Termino de ayudar a una de mis compañeras, las dos estuvimos codo con codo eliminando las difíciles manchas de los vestidos de las señoritas y luego los tendimos todos fuera en el patio.

Aprovechando que el sol salió entre la niebla que lleva toda la semana siendo la protagonista.

-Quiero agradecerte toda tu ayuda.

-Para eso estamos, no tienes que agradecérmelo.

 

-Señorita Beckett.

 

Lo sabía, nunca debí haber desobedecido la orden de mi señora. Al igual que tampoco debí engañarla, el miedo a que pudiera ser descubierta mientras salía a la calle y se encargaba del encargo de su señora.                                                              Pudo conmigo y terminé pidiendo a una compañera, con la cuál tengo confianza, que me hiciera el favor de llevar aaquella carta.

Ahora tengo que hacerme responsable de la decisión que tome y acatar el castigo que la señora me imponga por haberla desobedecido.

 

La señora se encuentra en el salón de la primera planta, es el que menos usan. Mientras me dirijo detrás de la ama de llaves a una distancia prudente con la cabeza agachada, solo puedo pensar en que he defraudado a la única persona que me tendió la mano cuando pendía de un hilo muy fino.

Lo único en lo que podía pensar era en disculparme vil veces y otras mil veces más. Lo que más deseó es obtener su perdón, aunque se que su confianza jamás volveré a tenerla.

La joven a la que le pedí aquel favor no soltó palabra alguna, me consta de buena tinta que nunca me habría vendido.

Lo que si se es que debí haber salido a la calle lo bastante camuflada para no haber sido descubierta, de nada sirve pasarse horas regañandose por su falta.

-¡Señora!

Continuó sin atreverme a levantar la cabeza para confrontar su mirada. Es cierto que la carta fue enviada correctamente al igual que tampoco sucedió ningún percance para que no se llevará acabo tal recado.

Pero eso no quita que desobedecí la orden de mi señora, la mujer dejo bien claro que quería que solo yo fuera la encargada de enviar dicha carta.

Y la he desobedecido.

 

Lady Bridgerton esa misma mañana recibió una invitación especial la cuál esta leyendo mientras toma reposo en una de las dos sillas de cuero azul marino a juego con el resto de tonos azules característicos de la familia.

Es bien sabido que el azul es el color de la familia numerosa más conocida y querida por toda la aristocracia londinense.

 

Finalmente el ama de llaves nos dejó a solas, debido a que aquella mujer no debía ser participe de dicha conversación entre la señora y una servidora.

Lady Bridgerton seguía prestando su atención a la invitación, puede que estuviera pensando en como dar comienzo a sus reproches hacia su sirviente o tal vez no termino de leer.

En la menta de la joven el sofocante ruido en las agujas del reloj que hay encima de la chimenea colocado justo en el medio, arriba colgado hay un retrato de los difuntos padres de la señora.

No deja de resonar en su cabeza y eso la esta empezando a incomodar de una manera que la aterroriza.

 

-Me gustaría que me diera una explicación, me disgustó saber el favor que le pedí se lo encargo a otra criada.

La escucho perfectamente el único problema es que no puede ser del todo sincera con su señora. No lo puede ser con nadie, ni siquiera con ella misma.

Es una realidad de la que jamás podrá escapar.

 

-¿Se encuentra bien?.

-Disculpeme señora... -Consigo pronunciar dichas palabras sin trabarme-

-¿Estás segura?.

-¡Obre mal, creáme que me arrepiento de haberla desobedecido y la aseguro que acataré cualquier castigo que desea ponerme!.

El silencio regreso un instante, las dos mujeres intercambian miradas y desearían leer sus mentes para descubrir lo que en este momento pasan por sus cabezas.

-Le pido por favor que me lo explique.

-¿Una explicación?.

-No cree usted que merzco saber la verdad.

-Por supuesto. Tine toda la razón, de nuevo le pido disculpas.

--Entonces toma asiento y cuéntamelo todo.

La sorprendente apareción del mayordomo presentando a Lady Haywood a la señora, no conoce a su salvadora, pero le debe mucho a una de las amigas de Lady Bridgerton.

 

Claramente mi confesión se ha visto aplazada para oro momento, ella misma sabe que solo se pospone lo inevitable.

 

Contar toda la verdad.