<< Los días habían ido transcurriendo lentamente desde que Sylphiel le escribió una carta a Gaudy. 

Durante los primeros días la sacerdotisa esperaba con impaciencia la respuesta de Gaudy, pero con cada día que pasaba sin recibir una sola noticia del guerrero, la esperanza de Sylphiel se iba desvaneciendo. 

Por un lado sentía preocupación, ¿y si la carta que ella le envió a Gaudy nunca había llegado a su destino? ¿Y si a Gaudy le había ocurrido algo en alguno de sus viajes? ¿Y si Gaudy simplemente no había querido responderle? 

Aquella última pregunta le hacía recordar que los sentimientos de ella por Gaudy siempre habían correspondido a un amor platónico; él siempre estuvo enamorado de Reena. Tanto, que Sylphiel tuvo que aceptar perderle para siempre para dejarle ser feliz con Reena. 

Aquella mañana, mientras Sylphiel se dirigía hacia el Templo de Flare Dragon Ceiphied, escuchó una voz dirigiéndose a ella. >>

"Señorita Sylphiel."

<< Cuando giró su rostro, se encontró con la mirada amable y sonriente del mensajero de Sairaag quien, tras hacerle una inclinación de cabeza a modo de reverencia, le entregó una carta sosteniéndola con ambas manos. 

Sylphiel recogió la carta también con ambas manos e hizo la misma reverencia ante el mensajero. 

Tras una escueta despedida, una enorme sonrisa iluminó el rostro de la sacerdotisa al leer el nombre de Gaudy en el remitente de aquella carta. 

Sylphiel no esperó más tiempo y, allí mismo, abrió el sobre y extrajo la carta. 

Su primera sorpresa llegó cuando leyó las primeras palabras. 

Esperaba un "querida Sylphiel"; aunque, tratándose de Gaudy, un "hola Sylphiel" estaría más cerca de la realidad. Sin embargo, lo primero que leyó fue un "Lo siento, Sylphiel".

"¿Lo siento?" 

La sacerdotisa empezó a leer la carta y, con cada línea, su corazón se encogía un poco más y sus ojos se volvían más y más vidriosos. 

Para cuando terminó de leer la carta, las lágrimas corrían libremente por sus mejillas. 

Las palabras "Supongo que he tenido que perder yo, para darme cuenta del daño que yo te hice al irme de tu vida sin más" rondaban en su cabeza, pero no sabía a qué se refería exactamente. 

Sentía preocupación, pena, tristeza... Quería darle un abrazo y decirle que, fuera lo que fuera aquello que hubiera ocurrido, pronto todo estaría bien. Sin embargo, la distancia hacia imposible aquel abrazo. Ni siquiera podía enviarle una pizca de calor que pudiera arropar su corazón y hacerle sentir mejor. 

Por supuesto que quería que Gaudy pasara por Sairaag, y por supuesto que quería volver a verle. 

A pesar de las lágrimas, de la tristeza y de la preocupación, una sonrisa iluminó el rostro de Sylphiel mientras abrazaba aquella carta contra su pecho; a fin de cuentas, aquella carta era lo más cerca que había estado de Gaudy en mucho tiempo. >>