—————— Cumpleaños Feliz

#OneShot

La mesa está adornada con guirnaldas doradas y flores frescas. Una docena de velas centellean en el pastel de vainilla, y el nombre de la cumpleañera está escrito en glaseado rosado con una caligrafía pulcra. Lo leo en silencio. Alaya.

Es una vergüenza, lo sé. Olvidar nombres es casi una tradición en mí. Pero nadie espera otra cosa, así que nadie dice nada cuando mis ojos van y vienen del pastel para saber nombre de a quien canto.

Acomodo mi camisa y aliso la bonita bolsita que cuelga de mi brazo. Dentro hay un vestido con lazos y un el juego de maquillaje que elegí con esmero. Alaya está entrando en esa edad donde las niñas comienzan a sentirse mujeres, y estoy seguro que disfrutará experimentar frente al espejo. ¿Cómo conozco las preferencias de la niña, si ni siquiera puedo recordar su nombre? Fácil, consulté a mi hermano, Vidhi NigDurgae, quien me aseguró que Alaya es una niña muy femenina.

Estoy esperando pacientemente mi turno para abrazarla, para consentirla, cuando Rajenda abre la boca.

— Ya se le empiezan a marcar las caderas —dice con la misma ligereza con la que uno comentaría el clima. Cualquiera creería que es una broma, un comentario desubicado pero inofensivo de esos que hacen los tíos borrachos en toda reunión familiar, pero Rajenda pertenece a la rama más conservadora y retrograda del clan. No ha bebido una gota de alcohol. Sé que no se está haciendo el gracioso— Será una buena reproductora.

Mi puño encuentra su rostro antes de que nadie más reaccione. Hay un sonido hueco, un crujido apagado, y su cuerpo es arrojado hacia atrás como si fuera de papel. Choca contra el muro con un golpe seco. Un murmullo ahogado recorre el salón mientras todos se apartan de mi camino.

Me acerco a él con la calma de una marea creciente. La furia no ciega mis pasos; los guía con precisión.

Rajenda apenas entiende lo que pasa cuando lo tomo por la ropa, alzándolo con la facilidad con la que se sacude el polvo de un abrigo.

— Que no te vea cerca de mi hermana —gruño. Mi voz es baja, más peligrosa por lo contenida— Ninguna de ellas.

Lo lanzo hacia la puerta sin esfuerzo, no pesa más que una piedrecilla en mi mano. La gente se aparta en silencio. Nadie se interpone.

Llega al suelo con un golpe sordo. Me acerco de nuevo. Lo miro con el desprecio de quien ve una mancha en el suelo y la empujo con el pie hasta sacarlo del recinto.

— Primera y última advertencia.

La puerta se cierra con un estruendo.

Doy media vuelta y respiro profundo. La música ha cesado, los murmullos han tomado su lugar. Pero cuando alzo la vista, Alaya está allí, con las mejillas sonrojadas, los ojos brillantes. No de miedo, no de vergüenza. De alivio.

Luego me enteraría de que Alaya tiene el don de ver, y esa noche cesaron sus pesadillas.

La fiesta sigue en pausa, pero yo continúo mi camino hacia la mesa. Tomo la bolsita con el regalo y se la entrego, y ella la acepta con una sonrisa que sólo ella entiende.

— Feliz cumpleaños, Alaya.

#𓆙𓆙𓆙 #NagaBros
—————— Cumpleaños Feliz #OneShot La mesa está adornada con guirnaldas doradas y flores frescas. Una docena de velas centellean en el pastel de vainilla, y el nombre de la cumpleañera está escrito en glaseado rosado con una caligrafía pulcra. Lo leo en silencio. Alaya. Es una vergüenza, lo sé. Olvidar nombres es casi una tradición en mí. Pero nadie espera otra cosa, así que nadie dice nada cuando mis ojos van y vienen del pastel para saber nombre de a quien canto. Acomodo mi camisa y aliso la bonita bolsita que cuelga de mi brazo. Dentro hay un vestido con lazos y un el juego de maquillaje que elegí con esmero. Alaya está entrando en esa edad donde las niñas comienzan a sentirse mujeres, y estoy seguro que disfrutará experimentar frente al espejo. ¿Cómo conozco las preferencias de la niña, si ni siquiera puedo recordar su nombre? Fácil, consulté a mi hermano, [V1dh1], quien me aseguró que Alaya es una niña muy femenina. Estoy esperando pacientemente mi turno para abrazarla, para consentirla, cuando Rajenda abre la boca. — Ya se le empiezan a marcar las caderas —dice con la misma ligereza con la que uno comentaría el clima. Cualquiera creería que es una broma, un comentario desubicado pero inofensivo de esos que hacen los tíos borrachos en toda reunión familiar, pero Rajenda pertenece a la rama más conservadora y retrograda del clan. No ha bebido una gota de alcohol. Sé que no se está haciendo el gracioso— Será una buena reproductora. Mi puño encuentra su rostro antes de que nadie más reaccione. Hay un sonido hueco, un crujido apagado, y su cuerpo es arrojado hacia atrás como si fuera de papel. Choca contra el muro con un golpe seco. Un murmullo ahogado recorre el salón mientras todos se apartan de mi camino. Me acerco a él con la calma de una marea creciente. La furia no ciega mis pasos; los guía con precisión. Rajenda apenas entiende lo que pasa cuando lo tomo por la ropa, alzándolo con la facilidad con la que se sacude el polvo de un abrigo. — Que no te vea cerca de mi hermana —gruño. Mi voz es baja, más peligrosa por lo contenida— Ninguna de ellas. Lo lanzo hacia la puerta sin esfuerzo, no pesa más que una piedrecilla en mi mano. La gente se aparta en silencio. Nadie se interpone. Llega al suelo con un golpe sordo. Me acerco de nuevo. Lo miro con el desprecio de quien ve una mancha en el suelo y la empujo con el pie hasta sacarlo del recinto. — Primera y última advertencia. La puerta se cierra con un estruendo. Doy media vuelta y respiro profundo. La música ha cesado, los murmullos han tomado su lugar. Pero cuando alzo la vista, Alaya está allí, con las mejillas sonrojadas, los ojos brillantes. No de miedo, no de vergüenza. De alivio. Luego me enteraría de que Alaya tiene el don de ver, y esa noche cesaron sus pesadillas. La fiesta sigue en pausa, pero yo continúo mi camino hacia la mesa. Tomo la bolsita con el regalo y se la entrego, y ella la acepta con una sonrisa que sólo ella entiende. — Feliz cumpleaños, Alaya. #𓆙𓆙𓆙 #NagaBros
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