Hace mucho tiempo...
"El Inmortal", así es como tanto aliados como enemigos llegaron a apodar a Saichi Sugimoto. Nacido en Japón a finales del Siglo XIX, Saichi sería conocido por su fuerte temperamento, su irascible actitud, su cuerpo plagado de cicatrices cuyo origen había olvidado... y ese apodo, "Inmortal", no era por nada.
Balas, ballestas, navajas, cuchillos, puñetazos, no importaba nada. Huesos rotos, un pulmón perforado, sangre bañando cada rincón de su cuerpo, ¿es que acaso no había fuerza en el mundo capaz de poner bajo tierra a Saichi Sugimoto?
Historias de terror del ejército Ruso comenzaban a esparcirse en el campo de batalla, acerca del soldado japonés cuyas pupilas se volvían blancas como la nieve al enfurecerse, cuya brutalidad parecía mantenerlo vivo a pesar de las incontables heridas, cuya fuerza rivalizaba la de un oso...
Oh, claro... Pero esta no es la historia de Saichi Sugimoto...
Sachi.
Significa "felicidad". Sus padres no pudieron haber elegido un nombre más irónico para ella. Desde pequeña, Sachi siempre se... salió de lo convencional, por decirlo de algún modo. Irascible, de mecha más corta que sus shorts, malhumorada, sin una pizca de modales... pero quienes llegaban a conocerla realmente, también describían a Sachi como una persona leal, caritativa, atenta, y lo más importante, llena de odio. Sí, un odio profundo, muy profundo hacia la injusticia.
Es la clase de chica capaz de pelear ella sola contra tres hombres que molestan a un cachorrito. La clase de chica que reclama por ti si no te atreves a alzar la voz, aunque no entienda nada del tema. La clase de chica que se para a media calle y detiene el tráfico, gritándole obscenidades al conductor que frenó muy cerca de una ancianita.
Sí, esa es Sachi Sugimoto.
Pero Sachi Sugimoto también es alguien más.
¿Quién soy?
Era normal para Sachi hacerse esa pregunta a sí misma, en especial cuando se veía al espejo. Nunca supo por qué, pero encontraba algo raro en su rostro, algo que no tenía que ver con las cicatrices que lo decoraban. Es como si... como si no le perteneciera. Como si al verse, tuviera esa sensación de ligereza e ingravidez que uno tiene al darse cuenta que está soñando pero no puede despertar...