• Su novia dijo que habría que presentarse formal a ese evento.

    Él, siendo lo más formal posible -dentro de sus posibilidades. Aun no sabe a donde van o porque debe verse presentable, hace lo que puede.

    ━━ Bueno, yo te sigo cariño, espero que con esto deje de verme tan piojoso.
    Su novia dijo que habría que presentarse formal a ese evento. Él, siendo lo más formal posible -dentro de sus posibilidades. Aun no sabe a donde van o porque debe verse presentable, hace lo que puede. ━━ Bueno, yo te sigo cariño, espero que con esto deje de verme tan piojoso.
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  • London: Té para... ¿Dos?
    Categoría Slice of Life
    : Scarlett Eleanor Moretti

    Aterrizar en Londres esa mañana tuvo algo de catártico. El vuelo privado había tocado pista a las siete en punto, y mientras el piloto apagaba los motores, yo observaba cómo la neblina londinense cubría la pista con esa elegancia melancólica que solo esta ciudad parece dominar. Había algo distinto en ese aire frío, húmedo, como si Londres tuviera la capacidad de borrarte el ruido interno con solo respirarla. Me sentía cansado, sí, pero también extrañamente liviano. Dejé las maletas en el hotel donde me hospedaría hasta tener lista mi —para nada— humilde morada. Una casa recién comprada, con más metros cuadrados de los que alguien como yo realmente necesita, pero con el encanto suficiente para justificar la inversión.

    El hotel era funcional, discreto, cómodo sin exagerar. Lo justo. No quería lujo, al menos no en ese espacio temporal. Lo que necesitaba era silencio. Silencio para planear, para dejar que mi cabeza se despejara del zumbido constante de correos, presentaciones, llamadas y estrategias. A veces, ni siquiera recordaba cómo se sentía no tener algo urgente que resolver.

    A las 8:02 crucé la puerta del café. Esos dos minutos… Malditos dos minutos. Siempre he tenido una relación complicada con el tiempo: me gusta controlarlo, doblarlo a mi favor, y cuando no lo consigo, me irrita como una pequeña derrota personal. Pero aquel día decidí dejarlo pasar. Si de verdad quería relajarme, tenía que dejar de ser Ezra Hamilton, el presidente y fundador de Helixion, y empezar a ser simplemente Ezra. No el empresario, no el estratega, no el hombre que nunca llega tarde. Solo yo.

    El olor me golpeó de inmediato. Café recién molido, de esos que no necesitan presentación. Era un aroma honesto, profundo, con esa mezcla de tierra, humo y calidez que te instala una calma instantánea en el pecho. Cerré los ojos un segundo, respirando hondo. El sonido de la máquina de espresso, el murmullo de conversaciones suaves, las tazas chocando contra los platillos… Todo formaba un tipo de sinfonía tranquila que no recordaba haber escuchado en semanas. Sonreí sin darme cuenta.

    Acomodé la chaqueta y caminé hacia una mesa junto a la ventana. El vidrio estaba ligeramente empañado por la diferencia de temperatura, y más allá, la ciudad comenzaba a despertar. Londres lucía gris, como siempre, pero había algo poéticamente reconfortante en ese cielo que amenazaba con llover. El tráfico avanzaba con la resignación típica de la hora punta, los paraguas se abrían en sincronía, y el reflejo de las luces sobre el pavimento mojado parecía darle textura al aire. Me senté, apoyando un brazo sobre el respaldo de la silla mientras sacaba el teléfono del bolsillo.

    Miré mi reloj inteligente: 8:03. A las 8:15 debía encontrarme allí con la diseñadora de interiores. La había contratado después de revisar portafolios durante semanas; era una de las mejores de Europa. Había algo en su estilo —una mezcla de elegancia y naturalidad— que me convenció. Quería que la casa se sintiera mía, pero también quería que respirara. No buscaba ostentación; ya tenía suficiente de eso en la oficina, en cada evento, en cada titular. Solo necesitaba un espacio donde pudiera leer sin pensar en reuniones, cocinar sin revisar correos, o simplemente existir sin tener que sostener el peso del apellido Hamilton.

    Cuando el barista se acercó, pedí un café americano. Su voz era amable, sin el tono servicial que detesto; más bien la de alguien que respeta el ritual del café. Mientras esperaba, observé cómo el vapor se elevaba desde la máquina como si quisiera tocar el techo. Cuando la taza llegó, la revolví lentamente con la cucharilla, viendo cómo el remolino de crema formaba figuras que se deshacían en segundos.

    Llevé la taza a los labios. Caliente, equilibrado, intenso. Exactamente lo que necesitaba.

    Me recosté un poco en la silla, dejando que mis hombros bajaran por primera vez en días. Afuera, el cielo se oscurecía unos tonos más. Londres se preparaba para llover, y yo… Para volver a empezar. Miré la puerta del café, calculando el tiempo. Faltaban aún unos minutos para las 8:15. Tal vez ella llegaría puntual, o tal vez no. No me importaba. Por primera vez en mucho tiempo, no me importaba. Si se retrasaba, tendría más café y más de esta ciudad para disfrutar.

    Apoyé la taza sobre el platillo y me quedé mirando la calle, dejando que el ruido, la vida y el aroma del café me reconfortaran.
    👤: [vision_fuchsia_rabbit_825] Aterrizar en Londres esa mañana tuvo algo de catártico. El vuelo privado había tocado pista a las siete en punto, y mientras el piloto apagaba los motores, yo observaba cómo la neblina londinense cubría la pista con esa elegancia melancólica que solo esta ciudad parece dominar. Había algo distinto en ese aire frío, húmedo, como si Londres tuviera la capacidad de borrarte el ruido interno con solo respirarla. Me sentía cansado, sí, pero también extrañamente liviano. Dejé las maletas en el hotel donde me hospedaría hasta tener lista mi —para nada— humilde morada. Una casa recién comprada, con más metros cuadrados de los que alguien como yo realmente necesita, pero con el encanto suficiente para justificar la inversión. El hotel era funcional, discreto, cómodo sin exagerar. Lo justo. No quería lujo, al menos no en ese espacio temporal. Lo que necesitaba era silencio. Silencio para planear, para dejar que mi cabeza se despejara del zumbido constante de correos, presentaciones, llamadas y estrategias. A veces, ni siquiera recordaba cómo se sentía no tener algo urgente que resolver. A las 8:02 crucé la puerta del café. Esos dos minutos… Malditos dos minutos. Siempre he tenido una relación complicada con el tiempo: me gusta controlarlo, doblarlo a mi favor, y cuando no lo consigo, me irrita como una pequeña derrota personal. Pero aquel día decidí dejarlo pasar. Si de verdad quería relajarme, tenía que dejar de ser Ezra Hamilton, el presidente y fundador de Helixion, y empezar a ser simplemente Ezra. No el empresario, no el estratega, no el hombre que nunca llega tarde. Solo yo. El olor me golpeó de inmediato. Café recién molido, de esos que no necesitan presentación. Era un aroma honesto, profundo, con esa mezcla de tierra, humo y calidez que te instala una calma instantánea en el pecho. Cerré los ojos un segundo, respirando hondo. El sonido de la máquina de espresso, el murmullo de conversaciones suaves, las tazas chocando contra los platillos… Todo formaba un tipo de sinfonía tranquila que no recordaba haber escuchado en semanas. Sonreí sin darme cuenta. Acomodé la chaqueta y caminé hacia una mesa junto a la ventana. El vidrio estaba ligeramente empañado por la diferencia de temperatura, y más allá, la ciudad comenzaba a despertar. Londres lucía gris, como siempre, pero había algo poéticamente reconfortante en ese cielo que amenazaba con llover. El tráfico avanzaba con la resignación típica de la hora punta, los paraguas se abrían en sincronía, y el reflejo de las luces sobre el pavimento mojado parecía darle textura al aire. Me senté, apoyando un brazo sobre el respaldo de la silla mientras sacaba el teléfono del bolsillo. Miré mi reloj inteligente: 8:03. A las 8:15 debía encontrarme allí con la diseñadora de interiores. La había contratado después de revisar portafolios durante semanas; era una de las mejores de Europa. Había algo en su estilo —una mezcla de elegancia y naturalidad— que me convenció. Quería que la casa se sintiera mía, pero también quería que respirara. No buscaba ostentación; ya tenía suficiente de eso en la oficina, en cada evento, en cada titular. Solo necesitaba un espacio donde pudiera leer sin pensar en reuniones, cocinar sin revisar correos, o simplemente existir sin tener que sostener el peso del apellido Hamilton. Cuando el barista se acercó, pedí un café americano. Su voz era amable, sin el tono servicial que detesto; más bien la de alguien que respeta el ritual del café. Mientras esperaba, observé cómo el vapor se elevaba desde la máquina como si quisiera tocar el techo. Cuando la taza llegó, la revolví lentamente con la cucharilla, viendo cómo el remolino de crema formaba figuras que se deshacían en segundos. Llevé la taza a los labios. Caliente, equilibrado, intenso. Exactamente lo que necesitaba. Me recosté un poco en la silla, dejando que mis hombros bajaran por primera vez en días. Afuera, el cielo se oscurecía unos tonos más. Londres se preparaba para llover, y yo… Para volver a empezar. Miré la puerta del café, calculando el tiempo. Faltaban aún unos minutos para las 8:15. Tal vez ella llegaría puntual, o tal vez no. No me importaba. Por primera vez en mucho tiempo, no me importaba. Si se retrasaba, tendría más café y más de esta ciudad para disfrutar. Apoyé la taza sobre el platillo y me quedé mirando la calle, dejando que el ruido, la vida y el aroma del café me reconfortaran.
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  • Cof, cof... Bueno, pues voy a romper la cuarta pared por una vez. Con permiso y los poderes prestados de Maximilian por un ratito.

    Husk deja de beber aunque sea un poquito, que se ve feo...

    Bien, resulta que unos cuantos estamos empezando a hablar de un evento de navidad que vamos a organizar, aquí en el Hazbin hotel. Para todo aquel que quiera participar sin importar fandom. Aún no tenemos nada decidido pero, estamos barajando opciones interesantes como:

    —Amigo invisible: A cada personaje se le asignará un número y emparejaremos números al azar, esas personas deberán hacer un rol navideño juntas.

    —Calendario de adviento: Este no sería tan participativo, pero básicamente es que por cada día que se acerque navidad cada personaje haría una pequeña publicación corta con una idea prediseñada

    —Fiesta de navidad : lo típico, todos interactuamos en una fiesta organizada.

    Por ahora eso es lo que estamos barajando, pero no descartamos más ideas, iremos informando
    Cof, cof... Bueno, pues voy a romper la cuarta pared por una vez. Con permiso y los poderes prestados de [Maxi8] por un ratito. [barcat75] deja de beber aunque sea un poquito, que se ve feo... Bien, resulta que unos cuantos estamos empezando a hablar de un evento de navidad que vamos a organizar, aquí en el Hazbin hotel. Para todo aquel que quiera participar sin importar fandom. Aún no tenemos nada decidido pero, estamos barajando opciones interesantes como: —Amigo invisible: A cada personaje se le asignará un número y emparejaremos números al azar, esas personas deberán hacer un rol navideño juntas. —Calendario de adviento: Este no sería tan participativo, pero básicamente es que por cada día que se acerque navidad cada personaje haría una pequeña publicación corta con una idea prediseñada —Fiesta de navidad : lo típico, todos interactuamos en una fiesta organizada. Por ahora eso es lo que estamos barajando, pero no descartamos más ideas, iremos informando
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  • Ultimo día del evento y ni un pedido, ah bueno, sin problemas
    Ultimo día del evento y ni un pedido, ah bueno, sin problemas 😁
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  • Inaguracion Little Pink
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    -Ella iba caminando por las calles de New York con mucha alegria ya que hoy era el gran dia del primer desfile de LIttle Pink su marca , esperaba que muchos vinieran ya que necestiba de algunos modelos que desfilaran sus atuendos , la tematica era Vintage algo que a ella le encantaba muchisimo , el color rosa perdominaba en las prendas, cruzo la calle hacia el enorme edificio que donde estaba su oficina principal-

    -llegó a la puerta donde el portero la recibió como todos los dias a las 10 am , caminó hacia el elebador dorado y de lujo para asi subir hasta el piso 200 donde estaba el ultimo piso y la oficina mas lujosa del edificio , Lillyan lo tenia todo pero siempre tenia el miedo de perderlo asi que necesitaba que todo fuera perfecto-

    -Acomodó las cosas en el gran escritorio rosado palido con dorado , se sentó en la silla y comenzó a planear todo para esta noche-

    -Se sentia ansiosa y feliz de poder hacer este hermoso evento para que nuevas generaciones muestren su talento-
    -Ella iba caminando por las calles de New York con mucha alegria ya que hoy era el gran dia del primer desfile de LIttle Pink su marca , esperaba que muchos vinieran ya que necestiba de algunos modelos que desfilaran sus atuendos , la tematica era Vintage algo que a ella le encantaba muchisimo , el color rosa perdominaba en las prendas, cruzo la calle hacia el enorme edificio que donde estaba su oficina principal- -llegó a la puerta donde el portero la recibió como todos los dias a las 10 am , caminó hacia el elebador dorado y de lujo para asi subir hasta el piso 200 donde estaba el ultimo piso y la oficina mas lujosa del edificio , Lillyan lo tenia todo pero siempre tenia el miedo de perderlo asi que necesitaba que todo fuera perfecto- -Acomodó las cosas en el gran escritorio rosado palido con dorado , se sentó en la silla y comenzó a planear todo para esta noche- -Se sentia ansiosa y feliz de poder hacer este hermoso evento para que nuevas generaciones muestren su talento-
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    El evento de halloween terminara el 05 de noviembre, para darle mas tiempo a Shadow de terminar su monorol
    (Y para que Sonic haga la tercera parte ahora que regreso la luz a su casa)
    El evento de halloween terminara el 05 de noviembre, para darle mas tiempo a Shadow de terminar su monorol (Y para que Sonic haga la tercera parte ahora que regreso la luz a su casa)
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  • [Evento Anual de la Empresa Han – Fiesta de Halloween temática: Era Joseon]

    El reloj marcaba las siete y treinta cuando las puertas del salón principal se abrieron.
    Las luces, suaves y cálidas, caían sobre un escenario decorado con biombos de seda, faroles y mesas bajas llenas de arreglos florales tradicionales.
    El murmullo de los empleados disfrazados llenaba el ambiente: cortesanas, eruditos, soldados, nobles, todos envueltos en el juego de la época.

    Y entonces, el murmullo se detuvo.

    Han Jiseok había llegado.

    Vestía un hanbok blanco de seda, impecablemente planchado, con bordes plateados que reflejaban la luz como si el tejido mismo respirara.
    El cabello —por una vez suelto del peinado habitual— estaba recogido hacia atrás, apenas con una cinta oscura que dejaba ver su frente.
    En su mano, sostenía un abanico negro, sencillo, que movía con una calma que imponía respeto.

    “Le queda demasiado bien…” murmuró una de las asistentes antes de que la música retomara su curso.

    Jiseok avanzó con esa postura suya: espalda recta, pasos tranquilos, mirada firme.
    No necesitaba corona; el aire a su alrededor bastaba para coronarlo.

    Cuando se acercó a la mesa principal, su madre —Han Mira— sonrió divertida.

    “Sabía que ese color te haría ver como un rey, hijo.”

    “Solo sigo el código de vestimenta, madre,” respondió él, con esa voz serena que ni siquiera intentaba negar el cumplido.

    Un grupo de empleados del área de marketing se acercó para felicitarlo por el disfraz.

    “Jiseok-ssi, no sabíamos que aceptaría participar este año.”

    Él alzó una ceja apenas, con una media sonrisa.
    “Digamos que me convencieron con argumentos difíciles de rechazar.”

    Los risas siguieron, y por primera vez en mucho tiempo, se le vio relajado.
    Sin expediente, sin juntas, sin protocolos.
    Solo un hombre en un traje antiguo, con una copa de vino en la mano, observando a su gente disfrutar.

    Y cuando la orquesta improvisó una melodía lenta, Jiseok se inclinó levemente hacia su madre y murmuró:

    “Si supieran que el rey solo vino por el café”

    Ella rió bajito.

    “Y por Milo, que seguramente te está esperando.”

    “Siempre espera,” dijo él, mirando hacia el ventanal, donde la luna se reflejaba sobre Seúl. “Incluso los reyes necesitan volver a casa.”
    [Evento Anual de la Empresa Han – Fiesta de Halloween temática: Era Joseon] El reloj marcaba las siete y treinta cuando las puertas del salón principal se abrieron. Las luces, suaves y cálidas, caían sobre un escenario decorado con biombos de seda, faroles y mesas bajas llenas de arreglos florales tradicionales. El murmullo de los empleados disfrazados llenaba el ambiente: cortesanas, eruditos, soldados, nobles, todos envueltos en el juego de la época. Y entonces, el murmullo se detuvo. Han Jiseok había llegado. Vestía un hanbok blanco de seda, impecablemente planchado, con bordes plateados que reflejaban la luz como si el tejido mismo respirara. El cabello —por una vez suelto del peinado habitual— estaba recogido hacia atrás, apenas con una cinta oscura que dejaba ver su frente. En su mano, sostenía un abanico negro, sencillo, que movía con una calma que imponía respeto. “Le queda demasiado bien…” murmuró una de las asistentes antes de que la música retomara su curso. Jiseok avanzó con esa postura suya: espalda recta, pasos tranquilos, mirada firme. No necesitaba corona; el aire a su alrededor bastaba para coronarlo. Cuando se acercó a la mesa principal, su madre —Han Mira— sonrió divertida. “Sabía que ese color te haría ver como un rey, hijo.” “Solo sigo el código de vestimenta, madre,” respondió él, con esa voz serena que ni siquiera intentaba negar el cumplido. Un grupo de empleados del área de marketing se acercó para felicitarlo por el disfraz. “Jiseok-ssi, no sabíamos que aceptaría participar este año.” Él alzó una ceja apenas, con una media sonrisa. “Digamos que me convencieron con argumentos difíciles de rechazar.” Los risas siguieron, y por primera vez en mucho tiempo, se le vio relajado. Sin expediente, sin juntas, sin protocolos. Solo un hombre en un traje antiguo, con una copa de vino en la mano, observando a su gente disfrutar. Y cuando la orquesta improvisó una melodía lenta, Jiseok se inclinó levemente hacia su madre y murmuró: “Si supieran que el rey solo vino por el café” Ella rió bajito. “Y por Milo, que seguramente te está esperando.” “Siempre espera,” dijo él, mirando hacia el ventanal, donde la luna se reflejaba sobre Seúl. “Incluso los reyes necesitan volver a casa.”
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  • YA ES HALLOWEEN ESTAN INVITADOS TODOS A MI FIESTA ESTA NOCHE !!! MAS TARDE SUBIRE EL EVENTO //
    YA ES HALLOWEEN ESTAN INVITADOS TODOS A MI FIESTA ESTA NOCHE !!! MAS TARDE SUBIRE EL EVENTO //
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  • Feliz Halloween!!!
    +Usando su lindo atuendo del evento+
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  • 🕯Gala del Reflejo- Noche de Halloween en MIRROR HAUTE COUTURE
    Fandom OC
    Categoría Original
    Evento privado : Solo con invitación física.
    Localización: Salón del Reflejo, Piso 44, MIRROR Headquarters, Seúl.

    La medianoche cayó sobre Seúl envuelta en una bruma espesa, casi líquida.
    El edificio de MIRROR Haute Couture se erguía como un prisma oscuro sobre la avenida vacía, sus ventanales destellando reflejos esmeralda que palpitaban al ritmo del viento.
    Esa noche, la ciudad parecía sostener la respiración.

    No había cámaras. No había prensa.
    Solo un ascensor sin botones, activado por una llave grabada con el emblema del ojo y el espejo entrelazados.
    Quienes poseían esa llave sabían que el acceso no era un privilegio: era una prueba.

    Al abrirse las puertas del piso 44, un corredor alfombrado en terciopelo negro guiaba hasta el Salón del Reflejo, clausurado desde hacía más de una década.
    Dentro, los muros eran espejos antiguos, agrietados en ciertos puntos, cubiertos de símbolos casi imperceptibles. La luz se movía como un organismo vivo: a veces fría, azulada; otras, cálida y dorada.
    El aire olía a incienso, madera quemada y algo metálico, como electricidad contenida.

    En el centro del salón, Yunseok Wang esperaba.
    Vestía un traje de terciopelo oscuro y una camisa negra con detalles metálicos que parecían nacer de su piel. Su mano derecha estaba cubierta por un guante articulado de plata, y una máscara ornamentada plateada, filigranada, ocultaba su expresión, revelando apenas la intensidad de sus ojos.
    Detrás de él, un espejo roto devolvía reflejos fragmentados que se movían con independencia del resto.

    Cuando el último invitado cruzó el umbral, la puerta se cerró por sí sola, sellando el salón con un suave chasquido.
    El silencio fue total.

    —Bienvenidos a la Noche de los Reflejos...

    Anunció Yunseok, su voz grave resonando como un eco contenido en el mármol

    — Una velada donde las máscaras no ocultan… revelan la verdad.

    El humo de incienso verdoso comenzó a elevarse desde el suelo, extendiéndose en espirales que parecían tomar forma. Los espejos vibraron, proyectando imágenes fugaces de los invitados: versiones distorsionadas, futuras, o pasadas. Ninguna idéntica a la que mostraba la realidad.

    —Cada uno de ustedes fue elegido por lo que esconde

    Continuó Yunseok, avanzando entre los presentes con la calma de quien domina la escena

    — Un deseo. Una verdad. Un secreto que aún no ha sido pronunciado.

    Se detuvo frente al espejo principal, tocando con el guante metálico una de sus grietas. La superficie emitió un sonido leve, como un suspiro.

    —Esta noche, el reflejo no miente

    Dijo con una media sonrisa apenas perceptible

    — Pero cuidado… lo que devuelva puede no pertenecerles ya.

    Las luces descendieron de golpe.
    El sonido del cristal quebrándose rompió el silencio.
    Una ráfaga helada recorrió la sala, y por un instante, las sombras sobre los muros parecieron moverse con vida propia.

    Entonces, una melodía empezó a sonar: cuerdas, percusión suave, un vals antiguo reimaginado con ecos electrónicos.
    El ritual había comenzado.
    Evento privado : Solo con invitación física. Localización: Salón del Reflejo, Piso 44, MIRROR Headquarters, Seúl. La medianoche cayó sobre Seúl envuelta en una bruma espesa, casi líquida. El edificio de MIRROR Haute Couture se erguía como un prisma oscuro sobre la avenida vacía, sus ventanales destellando reflejos esmeralda que palpitaban al ritmo del viento. Esa noche, la ciudad parecía sostener la respiración. No había cámaras. No había prensa. Solo un ascensor sin botones, activado por una llave grabada con el emblema del ojo y el espejo entrelazados. Quienes poseían esa llave sabían que el acceso no era un privilegio: era una prueba. Al abrirse las puertas del piso 44, un corredor alfombrado en terciopelo negro guiaba hasta el Salón del Reflejo, clausurado desde hacía más de una década. Dentro, los muros eran espejos antiguos, agrietados en ciertos puntos, cubiertos de símbolos casi imperceptibles. La luz se movía como un organismo vivo: a veces fría, azulada; otras, cálida y dorada. El aire olía a incienso, madera quemada y algo metálico, como electricidad contenida. En el centro del salón, Yunseok Wang esperaba. Vestía un traje de terciopelo oscuro y una camisa negra con detalles metálicos que parecían nacer de su piel. Su mano derecha estaba cubierta por un guante articulado de plata, y una máscara ornamentada plateada, filigranada, ocultaba su expresión, revelando apenas la intensidad de sus ojos. Detrás de él, un espejo roto devolvía reflejos fragmentados que se movían con independencia del resto. Cuando el último invitado cruzó el umbral, la puerta se cerró por sí sola, sellando el salón con un suave chasquido. El silencio fue total. —Bienvenidos a la Noche de los Reflejos... Anunció Yunseok, su voz grave resonando como un eco contenido en el mármol — Una velada donde las máscaras no ocultan… revelan la verdad. El humo de incienso verdoso comenzó a elevarse desde el suelo, extendiéndose en espirales que parecían tomar forma. Los espejos vibraron, proyectando imágenes fugaces de los invitados: versiones distorsionadas, futuras, o pasadas. Ninguna idéntica a la que mostraba la realidad. —Cada uno de ustedes fue elegido por lo que esconde Continuó Yunseok, avanzando entre los presentes con la calma de quien domina la escena — Un deseo. Una verdad. Un secreto que aún no ha sido pronunciado. Se detuvo frente al espejo principal, tocando con el guante metálico una de sus grietas. La superficie emitió un sonido leve, como un suspiro. —Esta noche, el reflejo no miente Dijo con una media sonrisa apenas perceptible — Pero cuidado… lo que devuelva puede no pertenecerles ya. Las luces descendieron de golpe. El sonido del cristal quebrándose rompió el silencio. Una ráfaga helada recorrió la sala, y por un instante, las sombras sobre los muros parecieron moverse con vida propia. Entonces, una melodía empezó a sonar: cuerdas, percusión suave, un vals antiguo reimaginado con ecos electrónicos. El ritual había comenzado.
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