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¿Qué harías de saber que tienes la capacidad de sanar a otros, pero a costa de tu propia salud? Hay que pensárselo dos veces antes de lanzarse a la ayuda, ¿cierto? No es algo que Inara haga demasiado si tiene la oportunidad para dar una mano.

 

Siempre le gustó ayudar, desde pequeña, y jamás tuvo reparo en esforzarse más del 100% para lograrlo. Incluso antes de descubrir su habilidad para sanar. De hecho, ella siempre creyó que era una persona común y sin demasiado para destacar, pero eso cambió cuando un accidente en su hogar, entre un cuarto en renovación, casi costó la vida de su padre.

 

Ella era apenas una niña, unos nueve años, mientras ayudaba a su padre a remodelar el cuarto para una buena oficina para su madre. Sin embargo, entre algunas tablas, subir y bajar la escalera, su padre terminó por dar un paso en falso y caer, dando su cabeza contra uno de los tablones más grandes que dejó a un lado. Fue una contusión que lo dejó inconsciente.

 

Inara se desesperó al no verlo moverse, no supo qué más hacer excepto el arrodillarse a su lado y moverlo tanto como podía para hacer que abriera los ojos. No hubo respuesta y su miedo aumentó cuando vio cómo un pequeño charco de sangre se formaba en el suelo. Su madre estaba en el jardín, por lo que tardó un poco en llegar cuando escuchó el grito de su hija. Sin embargo, en cuanto estuvo a su lado para tratar de calmarla en lo que llamó a una ambulancia, Inara repetía una y otra vez las mismas palabras.

 

—Tengo que salvarlo —parecía ser una especie de mantra, su estado no dejando registrar nada más que a su progenitor y la idea de que no iba a despertar si no hacía algo. Unos segundos después, mientras se aferraba a él, llevó una mano hacia su rostro—. Por favor, no te vayas.

 

Un pequeño murmullo que, entre su desesperación, pudo haber ayudado a despertar aquello que llevaba dormido desde que nació. No se dio cuenta al principio, solo cuando empezó a sentir dolor en la parte posterior de su cabeza, algo extraño sucedía.

 

—¡Inara! —oyó el grito de su madre y la hizo dar un respingo antes de mirarla, sintiendo la mano de la mayor en su cabeza— Estás herida, hija, ¿te has golpeado también?
Su madre siempre fue una mujer bastante fuerte y que conservaba la calma, pero podía ver el terror en su mirada.

 

Iba a responder, pero de repente todo se volvió negro y no pudo sentir nada más. Lo siguiente que supo fue despertar en una camilla de hospital, con ambos padres a su lado. Su padre estaba bien, perfecto, como si nada hubiera ocurrido. Ambos se veían aliviados y confundidos al mismo tiempo.

 

No quisieron hablarlo hasta llegar a casa, pero lo que descubrieron fue que Inara podía pasar cualquier tipo de herida o malestar de otros hacia ella misma, así quitando los efectos de la persona para cargarlos ella. El problema era ese, pues su factor de regeneración era más rápido de lo normal, pero si la herida era fatal, entonces ella podría morir.

 

Desde ese momento decidieron mantenerlo en secreto y, en caso que ella lo usara, fuera discreta, sutil, para evitar cualquier sospecha. No sabía si otros iban a interesarse en su habilidad en caso de conocerla, sus padres no quisieron arriesgarse.

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Info básica y aclaraciones.

|| Artículo en sí sujeto a cambios para mejorarlo con el tiempo. No me convence del todo, pero por ahora queda así. ||