En la penumbra de la una ciudad escasamente iluminada, las luces parpadean como estrellas diminutas atrapadas en la tierra. Solo un lugar estaba un poco más iluminado y era en dónde se encontraba de pie una mujer de cabellos dorados a la espera de su amado. Sabía que no necesitaba decirle a Adán a dónde estaría, por alguna razón ambos eran buenos para encontrarse ¿será que ser la costilla de Adán tenía algo que ver con eso?
La mesa está vestida con un mantel blanco como la nieve, copas de cristal que reflejan la tenue luz
Ella, con manos temblorosas, sirve el vino que preparo con las uvas que alguna vez su esposo le dio, virtio sl vino en las copas, su corazón late al ritmo de la llama esperando con ancias ver la reaccion de aquel hombre.
Los platos exhalan aromas tentadores, al menos tentadores para su amado aunque ella preferiría otros alimentos menos procesados... En nombre del amor trato de aprender a preparar hamburguesas, papas fritas y otros fritos del gusto de Adán que estaban en la mesa.
Ya era justo que el consentido y centro de atención (para bien) fuera el padre de la humanidad