Al día siguiente, Anomaly desciende de la ban con un solo propósito: encontrar a Ca Hotdog.
Lleva la misma ropa: el hoodie amplio, los leggins ajustados… como si el tiempo no hubiera avanzado, como si nada horrible hubiera pasado.
Pero ahora sabe más.
El dispositivo de su cuello no es solo un sensor.
Es una correa de ahorque.
Un botón de alto.
Otra voluntad a punto de aplastar la propia...
Mientras camina, el alquitrán bajo su dermis despierta, curioso y sigiloso.
Se desliza hasta la correa con la suavidad de un pensamiento.
La cubre.
La palpa.
Explora cada borde, cada cierre, cada imperfección microscópica.
Busca la grieta.
La entrada.
La manera de abrirlo sin romperlo… aunque romperlo sería más fácil.
Sabe que cualquier intento podría detonar una alerta inmediata.
Un castigo peor.
Una descarga más cruel que le aleje de lo que su cuerpo, su mente y su alma anhelan; él.
Sabe que no debe hacerlo.
Sabe que la encontrarán.
La sujetarán.
La encerrarán de nuevo.
Pero no le importa.
Su mente arde.
Su cuerpo tiembla de una necesidad que no reconoce pero que no puede negar.
Y su alma, lo poco o mucho que tenga de una, se niega a permitir que vuelvan a interrumpirla.
Esta vez, ella manda.
Al día siguiente, Anomaly desciende de la ban con un solo propósito: encontrar a Ca Hotdog.
Lleva la misma ropa: el hoodie amplio, los leggins ajustados… como si el tiempo no hubiera avanzado, como si nada horrible hubiera pasado.
Pero ahora sabe más.
El dispositivo de su cuello no es solo un sensor.
Es una correa de ahorque.
Un botón de alto.
Otra voluntad a punto de aplastar la propia...
Mientras camina, el alquitrán bajo su dermis despierta, curioso y sigiloso.
Se desliza hasta la correa con la suavidad de un pensamiento.
La cubre.
La palpa.
Explora cada borde, cada cierre, cada imperfección microscópica.
Busca la grieta.
La entrada.
La manera de abrirlo sin romperlo… aunque romperlo sería más fácil.
Sabe que cualquier intento podría detonar una alerta inmediata.
Un castigo peor.
Una descarga más cruel que le aleje de lo que su cuerpo, su mente y su alma anhelan; él.
Sabe que no debe hacerlo.
Sabe que la encontrarán.
La sujetarán.
La encerrarán de nuevo.
Pero no le importa.
Su mente arde.
Su cuerpo tiembla de una necesidad que no reconoce pero que no puede negar.
Y su alma, lo poco o mucho que tenga de una, se niega a permitir que vuelvan a interrumpirla.
Esta vez, ella manda.