Charlotte abrió la puerta de su pequeño apartamento con un suspiro, dejando caer el abrigo sobre una silla cercana. La emoción y la energía del espectáculo aún vibraban en sus manos, pero el silencio del lugar la envolvió de inmediato, un contraste que la dejó sintiendo el peso de la noche.

Se descalzó lentamente, sintiendo el frío del suelo de madera bajo sus pies mientras cruzaba la sala apenas iluminada por la luz de la calle. Su gato negro, Onyx, ya la esperaba en la cama, enrollado en una pequeña bola de pelaje oscuro, sus ojos amarillos brillando en la penumbra.

Lottie se dejó caer con cuidado junto a él, hundiéndose en las sábanas suaves. Onyx ronroneó, acurrucándose aún más cerca, mientras ella extendía una mano para acariciarlo distraídamente. Miró al techo, su mente dando vueltas sobre el espectáculo, los aplausos, las luces, y luego… el silencio.

Por un momento, se preguntó si todo esto valía la pena. Las largas noches, la soledad que parecía más palpable después de cada actuación. Pero luego sentía esa chispa en el escenario, el instante en que todo lo demás desaparecía, y en esos momentos, su vida cobraba sentido.

Suspiró, cerrando los ojos mientras el ronroneo de Onyx la arrullaba lentamente. Tal vez mañana encontraría alguna respuesta, pero por ahora, se conformaba con el suave calor del gato a su lado y la tranquilidad del momento.
Charlotte abrió la puerta de su pequeño apartamento con un suspiro, dejando caer el abrigo sobre una silla cercana. La emoción y la energía del espectáculo aún vibraban en sus manos, pero el silencio del lugar la envolvió de inmediato, un contraste que la dejó sintiendo el peso de la noche. Se descalzó lentamente, sintiendo el frío del suelo de madera bajo sus pies mientras cruzaba la sala apenas iluminada por la luz de la calle. Su gato negro, Onyx, ya la esperaba en la cama, enrollado en una pequeña bola de pelaje oscuro, sus ojos amarillos brillando en la penumbra. Lottie se dejó caer con cuidado junto a él, hundiéndose en las sábanas suaves. Onyx ronroneó, acurrucándose aún más cerca, mientras ella extendía una mano para acariciarlo distraídamente. Miró al techo, su mente dando vueltas sobre el espectáculo, los aplausos, las luces, y luego… el silencio. Por un momento, se preguntó si todo esto valía la pena. Las largas noches, la soledad que parecía más palpable después de cada actuación. Pero luego sentía esa chispa en el escenario, el instante en que todo lo demás desaparecía, y en esos momentos, su vida cobraba sentido. Suspiró, cerrando los ojos mientras el ronroneo de Onyx la arrullaba lentamente. Tal vez mañana encontraría alguna respuesta, pero por ahora, se conformaba con el suave calor del gato a su lado y la tranquilidad del momento.
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