LA HERENCIA DEL ÍNCUBO
A veces pienso que soy dos personas. Una es la que los demás ven: el cantante discreto, el hijo que cuida a su madre enferma con terquedad silenciosa, el hombre que trabaja tres turnos y sabe cómo pasar desapercibido entre el ruido del mundo. La otra… la otra es más difícil de explicar. Tiene nombre. Aegir. No lo elegí. Se impuso, como un eco...
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