──── 𝘝𝘢𝘤𝘢𝘵𝘪𝘰𝘯𝘴! ──── 𝑃𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡 𝐷𝑎𝑦 | 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [𝟏𝟑] –
#SeductiveSunday
[
] 𝑅𝑜𝑚𝑎, 𝐼𝑡𝑎𝑙𝑖𝑎 — 𝟶𝟼:𝟶𝟶 𝐴.𝑀
Santiago abrió los ojos cuando el reloj del hotel marcó las seis en punto. La habitación aún estaba a oscuras, solo rota por la franja anaranjada que se colaba entre las cortinas del Palazzo Naiadi en Roma. La noche anterior había sido larga y tenido una larga conversación con Niccoló, el presidente de Italia, para advertirle sobre una posible traición y que lo mataría de la peor forma.
Se incorporó despacio. Le dolía un poco la cabeza, mezcla de jet lag residual y el estrés laboral. Se pasó la mano por el pelo revuelto, bostezó y puso los pies descalzos sobre el mármol frío del suelo.
Sin encender más luces que la del baño, dejó caer el bóxer y la camiseta al suelo.
El vapor empezó a llenar el espacio casi de inmediato cuando abrió la ducha. El agua caliente golpeó su nuca y hombros, llevándose el cansancio y el olor leve a tabaco caro que aún llevaba impregnado de la terraza del palacio.
Apoyó las manos en la pared de mármol travertino y dejó que el chorro le cayera directo en la cabeza. Por un momento cerró los ojos y sonrió: estaba de vacaciones y sabía que debía disfrutar sus días allí antes de viajar a Berlín, Alemania.
──── 𝘘𝘶𝘦 𝘥í𝘢. . . ────
Cinco minutos después, ya envuelto en el albornoz blanco del hotel, se miró por la ventana. Roma despertaba lenta, con ese luz dorada que solo aparece en noviembre cuando el cielo está despejado.
Se pasó la mano por la barba de un día, decidió que hoy sí se afeitaría, y empezó a tararear bajito una canción de Calamaro mientras buscaba ropa limpia en la maleta.
──── 𝘔𝘦 𝘱𝘳𝘦𝘨𝘶𝘯𝘵𝘰 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘵𝘰 𝘩𝘢𝘣𝘳á𝘯 𝘤𝘢𝘮𝘣𝘪𝘢𝘥𝘰 𝘭𝘢𝘴 𝘤𝘢𝘭𝘭𝘦𝘴 𝘪𝘵𝘢𝘭𝘪𝘢𝘯𝘢𝘴 𝘥𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘭𝘢 ú𝘭𝘵𝘪𝘮𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘲𝘶𝘦 𝘷𝘪𝘯𝘦. 𝘏𝘢𝘯 𝘱𝘢𝘴𝘢𝘥𝘰 𝘷𝘦𝘪𝘯𝘵𝘦 𝘢ñ𝘰𝘴 𝘺𝘢. ────
El día apenas comenzaba, y las calles italianas lo esperaban otra vez.
──── 𝘝𝘢𝘤𝘢𝘵𝘪𝘰𝘯𝘴! ──── 𝑃𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡 𝐷𝑎𝑦 | 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [𝟏𝟑] – #SeductiveSunday
[🇮🇹] 𝑅𝑜𝑚𝑎, 𝐼𝑡𝑎𝑙𝑖𝑎 — 𝟶𝟼:𝟶𝟶 𝐴.𝑀
Santiago abrió los ojos cuando el reloj del hotel marcó las seis en punto. La habitación aún estaba a oscuras, solo rota por la franja anaranjada que se colaba entre las cortinas del Palazzo Naiadi en Roma. La noche anterior había sido larga y tenido una larga conversación con Niccoló, el presidente de Italia, para advertirle sobre una posible traición y que lo mataría de la peor forma.
Se incorporó despacio. Le dolía un poco la cabeza, mezcla de jet lag residual y el estrés laboral. Se pasó la mano por el pelo revuelto, bostezó y puso los pies descalzos sobre el mármol frío del suelo.
Sin encender más luces que la del baño, dejó caer el bóxer y la camiseta al suelo.
El vapor empezó a llenar el espacio casi de inmediato cuando abrió la ducha. El agua caliente golpeó su nuca y hombros, llevándose el cansancio y el olor leve a tabaco caro que aún llevaba impregnado de la terraza del palacio.
Apoyó las manos en la pared de mármol travertino y dejó que el chorro le cayera directo en la cabeza. Por un momento cerró los ojos y sonrió: estaba de vacaciones y sabía que debía disfrutar sus días allí antes de viajar a Berlín, Alemania.
──── 𝘘𝘶𝘦 𝘥í𝘢. . . ────
Cinco minutos después, ya envuelto en el albornoz blanco del hotel, se miró por la ventana. Roma despertaba lenta, con ese luz dorada que solo aparece en noviembre cuando el cielo está despejado.
Se pasó la mano por la barba de un día, decidió que hoy sí se afeitaría, y empezó a tararear bajito una canción de Calamaro mientras buscaba ropa limpia en la maleta.
──── 𝘔𝘦 𝘱𝘳𝘦𝘨𝘶𝘯𝘵𝘰 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘵𝘰 𝘩𝘢𝘣𝘳á𝘯 𝘤𝘢𝘮𝘣𝘪𝘢𝘥𝘰 𝘭𝘢𝘴 𝘤𝘢𝘭𝘭𝘦𝘴 𝘪𝘵𝘢𝘭𝘪𝘢𝘯𝘢𝘴 𝘥𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘭𝘢 ú𝘭𝘵𝘪𝘮𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘲𝘶𝘦 𝘷𝘪𝘯𝘦. 𝘏𝘢𝘯 𝘱𝘢𝘴𝘢𝘥𝘰 𝘷𝘦𝘪𝘯𝘵𝘦 𝘢ñ𝘰𝘴 𝘺𝘢. ────
El día apenas comenzaba, y las calles italianas lo esperaban otra vez.