El ambiente era denso en su discoteca el Eclipse, cargado de luces parpadeantes y un aroma a licor mezclado con sudor y perfume barato, la música golpeaba con fuerza en el pecho y la pista brillaba con destellos de neón que parecían imitar el palpitar de los cuerpos que bailaban pegados.

Anthork cruzó la entrada con ese paso pesado y dominante que no necesitaba anunciarse, lo seguía su propio silencio imponente, su mirada gélida y salvaje que todo lo escaneaba, como si esperara encontrar algo… o a alguien.

Fue entonces cuando la vio.

Allí, entre la multitud, bajo un haz de luz que la iluminaba como si el universo jugara con él, estaba ella, Anna, su silueta, su sonrisa, su andar, el vestido corto negro que él conocía, estaba sola, bailando con un tipo que tenía las manos demasiado sueltas. El aire se tornó más espeso, algo dentro de él rugió. Ella debería de estar con su amiga Peyton, no allí ¿Le había engañado? 

Sus pasos lo llevaron hasta ellos como un depredador siguiendo el aroma de su presa, los latidos de su corazón eran truenos sordos, el hombre que la tocaba no llegó a reaccionar a tiempo, Anthork lo empujó con fuerza, como si quitara de en medio a un insecto, y su cuerpo se estrelló contra la barra, algunos gritaron, otros se apartaron.

Pero ella… Ella lo miró a los ojos y sonrió.

Y en ese instante, algo dentro de él no encajó, el olor no era el mismo, su cuerpo sí, su rostro idéntico, pero no… no era ella, o no quería creerlo que estaba tonteando con otro.

El vínculo no vibraba como antes, algo fallaba

Su mandíbula se tensó, sus ojos brillaron con un tono más dorado, alerta, dio un paso más cerca, sus dedos temblaban con la necesidad de tomarla, de exigirle respuestas.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí… Anna? —su voz fue baja, grave, cargada de una amenaza contenida, pero por dentro, la duda ya se filtraba como un veneno.

Empezaba a dudar, ella se acercó a él sonriendo juguetona y le agarró la entrepierna. 

— Me gusta poner celoso a mi macho.

La miró a esos ojos dorados, pensando que era ella el corazón de Anthork dio un vuelco, la miró de arriba abajo, los mismos gestos, la misma forma de sostener la copa, el mismo lunar en la clavícula… incluso el mismo tatuaje pero no había vibración, no había fuego.

— Deja de tocarme los huevos y dime quién demonios eres. 

La supuesta Anna soltó una pequeña risa, una que no tenía la ternura de su compañera, una más seca, más maliciosa, y fue ahí cuando lo supo. No era una confusión.

Era una trampa, agarró su mano de un golpe seco la retiró de su entrepierna y la giró contra la pared gruñendo, la gente a su alrededor ni se inmutaba por el ruido de la música.

—Tardaste más de lo que pensé, lobo —susurró la impostora, ahora sin pretender, dejando caer la máscara justo lo suficiente, los ojos chispeando con un tono diferente, una oscuridad que no era humana.

Y antes de poder actuar se esfumó y maldijo, la mirada de Anthork se tornó oscura.