La única razón por la cuál realizó un ‘Pestañeo’ de la comisaría de policía hasta su apartamento era que quería ahorrarse el dinero del uber. Puede que el hecho de que fueran las cuatro de la mañana también tuviera algo que ver. Le ardían los hombros de las horas que había invertido sobre el escritorio, inclinado encima del ordenador portátil y de los múltiples informes en papel que tenía. Algún imbécil todavía vivía en el siglo XVIII y le gustaba imprimir los casos para tenerlos en papel. La única ventaja que veía en aquello era el añadir notas en los márgenes con tinta de pluma, e incluso esa adición podía hacerla en los documentos PDF que tenía registrados en digital. El trabajo intelectual era arduo y pocas veces tenía opción a desconectar. Por eso había encontrado el gimnasio como un santuario personal que le ayudaba a despejarse y, sobre todo, llegar tan agotado a la cama que pudiera conciliar el sueño con facilidad. Si bien no siempre era así, la regla de que hacer ejercicio le ayudaba a dormir solía mantenerse la mayoría de las veces.

 

Estaba deseando darse una ducha rápida para quitarse el olor a cigarrillo barato y sudor antes de meterse en la cama. Por eso, cuando llegó, el cansancio pasó a un segundo plano, fruto de la repentina tensión: no olía a brujo, como esperaba, sino a demonio. Allí estaba, apoyado contra la encimera de la cocina, iluminada por esos tan convenientes leds bajo los muebles.

 

      Encima comiéndote mi comida, hay que joderse.

      Tenía hambre – el híbrido se encogió de hombros. Oliver resopló y dejó el maletín sobre la mesa de la cocina.

      Qué haces aquí, Turner.

 

Luka se encogió de hombros y tuvo el decoro de tragar la comida antes de responder. A Oliver le irritada lo despreocupado que parecía siempre.

 

      Hacía tiempo que no nos veíamos. Venía a ver qué tal estabas – Luka sacudió las manos para deshacerse de las migas del bocadillo que se había comido.

 

Oliver alzó las cejas y luego negó con la cabeza. Era un cretino, siempre lo había sido.

 

      Mira, no tengo paciencia para tus jueguecitos de palabras. Son las cuatro de la mañana y mi horario es diurno. Aligera y lárgate.

      Eres muy susceptible, Nab.

      A diferencia de ti, tengo un trabajo de verdad – en cuanto Luka ladeó una sonrisa y se cruzó de brazos supo que estaba esperando esa respuesta.

      ¿Trabajarte al de arriba es parte de tu jornada? Apestaba bastante cuando llegué.

 

Naberius exhaló una irónica e incrédula sonrisa y se pasó las manos por la cara. Simplemente no podían estar teniendo esa conversación en ese momento.

 

      Mi vida, mis asuntos. A quién me trabaje o deje de trabajarme no te incumbe en absoluto, Turner.

      Es que, por el olor, te lo estás tomando muy en serio.

 

Luka era provocador por naturaleza. El Lobo de Astaroth tenía un don único de generar el caos, sobre todo por su constante tendencia a meterse donde no le llamaban. Aunque no eran pocas las situaciones en las cuales le había salido caro, seguía manteniendo esa intención constante de implicarse de más en asuntos de otros. Naberius tironeó de la corbata.

 

      ¿Quieres un consejo? – preguntó el híbrido. Oliver alzó una ceja, incrédulo.

      ¿De ti? ¿No te parece que te estás pasando con el rollo coleguita? Me estás tocando los huevos.

 

Naberius sabía que haría oídos sordos a su amenaza.

 

      Déjalo antes de que te salga caro – las palabras del híbrido provocaron una risotada en Oliver.

      No me lo puedo creer.

      Lo digo en serio, Nab. Te va a pasar factura implicarte tanto.

      No puedes ser tan ingenuo, Turner ‐ dijo cuando la risa le permitió articular palabra –. ¿Enamorarme? ¿Yo?

      Te sorprendería – la seriedad del Lobo de Astaroth le parecía aún más irrisoria.

      ¿Cómo lo hizo contigo? ¿Con Leviathan, Ares, Astaroth y Perséfone?

 

Supo que sus palabras hicieron el daño que buscaba cuando la determinada mirada de Luka evadió el contacto visual y se removió inquieto. No obstante, volvió a colocarse esa máscara de demonio mediocre que era.

 

      Con Perséfone no pasó nada.

      Qué adorable eres – Luka le amenazó con la mirada –. Tampoco está pasando nada con el que has metido en tu casa, ¿no? ¿Ya estás enamorado?

      No.

      A esa respuesta le falta un ‘todavía’, Turner – Luka arrugó el ceño y sus facciones se tensaron –. ¿Sabes qué me sorprende de vosotros los transformados? Que seguís creyendo que el amor existe. En fin, la humanidad. Tú tenías un punto cuando tu lado demoníaco campaba a sus anchas, pero tuvo que llegar el arrogante de Lucifer y apagar la chispa. En fin. Si no tienes nada que decirme y tu única intención era venir a tocarme los huevos, puerta, chaval.

 

Fue cuando Luka se incorporó y recogió la gabardina que había dejado colgada de una de las sillas.

 

      Venía hacerte el favor del colega que no soy de que te pases por tus dominios de vez en cuando. Se te están colando y, a este paso, el título de marqués lo tendrás solo de adorno.

 

Naberius exhaló un suspiro y sus intenciones dañinas se vieron reducidas. Incluso sintió una punzada de arrepentimiento que, por supuesto, no reconocería en voz alta. El híbrido se colocaba el cuello de la gabardina cuando decidió disculparse.

 

      Luka – el mencionado hizo contacto visual con Naberius –. Lo siento y gracias por el aviso – el Lobo de Astaroth esbozó una sonrisa.

      No soy un bebé, Nab, no tienes que tenerme entre palmitas.

      Para eso está Astaroth. De no ser por él, alguno ya te habría hecho papilla.

      Más quisieras – provocó.

      Ahora largo.

 

Luka le guiño un ojo antes de desaparecer, pero no se movió de inmediato. ¿Enamorarse? No lo había hecho durante la eternidad como para hacerlo ahora. Lo que le faltaba. Recogió la corbata y arrastró los pies de camino a la ducha.