Introduccion

Heinrich Rosenberg, un vampiro que lleva más de 300 años vagando por el mundo, mantiene la apariencia de un joven de 27 años, que mide 1,70. Con su cabello pelirrojo, ligeramente acomodado, su piel pálida como el papel y orejas puntiagudas que le dan un aspecto elusivo.
Sus ojos son uno de sus rasgos más distintivos, una mezcla entre lo inquietante y lo profundamente amable. La esclerótica de sus ojos es de un negro profundo, como un océano oscuro. En medio de esa oscuridad, sus iris rojos brillan como dos pequeñas brasas. Aunque a primera vista puedan parecer extraños, aquellos que se detienen a observarlos encuentran en ellos una dulzura genuina y una bondad que contradice su apariencia.

Antaño, perteneció a la alta sociedad del siglo XVI, y su educación y modales aún reflejan ese tiempo perdido. Se comporta con una cortesía natural, especialmente cuando se trata de situaciones formales, tratando de mantener la compostura y mostrando gestos de amabilidad hacia quienes lo rodean. Sin embargo, su largo aislamiento ha dejado marcas profundas. Heinrich ha perdido parte de su habilidad para navegar las complejidades de la interacción social, tornándose a veces torpe o invasivo. Este deseo de agradar, de encontrar algún lazo con quienes lo rodean, lo hace mostrarse a veces excesivamente atento, casi desesperado por conectar con los demás.


Transformacion

Heinrich Rosenberg fue convertido en vampiro contra su voluntad, un destino que lo arrancó de la vida que conocía y lo sumergió en la oscuridad. Esta experiencia traumática ha dejado una huella profunda en su ser y marcó el comienzo de su aislamiento y de su profundo resentimiento hacia los de su propia especie. Desde entonces, ha sentido un odio latente hacia los vampiros, a quienes ve como seres egoístas y crueles que imponen sus deseos sobre otros, arrebatándoles no solo su vida, sino también su autonomía y libertad.
Para él, su transformación fue un acto de violencia que robó su humanidad y, aunque ha aprendido a vivir con su naturaleza, nunca ha dejado de luchar contra los instintos que considera una mancha de esa imposición.

Durante siglos, Heinrich ha recurrido a un vino especial mezclado con sangre animal para aplacar su sed, manteniéndose al margen de la naturaleza depredadora que corre por sus venas. Sin embargo, en los últimos tiempos, este método ha comenzado a perder efectividad, y la lucha por controlar sus instintos se ha vuelto cada vez más difícil.


Gustos y Disgustos

A lo largo de su extensa vida, Heinrich Rosenberg ha cultivado una serie de gustos y pasatiempos que lo han ayudado a sobrellevar su aislamiento y a mantener una conexión con el mundo. La cocina es uno de sus placeres más profundos; con siglos a su disposición, ha perfeccionado recetas de distintas culturas, desde las tradicionales de su Alemania natal hasta platos exóticos de rincones lejanos. El resultado de esta pasión se traduce en banquetes que podría preparar con los ojos cerrados, cada uno cargado de un pedacito de historia.

Otro de sus tesoros es un gramófono modelo Victor III original del año 1910, que conserva con cuidado reverente. Le gusta la calidez de la música analógica, los susurros de las grabaciones antiguas que llenan su hogar con ecos del pasado. Además, es un ávido observador de las estrellas; en esas noches de soledad, el firmamento ha sido su único compañero constante, y ha aprendido a leer las constelaciones como si fueran viejas amigas. En trescientos años, Heinrich ha dedicado su tiempo a adquirir una amplia gama de habilidades, desde tocar instrumentos hasta la confección de libros encuadernados a mano. Para él, cada nuevo conocimiento era un refugio contra la eternidad, una forma de mantener la mente ocupada y el espíritu conectado a algo más que su propia sombra.

Su hogar es un reflejo de su vida, decorado con muebles y artefactos de distintas épocas, como un santuario a los tiempos pasados. Cada rincón cuenta una historia, desde el salón con candelabros góticos hasta la colección de retratos que cuelgan en los pasillos, que parecen mirar desde otras épocas. En el sótano, guarda barriles de su propio vino, hecho con uvas que cultiva con esmero. Además de su preparación especial para controlar su sed, esta bodega personal es uno de sus orgullos, y disfruta del proceso de transformación de la fruta en el licor que le acompaña durante las largas noches.

Sin embargo, hay cosas que le incomodan profundamente. No soporta la idea de molestar a los demás; el solo pensamiento de ser una carga le aterra, ya que el miedo a la soledad lo ha marcado de forma indeleble. Esto lo lleva a disculparse con frecuencia, a veces incluso de manera desesperada, rogando por el perdón de otros si siente que ha cometido un error. La perspectiva de ser abandonado nuevamente le resulta insoportable, como un eco de los siglos de aislamiento que ha vivido.

Entre sus mayores frustraciones está la incapacidad de salir de día. Aunque ha encontrado formas de hacerlo—cubriéndose con telas gruesas y utilizando un parasol para protegerse de la luz solar—, siente que es una barrera que le impide vivir como las personas normales. Esta limitación lo molesta profundamente, recordándole siempre la separación entre su naturaleza y el mundo que anhela experimentar de manera plena. Aun así, trata de encontrar pequeños momentos de alegría en las cosas que ama, manteniendo una débil pero persistente esperanza de que algún día logrará vivir sin esos miedos que lo persiguen.


Habilidades y Poderes

Heinrich Rosenberg, a lo largo de los siglos, ha desarrollado una serie de habilidades y poderes propios de su naturaleza vampírica, aunque algunos de ellos aún le resultan complicados de manejar. Su fuerza y agilidad sobrehumanas le permiten moverse de manera casi imperceptible y con una destreza que supera por mucho a la de cualquier ser humano. Es capaz de recorrer grandes distancias en cuestión de segundos, lo que le resulta útil cuando desea evitar ser visto o necesita llegar rápidamente a un lugar.
Su cuerpo es capaz de sanar heridas, aunque el tiempo de curacion de estas depende que clase de heridas sean, aunque eso no significa que no sienta dolor o que no haya algo que sea capaz de causarle un daño permanente.

Además, posee un sentido de percepción altamente desarrollado, que le permite detectar sonidos, aromas y presencias incluso a kilómetros de distancia. Esto le ha servido tanto para mantenerse a salvo de posibles amenazas como para anticipar la llegada de invitados a su hogar. 

Entre las habilidades más nuevas que ha descubierto, Heinrich ha aprendido a adoptar la forma de un murciélago, aunque el proceso es todavía inestable para él. Si bien esta transformación le permite moverse con mayor libertad y pasar desapercibido, la falta de control puede causarle problemas. A menudo, le cuesta volver a su forma humana, y en ocasiones, regresa inesperadamente a su forma original en pleno vuelo, lo que lo ha dejado en más de una situación comprometida. Heinrich considera este poder un recurso valioso, pero también un recordatorio de que aún no tiene dominio pleno sobre todos los aspectos de su existencia como vampiro.





Su otro "Yo"

En el rincón más oscuro de su mente habita una manifestación inquietante de Heinrich, una versión distorsionada y sombría de sí mismo que emergió tras completar su transición como vampiro al beber sangre por primera vez.  Esta versión siniestra y burlona de su propio ser se ha convertido en su constante tormento, susurrándole desde las sombras de su mente, desafiando su voluntad y ridiculizando su resistencia. representa todo lo que Heinrich odia de los vampiros. Es cruel, cínico y un reflejo malvado de sí mismo que acecha con la intención de controlarlo.

Desde entonces, la presencia de su otro yo se ha vuelto cada vez más palpable, pasando de simplemente sueños a oir su voz en cada esquina de su casa, el sabe que esta alli acechando en las sombras de su mente desafiándolo a abandonar su naturaleza bondadosa y aceptar la brutalidad que, según esta version, es su verdadero destino.