Irys se encuentra tendida en una cama de laboratorio, bajo una luz tenue que parpadea suavemente sobre su rostro.
La sala está llena de máquinas de monitoreo y frascos con extraños líquidos, todo rodeado por la inquietante quietud de un lugar donde se realizan experimentos desconocidos.
El aire es frío, casi estéril, y el silencio es profundo, solo roto por el zumbido de los equipos. Sin embargo, a pesar de la frialdad del entorno y la soledad que la rodea, Irys se siente en paz, como si estuviera flotando en un sueño profundo, sin preocupaciones ni miedos.
En su mente, los recuerdos llegan en fragmentos. La voz de su madre resuena suavemente, como un susurro lejano pero claro. "Eres tan linda, Irys. Eres tan especial, llena de luz Siempre has sido mi esperanza."
Esas palabras le dan una calidez que no puede explicar, una sensación de amor profundo que la envuelve, pese a que en la realidad está sola en esa sala fría, bajo la vigilancia de Dana, quién le ha prometido devolverle su humanidad, aunque los detalles de cómo lo hará siguen siendo un misterio inquietante.
Irys siente una conexión con esos recuerdos, como si las palabras de su madre fueran su ancla en este mar de incertidumbre.
Aunque su cuerpo parece estar inmóvil, en su mente puede viajar libremente, y en esos momentos, la soledad de la sala de laboratorio desaparece.
En su sueño, se siente feliz, completa, como si hubiera encontrado un refugio en la fragilidad de esos recuerdos. No sabe qué le deparará el futuro ni si alguna vez recuperará lo que ha perdido, pero mientras su mente se adentra más en su sueño, se aferra a la sensación de ser querida, especial, y valiosa.
La esperanza no ha desaparecido, ni siquiera en este lugar tan extraño y distante.
Todo parece indicar que el experimento de Dana tiene un propósito oscuro y un final incierto, pero Irys, en su sueño, no puede preocuparse por eso.
Solo sabe que, por ahora, su corazón sigue latiendo con la dulzura de las palabras de su madre.
Irys se encuentra tendida en una cama de laboratorio, bajo una luz tenue que parpadea suavemente sobre su rostro.
La sala está llena de máquinas de monitoreo y frascos con extraños líquidos, todo rodeado por la inquietante quietud de un lugar donde se realizan experimentos desconocidos.
El aire es frío, casi estéril, y el silencio es profundo, solo roto por el zumbido de los equipos. Sin embargo, a pesar de la frialdad del entorno y la soledad que la rodea, Irys se siente en paz, como si estuviera flotando en un sueño profundo, sin preocupaciones ni miedos.
En su mente, los recuerdos llegan en fragmentos. La voz de su madre resuena suavemente, como un susurro lejano pero claro. "Eres tan linda, Irys. Eres tan especial, llena de luz Siempre has sido mi esperanza."
Esas palabras le dan una calidez que no puede explicar, una sensación de amor profundo que la envuelve, pese a que en la realidad está sola en esa sala fría, bajo la vigilancia de Dana, quién le ha prometido devolverle su humanidad, aunque los detalles de cómo lo hará siguen siendo un misterio inquietante.
Irys siente una conexión con esos recuerdos, como si las palabras de su madre fueran su ancla en este mar de incertidumbre.
Aunque su cuerpo parece estar inmóvil, en su mente puede viajar libremente, y en esos momentos, la soledad de la sala de laboratorio desaparece.
En su sueño, se siente feliz, completa, como si hubiera encontrado un refugio en la fragilidad de esos recuerdos. No sabe qué le deparará el futuro ni si alguna vez recuperará lo que ha perdido, pero mientras su mente se adentra más en su sueño, se aferra a la sensación de ser querida, especial, y valiosa.
La esperanza no ha desaparecido, ni siquiera en este lugar tan extraño y distante.
Todo parece indicar que el experimento de Dana tiene un propósito oscuro y un final incierto, pero Irys, en su sueño, no puede preocuparse por eso.
Solo sabe que, por ahora, su corazón sigue latiendo con la dulzura de las palabras de su madre.