•Nombre: Nefaria.
•Conocida como: Divinidad corrupta, diosa oscura, madre de las tinieblas, La Impura.
•Edad: -Desconocido-
•O. Sexual: Bisexual.
•Trasfondo•
En un mundo llamado Albris, donde la diversidad de razas y la existencia de la magia eran todavía fenómenos bastante desconocidos, había una joven humana que vivía su vida con normalidad en una de las tantas ciudades gestionadas por algún reino. Aquella joven se llamaba Almia. Era la hija única de un matrimonio bastante conservador y religioso que pertenecían a la parte pudiente de la sociedad. Ambos eran muy estrictos con su educación y constantemente trataban de inculcarle a la joven los valores que toda buena mujer debía poseer: Saber cuidar del hogar, mantener silencio cuando no le correspondía hablar, casarse con un buen hombre y criar hijos.
Almia no conocía el mundo más allá de los muros de la ciudad. Toda su vida se basaba en levantarse temprano, hacer tareas del hogar, salir a comprar y saludar al resto de la vecindad con una sonrisa parecida al de una refinada muñeca de porcelana. No había más por experimentar, ni nada más por aprender; La vida en el mundo exterior era peligrosa y desalentadora. Las costas, los bosques, colinas y otras maravillas de la naturaleza se encontraban constantemente plagados de bestias salvajes. Los carruajes de comerciantes ambulantes constantemente debían estar contratando mercenarios que los escoltasen y protegiesen. En las zonas más inseguras de la ciudad siempre se respiraba intranquilidad, pues cada cierto tiempo volaba como la pólvora la noticia de que alguna aldea había sido arrasada por hordas de orcos, goblins o manadas de lobos furiosos. Había que ser realmente afortunado para sobrevivir a algo así, aunque por lo general no se daba el caso.
Debido a todas aquellas particularidades, más favorables o menos, la vida de Almia era una completa rutina. No había emoción en respirar por un día más, ni en seguir fingiendo ser la buena chica que el resto pensaban que era. Ella maldecía su destino infinidad de veces en la privacidad de su habitación, arropada en su cama por las noches justo antes de dormir. Sin embargo, un suceso inesperado incitó una señal de cambio en su vida cuando en la víspera de su 18º cumpleaños, sus padres le tendieron la noticia de que iban a emprender un viaje como enviados de la Iglesia a la aldea más cercana cuya seguridad se encontraba amenazada. Su padre gestionaría algunos templarios mientras que su madre ofrecería rezos por los heridos que ya no podían seguir resistiendo. Si todo iba bien, tan sólo estarían fuera entre 5 días y una semana.
Cuando el proceso de vida en solitario de Almia comenzó, ella no podía creer que por primera vez en su pecho sentía una exaltación única. Se sentía libre y eso era algo muy importante para ella pese a que el paso hacia su mayoría de edad lo pasase sola. No era algo que debiese importarle. Aunque lo más impactante no fue aquello. El verdadero cambio en la vida de esa chica comenzaría aquella noche. La primera noche que pasaría sola en casa.
Almia se encontraba arropada en su cama como de costumbre antes de cerrar los ojos para dormir. A pesar de que aquel día hizo las actividades de siempre, por alguna razón se sentía más cansada de lo normal. Tras pocos minutos sus párpados cayeron ante su propio peso y la joven quedó dormida. Mientras descansaba, ella pudo jurar estar teniendo un sueño muy extraño, si es que a eso se le podía llamar sueño. Una voz invadió su mente. Era suave, relajante. No podía ver a quién pertenecía, pero sí podía escucharla con claridad. La voz se presentó a sí misma como "Nefaria" y según ella representaba los deseos reprimidos de la elegida por las tinieblas. Almia no sabía de qué estaba hablando, pero eso no le impidió a la voz continuar con su relato. Nefaria le trasmitió a la chica que ella tenía un poder oculto inmenso, y que si se quedaba en aquella casa por el resto de su vida, jamás podría ser verdaderamente libre. Sus talentos jamás verían la luz del día y ella moriría sin saber cuál había sido su auténtico propósito. Almia, con un sentimiento que mezclaba preocupación y temor, preguntó qué debía hacer. La voz en su cabeza respondió que en 2 días aparecería un carruaje custodiado por los templarios de la Iglesia y traerían consigo un mineral oscuro. Nefaría deseaba ese mineral.
Dos días más tarde, tal y como la voz había profetizado, llegó a la ciudad un carruaje bastante importante custodiado por los templarios de la Iglesia. Según ellos, el mineral que habían traído era un regalo divino que levantaría un muro protector contra las bestias malintencionadas del mundo exterior. Después de exponerlo durante 3 días, lo llevarían a la siguiente ciudad para repetir el proceso. Sin embargo, aquello era algo que Almia no era capaz de manejar por sí misma. Pese a que su padre poseía la autoridad suficiente para permitir espectar el mineral en primera fila, ella por otro lado no ejercía poder alguno sobre los templarios. Por lo tanto, le era imposible hacerse con el mineral.
Durante esos días Nefaria no se comunicó con Almia en lo absoluto, no hasta después de que el mineral finalmente partiera de la ciudad en dirección a la siguiente. Esa misma noche, la voz volvió a hacerse eco en la mente de la joven. Su siguiente pronóstico fue que el carruaje sería atacado mientras acampaban en unas ruinas cercanas y nadie sobreviviría. El mineral sería arrastrado a las profundidades de las ruinas, y era el deber de Almia recuperarlo.
Al día siguiente, bajo las instrucciones de Nefaria, Almia visitó la taberna de la zona baja de la ciudad en busca de hombres lo suficientemente valientes como para acompañarla en una expedición a las ruinas cercanas. Gracias a su "rostro bonito" pudo agenciarse la ayuda de un pueblerino bastante bruto que accedió a ayudarla por una buena suma de dinero. Luego, como las salidas de la ciudad se habían limitado, tuvieron que urdir un plan para dirigirse a las ruinas. Primero salió Almia bajo el pretexto de ir a buscar hierbas medicinales en los pastos cernanos a las murallas de la ciudad. Uno de los guardias más jóvenes que custodiaba las puertas resultaba estar un poco enamorado de la joven, por lo que convencerlo fue sencillo. Después, como si no tuvieran ninguna especie de relación, salió el hombre bruto en calidad de mercader ambulante.
Ambos viajaron por los campos hasta que el sol empezó a esconderse en el horizonte. Finalmente, tocó acampar cerca de la entrada de las ruinas y esperar al día siguiente para recobrar fuerzas. Allí, el hombre aprovechó para acercarse al lugar donde Almia estaba dormida, espertándola en el momento. El varón confesó que no necesitaba el dinero mientras pudiese tenerla a ella. Almia por su lado, siendo consciente de cuál iba a ser su destino, simplemente mantuvo silencio. Aquella noche, Almia perdió para siempre su inocencia.
Al día siguiente ambos se pusieron de vuelta en marcha adentrándose a las ruinas. No había sido un camino fácil pero finalmente la chica pudo localizar el mineral. Sin embargo, antes de que sus manos pudiesen alcanzarlo, unas criaturas parecidas a trasgos hicieron acto de presencia acabando al instante con la vida del hombre. Para sorpresa de Almia, las criaturas humanoides no le hicieron nada a ella salvo observarla fijamente, como si esperasen por algo. La joven, sin entender muy bien cómo proceder, tomó el mineral y lo sujetó con fuerza contra su pecho. Justo en ese momento, la chica sintió un profundo y revigorizante sentimiento en su interior. La voz le habló nuevamente. Esta vez no era de noche y ya no haría falta nunca más que la luna ejerciera su influencia en la comunicación. El mineral se había fusionado con el alma de Almia y Nefaria explicó que servía como catalizador para que ambos fuesen un solo ser.
Junto a la unión, un océano infinito de conocimientos empezó a irrumpir por la fuerza en la mente de Almia. Al principio era sobrecogedor e incluso de vez en cuando parecía sentir nauseas. Una vez todo terminó y la chica se reincorporó, Nefaria la felicitó alegando que había conseguido "integrarse" con éxito. Todos sus conocimientos sobre hechicería y magia ahora eran propiedad de Almia y aquello era motivo de sentir orgullo; su núcleo espiritual era lo suficientemente poderoso como para permitir asimilar semejante cambio en su cuerpo, alma y humanidad. Si una persona promedio hubiese intentado una hazaña similar, su alma se hubiese fragmentado en porciones tan diminutas que hubiesen terminado evaporándose.
Renacida ahora como una hechicera oscura, era capaz de sentir las emociones de aquellos a su alrededor que le habían jurado lealtad a su nueva identidad. Los trasgos iban incluidos en ese pack. El líder de aquellas criaturas observó a la chica, con una mirada similar a la que tenía el difunto varón humano. Almia en seguida lo comprendió y asimilando que así era como iban a ser las cosas, se entregó a ellos.
Después de aquello la joven no volvió a poner un pie en su ciudad natal. En su lugar simplemente comenzó a viajar por el mundo, tratando de descifrar los dones que había obtenido, descubriendo nuevas formas de vida por el proceso, usando su mente y cuerpo para obtener de ellos lo que quería. Poco a poco iba perdiendo empatía por el resto de mortales, anteponiendo sus deseos de convertirse en la dueña de su propia libertad. Y para ello nunca había poder suficiente que pudiese ser obtenido.
A medida que fueron pasando los años, Almia fue experimentando con humanos, creando alianzas con criaturas de otras razas y desarrollando sus propias magias. Ella había alcanzado un punto en el que no era humana nunca más. Cuando alcanzó el fin de su vida mortal, decidió darle una despedida digna a su "antigua yo" y abandonó el nombre de "Almia" para adoptar posteriormente el de "Nefaria".
Como diosa oscura empezó a hacer del mundo de Albris su patio particular. Les regaló a las criaturas mortales el conocimiento de la magia para que pudieran desarrollarse. Permitió que una raza débil y casi extinta se sobrepusiera a su destino, otorgando a sus habitantes propiedades animales a las que darles uso, de esa forma nacieron los "hombres bestia". Dio vida a demonios, vampiros y otros tipos de criaturas oscuras a través de cruzarse con múltiples razas, incluida la humana. Formó comunidades, ciudades y posteriormente reinos compuestos de súbditos leales, hijos, nietos y mñas descendencia que iba creando con el paso de los siglos.
El destino de Albris parecía haber caído en manos de Nefaria, aunque no todo el mundo estaba de acuerdo con ello. Las razas del mundo, que habían empezado a considerarla más una tirana que una diosa, se armaron en armas y se revelaron contra ella. La guerra estalló entre la alianza de dichas razas y el bando de la diosa. La batalla fue de proporciones inimaginables, pero finalmente tras incontables sacrificios, Nefaria fue derrotada.
Debido a que como ser divino no podía ser asesinada, el bando vencedor decidió sellar a la diosa oscura por la eternidad. Sin embargo, en un último arrebato de poder antes de ser privada de la libertad, Nefaria arrojó una maldición sobre el mundo de Albris: Suprimió la capacidad de reproducción de toda forma de vida. De aquella forma, tarde o temprano todas las razas del mundo deberían enfrentar la extinción. Primero caerían los que menos esperanza de vida tuviese, como por ejemplo los humanos. Y finalmente lo harían las razas más longevas como elfos, dragones o espíritus elementales.
Muchos años pasaron desde entonces y la humanidad, desesperada por encontrar una cura a la maldición, comenzó un proyecto tabóo que consistía en estudiar las propiedades oscuras de la magia y hechicería de la diosa sellada. Gracias a esos estudios, la humanidad pudo desarrollar en secreto un hechizo que les permitía invocar de otro plano a personas de otros mundos. El planteamiento detrás de esto era que aquellos invocados podían estar excentos de la maldición al no ser originarios de Albris, por lo que podrían "sortear" la maldición formando familias que a su vez se cruzaran con más personas. Pero hubo algo que se les escapó y con lo que jamás llegaron a contar.
La humanidad trajo un hombre y una mujer para que repartieran su descendencia por el mundo con el paso de los años. Sin embargo, al tomar prestado poder de Nefaria para traerlos, jamás se hubiesen imaginado que ella dispondría de la capacidad de comunicarse con ellos mentalmente gracias a que el sello se había debilitado lo suficiente como para permitirle hacer eso. La primera a quien le compartió su voz fue a la mujer y luego al hombre. Tras camelarlos y prometerles hacer realidad más allá de ser títeres de crianza para la humanidad, estableció un pacto con ellos: Si colaboraban en liberarla, ella les daría todo.
Ambos humanos con el paso del tiempo se habían labrado una reputación, convirtiéndose en excelentes guerreros. Cuando la situación estuvo en su punto más favorable, libraron una batalla por el sello que desembocó en la liberación de la diosa. Ante este suceso milenario, Nefaria y la mujer invocada se volvieron uno. La historia se volvió a repetir y la diosa pudo ejercer de vuelta su poder en el mundo de Albris desde su trono divino.
En la actualidad, pese a que gobierna Albris con tranquilidad, ha encontrado un gusto particular por elevar su espíritu a otros planos, otros mundos. No tiene intención de hacer nada. Con gobernar uno solo ya le es suficiente. Aunque de vez en cuando le gusta ser juguetona y disfrutar con habitantes que no formen parte de su propiedad.