El nombre es Charlotte. Pero puedes llamarme ''Lottie''.
  • Género Femenino
  • Raza Humana
  • Fandom OC
  • Cantante/Bailarina
  • Soltero(a)
  • Cumpleaños 28 de febrero
  • 8 Publicaciones
  • 7 Escenas
  • Se unió en septiembre 2024
  • 25 Visitas perfil
Otra información
  • Tipo de personaje
    2D
  • Longitud narrativa
    Una línea , Semi-párrafo , Párrafo , Multi-párrafo
  • Categorías de rol
    Acción , Anime & Mangas , Aventura , Ciencia ficción , Comedia , Drama , Fantasía , Romance , Slice of Life , Suspenso , Original , Terror
Publicaciones Recientes
  • .
    La noche era perfecta, al menos en apariencia. El Teatro de Bronce vibraba con el murmullo de una multitud ansiosa. Charlotte "Lottie" Sinclair aguardaba entre bastidores, ajustando las correas de su traje mecánico. Los engranajes de su corsé brillaban bajo la tenue luz del camerino, mientras Eloise le daba los últimos toques al diseño.

    —Es una obra maestra, como siempre —dijo Eloise con una sonrisa confiada.

    Lottie asintió, aunque su mirada estaba fija en el arnés suspendido sobre ella. Esa noche, "El Vuelo de la Alondra" incluiría un nuevo mecanismo diseñado por Gideon, una serie de alas mecánicas que debían desplegarse en pleno vuelo, iluminadas con un intrincado sistema de luces de vapor.

    —Todo saldrá bien, Lottie —dijo Gideon, ajustando el micrófono de relojería en su cuello. Su tono era calmado, pero el leve temblor de sus manos traicionaba su nerviosismo.

    —Más te vale, Thorne —respondió ella con una sonrisa, tratando de aligerar el ambiente—. Si algo falla, improvisaré. Como siempre.

    Momentos después, las luces del teatro se apagaron, y un silencio reverente llenó la sala. Cuando el telón se alzó, una tenue niebla de vapor envolvió el escenario. La música comenzó, y Lottie emergió entre la bruma, suspendida en el aire por cables apenas visibles.

    El espectáculo avanzaba sin problemas hasta el clímax, cuando las alas mecánicas debían desplegarse en todo su esplendor. Lottie cantaba una nota alta, su voz resonando con fuerza, mientras giraba en el aire con movimientos calculados. Pero en el momento crucial, un chasquido metálico resonó por encima de la música.

    Las alas no se desplegaron.

    Un murmullo recorrió al público, pero Lottie no titubeó. Su experiencia y talento tomaron el control. A medida que descendía en un elegante giro, comenzó a usar su cuerpo y el movimiento de los cables para simular el aleteo que las alas habrían realizado. Sus manos se alzaron en movimientos fluidos, como si estuviera guiando la luz misma que la rodeaba.

    La audiencia, ajena al fallo técnico, quedó cautivada. La música siguió su curso, y Lottie cantó con una intensidad renovada, llenando el teatro con una energía tan abrumadora que nadie notó la ausencia del mecanismo. Cuando terminó la última nota, un estruendoso aplauso llenó el lugar.

    El telón cayó, y Lottie se dejó caer en el arnés con un suspiro profundo. Sus piernas temblaban por el esfuerzo, y el sudor perlaba su frente.

    —¡Lottie! —La voz de Gideon se escuchó antes de que él apareciera corriendo desde los bastidores.

    Él trepó rápidamente a la plataforma donde ella estaba suspendida y, sin dudarlo, comenzó a soltar los mecanismos que la mantenían en el aire.

    —¡Dime que estás bien! —dijo, revisando cada hebilla y engranaje mientras su rostro reflejaba una mezcla de pánico y culpa.

    Lottie dejó escapar una risa cansada.

    —Estoy bien, Gideon. Solo fue... un poco más intenso de lo esperado.

    —El sistema falló. Las alas... No sé cómo no se dieron cuenta.

    —Porque improvisé. —Ella le dedicó una sonrisa ladeada mientras él la ayudaba a bajar al suelo—. Eso es lo que hago.

    Él la miró por un momento, sus manos todavía apoyadas en su cintura para estabilizarla.

    —Siempre dices eso, pero no debería ser así. No debería depender de ti salvarlo todo.

    Lottie tocó su hombro con suavidad.

    —Confío en ti, Gideon. Esta vez no salió como planeamos, pero lo lograremos. Siempre lo hacemos.

    Gideon asintió, aunque su expresión seguía tensa. Mientras ella se alejaba hacia su camerino, acompañada de aplausos que aún resonaban desde el otro lado del telón, él se quedó allí, prometiéndose a sí mismo que jamás volvería a fallar.

    Y aunque la noche no fue perfecta, para Lottie, el espectáculo había cumplido su propósito: conmover al público y recordarles la belleza de lo inesperado.

    . La noche era perfecta, al menos en apariencia. El Teatro de Bronce vibraba con el murmullo de una multitud ansiosa. Charlotte "Lottie" Sinclair aguardaba entre bastidores, ajustando las correas de su traje mecánico. Los engranajes de su corsé brillaban bajo la tenue luz del camerino, mientras Eloise le daba los últimos toques al diseño. —Es una obra maestra, como siempre —dijo Eloise con una sonrisa confiada. Lottie asintió, aunque su mirada estaba fija en el arnés suspendido sobre ella. Esa noche, "El Vuelo de la Alondra" incluiría un nuevo mecanismo diseñado por Gideon, una serie de alas mecánicas que debían desplegarse en pleno vuelo, iluminadas con un intrincado sistema de luces de vapor. —Todo saldrá bien, Lottie —dijo Gideon, ajustando el micrófono de relojería en su cuello. Su tono era calmado, pero el leve temblor de sus manos traicionaba su nerviosismo. —Más te vale, Thorne —respondió ella con una sonrisa, tratando de aligerar el ambiente—. Si algo falla, improvisaré. Como siempre. Momentos después, las luces del teatro se apagaron, y un silencio reverente llenó la sala. Cuando el telón se alzó, una tenue niebla de vapor envolvió el escenario. La música comenzó, y Lottie emergió entre la bruma, suspendida en el aire por cables apenas visibles. El espectáculo avanzaba sin problemas hasta el clímax, cuando las alas mecánicas debían desplegarse en todo su esplendor. Lottie cantaba una nota alta, su voz resonando con fuerza, mientras giraba en el aire con movimientos calculados. Pero en el momento crucial, un chasquido metálico resonó por encima de la música. Las alas no se desplegaron. Un murmullo recorrió al público, pero Lottie no titubeó. Su experiencia y talento tomaron el control. A medida que descendía en un elegante giro, comenzó a usar su cuerpo y el movimiento de los cables para simular el aleteo que las alas habrían realizado. Sus manos se alzaron en movimientos fluidos, como si estuviera guiando la luz misma que la rodeaba. La audiencia, ajena al fallo técnico, quedó cautivada. La música siguió su curso, y Lottie cantó con una intensidad renovada, llenando el teatro con una energía tan abrumadora que nadie notó la ausencia del mecanismo. Cuando terminó la última nota, un estruendoso aplauso llenó el lugar. El telón cayó, y Lottie se dejó caer en el arnés con un suspiro profundo. Sus piernas temblaban por el esfuerzo, y el sudor perlaba su frente. —¡Lottie! —La voz de Gideon se escuchó antes de que él apareciera corriendo desde los bastidores. Él trepó rápidamente a la plataforma donde ella estaba suspendida y, sin dudarlo, comenzó a soltar los mecanismos que la mantenían en el aire. —¡Dime que estás bien! —dijo, revisando cada hebilla y engranaje mientras su rostro reflejaba una mezcla de pánico y culpa. Lottie dejó escapar una risa cansada. —Estoy bien, Gideon. Solo fue... un poco más intenso de lo esperado. —El sistema falló. Las alas... No sé cómo no se dieron cuenta. —Porque improvisé. —Ella le dedicó una sonrisa ladeada mientras él la ayudaba a bajar al suelo—. Eso es lo que hago. Él la miró por un momento, sus manos todavía apoyadas en su cintura para estabilizarla. —Siempre dices eso, pero no debería ser así. No debería depender de ti salvarlo todo. Lottie tocó su hombro con suavidad. —Confío en ti, Gideon. Esta vez no salió como planeamos, pero lo lograremos. Siempre lo hacemos. Gideon asintió, aunque su expresión seguía tensa. Mientras ella se alejaba hacia su camerino, acompañada de aplausos que aún resonaban desde el otro lado del telón, él se quedó allí, prometiéndose a sí mismo que jamás volvería a fallar. Y aunque la noche no fue perfecta, para Lottie, el espectáculo había cumplido su propósito: conmover al público y recordarles la belleza de lo inesperado.
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  • En el escenario soy todo lo que quieran que sea, pero fuera... Solo soy Lottie.
    En el escenario soy todo lo que quieran que sea, pero fuera... Solo soy Lottie.
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  • {⁠♪}
    I came along
    I wrote a song for you
    And all the things you do
    And it was called Yellow.
    {⁠♪} I came along I wrote a song for you And all the things you do And it was called Yellow.
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  • Lynnette Eøn

    Una ciudad abarrotada de gente siempre era el escenario de múltiples eventos que ocurrían simultáneamente. Por eso, la mayoría de las personas no solían prestar atención a lo que sucedía a su alrededor, y Charlotte no era una excepción. Claro, era una figura reconocida en ciertos círculos, pero su vida privada se mantenía sencilla, como la de cualquier otra persona. Vivía en un pequeño departamento con su gato, y como cualquier ciudadano más, tenía que hacer sus propias compras y encargarse de sus asuntos cotidianos.

    Fue en uno de esos días comunes, mientras regresaba a su hogar, que un hombre fingió tropezar con ella en una esquina concurrida. Al principio, Charlotte pensó que había sido un simple accidente, pero pronto comprendió que algo más había ocurrido: el hombre le había arrebatado su collar, un objeto inestimable, el último regalo que le había hecho su padre antes de fallecer.

    El pánico la invadió al instante. Observó con desesperación cómo el ladrón desaparecía entre la multitud. La gente, que caminaba apática, se apartaba para abrirle paso, sin mostrar intención alguna de intervenir. Algunos incluso la miraban con curiosidad, pero nadie hacía el esfuerzo de ayudar. Charlotte, impulsada por la adrenalina y el miedo a perder algo tan valioso, comenzó a correr detrás del hombre, gritando desesperada por ayuda.

    “¡Alguien que lo detenga! ¡Me robó!” gritaba con la voz entrecortada, pero sus súplicas parecían disiparse entre el bullicio de la ciudad. Era como si estuviera hablando con las paredes. La delgada figura de Charlotte se movía lo más rápido que sus piernas le permitían, aunque no estaba acostumbrada a ese tipo de esfuerzo físico. El ritmo frenético de su carrera hacía que su respiración se volviera cada vez más errática, y el agotamiento comenzaba a hacerse notar.

    Mientras seguía al ladrón, el peso de la impotencia la aplastaba. ¿Qué haría si lograba alcanzarlo? ¿Con qué fuerzas lo enfrentaría? Sabía que no era una persona fuerte ni estaba preparada para una confrontación. Sin embargo, el miedo de perder ese collar, que representaba el último vínculo tangible con su padre, la impulsaba a seguir adelante. Casi sentía que si lo perdía, perdería también una parte de sí misma. Rogaba en su interior que alguien, cualquiera, se interpusiera o la ayudara, porque sabía que por sí sola, no podría recuperar lo que le habían arrebatado.

    El collar no era solo una joya, era un símbolo de los recuerdos, de las palabras no dichas, y de los momentos compartidos con su padre. Perderlo no era una opción.
    [lynnette0000] Una ciudad abarrotada de gente siempre era el escenario de múltiples eventos que ocurrían simultáneamente. Por eso, la mayoría de las personas no solían prestar atención a lo que sucedía a su alrededor, y Charlotte no era una excepción. Claro, era una figura reconocida en ciertos círculos, pero su vida privada se mantenía sencilla, como la de cualquier otra persona. Vivía en un pequeño departamento con su gato, y como cualquier ciudadano más, tenía que hacer sus propias compras y encargarse de sus asuntos cotidianos. Fue en uno de esos días comunes, mientras regresaba a su hogar, que un hombre fingió tropezar con ella en una esquina concurrida. Al principio, Charlotte pensó que había sido un simple accidente, pero pronto comprendió que algo más había ocurrido: el hombre le había arrebatado su collar, un objeto inestimable, el último regalo que le había hecho su padre antes de fallecer. El pánico la invadió al instante. Observó con desesperación cómo el ladrón desaparecía entre la multitud. La gente, que caminaba apática, se apartaba para abrirle paso, sin mostrar intención alguna de intervenir. Algunos incluso la miraban con curiosidad, pero nadie hacía el esfuerzo de ayudar. Charlotte, impulsada por la adrenalina y el miedo a perder algo tan valioso, comenzó a correr detrás del hombre, gritando desesperada por ayuda. “¡Alguien que lo detenga! ¡Me robó!” gritaba con la voz entrecortada, pero sus súplicas parecían disiparse entre el bullicio de la ciudad. Era como si estuviera hablando con las paredes. La delgada figura de Charlotte se movía lo más rápido que sus piernas le permitían, aunque no estaba acostumbrada a ese tipo de esfuerzo físico. El ritmo frenético de su carrera hacía que su respiración se volviera cada vez más errática, y el agotamiento comenzaba a hacerse notar. Mientras seguía al ladrón, el peso de la impotencia la aplastaba. ¿Qué haría si lograba alcanzarlo? ¿Con qué fuerzas lo enfrentaría? Sabía que no era una persona fuerte ni estaba preparada para una confrontación. Sin embargo, el miedo de perder ese collar, que representaba el último vínculo tangible con su padre, la impulsaba a seguir adelante. Casi sentía que si lo perdía, perdería también una parte de sí misma. Rogaba en su interior que alguien, cualquiera, se interpusiera o la ayudara, porque sabía que por sí sola, no podría recuperar lo que le habían arrebatado. El collar no era solo una joya, era un símbolo de los recuerdos, de las palabras no dichas, y de los momentos compartidos con su padre. Perderlo no era una opción.
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  • Charlotte abrió la puerta de su pequeño apartamento con un suspiro, dejando caer el abrigo sobre una silla cercana. La emoción y la energía del espectáculo aún vibraban en sus manos, pero el silencio del lugar la envolvió de inmediato, un contraste que la dejó sintiendo el peso de la noche.

    Se descalzó lentamente, sintiendo el frío del suelo de madera bajo sus pies mientras cruzaba la sala apenas iluminada por la luz de la calle. Su gato negro, Onyx, ya la esperaba en la cama, enrollado en una pequeña bola de pelaje oscuro, sus ojos amarillos brillando en la penumbra.

    Lottie se dejó caer con cuidado junto a él, hundiéndose en las sábanas suaves. Onyx ronroneó, acurrucándose aún más cerca, mientras ella extendía una mano para acariciarlo distraídamente. Miró al techo, su mente dando vueltas sobre el espectáculo, los aplausos, las luces, y luego… el silencio.

    Por un momento, se preguntó si todo esto valía la pena. Las largas noches, la soledad que parecía más palpable después de cada actuación. Pero luego sentía esa chispa en el escenario, el instante en que todo lo demás desaparecía, y en esos momentos, su vida cobraba sentido.

    Suspiró, cerrando los ojos mientras el ronroneo de Onyx la arrullaba lentamente. Tal vez mañana encontraría alguna respuesta, pero por ahora, se conformaba con el suave calor del gato a su lado y la tranquilidad del momento.
    Charlotte abrió la puerta de su pequeño apartamento con un suspiro, dejando caer el abrigo sobre una silla cercana. La emoción y la energía del espectáculo aún vibraban en sus manos, pero el silencio del lugar la envolvió de inmediato, un contraste que la dejó sintiendo el peso de la noche. Se descalzó lentamente, sintiendo el frío del suelo de madera bajo sus pies mientras cruzaba la sala apenas iluminada por la luz de la calle. Su gato negro, Onyx, ya la esperaba en la cama, enrollado en una pequeña bola de pelaje oscuro, sus ojos amarillos brillando en la penumbra. Lottie se dejó caer con cuidado junto a él, hundiéndose en las sábanas suaves. Onyx ronroneó, acurrucándose aún más cerca, mientras ella extendía una mano para acariciarlo distraídamente. Miró al techo, su mente dando vueltas sobre el espectáculo, los aplausos, las luces, y luego… el silencio. Por un momento, se preguntó si todo esto valía la pena. Las largas noches, la soledad que parecía más palpable después de cada actuación. Pero luego sentía esa chispa en el escenario, el instante en que todo lo demás desaparecía, y en esos momentos, su vida cobraba sentido. Suspiró, cerrando los ojos mientras el ronroneo de Onyx la arrullaba lentamente. Tal vez mañana encontraría alguna respuesta, pero por ahora, se conformaba con el suave calor del gato a su lado y la tranquilidad del momento.
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  • L'alouette mécanique
    Charlotte "Lottie" Sinclair Ocupación: Cantante y bailarina en espectáculos de élite.Edad: 26 años.Personalidad: Encantadora, apasionada y perfeccionista. Ama la libertad de expresarse a través del arte y tiene un carácter optimista, aunque también es reservada cuando se trata de su vida personal. Su espíritu creativo y su naturaleza...
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