❝No todas las pesadillas son castigos, algunas son revelaciones❞

No todas las pesadillas son castigos. Algunas nacen solas, alimentadas por los temores más profundos de los mortales y dioses. Otras, en cambio, son sembradas como semillas de advertencia, de justicia o de venganza. En ambos casos, Melinoë acude, pero no siempre fue así.

Un día, Melinoë en una de sus muchas luchas por conciliar el sueño lo logro, pero no fue como lo era para los demás, ella no vio oscuridad o imágenes de sus recuerdos sino que ella vio esos sueños que los demás tienen cuando los recuerdos se pudren y los temores echan raíces, ella lo siento. 

 

En aquella primera vez simplemente fue llamada. No por palabras ni conjuros, sino por el dolor que toma forma en sueños. La oscuridad psíquica la atrajo, guiándola por el reino onírico hasta llegar a la cueva de Fobetor, como si el miedo crudo llevara su nombre en susurros que la llamaban. 

 

La joven diosa, noto su aspecto en el reflejo de esas mentes que no pueden con su propio peso, su cabello era completamente negro, así como sus dedos que se habían teñido de negro en sus puntas y uñas. Era como si la cueva sol dejara existir su oscuridad dentro, ella había sido llamada para guiar las mentes perdidas en ese lugar.

Aquello no fue cosa de una sola noche, se repitió noche tras noche, cuando ella cerraba los ojos, su espíritu era llevado a la cueva. Y pasaba hasta el dia de hoy, aun confundiendo a la diosa.

 

Cuando el equilibrio se rompe, cuando alguien ha invocado su ira, cuando el velo entre mundos tiembla por manos impías, Melinoë se convierte en autora del terror. Crea visiones con la precisión de un escultor: memorias distorsionadas, imágenes simbólicas, profecías que queman. Las envía como castigos, advertencias o mensajes velados. Nadie escapa de sus símbolos si así lo desea. Sus pesadillas no son solo sombras… son lenguaje.

 

A veces es víctima. A veces es victimaria.

 

Cuando llega a un alma perturbada, no siempre es por voluntad propia. Es arrastrada por una corriente oscura, como un ancla lanzada desde lo más profundo de una mente que implora sin saberlo. En esos momentos, camina entre ruinas mentales, alimentándose del miedo para sobrevivir. Está atrapada ahí con ellos.

Pero cuando es ella quien decide actuar, cuando despierta y escoge intervenir, entonces no hay refugio posible. El sueño se retuerce. La calma se disuelve. Y su figura se vuelve el inicio de un tormento cuidadosamente diseñado. 

 

Ella se convierte en la pesadilla.

 

Sin embargo, no es puro castigo. Porque incluso en su forma más aterradora, Melinoë libera. No sin dolor, claro. Pero arranca miedos de raíz, desenmascara verdades y purga lo que otros no se atreven a enfrentar. Despiertan con lágrimas, gritos o vacío… pero despiertan. Y muchos, tras el terror, encuentran paz.

 

Temida y necesaria. Monstruo y salvadora.

 

Así es Melinoë. No camina entre el sueño y la vigilia… los gobierna.