Pov Severus Spellman
Mañana es el tercer cumpleaños de Ivanna, tendrá dos fiestas. La primera será celebrada en el jardín junto con toda la familia de mi esposa Eleonor. En la noche nos adentraremos en las profundidades del pantano donde en el interior de un árbol al que todos lo recuerdan como el del ahorcado.
Se esconde el portal que lleva a la mansión que ha pertenecido diez generaciones a mi familia. Nuestro aquelarre celebra el cumpleaños de nuestra pequeña brujita, Eleonor no desea que lleve a Ivanna junto a sus hermanos brujos y brujas.
-Te recuerdo que Ivanna esta durmiendo.
-Ella no quiere ir.
-Sigue así y no dejaré que tu sucia familia la vea.
-No puedes hacer eso.
-Que tu renunciaras a tu familia y también a la magia, no significa que nuestra hija siga tus pasos.
-¡Te odio!
Trece años después
-Padre.
La bolsa donde guardo la guitarra yace en el suelo del pasillo, mientras él continúa concentrado observando los ingredientes que necesita para reponer en su alacena privada.
-Tengo clase, debo practicar con la guitarra.
-Pasaras unos días con los abuelos, y a ellos no les gusta nada relacionado con los humanos.
-¿Por qué no puedo ir contigo?.
-¡Sube a preparar tu baúl!
Aquel no fue el primer año que viví una temporada con mis abuelos paternos, tres años consecutivos.
Desde los treces hasta que cumplí los quince.
Hasta una noche posterior a Halloween, descubrí una verdad aterradora, la cuál también fue muy reveladora.
No conseguía quedarme dormida y menos después de escuchar la voz de una mujer, salí disparada hasta el gigantesco reloj que hay en el pasillo central de la mansión. Lo bastante cerca para escuchar la conversación entre mi abuela y mi padre.
-Ya lo hemos hablado.
-De nuevo sigo estando en contra.
-Madre.
-Para ti es muy fácil, haces el equipaje la dejas con nosotros y te marchas por tiempo limitado a los confines de la tierra. Debistre entregarla, si no la quieres.
-Es mi hija.
-Los dos sabemos que es mentira.
Escucho un fuerte golpe, padre golpeó con la mano la mesa auxiliar dejando a la abuela con el mismo semblante frío y serio que tanto la caracteriza.
-No me malinterpretes. Ivanna es un amor de niña, me alegra que no haya heredado nada de Eleonor.
-Teniendo en cuenta que no es hija suya.
-No entiendo como os acabastéis casando.
Continuó escondida cerca del reloj agachada y con la cabeza agachada, en el suelo de madera cayeron unas pequeñas gotas. Eran mis propias lágrimas, quería salir corriendo pero mi cuerpo no se atrevía a moverse ni un centímetro.
-Ivanna necesitaba una madre.
-Tu hija solo tiene una madre, fue una desgracia que muriera al dar a luz.
-No hay un solo día que no piense en mi amada Rosamund.
-Los mismos años que aborreces a tu propia hija.
-¡Eso no es...
-Los dos sabemos que culpas a la pobre niña de su muerte. Hijo mio, aún estas a tiempo de conocer a Ivanna.
-¡Cuidar de ella, volveré pronto!
Otra mentira, en esa ocasión tardó dos años en regresar y fue justo dos días después del funeral del abuelo. Desde aquella noche empecé a comprender muchas cosas del pasado, nunca les confese a ninguno de los dos que los escuché aquella noche.