[Posible contenido sensible]
[Transcurrido cuando Samuel tenía unos 14 años]
Su mano acarició la espalda de Samuel con una dulzura que lo hacía estremecer, pero no de consuelo, sino de repulsión. Un gesto que para cualquier otro podría parecer inofensivo, pero para él era el inicio de una pesadilla recurrente. No podía precisar cuándo había comenzado todo, cuándo aquel hombre había cruzado la línea entre lo aceptable y lo abominable. ¿No lo recordaba, o simplemente prefería forzarse a olvidar?
Aquella noche no fue diferente a las anteriores. El hombre entró sigilosamente en su habitación, susurrándole palabras suaves que se sentían como cuchillas dulces en sus oídos, mientras sus manos recorrían su cuerpo con una familiaridad que no había sido otorgada. Samuel permanecía inmóvil, atrapado entre el miedo y la incredulidad, mientras una maraña de pensamientos lo consumía.
A veces se preguntaba, en medio de la confusión, por qué no hacía nada para detenerlo. ¿Era miedo? ¿Vergüenza? ¿Acaso, en alguna retorcida parte de sí mismo, aquello le hacía sentir algo que no podía nombrar? ¿O simplemente temía ser juzgado, señalado por su comunidad? Era un joven brujo con un poder considerable para su edad, respetado y admirado por muchos, pero cada vez que aquel hombre entraba en su habitación, toda esa fuerza se desvanecía, dejándolo vulnerable y perdido.
¿Por qué no hablaba? ¿Por qué no gritaba? La respuesta lo asfixiaba cada vez que intentaba enfrentarla: era pareja de su madre. La sola idea le provocaba una vergüenza insoportable, como si el peso de aquella atrocidad fuera culpa suya. La imagen de su madre, confiada y feliz, era un muro que lo mantenía en silencio.