¿Qué pasaría si el Demonio ganase la partida? (AVISO: NO ES CANON)
Todos nos sentimos felices cuando sabemos de la batalla entre el bien y el mal, los buenos son muy buenos, los malos son muy malos y entre ellos una amplia gama de grises, pero a fin de cuentas los buenos, siempre ganan, pero en este caso, el bien no gana.
El Padre Ezequiel huía de Old North Church, en Boston, donde había buscado asilo y consejo, algo no iba bien generalmente el dominaba al demonio sellado dentro durante más de 400 años había logrado retenerlo, pero sentía que ese sello no duraría mucho.
Ahora huía de la iglesia donde sus antiguos compañeros de oficio yacían en charcos de sangre cuando miro atrás la iglesia estaba en llamas.
Sus manos manchadas de sangre ¿Había sido él? Sus recuerdos eran que entro buscando asilo estaban preparando un exorcismo y solo oscuridad, cuando volvió la claridad a su mente todos estaban muertos, un pequeño incendio se había iniciado a los pies del altar. La marca de garra en su pecho quemaba y sangraba, se detuvo en un callejón un momento para tomar aliento, sentía que lo perseguían, que por más que huía no lograba despistar a su perseguidor, noto una sombra a la entrada del callejón y emprendió de nuevo la huida, paso por la Estación de guardacostas y salto una verja que daba acceso a los almacenes de la bahía, había almacenes y contenedores de metal era un auténtico laberinto, allí podría despistarlo, siguió recto, giro, volvió a girar, volvió a ir recto dejando marcas falsas son la sangre que teñía sus manos, en el lado contrario al que giraba y entro en un viejo almacén. Había palets llenos de cajas altos, se apoyó en uno casi al final de almacén. Su marca le estaba haciendo que cada terminación nerviosa y cada poro de su piel ardiera y doliera, deseaba perder el conocimiento. Que el dolor cesara. Rezo a dios, no tenía la cruz de plata de su madre que perdió hace años, un par de noches después de que el incidente del exorcismo deseaba en esos momentos tenerla como arma y defensa. Dios escucho sus suplicas y perdió el conocimiento.
La bocina de un barco lo despertó estaba bocabajo había liquido en el suelo y un olor acerado le llego, era sangre, su sangre. Una figura alta estaba frente al tenía poderosa alas de plumas negras, las manos eran garras de afiladas uñas, el cuerpo cubierto por tatuajes de extraños símbolos que no conocía, el pelo casi rojo y largo y esos ojos naranjas que ardían mirándolo con ansia. Una voz gruesa que hasta ahora solo había escuchado en su mente resonó en el almacén vacío
—Vaya Padre al fin despiertas…y al fin nos vemos cara a cara.
Ezequiel estaba débil pero aun así consiguió sentarse apoyando la espalda en las cajas.
—¿Quién eres?
—Pregunta capciosa, sabes quién soy.
—Dominus custodit me ab omni malo, et omne impium quod oritur ab inferno.
—Ahórratelo Padre Mendoza, he oído demasiadas oraciones de protección en estos siglos, usándolas contra demonios de bajo rango. Tus palabras carecen de poder contra mí, solo has alargado lo inevitable. Necesitaba energía y hace 400 años, no corrijo 432 años de condena aguantándote, oyendo tus quejas, tentándote, tu cayendo y volviendo al redil de tu señor. Tu señor os a abandonado ha mirado a otro lado.
—¿Qué quieres?
—Terminar lo que empecé hace tiempo, hacer de la tierra un infierno, donde los humanos nos sirvan a mí y a los míos. Nunca habéis visto a dios, pero a mi si me verán, se acabó el velo, se acabó el esconderse, las criaturas de la noche ¡TODAS! saldrán, pues les traigo la libertad.
Ezequiel se empezó a reír entre toses, le sabia la boca a sangre y le costaba respirar, pero las palabras de ese ser le causaban gracia. El demonio lo alzo del cuello mirándolo a los ojos.
—¿Qué te hace tanta gracia?
—¿Tantos años unido a mí, y no has aprendido nada de los humanos? Siempre que se alza alguien que quiere dominarnos, podemos dejar nuestras diferencias a un lado y unirnos para pelear. Nos defenderemos.
—No padre, lo intentareis…
Echo la mano hacia atrás y atravesó el pecho de Ezequiel, cerro los ojos y abrió la boca, una pequeña esfera de luz dorada salió del cuerpo inerte del párroco ascendiendo lentamente, pero fue aspirada por el verdugo que aun mantenía los ojos cerrados, la sangre goteaba de la punta de sus garras en un rítmico “Plink, Plink” y el silencio que tanto anhelaba. Saco la mano del pecho y la lamió degustándola con un morboso deleite. Abrió la otra dejando caer el cuerpo muerto que había sido su prisión durante tanto tiempo y se dio la vuelta, según caminaba hacia la salida, el fuego devoraba lo que dejaba atrás. Era hora de hacer que el mundo ardiera.
¿Qué pasaría si el Demonio ganase la partida? (AVISO: NO ES CANON)
Todos nos sentimos felices cuando sabemos de la batalla entre el bien y el mal, los buenos son muy buenos, los malos son muy malos y entre ellos una amplia gama de grises, pero a fin de cuentas los buenos, siempre ganan, pero en este caso, el bien no gana.
El Padre Ezequiel huía de Old North Church, en Boston, donde había buscado asilo y consejo, algo no iba bien generalmente el dominaba al demonio sellado dentro durante más de 400 años había logrado retenerlo, pero sentía que ese sello no duraría mucho.
Ahora huía de la iglesia donde sus antiguos compañeros de oficio yacían en charcos de sangre cuando miro atrás la iglesia estaba en llamas.
Sus manos manchadas de sangre ¿Había sido él? Sus recuerdos eran que entro buscando asilo estaban preparando un exorcismo y solo oscuridad, cuando volvió la claridad a su mente todos estaban muertos, un pequeño incendio se había iniciado a los pies del altar. La marca de garra en su pecho quemaba y sangraba, se detuvo en un callejón un momento para tomar aliento, sentía que lo perseguían, que por más que huía no lograba despistar a su perseguidor, noto una sombra a la entrada del callejón y emprendió de nuevo la huida, paso por la Estación de guardacostas y salto una verja que daba acceso a los almacenes de la bahía, había almacenes y contenedores de metal era un auténtico laberinto, allí podría despistarlo, siguió recto, giro, volvió a girar, volvió a ir recto dejando marcas falsas son la sangre que teñía sus manos, en el lado contrario al que giraba y entro en un viejo almacén. Había palets llenos de cajas altos, se apoyó en uno casi al final de almacén. Su marca le estaba haciendo que cada terminación nerviosa y cada poro de su piel ardiera y doliera, deseaba perder el conocimiento. Que el dolor cesara. Rezo a dios, no tenía la cruz de plata de su madre que perdió hace años, un par de noches después de que el incidente del exorcismo deseaba en esos momentos tenerla como arma y defensa. Dios escucho sus suplicas y perdió el conocimiento.
La bocina de un barco lo despertó estaba bocabajo había liquido en el suelo y un olor acerado le llego, era sangre, su sangre. Una figura alta estaba frente al tenía poderosa alas de plumas negras, las manos eran garras de afiladas uñas, el cuerpo cubierto por tatuajes de extraños símbolos que no conocía, el pelo casi rojo y largo y esos ojos naranjas que ardían mirándolo con ansia. Una voz gruesa que hasta ahora solo había escuchado en su mente resonó en el almacén vacío
—Vaya Padre al fin despiertas…y al fin nos vemos cara a cara.
Ezequiel estaba débil pero aun así consiguió sentarse apoyando la espalda en las cajas.
—¿Quién eres?
—Pregunta capciosa, sabes quién soy.
—Dominus custodit me ab omni malo, et omne impium quod oritur ab inferno.
—Ahórratelo Padre Mendoza, he oído demasiadas oraciones de protección en estos siglos, usándolas contra demonios de bajo rango. Tus palabras carecen de poder contra mí, solo has alargado lo inevitable. Necesitaba energía y hace 400 años, no corrijo 432 años de condena aguantándote, oyendo tus quejas, tentándote, tu cayendo y volviendo al redil de tu señor. Tu señor os a abandonado ha mirado a otro lado.
—¿Qué quieres?
—Terminar lo que empecé hace tiempo, hacer de la tierra un infierno, donde los humanos nos sirvan a mí y a los míos. Nunca habéis visto a dios, pero a mi si me verán, se acabó el velo, se acabó el esconderse, las criaturas de la noche ¡TODAS! saldrán, pues les traigo la libertad.
Ezequiel se empezó a reír entre toses, le sabia la boca a sangre y le costaba respirar, pero las palabras de ese ser le causaban gracia. El demonio lo alzo del cuello mirándolo a los ojos.
—¿Qué te hace tanta gracia?
—¿Tantos años unido a mí, y no has aprendido nada de los humanos? Siempre que se alza alguien que quiere dominarnos, podemos dejar nuestras diferencias a un lado y unirnos para pelear. Nos defenderemos.
—No padre, lo intentareis…
Echo la mano hacia atrás y atravesó el pecho de Ezequiel, cerro los ojos y abrió la boca, una pequeña esfera de luz dorada salió del cuerpo inerte del párroco ascendiendo lentamente, pero fue aspirada por el verdugo que aun mantenía los ojos cerrados, la sangre goteaba de la punta de sus garras en un rítmico “Plink, Plink” y el silencio que tanto anhelaba. Saco la mano del pecho y la lamió degustándola con un morboso deleite. Abrió la otra dejando caer el cuerpo muerto que había sido su prisión durante tanto tiempo y se dio la vuelta, según caminaba hacia la salida, el fuego devoraba lo que dejaba atrás. Era hora de hacer que el mundo ardiera.