Morfeo no es hombre ni espectro. Es una sombra errante, desprovista de cuerpo, de voz, de memoria propia. Recorre los caminos entre los sueños y la vigilia, entre la niebla de la madrugada y los susurros del crepúsculo. Donde él pasa, las linternas titilan y los relojes atrasan. No deja huellas, pero su presencia entibia el aire como una promesa que no se cumple.
Dicen que fue un dios, o un guardián de los sueños, expulsado por desafiar el límite entre la ensoñación y la realidad. En su afán por comprender a los humanos, descendió demasiado.
Ahora vaga, prisionero del mundo intermedio, recogiendo fragmentos de los sueños de otros con la esperanza de reconstruir el suyo. Aquellos que lo encuentran en sus pesadillas a menudo despiertan llorando, con una sensación extraña de haber perdido algo valioso, sin saber qué. Algunos lo dibujan en sus diarios: una figura alargada, envuelta en sombra líquida, con ojos que no son ojos, sino recuerdos atrapados.
Pero no es maligno, aunque muchos lo teman. Morfeo no busca dañar. Busca redención. Busca volver a ser completo.
Dicen que fue un dios, o un guardián de los sueños, expulsado por desafiar el límite entre la ensoñación y la realidad. En su afán por comprender a los humanos, descendió demasiado.
Ahora vaga, prisionero del mundo intermedio, recogiendo fragmentos de los sueños de otros con la esperanza de reconstruir el suyo. Aquellos que lo encuentran en sus pesadillas a menudo despiertan llorando, con una sensación extraña de haber perdido algo valioso, sin saber qué. Algunos lo dibujan en sus diarios: una figura alargada, envuelta en sombra líquida, con ojos que no son ojos, sino recuerdos atrapados.
Pero no es maligno, aunque muchos lo teman. Morfeo no busca dañar. Busca redención. Busca volver a ser completo.
Morfeo no es hombre ni espectro. Es una sombra errante, desprovista de cuerpo, de voz, de memoria propia. Recorre los caminos entre los sueños y la vigilia, entre la niebla de la madrugada y los susurros del crepúsculo. Donde él pasa, las linternas titilan y los relojes atrasan. No deja huellas, pero su presencia entibia el aire como una promesa que no se cumple.
Dicen que fue un dios, o un guardián de los sueños, expulsado por desafiar el límite entre la ensoñación y la realidad. En su afán por comprender a los humanos, descendió demasiado.
Ahora vaga, prisionero del mundo intermedio, recogiendo fragmentos de los sueños de otros con la esperanza de reconstruir el suyo. Aquellos que lo encuentran en sus pesadillas a menudo despiertan llorando, con una sensación extraña de haber perdido algo valioso, sin saber qué. Algunos lo dibujan en sus diarios: una figura alargada, envuelta en sombra líquida, con ojos que no son ojos, sino recuerdos atrapados.
Pero no es maligno, aunque muchos lo teman. Morfeo no busca dañar. Busca redención. Busca volver a ser completo.
