Para ser honestos, si Eloise montaba un circo, le crecían los enanos. Esa era la mejor forma de definir su vida en aquellos momentos.

Su último reportaje estaba basado en las fábricas de Brasov. Cada día era un infierno, puesto que estaba infiltrada como una simple trabajadora más. Le dolían los brazos por levantar pesados moldes, y el pecho por respirar los vapores tóxicos. Las mascarillas ya escaseaban, y prefería compartirlas con las mujeres más mayores y las niñas. Trataba de mantener su habitual actitud optimista, pero debía reconocerse (y se reconocía) que no era nada fácil adaptarse a aquella vida.

Y precisamente por eso mismo lo hacía, porque había prometido que ayudaría a aquella gente a salir de la miseria que el gobierno de Vlad Dimitrescu había hecho caer sobre ellos. "Poco a poco", se repetía.; "Paso a paso", insistía.

Al llegar a su hogar se cambió para ponerse algo de ropa más cómoda mientras recogía un poco. Mientras se preparaba la cena, se dirigió al baño para darse una rápida ducha. Supo que algo no iba bien cuando encendió el grifo y solo produjo un ruido metálico, pero insistió, pensando que no sería más que algún corte de agua anterior.

Cuando la cañería explotó, emanando una fuente de agua sucia y maloliente, fue Valette la que se apañó para proteger a una desprevenida Eloise de sufrir daños por las tuberías.

Así que ahí estaba, llamando por teléfono al fontanero. Y esperando en la puerta de su apartamento a que llegase.

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