La tranquila vida en "City in the Clouds" se ve interrumpida por una tormenta de arena de naturaleza sobrenatural. La tormenta no solo amenaza con cubrir la ciudad, sino que debilita de quienes toca, siendo especialmente peligrosa para los menos poderosos.
Xhiva, quien inicialmente se encontraba disfrutando de la paz en una cafetería, es testigo del caos mientras un avión en llamas aterriza de emergencia. Sabiendo que [Kalh1] se encuentra en el avión, se lanza a su encuentro para descubrir que, tanto su hermanito como los rescatistas de la isla hacen bien su trabajo y está todo bajo control.
De vuelta en casa, y tras una visita al oraculo que les pone al tanto de los pormenores de la situación, Xhiva se ve en la necesidad de reunirse con los mayores, los cabecillas del clan.
Cruzar las puertas del salón del consejo siempre me genera una mezcla de agotamiento anticipado y desafío. Los mayores del clan, encabezados por Amrit, Vikram y Devaki, son un muro impenetrable de tradición y conservadurismo. Suelen tratar los problemas con evasivas o culpando a factores externos, nunca asumiendo su propia parte de responsabilidad, pero hoy no hay espacio para eso; esta tormenta nos exige actuar de inmediato.
Al entrar, los tres ya están sentados alrededor de la mesa circular, sus miradas de hierro clavadas en mí. El incienso arde en un rincón, llenando la habitación con un aroma pesado que intenta ser tranquilizador, pero solo consigue darme ganas de abrir una ventana.
— Xhiva, esperamos que esta reunión sea breve —Amrit, el mayor, siempre directo, golpea suavemente la mesa con la punta de sus dedos.
— Eso dependerá de ustedes —respondo mientras tomo el lugar que me corresponde como futuro lider del clan, junto a la cabecera vacía— La tormenta que envuelve la ciudad no es un fenómeno natural, sino un resultado de la magia que sostiene la isla, la oraculo lo vio y las pruebas lo sostienen.
Vikram frunce el ceño, su voz cargada de escepticismo.
— ¿Acusas nuestra magia de ser la causa del problema? Nuestra magia es lo que nos mantiene a salvo, lo que hace de esta ciudad lo que es.
— No es una acusación, es un hecho. Tu no eres mago, Vikram —hago una pausa sosteniendo la mirada del viejo, tratando de mantener la calma— El oráculo confirmó que la tormenta absorbe la magia de quienes toca. Tres días y tres noches. Y aunque la mayoría de nosotros podemos resistirlo, los más vulnerables, los que tienen menos magia, no lo lograrán de verse expuestos.
Devaki, siempre la más cauta, me mira con duda y preocupación.
— ¿Y qué propones, Xhiva? ¿Evacuar la ciudad? ¿Rendirnos a los caprichos de la tormenta?
— No, no estoy diciendo que nos rindamos. Estoy diciendo que debemos proteger a nuestra gente —me levanto, mi mirada en ellos, las manos en los bolsillos, la tensión acumulandose en mi cuello— Debemos reforzar los refugios, asegurarnos de que todos los que no puedan defenderse estén a salvo y atendidos sin necesidad de dejar sus casas. Y si es necesario, asignar guardias en turnos para patrullar las zonas más expuestas.
Amrit sacude la cabeza, con la exasperación de quien cree haberlo oído todo.
— Todo esto suena como un gran alboroto por algo que pasará en pocos días. La tormenta pasará, Xhiva. Como siempre lo han hecho
—Esto no es algo que podamos ignorar —mi tono se endurece—. Ya hay personas afectadas. Kalhi estuvo expuesto más tiempo del que debería y lo noté tambaleándose, y es un de los guerreros más poderosos que tenemos. ¿Qué pasará con los niños, con los ancianos que apenas tienen magia en sus venas? ¿Vamos a esperar a contar bajas para actuar?
La sala se sumerge en un breve silencio. Finalmente, Devaki habla.
— Si hacemos lo que dices, requerirá coordinar a todo el clan y montar un alboroto mucho más grande de aquellos con los que has tratado. ¿Tienes alguna idea de cómo manejar algo de esta escala?
— Reforzaremos las áreas críticas y movilizaremos a los guerreros que no estén en misión. El resto podemos asumirlo. No necesitamos que sea perfecto, necesitamos que alcance para mantener a salvo a nuestra gente por tres días.
Vikram bufa, pero no protesta. Amrit se cruza de brazos, pensativo. Devaki asiente lentamente. ¡Éxito!
— Está bien, Xhiva —Devaki es la primera en ceder— Moviliza a los guerreros y organiza los refugios.
Amrit suspira con evidente molestia.
— Espero que sepas lo que haces, muchacho.
— Lo sé —enderezo la espalda y camino hacia la puerta—. Soy joven, no idiota.
Salgo de la sala sin esperar una respuesta, sintiendo cómo las miradas de los mayores me siguen y los murmullos no tardan en aparecer. "Irrespetuoso", "prepotente", "arriesgado", dicen a mis espaldas, pero sus palabras se las llevará la tormenta; lo que en realidad vale es la acción.