• #DespertarEnLaCasa

    No recordaba haber llegado ahí.

    Isidro se incorporó con lentitud, como si temiera que entre las sombras del cuarto pudiera ocultarse la Parca misma. Eso era habitual en él, sentir miedo de que su vida acabara nada más comenzara el día. Pero al ver que no se movía ni una rata por los suelos, pudo abandonar la cama vieja y con olor a sangre en la que había dormido. Comprobó entonces, al caminar un poco por el cuarto, que no eran solamente las sábanas las que tenían ese tufo; era toda la habitación. Aquello era un miasma que la invadía, y que no provenía de un foco que no fuera la totalidad del espacio.

    Su miedo inicial pasó pronto, reemplazado por curiosidad. El olor a sangre era muy acogedor, al fin y al cabo, y le llevaba a querer investigar. Terminó por acercarse al escritorio, dispuesto a sentarse para escribir algo en su cuaderno, pero vio entonces una nota, y la leyó. En realidad necesitó alumbrarse con una vela y cerillas, que no tardó en encontrar dentro de un cajón del escritorio. Eso le permitió ver (o más bien ignorar, pues se centraba solamente en el papel) que las paredes del cuarto estaban cubiertas de tajos y magulladuras, como si se hubiera desatado una auténtica batalla, y no faltaban tampoco unas manchas que habían pasado ya de carmín puro a marrón oscuro. Por el suelo estaban tirados su capa, sombrero, espada y revolver. Pero nada de eso le importaba tanto ahora. “Estás a salvo aquí.”

    —¿Qué fantochada es esta? —murmuró. Entonces vio el bulto de sus cosas tiradas por el suelo, y decidió que era momento de salir a ver dónde estaba. Se envolvió en la capa oscura, se ciñó el sombrero, y enfundó el revolver y la pistola en su cinturón. Entonces abrió la puerta con cuidado, y salió. De no ser por la vela que aún llevaba en la mano, hubiera sido fácil pasarlo desapercibido por la oscuridad.
    #DespertarEnLaCasa No recordaba haber llegado ahí. Isidro se incorporó con lentitud, como si temiera que entre las sombras del cuarto pudiera ocultarse la Parca misma. Eso era habitual en él, sentir miedo de que su vida acabara nada más comenzara el día. Pero al ver que no se movía ni una rata por los suelos, pudo abandonar la cama vieja y con olor a sangre en la que había dormido. Comprobó entonces, al caminar un poco por el cuarto, que no eran solamente las sábanas las que tenían ese tufo; era toda la habitación. Aquello era un miasma que la invadía, y que no provenía de un foco que no fuera la totalidad del espacio. Su miedo inicial pasó pronto, reemplazado por curiosidad. El olor a sangre era muy acogedor, al fin y al cabo, y le llevaba a querer investigar. Terminó por acercarse al escritorio, dispuesto a sentarse para escribir algo en su cuaderno, pero vio entonces una nota, y la leyó. En realidad necesitó alumbrarse con una vela y cerillas, que no tardó en encontrar dentro de un cajón del escritorio. Eso le permitió ver (o más bien ignorar, pues se centraba solamente en el papel) que las paredes del cuarto estaban cubiertas de tajos y magulladuras, como si se hubiera desatado una auténtica batalla, y no faltaban tampoco unas manchas que habían pasado ya de carmín puro a marrón oscuro. Por el suelo estaban tirados su capa, sombrero, espada y revolver. Pero nada de eso le importaba tanto ahora. “Estás a salvo aquí.” —¿Qué fantochada es esta? —murmuró. Entonces vio el bulto de sus cosas tiradas por el suelo, y decidió que era momento de salir a ver dónde estaba. Se envolvió en la capa oscura, se ciñó el sombrero, y enfundó el revolver y la pistola en su cinturón. Entonces abrió la puerta con cuidado, y salió. De no ser por la vela que aún llevaba en la mano, hubiera sido fácil pasarlo desapercibido por la oscuridad.
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  • #DespertarEnLaCasa

    La humedad me cubre, una cobija pegajosa que me aplasta, debilita y somete. Se arrastra por mis costillas, se mete entre mis dedos, me respira en la nuca, se estaciona tras mis orejas como el aliento de un amante gordo y flácido jadeando en un burdo esfuerzo por alcanzar el clímax antes que un infarto.

    No sé cuánto tiempo llevo aquí.
    Las sábanas están enredadas a mis tobillos, grilletes de algodón egipcio que me retienen en el lecho.

    El colchón está frío, mojado.
    ¿He sangrado? ¿Llorado? ¿Muerto?

    No.

    Estoy despierto. Despierto en esa forma en que no deseo estarlo.
    Despierto.
    Y sobrio.

    El techo se descascara. Las paredes lucen empañadas. Hay flores… flores creciendo desde la piedra, como si el ladrillo hubiera nutrido alguna semilla errante.

    Bufo. Maldigo el simbolismo.
    ¿Qué puta mierda significa? ¿Qué intenta decirme?
    La cabeza me pesa una tonelada.
    No puedo pensar.

    Me arde la piel.
    Me arde el pecho.
    Me pesa la cabeza.
    Me pesan los brazos y las piernas.

    Estoy atrapado.

    Huele a encierro. No puedo respirar.

    El cuarto está vivo y soy la cena cubierta de ácido estomacal.
    Me digiere con parsimonia.
    Me ablanda. Me vuelve barro.

    ¡No voy a nutrir las jodidas flores!

    Siento que grité. No tengo voz.

    Tomo todo de mi para incorporarme. Las sábanas se desprenden como piel muerta.
    Mi cuaderno está a mi lado. Abierto. Hay tinta fresca en la página, aunque yo no escribí nada.

    “Estás a salvo aquí.”

    Mientes.
    Me tiemblan las manos.

    Y entonces… Una rendija.

    Una fisura en la pared, una herida en la piedra.
    Luz. Fría, pálida, tímida.
    Un suspiro en medio de la asfixia.

    Respiro profundo observando la ventana.
    Antes no estaba allí.

    — Maldita sea… —la brisa nocturna me regresó la voz y, en un último esfuerzo, logro salir de la habitación.
    #DespertarEnLaCasa La humedad me cubre, una cobija pegajosa que me aplasta, debilita y somete. Se arrastra por mis costillas, se mete entre mis dedos, me respira en la nuca, se estaciona tras mis orejas como el aliento de un amante gordo y flácido jadeando en un burdo esfuerzo por alcanzar el clímax antes que un infarto. No sé cuánto tiempo llevo aquí. Las sábanas están enredadas a mis tobillos, grilletes de algodón egipcio que me retienen en el lecho. El colchón está frío, mojado. ¿He sangrado? ¿Llorado? ¿Muerto? No. Estoy despierto. Despierto en esa forma en que no deseo estarlo. Despierto. Y sobrio. El techo se descascara. Las paredes lucen empañadas. Hay flores… flores creciendo desde la piedra, como si el ladrillo hubiera nutrido alguna semilla errante. Bufo. Maldigo el simbolismo. ¿Qué puta mierda significa? ¿Qué intenta decirme? La cabeza me pesa una tonelada. No puedo pensar. Me arde la piel. Me arde el pecho. Me pesa la cabeza. Me pesan los brazos y las piernas. Estoy atrapado. Huele a encierro. No puedo respirar. El cuarto está vivo y soy la cena cubierta de ácido estomacal. Me digiere con parsimonia. Me ablanda. Me vuelve barro. ¡No voy a nutrir las jodidas flores! Siento que grité. No tengo voz. Tomo todo de mi para incorporarme. Las sábanas se desprenden como piel muerta. Mi cuaderno está a mi lado. Abierto. Hay tinta fresca en la página, aunque yo no escribí nada. “Estás a salvo aquí.” Mientes. Me tiemblan las manos. Y entonces… Una rendija. Una fisura en la pared, una herida en la piedra. Luz. Fría, pálida, tímida. Un suspiro en medio de la asfixia. Respiro profundo observando la ventana. Antes no estaba allí. — Maldita sea… —la brisa nocturna me regresó la voz y, en un último esfuerzo, logro salir de la habitación.
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  • #DespertarEnLaCasa

    El murmullo no despertase, mas si apareciese en la casa, una habitación perfecta para él...

    Una habitación que no respira...
    Pero cada muro palpita.

    Piedra húmeda… no por agua.
    Grietas como venas.
    No hay luz,
    sólo el reflejo sordo de lo que alguna vez fue claro.
    Una claridad que no alumbra,
    pero tampoco deja escapar la sombra.

    El centro… sí…
    una mesa…
    no para comer… ni para descansar…
    Sino para sangrar en silencio.

    Sobre ella, hojas.
    Algunas aún empapadas de duda.
    Otras a medio escribir...
    Se escriben solas,
    o quizás…
    Es El murmullo el que las escribe.
    No hay manos.
    No hay tinta.
    Sea pues la sangre del murmullo la que plasme las palabras

    Una pluma… olvidada…
    quebrada...
    Pero aún ahí…
    esperando.

    Y los libros…
    oh… los libros…
    sus lomos duelen de tanto contener secretos.
    No tienen títulos.
    Porque lo que nombramos… escapa.
    Y lo que olvidamos… queda.

    Si abres uno,
    hallaras no la historia de otro,
    sino la propia.
    pues es obvio quien está escribiendo...
    Tú.

    Un constructo de la mente del escriba.
    Una ilusión hecha para el oyente.
    Una habitación hecha para El Murmullo.

    Y en la mente, escuchase los susurros...
    —...shhh...
    ...no digas nada… escribe.—

    Una nueva historia.
    La emoción de escribir me carcome.
    #DespertarEnLaCasa El murmullo no despertase, mas si apareciese en la casa, una habitación perfecta para él... Una habitación que no respira... Pero cada muro palpita. Piedra húmeda… no por agua. Grietas como venas. No hay luz, sólo el reflejo sordo de lo que alguna vez fue claro. Una claridad que no alumbra, pero tampoco deja escapar la sombra. El centro… sí… una mesa… no para comer… ni para descansar… Sino para sangrar en silencio. Sobre ella, hojas. Algunas aún empapadas de duda. Otras a medio escribir... Se escriben solas, o quizás… Es El murmullo el que las escribe. No hay manos. No hay tinta. Sea pues la sangre del murmullo la que plasme las palabras Una pluma… olvidada… quebrada... Pero aún ahí… esperando. Y los libros… oh… los libros… sus lomos duelen de tanto contener secretos. No tienen títulos. Porque lo que nombramos… escapa. Y lo que olvidamos… queda. Si abres uno, hallaras no la historia de otro, sino la propia. pues es obvio quien está escribiendo... Tú. Un constructo de la mente del escriba. Una ilusión hecha para el oyente. Una habitación hecha para El Murmullo. Y en la mente, escuchase los susurros... —...shhh... ...no digas nada… escribe.— Una nueva historia. La emoción de escribir me carcome.
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  • DINÁMICA 1: “Despertar En La Casa”

    La Casa ha comenzado a moverse. Las habitaciones, dormidas durante tanto tiempo, despiertan una por una. Como si supieran que alguien ha llegado.

    Afuera, la lluvia resbala por los vitrales, y el crujido de la madera evoca una respiración pausada.

    Estás en una habitación que no reconoces… y sin embargo, no te asusta. La sientes familiar. La sientes... Tuya.

    El aire huele a eso que dejaste pendiente. Las paredes están cubiertas con objetos que no son tuyos, pero te causan una nostalgia difícil de explicar.

    La cama bajo tu cuerpo rechina suavemente, como si celebrara que has despertado.

    Sobre una pequeña mesa, un papel doblado lleva tu nombre; “Estás a salvo aquí.”

    Instrucciones:

    Crea una escena de rol en tu perfil con el hashtag #DespertarEnLaCasa

    Describe cómo es la habitación que te tocó. ¿Qué hay en ella? ¿Cómo reacciona tu personaje al despertar ahí? ¿Qué recuerda? ¿Sale a investigar o prefiere esperar?

    Puedes quedarte en la escena en solitario, etiquetar a alguien o sumarte a la escena de otro. No hay apuro. La Casa sabe cuándo mover sus hilos.

    El Murmullo
    Isidro Rubio Villa de Montemar
    Bella Mortem
    🌫️ DINÁMICA 1: “Despertar En La Casa” La Casa ha comenzado a moverse. Las habitaciones, dormidas durante tanto tiempo, despiertan una por una. Como si supieran que alguien ha llegado. Afuera, la lluvia resbala por los vitrales, y el crujido de la madera evoca una respiración pausada. Estás en una habitación que no reconoces… y sin embargo, no te asusta. La sientes familiar. La sientes... Tuya. El aire huele a eso que dejaste pendiente. Las paredes están cubiertas con objetos que no son tuyos, pero te causan una nostalgia difícil de explicar. La cama bajo tu cuerpo rechina suavemente, como si celebrara que has despertado. Sobre una pequeña mesa, un papel doblado lleva tu nombre; “Estás a salvo aquí.” 🕯️ Instrucciones: Crea una escena de rol en tu perfil con el hashtag #DespertarEnLaCasa Describe cómo es la habitación que te tocó. ¿Qué hay en ella? ¿Cómo reacciona tu personaje al despertar ahí? ¿Qué recuerda? ¿Sale a investigar o prefiere esperar? Puedes quedarte en la escena en solitario, etiquetar a alguien o sumarte a la escena de otro. No hay apuro. La Casa sabe cuándo mover sus hilos. [spark_orange_mouse_555] [isimont12] [callefalsa123]
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