⧽⧽ [BrynFlag]

Tan pronto como salió de aquel dormitorio, volteó a ver hacia el interior del mismo y lanzó un galante y romántico beso con su mano a la dama con la había buscado entretenerse durante una pequeña porción de aquella noche. Había sido exquisita. Y si bien su racha en las tabernas en esos últimos cuatro días había sido bastante buena -contando con la mala fortuna que usualmente tenía-, no pudo evitar despilfarrar un poco de sus ganancias para darse un capricho. En un principio realmente llegó a repetirse en su cabeza la importancia de ahorrarlo para posibles futuras necesidades, pero... le pudo más el sentir un poquito de afecto femenino.

Rondaba alrededor de las doce y media de la madrugada y aún alcanzaba a escuchar risas y música en la planta baja. Tranquilamente fue descendiendo por las escaleras mientras se acomodaba mejor la gabardina y con los dedos se peinó el castaño cabello hasta que sus pies pisaron suelo firme y caminó en dirección del bar que había a unos pocos metros, deleitándose con alguna que otra mujer que caminaba por la zona, alguna enseñando más de lo que se debería en público, pero eso solo generaba una sutil sonrisa en la faz del bardo.

Cuando llegó a la barra, tomó asiento y rebuscó en uno de los bolsillos internos de su prenda un par de monedas, las cuales depositó tranquilamente sobre el mostrador.

—Una jarra de cerveza cuando puedas, Jacqueline —pidió relajado, recibiendo una sonrisa por parte de la mujer al otro lado de la barra a cambio de la suya.

“𝘏𝘢 𝘱𝘢𝘴𝘢𝘥𝘰 𝘶𝘯 𝘵𝘪𝘦𝘮𝘱𝘰 𝘥𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘵𝘦 𝘷𝘦í𝘢 𝘷𝘦𝘯𝘪𝘳, 𝘣𝘢𝘳𝘥𝘰. 𝘚𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦 𝘦𝘴 𝘶𝘯 𝘱𝘭𝘢𝘤𝘦𝘳 𝘷𝘦𝘳 𝘵𝘶 𝘣𝘰𝘯𝘪𝘵𝘢 𝘤𝘢𝘳𝘢 𝘱𝘰𝘳 𝘢𝘲𝘶𝘪”, comentó la de oscuro cabello rizado mientras llenaba la jarra con lo ordenado.

—Sí... Se podría decir que estoy esquivando un poco el mal agüero, de momento. Además, veo que tanto tú como tus chicas seguís igual de bellas como de costumbre, no sé como lo hacéis, pero es gratificante entrar por esa puerta cada que tengo la oportunidad —y era cierto. Por más que deslizara su mirada por ese lugar no existía ni una sola mujer que no portara alguna belleza llamativa y natural.

Sus palabras hicieron ampliar la sonrisa de ella mientras le tendía finalmente el pedido al frente suyo y le guiñó uno de los ojos, bastante agradecida con las bonitas palabras que él tuvo para ofrecer. No obstante, las inesperadas y graves alzadas de voz de un tipo rompieron un poco la atmósfera, ante lo cual tanto Jacqueline como él voltearon a ver en la dirección del suceso con el propósito de hallar respuestas.

⧽⧽ [TeresaDagg]


Llegaron a puerto a altas horas de la noche, por lo cual pasarían descansando ahí hasta el amanecer, donde cada quién se aventuraría a trabajar en sus propios quehaceres. El joven bardo durmió plácidamente en una de las hamacas que la capitana siempre le ofrecía, hasta que el poco bullicio de la mañana fue apartándole de los brazos de Morfeo.

A pesar de que habían pasado algunos días no se olvidaba de la promesa que hizo, por lo que tras alistarse con su vieja gabardina y haberse lavado la cara, salió a cubierta para caminar directamente hacia la rampa que lo haría descender hasta el muelle.

Una vez ahí y sentir el aire fresco junto al soleado ambiente, el de castaña cabellera estiró sus brazos hacia el cielo y gruñó dulce al desperezarse. Ciertamente, se sentía bastante bien, y desde ahí podía apreciar a varias de las tripulantes que avanzaban a lo lejos en dirección de la ciudad, algo que lo hizo sonreír.

No obstante, él buscó acomodarse a un costado de una pila de cajas de madera mientras se ojeaba las uñas y retiraba la poca roña que hallaba en ellas. Sus manos siempre gustaba verlas perfectas, pues eran su instrumento de trabajo a fin de cuentas.

Esperando en ese lugar, se mantendría ahí hasta que la presencia de la cocinera se hiciera presente.