Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin Kairi Ishtar Yokin
—Ryu… ¡Ryu!—
Me acerco a ella casi sin respirar, corriendo con esa mezcla de emoción y nervios que solo ella consigue provocarme.
Al llegar, mi impulso se frena en seco: no está sola. A su lado está su hermana gemela, Kairi.
Por un instante mis ojos vacilan.
Son idénticas… pero no.
Ryu tiene esa frialdad cálida que reconozco incluso en silencio.
Kairi, en cambio, me atraviesa con una sonrisa que es mitad cordialidad, mitad promesa de algo que no quiero descubrir.
Doy un paso atrás de puro instinto, enderezo los hombros y finjo compostura.
—H-he encontrado algo… —respiro hondo, extiendo el objeto entre mis manos—. En la antigua biblioteca Ishtar. Estaba buscando hechizos nuevos y… me topé con este diario.
La portada está desgarrada, ennegrecida por los años.
En la primera hoja se distingue la firma del propietario: “Isht—”, y el resto… borrado a cuchilladas de tiempo, como si alguien hubiese querido arrancarse su propia identidad.
Hay páginas desaparecidas, otras rasgadas con furia, otras cruzadas por tachones frenéticos que parecen escritos durante un ataque de rabia.
—Entre sus notas… —paso las hojas con cuidado, aunque el papel cruje como si doliera— menciona un pasadizo secreto entre el pasillo del ala este y el salón del trono.
Un acceso oculto que solo se abre al pronunciar una palabra: “Kuoi”.
Levanto la mirada, primero hacia Ryu… luego, inevitablemente, hacia Kairi.
—Tenemos que ir. Ahora.
No sé qué hay ahí abajo pero… esto no fue ocultado por accidente.
La sangre del clan lo está llamando.
[Ryu] [Kairi]
—Ryu… ¡Ryu!—
Me acerco a ella casi sin respirar, corriendo con esa mezcla de emoción y nervios que solo ella consigue provocarme.
Al llegar, mi impulso se frena en seco: no está sola. A su lado está su hermana gemela, Kairi.
Por un instante mis ojos vacilan.
Son idénticas… pero no.
Ryu tiene esa frialdad cálida que reconozco incluso en silencio.
Kairi, en cambio, me atraviesa con una sonrisa que es mitad cordialidad, mitad promesa de algo que no quiero descubrir.
Doy un paso atrás de puro instinto, enderezo los hombros y finjo compostura.
—H-he encontrado algo… —respiro hondo, extiendo el objeto entre mis manos—. En la antigua biblioteca Ishtar. Estaba buscando hechizos nuevos y… me topé con este diario.
La portada está desgarrada, ennegrecida por los años.
En la primera hoja se distingue la firma del propietario: “Isht—”, y el resto… borrado a cuchilladas de tiempo, como si alguien hubiese querido arrancarse su propia identidad.
Hay páginas desaparecidas, otras rasgadas con furia, otras cruzadas por tachones frenéticos que parecen escritos durante un ataque de rabia.
—Entre sus notas… —paso las hojas con cuidado, aunque el papel cruje como si doliera— menciona un pasadizo secreto entre el pasillo del ala este y el salón del trono.
Un acceso oculto que solo se abre al pronunciar una palabra: “Kuoi”.
Levanto la mirada, primero hacia Ryu… luego, inevitablemente, hacia Kairi.
—Tenemos que ir. Ahora.
No sé qué hay ahí abajo pero… esto no fue ocultado por accidente.
La sangre del clan lo está llamando.