" de Lenore hacía de ella una elección cuestionable como diplomática de las hermanas de Styria.

    Aunque había mantenido su compostura, la paciencia de Lenore se había puesto a prueba en cada intercambio. Logró su cometido, claro: Gavrus había aceptado abrir rutas seguras para el transporte de sangre desde su territorio a cambio de una alianza comercial limitada. Sin embargo, el precio de su éxito había sido soportar su rancia compañía y sus risas cargadas de superioridad.

    Cuando llegó al gran salón del castillo, Lenore dejó caer su capa de terciopelo sobre un sillón cercano. Un leve suspiro escapó de sus labios antes de que se desplomara elegantemente en una silla junto a una de las mesas largas. Carmilla, como siempre, estaba atenta desde el otro lado del salón, observando con una ceja arqueada.

    —¿Todo en orden, Lenore? —preguntó Carmilla, aunque su tono sugería que ya sabía la respuesta.

    —Sí, Gavrus aceptó los términos —respondió Lenore, con un brillo de triunfo en los ojos que pronto se apagó—. Pero no sin hacérmelo difícil. Ese viejo es insoportable.

    Carmilla se acercó lentamente, con una leve sonrisa que no llegaba a sus ojos. Se sentó frente a Lenore y apoyó las manos sobre la mesa.

    —Lo lograste, como siempre. Esa es tu fortaleza, Lenore. Pero... —hizo una pausa, evaluando el rostro cansado de su hermana de armas—, supongo que no fue agradable.

    Lenore dejó escapar una risa seca.

    —Carmilla, si ese hombre me hubiera contado una vez más cómo "las cosas eran mejores en sus tiempos", creo que habría terminado con este tratado de forma menos diplomática.

    Carmilla soltó una carcajada breve, más sincera de lo que Lenore esperaba.

    —Es por eso que lo haces tú, Lenore. Yo lo habría matado a la primera mención de algo así.

    —Créeme, la idea cruzó mi mente más veces de las que puedo admitir. Pero me gusta mi trabajo. Aunque eso no significa que disfrute de este tipo de... compañía.

    Carmilla se inclinó hacia atrás, cruzando los brazos.

    —Has hecho lo que debías. Ahora ve y descansa. Aunque si necesitas liberar tensión, sabes que siempre puedes visitar a Striga en el campo de entrenamiento. Estoy segura de que te dejará destrozar un par de muñecos de práctica.

    Lenore sonrió levemente, su mal humor disipándose poco a poco.

    —Tal vez lo haga. Aunque primero me tomaré una copa de sangre. Lo merezco.

    Carmilla asintió, y Lenore se levantó con su gracia habitual, dirigiéndose hacia sus aposentos. A pesar del día que había tenido, sabía que su rol era esencial, y lo aceptaba con orgullo. Sin embargo, no podía evitar pensar que preferiría mil veces tratar con humanos tercos antes que con otro vampiro como Gavrus.

    #monorol
    La luna llena bañaba los muros del castillo de Styria con su pálida luz. Las sombras de las torres se alargaban en el suelo, frías y distantes, como si reflejaran el estado de ánimo de la vampira que acababa de cruzar las puertas principales. Lenore, con su cabello rojo deslumbrante y su habitual porte elegante, estaba lejos de lucir satisfecha. Su ceño fruncido y los pasos firmes que resonaban en el pasillo daban una clara advertencia a cualquiera que intentara cruzarse en su camino. Había pasado tres días fuera del castillo, negociando con un anciano vampiro de una nación cercana, uno cuya importancia era inversamente proporcional a su decoro. Lord Gavrus, un viejo que hacía gala de una cortesía falsa y una obsesión por recordarle sus "gloriosos días". Durante las interminables horas de negociaciones, no había desperdiciado la oportunidad de lanzarle comentarios condescendientes, insinuando que la "tierna juventud" de Lenore hacía de ella una elección cuestionable como diplomática de las hermanas de Styria. Aunque había mantenido su compostura, la paciencia de Lenore se había puesto a prueba en cada intercambio. Logró su cometido, claro: Gavrus había aceptado abrir rutas seguras para el transporte de sangre desde su territorio a cambio de una alianza comercial limitada. Sin embargo, el precio de su éxito había sido soportar su rancia compañía y sus risas cargadas de superioridad. Cuando llegó al gran salón del castillo, Lenore dejó caer su capa de terciopelo sobre un sillón cercano. Un leve suspiro escapó de sus labios antes de que se desplomara elegantemente en una silla junto a una de las mesas largas. Carmilla, como siempre, estaba atenta desde el otro lado del salón, observando con una ceja arqueada. —¿Todo en orden, Lenore? —preguntó Carmilla, aunque su tono sugería que ya sabía la respuesta. —Sí, Gavrus aceptó los términos —respondió Lenore, con un brillo de triunfo en los ojos que pronto se apagó—. Pero no sin hacérmelo difícil. Ese viejo es insoportable. Carmilla se acercó lentamente, con una leve sonrisa que no llegaba a sus ojos. Se sentó frente a Lenore y apoyó las manos sobre la mesa. —Lo lograste, como siempre. Esa es tu fortaleza, Lenore. Pero... —hizo una pausa, evaluando el rostro cansado de su hermana de armas—, supongo que no fue agradable. Lenore dejó escapar una risa seca. —Carmilla, si ese hombre me hubiera contado una vez más cómo "las cosas eran mejores en sus tiempos", creo que habría terminado con este tratado de forma menos diplomática. Carmilla soltó una carcajada breve, más sincera de lo que Lenore esperaba. —Es por eso que lo haces tú, Lenore. Yo lo habría matado a la primera mención de algo así. —Créeme, la idea cruzó mi mente más veces de las que puedo admitir. Pero me gusta mi trabajo. Aunque eso no significa que disfrute de este tipo de... compañía. Carmilla se inclinó hacia atrás, cruzando los brazos. —Has hecho lo que debías. Ahora ve y descansa. Aunque si necesitas liberar tensión, sabes que siempre puedes visitar a Striga en el campo de entrenamiento. Estoy segura de que te dejará destrozar un par de muñecos de práctica. Lenore sonrió levemente, su mal humor disipándose poco a poco. —Tal vez lo haga. Aunque primero me tomaré una copa de sangre. Lo merezco. Carmilla asintió, y Lenore se levantó con su gracia habitual, dirigiéndose hacia sus aposentos. A pesar del día que había tenido, sabía que su rol era esencial, y lo aceptaba con orgullo. Sin embargo, no podía evitar pensar que preferiría mil veces tratar con humanos tercos antes que con otro vampiro como Gavrus. #monorol
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  • I bet on losing dogs — Mitski

    Shoko se recostó en la fría banca del tejado, el filtro de un cigarrillo consumiéndose entre sus dedos. El humo ascendía en espirales, desdibujándose contra el cielo gris. La música de su teléfono, apenas audible, se mezclaba con los ecos del pasado que resonaban en su mente.

    "My baby, my baby..."

    Había apostado todo a perder. Siempre lo hacía. En sus recuerdos, Suguru y Satoru reían, sus figuras borrosas por la distancia de los años. Ellos eran los brillantes, los invencibles, mientras ella había sido la sombra, siempre al borde de desaparecer. Aun así, los amaba. Los amaba con una devoción que la asfixiaba, sabiendo que nunca sería suficiente para salvarlos, para retenerlos.

    "I bet on losing dogs..."

    Suguru, especialmente, se le aparecía en los momentos más inoportunos, como ahora. Su rostro, joven y lleno de promesas rotas, la observaba desde las volutas del humo. Shoko había apostado por él, incluso cuando el mundo gritaba que era una causa perdida. Lo había visto desmoronarse y no había hecho nada, atrapada entre su deber y su amor mal disimulado.

    "I know they’re losing and I’ll never win..."

    Exhaló, sintiendo cómo el peso en su pecho se expandía, llenando cada rincón de su ser. Ella no lloraba, no podía, no debía. Pero el vacío era constante, un agujero negro en el centro de su corazón. Amar a los perros perdidos significaba abrazar la ruina, pero esa era su elección. Y la elección de seguir adelante, de vivir con los fantasmas, era lo único que le quedaba.

    El cigarrillo llegó a su fin, y Shoko lo apagó contra la barandilla metálica. Cerró los ojos un momento, dejando que el eco de la música se desvaneciera. En silencio, se prometió no olvidar, porque aunque todo era pérdida, esas pérdidas eran suyas.

    Y las amaba.

    I bet on losing dogs — Mitski Shoko se recostó en la fría banca del tejado, el filtro de un cigarrillo consumiéndose entre sus dedos. El humo ascendía en espirales, desdibujándose contra el cielo gris. La música de su teléfono, apenas audible, se mezclaba con los ecos del pasado que resonaban en su mente. "My baby, my baby..." Había apostado todo a perder. Siempre lo hacía. En sus recuerdos, Suguru y Satoru reían, sus figuras borrosas por la distancia de los años. Ellos eran los brillantes, los invencibles, mientras ella había sido la sombra, siempre al borde de desaparecer. Aun así, los amaba. Los amaba con una devoción que la asfixiaba, sabiendo que nunca sería suficiente para salvarlos, para retenerlos. "I bet on losing dogs..." Suguru, especialmente, se le aparecía en los momentos más inoportunos, como ahora. Su rostro, joven y lleno de promesas rotas, la observaba desde las volutas del humo. Shoko había apostado por él, incluso cuando el mundo gritaba que era una causa perdida. Lo había visto desmoronarse y no había hecho nada, atrapada entre su deber y su amor mal disimulado. "I know they’re losing and I’ll never win..." Exhaló, sintiendo cómo el peso en su pecho se expandía, llenando cada rincón de su ser. Ella no lloraba, no podía, no debía. Pero el vacío era constante, un agujero negro en el centro de su corazón. Amar a los perros perdidos significaba abrazar la ruina, pero esa era su elección. Y la elección de seguir adelante, de vivir con los fantasmas, era lo único que le quedaba. El cigarrillo llegó a su fin, y Shoko lo apagó contra la barandilla metálica. Cerró los ojos un momento, dejando que el eco de la música se desvaneciera. En silencio, se prometió no olvidar, porque aunque todo era pérdida, esas pérdidas eran suyas. Y las amaba.
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  • -Mientras recordaba todas las travesuras que hizo durante el día en mi rostro se dibujaba una sonrisa malisiosa olfateabdose a si mismo noto que había sudado-

    Estar de aquí y alla me hizo sudar demasiado jxjxjx una ducha fría me vendrá muy bien mmm haber aún tengo tiempo para trasmitir el programa del turno noche pero primero a ducharse

    -Quitándome la ropa -
    -Mientras recordaba todas las travesuras que hizo durante el día en mi rostro se dibujaba una sonrisa malisiosa olfateabdose a si mismo noto que había sudado- Estar de aquí y alla me hizo sudar demasiado jxjxjx una ducha fría me vendrá muy bien mmm haber aún tengo tiempo para trasmitir el programa del turno noche pero primero a ducharse -Quitándome la ropa -
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  • 𓂀 𝕄𝕠𝕟𝕠𝕣𝕠𝕝 𓂀

    El lugar parecía detenido en un tiempo que ya nadie recordaba. Columnas caídas yacen dispersas como huesos de un gigante olvidado, cubiertas de un musgo frío que crece sin prisa. La luz de la luna filtraba su pálida claridad a través de los huecos de un techo inexistente, proyectando sombras entre los arcos rotos. El aire estaba impregnado de humedad y un leve olor a tierra vieja, mezclado con el silencio que sólo los lugares abandonados saben guardar.

    En el centro de aquel vacío, permanecía de pie, inmóvil como una estatua, apenas un resplandor oscuro contra el paisaje desolado. Su manto caía sobre ella como una extensión de las sombras mismas, abrazándola y convirtiéndola en parte de la penumbra. En su mano derecha sostenía un medallón antiguo, frío al tacto, sus runas apenas visibles bajo la tenue luz, vibrando suavemente con una energía que ella podía sentir más que ver.

    Sus ojos, que brillaban con la intensidad de brasas vivas, estaban fijos en el horizonte, más allá de las ruinas. Observaba algo que no estaba allí, un punto perdido en la maraña de pensamientos que la mantenían atrapada. Un susurro interno le hablaba, no con palabras, sino con emociones que se enredaban entre la culpa, la determinación y un vacío que nunca terminaba de llenarse.

    Sus dedos trazaron los grabados del medallón, una caricia ausente que buscaba consuelo en lo que ya no podía ofrecerle respuestas. "Equilibrio..." murmuró, apenas un eco de voz que se perdió antes de alcanzar las paredes. La palabra cargaba un peso que resonaba en cada fibra de su ser, como una oración a un dios que no respondería.

    El viento, frío y delicado, sopló entre las ruinas, acariciando su rostro descubierto. Una rareza para ella, dejar a la intemperie los rasgos que casi siempre permanecían ocultos tras la máscara. Aquello no era un acto de confianza, sino de agotamiento. ¿Qué más podía esconder en un lugar donde nadie vendría a mirar?

    Alzó la vista al cielo, donde las estrellas titilaban indiferentes, como ojos eternos que habían visto más de lo que ella jamás podría comprender. Allí, entre las luces del firmamento, se permitió un instante de vulnerabilidad, un pequeño respiro para la tormenta que llevaba dentro. Su mente volvía a las mismas preguntas, las mismas sombras que nunca se apartaban del todo. ¿Había luz suficiente para compensar las penumbras? ¿Había un final en la balanza que pesaba sobre su existencia?

    La brisa murió lentamente, dejando el aire inmóvil una vez más. Y Moiril, con una calma tensa y una mirada cargada de significado, cerró los ojos. La soledad del lugar la envolvía, pero no la asfixiaba. Era familiar, casi un refugio, aunque lleno de cicatrices que ella misma había tallado.

    La quietud era casi tangible, como si el tiempo mismo hubiera decidido detenerse para observarla. Con los ojos cerrados, podía sentir la textura del lugar en su piel, la rugosidad del aire cargado de historia y las vibraciones imperceptibles que susurraban secretos de lo que una vez fue. Cada grieta en las piedras parecía murmurar una verdad olvidada, y ella, en su inmovilidad, las escuchaba.

    Su mente, sin embargo, era cualquier cosa menos tranquila. Imágenes dispersas cruzaban su conciencia: rostros que apenas podía recordar, risas que sonaban huecas y gritos que se desvanecían antes de completarse. Fragmentos de un pasado que ella nunca había podido recomponer, como pedazos de un espejo roto donde la luz y la oscuridad se reflejaban indistintas.

    Una lágrima silenciosa comenzó a formarse, deslizando un rastro helado por su mejilla, apenas visible en la penumbra. No era debilidad, ni arrepentimiento; era la manifestación de un peso que no podía ser ignorado. Con un gesto lento, casi ritual, sus dedos buscaron la máscara que descansaba cerca, su superficie fría y lisa como un eco del vacío que llevaba dentro. Se detuvo un instante, mirándola, como si el reflejo distorsionado en el metal pudiera devolverle algo perdido.

    Finalmente, se la colocó con precisión, ajustándola hasta que encajó perfectamente, ocultando su rostro y dejando en su lugar un enigma impenetrable. No era un acto de cobardía, sino una decisión consciente de apartar el dolor de la vista del mundo. La máscara era su escudo, un límite que nadie podía atravesar, una forma de mantenerse intacta en medio de las ruinas que la rodeaban.
    𓂀 𝕄𝕠𝕟𝕠𝕣𝕠𝕝 𓂀 El lugar parecía detenido en un tiempo que ya nadie recordaba. Columnas caídas yacen dispersas como huesos de un gigante olvidado, cubiertas de un musgo frío que crece sin prisa. La luz de la luna filtraba su pálida claridad a través de los huecos de un techo inexistente, proyectando sombras entre los arcos rotos. El aire estaba impregnado de humedad y un leve olor a tierra vieja, mezclado con el silencio que sólo los lugares abandonados saben guardar. En el centro de aquel vacío, permanecía de pie, inmóvil como una estatua, apenas un resplandor oscuro contra el paisaje desolado. Su manto caía sobre ella como una extensión de las sombras mismas, abrazándola y convirtiéndola en parte de la penumbra. En su mano derecha sostenía un medallón antiguo, frío al tacto, sus runas apenas visibles bajo la tenue luz, vibrando suavemente con una energía que ella podía sentir más que ver. Sus ojos, que brillaban con la intensidad de brasas vivas, estaban fijos en el horizonte, más allá de las ruinas. Observaba algo que no estaba allí, un punto perdido en la maraña de pensamientos que la mantenían atrapada. Un susurro interno le hablaba, no con palabras, sino con emociones que se enredaban entre la culpa, la determinación y un vacío que nunca terminaba de llenarse. Sus dedos trazaron los grabados del medallón, una caricia ausente que buscaba consuelo en lo que ya no podía ofrecerle respuestas. "Equilibrio..." murmuró, apenas un eco de voz que se perdió antes de alcanzar las paredes. La palabra cargaba un peso que resonaba en cada fibra de su ser, como una oración a un dios que no respondería. El viento, frío y delicado, sopló entre las ruinas, acariciando su rostro descubierto. Una rareza para ella, dejar a la intemperie los rasgos que casi siempre permanecían ocultos tras la máscara. Aquello no era un acto de confianza, sino de agotamiento. ¿Qué más podía esconder en un lugar donde nadie vendría a mirar? Alzó la vista al cielo, donde las estrellas titilaban indiferentes, como ojos eternos que habían visto más de lo que ella jamás podría comprender. Allí, entre las luces del firmamento, se permitió un instante de vulnerabilidad, un pequeño respiro para la tormenta que llevaba dentro. Su mente volvía a las mismas preguntas, las mismas sombras que nunca se apartaban del todo. ¿Había luz suficiente para compensar las penumbras? ¿Había un final en la balanza que pesaba sobre su existencia? La brisa murió lentamente, dejando el aire inmóvil una vez más. Y Moiril, con una calma tensa y una mirada cargada de significado, cerró los ojos. La soledad del lugar la envolvía, pero no la asfixiaba. Era familiar, casi un refugio, aunque lleno de cicatrices que ella misma había tallado. La quietud era casi tangible, como si el tiempo mismo hubiera decidido detenerse para observarla. Con los ojos cerrados, podía sentir la textura del lugar en su piel, la rugosidad del aire cargado de historia y las vibraciones imperceptibles que susurraban secretos de lo que una vez fue. Cada grieta en las piedras parecía murmurar una verdad olvidada, y ella, en su inmovilidad, las escuchaba. Su mente, sin embargo, era cualquier cosa menos tranquila. Imágenes dispersas cruzaban su conciencia: rostros que apenas podía recordar, risas que sonaban huecas y gritos que se desvanecían antes de completarse. Fragmentos de un pasado que ella nunca había podido recomponer, como pedazos de un espejo roto donde la luz y la oscuridad se reflejaban indistintas. Una lágrima silenciosa comenzó a formarse, deslizando un rastro helado por su mejilla, apenas visible en la penumbra. No era debilidad, ni arrepentimiento; era la manifestación de un peso que no podía ser ignorado. Con un gesto lento, casi ritual, sus dedos buscaron la máscara que descansaba cerca, su superficie fría y lisa como un eco del vacío que llevaba dentro. Se detuvo un instante, mirándola, como si el reflejo distorsionado en el metal pudiera devolverle algo perdido. Finalmente, se la colocó con precisión, ajustándola hasta que encajó perfectamente, ocultando su rostro y dejando en su lugar un enigma impenetrable. No era un acto de cobardía, sino una decisión consciente de apartar el dolor de la vista del mundo. La máscara era su escudo, un límite que nadie podía atravesar, una forma de mantenerse intacta en medio de las ruinas que la rodeaban.
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