Cierro la tapa del portátil recientemente he tenido una videoconferencia con mi jefe, echo el cuerpo hacia atrás apoyando la espalda contra el respaldo de la silla.

Quedo mirando el techo de mi despacho, hace pocos días hice unos cambios decorativos. Vuelvo abrirlo me he permitido un diminuto descanso para despejar la mente, busco la nueva carpeta que creer ayer antes de apagar y empezar a recoger para marcharme a casa.

Con dicha carpeta guarde dos artículos necesarios para la investigación previa que hago en todos los casos que llevo.

 

Mi jefe desea que para ahora en Agosto doble el número de nuevos clientes, aunque para ello deba vender mi alma.

-Disculpe señor, pede decirme su nombre y el motivo de su visita.

-¿Esta reunido?.

-Señor...espere, debe de...

Justo al levantarme de la silla la puerta es abierta de golpe por el padre de mi novia el señor Robert Gilbert y detrás suya con la mirada perdida y a la ver avergonzada, se encuentra Verity.

Mi joven y nueva secretaría.

 

Verity coloca encima de la mesa auxiliar dos cafés americanos, no me hace gracia quedarme a solas con mi suegro.

¿Cuándo habrá llegado de New York?. ¿Lo sabe Katherine?.

¿También le acompaña su esposa?.

 

El silencio prosigue siendo el único protagonista, pedí un café pero en realidad de los nervios, mi estómago esta cerrado. Parece que el tiempo sea parado solo en el interio del despacho, la vida prosigue con normalidad fuera de estás cuatro paredes.

¿Qué viene ahora?.

 

-Hay temas que debemos hablar sin estar presentes mi esposa y mi hija.

¿A qué temas se refiere, señor Gilbert?.

Creo tener una pequeña idea de base, posiblemente acertada a este completamente equivocado.

No se si prefiero aceptar o equivocarme.

 

Es entonces cuando le veo sacar de uno de los bolsillos interiores de la chaqueta de su traje hecho a mano, una billetera de cheques.

Es incluso peor de lo que había imaginado.

-¿Cuánto?.

Prosigo en silencio continuando analizando la situación que tengo delante ni siquiera se como debo seguir comportándome.

-¿Cuál es tu cantidad soñada para alejarte para siempre de mi hija?.

Con toda la calma vuelvo a levantarme del sillón directo a la puerta, deseo que salga y ójala no vuelva a saber de él.

-Salga por favor, su hija no sabrá nada. No por usted, no quiero que los odie a los dos.

-Si me voy no recibiras ni un dolar de mi bolsillo.

-Señor Gilbert no quiero nada de usted, ni de su esposa.

-¡Te vas a arrepentir!

-Quiero a su hija y NADIE va a cambiar mis sentimientos.