Día 5: Rumbo a un viaje juntos
Hoy me armé de valor para hablar con mi padre, Zeus, sobre un asunto que había rondado mi mente desde hace días. Quería aventurarme fuera del Olimpo. Mi vida aquí siempre ha estado marcada por responsabilidades y protocolos: como hija de Hera, soy la anfitriona de las fiestas, la copera encargada de administrar el néctar divino a todos. Pero últimamente, todo ha estado tan tranquilo y monótono que incluso Hefesto, quien rara vez sale de su cueva, ha estado pasando tiempo con Artemisa y viniendo ocasionalmente a mendigar por néctar. Pensé que este sería el momento perfecto para emprender un viaje. Nadie parece necesitarme ahora mismo, así que decidí que debía aprovechar la oportunidad para vivir algo más que la rutina del Olimpo.
El plan era claro: primero hablaría con papá, luego Zagreo tendría su turno. Si todo salía bien, nos encontraríamos en el bosque de Olimpia para comenzar nuestro viaje.
Cuando entré en la sala del trono, Zeus estaba, como siempre, absorto en sus "asuntos importantes". Aunque, claro, todos sabemos que su versión de "importante" muchas veces incluye espiar a mujeres mortales. Aun así, respiré hondo y me acerqué, decidida.
—Quiero pasear, viajar fuera del Olimpo, probar las delicias culinarias… Pero no iré sola —le solté directamente, sin rodeos.
Para mi sorpresa, papá asumió inmediatamente que estaba invitándolo a acompañarme. Me hizo reír su idea. "No, papá, no te estoy invitando a ti."
Con algo de alivio y una sonrisa, me dijo que de todas formas no podría ir. En este último tiempo, él y yo hemos compartido algunos momentos agradables; disfrutamos de la gastronomía humana juntos en más de una ocasión, y he podido ver un lado más respetuoso de él hacia mí. Eso sí, creo que parte de ese respeto proviene del temor que le tiene a mamá, quien seguramente lo pulverizaría si intentara algo inapropiado conmigo.
Volviendo al tema, aclaré: "Quiero ir con mi primo Zagreo."
Le expliqué mis intenciones, asegurándole que no descuidaría mis deberes en el Olimpo y que, si era llamada, regresaría inmediatamente para cumplir con ellos. También le prometí que volveríamos a tiempo para la próxima fiesta, aunque internamente sabía que mi optimismo podría estar exagerando un poco.
Le hablé de lo mucho que quería este viaje, no solo por mí, sino también por Zagreo. Hasta ahora no había tenido la oportunidad de conocerlo profundamente, siempre atrapada entre las exigencias de mamá y mis responsabilidades como copera. Pero esta vez, quería hacer algo diferente, algo por mí. Era un acto de rebeldía, lo admito, pero uno necesario.
Ansiaba disfrutar, probar nuevas experiencias y, sobre todo, ayudar a Zagreo a alejarse de su propio sufrimiento. Quería que riera, que comiera, que disfrutara de la vida. Su juventud y vitalidad son tan bonitas que sería un crimen permitir que se consumieran en un bucle de drama y pesares. Sentía una especie de atracción hacia él, como una luciérnaga que se siente fascinada por la luz.
Zeus escuchó todo con paciencia, algo inusual en él. Aunque no me dio una respuesta inmediata, noté en su semblante una mezcla de orgullo y resignación. Él sabe que, aunque soy su hija, también soy una mujer con deseos propios. Sin embargo, recuerdo bien sus frase de cuidado: "Solo cuídate, si, ¿mi niña? No quisiera que te pase nada malo", le acepté su abrazo con cierto escalofrío de que se enojara. Aunque claro, al tener a mamá tan exigente, la protección tendido hacia era igual de imponente. Materializó uno de sus rayos para mi, este no me lastimaba, si no que parecía una varilla contenida en aire comprimido y dijo: "Si necesitaras defenderte, lleva esto por si acaso... Ya impregné mi poder, solo tienes que lanzarlo y hará su efecto" su sonrisa al decir aquello podría tener varias intenciones, pero supongo que también sería un hecho inédito y simpático que su niña eterna tirará un rayo.
Ahora solo queda esperar a que Zagreo tenga su conversación con él. Nos encontraremos en el bosque de Olimpia, listos para iniciar nuestra aventura. Sé que mamá probablemente no estará contenta cuando se entere, pero eso será un problema para otro día. Por ahora, solo quiero sentir la libertad de vivir una historia propia.
Encuentro Inoportuno
Día 6: Rumbo a Egipto
Hoy debía ser el gran día. Zagreo y yo habíamos planeado partir hacia nuestro viaje por el mundo mortal, un escape necesario para ambos. Habíamos acordado encontrarnos en el bosque de Olimpia, pero lo que encontré al llegar no fue el inicio que imaginé.
Mientras me acercaba al punto de encuentro, vi a Zagreo, pero no estaba solo. Oculta tras un árbol, observé cómo mi primo parecía incómodo y desganado en compañía de… Ate de Grecia. No podía creerlo. ¿Por qué no lo dejaba en paz? ¿No era suficiente restregarle su vida perfecta con ese dios nórdico en las narices? Intenté esperar con paciencia, pero la ansiedad por comenzar nuestro viaje era incontrolable.
Desde mi escondite, escuché parte de su conversación. Ate abrazó a Zagreo, y con su característica desgana, él dijo: "¿Un regalo? ¿Para qué?"
Eso me arrancó una sonrisa. Zagreo, incluso en situaciones incómodas, siempre ha sido breve y directo. Ate le ofreció un colgante, llamándolo un «salvoconducto». Aunque intentó rechazarlo con cortesía, incluso riendo un poco, terminó aceptándolo. No pude evitar pensar que mi primo es un tonto enamorado. Supongo que el amor puede hacerte actuar así. Yo, por mi parte, jamás he estado enamorada, así que no entiendo del todo esas emociones.
Me forcé a seguir esperando, pero entonces Néa, mi cachorra de lobo con cuernos dorados, rompió toda discreción. Se lanzó hacia Zagreo como si fuera un conejo gigante. Su tamaño, comparable al de un zorro blanco, la hacía difícil de ignorar. Avergonzada, salí de mi escondite llamándola. Claro, mi presencia no pasó desapercibida, especialmente para Ate, cuyo resoplido de molestia fue evidente.
Zagreo, siempre dulce, me saludó con una sonrisa."Hola, prima favorita. Ya estoy listo. Solo vine a pensar en algunas cosas y me encontré con Ate aquí." Mientras bajaba a Néa de su cabeza, Ate intervino con una pregunta directa: "¿Se va contigo?"
Al principio, pensé que me lo preguntaba a mí, así que respondí con una sonrisa confiada:"Sí, se va conmigo. ¿Algún problema, Ate?"
Grave error. Ate me lanzó una mirada maliciosa antes de replicar:"No te he preguntado a ti, Hebe."
El peso de la vergüenza y la tristeza se acumuló en mi pecho, pero traté de mantener la compostura. Respondí impulsivamente porque estaba emocionada por el viaje, pero evidentemente no era el momento adecuado para intervenir. Zagreo intentó calmar las cosas, pero Ate, con el ceño fruncido, me pidió espacio con una cortesía cargada de veneno."Hebe, me gustaría despedirme de Dark a solas, si no es mucha molestia."
Eso fue la gota que colmó el vaso. ¿Molestia? ¡Por supuesto que era una molestia! Habíamos planeado este momento, y Ate estaba alterando todo. Sin poder contenerme, le respondí:"No, ya te has despedido muchas veces antes. Ya no quiero darte esa oportunidad. Es una molestia."
Sentí cómo mi corazón se aceleraba, la impulsividad reemplazando mi autocontrol. Antes de darme cuenta, seguí hablando:"Has interrumpido nuestro encuentro en el bosque. No estás siendo considerada, como yo lo fui al darte espacio para saludarlo."
Mis palabras fueron duras, pero no podía detenerme. La situación escaló rápidamente, y Ate, con su acostumbrada actitud tóxica, dio el golpe final: se abalanzó sobre Zagreo y lo besó apasionadamente, justo frente a mí.
El shock en la mirada de Zagreo era evidente. No supo cómo reaccionar. Ate seguía jugando su juego cruel, oscilando entre el "te amo" y el "estoy casada, no puedo corresponderte". Su confusión era palpable, y aquello me llenó de coraje. No por celos, sino por la injusticia de verla manipularlo así.
Finalmente, exploté. Dije muchas cosas llenas de resentimiento y rabia. Mi enojo por cómo trataba a mi primo me dio la fuerza para enfrentarla. Después de un enfrentamiento verbal, Ate se fue, llorando bajo una lluvia que invocó solo para dramatizar su salida.
Cuando por fin quedamos solos, sentí una mezcla de alivio y culpa. Zagreo, con su habitual bondad, trató de hacerme sentir mejor."Vamos, Hebe. Ya todo pasó. Nuestro viaje nos espera."
Y así, dejamos el bosque atrás. Nuestra primera parada: Egipto. Un nuevo comienzo lejos de las sombras del Olimpo.