Lucien se deja caer sobre el césped húmedo, sin la elegancia que muestra frente a la corte. Sus dedos se hunden en la hierba fría mientras fija la mirada en el cielo, donde las estrellas titilan como si parpadearan a destiempo.

Un suspiro apenas audible se escapa de sus labios.

-…Demasiado quieto hoy.-
Murmura para sí mismo, aunque no espera respuesta. Nunca la hay.

La brisa nocturna le despeina el cabello rubio, él ni intenta acomodarlo. Sus ojos siguen la pequeña danza de luz allá arriba, pero algo en su expresión deja claro que no está realmente mirando las estrellas, sino el espacio entre ellas.

Cierra los ojos un instante.

Cuando los abre, su mirada vuelve a ese cielo vasto que parece no ofrecerle nada.
Ni compañía.
Ni consuelo.

Solo un recordatorio sutil, constante, de lo grande que es el mundo y de lo pequeño que se siente él esta noche.

-…Qué ironía.-
Dice con una media sonrisa sin brillo, apoyando un brazo detrás de la cabeza.

La corte lo teme.
El reino lo respeta.
Las leyendas lo exageran.

Aquí, bajo las estrellas, Lucien no es nada de eso.

Solo un hombre solo, recostado contra la noche.
Lucien se deja caer sobre el césped húmedo, sin la elegancia que muestra frente a la corte. Sus dedos se hunden en la hierba fría mientras fija la mirada en el cielo, donde las estrellas titilan como si parpadearan a destiempo. Un suspiro apenas audible se escapa de sus labios. -…Demasiado quieto hoy.- Murmura para sí mismo, aunque no espera respuesta. Nunca la hay. La brisa nocturna le despeina el cabello rubio, él ni intenta acomodarlo. Sus ojos siguen la pequeña danza de luz allá arriba, pero algo en su expresión deja claro que no está realmente mirando las estrellas, sino el espacio entre ellas. Cierra los ojos un instante. Cuando los abre, su mirada vuelve a ese cielo vasto que parece no ofrecerle nada. Ni compañía. Ni consuelo. Solo un recordatorio sutil, constante, de lo grande que es el mundo y de lo pequeño que se siente él esta noche. -…Qué ironía.- Dice con una media sonrisa sin brillo, apoyando un brazo detrás de la cabeza. La corte lo teme. El reino lo respeta. Las leyendas lo exageran. Aquí, bajo las estrellas, Lucien no es nada de eso. Solo un hombre solo, recostado contra la noche.
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